Capítulo 1: «Cuenta regresiva»

«No dependas de milagros para mejorar tu existencia».

Los niños corrían de un lado a otro en el parque, yendo de juego en juego con la adrenalina a tope y compartiendo con otros su felicidad. Felicidad que yo, en este momento, no poseía por estar con la cara pegada al interior de la vitrina de una tienda de ropa, simulando ser una clase de pez muy extraño.

-Disculpe, ¿señorita? No puede hacer eso en la vitrina -me recriminó una de las trabajadoras del local.

Alejé mi rostro del vidrio y antes de poder voltear, Stephanie abrió la boca.

-Oh, ¡lo siento tanto! Perdone los pocos modales de nuestra mascota -mencionó acercándose a la chica.

"Vaya, pero que te ha degradado a mascota. Yo que tú le meto una orden de alejamiento".

Stephanie Thompson: Rebelde, inmadura, caótica. Ojos azules y cabello negro, aunque cabe añadir que hace tres meses se convirtió en peliverde teñida. Con veintisiete años de edad, mi archirrival y hermana mayor, por desgracia, no por genética.

La fulminé tal cual rayita en novela de Wattpad y ella no hizo más que sonreír. Por otro lado, la trabajadora se apartó de nosotras, tomando rumbo al mostrador. Claramente no quería verse involucrada en un ambiente tan tenso como el que acabábamos de crear.

-¡Deja de ponerme esa cara! -exclamó Stephanie ante mi mirada fulminante y la chica tras el mostrador murmuró algo a su compañera de trabajo mientras nos miraba. Yo no me inmuté, mi maestría en rarezas había anulado mi sentido de la vergüenza hace años, pero la chica de cabellos verdes aún tenía intacto aquel sentido-. Ya basta, niña del demonio, deja de poner caras y compórtate -me regañó a lo que tomaba un mechón de mi cabello castaño y lo tiraba con brusquedad-. ¿Vas a hacer lo que te digo?

Y escupí en su rostro como respuesta.

Ambas chicas tras el mostrador se sorprendieron, y Stephanie, al no poder ver nada del lado izquierdo, retrocedió con torpeza y se desplomó en el suelo.

Antes de que alguien pudiera formular palabra alguna, la puerta automática se abrió dejando entrar a Lily, quien, según yo, lucía algo diferente a como la recordaba esta mañana.

-¡Madre mía, un pitufo! -soltó Stephanie junto con unas cuantas carcajadas.

-¡Te insultaría si estuviera con ánimos! -exclamó Lily con furia.

Lily Parker: Temeraria, agresiva, egocéntrica. De ojos verdes y cabello castaño oscuro. Titulada "genio malvada de la familia" por mi abuela María Dolores de los Ángeles. Dos años más antigua que yo, y por ende, mi hermana mayor.

-Te noto algo... distinta -hablé dirigiéndome a Lily.

-Sí, sobre eso... No van a creer lo que me pasó antes de llegar aquí -contestó ella.

-Oh, por favor. De ti puedo esperar de todo -soltó Stephanie.

-¿Eso en tu ojo es un moco? -le preguntó Lily.

La peliverde me miró feo, se levantó y dio media vuelta.

-Iré a lavar mi cara.

-La puerta de la derecha -le indicó una de las trabajadoras.

Tanto Lily como yo escuchamos un portazo proveniente de la puerta de la derecha. Lily me observó y encogió de hombros al instante, tomando asiento en el pequeño sillón blanco, manchándolo con la pintura azul de su pantalón. Ambas trabajadoras intentaron disimular su espanto al ver cómo mi hermana teñía su preciado mueble.

-Supongo que me tienes una explicación a tu cosplay de Avatar -le mencioné.

-Te lo dije en la mañana, la mafia italiana me buscaba -se levantó del sillón-. Ahora vámonos antes de que más gente me vea así.

-Te advertí de lo peligrosa que era esa gente.

-Y yo te advertí sobre mi poca capacidad para tomar en cuenta tus advertencias.

-No, ¡no lo hiciste!

Y de la nada, Lily volteó hacia los vestidores, quedando pasmada en asombro. Yo hice lo mismo por mero impulso, terminando con la misma expresión que ella.

-¡Anna! -exclamamos las dos al unísono.

-Uhm... ¿Luzco mal? -cuestionó la chica alejándose de aquella cortina de los vestidores que le cubría parte del atuendo.

Anna Thompson: Insegura, tierna, aplicada. Ojos azules y cabello negro, lacio y corto. Única voz de bondad y buena moral que encontrarás en la familia. Siendo la menor de todas, debido a nuestra diferencia de, aproximadamente, cuatro meses.

Lily y yo intercambiamos miradas luego de estar unos segundos hipnotizadas por la apariencia de Anna. Al darnos cuenta de que ella esperaba una respuesta, nos dejamos de bobadas y volteamos hacia los azules ojos de nuestra hermanastra para acabar formulando un:

-¡No!

Pero, la respuesta pareció forzada, por lo que tuvimos que aclararlo para evitar confusión.

-Queremos decir que... -inicié.

-Luces diferente.

-Sí, pero no mal.

-Oh, entiendo... ¿Y Stephanie? -preguntó Anna.

-Quitando el moco de su ojo -respondió Lily con naturalidad.

-¿Qué? -dijo Anna con una mueca entre asco y desconcierto.

-¡He terminado, nos vamos de aquí! -vociferó Stephanie cerrando la puerta del baño de golpe, (una mala costumbre en nuestra familia).

La chica de cabellos verdes dio grandes zancadas dirigiéndose a la puerta del local, dando por asumido que la seguiríamos si queríamos transporte de vuelta a casa. Y como Anna no se atrevió a pronunciar palabra alguna, Lily le facilitó las cosas.

-¡Hey, cabeza hueca, debes esperar a que Anna compre la ropa que quiere llevar!

Stephanie volteó a observar a Anna, pero lo iba a ser una mirada rápida acabó siendo un análisis de varios segundos a ella y lo que llevaba puesto.

-Wow, me gusta el nuevo estilo.

-Gracias -le respondió Anna a lo que fijaba la vista en sus zapatos.

Tras pagar, Stephanie ofreció una innecesaria disculpa por el mal comportamiento que supuestamente tuvimos Lily y yo, pero estoy segura de que solo lo hizo para fastidiarnos.

Llegamos al estacionamiento y antes de que Lily lograra subir al auto, nuestra hermanastra malvada la hizo detenerse.

-¿Y ahora qué te pasa? -preguntó la castaña a la defensiva, pero Stephanie se limitó a ir a abrir la puerta trasera del vehículo y empezar a buscar algo.

Todas nos extrañamos al verla salir con varias bolsas de basura, aunque Lily y Anna captaron el porqué de esto antes que yo, ya que... soy algo lenta.

Anna se mantuvo en silencio, Lily soltó una risotada sarcástica y yo seguía procesándolo todo.

-¡¿Estás bromeando?! ¡Esto es denigrante! -reclamó Lily enojada por algo que yo aún procesaba.

-Escucha, Pitufina, este auto significa para mí lo mismo que para ti tus preciados juegos de video, y me atrevería a decir que más -Lily se hizo la ofendida-. Ahora ven aquí y pon tu puto trasero en estas bolsas de basura para no manchar nada.

En este punto de la discusión logré entender para qué eran las bolsas.

-¡Oh, por favor! La pintura de mi pantalón ya está seca.

-Prefiero prevenir -contestó la mayor, tomando asiento en el lugar del piloto-. ¡Sube ya!

Pero Lily se cruzó de brazos.

-¡No!

-¡¿No?!

-¡No! -Exclamó e hizo una pausa-. Subiré cuando quites las bolsas.

Stephanie respiró hondo, como si fuera a consumir todo el oxígeno del lugar. Ante esta acción, Lily permaneció desafiante y Anna y yo optamos por cubrir nuestros oídos.

Los gritos por parte de la peliverde y la castaña no tardaron en hacerse presentes. La gente que pasaba se nos quedaba mirando, Anna cada vez se encogía más en su asiento por vergüenza y yo había empezado a cantar Smooth Criminal porque Michael Jackson ya llevaba minutos en mi cabeza.

Pasaron los segundos. La discusión cesó cuando Stephanie hundió la cabeza en el claxon mientras ella y Lily soltaban gritos dignos de película de terror, aunque claramente, eso no detuvo mi canto.

Lily quitó las bolsas de basura con rabia, las tiró al suelo y subió al asiento del copiloto. Stephanie estuvo unos segundos más con la cabeza en el claxon, yo llegaba a una de las notas más altas alcanzadas en la historia de la humanidad y Anna ya suplicaba "trágame tierra".

-¡¡Ya cállate, Sole!! -exclamaron Stephanie y Lily al unísono. Yo cerré el hocico de golpe al ver cómo ellas coincidían en algo.

Soledad Parker: Espontánea, insolente, entusiasta. Ojos verdes y cabello castaño claro. La oveja negra según muchos y un rayo de luz según otros pocos. Una puberta de doce años sin rumbo fijo en la vida... Yo.

La chica de cabellos verdes en el volante dio marcha al carro con ese gesto característico en su rostro, ese que aparece cada vez que está en su límite y curiosamente está presente siempre que interactúa con Lily o conmigo.

Nadie dijo nada sobre la velocidad con la que conducía su coche, ya que sabíamos que si lo hacíamos nos dejaría tiradas en medio de la autopista. Pero, ante tal silencio, Lily prendió la radio y así Anna pudo tranquilizarse un poco.

Tras llegar a casa, teníamos aún más trabajo. Quedaba poner todo lo que compramos para la escuela en orden y algo me decía que Stephanie no iba a ayudar con las bolsas.

Tardamos un buen rato y yo trataba de autoconvencerme.

Será diferente. Sí, lo sé, solo nos mudamos de escuela porque a Lily la expulsaron de la anterior. No tiene nada que ver conmigo y mis amigos, o la falta de aquellos.

La expulsión de mi hermana me encontró en un punto circunstancial de mi vida.

-Será diferente -dije con la respiración contra el espejo del baño.

Retoques, uno necesita hacerse retoques cuando viene un cambio grande.

A Anna le habían comprado útiles escolares mejores que los míos porque Stephanie la quiere más que a mí. Eso me llevó a comprobar el filo de sus tijeras en una hoja de papel. Como este era sorprendente, fui al baño a cortarme el flequillo.

A esto yo le llamo "cerrar ciclos".

Pero suerte la mía al pensar que hacer esto con la puerta abierta era buena idea.

-¡¿Qué mierda haces?!

Las palabras de Lily me tomaron de improvisto y me hicieron cortar más de la cuenta. Dejé caer las tijeras al suelo y como yo no era una persona violenta, traté de asimilar el cambio mirándome en el espejo. La opinión pública nunca había sido un pilar fundamental en mi existencia, pero he de admitir que en momentos como estos, importa.

-¿Cómo quedó?

-¿Te soy honesta? -dijo Lily.

-No, miénteme en toda la cara.

Fue entonces cuando escuché los pasos de Anna subiendo las escaleras.

-Chicas, ¿han visto mis... tijeras?

No se trataba de lo mal que había quedado, era cuestión de lo que dijeran los demás. Podía ponerme mi disfraz de águila para el primer día de clases y daría igual lo mal que se viera con tal de tener la aprobación del resto. Pero la realidad me dio de improvisto y comprendí una cosa que abofeteó de golpe a mi mentalidad.

-No puede ser... -dije volviendo al espejo.

Mis hermanas se miraron y trataron de entonar algo consolador.

-No está tan mal -dijo Anna.

-Pelos más, pelos menos, ¿qué importa? -comentó Lily.

-¡Me veo hermosa! -enuncié. Hice caso omiso a un coreado "¿en serio?" que venía de las bocas de ellas-. ¿Por qué no se me ocurrió hacer esto antes?

Confianza, era la clave. Y lamento diferir entre eso y la opinión de Lily dando a entender que no se trataba de confianza, sino de locura. Mamá estuvo de acuerdo con ella a la hora de almorzar, aunque no de manera directa. Comíamos en silencio hasta que...

-Sole, no tienes que ir mañana a la escuela así. Que no te duela el orgullo hija, yo puedo emparejar ese fleco.

Stephanie se aguantó la risa, y mi madre, Lara Parker la mandó a callar con sutileza.

-Mamá, no estoy fingiendo, en serio me gusta cómo me quedó. ¡Tengo autoestima!

-Lo que no tiene es motivos para tenerla -susurró Stephanie.

-Disculpa, tú eres la persona menos indicada para dar consejos de moda.

Stephanie frunció el entrecejo y pinchó la lechuga con su tenedor y una impotencia contenida.

Y basta de las excentricidades de Stephanie. Se aqueja de mi poco estilo y de ser yo la oveja negra en esta familia, cuando ella tiene veintisiete y vive con sus padres, sin metas, sin trabajar y con ese noviecito suyo mala influencia, "El melenas".

Entre cosa y cosa, papá llegó a almorzar con nosotras al comedor y vio a Lily de azul. La observó todo lo que pudo hasta que se hizo algo evidente el hecho de que buscaba respuestas.

-Stephanie me arrojó a una exposición de arte.

No era cierto y curiosamente, papá reaccionó igual que mamá al enterarse de la mentira.

-¡Steph! ¿Por qué?

-¡Yo no fui! Y me sorprende que todos a los que les dice esa mentirota, se lo creen sin pensar en mí y mis valores morales.

-Perdona hija, pero no dejaste buena imagen después del cumpleaños de Lily en el que metiste el pollo al pastel.

-¡Papá, no era un pollo, era yo! -clamé.

-Vestida de pollo -replicó él.

Gruñí y rodé los ojos. Soy adoptada.

-Hablando de noticias locas, hoy me llegó una carta de White Diamond -nuestro anterior colegio.

Mamá parecía entusiasmada, pero por más que rebuscaba, no encontraba una posible respuesta.

-¿Qué? ¿Dijeron que no presentarían cargos por lo que hizo Lily? -comentó Stephanie.

-Como si darles de desayuno leche a nadadores intolerantes a la lactosa fuese tan malo.

-No fue ni la mitad de lo que hiciste -comenté.

Siempre hace lo mismo, comete varias catástrofes y después solo saca a relucir la menos grave.

-La escuela estaba a mi merced, algo tenía que hacer con eso -advirtió Lily.

Mamá carraspeó fuerte.

-A Lily le hicieron unas pruebas psicológicas y resulta que es...

­-¡Una sociópata! -Todos fulminamos a Stephanie-. Lo siento, pero la persona que me diga que no lo es, está igual de loca que ella.

"Aquí entras tú, Sole".

-Tiene un IQ de 160.

Se hizo un silencio. De verdad esperaba que no presentaran cargos.

La plática había desencadenado igual que el piloto de Malcolm, con la diferencia de que nadie se levantó de su lugar deseando una mejor familia. Estábamos atascados entre nosotros, ya nos habíamos resignado hace tiempo.

-¿E irá a una clase especial? -cuestionó Stephanie.

-¡¿Qué?! ¡No! No podemos pagar eso. ¡Hizo crecer un árbol a la piscina de su anterior escuela! Existen límites.

-¿Quieres decir que si no hubiera echo todas esas cosas, tendría esa clase especial de la que habla Stephanie? -cuestionó Anna.

-Es probable -respondió papá-. ¿Y qué procede?

Mamá trató de centrarse.

-Lily, después de enterarme de tu expulsión dije "es un caso perdido". Pero al saber de tus resultados en estas pruebas, aún veo una luz en ti.

Lily parpadeó hartas veces. Creo que tanto ella como yo pensamos que se trataba de una luz real y tangible.

El resto de la comida fue silenciosa, o eso hasta que mamá se levantó y anunció, no preguntó, lo arrojó de golpe esperando que Lily no cuestionara y obedeciera.

-Te apunté a clases avanzadas para que asistas después de las normales.

Y se fue.

Papá supo que las preguntas recaerían en él, así se marcó una bomba de humo.

-Pobre y patética chica genio -dijo Stephanie antes de marcharse camino a la cocina.

Lily seguía boquiabierta.

-No es tan malo, Lily -las miradas de odio fueron sobre Anna-. Quiero decir, te ayudará a ser exitosa.

-No quiero ser exitosa -lloriqueó ella-. Sole, tú lo entiendes, ¿no?

-Anna, imagina que no me dejan usar más mi disfraz de águila -dije poniéndole a mi hermanastra un ejemplo para que asimile la situación. Ella abrió la boca igual que Lily-. ¿Ves?

-Lo lamento, Lily.

Y las tres nos abrazamos con Lily en el medio. Su llanto era dramático y un tanto fingido, pero daba igual, nuestro deber como hermanas era abrazarla y darle consuelo.

-¿Van a lavar la losa?

-¡Ahora no, papá!

-¡Estoy llorando!

-¡Trae el helado de vainilla!

Estábamos en crisis, pero mamá insistió que no habría helado hasta después de lavar la losa. Tuvimos que hacerlo todo muy rápido para continuar con la depresión.

Lily daba bocados enormes al helado, sin poder asimilar el que mamá se haya vuelto loca. Mi hermana, desde su nacimiento, vive por y para el caos. ¿Cómo podía quitarle eso? ¿Qué clase de historias me contara Lily ahora que no tiene tiempo para el caos?

Estábamos en pleno lloriqueo hasta que Lily se levantó del sofá y nos observó de manera pícara.

-No tengo por qué ir a clases avanzadas si me expulsan del nuevo colegio.

-Te encerrarán de por vida -comentó Anna.

-¿Crees que mamá encerrará de por vida a la única cosa en su vida que podría llegar a tener éxito?

-Hermana, eres diabólica. ¿Segura de que no eres sociópata? -Ella me dio un golpecito en la frente con el dedo-. Au.

***

Lily fue la primera en dar con el escaparate y tras subirse a esas cajas, brincó. Anna y yo la seguimos, siendo yo la única que se dio de hocico en el suelo. No me dolió, pero importaba poco porque teníamos un diamante que robar.

­-¿Cómo se...?

Pero antes de que Anna o yo pudiéramos hacer algo, Lily había abierto el contenedor y una alarma empezó a sonar muy fuerte.

-¡160 de IQ, señores! -dije en tono de burla.

Todo mi alrededor empezó a parpadear en luces de colores. Se me hacía imposible descifrar lo que Lily y Anna decían. Daba igual, si ellas no iban a hacer algo para salvarnos el trasero, lo haría yo. Saqué el diamante con ambas manos. Anna y Lily estaban dando vueltas a lo loco en la habitación.

­-¡Hey, hey, pajarraco! ¡ESCUCHA!

Fue entonces cuando el diamante se hizo más pesado y no pude sostenerlo. Me llevó hacia abajo de golpe. Y me di cuenta, ese doloroso diamante en la entrepierna era mi mochila, la cual me había arrojado Lily sin aviso previo porque... ¿Qué hacía con la mochila si estábamos robando joyería de la fina?

Y de a poco, sin el cesar de las golpeadas palabras, fui asimilando las cosas. Primero, estaba en mi casa, precisamente en la cama porque me había quedado dormida el primer día de clases.

El dolor que no sentí al caer por la ventanilla, lo sentí ahora que la pesada mochila me aplastaba. Me enredé entre las sábanas y caí al suelo. Después, la mochila me cayó encima.

-¡Cielos Lily, ¿era necesario?! -exclamé mientras me levantaba con torpeza.

-Tu despertador está sonando desde hace más de diez minutos y Stephanie ya lleva tiempo gritando que nos apuremos, entonces, sí, era necesario -respondió ella con ese tono de sabelotodo que a muchos les irrita.

Al lograr ponerme de pie, noté, evidentemente, mi despertador sonaba emitiendo ese chillido potente y escandaloso que ningún tono de mi celular poseía. Similar al ruido que escuchaba dentro de mi sueño. Tomé el objeto con ambas manos y apagué el sonido.

-¿Cómo es que ni esto me despierta? -pregunté a mi hermana, a lo que le mostraba el despertador en el que había gastado mis últimos billetes. Lily encogió de hombros.

-Tienes el sueño pesado, lo sabe casi toda la cuadra -dijo y se levantó de mi cama, yendo hacia la puerta-. Ah, y más vale que te apures si no quieres que nos vayamos sin ti.

-¡Dame veinte minutos!

-¡¿Estás loca?! -Comentó asomándose por mi puerta-. La chica troll, dueña del auto que nos lleva a la escuela, ya está por explotar.

-¡Diez minutos!

-¡Cinco!

-¡¿Qué?!

-¡Y apresúrate antes de que sean cuatro!

Pero no era la primera vez que me pasaba, así que no se me hizo tan difícil. A los cinco minutos estaba en el auto con un zapato en la mano y la blusa medio desabrochada.

-¡Ya abróchate el cinturón de seguridad, mierda! -respondió Stephanie de la manera más grosera posible.

Yo proseguí a obedecerle, porque sabía que si no lo hacía, la posibilidad de muerte inminente era magnánima. Al acabar, mi hermana arrancó el coche.

Lily miró por la ventanilla la mayor parte del camino, creo que estaba grabando su entorno en sus retinas. Anna iba nerviosa con la ropa que se había probado en esa tienda.

-Te ves bien -le dije.

A veces ella solo necesitaba confianza.

El trayecto fue rápido, en parte porque Stephanie conducía de manera imprudente, y por otro lado, porque nuestra nueva escuela no quedaba tan lejos.

Al aparcar el auto, Lily abrió la puerta a su lado y bajó, Anna hizo lo mismo, y yo también, pero con una diferencia, yo me caí al salir.

-¡Suerte en su primer día! -exclamó Stephanie, antes de arrancar el vehículo.

Tanto Lily como Anna me observaron confundidas. Y es que mi caída había sido sumamente extraña, habiendo terminado con la mochila enredada entre las piernas y mi cuerpo en posición araña.

Solo podría significar que se venía algo grande.

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