C46: El Color de Nuestro Amor
La tranquilidad del día se reflejaba en el ambiente. El sol comenzaba a declinar, tiñendo el cielo con tonos cálidos mientras observaba a lo lejos a un grupo de alfas recién iniciados en su entrenamiento. El eco de sus movimientos se perdía en el viento, y sin embargo, todo parecía estar en calma. Había pasado más de un año desde el último ataque, desde la sentencia del señor Lee, y por fin, todo había vuelto a la normalidad. La paz, por fin, había llegado. Y, sin embargo, algo en mí seguía inquieto, algo que no podía explicar con palabras.
Había asumido mis responsabilidades como reina, ocupándome de los deberes que la corona exigía. Nombré a Rye como mi segundo al mando, y a Kate como princesa heredera, pues su derecho por ser Wless era algo que debía respetar. A pesar de estar rodeada de mi manada, de mi familia, a veces sentía que algo me faltaba. Una parte de mí siempre buscaba algo más, algo más allá de las obligaciones, algo que solo Taemoon podría ofrecerme.
Sostenía un libro entre mis manos. Estaba en un estado lamentable, sus páginas rotas y descoloridas, pero no me importaba. Cuando lo encontré en la biblioteca, en un rincón polvoriento, algo me impulsó a llevármelo. Parecía pertenecer a la abuela, a mi bisabuela. El libro estaba lleno de su vida, de sus recuerdos, hasta que llegué a la última página. Un escrito de ella, de la noche antes de su muerte. Algo sobre un intento de salvar a su pareja...
Perdida en esos pensamientos, no me di cuenta de que alguien se había acercado. La voz de mi hermano me sacó de mis cavilaciones.
—¿Amber? —su tono era de sorpresa, y me hizo girar rápidamente hacia él.
—¿Está todo bien, hermanita? —me preguntó, notando la distracción en mi mirada.
Asentí, aunque sabía que mi mente no estaba completamente en paz.
—¿Por qué algo estaría mal? —respondí, intentando desviar la conversación, pero no lo logré.
—Desde la mañana estás muy distraída, ¿algo te preocupa? —me insistió, observando el libro en mis manos.
Suspiré y me dejé llevar por el impulso de contarle.
—Encontré esto en lo profundo de la biblioteca. Parecer ser que le perteneció a la abuela... —dije, abriendo el libro y mostrándole la última página, donde mi bisabuela había escrito algo antes de su muerte. —Ella escribió toda su vida aquí. Incluso hay un último escrito de un día antes de fallecer. Habla sobre una forma de salvar a su pareja...
Rye, curioso, tomó el libro con más atención. Su expresión cambió a medida que leía las últimas palabras de mi bisabuela. Al llegar al final, sus ojos se alzaron hacia mí.
—¿Qué piensas hacer con esto? —me preguntó.
—Guardarlo —respondí sin dudarlo—. Quiero vivir mi vida sin problemas. Sé que puedo vencer la enfermedad de alguna manera...
Le dediqué una pequeña sonrisa, una que no reflejaba todo lo que sentía por dentro, y cambié de tema para desviar la atención.
—Por cierto, ¿qué haces aquí? Kate debería estar tomando sus lecciones ahora.
La respuesta de Rye fue nerviosa, casi como si estuviera ocultando algo.
—Sí... pero hoy terminó más temprano. Parecía que el nuevo instructor estaba ocupado.
Fue entonces cuando me di cuenta de que algo no estaba bien, pero no tuve tiempo de preguntar más. Fue Kate quien interrumpió en el lugar y mis pensamientos con una exclamación.
—¡Sí es cierto! —dijo, entregándome un sobre—. Es de Eurus. Dicen que es importante.
Miré el sobre, confundida. ¿De Eurus? ¿Qué tendría que ver Eurus con nosotros ahora? ¿Qué mensaje podría contener?
Antes de que pudiera formular alguna pregunta, vi cómo Rye y Kate se alejaban rápidamente, dejándome sola con el sobre. Mi corazón comenzó a latir más rápido, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. ¿Debía abrirlo? La sensación de urgencia me invadió.
Abrí el sobre con manos temblorosas y saqué un trozo de papel. Las palabras escritas eran simples, pero inquietantes:
"Los reyes lobos, al atardecer."
Un nudo se formó en mi estómago al leer esas palabras. ¿Qué querían con la escultura de mis padres? "Los reyes lobos" era una escultura en su honor, ubicada cerca de la aldea, pero ¿por qué alguien quería verla allí? El mensaje no hacía más que confundirme.
Miré al cielo y vi que el sol comenzaba a ponerse, el atardecer estaba cerca. No podía quedarme con la duda. Algo dentro de mí me decía que debía ir. Mi intuición me estaba llevando hacia allí. Rapidamente, tomé el libro en mis manos y se lo entregué a un guardia que pasaba cerca.
—Déjalo en la biblioteca nuevamente —le ordené con voz firme.
No perdí tiempo. La escultura no estaba tan lejos, adentrarse en el bosque no era peligroso, pero aún así, decidí apresurarme. Si algo sucedía, al menos podría correr para advertir a alguien.
Con cada paso que daba, el aire se volvía más denso, y un extraño aroma me envolvió. Era el aroma a sándalo, inconfundible. Mi lobo comenzó a moverse inquieto dentro de mí, reconociendo la fragancia. Sabía a quién pertenecía.
Al llegar al lugar, allí estaba Taemoon. Sentada frente a la escultura de los reyes lobos, con la mirada perdida en el horizonte. El sol rojo se estaba ocultando detrás de las montañas, tiñendo el cielo de colores morados y rosados. Era como si todo el universo hubiera conspirado para crear este momento.
—¿Tae? —la llamé, y ella volteó hacia mí. En su rostro, una mezcla de nerviosismo y determinación. Se levantó rápidamente y vino a mi encuentro.
—¿Qué haces aquí, lobito? Pensé que estarías en Eurus —le pregunté, mientras acariciaba suavemente algunos de sus cabellos que el viento desordenaba.
—Necesito hablar contigo, cachorra. —Su tono fue serio, y eso me preocupó. Me detuve, sintiendo cómo mi corazón latía más rápido al percibir la tensión en su voz.
—No es nada malo —me tranquilizó, percibiendo mi preocupación.
Asentí, pero algo dentro de mí sabía que esto era importante, que lo que Taemoon tenía que decirme cambiaría todo.
—Hoy... cuando la nieve es azul... Nuestro sol rojo... —empezó, y noté que sus palabras se deslizaban por su boca como si estuviera tratando de encontrar las correctas. —Estoy segura de que el cielo será morado, como tú y yo... No, yo no... —tomó una pausa, como si estuviera buscando las palabras correctas. Y entonces, con una acción tan simple como tomarme de la cadera, una oleada de calor invadió mi cuerpo. —Eres mi color favorito, eres mi olor preferido, y la melodía que jamás me cansaré de escuchar... Tal vez no sea la mejor alfa...
—Si lo eres, y lo sabes —respondí rápidamente, y su rostro se suavizó con una sonrisa, sus mejillas tomando un tono rosado.
—Sí, soy la mejor alfa, y pronto seré reina... —sus ojos miraban al suelo, como si estuviera buscando la fuerza para decir lo que su corazón deseaba. —Contigo he pasado mi vida... Contigo supe qué es el amor. Y me enseñaste el color verde. Te amo, Amber, te amo, cachorra... Quisiera estar a tu lado por lo que resta de mis días. Quiero ser tu alfa, quiero ser la mujer con quién te rías, llores, quiero hacerte feliz... Así que... ¿Me darías la grandiosa oportunidad de serlo? ¿Quieres ser mi Omega? Mi compañera y... esposa?
El mundo se detuvo en ese instante. No pude responder con palabras, solo pude acercarme a ella y unir nuestros labios en un delicado beso. Las lágrimas de felicidad comenzaron a deslizarse por mis mejillas, porque no necesitaba decir nada. Lo sabía. Sabía que mi respuesta era la misma que la suya.
Al separarnos, la miré profundamente a los ojos.
—Sí... Por supuesto que sí, lobito.
Y, con esas palabras, todo lo que habíamos vivido, todo lo que habíamos sufrido, se disolvió en un mar de felicidad. Por fin, estaríamos juntas, sin más barreras, sin más miedos. Solo nosotras dos.
El color de nuestro amor era eterno, como el sol rojo al caer en el horizonte, como la luna llena que iluminaba nuestras almas.
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