Capítulo 2: «Consecuencias»
El quedarme sola fue algo incalculable. La manera en la que Lily y Anna desaparecieron fue rosando lo mágico. Yo iba hablándoles hasta darme cuenta de que no estaban a mi alrededor. Me desconcerté, pero la cosa fue a peor porque no sabía cuál era mi salón. Empecé a preguntar, pero la gente de este colegio era bastante hostil. Me miraban de arriba abajo con pesadez y sin responder a mi pregunta. Horrible. Opté por preguntar a alguien que parecía de mi rango de edad.
Una pelirroja de cabello ondulado, flequillo mejor cortado que el mío, brillantes ojos grises y contextura delgada fue mi siguiente víctima.
-Disculpa, ¿sabes dónde está el salón de séptimo grado, grupo B? -Ella se estremeció cuando yo toqué su hombro. Noté que era una chica bastante ansiosa y como no respondía, dio lugar a mi siguiente pregunta-. ¿Estás bien?
Ella parecía al borde del llanto.
¿Qué ocurrió después? La aparición de dos desquiciados en el acto.
-¡Déjala en paz!
-¡Déjala o verás!
Los gritos de estos dos muchachos me desconcertaron. Aquel "o verás" tomó un significado irónico porque el mismo chico de aquella exclamación me arrojó un libro que fue a parar directamente a mi cabeza y no vi nada más.
Me desmayé.
***
-¿Se murió? -preguntó una mancha roja.
-No, está en estado catatónico -habló una mancha negra.
-Creo que está despertando -mencionó otra mancha roja, más grande que la anterior.
-¿Dónde estoy? -fue lo que declaré al despertar.
Una cuarta mancha, con una extraña mezcla de colores, se me acercó.
-Cariño, tropezaste con un plátano y te desmayaste. Tus amigos te trajeron aquí a tiempo. No sufriste mayor daño.
-¿Amigos?
Y tras recuperar de a poco esa visión nítida que tenía de las cosas a mi alrededor, pude identificarlos. El pelirrojo que me gritó de los primeros, cretino número dos, la pelirroja a la que le hice la pregunta antes de quedar aturdida y el cretino número uno, ese que me arrojó aquel libro que me dejó viendo estrellas.
-No tengo amigos -declaré sin miedo.
-¡El golpe le afectó la cabeza! -comentó el cretino número uno-. Ven, Patrocla, nos vamos a clase.
Yo estaba como en trance.
"¡Reacciona! Se quieren zafar de un castigo mintiéndole a la enfermera sobre lo que pasó".
-¡Golpe que me diste al aventarme un libro a la cabeza!
Y la mirada asesina de la enfermera recayó sobre el cretino uno.
-Matías me dijo que lo hiciera -dijo el muchacho, echando al agua a su amigo sin reparo alguno.
-¡Max! -reclamó el otro.
-A la oficina de la directora, ambos.
La pelirroja los siguió, sin importar que a ella no la nombraran culpable de esta catástrofe. Quedé a solas con la mujer que dijo algo reconfortante a mi parecer.
-Tranquila linda, no es personal, son así con todos en esta escuela.
Tras 10 minutos de observación, me enviaron a mi salón y yo aproveché para preguntar cuál salón. Al principio me miraron como si el golpe de verdad me hubiera afectado, pero yo expliqué que eso estaba buscando desde el inicio y se tranquilizaron.
Primer edificio, piso dos, salón con la etiqueta "7° grado B".
Así es, el salón que buscaba tenía hasta etiqueta... Y yo declarándome perdida en la inmensidad del colegio cuando mi salón tenía etiquetado su nombre.
"Estúpida".
Había quedado como idiota en la enfermería, y para mi mala suerte, yo era de las que visitaban el lugar seguido. ¿Qué les digo? Soy propensa a lastimarme.
Llegando noté cómo todos hacían bullicio. Mis nuevos compañeros eran sumamente desordenados. Creí pasar desapercibida, pero una chica exclamó al verme.
-¡Profesora, alumna nueva!
Y todos los ojos ya estaban en mí. La maestra me llamó al frente para presentarme ante el curso. Obedecí y me paré frente al pizarrón, nerviosa. Y cabe recalcar que no soy tímida y no me da miedo hablar en público. Pero si eres alguien que tiende a cagar situaciones con sus palabras, te sentirías igual de nervioso tras intentar presentarte ante un salón repleto de niños.
-Soy... soy... -la migraña por el golpe en la cabeza se aproximaba, me empecé a marear. Ya estando al borde de un segundo desmayo porque no sabía cómo presentarme frente a mis nuevos compañeros de clase, la castaña que alertó a la profesora de mi existencia se reía de mí con sus amigos. Fue cuando pensé en lo imponente que tenía que ser para no tener problemas con ellos-. ¡Soy una asesina! -el salón calló de pronto. Tenía que seguir lo que inicié o quedaría como el hazmerreír-. Lo soy y no me da pudor decirlo. Tómenlo como una advertencia o una amenaza si quieren, pero me gusta hacer collares con los huesos de los que me molestan, bebo la sangre de quienes me desagradan y les arranco los ojos a los preadolescentes que se atrevan a mirarme con desdén.
-Soledad Parker, toma asiento -proclamó la maestra.
El lugar siguió en silencio hasta que me senté al final del salón, en aquel puesto junto a la ventana del lado derecho, el del héroe del anime. No me considero friki, pero después de una presentación como la anterior, siento que me lo tenía ganado, aunque influyó que fuera el único asiento disponible del salón.
Nadie me habló durante las tres primeras clases. Había caído en cuenta de que tal vez fui demasiado intimidante, pero no me iba a dar la pereza de comprobarlo. Eso hasta que llegó la clase de biología.
-¡Armen grupos de a cinco integrantes! -indicó la maestra cuando llegamos al laboratorio.
Si seguía como estaba, iba a ser una solitaria. No armé ningún grupo dentro del salón. No, tenía una táctica mejor que acoplarme con el resto... Que ellos se acoplen conmigo.
-¡ESTA MESA ES MÍA!
Las mesas del laboratorio eran limitadas, por lo que mi táctica tenía sentido si quería conseguir un grupo de trabajo.
Cuando se trataba de trabajos en grupo, yo no era la mejor en el campo. Me tocó con dos chicas y dos chicos. Elizabeth, Jennifer, Raúl y Juan. Estaba claro que cuando yo no congeniaba con alguien, se hacía notar, por lo que mi trato con Elizabeth dio rienda a que este trabajo fuese un desastre.
Ella daba órdenes y puede que yo no sea la mejor en biología, pero se aprovechaba de tener el mando para presionar a los demás. Manipulaba a su gusto a todos y nadie se quejaba. Jennifer, por su parte, era alguien... de pocas luces. Lo que ella decía no era tomado en serio, y puedo llegar a entenderlo porque mencionó que la baba de rana sirve de crema facial para tratamientos de rejuvenecimiento de piel. Raúl y Juan eran los típicos molestosos de turno. Entre ellos, las estupideces de Jennifer y liderazgo tóxico de Elizabeth, llegué a mi límite.
-Oye, nueva, ve por los frascos que pidió la profesora -levanté la mirada-. Sí, tú.
-Cuidado El, o beberá tu sangre -dijo Raúl, claramente burlándose de mi discurso en la clase de matemáticas.
Ella rio.
Me asqueó que lo hiciera en mi cara. Era el hazmerreír, pese a lo mucho que batallé para evitarlo. Tenía que hacer algo para ser tomada en serio.
-¿Crees que juego cuando se trata de beber sangre? -y tomé las tijeras para darle a la mesa. Tampoco era la gran cosa, no iba a cortarle la mano, solo quería asustarla.
Pero ella se me adelantó y quitó la mano. Yo había perforado la mesa. Pero no fue mi único movimiento, de lo constipada que quedé con el daño a la mesa, agité la mano hacía atrás y el frasco que contenía la soda cáustica se le fue encima a Elizabeth, sobre todo el brazo izquierdo.
Ella gritó y yo grité, igual que todos los que estábamos cerca.
La maestra actuó y se llevó a mi compañera para que se lave el brazo. Ella no paraba de gritar tras verse la piel.
Sin embargo, por más accidente que dije a todos que fue, ahora daba honor a mi reputación. Era una asesina. Los estudiantes me miraban y murmuraban cosas, sobre todo cuando salí de la oficina de la directora con mi mamá, quien estaba harta de los problemas en los que me metía.
-Sube al auto, rápido.
Le hice caso, no quería hacerla enojar más. Y estando las dos dentro, empezó a gritarme como nunca.
-¡Estás enferma!
-¡¿Y crees que no lo sé?! Todos en el salón me tratan de asesina.
-¡Le quemaste la piel!
-¡Fue un accidente!
-Ajá, sí, claro.
-¡Mamá! -Ella encendió el motor y echó a andar el auto-. En serio.
-La chica a la que agrediste no dice eso.
-Porque me odia.
-¡Soledad, ya basta!
-Me expulsaron durante tres días y todos me tachan de psicópata, ¿no crees que he tenido suficiente?
-¡Tú y Lily son iguales! ¿Crees que disfruto cambiándolas de colegio una vez tras otra? ¿Crees que estoy para aguantar las críticas a mi crianza? Dime, ¿qué he hecho para merecer hijas así?
-Parirlas.
-¡SOLE!
Puede que muchos discrepen, pero mis palabras iban en serio. Es genética. Estoy 102% segura de que mamá era igual o peor que nosotras cuando era más joven. Aunque no se lo dije porque me daba miedo hacerla enojar más. Tengo mis límites.
De camino a casa, mamá me dio una charla de lo dañino que era tener mi personalidad, que debía cambiar por el bien de todos. Ella no se creía mi versión de los hechos, entonces no iba a intentar seguir sus consejos. La escuché, sí, pero porque a no ser que saltara del auto en movimiento, no había opción y ahora, después de todo lo acontecido, no me sentía tan temeraria.
Llegando a casa, y por si fuera poco, Stephanie le preguntó a mamá sobre lo acontecido y...
-¡Quemó a una compañera de clase con químicos en biología!
-Cada día te superas. Eres un peligro para la humanidad.
-¡Si lo cuentan de ese modo, obviamente parezco la mala!
-¿Cómo lo cuentas tú? -indagó Stephanie.
-Juan dejó un frasco con químicos y yo accidentalmente los pasé a botar tras una desafortunada serie de eventos.
-¡¿Entonces la culpa es de Juan?! -mamá estaba histérica.
-Ehh... -Era momento de mostrar madurez con el tema-. Sí.
-¡Suficiente, estás castigada!
-¿Por decir la verdad?
-Oh, tú sabes bien por qué.
Acto seguido, caminó a su habitación y dio un portazo. Yo hice lo mismo subiendo las escaleras y cuando ella fue a verme para acordar los términos del castigo, me sentí desdichada.
Sin internet, celular y computador por dos semanas. Vaya que me aburriría. Lo bueno es que no tomó en cuenta la tele del salón de estar y el DVD con películas viejas. Gente, jamás pensé en decirlo, pero Shrek es mi salvación momentánea. Solo debía estar alerta por si mamá subía.
Un estruendo interrumpió lo que podría ser, un instante de resignación. Lily había llegado. Escuché como ella y Stephanie compartían palabras, o gritos. Luego ella subió las escaleras.
-¿Qué haces?
-Veo Shrek -ella ladeó la cabeza en busca de mayores explicaciones-. Estoy castigada.
Y tal parece que eso hizo sentido en su cerebro porque no hizo más preguntas. Eso o su personalidad narcisista necesitaba con urgencia hablar sobre ella. De todas formas, yo la escuché.
-Mi día fue horrible.
-El mío igual.
-Ya, pero en ti es normal que todo sea caótico...
-Me ofendes.
-Sole, hagamos esto; yo cuento mi día, lo comentamos y luego hacemos lo mismo con el tuyo.
Accedí. Así empezó el monologo de mi hermana.
...
Nos remontábamos a este mismo día, en la mañana. Lily llegó a su salón sin muchos inconvenientes, a diferencia de mí. Se mezcló con propiedad y empezó a charlar con unas chicas. Todo en calma hasta que ella comenzó a contar una anécdota suya con la mafia italiana y una rubia llamada Fernanda le interrumpió.
-Disculpa, ¿tú quién eres?
-Lily, soy nueva y llevó como diez minutos hablándoles.
-¿Y quién te invitó?
-¿Necesito invitación?
Lily la contempló. Rubia, delgada, ojos azules, gran parecido a Barbie, una Barbie bully y relativamente malvada.
-Sí, y con la pinta que me llevas, deberías aceptar el rechazo.
-Tengo el mismo uniforme que tú.
-Pero no el mismo peinado y esas uñas negras...
-Es la moda.
-Si eres gótica o darks.
-Mejor ser eso a ser una perra clasista.
...
-¡¿Le dijiste eso?! -comenté.
-Sí, y me abofeteó sin motivo.
La cosa fue escalando y ambas acabaron en la oficina de la directora. Lily admite que fue muy pelea de princesitas, o eso a juzgar por su gusto en peleas. Se notaba que Fernanda no había tenido mucha experiencia, Lily sí.
Pero como solo fue una pelea a arañazos y golpes leves, las enviaron de vuelta a su salón con un regaño, una comunicación a sus padres y una advertencia.
-Y una aquí quemando a muchachas mandonas.
-¡¿Que hiciste qué?!
Lily no volvió a interactuar con nadie porque se corrió el rumor de que tenía problemas de ira y que esta vez se desquitó con la chica de la que me comentaba.
-¡Y Fernanda inició el rumor!
-¿En serio? -cuestioné con asombro.
-¡Sí! Bueno, no, bueno sí, pero no del todo... ¿Sabes? No, pero probablemente... ¡Argh, esa perra!
-¿Entonces sí?
-¡No!
-¿No?
-¡Sí!
Y todo resultó ser un "tal vez".
Fuera de eso, volvimos a lo que era mi primer día. Le comenté todo a Lily y ella...
-Hermana, estás muerta.
-Esperaba algo de apoyo.
-Cierto -ella carraspeó-. ¿Cómo quieres que sea tu funeral? Yo lo organizo.
-¡Lily!
-Ven, arriba -dijo e indicó para que dejara el sillón.
-¿A dónde vamos?
-Al parque, hay que pensar.
Y a eso fuimos, a pensar y hacer variadas tonterías en los juegos que son para niños pequeños. Lily halló la respuesta a los veinte minutos. ¿A quién le importaba lo que dijera Fernanda? No se tiene por qué encajar donde no se encaja.
Mi situación fue más difícil porque las acusaciones y hechos en mi contra eran firmes.
-Discúlpate con Elizabeth.
-¿Eh?
-Vamos, tienes la oportunidad de corregirlo, hazlo.
-Pero no le quiero dar la satisfacción de...
-Sole, no tienes por qué sentirlo realmente, solo dilo.
"Clases de cómo ser una psicópata".
-Pero no quiero ser su amiga.
-No lo seas. Te disculpas y sigues a lo tuyo. No tienen por qué volver a toparse mucho.
Bajé la mirada y paré el columpio.
Pero seguimos columpiándonos y maldiciendo a la vida hasta que dieron las 6:30 pm y tuvimos que volver a casa a cenar, o en el caso de Lily, a hacer tareas.
Demonios, iba a tener que ponerme al corriente a los tres días. Sé que les sorprenderá, pero, no soy muy buena estudiante.
Anna ayudó a mamá a poner la mesa para comer en lo que Lily trataba de tirarle la bomba de que tenía que firmar la comunicación de su cuaderno donde explicaba que se había agarrado a arañazos con su nueva enemiga. Al menos así no iba a ser la única castigada.
-Mamá, ¿puedes firmar este comunicado sobre la asistencia? Quieren asegurarse de que los padres estén al tanto de que sus hijos van a clases.
-¿Y tú estuviste?
-¿Cómo crees que conseguí esto escrito en mi cuaderno?
Mamá firmó y Lily fue a dejar su cuaderno, no sin antes guiñarme un ojo.
Así es, la vida es injusta.
Sentándonos a comer, papá preguntó por el primer día de todas. Estaba tan celosa de la habilidad que tenía Lily al mentir. En serio, ¡¿y la psicópata soy yo?!
Anna, por otro lado, empezó a comentar su día con lujo de detalles a la familia.
-Y luego fuimos al comedor todos juntos y compartimos almuerzos. ¿Pueden creerlo? Fue como si nos conociéramos de toda la vida. Luego Elizabeth, mi nueva amiga, una chica de otra clase, me obsequió una manzana para...
Pero mi cerebro se detuvo y no proceso lo que seguía. No, me había atorado con un pedazo de pan.
-¡¿Elizabeth?! -clamé después de medio asfixiarme-. ¿Elizabeth quién?
Anna detuvo la energía vigorizante que estaba irradiando y contestó mi pregunta.
-Elizabeth Wood.
Mierda.
Mierda.
Mierda, no.
-¡Noo! -me desinflé.
-Ay, Dios...
-¡Sole!
-Mis tímpanos.
-¿Qué pasa con Elizabeth? -inquirió papá.
Todos voltearon a verme.
Bueno, no quedaba de otra. Debía confesar.
-Elizabeth es la chica a la que le lancé químicos peligrosos en biología.
Se hizo un silencio, el cual fue interrumpido por la estruendosa risa de Stephanie.
-¿De qué te ríes, chica moco?
-Es impresionante -trató de contenerse-. Es impresionante cómo las historias se retuercen y se mezclan.
Anna ahora era presa del pánico.
-Sole, no tenía idea, de verdad.
-Tranquila Anna, lo solucionaré.
Y Stephanie volvió a reír.
-¡Cállate, lo haré!
-¿Cómo? -dijo mamá, con esa mirada juzgona que tanto presumía.
-Me voy a disculpar.
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