Capítulo 14.
Lucas bajó unos segundos después con ropa en su mano. Se la dio a Addy junto a un bufido, quien me indicó donde estaba el baño de la planta baja. Entré y me puse la ropa que había traído Lucas. Era un conjunto de ropa interior de encaje roja, una camiseta de manga larga blanca y unos leggings negros. Tuvo el detalle de traerme unos calcetines negros también, vaya. La camiseta me quedaba un poco grande; las mangas me llegaban hasta los dedos así que tenía que enrollarlas y me llegaba a media cintura.
Salí del baño aún congelada y frotando mis brazos con mis manos, me dirigí hacia Addy que indicó que me sentara en el sofá. Subí las piernas también, rodeándolas con mis brazos.
— ¿Qué te pasó en la cara? ¿Y los arañazos del pecho? —preguntó Addy medio histérica—Y no me digas que fue por la pelea contra el alfa para entrar en la manada porque no, eso me lo dijiste ayer y solo tenías unos arañazos —objetó. Se sentó a mi lado y me frotó levemente la espalda—Puedes confiar en mí, ¿sí? Y aunque no lo creas, el idiota de Lucas no dirá nada —sonrió levemente. Dirigí una mirada a mi mate que rodó los ojos. Estaba en una esquina del sofá escuchando mientras que Addy y yo estábamos en el centro.
—Bueno, el alfa de la manada es muy... estricto —comencé estremeciéndome.
— ¿Más que Lucas? —preguntó Addy de broma, aunque algo seria también. Yo reí ligeramente y Lucas bufó.
—Muchísimo más que Lucas. Por eso te dije que no nos veríamos en mi manada, porque no sabía cómo se lo tomaría el alfa. La cosa es que en esa manada comen todo lo que se caza y ayer era el día de caza. Total, que cacé dos ciervos y cuando se los llevé al alfa se enfadó demasiado porque ''eran muy pequeños'' y me arañó la mejilla derecha —hice una pausa y miré a Lucas y a Addy—Después decidí salir al pueblo para relajarme un poco y fue cuando escuché a Lucas decirle a la manada que tú no estabas, Addy. Así que te busqué durante tres horas por el pueblo porque sabía que probablemente Lucas no había pensado ir ahí. Finalmente te encontré y te traje aquí. El problema vino después, cuando volví y la puerta estaba cerrada. No había manera humana de entrar así que dormí fuera. El alfa me llamó al día siguiente y tuve que mentirle, le dije que estuve explorando el bosque. No me creyó y me arañó dos veces, además me ''castigó'' con pasar una semana fuera de la manada y cuando vuelva tendré que ganar a su beta en una pelea para quedarme, sino deberé abandonar la manada... —terminé encogiéndome en el sitio.
— ¿Por qué no le dijiste la verdad? —preguntó Lucas algo borde, como siempre.
—Es un alfa muy cruel. Ya me advirtieron y lo he comprobado. Probablemente habría hecho algo en contra de Addy —contesté.
—Iré a por las cosas necesarias para curarte las heridas —dijo Addy. Se levantó y me dejó sola con Lucas, que miraba a su hermana alejarse.
—Si pierdes esa pelea no vengas aquí —habló Lucas de repente—Ya eres demasiada molestia —bufó.
— ¿No tienes ni una pizca de humanidad? —pregunté dolida.
—Contigo no. Mi padre está muerto por tu culpa —gruñó.
— ¿Qué?
—A ver, Gia, déjame curarte, ¿sí? —sonrió Addy entrando a la sala. Se sentó a mi lado y me curó los cortes haciéndome apretar fuertemente los ojos debido a que dolía, obviamente. Sin embargo yo seguía pensando en Lucas. ¿Él creía que su padre murió por mi culpa...?
Desperté a mitad de la noche por la fuerte tormenta que había fuera. Yo estaba durmiendo en el sofá, así que me levanté y fui directamente a la cocina a por un vaso de agua. Cuando levanté la mirada aquellos ojos azules me miraban a través de las puertas corredizas del salón. Dejé el vaso en la mesa sin apartar la mirada y caminé hacia la puerta. Abrí, notando como el agua me golpeaba fuertemente la cara. Me acerqué a los arbustos donde estaban los ojos.
¿Aquel era mi hermano?
— ¿Daniel...? —murmuré, estirando la mano algo asustada. Básicamente estaba a dos metros de aquellos ojos azules y noté cómo una mano rozaba la mía con suavidad dando un apretón leve.
Abrí los ojos como platos y creí aguantar un grito, pero en realidad sí había gritado. La mirada desapareció rápidamente de los arbustos.
— ¡No! —pedí sin resultado. Noté que me tomaban fuertemente del brazo y me metían dentro de la casa, cerrando con rabia la puerta corrediza. Levanté la mirada—Lucas... —murmuré temerosa—Lo siento, yo solo...
— ¿Con quién hablabas? —preguntó enojado. Mi corazón latía velozmente por nuestra cercanía.
—Con nadie —contesté tímida.
— ¿A quién le decías no? ¿Eres sonámbula acaso? —gruñó.
—Sí. Sí, es eso —sonreí ligeramente.
—Cámbiate de ropa, das asco así —espetó soltándome del brazo rápidamente.
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