C35: Susurros en la Nieve

El invierno llegó sin previo aviso, cubriendo el mundo en una capa de blanca quietud. La nieve, tan fría como mi corazón en momentos de duda, caía suavemente sobre las aldeas de Red y las manadas vecinas. Cada rincón estaba teñido de un brillo cristalino, y las casas, aún con el calor de las chimeneas, parecían sacadas de un cuento. Aquel paisaje blanco era hermoso, pero para mí, se sentía como una pesada capa que cubría mis pensamientos. Todo era tan tranquilo... y sin embargo, dentro de mí había un torbellino de emociones que no podía contener.

Después de todo lo sucedido el día de la boda, las cartas entre Taemoon y yo se convirtieron en un pequeño refugio. Habíamos decidido dar un paso más y hacer pública nuestra relación, aunque no sin ciertos temores. Durante todo el invierno, planeábamos pasar un tiempo juntas, alejadas del bullicio de la corte y, tal vez, encontrando algo de paz en medio de todo el caos. Pero no era solo un invierno cualquiera para mí, porque este invierno tenía algo especial. Este año, iba a hacer algo por mi manada, por las personas que se habían quedado a mi lado después de todo lo que habíamos sufrido.

Con la ayuda de mi hermano, mis tíos e incluso de Taemoon, había logrado planear un banquete para todos los habitantes de Red. Un festín para agradecerles por su esfuerzo, por su apoyo, y por mantener vivas nuestras tradiciones, a pesar de las pérdidas y la tristeza. Hoy era el día en que todo comenzaría a tomar forma. La casa de Red se llenaría de risas, de risas que hacía mucho tiempo no se escuchaban.

Pero a pesar de los preparativos, había algo que me mantenía inquieta: Taemoon aún no podía encontrarme. Aunque había llegado temprano, no lograba encontrarme por ningún rincón del castillo, y me preguntaba si la distancia entre nosotras iba a ser más difícil de lo que imaginaba.

Envié a uno de los betas del castillo, a que se acercara a Taemoon y le ayudara a guiarla hasta el área de entrenamiento. Mi corazón latía con fuerza al pensar que, incluso ahora, su presencia me causaba una mezcla de sensaciones. La admiración, la necesidad, el deseo de estar cerca de ella... todo me embargaba.

Poco después, Taemoon llegó al área de entrenamiento, donde varios niños jugaban en la nieve. Mi hermano y los demás ya estaban allí, algunos involucrados en los preparativos, y otros simplemente observando. Yo estaba entre los niños, lanzando bolas de nieve con ellos. Podía escuchar sus risas, esas risas que me daban un poco de consuelo, pero al mismo tiempo, no podía evitar sentirme como una extraña dentro de mi propio corazón. Mis pensamientos seguían nublados.

Me volví hacia un lado, y allí estaba Taemoon, de pie junto a mí. Sonrió suavemente mientras yo abrazaba a uno de los niños, que me lanzaba otra bola de nieve.

—No pensé que llegaras tan temprano —le dije con una ligera sonrisa. La nieve cubría mi cabello y mi rostro, pero la presencia de Taemoon me hacía sentir que, a pesar del frío, mi corazón ardía. —Ni mis tíos han llegado aún.

Ella asintió, pero su mirada no se apartaba de mí. Algo en sus ojos reflejaba la misma inquietud que sentía yo.

—Estuve pensando —continué, con un suspiro, mirando a los niños que seguían jugando—. Tu familia ya sabe la verdad... Así que creo que es momento de decirle a la mía.

—Si así lo quieres, está bien. Yo estaré contigo —respondió Taemoon, sus palabras sinceras como siempre. Pero entonces, me sorprendió la ligera risa nerviosa que escapó de mis labios.

—Mi hermano... Él quiere hablar contigo —dije, señalando hacia donde mi hermano estaba observándonos desde lejos, no disimulando su curiosidad—. Lleva mucho tiempo mirándonos. ¿Crees que puedas explicarle lo que ocurrió? Yo traté, pero no me cree.

Taemoon asintió sin dudarlo, y me sentí un poco más tranquila al saber que ella estaría allí para ayudarme a aclarar las cosas con mi hermano. Pero antes de que pudiera pensar más en ello, un par de figuras familiares aparecieron detrás de mí. Mis dos tíos, quienes no se habían unido a la conversación, se acercaron a mí.

Mi tío omega, el más cercano a mí, fue el primero en hablar, mirándome con curiosidad.

—¿Quién es aquella chica? —preguntó con una sonrisa traviesa, señalando a Taemoon.

—La princesa Min Taemoon, de Eurus —respondí sin pensarlo. La verdad era clara, y aunque al principio me había costado aceptarlo, ahora no me avergonzaba en absoluto.

Mi otro tío, el alfa de la familia, miró a Taemoon con una ligera suspicacia, pero fue mi tío omega quien insistió en seguir con la broma.

—¿Ustedes dos son algo? Porque veo que son muy apegadas —dijo, y al notar mi rostro sonrojado, comenzó a reír—. Dios... ¿Desde cuándo?

—Hace unos meses —respondí con una pequeña sonrisa. No me atrevía a mirarla directamente, pero el nerviosismo estaba presente. Aún no podía creer lo que estaba sucediendo. ¿De verdad había llegado hasta este punto? Estaba con Taemoon, la mujer que había conquistado mi corazón sin que pudiera evitarlo.

Conversamos durante un buen rato, hasta que el atardecer comenzó a teñir el cielo de tonos dorados y rojizos. Los niños comenzaron a regresar a sus hogares, y mi familia y yo nos dirigimos al interior del castillo para cenar juntos.

La mesa estaba llena de risas y charlas. El calor de la familia me envolvía, pero a medida que la noche avanzaba, los nervios comenzaron a invadir mi cuerpo. Sabía que tenía que hablar, que no podía dejar pasar más tiempo sin decirles a todos lo que realmente sentía. Tomé las manos de Taemoon por debajo de la mesa, buscando su apoyo, la única certeza en un mundo que parecía desmoronarse.

—Familia... —dije, mi voz temblorosa interrumpiendo el bullicio. Todos se callaron de inmediato y me miraron con atención. Sentí el peso de la mirada de todos, pero no podía seguir callando. —Yo... Hay algo que me gustaría que supieran. Mi hermano y tío ya lo saben, pero quiero que el resto de ustedes también lo sepan... Taemoon y yo somos pareja desde hace unos meses. Quería decirles, ya que son la única familia que me queda... —mi voz se quebró en ese último tramo, y una lágrima se deslizó por mi mejilla. Taemoon la retiró con ternura, sin decir palabra.

Al ver cómo mi familia reaccionaba, una sensación de paz me invadió. Mi tío alfa, hermano mayor de mi madre, observó a ambos con una sonrisa cálida. Sus ojos reflejaban un orgullo que no esperaba.

—Felicitaciones —dijo con una sonrisa, y en sus ojos pude ver el amor incondicional de un padre. Mis dos tíos, la gente que siempre había sido mi apoyo, me aceptaron sin reservas. Todo lo que había temido, todo lo que me había costado aceptar, finalmente parecía estar en su lugar.

La cena continuó, aunque el ambiente era ahora más relajado, más familiar. Después de terminar, nos dirigimos a la cocina para ayudar a preparar el banquete para el amanecer. El esfuerzo fue arduo, pero entre todos lo logramos. Las horas pasaron, y cuando por fin se acercó el amanecer, decidimos descansar un poco antes de la gran celebración.

Sin embargo, Taemoon y yo aún no podíamos dormir. Nos dirigimos a una parte del bosque, donde algo me llamaba, algo que necesitaba mostrarle. Al llegar, me detuve frente a una estatua de piedra. Dos lobos, uno ligeramente más pequeño que el otro, aullaban hacia la luna. No podía haber encontrado un lugar más adecuado.

Taemoon me miró confundida, pero su rostro cambió cuando me acerqué y tomé su mano.

—Mamá, papá, ella es Min Taemoon, del reino Eurus... Mi pareja —dije, con una sonrisa melancólica. Sentí que, de alguna manera, mis padres podían sentir mi amor por Taemoon.

—Señor y señora Wless, voy a cuidar de su hija. Les prometo que no le haré daño en ningún sentido... Porque igual la amo —Taemoon habló con la sinceridad que siempre la caracterizó.

Y en ese momento, cuando me tomaba en sus brazos, sentí que nada podría separarnos.

—Mi cachorra —susurró al oído, y me dejé envolver en el abrazo, sintiendo que, al fin, todo encajaba.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top