Capítulo 4 Escapada
Seila miró a Evan buscando una señal que indicara que sabía lo que estaba pasando, pero este al darse cuenta de que lo miraba, se encogió de hombros. Lo que hizo que Seila se pusiera más nerviosa.
-No tenéis de que preocuparos, no voy a haceros nada malo - dijo con voz tranquilizadora Katherine tras ver el nerviosismo de los dos niños.
-En serio, no tenéis de que preocuparos, yo hace unas horas estaba igual que vosotros.- dijo Kevin, que irradiaba vitalidad.
-Veo que uno de vosotros no es un mago encontrado, ya que posee un acompañante lúmino. - dijo Katherine mientras miraba algún punto sobre la cabeza de Evan.
-E... es mio.- Evan fue capaz de hablar, pero balbuceando. Debía ser capaz de controlar los nervios a partir de ahora o nadie lo tomaría en serio.
-Entonces debes de provenir de una estirpe de magos... Scott, no... no me suena ese apellido...
-La verdad es que no, mis padres son mundanos, este acompañante me lo regaló alguien, aunque ahora no soy capaz de verlo. - explicó Evan, con confianza renovada, ante la mirada atónita de Seila, que no comprendía como este podía saber tanto sobre el mundo mágico y era capaz de utilizar términos de los que no había escuchado hablar jamás.
-¿Me estás diciendo que no eres capaz de verlo, pero que antes sí que podías? - preguntó Katherine, con cara de sorpresa.
-Así es, estaba hablando con él y de repente desapareció. Hace ya más de dos semanas que no lo puedo ver, creía que se había ido, pero Seila me dijo hace un momento que ha estado conmigo todo este tiempo.
La joven maga se quedó traspuesta ante las declaraciones de Evan. Meditó durante unos segundos y luego pareció dar con la solución.
-Magía negra... - murmuró Katherine - chicos, echaros a un lado.
Los dos amigos dudaron un instante, pero luego obedecieron sin rechistar y se apretujaron contra una de las paredes del callejón, curiosos por saber el motivo. También lo hizo Kevin que parecía asustado.
Katherine levantó sus dos brazos por encima de su cabeza, las mangas de la túnica se deslizaron hasta la altura de los codos y Evan comprobó que llevaba dos grandes brazaletes en sus antebrazos, parecidos a los que ya había visto hacía dos semanas.
Los brazaletes empezaron a iluminarse con un destello verde, daba la sensación de que estaban cargando algún tipo de energía.
-Desvela! - gritó Katherine.
Una esfera de luz verde se expandió desde la palma de sus manos hasta el resto del callejón a una velocidad pasmosa, como si se tratase de un escáner.
De repente, Evan lo vio. A escasos metros de él, había un hombre. Llevaba un túnica negra, tan negra que parecía que podías caer dentro y perderte por toda la eternidad. Una ancha capucha le caía por encima de la cabeza, creando una sombra tan oscura que hacía imposible distinguir su rostro.
Seila contuvo un grito. El hombre miró hacia donde estaba Evan. A pesar de no poder ver sus ojos, Evan sabía que lo estaba mirando a él, que lo estaba traspasando con la mirada.
La figura permaneció inerte, alimentando el terror de los dos amigos. Levantó un dedo hacia Evan, apuntando directamente a su cabeza. El chico, aterrorizado, sabía que iba a atacarlo con un hechizo, como ya había visto hacer al mago del pelo blanco. De pronto, un rayo azul impactó en el hombro derecho de aquel tipo, haciéndolo tambalearse. Este reaccionó y echó a correr por el callejón a gran velocidad.
Katherine echó a correr tras él, pasando veloz por delante de sus dos nuevos pupilos. Debió darse cuenta de que no podía dejarlos así y volvió sobre sus pasos, acercándose hasta ellos.
-Tomad esto, esperadme aquí y permaneced a salvo, si os veis en peligro, usadlo. - dijo mientras se sacaba un objeto alargado y cilíndrico de algún lugar del interior de su túnica y se lo daba a Evan, que asintió con la cabeza.
Katherine salió corriendo ante la mirada de los tres niños, que no dejaron de mirar hasta que esta giró al llegar al final del callejón y se perdió de vista.
-Eso ha sido intenso .- dijo Kevin, que se había acercado hasta los dos amigos sin que estos se dieran cuenta. - ¿qué es eso que te ha dado? - preguntó señalando el objeto que Evan sostenía.
-No lo sé, parece una especie de bengala, supongo que la tendremos que usar para que nos pueda encontrar en caso de peligro.- dijo Seila adelantándose a Evan.
Seila siempre había sido una de las chicas más inteligentes de la clase. Sacaba buenas notas sin esfuerzo y a menudo sabía responder cosas de temas que la profesora aún no les había explicado. A decir verdad, era un poco prepotente, pero a Evan nunca le había importado.
-Pero, ¿de qué peligro estamos hablando?.- preguntó Kevin un poco asustado.
-No sé, supongo que de ninguno, Katherine es una adulta y los adultos siempre se inventan peligros ¿no creéis? - dijo Evan.
-Ya te digo! - dijeron Seila y Kevin al unísono.
Los tres rieron a carcajadas.
-Yo creo que esa maga se refiere al tipo de negro.- la voz retumbó en el cerebro de Evan.
Alzó la cabeza, era Huffy, lo podía ver flotando 1 metro por encima de Kevin, al fin, después de dos semanas.
-¿Qué ha sido eso?.- preguntó Seila - alguien me ha hablado.
Evan se sorprendió al comprobar que no era el único que podía escucharlo y les tuvo que explicar a sus dos nuevos compañeros de donde provenía esa voz y como había llegado a tener un acompañante, ocultando el dato de que iba a nombre de un tal "Evan Shayton".
Kevin les contó cómo Katherine había aparecido de la nada mientras él jugaba con el ordenador. Le había explicado cosas sobre una escuela de magia y un pueblo llamado Wizardria, donde todos los habitantes eran magos y usaban la magia en sus tareas cotidianas. Les contó que llevaban dos semanas de retraso porque el mago que tenía que venir a recogerlos había caído enfermo, que ya deberían de estar dando clase y que si el viaje iba bien podrían empezar las clases mañana.
-¿Y qué piensan tus padres?.- preguntó Seila.
-Esa es la mejor parte. Con un simple hechizo Katherine modificó sus recuerdos, ahora creen que estoy en el extranjero en una academia para jóvenes talentos. - les explicó conteniendo la risa.
Evan no podía ocultar la sonrisa después de escuchar todo lo que Kevin les había contado. Seila, a su lado, estaba igual de contenta. Ambos ya estaban deseosos de viajar hasta Wizardria, el pueblo de los magos.
-Oye, no sabemos cuándo tardará Katherine en volver, podríamos ir dentro y jugar a algo hasta que regrese. - propuso Seila.
A los dos chicos les pareció buena idea. Avanzaron hacia la puerta dispuestos a entrar a divertirse. Pero cuando Evan fue a abrir la puerta, su mano atravesó el tirador como si este fuera tan solo una ilusión. Ante tal hecho, volvió a intentarlo, pero no era capaz de agarrarlo. Seila y Kevin probaron, pero obtuvieron el mismo resultado. Los tres se miraron confundidos.
-Huffy,¿ tú sabes que está pasando? - preguntó Evan en voz alta.
-Forma parte de una magia ilusoria, el tirador de la puerta realmente si está ahí y es sólido, pero vosotros creéis que no. La magia os engaña. Seguramente es un hechizo que usó Katherine para evitar que salierais corriendo - explicó Huffy, parecía reirse.
Ante tal afirmación, Seila decidió concentrarse para abrir la puerta, pero tras muchos intentos sin conseguir nada, desistió. En uno de sus últimos intentos, Evan creyó notar que su mano impactaba con algo al pasarla a través del tirador. Kevin lo intentó también, pero al igual que sus dos compañeros, sin éxito.
-Es inútil, por mucho que lo intentéis, no es hasta segundo curso que se aprende a contrarrestar un hechizo ilusorio.- dijo Huffy con suficiencia.
Evan, aún así, decidió probar. Se concentró mucho. Dibujó el tirador en su mente, se lo imaginó sólido, imaginó el mecanismo de su interior, su mano posándose sobre él. Probó a abrir. Su mano paso a través al igual que en los últimos 100 intentos de todos. No quería rendirse al primer intento así que se volvió a concentrar, esta vez imaginándose el calor de su mano al acercarse al frío tirador, pensó en el contraste de temperatura, se imaginó la sensación del tacto del metal sobre la piel.
Probó suerte, acercó la mano lentamente y consiguió agarrar el tirador, ante la sorpresa de sus amigos y también de Huffy, cuyas cejas se levantaron tanto que casi salieron de su cabeza. Intentó abrir la puerta, pero se percató de que la mano se le había quedado pegada. Se puso nervioso e intentó despegarla, sin mucho éxito. De improvisto, de su mano empezó a irradiar una luz roja, y el pomo empezó a tomar un color anaranjado.
Ante las atónitas miradas de los tres niños, el tirador se deshizo dejando caer un chorro de metal incandescente al suelo. La mano de Evan quedó libre, y curiosamente sin rastro de quemaduras.
-¿CÓMO HAS HECHO ESO? - preguntó Kevin.
-No lo sé. - respondió Evan mirándose con atención la mano.
Era la primera prueba que tenía de que era capaz de usar la magia, y le había encantado, aunque no había obtenido el resultado que esperaba conseguir.
-Lo siento chicos, ahora no podemos entrar. - dijo Evan disculpándose por su desastre.
Pero no le respondieron, ahora miraban a algún punto por detrás de él. Que se giró para ver qué pasaba.
El fondo del callejón, antes fácilmente apreciable, ahora había sido invadido por una neblina grisácea que se movía lentamente hacia ellos. A simple vista daba la sensación de ser densa y parecía tragarse todo lo que tocaba. Los amigos observaron cómo un cubo de basura desaparecía entre la niebla tan solo un segundo después de ser alcanzado.
-Corramos, corramos!! - gritó Eric.
Los tres empezaron a correr en dirección contraria a la niebla, buscando la salida del callejón. Pasaron justo por donde hacía un rato había huído el tipo de negro, perseguido por Katherine.
Salieron a una calle más ancha con una acusada pendiente hacia abajo, como la mayoría de las calles de Sileneville. La luz del Sol les hizo sentirse a salvo, y se giraron para observar como la niebla avanzaba por el callejón cubriendo la puerta trasera del Enjoysticks y el sitio donde habían estado charlando instantes antes. Por algún motivo, todos sospecharon que la niebla no iba a ser capaz de salir del callejón, así que esperaron a comprobarlo colocados a una distancia prudencial. Cuando la nube densa llegó hasta el borde de la callejuela, cesó su avance, como temiendo la luz. Los tres amigos respiraron aliviados.
-¿Oye, que es eso?.- preguntó Seila mirando con atención hacia la niebla.
Evan miró con detenimiento hasta que lo vio. Entre todo aquel gris oscuro, había dos puntos amarillos. Se acercaban.
-Corred, corred! - ordenó Evan a gritos.
Los dos amigos lo miraron sorprendidos, pero debieron sentir algo en su tono de voz que los hizo obedecer. Los tres empezaron a correr calle abajo, siguiendo a Evan, que giró a la derecha por una estrecha calle intentando despistar a lo que sabía que pronto los perseguiría.
Corrieron por todo el pueblo, cruzándose con algunos adultos que los miraron con cara de desaprobación. Siguieron hasta no poder más y pararon, exhaustos.
-Creo que lo hemos despistado.- dijo Evan.
-¿A qué?, ¿que hemos despistado?, ¿por qué corremos?.- preguntó Kevin entre suspiros.
-Creo que se refiere a eso.- dijo Seila señalando con el dedo algo al final de la calle.
Allí estaba, más de dos metros de altura, piel escamosa como la de un lagarto, garras afiladas y largas como dagas. Y esos dos grandes ojos amarillos. La criatura empezó a correr hacia ellos a cuatro patas, avanzando mucho más rápido de lo que ellos podrían correr jamás.
Casi sin darles tiempo a reaccionar, la criatura los alcanzó y se quedó a escasos metros de Evan. Dio un par de pasos atrás y flexionó sus musculosas piernas traseras, ¡iba a saltar!
Evan se protegió la cabeza con los brazos como acto reflejo. No le daba tiempo a escapar, iba a ser su final. La criatura se abalanzó sobre el chico, pero cuando se hallaba a escasos centímetros de su carne, se estampó contra una especie de muro invisible, cayendo al suelo de forma aparatosa.
Evan, que había cerrado los ojos, se quedó inmóvil. Abrió los ojos al darse cuenta de que algo había ocurrido, y contempló a la criatura, que se retorcía de dolor en el suelo. Había estado a punto de morir, pero algo lo había salvado.
-¡Corre! ¡eso no le detendrá por mucho tiempo! he gastado toda mi energía en esa barrera, ¡venga corred! - gritó Huffy, que al parecer era el responsable de que Evan pudiera seguir respirando.
Los chicos empezaron a correr nuevamente casi olvidándose por completo del cansancio, el ver la muerte tan cerca les había dado fuerzas para seguir. Esta vez Seila encabezaba la huida. Llegaron hasta una de las últimas calles del pueblo, que lindaba con extensos prados de hierba corta, un lugar donde no podrían esconderse. Por tanto, decidieron correr calle abajo. Evan vio de reojo como la criatura, ya recuperada, entraba veloz a la calle en la que ellos estaban. Aún estaba muy lejos, pero los alcanzaría rápido.
Llegaron hasta el punto más bajo del pueblo, junto a la orilla del río Susquehanna, justo donde era especialmente caudaloso. Se voltearon un momento y vieron como la criatura seguía corriendo hacia ellos, cerca.
-Tenemos que cruzar.- dijo Seila decidida - o nos alcanzará.
-¡Pero yo no sé nadar!- dijo Kevin con los ojos vidriosos, al borde del colapso.
-Tranquilo, ¡te ayudaremos! .- lo animó Evan sin estar muy seguro de cómo iban a hacerlo.
Los tres se lanzaron al río, el agua estaba congelada pero ninguno se quejó. Los dos pueblerinos empezaron a nadar con fuerza dejando que Kevin se mantuviera a flote usando sus espaldas, aunque no sin dificultades.
Lograron cruzar el río, salieron del agua y se sintieron dos veces más pesados por culpa de la ropa mojada. Justo en la otra orilla del río, la criatura caminaba de un lado a otro, decidiendo si valía la pena mojarse por tres pequeños aperitivos. Al fin pareció decidirse y flexionó las piernas hacia atrás.
-¡¡Va a saltar el río!! .- gritó Kevin con pavor.
-¡No podrá, es demasiado ancho! - dijo Seila intentando autoconvencerse.
El monstruo saltó, si bien no siendo capaz de cruzar el río entero, si llegó hasta más de la mitad. Chapoteó un poco, dando esperanza a los niños, que por un momento pensaron que no sabía nadar. Pero haciendo uso de sus grandes brazos consiguió mantenerse a flote y avanzar hacia la orilla en la que los tres amigos esperaban su muerte.
-¡La bengala! ¡Usa la bengala! .- le gritó Seila a Evan.
Este ya se había olvidado del objeto que guardaba en el bolsillo del pantalón. Sacó el cilindro y lo levantó en el aire. Para sorpresa de todos, menos de Evan, no pasó nada.
-¡No sé cómo se usa! .- dijo Evan desesperado.
-Magia, será con magia, haz lo que hiciste antes, ¡rápido ya casi ha llegado! .- le sugirió Kevin.
Evan se concentró y pensó en la bengala estallando y lanzando una luz al cielo. Sostuvo la bengala con más fuerza y seguridad, y la levantó como había hecho antes.
-¡Sal! - gritó.
De la punta del cilindro no salió ninguna luz, sino que empezó a brotar algo sólido. Crecía más y más conforme iba saliendo. En pocos segundos, era del tamaño de un árbol. Siguió creciendo hasta alcanzar el tamaño de una casa.
Al principio era una silueta amorfa, pero pronto se pudieron apreciar lo que debían ser patas, con potentes garras. La cabeza, al principio redonda, se fue alargando hasta tomar una forma parecida a la de un cocodrilo, de su frente brotaron dos cuernos que crecieron hacía atrás como los de una cabra montesa. Aquel inmenso ser se sostenía sobre cuatro patas. De su espalda brotaron dos protuberancias que se convirtieron en enormes alas membranosas. Su cola creció hasta alcanzar más de seis metros. Su piel estaba recubierta de escamas, de colores brillantes, predominando el rojo rubí. Su piel, de hecho, era muy bonita, dejando en muy mal lugar la oscura piel del monstruo.
Ante ellos, se hallaba una imponente criatura, mucho más terrorífica que la que los estaba persiguiendo. Evan ya había visto una así antes, era un dragón.
Los chicos dieron un paso atrás, aterrorizados. Seila intentó gritar pero Evan le hizo un gesto para que se contuviera.
El dragón los ignoró y empezó a agitar sus potentes alas, elevándose muchos metros sobre tierra. Los chicos se cayeron de culo por el vendaval que el dragón había provocado al batir sus alas, Huffy salió volando rodando sobre sí mismo.
El majestuoso ser se dejó caer en picado hacia la criatura que aún estaba en el río. Como si se tratase de una gaviota capturando un pez, el dragón atrapó al monstruo entre sus fauces y pareció partirle todos los huesos al apretarlo con fuerza con su mandíbula. Luego salió volando lejos llevándose al monstruo.
Los chicos se miraron, anonadados por lo que acababan de presenciar. Pero aún no había acabado. El dragón volvía hacia ellos, como si hubiera recordado que aún no había capturado todo su almuerzo. En poco tiempo la silueta del dragón ,que se había vuelto pequeña en la distancia, volvió a presentarse frente a ellos en todo su esplendor.
Aterrizó despacio junto a la orilla y dio unos pocos pasos hasta donde estaban los niños. Estuvieron tentados de correr, pero supusieron que si esa criatura quisiera matarlos no importaría correr o no. El dragón abrió sus fauces y dejó caer frente a ellos el cuerpo sin vida del monstruo, como si se lo estuviera regalando. Instantes después, el dragón se desvaneció, ante la sorpresa de los tres amigos.
-Eso sí que ha sido intenso.- dijo Evan dirigiéndose a Kevin, sin saber si reír o llorar.
-No me puedo creer lo que acabamos de ver.- dijo Seila, cuyo rostro estaba marcado por las lágrimas.
-No quiero ser aguafiestas, pero mirad.- Kevin miraba el otro lado de la orilla con los ojos como platos.
Había más, el monstruo no estaba solo. Al otro lado de la orilla, donde minutos antes había saltado el primero, ahora paseaban de un lado a otro tres más. Chasqueaban sus dientes, furiosos por ver a su compañero caído. Uno de ellos flexionó las piernas para saltar.
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