XXIX. Límites

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Ha pasado más de una semana desde que viven juntos. Fue inevitable para Soobin contarle a su familia antes que su madre se enterara cuando hiciera una visita sorpresa y encontrara el lugar vacío o con nuevos arrendatarios. Claro que tampoco especificó que está viviendo con su pareja. "Un amigo, compañero de trabajo" "Compartir gastos y ahorrar" Y explicarlo así se sintió tan poco satisfactorio, tan incompleto, pero Yeonjun le recordaba que no tenían que decirle a todo el mundo.

A veces todavía tiene esa sensación de "Es turno de ir un par de días a mi apartamento", hasta que al minuto después recuerda que ya no tiene que ir a ninguna parte.

Está viviendo junto al oficial Choi.

—Imagina si te hubieran dicho meses atrás que terminaríamos viviendo juntos —ríe el menor con los brazos alrededor de la cintura de Jun, quien continúa con su simple tarea de llenar las tazas con café.

—Si me hubieran dicho meses atrás que me besarías en una oficina de la estación tampoco lo habría creído.

—Menos mal que te besé, quién sabe cuánto habría tenido que pasar para que tú te atrevieras a avanzar conmigo —dice con esa sonrisa de suficiencia que al rubio le gusta borrar a besos.

—No habría hecho nada, seguramente seguiríamos peleando con frecuencia y acumulando mucha tensión sexual.

—Te creo —afirma el pelinegro dejando pequeños besos en su cuello. No es que no se les dé fácil discutir, asume que es parte normal en la convivencia de dos personas tercas—. Lisa sunbae es una bruja.

—Lo sé, ¿Por qué a Jennie le dices noona y a Lisa no? —las tazas están servidas y la caja de donas sobre la encimera, pero no quiere romper el abrazo.

Quiere permanecer envuelto por su alfa un poco más.

—Me miró con espanto cuando lo intenté —responde riendo, acariciando el cabello rubio con la mejilla—, pero es una bruja, porque desde el principio de los tiempos dijo que parecíamos un matrimonio de viejos cascarrabias y que sólo nos faltaba vivir juntos, lo predijo.

—Quizas vio que tenemos un futuro obvio.

—¿Me estás proponiendo llegar a ser como un matrimonio de viejos cascarrabias?

—¿Quieres llegar hasta la vejez conmigo, Choi? —bromea con una sonrisa despreocupada acercándose a su boca.

—¿Tendrás la paciencia para aguantarme tantos años? —acaricia sus labios con los propios, aunque esa pregunta iba medio en broma y muy en serio.

—¿Me estás poniendo a prueba?

Jungkook emite un ronco "Mmh" asintiendo al segundo de entreabrir la boca y atrapar el labio superior de su mayor. Se unen en un beso ligero y suave, sólo jugando con presión de sus bocas y con risitas vibrando en la piel.

Comparten el café y las donas acurrucados en el sofá mirando televisión, pasan de un canal a otro, discutiendo sobre cuál programa dejar; al cabo de un recorrido largo terminan por mirar el matinal en el que aparece Taehyun enseñando a preparar un suave bizcocho de queso japonés.

—Hyung, prepara ese bizcocho para mí —dice el menor como si ronroneara mordiendo el trocito de dona con galletitas molida.

Soobin extiende la mano para acariciar la barbilla contraria, percibiendo contra sus yemas sensibles los ásperos vellos. Besa su mentón y delinea sobre su labio, Yeonjun aún no se afeita y si algo tiene que admitir es que le gusta esta imagen del mayor. Cabello desordenado, piel brillosa y el ligero asomo de un poco de barba.

Luego enjuaga su rostro con jabón, se afeita y vuelve parecer como si su piel fuera lisa como porcelana. Le gusta su Hyung imperfecto, con sus quejas matutinas y sin afeitar. Desordenado, perezoso y sonriente. Incluso encuentra cierta gracia y bastante placer en actos tontos como intentar exprimir un grano en su espalda, producto de haberse comido entre los dos un cheesecake de chocolate blanco y frambuesas mientras se daban una maratón de películas algunos días atrás, su novio con quejas lo apartó a codazos.

—Podríamos intentar prepararlo el fin de semana.

—¿Podríamos? —Bin cuestiona alzando la cejas.

—¿Piensas que lo haré solo mientras el cachorro mimado ve la televisión?

—El cachorro mimado podría pasar la aspiradora o planchar ropa.

—El cachorro mimado podría sacar la ropa de la secadora y ordenarla mientras preparo el almuerzo.

Hecho.

A Yeonjun le alivia lo fácil que resulta convivir, lo venía experimentando de antes cuando transitaban entre un apartamento y otro, ahora sólo venía a consolidarse. Aunque por sobre todo tiene que destacar que le encanta que consentirse mutuamente se vuelva casi como una competencia. No es justo decir que Soobin es el único cachorro mimado de la relación. Hay días que se funde y con pucheros consigue que su menor lo alimente —"Quiero conservar esas mejillas rellenitas", le decía, dedicándole largas sesiones de caricias acurrucados.

Desde la cocina escucha el diverso playlist de su pareja.

No resiste ir a dar un vistazo a la habitación que suena como a una fiesta. Mira desde el marco de la puerta al alfa azabache tararear y bailar despreocupado mientras acomoda la ropa doblada en los espacios del closet. Su cabello desordenado tapando su frente, la camiseta holgada que ondea con cada movimiento y la sonrisa alegre le dan un aspecto adorable que sacuden el corazón de Yeon.

Soo balancea el peso de su cuerpo con tanta gracia que el más bajo sólo atina a sonreír embobado. "Soobin, alfa hermoso". Podría acostumbrarse tan bien a que cada día siga siendo así. Que inunde la habitación con su fragancia ácida, fresca y picante rebosante de alegría y entusiasmo.

El menor nota la mirada de su alfa encima, la vergüenza sube de inmediato a su rostro, pero está tan contento que no tiene intenciones de detenerse, no pretende seguir bailando solo si acaba de llegar su compañero. Yeonjun se sobresalta al sentir que Soobin sin borrar la sonrisita coqueta envuelve la cintura con sus brazos fuertes y guía los pasos al son de la música pegadiza.

—Y-yah —se queja avergonzado tratando de coordinarse, intentando no enredarse con los pies ajenos—, Soobin-ah...

—¿Qué? ¿No sabes bailar?

—Claro que sé —bufa llevando los brazos al cuello de ese chiquillo alfa desafiante.

—Si me decías que no, no lo creería. Un par de días atrás te movías muy bien sobre mi regazo.

Enreda los dedos en las hebras negras y da un corto tirón de pelo. Bin ríe entre quejidos, ciñendo más firme. Jun se entrega y elige perderse en la melodía, en el roce y la presión contra su entrepierna, dejando al Choi menor guiar los pasos. Lo hace girar con tanta facilidad, elevándolo del suelo.

Podría acostumbrarse.

Después de todo, siente como si caminara en las nubes.
   
   

°°°

  
Llegan por la noche a su turno, que termina a mitad de la madrugada. Separan trabajos, por el bien de la productividad, incluso JungKook les ha hecho el favor de no dejarlos juntos con tanta frecuencia en los patrullajes como antes, el par de alfas coinciden en que es una tentación bastante grande querer darse pausas para besos y manoseos poco pudorosos. En especial desde el último patrullaje cuando el Dongsaeng dijo con su mirada y sonrisa traviesa: "Nunca he follado en un auto". La atmósfera era densa y caliente, Yeonjun se veía a sí mismo sobre un Soobin deseoso y desnudo en el asiento trasero.

Gracias a un llamado de un compañero señalando una dirección puntual por el radio patrulla fue que sus pensamientos sucios aterrizaron. Y no, no tendría sexo en el vehículo policial con su novio.

Aunque los coqueteos en medio de los breves momentos a solas en el trabajo seguían constantes. Les gusta arrancarse sonrojos mutuos.

Incluso ahora que observa al alfa ojos negros rebuscar entre los archivos viejos, y sin nadie cerca, no resiste hacerlo:

—Soobin-ah, tengo que confesar que el uniforme te hace ver tan jodidamente apuesto que te follaría aquí mismo.

—Deberías hacerlo —responde mordiendo su labio inferior y con una mirada hambrienta.

—Cuando lleguemos a casa, cariño.

—Lo esperaré con ansias, cielo.

—Estamos en medio del trabajo, amores —interrumpe Lalisa con una mueca de burla y las cejas en alto, haciendo brincar a ambos sujetos con expresiones sorprendidas—. ¿Quieren que se entere la estación entera o sigue siendo un secreto? Si es esto último, no saben guardarlo.

Otras veces Soobin se acercaba a su oído mientras llenaba fichas concentrado y le susurraba cosas como "He fantaseado que me pongas un par de esposas, oficial Choi".

Yeonjun lo resume tan simple como que esa relación le hace sentir malditamente bien. Toda esa intimidad y compañía con la que había estado fantaseando.

Se halla a sí mismo a la espera que termine el turno, poder regresar al apartamento y dormir arrimado a su novio alfa, asumiendo que una alocada sesión de sexo quedaría postergada por el cansancio acumulado.

Y todo se cumple como lo planifica en su cabeza, llegan cuando el silencio reina en el edificio y los pasos los guían directo a la cama. Soobinnie lo abraza con las piernas y las manos tibias van directo a dejar caricias en su cuello, gimoteando que está exhausto, contándole la anécdota de haber tenido que interrumpir una fiesta de ruidosos adolescentes en un antro donde le vendían alcohol a menores de edad.

—Hyung, fue muy divertido. Un chiquillo quedó noqueado después de chocar contra la pared intentando escapar, estaba puesto hasta las cejas —relata con su voz suave y entre risas—. Llevamos a un par de alfas revoltosos que estaban peleando con botellas rotas y ese que se veía más rudo lloraba como un niño suplicando que no llamáramos a sus padres, ¿Y adivina qué? Es la mejor parte.

—¿Qué? —murmura sonriendo también.

—Ese chiquillo es hijo de un senador, fue todo un revuelo dentro de la estación, JungKook hyung tuvo que hablar con él y varios estábamos fuera de su oficina intentando escuchar.

—Mi patrullaje no fue ni la mitad de entretenido que eso —bosteza con cansancio—. ¿Y qué pasó después?

—Jungkook hyung se veía abatido y ese crío sólo se llevó una multa que su padre furioso tuvo que pagar, escuchaba al señor gritarle que se fuera olvidando de tener un auto y un viaje de vacaciones.

—No aguanto a los mocosos malcriados.

—Una vez me llamaste Mocoso malcriado —hace un puchero.

—No lo recuerdo, pero de seguro hiciste algo y lo merecías.

—Yah, Hyung. Merezco muchos mimos, no que me digas así.

—Buenas noches, Mocoso —sentencia como diciendo "A dormir"— adorable.

—Buenas noches, Hyung gruñón —lo comprime un poco más y el otro se remueve buscando una posición cómoda.

Jun por fin puede decir que está disfrutando un invierno, y no quiere que termine.
   

   
°°°

  
  
Soobin despierta emitiendo un ronco ruido de satisfacción cuando siente unos dedos acariciando con suavidad su cuero cabelludo y puede afirmar con total seguridad que toparse con la mirada afectuosa de Yeonjun es una de las mejores cosas que ofrece la vida. No dice nada, simplemente se dedica a rascar suavecito, enredando los dedos entre los mechones negros. El menor percibe su corazón latiendo agitado, una presión en su vientre, calor inusual por todas partes.

Le gustan mucho los mimos y puede disfrutar durante largo rato de recibir caricias y besitos suaves mientras se arrima a su pareja, simplemente deleitándose con un placer sencillo como lo son los toques inocentes e intercambio de miradas que transmiten el cariño desbordante, pero por más que quiere permanecer así y no darle razones a su compañero para que con burla le diga que es un chiquillo hormonal, tiene unas intensas ganas de romper la atmósfera y transformarla con besos duros en algo caliente y descontrolado.

—Soobinnie —lo llama para arrastrarlo de vuelta al planeta tierra—. Hueles más intenso —comenta olisqueando su cuello ácido y picante, presionando la piel con los labios.

El alfa más joven cae en cuenta que está sujetando firme las caderas estrechas del mayor y presiona su entrepierna semi dura contra el muslo ajeno. El beso en el cuello viene a ser un estremecimiento directo a su cuerpo particularmente receptivo.

—Hyung, tócame un poco —pide, pero suena más demandante de lo que pretende. No puede evitar empujar contra su pierna.

—Mientras nos duchamos te echo una mano —acepta dejando un fugaz mordisco suavecito en su labio inferior.

Y pese a que el orgasmo que alcanzó en la ducha fue exquisito frotándose entre las piernas de su Hyung, las ganas de follarlo permanecían, siempre están, pero esta vez queman y cosquillean en su estómago.

Se nota distinto, incluso ligeramente —bastante— más irritable, no quiere sentirse así, ni siquiera hay razón para ello. No deberían sentir ganas de saltar sobre el cuello de Baekhyun que sonríe y conversa animado con Yeonjun, quien le devuelve el gesto.

Le enoja su propio enojo injustificado.

Los dos alfas voltean a mirarlo extrañados y Soobin prefiere hacerse el desentendido y alejarse. Percibe su propia esencia intensa.

¿Tan rápido pasaron los meses?

Parpadea incrédulo haciendo cálculos mentales.

—Soobinssi, ¿Estás cerca de tu celo? —pregunta Jennie caminando a su lado con varias carpetas bajo el brazo—. Tu aroma, el jengibre se siente más fuerte que el limón...

—Sí, creo que sí. Debería de llegar entre hoy o mañana —confirma porque se nota distinto. Sus sentidos están más agudos, incluso el aroma de Jennie lo siente más dulce.

—Podrías pedir el día libre —sugiere su compañera.

Lo hará, pero antes quiere hablar con Yeonjun para que coordine el suyo y poder pasar su celo con él. Asume que debiera ser así, son pareja después de todo y su lobo inquieto quiere a su compañero al lado, porque ahora prueba que, si bien nota muchos aromas dulces y exquisitos de los omegas con quienes se cruza durante la ronda junto a Jennie por el centro comercial, no es lo que ansía.

Lástima que su mayor parece no estar exactamente dispuesto a seguir su plan perfecto.

Primero: El día libre.

—No puedo pedir el día completo, pero hablé con Kook para tomar un turno en la mañana, así vuelvo por la tarde para estar contigo —comenta mientras saltea la carne mezclada con las verduras, esperando que el Dongsaeng entienda. No es que no quiera, pero tiene que asistir a una reunión como representante de su jefe a mediodía.

—Bien —dice a regañadientes, sintiéndose frustrado como un mocoso consentido frente a un no.

Segundo: El supresor.

—Toma un supresor —le recuerda el rubio repartiendo la comida en dos platos y guardando en resto para recalentarlo mañana.

—No me gusta tomar supresores —se queja. Desde la adolescencia que no los toma, quizás un par de veces como medida extrema, pero en general no veía la necesidad cuando podía estar junto a un omega dispuesto a aliviar su necesidad.

Por favor, toma un supresor —repite tratando de no sonar duro. Tenía que recordar que Bin no sabía cómo es pasar un celo con otro alfa. Su aroma no ayudaría a apaciguar la energía de su semejante, es más, lo instaría a llegar más lejos, su propio lobo lo tomaría como un desafío y no está dispuesto a una batalla de instintos donde puedan acabar con una irrevocable mordida profunda.

Ha escuchado algunas cuantas historias desastrosas de alfas que habían decidido ponerse en riesgo de compartir celos y ninguna era exactamente feliz, sino más similar a un encuentro bélico de fuerzas. "...Y así mi ex-novio me volvió un delta", relataba uno de los chicos universitarios que asistían a las juntas —Taehyun le comentó que pronto harían una con los viejos fundadores y tenían que estar ahí—.

—¿Por qué? —demanda con un evidente olor agrio a molestia.

—Soobin-ah —aunque tuvo que morderse la lengua para no comenzar con un tosco "Mocoso" producto de su paciencia al límite—, es riesgoso, no creo tener el poder de calmarte como lo haría un omega.

—No necesito un omega, te quiero a ti, puedo controlarme.

—Toma un supresor, de todas formas pasaré la tarde y noche entera contigo y follaremos como se te antoje.

—Nunca he marcado a un omega durante mi celo.

—Es diferente, ¿Puedes confiar en mí? No te lo digo por mero capricho.

Esa frase duele un poco. No es que no quiera confiar...

Simplemente lo trae de vuelta a una realidad que desconoce y que su Hyung no. No tiene idea de lo que implica llevar una relación con otro alfa y lo ha intentado a ciegas, entregando cariño y comportándose como lo haría con quien sea que fuera su pareja, pensando: "Alfa, beta, omega ¿Qué tan diferente puede ser?".

Avergonzado de lo caprichoso que comportó durante toda la cena frente a la paciencia de su mayor, se acuesta con las piernas recogidas. El calor que incrementa en su vientre, sumado a la tensión de su lobo molesto y exigente. Yeon lo rodea con un brazo y se apega a su espalda, besando su cabeza.

—Hyung, ¿Puedes tocarme? Estoy caliente como el infierno —se atreve a pedir bajito.

—Haré algo un poco mejor.

De un momento a otro Yeon le pide que se reacomode, se pierde bajo el cobertor, las manos sujetan sus muslos y los cabellos cosquillean en su piel. Suspira en anticipación y gime fuerte cuando se percibe envuelto en calidez húmeda y tersa. La presión de su lengua junto a cada movimiento envían fuertes descargas naciendo desde la ingle, quemando en su vientre lleno de cosquillas, no puede contenerse de empujar, de sujetar su cabeza y follar su boca hasta final. Su Hyung no se queja, sólo gruñe y las vibraciones son un aporte delicioso hormigueando por la extensión. Emerge con el cabello revuelto y las mejillas tan rojas como sus labios hinchados.

Yeonjun es hermoso.

Ese sujeto hermoso es su pareja y lo consiente aún después de reclamar y farfullar por algo que no es injusto, sabiendo que no todo puede ser como lo desea, pero negándose a terminar de aceptarlo.

Su novio pudo haberse acostado dándole la espalda como solía hacerlo si algo le molestaba, pero no, lo mira con cariño y alivia su necesidad.

Se acurruca contra el pecho de Jun y abraza una de las piernas delgadas entre las suyas. No quiere espacio separándolos, quiere cubrirse de su aroma a café y dejar el suyo en el mayor.

—Gracias, Hyung.

Yeonjun vuelve a besar su cabeza, musitando un "Duérmete", pensando en que mañana le aguarda una tarde intensa con un enérgico cachorro alfa insaciable. Espera que le haga caso y se trague un maldito supresor, que no duda en dejar como recordatorio en la mesita al lado de la cama antes de partir temprano a cubrir su turno en la estación.
   


 
De ser cualquier día en su calendario diría que despertó bien y feliz después de la encantadora forma en que su Hyung le dio las buenas noches, pero sus hormonas y el calor en su organismo le dictaban los contrario, le señalaban que no había forma de saciarse hasta que Yeonjun trajera su pálido culo a casa.

Cada medio año su cuerpo junto a su animal interno deciden demostrarle que sus emociones y síntomas físicos están fuera de su control. Lo sabe, no puede hacer un manejo consciente y fácil de su rabia, porque tiene una necesidad quemando y no obtiene lo que quiere para llenarla.

Mira la caja de supresores en la pequeña mesa y bufa. Siente que a su lobo le ofende negarle el único momento en que deja que guíe sus acciones sin inhibición, que haga de su cuerpo una herramienta para su satisfacción tan merecida.

La frustración permanece. Le enoja mirar esa maldita caja. Le enoja también que su pareja no esté a su lado.

No es justo, pero de todos modos le enoja que Yeonjun no haya pedido el día libre.

Siente su aroma amargo y tostado concentrado en la almohada mezclado con el suyo, hunde su rostro en la afelpada textura, ni siquiera lo medita antes de llevar la mano bajo su ropa interior y tirar de ella. Empuja sobre su palma, ciñe con sus dedos e inhala profundo llenándose de su olor.

Café. Le encanta. Un gusto adquirido y que ahora no puede dejar. Su lobo no está llamando a un omega, gruñe y reclama por su compañero ausente.

Su Junnie debería estar ahí tocándolo.

Moja dos dedos dentro de su boca y los entierra en su culo. Cierra fuerte los ojos y jadea contra la almohada, masturbándose con fervor, pronunciando el nombre de su pareja con la voz rasposa, como si fuera un llamado.

Los supresores siguen ahí, pero pasa de largo por su lado, buscando ropa limpia y cómoda antes de ir al baño por una apremiante ducha semi fría.

Almuerza de mala gana, notando esa disconformidad interna, sabiendo que a medida que deja que pasen las horas su animal se vuelve más indomable.

Regresa a la habitación para cambiar la sábana y ahí está la maldita caja de supresores, a su lado un tubo de lubricante casi vacío. Irá a comprar antes que llegue su novio.

"¿Puedes confiar en mí?"

Esa frase lo condena.

Maldice para sus adentros y bruscamente saca una pastilla del envase metálico. La frase resuena en su cabeza y llena medio vaso con agua para tragarla.

"Bien, estoy confiando en ti", quisiera responderle.

Ahora el supresor le ayudará con la tensión que genera en sus músculos esa rabia irracional, atenuará el calor en su cuerpo producto de aquel intenso apetito sexual y hormonas alborotadas que lo llaman a tocarse otra vez embriagándose de prendas que conserven el aroma amargo de su alfa.

Lentamente los supresores lo aminoran, le permiten salir civilizadamente a comprar un par de tubos de lubricante, pero no hacen desaparecer los síntomas por completo y su lobo sigue inquieto, gruñendo, sintiéndose cautivo y solo.

Procura hacer del paseo una caminata lenta, toma la ruta larga de vuelta al apartamento, intentando despejarse sin éxito. Cuando llega con la bolsa colgando en un brazo, su corazón da brincos ansiosos porque el rubio ha vuelto. Escucha la regadera y tiene que contener las ganas de querer entrar a zancadas al baño a buscarlo. Deja su compra sobre la mesita junto a la evidencia del supresor que sí se tomó y espera a que Yeon salga.

Los minutos sentado sobre la cama sólo consiguen que su imaginación sugiera juegos y posiciones, que evoque lo placentero que es penetrarlo, bastan un par de pensamientos para que los tironcitos que hormiguean calientes terminen por endurecerlo bajo la ropa interior.

Se toca lento sobre el pantalón de buzo, acunando la forma larga y sólida en su palma mientras el deseo lo consume vivo.

—Hasta el baño siento tu aroma picante —comenta Jun con una pequeña sonrisa, disfrutando del olor a jengibre mezclado con el limón hormigueando en su nariz.

Soobin mira maravillado el cuerpo compacto y firme, los ojos están siguiendo en bajada desde el pecho, a su cintura pequeña hasta las caderas estrechas. La toalla arruinaba el paisaje.

—Quítate eso y ven conmigo —lo llama suavemente, controlando la necesidad desbordante.

—Hueles muy, muy bien —dice con la nariz en su cuello, sentándose sobre su regazo.

Soo sujeta su rostro sin cuidado, comprimiendo esas mejillas esponjosas que le encantan y lo sumerge en un beso brusco, con mordidas y lengua que invade. Yeonjun se siente devorado, respirando apenas cuando el otro alfa acaricia profundo el interior de su boca. Le resulta imposible no darse cuenta que desprende esa aura de depredador.

A tirones con manos inquietas le ayuda a quitarse la ropa. Los besos y los forcejeos ásperos continúan. Batallan, intentando ver quien logra someter al otro, quien logra tomar el dominio de la situación. Duele, pero lo disfrutan.

Su lobo arquea la espalda y levanta la cola como en posición de juego, sin entender a cabalidad la necesidad imperiosa de su par.

Soobin apresa bajo su cuerpo a Yeonjun, quien siente todo el peso del azabache sentado sobre su espalda y las rodillas que aprietan sus brazos contra el colchón.

—Me gusta mucho devolver favores, Yeonjun hyung —dice y procura abrazarlo fuerte con las piernas para mantenerlo inmovilizado.

El mayor de los alfa está atrapado, removiéndose, duele cuando trata de impulsarse para quitárselo de encima, presiona la superficie blanda con las palmas e intenta arrastrarse para salir, tampoco lo consigue, pierde fuerzas cuando el ojos negros separa sus nalgas y hunde su rostro. Gime de sorpresa y tiembla, no puede reaccionar de otra forma cuando siente las lamidas cortitas antes de empujar su lengua lo más que puede. Está tan tenso que sus músculos se contraen.

—No tienes que seguir luchando, puedes rendirte —susurra con su entonación tranquila y sedosa—. Relájate para mí, disfruta de cómo tu Dongsaeng devora tu precioso culo.

Yeon vuelve a gemir cuando lo siente entrar nuevamente, moviéndose lento, sin ir profundo, apenas un caricia suavecita que cosquilleaba por toda la zona. También percibe la erección caliente hacer presión en su espalda y la fricción sobre su piel a medida que Soobin se balancea ligero a la par que deja sonoros besos antes de una pequeña succión a la piel sensible y hundir la lengua nuevamente.

Bin coge el tubo de lubricante para mojar sus dedos, hundiendo dos de ellos en la cavidad estrecha. El rubio se retuerce bajo su cuerpo, pero no reclama, sólo emite ruidos rasposos y alza las caderas para buscar más del tacto ajeno. Vierte otro poco del líquido transparente y agrega un dígito más.

—Estoy listo, Soobin-ah —indica con el calor concentrado en la región inferior de su cuerpo, ansiando recibirlo.

El más alto afirma sus caderas y lo penetra con un movimiento rápido que hace jadear ahogado a su pareja por la invasión repentina. El alfa más joven no detiene los empujes, envuelto por los músculos firmes que acogen tan bien a su pene rígido. La presión y el roce estrecho envían descargas electrificantes que abruman sus pensamientos, pero a la vez incrementan su sensibilidad, sus nervios están llenos de estímulos y se siente morir de la mejor de las formas posibles.

Acerca su rostro al cuello, el aroma a café llena su olfato, apega su mejilla contra la piel mojada, su razón se nubla cada vez más, no encuentra que sea posible procesar ideas elaboradas cuando está vivenciando tanto. Cada sentido embotado. El sabor amargo llena su boca y no resiste a degustar cada parte expuesta, mezclándose con la sal.

—Espera —susurra cuando de lamidas y chupones comienza a dejar mordiscos prolongados—. Detente ya, Mocoso —gruñe incómodo al segundo que siente pinchazos fuertes por la presión de los dientes tratando de perforar la piel—. Detente y aléjate —no le gusta usar la voz de mando, pero el dolor fue una señal clara de que acaba de lastimarlo.

Soobin retrocede abruptamente, apenas procesando que el sabor de la sangre se expande en su boca. La voz de mando resonó fuerte remeciéndolo por dentro. Pasó por varias fases en pocos segundos, partiendo por la confusión, luego la rabia y el orgullo herido de su animal que no comprendía el porqué del rechazo. Finalmente se siente como el cachorro regañado y arrepentido que sabe que hizo lo que no debía.

Mira con sorpresa una herida rojiza, superficial y abierta, no alcanza a ser profunda como para conformar una marca, pero guiado por el calor y el instinto había tratado de enlazarse.

Su lobo anhela un lazo que es imposible con su compañero.

Sobrepasó los límites de la confianza que le entregaba Yeonjun a plenitud dejando el cuello a su alcance.

Quiso tomarlo todo cuando desde el principio el no marcarse había sido explícito.

Lo entiende, no sólo Soobin, su lobo también logra comprender que se ha excedido, que su compañero además de ofuscado reaccionó asustado y herido.

No quería ponerlo en una posición en que necesitara defenderse de él.

Su animal gimotea triste al notar que su compañero receloso guarda distancia y el alfa pelinegro expone su cuello como señal de paz. Yeonjun acepta, acerca sus labios y sus dientes tocan la piel para morderlo suavecito, murmurando: — Mocoso tonto —acaricia la piel con la punta de su nariz inundándose del olor cítrico—, cachorro sin autocontrol, ¿Tanto quieres marcarme, alfa? ¿Sabes que pasaría conmigo si me vuelvo un delta?

Soo traga saliva. No quisiera que la esencia tostada y amarga disminuyera, le encanta que llene la habitación, que sea un estimulante en su sistema. Le gusta la fuerza de su Hyung, no quiere que su compañero lobuno se debilite por forzar un lazo que al fin y cabo no sería jamás como el que formaría un alfa con su omega. Tampoco querría exponerlo al juicio social y la discriminación a la que suelen someter a los deltas.

Sólo quería un lazo. Quería ese refuerzo que le hiciera sentir a Yeonjun como suyo.

Pero no puede. Quiere a Yeonjun como alfa. Su lobo quiere a su compañero alfa. No puede reclamarlo como lo que no es, ni será.

Es un alfa.

Es orgulloso.

Es dominante.

Es tan territorial como él mismo.

¿Entonces qué?

Lo ha tenido en frente todo el tiempo. Yeonjun le concede la ilusión del control, a veces lo ceden, en otras ocasiones pelean por este y eso terminó siendo lo que lo cautivó en su dinámica con el rubio. El continuo desafío que estaba buscando y al mismo tiempo la calma de tener un compañero firme a su lado.

—Lo siento, Hyung, tenías razón... —suspira dolido— Pasar un celo juntos puede ser un desastre.

No es que Yeonjun no quisiera un lazo con Soobin. Le gusta que sus aromas se mezclen, le encanta saber que hay compatibilidad y que sus animales se aceptan, pero no pueden pretender emular una relación alfa-omega —que varias veces termina con deltas con el corazón y el orgullo heridos—, cuando lo obvio es que son dos alfas y tienen que buscar otra forma de funcionar, de reforzar el cariño y el vínculo que están creando.

—Y pensar que ni siquiera querías tomarte un supresor.

—Hyung, yo sólo quería... Lo siento.

—Ven aquí —extiende los brazos llamándolo a acunarse en ellos. Binnie lo rodea con fuerzas.

—Eres un mentiroso, Hyung —dice bajito tras unos minutos de mantenerse quieto y aferrado a su pareja.

—¿Y en qué se supone que mentí?

—Dijiste que no tenías el poder de calmarme como lo haría un omega —comenta con la mejilla recargada en su pecho—. No necesitas ser un omega para hacerlo.

Mocoso tonto.

—Lo siento —repite bajito. 

Jun es tan blando cuando se trata de Bin, mira esa expresión de cachorro triste que lo incita a llenarlo de besos. Lo hace, sujeta su cara y deja cortos toquecitos de labios por su nariz y las mejillas.

Su lobo lo impulsa a animar a su compañero regañado. No está hecho para el resentimiento —a diferencia de su humano—.

El pelinegro disfruta de los labios que permanecen apoyados sobre su cuello, la respiración tibia de su mayor le hace cosquillas.

—Me gusta tanto como hueles —menciona apenas audible, abrazándolo, sintiendo la piel caliente sobre la suya.

—Hyung —pronuncia ahogado con la presión que genera un viaje de sensaciones placenteras por su cuerpo. Quiere preguntar si pueden continuar, pero una inusual timidez traba sus palabras, como si todavía no dejara de autoreprocharse el haber intentado marcarlo, por lo que él y su lobo impaciente esperan una señal de su compañero. 

—Pedí el día libre mañana, pensando en permitir una locura, no hagas que me arrepienta...—dice con los nervios encima, no es exactamente una buena idea y hace bastante que no lo intenta—, sólo por hoy te dejaré llegar al final, pero tienes que prepararme mejor. Si no lo haces bien y me duele demasiado nunca más te daré permiso, jamás de los jamases.

Yeon le entrega el tubo de lubricante, Soo sigue con la boca entreabierta, viendo a su novio separando las piernas mostrando ese pequeño agujero que necesitaba llenar, partiendo con sus dedos. Disfrutando de juguetear y tantear las paredes cálidas y mojadas.

—No pensé que durarías más de cinco minutos preparándome, te estaba subestimando —comenta al cabo de un rato, volteando boca abajo a petición del alfa orbes negros, dejando el trasero en alto.

—¿Cómo podría aburrirme con esta vista? Puedo contemplar y mimar tu precioso culo por horas —continúa masajeando su interior, empujando más fuerte para escuchar el sonido húmedo y obsceno del lubricante que gotea por sus dedos—. Dime cuando te sientas listo, mientras seguiré dilatando.

Yeonjun tuerce el cuello para mirarlo y nota que su mocoso sonríe de esa manera traviesa y hambrienta que provoca un estremecimiento bajar por su espalda. Soobin moja un poco más el pequeño agujero, introduce índice y medio con amplios movimientos circulares, agrega un dedo más de la otra mano y con descaro estira con bastante morbo y sin ganas de perderse de ningún detalle de su resbaladizo interior, sintiendo enseguida que los músculos se contraen.

—¡Yah! —se queja avergonzado e intenta patear su rostro, logrando rozar su mandíbula mientras el otro se ríe tratando de esquivar el siguiente golpe—. N-no tiene que abrirme así, maldito Mocoso.

—Pero Hyung —hace un pequeño puchero—, tengo que prepararte muy bien, necesito que estire para mí.

—No digas nada más o terminaré arrepintiéndome —masculla con las mejillas ardiendo antes de enterrar el rostro en la almohada.

—Te estoy preparando con mucho cariño —dice con dulzura e inocencia fingida, incluso deja un pequeño beso sobre la tersa superficie de una de las nalgas.

Continúa trabajando con sus dedos, los mete lo más profundo que puede y los saca, disfrutando del lascivo espectáculo cuando la hendidura dilatada vuelve a estrecharse. Jun es un bonito concierto, desde los ruidos más guturales, gemidos rasposos y su nombre con la voz ronca cuando empuja sobre su próstata, hasta los sonidos más agudos cuando añade otro dedo o cuando vuelve a estirar y se queja avergonzado.

—Está bien, puedes meterla —dice aún con la cara contra la almohada acolchada—. Un par de cosas, primero, avísame cuando estés cerca para no quedar en una posición incómoda, segundo, quiero correrme después que el nudo se forme.

El más joven asiente como el chiquillo obediente que no siempre es. Vierte más lubricante sobre su erección, sujeta las caderas pequeñas y empuja contra el ano mojado de su alfa. Podrá llegar hasta el final, la sola idea cosquillea desde la base de su pelvis subiendo a su vientre. Su lobo impetuoso lo ansía, quiere a su compañero rindiéndose esta vez, incluso olvida que su orgullo fue herido.

Los dedos se hunden en su piel y el más alto lo folla brusco y con la necesidad acumulada. A Yeon le gusta como presiona los nervios sensibles con cada movimiento que hace chocar su pieles y lo fuerza a mantener los codos firmes para conservar el equilibrio. Tiene que concentrarse cuando una fuerte tensión le avisa lo próximo que está de correrse, sostiene su peso en un brazo y con la frente apoyada en la superficie, emite un pequeño gemido frustrado cuando lleva su mano hasta la base de su pene y aprieta para retrasar el orgasmo. Todavía no puede, aunque el alfa le hace la tarea complicada porque no se detiene ni un solo segundo, siente esa energía, aquella que viene desde lo más instintivo, del animal en un periodo insaciable, golpeando fuerte bien adentro. Incluso los gruñidos y gemidos del azabache tienen algo de salvaje que lo estremece y hacen que su propio lobo decida que esta vez sea buena opción agachar las orejas.

—Estoy cerca —advierte con lo poco que logra razonar cuando las paredes calientes responden con pequeñas contracciones cada vez que empuja sobre la próstata de su pareja.

Soobin sale de su interior y Yeonjun voltea, acomoda uno de los cojines en la parte baja de su espalda, estirando las manos para atraer de vuelta a su Dongsaeng, quien lo penetra con un solo movimiento rápido y continuo.

Arremete un par de veces más y el nudo se forma, para Soo es como estar en un lascivo paraíso. Mira la expresión de Yeon, mandíbula tensa y dedos rígidos que se entierran en su espalda, aquellos ojos pequeños están cerrados e intenta regular la respiración.

Yeonjun trata de mantenerse relajado, o al menos lo más que puede mientras la sensación tirante y dolorosa expande su interior. Había olvidado lo desgarrador de llegar al final. Prefiere continuar con los párpados fuertemente apretados, concentrado en la forma que percibe cada centímetro de su alfa hacer presión por dentro, estimulando cada nervio, artífice de las señales tortuosas y placenteras que hacen viajes de ida vuelta al cerebro y luego al resto de su cuerpo, en especial a toda la zona pélvica, una y otra vez a la espera que se deshinche.

Soobin sujeta su rostro, Yeonjun abre los ojos empañados con lágrimas y mira esos labios trazar caminos por sus mejillas.

—¿Duele mucho? —limpia esos ojos vidriosos con cuidado.

—Duele —corrobora, no es el dolor físico más terrible que ha sentido, pero no deja de ser menos.

La primera vez dolió como el demonio y creyó que moriría o como mínimo que terminaría con toneladas de vergüenza visitando un médico para un enorme sermón de prácticas sexuales riesgosas, si es que además no lo juzgaba por sus inclinaciones —no fue al médico, pero usó una pomada que le recomendó Yoongi riendo al otro lado de la línea cuando le contó, además de sugerirle que llevara una vida sexual más delicada o nula por un tiempo—. La segunda un poco menos porque se preparó más. La tercera dolió de todas formas, aún con preparación aún más extensa y siguiendo los consejos de un delta que asistía a la juntas, al menos tenía la certeza que se vivía para contarlo y, en algún punto, se llegaba a sentir bien, doloroso, pero bien.

Nunca deja de doler, aunque los grados varían, tampoco es que lo hubiera hecho tantas veces, si no es usual aceptar una penetración de otro alfa, muchísimo menos arriesgarse a tolerar un nudo.

—Pon a prueba tu especialidad, haz que suplique por correrme —susurra con la voz rasposa una vez que su cuerpo se ha adaptado la invasión dolorosa.

—Será un placer —besa castamente sus labios y sus manos suben por las costillas hasta llegar a su pecho, concentra lentas caricias por las pequeñas aureolas antes de pellizcar— ¿Te he dicho que me encantan?

Jun se limita a responder con un jadeo entrecortado, exponiendo su cuello con los ojos cerrados. Es una tentación enorme, sus encías todavía pican por enterrar los colmillos, pero su Hyung dejó claro que no es lo que quiere y no porque no lo quiera a él, reparte besos, lamidas y pequeñas succiones. Acaricia con cuidado la zona donde dejó una herida superficial, susurrando nuevamente bajito un "Lo siento".

Binnie ha comenzado un camino de caricias que son un preámbulo, el mayor observa que lame sus dedos y vuelve a pellizcar uno de los pezones duros, resbalando entre las yemas mojadas. Una sensación caliente bulle en su estómago cuando esos grandes ojos oscuros del menor lo miran con lujuria concentrada dejando que la saliva humedezca la palma amplia y caliente antes de cubrir parte de la extensión de su pene con subidas y bajadas por la piel afiebrada. El más bajo arquea un poco la espalda, pero trata de no moverse brusco en tanto su pareja continúa tocando, dibujando con el pulgar los relieves, presionando sobre el frenillo, trazando círculos en el glande a la par que chupa su labio inferior.

Lo sumerge en un beso lento y necesitado, de esos que le transmiten a Yeon que su Mocoso planea matarlo dejándolo sin aire. Apenas se separa unos segundos, como si fuera un acto de piedad dejar que tome una breve bocanada, y ya tiene su lengua dentro, acariciando blanda y escurridiza, cuando quiere asirse siquiera un poco de todo el control que ha cedido, Soo muerde y succiona su lengua, luego sus labios y su vida entera.

—Estoy en mi límite —dice suspirando con los estímulos, siente el palpitar de la sangre acumulada.

—¿Y qué puedo hacer por ti, Hyung? —pregunta con sensualidad rozando sus labios.

—Por favor, Soobinnie...

—¿Por favor qué?

—Quiero correrme —pide sobre su boca—, tócame justo así.

—Deseo concedido, Junnie.

Repite el nombre de su alfa cuando el efecto del orgasmo lo embriaga por completo. El placer lo sacude y anestesia por un instante todo rastro de dolor. Exquisitos segundos llenos de satisfacción.

Se siente tan bien, tan lleno, tan caliente.

Siente a Soobin tan fusionado a él.

El alfa pelinegro entierra la cara en su cuello pálido. Ahora entiende un poco porque su novio pidió correrse al final, las paredes contrayéndose alrededor de su pene todavía inflamado es una sensación demasiado intensa, demasiado íntima.

Yeon apoya la mejilla contra su cabeza, la nariz hundida entre las hebras oscuras, recuperándose.

—Soobin-ah...

—Falta poco, Hyung.

Lo nota, es consciente de como el nudo se desinflama y sus músculos tirantes lo agradecen.

—Creo que... —ya está cansado de mantener las piernas abiertas.

—Sí, voy a salir...—avisa y se retira con cuidado—. Espera, no juntes las piernas, quiero mirar —sonríe con picardía y sus dedos expanden suavecito la entrada, con mucho cuidado sabiendo que su Hyung está delicado. Un delgado hilo del líquido blanquecino escurre por su piel hasta gotear en la sábana.

—Eres un mocoso pervertido —el mayor contrae su expresión y el otro se ríe.

—Te fascina que sea así.

—Pones palabras en mi boca.

—¿Prefieres que ponga otras cosas?

—Yah, tan sucio.

—Lo sé, pero aunque lo negaras, sé que te encanta.

—No lo negaría, pero me harías un enorme favor si traes una toalla o papel porque no puedo levantarme, me duele el culo y no puedo retener tanto más lo que dejaste dentro —dice manteniéndose inmóvil, aunque esa expresión de chiquillo pervertido lo sobresalta y enrojece sus mejillas—. Yah, deja de mirarme así.

Soobin corre a zancadas por una toalla y trae también un paquete nuevo de pañuelos húmedos.

—Hyung, déjame disfrutar y grabar en mi memoria mi primer creampie contigo —dice poniendo toallas húmedas entre sus piernas pálidas—. Déjalo salir.

Yeonjun se debate entre cerrar los ojos por la vergüenza o mantener una mirada de reproche.

—Míralo bien porque será la última vez.

—Hyuuung —reclama con un puchero, pero no desvía la vista del semen brotando—. ¿De verdad será la última vez?

—Sí —contesta secamente todavía con la cara ardiendo.

—Yah, no sea así, fui obediente.

—¿Obediente? Casi me marcas y ahora haces de mí tu filme pornográfico.

—Es que, Hyung, incluso con ropa eres mi filme pornográfico favorito.

—Qué halagador —comenta con sarcasmo, aunque sin poder contener la sonrisa.

—Para tu celo puedes follarme como si no hubiera mañana, llegar hasta el final y mirar tu creampie —propone tallando suavemente su vientre manchado con los pañuelos húmedos.

—Ni siquiera te imaginas lo que es un nudo.

—Anuda conmigo la próxima vez y así lo sabré.

—Alfa tonto, ni lo pienses.

Soo bastante más aliviado y con el grato cansancio que pesa en sus extremidades, abraza con cuidado a su mayor después de tirar la toalla al cesto de ropa sucia y botar los pañuelos utilizados.

—Mañana te consentiré todo el día —dice el más joven con convicción.

—Eso espero, mañana no querré ni siquiera moverme de la cama.

El alfa azabache besa su mejilla susurrando un bajito: — Te quiero tanto, Hyung.

Palabras que a Yeonjun le saben dulces y cálidas en contraste a Choi que siempre es tan ácido, fresco y picante.

—¿Cómo puede pasar de ser un mocoso tan pervertido a uno tan dulce?

—Es parte de mi encanto.

No es capaz de negarlo. Su alfa es complejo, lleno de matices. Una experiencia intensa. También un tramo de paz.
   
   

  °°°

  
—¿Qué demonios te pasó en el cuello? —pregunta Lisa cuando ve que se asoma parte de la herida.

—Fue el mocoso —responde pasando el dedo con cuidado sobre la costra áspera.

—¿Te marcó? —cuestiona alarmada, pero sin alzar la voz.

—No fue tan profunda para ser una marca, creo que tendré que cubrirla con un parche —chasquea la lengua, pensando en revisar el botiquín de emergencias que guardan en el baño.

—Asumo que pasaste su celo con él, ¿Cómo lo haces? Recuerdo haber estado aterrada cuando acompañé a Jisoo en uno, pensando "No voy a aguantar".

Yeonjun no sabe qué responder exactamente. Quizás hay pormenores que depende de las parejas, algunos alfas son menos agresivos y dominantes que otros.

Soobin es todo un caso. Demasiado intenso y con un lobo insaciable. Lo dejó con un dolor literal en el trasero y marcas de los dedos que agarraron bruscamente su cuerpo, sumado a que en medio de la noche fue despertado por ese chiquillo alfa, caliente y demandante, que como no podía meterla terminó frotándose contra su pierna, sentándose en su rostro, empujando sobre su mejilla y rogando que lo recibiera en su boca. "Te necesito, Hyung, alíviame", exigía gruñendo su precioso chiquillo manipulador.

—Los celos pueden ser una cosa bastante intensa, supongo que cada pareja tiene que buscar su forma de llevarlo.

°°°

Episodio hot, ¿Verdad? 🥵

Me asusté cuando Soo casi marca a Yeon ajdkepf ¿Les hubiese gustado que lo hiciera, o preferirían que Yeon sea quien lo marque?

Amo mucho este tipo de relación (una de las cosas por las que amo este fanfic), porque se demuestra la confianza, el querer, el poder, la razón por sobre el instinto y la afinidad entre dos seres, independientemente de su casta.

Recen por él trasero de Yeyo JAJAJAJAJA

Ya le tocará a Soobinnie >:)

Hoy tuvimos el primer win de Inkigayo y estoy super feliz porque Yeonjunnie MC entregó el premio a sus miembros TuT Fue hermoso

¡Voten y comenten!❤️

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