C47: Las Coronas de Red
El gran día finalmente había llegado. El castillo de Red era un caos, pero un caos hermoso, lleno de vida y emoción. El aire estaba cargado de nerviosismo y expectación. Por todas partes, los sirvientes y guardias se apresuraban a ultimar los detalles. Los invitados comenzaban a llegar, y yo... Yo estaba allí, en una habitación apartada, rodeada de telas y adornos, esperando a que todo fuera perfecto. La ceremonia, que representaba tanto para Taemoon como para mí, no solo era un acto de unión, sino también de coronación. Red sería el lugar donde la nueva reina tomaría su trono, junto a la mujer que amaba.
A pesar de la felicidad que me invadía, también sentía el peso de lo que estaba por suceder. Todo había sido tan rápido, tan inesperado. ¿Cómo es que habíamos llegado hasta aquí? Parecía un sueño. Pero era real. Estaba a punto de casarme con Taemoon, la mujer que había capturado mi alma y mi corazón, la mujer que siempre había estado al alcance de mi mano, pero que nunca supe que necesitaba hasta que la conocí.
Nana me estaba ayudando a prepararme, ajustando cada parte de mi vestido con una dedicación que solo ella sabía ofrecerme. La tela era suave y brillante, una especie de blanco perlado que reflejaba la luz del sol, y yo no podía evitar pensar que mis padres estarían orgullosos de verme así, vestida de reina, como lo habían sido una vez. La coronación y el matrimonio iban de la mano, y todo debía ser perfecto.
Una vez lista, la puerta de la habitación se abrió, y mi hermano Rye entró, su rostro iluminado por una sonrisa que no podía esconder. Al verme, su expresión se suavizó y sus ojos se llenaron de una emoción que no podía disimular.
-Si nuestros padres te vieran ahora, estarían muy orgullosos de ti -dijo, con una mirada llena de ternura y orgullo.
Yo sonreí, casi sin poder contener la emoción.
-¿De verdad lo crees? -le pregunté, mi voz un poco temblorosa.
Rye asintió con firmeza, acercándose a mí.
-Vine a traerte esto -dijo, sacando algo de su bolsillo. Lo que me mostró era un collar delicado, con una piedra lunar en el centro, rodeada de pequeñas piedras azules que brillaban con la luz.
Al ver el collar, mi corazón dio un vuelco. Era el mismo collar que mi abuela había mencionado en su libro, una joya que pertenecía a su hermana, quien se la regaló días antes de su boda con el abuelo. Rye continuó explicando mientras me colocaba el collar alrededor del cuello, su voz un poco quebrada por la emoción.
-En el libro de la abuela mencionaba este collar. Dice que su hermana se lo regaló justo antes de su boda con el abuelo. Por más que continué leyendo, nunca volvió a mencionarlo. Así que fui con el abuelo para averiguar más sobre él... Él me lo entregó y me pidió que te lo diera a ti, ya que no podía venir a tu boda. Creo que, de alguna manera, sabía que no le quedaba mucho tiempo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras miraba el collar, un símbolo de familia, de legado.
-Son muchas las personas que me gustaría que estuvieran aquí hoy... -susurré, mi voz un poco rota-. Pero al menos tengo a mi increíble hermano apoyándome.
Me acerqué a él y lo abracé con fuerza, sintiendo que la emoción me invadía.
-Gracias... -susurré contra su hombro.
Rye me dio una sonrisa y me separó suavemente, dándome un pequeño empujón hacia la puerta.
-¿Lista, hermana? Ya es tiempo de iniciar la ceremonia.
Tomé aire profundamente, asentí con la cabeza y lo seguí, mi corazón palpitando con fuerza. Mientras caminábamos por los pasillos, la sensación de que todo esto era un sueño se intensificaba. Estaba a punto de casarme, a punto de comenzar una nueva vida junto a Taemoon.
Al llegar al gran salón, la emoción me embargó por completo. Taemoon estaba allí, esperándome, de pie, radiante con su traje ceremonial, su mirada fija en mí. A medida que avanzaba hacia ella, todo a mi alrededor se desvanecía. El mundo entero parecía haberse detenido en ese instante. La ceremonia comenzó, y cada palabra, cada gesto, me acercaba más a lo que mi corazón ya había elegido.
No podía dejar de mirarla. Mis ojos no se apartaban de los suyos. La emoción que compartíamos era palpable, y me sentía más unida a ella que nunca. Sabía que nuestras almas se habían encontrado en este preciso momento, que todo lo que habíamos vivido nos había llevado hasta aquí.
Finalmente, cuando llegó el momento de darnos el primer beso como esposas, nuestros lobos comenzaron a moverse inquietos dentro de nosotras, celebrando este momento. El beso fue suave, dulce, cargado de promesas. Cuando nos separamos, las palabras salieron de mi boca sin pensarlo.
-Te amo, lobito.
-Yo también, mi cachorra -respondió Taemoon, y pude ver en sus ojos la misma intensidad que sentía en los míos.
Juntas, de la mano, caminamos hacia el otro extremo del salón, donde nos esperaba un nuevo paso en nuestra vida. Afuera, la gente de Red nos esperaba con gritos y aplausos, celebrando nuestra unión. Estábamos casadas. Pero la coronación de Taemoon como reina de Red debía realizarse ahora.
La aldea de Red estaba decorada con esmero, y el aire estaba lleno de júbilo. Allí, en un espacio abierto, los hermanos Lan nos esperaban con las coronas. Me acerqué a ellos, sosteniendo con firmeza la corona de Omega Luna, la misma que mi madre había llevado en su coronación. La corona de la Alfa Líder de Red, que había sido heredada por generaciones, era la siguiente.
Con delicadeza, coloqué la corona de Omega Luna sobre mi cabeza. Luego, me acerqué a Taemoon, sosteniendo la corona de la Alfa Líder. Mi corazón latía con fuerza mientras pronunciaba las palabras que marcaban nuestro destino.
-Min Taemoon, princesa de la manada Eurus -dije, mi voz firme pero llena de emoción-. He aquí la corona del Alfa Líder de Red, una corona que ha pertenecido a tres generaciones de reyes. Hoy, esta corona te será entregada... Princesa Min, ¿prometes proteger y velar por el reino y su gente?
-Prometo cuidar y proteger esta manada como los antiguos líderes han hecho -respondió Taemoon, su mirada fija en mí con una determinación que me dejó sin aliento.
Con delicadeza, coloqué la corona sobre su cabeza, y en ese momento, supe que nuestra unión estaba sellada.
-Entonces, de pie, reina Min -le dije.
Taemoon se levantó, y con paso firme, se colocó a un costado de mí. Juntas, nos dirigimos hacia la gente de la manada.
-¡Gente de Red! -La voz de Rye resonó en todo el lugar, llenando el aire de emoción-. Es un honor para nosotros presentarles a sus reinas, Min Taemoon y Min Amber. ¡Larga vida a nuestras reinas!
El aplauso retumbó en el aire, y por un momento, todo fue perfecto. Las celebraciones comenzaron a tomar vida a nuestro alrededor, pero a pesar del bullicio, no podía dejar de mirar a Taemoon. Las emociones de esa tarde nos envolvían a ambas, y todo lo que había sucedido en nuestra vida nos había llevado hasta aquí. La ceremonia continuó, pero no importaba. Yo estaba donde quería estar.
-Tae -dije, tomando su mano en la mía. Ella me miró, su rostro serio, como si estuviera pensando en algo importante.
-¿Estás segura de que podrás manejar dos reinos? Puedo decirle a Rye que se haga cargo de Red, y yo iría contigo... -le ofrecí, con preocupación.
Taemoon negó con la cabeza, su mirada tranquila.
-No te preocupes por eso, todo saldrá bien. -Sonrió suavemente, dándome un pequeño beso en la frente. -Además, tengo a mi esposa a mi lado apoyándome.
Mi corazón latió con fuerza.
-Aquí voy a estar, para cada vez que lo necesites -le aseguré, con firmeza.
-Sabes, después de todo... si te casaste con un Min. -Su tono fue juguetón.
-Así es... Y fue con una increíble Min. -Sonreí, y vi cómo sus ojos brillaban de felicidad.
La besé una vez más, y supe, en lo más profundo de mi ser, que aunque las dificultades vendrían, juntas podíamos enfrentarlo todo. Nuestros lobos estaban finalmente unidos, y esa era la señal de que todo lo que habíamos vivido no había sido en vano. Nuestro destino estaba escrito, y la luna roja esa noche no hacía más que confirmar que, al fin, estábamos donde pertenecíamos. Juntas, para siempre.
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