C39: El Silencio del Miedo
Todo estaba demasiado tranquilo; la gente de Red permanecía en sus hogares, los guardias se encontraban en sus puestos asignados y en el castillo no había nadie más que Elizabeth y yo, sentadas juntas en la cocina, tomando té mientras conversábamos... Pero no era una tranquilidad cálida, acogedora. Desde el primer momento en que Rye se había retirado del territorio, una mala sensación se había instalado en mi pecho, un nudo que no me dejaba respirar con facilidad. No estaba tranquila, no de ninguna manera. Mis ojos se mantenían vigilantes, buscando cualquier señal, cualquier movimiento que pudiera sugerir que algo no estaba bien. Y claro, Elizabeth lo notó.
—¿Ocurre algo, querida? Te noto demasiado intranquila —preguntó, con un tono suave, pero preocupado.
Mi corazón dio un pequeño vuelco, mientras intentaba tomar un sorbo de mi té, con las manos ligeramente temblorosas.
—No lo sé, nana... Solo... olvídalo, son cosas mías —respondí con una pequeña sonrisa, intentando calmarme, pero no podía engañarme a mí misma. Ese mal presentimiento, ese miedo que se asentaba en mis huesos, seguía allí, creciendo con cada minuto que pasaba—. ¿Crees que todo esto termine bien?
—¿A qué te refieres? —preguntó ella, dejando la taza de té a un lado mientras me observaba con atención.
—A mí, a Taemoon, a mi familia... al reino... —mi voz tembló al decir esas palabras. Se sentía tan inseguro, tan incierto—. ¿Cómo sé que lo que estoy haciendo está bien? ¿Por qué cada decisión que tomo me hace temer?
Elizabeth guardó silencio por un momento, como si estuviera buscando las palabras correctas para decirme algo que pudiera aliviar mi tormenta interna. Pero sus ojos llenos de amor y paciencia eran todo lo que necesitaba en ese momento. Finalmente, dejó su taza y se acercó a mí, envolviéndome en un abrazo suave, que me permitió desahogarme por un momento. Sentí las lágrimas brotar sin previo aviso. Mis hombros se sacudieron con sollozos ahogados mientras me aferraba a ella, buscando consuelo en su presencia.
No pude evitar pensar en aquellos días cuando era una niña pequeña, perdida en un mar de dolor por la pérdida de mi madre, cuando todo lo que conocía parecía desmoronarse a mi alrededor. Aquellos recuerdos venían en oleadas, pesados, como una niebla espesa que me impedía ver con claridad. Y aunque había encontrado a mi hermano, y a Taemoon, sentía como si ese miedo al abandono, a la pérdida, aún estuviera acechando desde las sombras.
—Tengo miedo, nana —musité entre sollozos, mi voz rota.
—Todo va a estar bien, pequeña. Tu hermano va a volver y todo regresará a la normalidad. No perderás a nadie más, te lo prometo —respondió Elizabeth, acariciando mi cabello con ternura, su voz calmada pero firme.
—¿Y si me ocurre lo mismo que a mi abuela? —pregunté, una idea que me atormentaba desde hacía días. Mi abuela también había sido arrebatada por el destino, víctima de circunstancias fuera de su control. Yo no quería ser como ella.
—Eso no te ocurrirá, querida —dijo ella, con una seguridad inquebrantable que trataba de transmitir a través de sus palabras.
—¿Cómo puedes estar tan segura? —la miré, buscando una respuesta que me convenciera de que realmente podía creer en sus palabras.
—Porque tú eres más fuerte de lo que crees. Y tienes toda una vida por delante aquí, junto a las personas que amas. No pensemos en lo peor, querida. Confía en que todo saldrá bien —sus palabras eran suaves, pero pesadas con la esperanza que intentaba regalarme. Y aunque no estaba completamente convencida, al menos me daba un respiro.
—De acuerdo —susurré, aunque la incertidumbre seguía rondando en mi pecho, como una sombra que no podía escapar.
El tiempo parecía alargarse mientras conversábamos, cada segundo que pasaba sumía aún más mis pensamientos en una espiral de ansiedad. Miré a Elizabeth una última vez, antes de preguntar con voz baja:
—¿Cuánto crees que tarde en regresar Rye?
—Faltan varios días, querida, considerando el tiempo de ida y vuelta —respondió ella, con un tono suave pero realista—. La manada Hiraeth es de las más alejadas de la nuestra. Si Rye fue en su forma de lobo, le tomaría casi dos días ir y regresar. Pero en su forma humana, necesitaría dos días solo para llegar allí, y otros dos para regresar.
Pensé por un momento en lo que el señor Lee me había contado, sobre el ataque en Hiraeth. Él y su amigo habían escapado, pero eso no explicaba por qué los humanos avanzaban tan lentamente. Si ya estaban en el camino hacia Red, ¿por qué no habían llegado aún? Algo no cuadraba, y ese algo seguía rondando mi mente, como un susurro que no podía callar. Necesitaba hablar con el señor Lee y su amigo, obtener respuestas claras.
—¿El señor Lee sigue aquí? —pregunté, sintiendo una creciente necesidad de resolver el misterio que acechaba a todos nosotros.
—Creo que sí, ¿quieres que lo llame? —respondió Elizabeth, pero antes de que pudiera seguir, se detuvo—. Pero... ¿y tu celo? ¿Estás segura de que estás bien?
—Descuida, todo está bajo control —la interrumpí, no queriendo preocuparla más de lo necesario. La preocupación en su rostro era palpable, pero la tranquilicé con una sonrisa tímida, aunque sabía que el malestar seguía ahí, un poco menos notorio, pero siempre presente.
—Está bien, te diré que te vea en el salón real —me dijo, dándome un beso en la frente antes de marcharse a buscar al señor Lee.
La dejé salir de la cocina mientras yo tomaba lo poco que quedaba de mi té, ya frío, y me dirigía hacia el salón real. Pero mientras caminaba, algo me detuvo. Un aroma extraño comenzó a invadir el aire. No era un aroma familiar, y aún así, me resultaba inquietante. Un aroma que recordaba a la humedad de los días lluviosos, pero no había lluvia. Solo nieve.
El sonido de algo cayendo en una de las habitaciones cercanas me hizo detenerme, inquieta. Me acerqué rápidamente a la biblioteca, donde descubrí varios libros esparcidos por el suelo. Extrañada, los volví a colocar en su lugar, pero algo en mi interior me decía que no debía ignorar lo que estaba sucediendo. Algo no estaba bien.
Al salir de la biblioteca, el aroma era más intenso, envolviéndome como una niebla pesada. Mi corazón latía más rápido, y mis instintos me decían que algo estaba mal.
—¿Nana? —llamé, esperando su respuesta, pero no la recibí—. ¿Quién está allí? —dije, intentando mantener la calma. Pero no hubo respuesta.
—¿Acaso no eres lo suficientemente valiente como para dejar de vigilar mientras te escondes? —mi voz se alzó en un tono desafiante, buscando una respuesta, pero nada llegó.
Sin embargo, unos pasos suaves hicieron que me volteara. Y cometí el error de no prepararme para lo que estaba por suceder.
Al girarme, alguien se paró justo detrás de mí, sujetándome con fuerza por la espalda. Un brazo me rodeó el cuello, haciendo presión, mientras mi respiración se volvía cada vez más difícil. Desesperada, traté de soltarm, de gritar, pero todo se desvaneció mientras mi vista se nublaba.
Antes de perder el conocimiento por completo, escuché una voz al oído.
—Perdóname, Amber.
¿Loon?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top