Capítulo 4: «Magia y lazos ajenos»

Quedarte en casa en lugar de ir a clases es un paraíso para cualquier persona, hasta en mi mundo lo es, solo que no consideré dos importantes detalles, se supone que estoy enferma y requiero de cuidados y dos, soy muy joven como para ser dejada sola a mi suerte con mi virus tropical del Caribe.

-¡Mamá no! -chillamos tanto Stephanie como yo tras ver como la decisión de nuestra madre nos arruinaría el resto del día.

-Steph, no tienes nada que hacer, tienes que cuidar a tu hermana. Nadie sabe lo peligroso que puede ser ese... ese...

-Virus tropical del Caribe -completé su oración.

-¡Qué no has ido al Caribe! -clamó mamá. Yo cerré la boca sin entender el motivo de su estrés-. Steph, ni una palabra. Vives bajo mi techo, obedeces mis reglas.

-Pero...

-¡Se acabó! Lily, Anna, hoy yo las llevo al colegio.

La puerta se cerró en lo que papá se asomaba por la de su habitación.

-¿Qué pasó?

Pero por más que supliqué a papá que faltara al trabajo para cuidarme y que así la víbora de mi hermana se fuera, este no cumplió mis plegarias y se fue, dejándonos a Stephanie y a mí, la casa sola.

Mi hermana me gritoneó para que volviera a la cama antes que pudiera sacar mi teléfono o mi computador de la caja fuerte en la pieza de mamá. Así es, ella se toma muy en serio sus castigos. Pero, ¿qué iba a hacer yo en cama si el virus tropical no me atacaba en su totalidad. Aunque curiosamente, después de pensar eso, empecé a estornudar una y otra vez, sin parar. Stephanie no fue a socorrerme, pero siendo honesta, ¿qué se puede esperar de ella?

El último estornudo fue fuerte. Creí que me desinflaría en fluidos, pero en mi mano no había nada más que brillantina azul. Sí, este no era un virus común y corriente.

Puse los pies sobre el suelo y fui hasta la puerta de mi habitación. No podía dejar que la peliverde me viera así, por lo que me dirigí al baño a lavarme. El agua resbalaba sobre mi rostro, fresca y placenteramente hasta que me di cuenta de lo que pasaba en mi entorno. Cómo si no tuviera suficientes preocupaciones, había empezado a nevar en el baño.

La enfermedad escapaba tanto a mi control. Mis poderes se estaban desatando y no había forma de contenerlos. Volví a la cama, con la tonta idea en la cabeza de que si no estaba en el baño, dejaría de nevar en él. Al parecer fue suficiente para calmar mi cabeza, pero yo desconocía si seguía nevando en el baño.

Tras entrar de nuevo en mi habitación caí en cuenta de algo. Stephanie nunca había sido alguien atenta, por lo que las probabilidades de tenerla encima eran casi nulas. Tenía la libertad de hacer lo que se me plazca con la única limitación de no salir de la casa. Una sonrisa se dibujó en mi rostro tras cerrar la puerta. Era mi momento.

Pisé delicadamente el suelo con mis pies descalzos. Era una bailarina de ballet, una muy experimentada. Volaba a lo largo del cuarto haciendo ondas con mis brazos. Parecía una pluma en el vacío del cuarto, yendo a merced del viento. Me sentía lista para enfrentarme al mundo, con la de posibilidades que tenía, era imparable. Mi vida iba a cambiar de manera considerable. Volé de un lado a otro, teniendo unos cuantos fallos técnicos para calcular las cosas a mi alrededor. Nada demasiado alarmante, o eso hasta que...

-¡¿Qué carajos?! -chilló Stephanie.

Yo pensé en ir a parar a mi cama, pero el destino me jugó una mala pasada y me di de lleno en el los tablones de madera del suelo.

-Ay...

-¡¿Cómo mierda le hiciste esto a tu cuarto?!

Vislumbré a mi alrededor y vi los gigantescos detalles de los que Stephanie hablaba. Había destrozado el cuarto con mis súper poderes. Pero ese era el menor de mis problemas, ya que lo que más me preocupaba era saber qué tanto había visto mi hermanastra.

-Eh, cómo se nota que no estás familiarizada con el virus tropical del Caribe -ella rodó los ojos, como si yo hubiera empezado una clase de historia sin su consentimiento-. ¿Cuánto viste?

-¿Qué?

-Porque estaba saltando en la cama nada más.

-Y dándote de hocico con las paredes, sí, digno de ti y tu falso virus caribeño -y ella volvió a cerrar después de irse.

"De la que te salvaste".

Sí, era una chica con suerte. Ahora debía ser más cuidadosa al practicar con mi magia o acabaría delatándome a la mínima. Y como sabía que la chica troll le contaría de esto a mamá, me apresuré a ordenar, así al menos no sabría qué tan espantosa quedó mi habitación. Por otro lado, la lapicera de mi escritorio se elevó hasta la altura de mi cabeza y me obligó a tomarla con mi mano por si Stephanie volvía.

Cómo se amerita un hada madrina en este momento.

Practiqué durante todo el día en mi habitación. Se podría decir que subí unos diez niveles mágicos, pero la verdad es que no sabía cómo funcionaba la cosa.

Stephanie volvió un par de veces, pero cuando escuchaba sus pasos en las escaleras, componía todo en segundos. Hasta se me ocurrió hacer un listado de cosas que podía hacer con mis poderes.

"Lo que puedo hacer:

1. Levitación de objetos (incluyéndome).

2. Teletransportar objetos no muy grandes.

3. Llamas azules.

4. Brillos azules.

5. Modificar el clima.

6. Leer mentes (o al menos la mente simple de Stephanie).

7. Mini incendios".

Eso tenía hasta el momento, y no lo controlaba del todo bien. Opté por usar guantes para no desatar mi poder, ya que las llamas azules parecían contenerse así. Me ayudó que fuese invierno, porque así no parecería una loca. Y con tal de que Stephanie no mencione a nadie la tormentosa lluvia de la tarde (que solo abarcó mi casa), estaba a salvo yo y mi secreto.

Mientras almorzaba la desabrida pizza que mi hermana compró para evitar cocinar, siendo víctima una vez más de los precios baratos, las posibilidades se disparaban en forma de pensamientos. ¡El estar castigada cuando descubres tus súper poderes es lo máximo!

-¿No vas a comer más? Tú quisiste pizza.

-Sí, y creo que debí especificar que no de la barata -dije yendo camino a la cocina-. ¿A qué hora llega mamá?

-A las seis.

-¿Y papá?

-Cinco -contestó antes de ponerse a reflexionar-. ¿Cómo es posible que me sepa esto y tú no? Digo, es tu madre.

-Déjate de ridiculeces, chica troll. Soy mala con las fechas.

-Esas son horas.

Y la puerta de entrada se abrió hasta el tope, remeciendo la casa. La neblina entró en la habitación, pero esta vez no se trataba de mi magia. No, Lily había llegado, junto con su latente costumbre de azotar toda puertezuela a menos de un metro a la redonda.

-Hola -dijo ella sin mucha emoción, lo que parecía contradictorio con su entrar potente.

-¿Dónde está Anna? -dijo Stephanie.

Lily se rompió con escuchar eso.

-¡Claro, porque Anna siempre ha sido más importante que el milagro de recibir un saludo de mi parte!

Y subió las escaleras molesta. Era de las que se irritaban con facilidad.

-¿Y ahora qué hice? -dijo mi hermanastra.

Yo dejé el pedazo de cartón que Stephanie me compró de almuerzo en el fregadero y subí las escaleras. Lily había llegado, lo que significaba que no tenía que forzarme a interactuar con la peliverde.

-Toc, toc -aveciné mi entrar, pero ella quitaba un chicle de su zapato y eso me robó protagonismo.

-¡Malditos cerdos! -exclamó ella, enojada.

-Al menos no fue en tu cabello -comenté de modo irónico.

-Si eso hubiera pasado estaría en prisión.

-¿Qué quieres hacer?

Lily y yo somos muy unidas, tanto que no necesitábamos la respuesta a esa pregunta para saber qué haríamos. Nos parecíamos y compartíamos genes, eso me hizo pensar más allá. ¿Tendrá ella poderes? Fue cuando pensé que eso aliviaría la enorme responsabilidad que se me venía encima. Tenía que comentarlo de manera discreta mientras nos introducíamos en el fascinante mundo del póker.

-¿Has pensado qué tan cool sería tener poderes? -Lily rio-. ¿Qué?

-¿Acaso tienes siete años?

¿Qué tenía que ver una cosa con la otra?

-¿Tratas de desviar la atención con tal de encubrir tus poderes?

Mierda, demasiado directa. Ella alzó una ceja.

-Sí Sole, soy una mente maestra -comentó con sarcasmo.

Lo era, pero no por esto, entonces me terminé de dar cuenta de que ella estaba tomándome el pelo y lo más probable era que no hubiera magia en su interior, pero yo quería estar segura.

-Qué aburrido, eso significa que no tienes poderes -disimulé con tal de darle la negativa que necesitaba para que ella soltara el bombazo.

-Lamento decepcionarte hermanita, pero soy de las que no creen en la magia.

Lo tenía claro, estaba sola en esto.

-La suerte ha de estar de mi lado. Apuesto un dólar y el chicle de tu zapato.

-¡Eres asquerosa!

Y ambas reímos.

¿Qué importaba lo mal que la pasaba en la escuela, si al llegar a casa la tenía a ella a tiempo completo? Y nos podíamos apoyar mutuamente porque ella vivía el mismo martirio que yo en Cooper Black. No había nadie mejor para entenderme. Hasta que su celular sonó.

-¿Es mamá?

-No -dijo.

-¿Anna?

-Sole, guarda silencio un minuto -traté de ver la pantalla y así tener una idea de quién se trataba, pero ella apartó el teléfono. Me dio mala espina porque es algo que Lily no suele hacer. Me sentí amenazada, lo cual no ayudó que mi hermana comenzara a pasearse por la habitación en lo que contestaba la llamada-. Hola, ¿qué sucede? Sí, ajá. Tranquilo, voy para allá.

-¿Quién era? -volví a cuestionarle.

-Un amigo.

-¡¿Desde cuándo tienes amigos?!

-¿Quién eres, mi novio tóxico?

Y empezó a ponerse los zapatos con la intención de dejar la habitación.

Yo no era usualmente celosa. Estuvo mal y no quiero justificarme, pero qué se espera de alguien en mi situación.

-¿Y nuestro juego? -comenté haciendo pucheros.

-Otro día.

-¡Apuesto a que solo lo haces porque mis cartas te destrozarían! -pero se fue.

Estaba entrando en crisis, por lo que la seguí hasta la escalera y la vi azotar la puerta principal.

Anna apareció.

Esto requería medidas extremas.

-¿Estás bien, Sole?

-Anna, trae mi disfraz.

Mi hermanastra no preguntó, sabía que no era de las que pensaban antes de actuar y lo nerviosa que me ponía cuando intentaban cambiar mis patrones de comportamiento. Era buena atacando mis problemas con estupidez, pero en ese momento, era el plan maestro más grande de toda mi carrera.

El truco era simple, un águila suele ser feroz en su ataque, su visión es única y sus sentidos superiores cuando se trata de cazar una presa. Estaba científicamente comprobado, por ello, yo debía disfrazarme de águila e ir tras Lily.

Las personas me miraban como si se tratara de una especie de show-woman. Pero yo iba con un objetivo muy claro, por lo que me puse la máscara y caminé de frente.

Captando la atención de algunos más disimulados que otros, crucé la calle como hizo Lily, estando a una distancia respetable de ella. No iba a cometer una locura, solo quería espiar, por lo cual, llegando al parque, me camuflé tras un árbol y al no ser suficiente, lo trepé, lo que fue sumamente difícil tomando en cuenta que me encontraba disfrazada.

Ahora dirán, ¿por qué te vestiste de águila si te ibas a quejar del disfraz? Gente, si te encontraras cometiendo un plan macabro, ¿cómo les gustaría ser recordados, como la aburrida "inserte su nombre aquí" o la interesante y genuina chica/o águila? Exacto, yo también.

Lily charlaba con un chico de anteojos y cabello rubio, contextura promedio. Pegué la oreja a una rama, pero aún no lograba escuchar lo que decían. Ellos rieron. ¿De qué se reían? Nada era ni remotamente chistoso kilómetros a la redonda. Me empecé a desesperar y no me podía rascar la nariz con la máscara puesta. Traté de pensar, pero estaba por tener problemas más grandes que estos.

-¡Miren, un pájaro en el árbol!

Niños, lo que me faltaba.

-¡Ven, ven pajarito!

-Shh -los silencié, pero los niños de hoy en día eran listos y macabros.

-¡Bájenlo a piedrazos!

Cómo si no hubiera tenido suficiente, los mocosos de mierda empezaron a tirarme piedras. Yo seguía medio oculta a los ojos de Lily. Y vi cómo otro muchacho, este de cabello rojo, se le acercaba a mi hermana con un helado. El rubio fue por el suyo al puesto de helados dentro del mismo parque, de un señor en una especie de remolque.

Yo era víctima de esos estúpidos niños, por lo que no pude ver bien a donde se dirigían. Los perdía y debía hacer algo para evitarlo.

-¡SOY UN SER HUMANO! -el grito me salió del alma, pero no consideré la distancia a la que estaba de Lily, la cual yo creí que era mayor. Ella y los dos muchachos voltearon a verme.

Y por si fuera poco, me caí del árbol.

-¡¿Sole?! -exclamó mi hermana.

-¿La conoces? -dijo el de lentes.

Lo tomé como un comentario ofensivo y estaba por responder, pero uno de los niños a mi alrededor me picó con un palo, el cual yo arrebaté de sus manos y lo partí a la mitad con un movimiento. Pensé que eso los calmaría, el miedo ayuda, pero no hizo más que desatar la furia de los pequeños.

-¡Agárrenlo a piedrazos! -volvió a gritar el mismo niño de antes.

Yo no sé qué traía por las piedras, pero ahora la del miedo era yo.

Me eché a correr a lo largo del parque, siendo perseguida por los niños. De paso, un perro nos vio y se unió a la emboscada en mi contra. Yo no paré con tal de no ser capturada, pero creo que debía haberlo hecho o no habría chocado con una exposición de arte.

Era un cuadro más alto que yo misma, ahora arruinado por mis plumas, hojas, césped, tierra y unas cuantas piedras que dieron con él cuando lo aplasté, o él me aplastó a mí. Ya no estaba segura de nada.

-Sole, ¿estás bien? -vislumbré a Lily y al pelirrojo ayudándome a recuperar la compostura. El otro muchacho no se movía-. ¡¿Qué haces ahí parado, Antonio?!

-Ni te pienses que voy a ensuciarme, no gracias.

Lily rodó los ojos y terminó de ponerme a una distancia del cuadro.

En eso, el pintor del cuadro nos empezó a gritar sin motivo en francés, algo sobre pagarle por haber destrozado su arte.

-¡Dinero, dinero ahora!

-¡Ya oí! -clamó Lily, pero no hizo que aquel molesto hombre dejara los gritos. Lily volteó nuevamente hacía el rubio-. Antonio, págale.

-¡¿Ehh?! Bueno, creo tener un par de monedas -dijo el muchacho y empezó a rebuscar en sus bolsillos.

-¡¿Crees que el trabajo de un mes se compensa con unas monedas?! -volvió a vociferar el hombre, está vez en español y de acento marcado.

-Lo dice como si yo hubiese destrozado la pintura -dijo Antonio.

-¡Pido un abogado! -grité levantando un ala.

-Llamaré a la policía -comentó un segundo hombre, de aquellos que iban con el malhumorado pintor.

Todos quedamos de piedra. No podía ser verdad, sería la tercera vez que mamá venga a recogerme a la estación de policía. ¡Querrá darme en adopción cuando le cuente qué pasó!

-¡No, policía no! -soltó mi hermana.

-¡Solo somos niños! -dije intentando usarlo como excusa.

Y era cierto, pero tras voltear para sentirme respaldada por los míos, me di cuenta de que ya no había ningún niño en la escena. Los muy cobardes se fugaron después de apedrearme.

-Lily -suplicó el pelirrojo, en busca de soluciones.

Y sí, mi hermana era lista, pero la situación superaría a cualquiera.

-Un momento, podemos pagarlo -y Lily empezó a rebuscar en su mochila luego de recibir las escasas monedas de Antonio. El hombre y sus subordinados empezaban a impacientarse-. Sí, creo que aquí tengo un poco de... -y en un giro inesperado, arrojó las monedas a la cara del pintor y gritó-: ¡Corran!

Y corrimos. Corrimos y corrimos hasta darnos cuenta tarde de que nadie nos seguía. Era el viento en mi pelo y la adrenalina del momento que me cegó ante los hechos. Creo que a todos.

Cuando Lily puso un límite, nos detuvimos y tomamos aire, para comenzar a caminar directo a casa. Ninguno dijo nada, pero se trataba de algo implícito. No había otro lugar al que recurrir.

-Creo que nos debes una explicación -dijo Antonio. Y yo hubiera respondido por costumbre, pero esas palabras no iban dirigidas a mí.

-¿Explicación a qué? -dijo mi hermana, haciéndose la desentendida.

Debía ser broma.

-¡¿Es una broma?! -proclamó Antonio.

El pelirrojo, por otro lado, parecía estar en otro planeta, totalmente fuera de sí en lo que soplaba en dirección contraria al viento, jugando.

-Para la próxima tenemos que tener dinero encima -acotó la castaña. La cara de Antonio evolucionaba, pero yo estaba feliz de no ser interrogada.

-¡¿Qué carajos pasó allá?! -preguntó el rubio.

Fue bueno mientras duró.

-Ah, ella es mi hermana -comentó de forma casual-. Sole, chicos. Chicos, Sole -luego volteó a mi dirección-. El sabelotodo es Antonio y el extraterrestre, Felipe.

-Un placer -dije.

Antonio parecía confundido aún en este momento y la verdad es que no entendía por qué. Eso lo llevó a volver a pedir explicaciones otra vez. Lily y él platicaron en lo que Felipe y yo guardábamos silencio. Pero la insistencia de Antonio me hizo revelar mi plan, el cual no tenía sentido para ellos si lo que buscaba era combatir los celos por el hecho de que Lily tuviera amigos antes que yo.

-Ow, Sole, debiste habérmelo comentado -dijo Lily.

-No me diste tiempo. Saliste de casa en menos de un minuto.

-¿Y por qué el disfraz? -se unió Antonio a la conversación.

Yo miré a Lily.

-Tú no la entiendes Antonio, el disfraz es su distintivo, su marca. No la cuestiones, solo gózalo.

-¡Perdí un dólar cincuenta! ¿Qué tengo que festejar?

-Perdona, te lo pago mañana -respondió Lily y me sorprendió su actitud frente el asunto, o eso hasta que volteó y me dirigió la palabra-. Sole, necesito diez dólares.

-¡Él dijo que era uno y cincuenta!

-Lo sé, pero se me antoja sushi.

-Solo tengo uno de veinte -pero antes de que lograra terminar la frase, mi hermana ya me había arrebatado el billete.

-¿Tenías veinte y no se los diste al hombre del cuadro? -volvió a arremeter Antonio.

-Bienvenido a tacaños extremos -dijo Lily como si estuviera anunciando un programa de televisión.

-¡No es eso! Todo pasó tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar.

Fuera de nuestra pequeña discusión, me llevé bien con los amigos de Lily. Felipe era callado, pero jugar con él a los súper héroes sin usar mis poderes fue como retroceder esos años que había dejado atrás y él no. Como si fuese un niño pequeño. Por otro lado, Antonio sabía muchas cosas que otros desconocían y tendía a usar la lógica para resolver sus problemas. Fuera de eso, era muy bueno en matemáticas, llegando a ser sumamente perfeccionista. Algo que Lily veía como un defecto al que sacar partido y se lo repetía al chico cada vez que surgía el tema. Yo le dije que era afortunado, porque Lily no es de las que suelen dar cumplidos.

-Lo sé -dijo él mientras sus mejillas se teñían de rojo.

Yo era bastante despistada en asuntos del corazón, pero estaba bastante claro que entre ellos había algo. Y no estaba segura de cómo sentirme al respecto.

Levanté la mirada y la dirigí hacía ellos, Felipe veía la televisión atravesado entre Antonio y Lily en el sofá del segundo piso. Y fue cuando noté que las manos de mi hermana y ese chico Antonio estaban entrelazadas.

Cuando te topas con una persona egoísta, pasa que detesta que a los demás les pasen cosas buenas. Lo mío era más retorcido. Sabía lo mucho que las personas pueden llegar a herirte, y pese a aparentar ser confiada, la verdad es que los desconocidos no me daban buena espina.

Sí, Antonio era una amenaza que podría romper el corazón de mi hermana. Sabía que si él lo hacía, Lily le rompería un hueso como mínimo, pero la pobre sería un mar de desconsuelo durante el siguiente mes. Yo no iba a permitirlo.

Debía deshacerme de Antonio.

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