C8: La Trampa
Era una mañana fría, y los primeros rayos de sol apenas comenzaban a filtrarse entre las ventanas de mi habitación. Taewook y yo estábamos a punto de partir hacia Eurus, pero la ansiedad me mantenía inquieta. Mi mente no podía dejar de dar vueltas a todo lo que había ocurrido en las últimas horas. El cambio repentino en los planes, la carta de Eurus, las palabras de mi padre... Todo parecía demasiado apresurado.
Estaba en mi habitación con mi nana, quien cuidadosamente guardaba uno de los hanfus que mi padre había solicitado que llevara. La idea de ir a Eurus me ponía aún más nerviosa, y mi lobo, como siempre, parecía sentir todo lo que yo sentía. No paraba de inquietarse desde que la carta llegó.
—¿Qué ocurre, pequeña? —preguntó mi nana, volteando hacia mí mientras guardaba el último hanfu. Su voz llena de preocupación me hizo mirarla.
—Todo esto está demasiado raro, nana. Es que... mi lobo está inquieto desde que la carta llegó. No puedo dejar de pensar que algo no está bien.
Ella sonrió con ternura, intentando calmarme.
—Seguro son solo los nervios por tu boda. No te preocupes tanto, querida. Es normal estar un poco alterada en momentos como estos.
Quería responder, pero justo en ese momento unos golpes firmes en la puerta me interrumpieron.
—Princesa, el rey solicita su presencia en la biblioteca.
Mi nana me hizo un gesto suave, indicándome que fuera con mi padre. Asentí sin decir nada, aunque una parte de mí dudaba si debía seguir mis presentimientos o ignorarlos. Dejé que ella terminara de guardar el resto de la ropa y le pedí a uno de los betas que la ayudara.
Cuando llegué a la biblioteca, no solo estaba mi padre, sino también Kim. Estaba sentado, leyendo una carta con expresión seria.
—Hija, ven aquí antes de que Taewook llegue —dijo mi padre, su tono grave me hizo sentir que algo importante estaba por revelarse.
—¿Qué es tan importante como para que no se lo diga a Taewook? —pregunté, confusa.
Mi padre y Kim se miraron antes de que el primero hablara.
—Hace unos días mandamos unos betas a Eurus para investigar algunas cosas. Nuestras sospechas fueron ciertas. Al parecer, la princesa Taemoon está involucrada con vampiros.
—¿Y? —respondí, sin comprender del todo. No veía cómo eso podía afectarnos directamente. —Los asuntos de la princesa son independientes de los nuestros.
Kim alzó la mano para interrumpir.
—Los betas que enviamos aseguran que ella aceptó venir a Red para ayudar con el entrenamiento de los alfas. La situación es más grave de lo que parece.
Mi padre se acercó a mí, mirando mi rostro preocupado.
—¿Podrías investigar si no estamos tomando una decisión arriesgada al permitir que ella venga? Necesito que te asegures de que ningún alfa en Red corra peligro.
—¿Quieres que vigile a la princesa? —pregunté, sin entender del todo.
—No exactamente, solo quiero que asistas a uno de sus entrenamientos. Necesitamos saber si tiene alguna intención oculta, algo que pueda comprometer nuestra seguridad.
Resignada, acepté la tarea. Me levanté y salí de la biblioteca para dirigirme al cuarto de armas, donde tomé la espada de mi madre, sintiendo su peso familiar en las manos. Después, me dirigí rápidamente hacia afuera, donde Taewook me esperaba con algunos betas.
—¡Amber! —La voz de SeoppJin me hizo detenerme. Ella y Dylan estaban cerca, observando—. ¿Por qué no nos dijiste que ibas a ir? Mi deber es acompañarte como tu futura dama de compañía.
—Es mejor que no vengas —respondí con seriedad. Algo en todo esto no me dejaba tranquila, y sentía que era mejor no arriesgar a nadie más.
—De todas formas, aunque sea Dylan debería acompañarte si yo no puedo.
—No te preocupes, estaré bien. Nos veremos allí... el día de mi boda. —Le sonreí levemente y subí al carruaje, sin poder sacarme de la cabeza la sensación de que algo peligroso se estaba gestando.
Durante el viaje, Taewook no dejaba de hablar de su familia, su manada y las costumbres de Eurus. Mientras él hablaba, yo jugueteaba con las piedras rojas incrustadas en el mango de mi espada, buscando algo que calmara la creciente ansiedad en mi pecho.
De repente, él me hizo una pregunta inesperada.
—Tengo curiosidad, ¿siempre has tenido esa espada?
Volví a mirarlo, desconcertada por la pregunta.
—Sí, es la espada de mi madre.
—¿Sabes usarla? —preguntó, su voz sonó un poco nerviosa.
Lo miré, confundida.
—El príncipe Richard me enseñó a luchar, y también aprendí tiro con arco. Además, los vampiros son buenos maestros en esas cosas.
—¿Vampiros? —Taewook frunció el ceño.
—O chupa sangre, como los llamamos. Al final, son lo mismo. —Sonreí con ironía, notando la reacción incrédula del alfa.
De repente, unos gritos al exterior nos alertaron. Un beta del carruaje se acercó rápidamente a la puerta, su rostro pálido y su ropa manchada con sangre.
—¡Estamos siendo atacados por los humanos! ¡Esto fue una trampa! Deben irse de aquí, ¡ahora mismo, directo a Eurus!
El beta parecía agitado, y la preocupación en su rostro me heló la sangre.
—Tú vas a venir con nosotros —dijo Taewook, decidido.
—Príncipe, no puedo. Tengo que quedarme y ayudar a los demás.
—Mi padre te envió para protegerme, y eso harás. Ven con nosotros, ¡ahora!
El beta dudó, pero al final asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Nos ayudó a salir del carruaje y nos llevó rápidamente al borde del bosque.
—Creo que sería más rápido si vamos en forma de lobo —sugirió, con voz urgente.
—¿Y nuestras espadas? —pregunté, mirando la situación con cautela.
—Nuestras vidas son más importantes que ellas —respondió Taewook, y fue entonces cuando dejamos nuestras espadas atrás y nos transformamos. Los tres lobos corrimos a través del bosque, esquivando árboles y saltando sobre ramas que nos golpeaban, sin detenernos ni un momento.
Corríamos a toda velocidad, cada uno enfocado en llegar lo más rápido posible a Eurus. El sonido de nuestras patas sobre el suelo parecía resonar en mis oídos, pero mi mente seguía alerta, buscando señales de cualquier amenaza.
Finalmente, llegamos al borde de la aldea, donde el alivio comenzó a calmarme. Los alfas de la entrada nos vieron y rápidamente avisaron a los reyes de que su hijo había llegado, y que al parecer había un problema.
Corrimos a través de la aldea hasta llegar al castillo. Los reyes Min ya nos esperaban en el umbral, y fue Taewook quien primero regresó a su forma humana. De inmediato comenzó a explicar la situación a su padre, quien, al escuchar la noticia, ordenó a un beta que informara a la princesa Min sobre lo sucedido. Otros betas y alfas se dispersaron rápidamente para investigar la amenaza.
La reina Min nos invitó a ingresar al castillo para que pudiéramos regresar a nuestra forma humana. Al llegar a uno de los pasillos del castillo, una alfa se acercó, y el aroma a sándalo llenó el aire, atrayendo la atención de mi lobo blanco.
Cuando la alfa me miró, mi corazón latió con fuerza, y sentí una oleada de calor recorrerme. Si hubiera estado en mi forma humana, probablemente mis mejillas estarían rojas de vergüenza. La alfa, al darse cuenta de nuestra presencia, se despidió y se dirigió hacia la puerta del castillo, dejando atrás una estela de misterio.
Mi lobo, ansioso, miró hacia ella, y por un momento, me sentí tentada a dejarlo actuar. Sin embargo, si le permitía seguir su impulso, no podría detenerlo. Antes de que pudiera salir corriendo tras la alfa, me transformé rápidamente, regresando a mi forma humana. Con determinación, me dirigí hacia la puerta, sin importarme que esto pudiera ir en contra de las normas de Red.
Me alejé, decidida a enfrentar lo que fuera necesario.
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