XXXVI. Algo de lo que estar orgulloso

Soobin despierta con el peso de la resaca martillado su cabeza y el de las extremidades de Yeonjun que apresan su cuerpo, de esto último no puede quejarse, es más, le alivia que esté a su lado en la cama con su expresión tranquila y respiración profunda, traspasándole calor, embriagándose con su aroma tostado.

También le pesa haber herido tontamente con su comportamiento de mocoso a su hyung que aún así se quedó. Siente la necesidad de abrazarlo más fuerte, de aferrarse tanto hasta fundirse, pero no pretende interrumpir su sueño plácido, se guarda las ganas para después, prefiere mantenerse quieto y seguir con su exhaustiva observación a ese alfa hermoso, sus pestañas lisas, mejillas tersas y labios rosados apenas abiertos.

A lo lejos escucha que hay movimiento, voces, risas, pasos. Hay varias personas despiertas circulando por el pasillo y bajando la escalera. Por su parte no quiere salir de la cama, quiere seguir resguardado en una pequeña burbuja junto a su pareja. Ajenos a las personas, a las celebraciones, a su familia, a su madre.

A todo.

Sólo los dos bajo las sábanas como tanto le gusta y reconforta.

No puede, hay que enfrentar el día. Al menos espera que el Seollal sea una instancia más tranquila, después de todo hay que recibir bien el recambio y la unión familiar es lo que prima en la celebración. Espera que el espíritu de los ancestros toquen con bondad y entendimiento el corazón de su madre, a ver si con eso deja de mirar a su novio como si quisiera petrificarlo cual criatura mitológica.

En silencio e internamente se disculpa con su alfa, sabiendo que sería un desastre, insistió en que lo acompañara a Ansan y lo expuso gratuitamente la incomodidad. 

Todavía se pregunta en qué punto creyó ingenuamente que tal vez estaba subestimado el poder de comprensión de su familia y que podría resultar en una buena idea. "Oh, es un alfa, un gusto en conocer a la pareja de Soobinnie, tienen nuestra bendición. ¿Creíste que caeríamos en eso de que vives con tu 'amigo', no somos ingenuos. Bienvenido a la familia". Algo así se construía su fantasía idealizada.

Tal vez tiene que empezar a reconocer que lo veía como una forma de querer reafirmarse ante su mayor y con la valentía que sospecha que le falta, traerle a conocer a su familia, mostrarle que tan en serio pretende ir con él... Tanto como para presentarlo como su amigo y no como todo lo que significa su compañía.

Soobin suspira abatido mirando al sujeto de cabellos rubios que tiene la habilidad de agitar o calmar el ajetreo de su corazón. "Lo siento, hyung", se muerde el labio con esa pequeña angustia que quiere abrirse paso en su pecho. "Suficiente". Quiere empezar bien y para eso debe dejar los lamentos y la autocompasión.

Ya no es un cachorro —o de eso quiere convencerse—.

Quiere empezar bien, así que apenas Yeonjun abre sus rasgados ojos y lo mira afectuoso, Soobin sonriendo avanza hasta toparse con sus labios y dejar un beso casto.

—Buenos días —susurra el alfa mayor rozando la nariz ajena con la propia. Deleitándose con la cercanía cálida, con aquellos efímero momento de tranquilidad antes de enfrentar los oscuros y fríos ojos de la señora Choi.

—Buenos días, hyung —responde con la voz suave como si quisiera acariciarlo con cada sílaba—. ¿Desayuno y pastilla para la resaca?

Yeon asiente, agregando con pesar un: —Supongo que hay que salir de la cama.

Y lo dice con unos ojos de gatito triste que Soo se deshace por completo. Tan tierno, no está seguro si lo pensó o lo acaba de recitar con voz ahogada antes de estrecharlo firme en un abrazo.

—Cuando tengamos nuestro próximo día libre lo podemos pasar sin salir de la cama —propone besando sus labios de manera fugaz—. Busca la ropa, también para mí, iré por comida —comanda antes de apretujar las mejillas blandas de Jun y tocar con los labios la punta de la nariz.

Bin toma el pantalón deportivo holgado que dejó a los pies de la cama y se arma de ánimos para salir de la habitación. Se topa con más de algún familiar rumbo a la cocina, va repartiendo saludos y respondiendo escuetamente los "Cómo estás, cómo dormiste". Busca en la alacena un par de snacks de granola y frutos secos que guarda en los bolsillos y llena un tazón de café para compartir. Ha decidido tranzar y solo poner cucharada y media de azúcar.

Su madre lo mira con desaprobación, primero porque aún no se arregla para visitar la casa de sus abuelos paternos, segundo por no desayunar como corresponde en la mesa y con los otros invitados en pie. El alfa pelinegro se excusa con que así es más rápido y tardarán menos en estar listos.

Observa a su madre negar y decir en voz baja que se comporta como un desordenado adolescente. Soo besa rápido su mejilla y sabe que con eso la ablanda, porque una pequeña sonrisa se forma en sus labios y le pide que no demore junto a su amigo, que saldrán dentro de media hora rumbo a la casa de su abuelo.

Se asoma sonriendo por la puerta de su habitación, su hyung lo espera sentado en la cama con el cabello revuelto y expresión de estar más dormido que despierto.

—Y yo que pensé que te vería usando un hanbok —comenta Jun luego de un bostezo que humedece sus ojos.

—El otro año deberíamos usarlos, mi familia los usa.

Yeon se contiene de decir que duda mucho que la señora Choi quiera verle usar un hanbok, incluso afirmaría que, si fuera por ella, no querría verle la cara nunca más. 

Soobin le entrega un par de barritas que el mayor desenvuelve con cuidado y come lentamente junto a sorbos de un café ligeramente endulzado. No puede evitar sonreír, porque a veces, en los momentos que la flojera en su máxima expresión se apodera de ellos, para no ensuciar más, ni tener que sacar otra taza del estante, compartían un tazón y discutían entre risas la cantidad de azúcar, Yeonjun no quería, Soobin sí, y de tres cucharadas bajaron a una y media.

—Ve al baño primero —sugiere el menor, lamentando internamente no poder acompañarlo. Una vez que estuvieran en el apartamento no pensaba contener sus ganas de empujarlo a la cama y follarlo duro para después tener una siguiente ronda en el baño y quedar exhaustos y felices con las endorfinas por el cielo.

A Yeonjun le alivia que el baño solo esté a un par de puertas de distancia. En el corto trayecto se topa con el hermano de Bin y su pareja por el pasillo con quienes intercambian unos amables buenos días. Los dos visten ropa casual, pero lo suficientemente acorde a una celebración familiar. A poca distancia ve a una niña que sube corriendo la escalera con ropa tradicional. La pequeña sobrina de los hermanos Choi se ve adorable.

Al cabo de una ducha rápida entra a la habitación con el cabello todavía húmedo, cubierto por una toalla. La sobrina de Soo está sentada a su lado, conversando sobre cómo repartiría las habitaciones de su casa para sus figuritas.

La niña lo saluda alegre y le pregunta si se ve bonita con su traje, dando un giro en sus talones. Jun reconoce que sí antes de sentarse al lado de su compañero alfa y secarse el cabello con la toalla, ahora la sobrina de su pareja también le relata entusiasmada los planes de vivienda para sus juguetes y como quiere decorar la casa, pero que le faltan muebles.

—Junto a Soobinnie haremos un comedor y algunos muebles.

—Sólo si te portas bien —específica el aludido, consciente de los regaños que le han llegado de parte de su familia por los mimos en exceso a su sobrina.

La pequeña se retira corriendo sin cerrar la puerta apenas escucha el llamado de su madre desde el primer piso. Soo se encarga de cerrarla y lento, como si acechara a su presa avanza hacia su alfa, sonriendo un poquito, pero en sus ojos grandes y oscuros brillan sus intenciones.

Yeonjun se pierde en sus ojos y aunque la cautela le exige frenar, el deseo hormigueando por su cuerpo le hace entregarse a ese lobo depredador. Abre sus labios y mantiene la mirada entrecerrada cuando lo tiene a escasa distancia y el aliento tibio acaricia su piel. Los dedos de su menor se enredan en su cabello húmedo y la boca se apega a la suya.

Sólo un beso, nada más, lo saben, aunque al menos esperan que sea suficiente para el resto de la jornada que les espera.

—Regreso enseguida —avisa antes de besar una de sus mejillas rosadas.

El rubio permanece quieto, con el calor acumulado en el rostro y la sensación de hormigueo fantasma sobre los labios. Soobin, su mocoso arrogante, sonríe como si hubiera triunfado en algo desde el marco de la puerta, si es que se puede llamar triunfo al hecho de haber derribado todas sus barreras y haberse ganado un lugar estable en su corazón.

Debe admitir que ese alfa triunfó y avasalló sobre sus deseos de no enamorarse y hacer de su vida algo complejo. Saltó sobre sus miedos, incluso anoche, hizo una caída libre con sus emociones y a Yeonjun no le queda más que decir que le quiere demasiado.

Sigue frotando la toalla sobre el pelo mojado, se lamenta no haber pedido el secador a Soobin, aunque cuando su novio llega con la camisa a medio abotonar y las gotitas de agua bajando por sus hebras negras le muestra el artefacto salvador. Riendo se acomoda tras su mayor y le cepilla el cabello con los dedos mientras el aire caliente hace su trabajo. Jun sólo se deja consentir y cierra sus ojos disfrutando.

El más bajo acomoda los botones mal abrochados en los ojales correctos en tanto Bin termina de secar su propio cabello, sacudiendo a momentos sus manos para salpicar el rostro pálido.

La señora Choi inspecciona en silencio que tan presentables lucen el par de alfas para la ocasión. Soo le dice a susurros cuando se aleja que si no se ha quejado es porque están bien.

—Quizá tu madre me querría un poco más si hubiera vestido un hanbok —se atreve a bromear cuando entran al auto.

Soobin ríe entre dientes un poco más distendido acompañado con un movimiento negativo. Quería decirle que no se trataba de eso...

—Nah, tu madre me querría si fuera un omega delicado deseando llenarle el jardín de niños.

Terminó siendo su hyung quien soltó la verdad.

—Pero yo quiero mucho a Yeonjun, un alfa insufrible, quien me adora también y por eso me acompañó a este desastroso viaje.

El mayor esboza una sonrisa, de esas que al otro alfa le resultan tan cálidas que hacen que algo estalle dentro de su pecho, susurrando la parte de la frase que los conecta: Mocoso arrogante.

Cuando llegan a la casa del abuelo de Bin, Yeon tiene por delante hartas personas, una mezcla de aromas y voces que colapsan sus sentidos. También se cumple lo que su menor comentaba en el auto respecto a que la familia por parte de su padre eran menos intimidantes, como si quisiera contrarrestar un poco el ambiente que generó su madre.

Varios se pasean con trajes tradicionales, perfectamente arreglados para la festividad. Otro buen porcentaje de personas, jóvenes en su mayoría, visten ropa normal y medianamente formal.

—Esta gente joven que ni siquiera se viste como corresponde para la ocasión — el rubio dice en un susurro bajito y entonación solemne imitando a un viejo cascarrabias en el oído de su novio, quien aprieta los labios para no reírse.

La casa huele como a bambú e inciensos sobresaliendo por encima del conjuntos de esencias individuales y la comida ya está en la mesa en tributo a los ancestros. Todo es un equilibrio entre el orden y pulcritud, contrastando con el desorden de voces y personas repartidas por todas partes.

Yeonjun debe corregir que no son todos los Choi quienes pretendían no hacerle sentir bienvenido. Ellos simplemente pareciera limitarse a la cortesía, pero con expresiones amables. Incluso el señor Choi parecía un poco más amigable y no lo miraba como si quisiera desollarlo o romperle de una mordida la yugular a diferencia de su omega.

Esta vez Soobin no se despega de su lado y ya no se siente extremadamente ajeno entre esas personas.

—Apenas terminen todos los actos ceremoniosos y comamos, nos escabullimos —reafirma el pelinegro recordándole el plan.

Yeon ya se dispuso a seguirlo a donde sea.

Vuelve a mentirse como un niño avergonzado cuando tiene que hacer un par de reverencias frente a los abuelos de Soo. Ellos también lucen amigables y se recuerda que es porque no saben la clase de cosas que ha hecho con su nieto —quien no pretende darle los bisnietos que seguramente desearías tener—. De todas formas recibe bendiciones y palabras amables.

Se forma un pequeño grupo con el hermano, su pareja beta y el alfa, primo de los hermanos Choi, aquel que ayer le comentaba a Yeon que era genial que supiera manejar armas; están un poco más atrás del resto de la familia que se reúne y prepara para los rituales.

Soobin aprieta su brazo como señal mientras reparten el alimento entre los invitados. Le avisa a susurros disimulados en su oído que apenas salgan al jardín y las personas se dispersen por la casa, será momento del escape.

Aunque, en medio de la fuga el hermano de Soobin, sonriente les pregunta qué planean cuando van caminando hacia el auto estacionado y que le ofende que no le inviten.

Al final terminan visitando un templo cercano al mar junto al par de betas. Jun piensa que quizás ambos no les juzgarían si supieran todo. Incluso para joven beta no pasa desapercibido los momentos en que Binnie sujeta su mano para tirar de él y llevarlo a puntos específicos. Ella sonreía con ternura sin decir nada.

Pasean disfrutando de la brisa fresca y el sonido de las olas. La mayor parte de las personas que circulan a su lado son turistas extranjeros y algunas familias jóvenes.

Soobin busca la mirada de Yeonjun para traspasarle el enorme cariño que siente por él a través de una sincera sonrisa. El mayor piensa que su mocoso lo quiere matar de una sobredosis de dulzura a la que no está acostumbrado. Está acostumbrado al alfa que sonríe travieso y le susurra al oído con toda la frescura del mundo frases sucias que viajan directo a su entrepierna. Ahora esa sonrisa hormiguea en su estómago y burbujea caliente en su pecho. Tan dulce.

Ignorando todo, incluso que la atención de su hermano pudiera estar encima, sujeta la mano del alfa rubio, cierra los ojos y se encomienda a las fuerzas divinas, a la luna misma implorando por bendiciones, en especial a su relación. Aunque con o sin bendiciones divinas y de las personas que le rodean pretende hacerla funcionar, está empecinado en compartir un futuro junto a su hyung.

De vuelta una vez que oscurece por completo, después de un tour por los alrededores y un afortunado puesto de comida callejera, toman rumbo directo a la casa de sus padres. Yeonjun y su cuñada van conversando animadamente sobre cuál sería el peor escenario distópico a enfrentar basado en libros y películas. Soobin sonríe un poco y su hermano que ocupa el puesto de copiloto lo hace también, diciendo bajito que deberían salir los cuatro más seguido y que su amigo le agrada, preguntando de paso por qué tardó tanto en presentárselo, siendo que viven en la misma ciudad —aunque en extremos casi opuestos—. El menor de los alfas se excusa diciendo que no se había dado la oportunidad, pero en el fondo tenía el temor surcando en su cabeza si acaso su hermano estaría tan contaminado de prejuicios e ideas absurdas como él mismo lo estuvo alguna vez.

Al llegar, los hermanos Choi tratan de llevar de buena forma lo que podría ser un reproche de su madre, quien los mira con el ceño fruncido, quejándose porque abandonaron la celebración familiar sin siquiera avisar y ellos con ojos de cachorro explicaban que hacía tiempo no visitaban un templo y que mejor que el de su ciudad natal cerca del mar.

Soo se siente nuevamente como un adolescente —quizá nunca dejó de serlo en edad mental—, que volvía a casa después de clases con algún compañero directo a encerrarse en su habitación a ver series o jugar con la consola, betas u alfas, su madre se escandalizaba ante la idea de que estuviera a solas con un omega e hiciera de ella abuela antes de tiempo —a diferencia de ahora que anhela rodearse de nietos—.

Se ha encerrado con Yeonjun y se vuelve a imaginar el escenario hipotético de su mayor como el compañerito de clases con quien se hubiera besado a escondidas, resultando más peligroso que cualquier omega en celo. Su hyung y esa boca rosada irresistible que lo llama sin necesidad de palabras. Su pareja solo relame y Bin ataca. Sus bocas colisionan y sus lenguas resbalan al contacto, Jun se resiste a no hacer del beso una previa a follar, de esos que además de cosquillear en los labios hacen eco entre las piernas.

Ambos se contienen, incluso el mocoso afloja el agarre en sus caderas antes de compartir un segundo beso mucho más suave, más cariño y ternura que deseo caliente desbordando.

Para Soo es un alivio poder dormir con la nariz contra su cuello, respirando profundo para llenarse del aroma tostado. Yeon susurra que le causa cosquillas, pero sin intenciones de apartarse, en lugar de ello la risa ronca vibra y lo estrecha más firme entre los brazos.

Soobin confirma que el mejor sitio en el mundo está justo al lado de su hyung.
  
  

  
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El segundo día de celebración su familia se disgrega, su hermano irá con su novia a visitar a unos viejos amigos. Sus padres, invitándolos con cortesía, estarán en casa de uno de sus tíos. Soobin prefiere, sin necesidad siquiera de meditarlo, pasar el día junto a Yeonjun recorriendo Ansan, lejos de toda la tensión.

Su madre disconforme tuerce los labios en desaprobación, pero asiente diciendo que pueden ir cuando quieran a la casa de su hermana. Soobin no quiere. No quiere más conversaciones sobre cómo se le van los años y que le hablen de omegas. No quiere que su pareja —un alfa precioso— se sienta incómodo. Ya ha hecho demasiado al haber aceptado viajar a conocer a su familia.

—Disfruta el día con tu amigo, cielo —dice la señora Choi al despedirse.

La casa queda a solas, el silencio es realmente acogedor y la tensión comienza a disiparse. Soobin sonríe y eso es como una inyección de calma para Yeonjun que le devuelve el gesto con los labios cerrados. Todo mejora cuando el alfa más alto rodea su cintura, lo aprieta contra su cuerpo y por fin pueden compartir un beso con libertad.

El corazón del menor late raudo, todavía percibe la mezcla de aroma de sus padres. Ni siquiera cuando se besaban en las dependencias de la estación sentía ese tipo de energía circular por sus venas. Algo así como adrenalina, mezclada con el miedo y con esa sensación de que es un mocoso haciendo una travesura.

Está sentado sobre el regazo de Jun en el sofá de sus padres comiéndole la boca con ansias y balanceándose sobre su pelvis. Su novio sujeta su rostro y devuelve el beso con las mismas ganas.

Sus aromas comienzan a combinarse, Soo sabe que necesitará darse un baño en neutralizador.

—Si seguimos querré decirte que me folles sobre el cómodo sofá de tus padres —comenta Yeon con su voz ronca y mirada oscurecida rebosante de deseo— y no creo que sea buena idea —agrega haciendo acopio de todo el autocontrol.

—Cuando volvamos a casa te follaré muy duro —en contraste a su propuesta deja un beso suave y corto sobre sus labios húmedos. Apenas una presión blandita y superficial que provoca una sensación cálida expandirse por el pecho del mayor.

Volver a casa. A Yeonjun le gusta como suena. Le derrite el corazón la idea que Soobin conciba la noción de "hogar" a su lado. Es un manto de tranquilidad saber que su alfa ha dejado más que explícito que pese a todo seguirán juntos, que incluso la presión de sus padres no le ha hecho desistir.

Se siente hasta culpable por haberlo subestimado. "¿Fue suficiente o vivirás esperando pruebas?", regaña esa voz interna. Yeonno necesita más. Tampoco es que quisiera exigirle, pero sus inseguridades y un cúmulo de experiencias desastrosas le han hecho ser más receloso de que lo querría.

Fue suficiente. Lo único que pretende exigir es su tour personalizado por Busan.

—Estoy esperando el mejor tour por Ansan que me prometiste en la mañana.

—El tour no es gratis, ¿Cuál será su forma de pago, señor Min?

—Después podríamos negociarlo en privado —lleva sus manos hasta el cabello negro, acomodando un poco los mechones revueltos—. Que no parezca que acabamos de besuquearnos en el sofá —murmura sonriendo.

El ánimo compartido regresa, Soobin ríe desde su puesto al volante, cantando alegre, acompañado de la voz del otro alfa, quien no se resistía a seguir los coros. La primera parada que el menor remarca como lugar indispensable de visitar es el barrio de Siheung

Yeonjun pocas veces a visitado Ansan, una vez en verano junto a Yoongi y Kai, en otra ocasión cuando era niño y apenas tiene recuerdos episódicos de haberse bañado en la playa, de haber tragado agua salada y un dolor de estómago que hizo a su madre fruncir el ceño por comer más de cuenta paseando por el mercado. Sabe que visitó Siheung porque tiene fotos junto a su familia rodeado de casas pintorescas, ahora Soobin se encarga de crear nuevas memorias sujetando su mano, arrastrándolo a mirar murales y variadas intervenciones de arte callejero.

El alfa más alto le insta a tomarse más de una selca, pero tiene que recurrir a su máximo poder de súplica cuando quiere —con todo el deseo ardiendo en su el alma— una foto de su pareja al lado de unas adorables estatuas de gatitos.

—...Por favor, por favor, hyung —ruega con entonación infantil, alargando las vocales y mirada de cachorro triste—, por favor.

—Bien, detente, ya nos están empezando a mirar —responde caminando hacia los felinos, apartando la vista que se cruzó con un par de personas curiosas que estaban a su alrededor.

—Abrázalo y pon una cara adorable —pide sonriente enfocando con la cámara al alfa cuya cara es más seria que dulce—, esa no es una cara adorable.

La expresión del rubio se suaviza y Soo le exige a su pulso mantenerse firme, porque su mayor luce muy tierno con una pequeña sonrisa en los labios y ojos entrecerrados con arruguitas de felicidad.

Soobin, a diferencia de su novio, ni siquiera se hace de rogar cuando le pide una foto al lado de uno de los murales.

—Cuando era niño le decía a mi mamá que quería venir a vivir aquí, pero ella me respondió que definitivamente no —comenta mientras observan desde lo alto el barrio lleno de casas y colores, otorgándole mucha más vida al lugar.

Yeon se recarga contra su costado, susurrando bajito que le gusta, que es un buen lugar al que querría volver juntos, por supuesto. Bin con los latidos retumbando asiente y deja un corto beso en su sien, también menciona con los nervios que le hacen reír, que espera un tour por Seongbuk-gu a futuro.

Les gusta armar planes, idear salidas y viajes, ponerles una fecha estimativa, como salir de país estas o las próximas vacaciones, escapar otro fin de semana a acampar cuando sea tiempo de sol.

Soobin continúa con su guía de viaje por Ansan, recordando lo mucho que le gusta comer pescado fresco en el mercado. Yeon siente como si el olor del mar se concentrara en su nariz, pero a medida que avanzan en busca de un puesto para almorzar termina por habituarse, sumado a las personas que amables y persuasivas intentan ofrecerles productos y les conquistan con degustaciones.

La última parada del viaje es la playa, el menor insiste que no pueden ir a una ciudad portuaria sin acercarse al mar y caminar en la arena. Si el policía azabache no estuviera tan contento seguramente se habría quejado cuando los pequeñísimos y ásperos granitos entran en sus zapatos. Tampoco al momento que los percibe raspar su piel al colarse en su ropa cuando su pareja se sienta y Yeon se asegura un cómodo lugar con la cabeza apoyada en su muslo. Podría dormir arrullado con el ruido del oleaje y los dedos que rascan su cuero cabelludo, incluso gime ronco de agrado y le pide a su novio que no pare por nada del mundo.

Soobin continúa deslizando las yemas entre el cabello rubio, que brilla por el reflejo del sol, con la vista en el horizonte. Sin pretenderlo llegan recuerdos a su mente de las veces que sus padres hacía viajes a la playa durante las vacaciones. Su madre sujetaba su mano y le acompañaba a adentrarse en la orilla del mar, vigilando que aquel pequeño niño inquieto no llegara más lejos.

Esos viajes solían ser una especie de premio, ya que sus padres le recordaban a él y a su hermano que si traían buenas calificaciones a casa podrían pasar un verano divertido en lugar de estudiar.

Tiene en su memoria arraigada a sus padres exigentes, su madre especialmente. Siempre ha pensado que ella tiene un problema con el control, como si temiera cometer el fatal error de que algo escapara de sus manos, de que alguno de sus hijos se adentrara al mar y las aguas se los llevaran de su lado. No duda que quiere lo mejor —dentro de sus estándares—, como si fuera su misión personales asegurarles el futuro que ella considera ideal, incluso si eso incluía poner presión sobre sus hombros. Soo querría decirle que ya hizo su parte y el resto ya son sus elecciones, que descanse de su rol de madre y deje de postergarse.

A veces piensa si aún dentro de la mente de su madre influye esa ocasión en la adolescencia cuando sufrió su primer rechazo amoroso, lloriqueando frustrado y sorbiendo se quejaba de no ser atractivo, ni lo suficientemente bueno para llamar la atención de la chica que le gustaba, mientras la mujer peinaba con cariño sus cabellos castaños desordenados y después secaba sus mejillas rojas, declarando con seguridad: "Eres precioso, lo más precioso del universo", repitiéndole que además de ser un alfa precioso, tenía que levantarse y ser fuerte. "Un alfa tiene que ser fuerte". También trajo helado y se sentó a su lado diciéndole que le enseñara a "Jugar a esa cosa", señalando la consola, Soobin recobrando el entusiasmo corrió precipitado y a tropezones por los controles.

Su madre reía batallando por seguirle el hilo a la misión y emplear la destreza psicomotriz que requería un videojuego, admitiendo que había subestimado la complejidad de todo esto.

—Así tienes que llevar todo en tu vida, con la misma perseverancia que pones para ganar una partida, Soobinnie —se acuerda que su madre le dijo en otra de las ocasiones que se sentó a jugar a su lado.

—Entonces, ¿Puedo dedicarme a esto?  —preguntó medio en broma y medio en serio.

—No, cariño, tienes que entrar a la universidad.

Claro, a la universidad, pensaba el adolescente teniendo claro que canto, diseño o algo con artes visuales, fotografía que sonaba tan bien para él, no sería una elección que sus padres querrían pagar. Su madre quería verlo en medicina o algo que le diera orgullo decir. Era imposible medicina, no era mal alumno, excepto esa vez que sacó quince de cien puntos en el examen de matemáticas, pero su promedio no rendía para algo tan exigente como medicina y su paciencia tampoco —y en algún momento, sufriendo en aprender la materia de química para la escuela, sospechaba que su inteligencia tampoco rendiría—.

Policía sonaba bien a oídos de sus padres y les enorgullecía presumir a su hijo un atractivo oficial alfa.

Policía sonaba interesante para Choi que veía series detectivescas, armas y héroes en uniformes que lucían muy bien. Ilusamente creía que se trataba de ayudar, aunque no fue necesario que llegara el alfa insufrible a recordarle que la labor de un agente de orden del estado estaba lejísimos de ser así de altruista y menos perversa.

No se arrepiente, procura hacer su trabajo a consciencia.

...Además fue la elección que lo llevó hasta Yeonjun.

Aunque, así como planificar viajes, le gusta mirar escenarios hipotéticos como si hubieran sido estudiantes de música y por azares del destino se cruzaran por los pasillos de la universidad. Quizá se hubiera topado con un sunbae de cabellos decolorados y argollas en las orejas —a veces, cuando acaricia el lóbulo se fija en los diminutos agujeros que indican que ahí hubo al menos tres perforaciones—. Seguramente el aroma a café habría penetrado su olfato y remecido su interior justo como la primera vez que intercambiaron miradas.

Y si su hyung hubiera cumplido su deseo de terminar arquitectura y él alguna de las carreras que su madre soñaba...

Se imagina que lo hubiera contratado para diseñar aquella casa de ensueño donde habría querido vivir con su omega y varios cachorros —un símil a la casa de sus padres—, pero entonces ese alfa entraría a hacer y deshacer con sus ideales.

...Entonces ya no querría vivir en esa casa con un omega y cachorros, sino con perros y gatos correteando por el enorme jardín junto a su hyung a veces insufrible y otras tantas muy dulce.

Le gusta pensar que se conocieron en el mejor de los escenarios posibles.

Observa que Junnie dormita sobre su pierna. Mejilla apretada contra la tela del pantalón y ojitos cerrados, antes de abrirlos con pereza.

—Puedes seguir durmiendo.

—No, no tengo sueño.

—Mentiroso —tira suavecito de las hebras que brillan por el sol, enroscadas entre sus dedos.

—No tengo tanto sueño, sigamos paseando por donde quieras.

—Hay algunas cafeterías abiertas, te invito a una.

Yeonjun sonríe satisfecho ante la idea de un café caliente que le ayude a recobrar las energías. Le gusta como la expresión de su mocoso se contrae cada vez que prueba de su bebida amarga nulamente endulzada y le gusta todavía más la forma en que deja cortas caricias sobre su mano, dibujando el contorno de sus nudillos.

Gustar es una acción que queda pequeña al lado de la sensación de un beso cálido dentro del auto antes de encender el motor. 

De vuelta a casa de los Choi, Soobin enumera varios lugares que faltaron por recorrer. Mencionando que en verano deberían ir la playa Nanjido Beach y el parque Hwarang Tourist Site que suele visitar junto a su familia cuando se presenta la oportunidad.

—Podemos volver cuando quieras —afirma el mayor, aunque se tienta a sugerir que prefiere pagar un cuarto en una hostal porque está convencido que la señora Choi no lo quiere de visita una segunda vez. 

Soobin sonríe y estira su mano para acariciar la nuca de su compañero durante la pausa de un semáforo. Ansan alberga muchos de sus recuerdos. Pese a que se trasladaron a la capital él y su familia nuclear nunca se desconectaron de su ciudad natal, panorama de vacaciones y fechas festivas. Se siente feliz de estar ahí junto a su mayor.

Está oscureciendo y volverán a Seúl, a ninguno le complica manejar de noche, están acostumbrados y saben que se toparán con menos atochamiento por el camino. Soobin no puede decir que lamenta no haber compartido más rato con sus padres que estaban absorto en las celebraciones y que todo luciera perfecto.

Disfrutó con Yeonjun y siente que su madre lo reprocha apenas aparece en la entrada.

Lo reprocha por no haber compartido más con la familia como se supone que se celebra el año nuevo lunar.

Le reprocha por haber llevado sorpresivamente a ese alfa...Su pareja.

Su madre no se lo dice, pero lo siente a través de su mirada. Sus labios se curvan en una sonrisa nada genuina cuando se dirige a Yeonjun. Inevitablemente a Soobin le duele.

Ella se aparta del marco de la puerta para dejarles pasar, pero el alfa pelinegro permanece quieto, nervioso, mordiendo su labio inferior. No sabe de donde sale esa energía que quema por dentro, como si lo empujara a pelear, a buscar alivio. Tal vez nace del dolor. Quizá surge de sus deseos de ser fuerte y valiente, ya que siente insostenible quedarse de brazos cruzado mientras su madre transmite hostilidad muda hacia su pareja. 

Yeonjun no merece eso.

Soobin está convencido que Yeonjun no merece a alguien que no sea capaz de enfrentarse a sus propios miedos.

O más bien es Soo quien no se siente merecedor de estar al lado de Yeon y ofrecerle estabilidad si no es capaz de dejar de ser un cachorro asustadizo al amparo de sus padres jugando a ser independiente.

El señor Choi también los observa unos cuantos pasos más lejos de la entrada.

Soobin necesita hacerlo, si no es ahora no será nunca. Ha pasado por tanto como para tirarlo por la borda.

Es su maldita prueba de valor.

Necesita crecer.

Yeonjun lo mira preocupado porque su olor a miedo lo delata. Soobin estira su mano y entrelaza los dedos pálidos a los suyos. Se aferra y su hyung sin pensarlo, pura reacción innata, aprieta un poco más. La expresión de su madre se ensombrece.

Tiene a su hyung que lo sostiene.

Ahora o nunca.

Su garganta se contrae, no puede fallar, tiene que luchar contra su propio cuerpo que se paraliza cuando tratar de hablar. La energía caliente choca con el frío que viaja por su columna y es como una tormenta interna.

No quiere temblar como un cachorro asustado. No frente a sus padres.

"Ahora o nunca", se repite notando que sus latidos golpean en sus oídos.

Necesita hacerlo...

—E-es mi alfa —dice forzando su voz, está bloqueado frente la mirada incrédula de todos los presentes en la escena—. Este sujeto que ven aquí, es mi alfa...

Ahora que escucha el eco de la frase que acaba de soltar, piensa en la cantidad de palabras que pudo haber agregado, una oración sutil y con más tacto antes de arrojar semejante bomba...Aunque sabe que el resultado sería el mismo. Lo tiene por delante y puede olerlo antes que cualquier otra reacción visible.

—Si es una broma es de pésimo gusto, cariño.

A Yeonjun le falta el aire. ¿Qué locura está haciendo Soobin? De repente su pulso se dispara al cielo y nota el propio retumbar violento de su corazón galopando dentro de su cuerpo.

—No lo es, estamos saliendo —se aferra fuerte a la mano caliente de su novio, su cable a tierra, aquello que le dice que la pesadilla la está viviendo y no soñando.

Sus padres lo miran primero atónitos, luego sigue la decepción en los ojos de los Choi como si apenas procesaran lo que para ellos suena a la peor de las noticias. A los segundos siguientes se transforma en una ira silenciosa, una ráfaga de aromas amargos, agrios y picantes que expresan mejor que las palabras la mezcla de emociones de todos los presentes que intercambian miradas en medio de una atmósfera densa y un olor desagradable en el aire.

Yeonjun está alerta, con el pulso elevado, respirando el miedo de su pareja y la rabia de los señores Choi.

Las palabras duras y heridas de la señora Choi surgen como si rezara, una frase tras otra: "No es natural", "No está bien", "Tú no eres así", "Fue su culpa, él fue quien te convirtió en esto", "No tienes idea lo decepcionada que estoy de ti", "No te crié para que fueras un alfa desviado", "Esto es una vergüenza, la mayor que me estás haciendo pasar en mi vida".

—Suficiente, no es así...—intenta frenar la rabia de su madre que aumenta junto al volumen de su voz y todas esas oraciones cargadas de resentimiento que alguna vez escuchó que las dedicaba despectivamente a "esos desviados", como aquella vecina alfa, ahora iban directo a él, su hijo, a quien se supone que decía querer por sobre todo en el mundo, Soo siente deseos de decirle que es una mentirosa, ¿Y cariño incondicional? No lo enuncia en voz alta porque sabe que si lo hace sus ojos se llenarían de lágrimas.

El padre de Soobin está furioso, aprieta los dientes y Yeonjun nota que batalla para no sucumbir. Se acerca de todas formas, ignorando la rabia del rubio que brotaba espesa al ambiente. Su lobo está furioso, rasguñando su interior por salir, sintiéndose impotente de ver a su compañero lastimado. Jun tiembla por la ofuscación, también tiene una lucha interna con sus impulsos, aunque termina por explotar cuando el hombre sujeta brusco el mentón de su hijo queriendo descubrir su cuello.

No lo toque —no lo controla, usa la voz de mando y de un manotazo aparta el agarre del hombre mayor.

El señor Choi retrocede con la expresión que se deforma en una mezcla de rabia y sorpresa, un alfa más joven acaba de intimidarle con una sola orden.

La omega está inmóvil, una fastidiosa y pesada sensación paraliza sus músculos ante el mandato del alfa.

—Esto es una vergüenza, ¿Acaso ya te rebajaron a un delta? —gruñe quieto, sometido e iracundo el padre de Soobin.

—No te educamos para que te sometieras a otro alfa —dice la mujer con los ojos cristalinos y el rostro rojo de furia, apretando los puños con fuerza—. Ni siquiera te imaginas el daño que le estás haciendo a nuestra familia.

Yeonjun no soporta ver los ojos vidriosos de Soobin. Frágil, se está rompiendo y solo quiere abrazarlo para juntar sus piezas y que no se desarme, pero el menor levanta la mirada, terco y altivo. Su alfa sabe tomar sus propias piezas para ensamblarlas y encarar lo que sea aún si quiere romper en llanto.

—Ni ustedes a mí —dice con la voz clara, siente que por dentro tiembla, pero su orgullo siempre ha rozado las nubes, ahora no puede ser diferente—, al fin y al cabo, madre, tengo el valor para hacer lo que se me plazca con mi vida a diferencia tuya —le duele, pero a la vez es como quitarse una mochila pesada. Esa en la que sus padres fueron depositando todas sus expectativas y propósitos que intentó hacer suyos a la fuerza. No más, se prometió empezar bien.

Después de todo, si algo debe destacar es que la mayor enseñanza que le dejó su madre es ser perseverante y enfrentar las situaciones con valentía. Lo hizo. Esa si es una razón por la cual pudiera estar orgullosa de él.

Dentro de la mezcla de emociones vertiginosas, entre el miedo, la rabia, la tristeza, el alivio, Soobin puede afirmar que se siente orgulloso de sí mismo.

—Ve al auto, iré por nuestras cosas —enuncia en un susurro cortante.

—Puedo...

Bin niega y lo mira con sus ojos fieros y determinados, una orden muda de su alfa. Yeon prefiere obedecer y respetar el espacio que necesita su pareja.

Sabe que son pocos minutos, pero la espera comienza a ser desesperante, quiere bajarse e ir por él, pero no es necesario, lo observa acercarse a zancadas bruscas. El alto ni siquiera se molesta en pedir que abriera la maleta, arroja los bolsos llenos al asiento trasero y procura no desquitar su rabia con el pobre auto, cerrando sin azotar la puerta. Abrocha el cinturón y con la voz rasposa le dice a su mayor un corto "Vamos".

El mayor siente que la preocupación aprieta su garganta. El azabache se mantiene callado con las manos comprimiendo sus muslos. Percibe el cambio en su aroma, como el intenso picante y agrio de la rabia saturando su olfato se va atenuando, dando paso a la tristeza, tan consistente, fresca y ácida. Más limón que jengibre.

Se sobresalta cuando escucha que un sollozo quiebra el ambiente silencioso. El dolor y la angustia se traspasa como un torrente, su pecho se comprime y sus ojos pican. Aparca en el primer sitio que encuentra disponible, encendiendo las luces intermitentes. Mira como Soobin mantiene la mirada baja en sus manos empuñadas, sabe que llora porque sus hombros se sacuden ligero con cada espasmo que intenta reprimir.

Acaricia con suavidad la mano de su mocoso, justo por sobre los nudillos, seguramente blancos por la fuerza, hay poca luz, pero distingue lo cristalino de las lágrimas. El menor relaja la postura y sujeta la mano de su pareja sintiéndose sostenido con aquel gesto tan sencillo, pero que para él es enorme.

—L-lo siento, no quería que nuestros días libres terminaran en esto —dice con la voz ronca y congestionada.

—Soobinnie, no tienes que disculparte —niega acercando su otra mano a las mejillas mojadas y esponjosas, barriendo las pequeñas gotitas con las yemas—. Si quieres podemos quedarnos en algún hotel, de esos que tienen vista al mar que me decías que te gustan y mañana seguir recorriendo otros rincones de la ciudad, también puedo hablar con Jungk...

Volvamos a casa.

A casa. Soobin sólo quiere regresar y esconderse entre los brazos de Yeonjun hasta que la angustia se atenúe.

Quiere volver justo al lugar que está construyendo con su alfa. Su hogar.
  
  

°°°

¿Sorprendidos? Yo adoro el que Soobin por fin pudiese zafarse de todo el peso de sus padres, fue tan valiente que estoy, como Yeonjunnie, orgullosa de él :')

Siempre recuerden que primero son ustedes, así duela no contar con el apoyo de quienes amamos y se supone son nuestra "familia", así tengan miedo, ustedes son más fuertes y merecen felicidad siendo ustedes mismos.

Queda un cap antes del Epílogo y los extras uwu

¡Voten y comenten!❤️



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