capítulo 4
El sol se cernía sobre el bosque unas horas más tarde y toda la manada se encontraba ocupada celebrando la victoria pasada. El alfa se encontraba junto al sanador, al parecer luchando por su vida, así que fue su hijo quien dio el anuncio. Hacía unas pocas horas Adelaide me había dicho que su nombre era Lucas y que, como hijo del alfa y por si no era obvio, estaba designado para sustituirle en su puesto tarde o temprano.
Debía admitir también que estaba bastante decepcionada con él a pesar de que apenas supiera de mi existencia en estos momentos; Lucas ni siquiera se había molestado en agradecerme por haberle salvado la vida. Quería pensar que no se había dado cuenta de que había sido gracias a mí que seguía con vida, pero en el fondo sabía que me había visto perfectamente. Solo no iba a agradecerme.
— ¡Gía! —Me llamó Adelaide chasqueando los dedos— No me estás escuchando.
—Lo siento, Addy —me disculpé—. Estaba distraída.
— ¿En qué piensas que es más importante que lo que te estoy diciendo? —preguntó haciendo una mueca. Nos habíamos vuelto bastante cercanas en un solo día. Quizá fuera debido a la personalidad tan extrovertida de mi nueva amiga o quizá porque no quedaba otra, pero así había sido.
—En tu padre —mentí.
—Oh... —Sus ojos se entristecieron por un momento— ¡No te preocupes! Se pondrá bien. Él es fuerte.
— ¿Podemos ir a dar un paseo o algo así? Me gustaría salir al bosque —Cambié de tema. Sabía que Adelaide estaba tratando de distraerse así que pensé que salir sería una buena idea.
—No creo que mi padre nos deje —murmuró.
— ¿Y tu hermano? ¿No está él al cargo?
—Hasta que mi padre se recupere sí —respondió. Tardó unos segundos en entender lo que yo quería decir—. ¡Eres malvada, Gía! —dijo con una risita y golpeándome levemente en el brazo.
—Preguntemos a tu hermano entonces.
Adelaide asintió aunque no muy convencida. Y a quién quería engañar, yo tampoco lo estaba.
— ¡De ninguna de las maneras! —gritó Lucas. Ambas dimos un paso atrás algo sobresaltadas— ¿Estáis locas o es que no usáis la cabeza? ¡No ha pasado ni un día desde que la manada de Hierro atacó —Pasó su mirada de mí a su hermana—. Adelaide, ¿es que has perdido la cabeza del todo?
—Está bien, lo siento —se disculpó mi amiga—. No es para ponerse así...
Mi amiga comenzó a alejarse y yo tenía la intención de hacer lo mismo hasta que noté el fuerte agarre de Lucas en mi brazo.
—Mira, como te llames —comenzó. Bien, no se sabía ni mi nombre—, mi hermana siempre ha tenido dos dedos de frente y jamás se le habría ocurrido este disparate si no hubieras llegado. Ten cuidado con lo que haces y no trates de aprovecharte de mi hermana si no quieres saber de qué soy capaz, ¿te queda claro? —espetó enfadado.
Mi loba lloriqueó con fuerza y mi corazón parecía haberse hundido en mi pecho. Mis ojos, ahora llenos de lágrimas, no podían creer lo que tenían ante ellos. ¿Esta persona tan mala era mi mate?
Me solté de su agarre y procedí a alejarme de allí lo más rápido posible. Se me habían ido las ganas de estar con Adelaide y solo quería estar sola así que me escabullí hacia el bosque, convirtiéndome en mi loba y sintiéndome mucho más libre y relajada.
Estuve corriendo por horas; realmente había extrañado ser una con el bosque. Había anochecido con rapidez en ese periodo de tiempo. Podía escuchar cómo los grillos cantaban y sentir a las estrellas cuidándome. Me distraje tanto admirando la naturaleza a mi alrededor que no me di cuenta cuando pisé una trampa y quedé envuelta en una red. Estaba boca arriba con las patas pegadas a mi pecho. La posición me lastimaba tanto que lloriqueé, encontrándome cada vez más y más nerviosa.
No ayudó que escuchara unas pisadas veloces acercarse a mí. La velocidad de mis latidos no hacía más que aumentar debido al miedo que estaba sintiendo. No tardé mucho en reconocer el olor característico de un vampiro y comencé a darme por muerta. Los vampiros y los lobos jamás se habían llevado bien, todos lo sabían, pero jamás me había imaginado que sería asesinada por uno.
Me revolví en el lugar tratando de obtener una mejor posición para rajar la red y caer, pero tal movimiento solo provocó que mi pata trasera se enganchara y me lastimara, soltando un aullido de dolor. Si el objetivo era no hacer ruido yo no lo estaba consiguiendo para nada.
Enseguida un cabello pelirrojo entró en mi campo de visión y aquel vampiro se colocó frente a mí con el ceño fruncido. Podía sentir su confusión. ¿No era él el dueño de la red? ¿Eso quería decir que... iba a morir en manos de un vampiro que ni siquiera tenía planeado matarme en un principio?
Sus ojos me observaron con sobresalto y subió a la rama que mantenía sujeta mi red solo para romperla de un golpe, haciendo que mi cuerpo golpeara el suelo con brutalidad. Bajó del árbol y corrió hacia mí que, debido al fuerte impacto, había adoptado mi forma humana de nuevo.
—Eh, ¿te encuentras bien? —preguntó observándome de arriba a abajo.
—Eres un vampiro, no creo que te importe demasiado para matarme —murmuré mientras me sentaba en el suelo y tapaba mi cuerpo con mis brazos y piernas, tiritando.
—Sé que es complicado creerme —comenzó rascando su nuca—, pero no todos los vampiros somos así. Antes que un lobo eres una persona, y si realmente quisiera matarte podría haberlo hecho nada más verte.
Asentí sin más, no queriendo continuar con la conversación, y su mano me tendió una camiseta. Elevé la mirada encontrándome con su torso cubierto por su chaqueta así que tomé su camiseta y me la puse. Por suerte era lo suficientemente larga como para cubrirme hasta los muslos, aunque debía bajarla de vez en cuando.
—Soy Cole —dijo tendiéndome su mano. Tras unos minutos de dudas la tomé y me levanté, mirándole a los ojos.
—Gía.
No dije nada más antes de voltearme y salir corriendo hacia mi nueva manada. Nada más llegué pude notar que algo no andaba bien; todos estaban alterados, corriendo de un lado a otro y haciendo cola en frente del sanatorio.
Me abrí paso como pude y entré dentro con preocupación. La imaginen de Adelaide tomando la mano de su padre mientras lloraba con fuerza no me abandonaría jamás.
—Se está muriendo, Gía. Mi padre... se está muriendo —sollozó Adelaide mirándome.
nota de autora: ¿qué pensáis de Adelaide?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top