IX. Colisión

Yeonjun debe admitir algo que a momentos le sigue desconcertado: El mocoso se ha vuelto más simpático. Se han sumado a las rutinas conversaciones casuales, el patrullaje juntos ya no es un martirio y algunas veces el chiquillo le ha sorprendido cuando le trae una taza de café y un bollito o alguna otra cosa dulce de compañía. No es que se considere gran amante de las masas azucaradas, pero las ha disfrutado como no recordaba.

—¿Quieres comprar mi cariño, oficial Choi? —recuerda haber bromeado.

—Dejaré de traerte café —lo miró con expresión ofendida.

Yeonjun no logró descifrar qué tanto de ella era falsa o real. Asustado agregó un precipitado: —No dejes de hacerlo —sonó más suplicante de lo que hubiera querido. La verdad era que no debió sonar como una súplica, pero su entonación falló.

Entonces Soobin le dedicó una amplia sonrisa que tuvo que dejar de mirar a los pocos segundos, corría el riesgo de sufrir un infarto por el ritmo anormal de sus latidos.

Todavía no se acostumbra a esos instantes cercanos entre los dos. Como disfrutar de la música sonando bajito en el auto. O como esa tarde que ordenaban archivos y Soobin tarareaba la melodía de una canción que conocía y le gustaba. Al grado que terminó rapeando la parte que se sabía a la perfección y el menor con una voz que no imaginaba que podía ser tan bonita hacía los coros. De tan solo evocar el recuerdo se le erizaban los vellos.

—¿Ves que podemos ser un buen team? —dijo alegre luego de terminar de ordenar y un par de canciones compartidas más, mostrándole el puño a la espera que chocara el suyo.

Parpadeando, confundido y sonriendo con torpeza, Yeon hizo que sus nudillos se estrellaran con suavidad.

—Cada vez reconozco más tu buen gusto musical.

—Yo debería decir eso, Hyung.

—Muy tarde, lo dije primero.

Y compartir sonrisas se ha convertido en el evento más extraño que ha vivido en el año —no tanto como compartir cama, eso lo supera todo—.

Aunque no quiere decir que los conflictos habituales por pequeñas cosas absurdas se hayan acabado. El día de hoy, el policía más joven está cruzado de brazos y molesto porque su Hyung se comió justo la dona con trocitos de oreo que sabe que le encanta. Y sí, lo sabe, pero en ese minuto cuando le ofrecieron sacó una al azar, quizás era algo inconsciente esto de elegir la favorita del mocoso, pero el problema no fue tan solo por su elección errónea y el reclamo, sino al expresar en voz alta que con esa forma de actuar le corroboraba lo que siempre ha pensado: —Eres un mocoso —y al segundo de decirlo, se arrepintió.

—Eres insufrible y desconsiderado —masculla entre dientes. Antes de bufar y mandarse a cambiar a la dirección contraria.

¿Por qué tiene que parecerle tan adorable su enojo? ¿Por qué tiene que quedarse como un tonto mirándolo caminar con zancadas largas dejando una estela de su olor ácido a molestia?

Sus hombros se alzan en sorpresa, fue lo más cercano a lograr reprimir un sobresalto al voltear y toparse con la silueta larga de JungKook.

—¿Qué? —pregunta cuando se da cuenta que es blanco del escrutinio de su amigo. Los labios apenas se curvan, como si estuviera conteniendo la ganas de reír.

Seguramente Kook se reía por dentro.

—Te ves feliz —le dice tranquilo y encogiendo sus hombros con esa sencillez tan propia del castaño.

—Quizá te empieza a fallar la vista, debe ser porque has envejecido —sugiere con una semi sonrisa.

Jeon se ríe ligero antes de responder: —Eres mayor que yo por un mes.

—Pero no me falla la vista.

JungKook y su expresión profunda le pone nervioso. Es como si lo leyera con tanta facilidad. Yeonjun no quiere ser leído, no quiere exponer todo eso que provoca el alfa más joven en él. No quiere convencerse que va cayendo más rápido de lo pensaba.

Tampoco es que haga algo para evitarlo, todo lo contrario. Ha ejecutado una seguidilla de acciones que lo llevan a acercarse más. Incluso, por raro que le resulte y lo embarguen sentimientos contradictorios, Yeonjun sabe que de a poco los límites se van aflojando.

Has practicado defensa con otros, ¿por qué no puedes hacerlo conmigo?

Y fue esa mirada incisiva y desafiante que lo llevó a dar una respuesta afirmativa a quien se convirtió en su nuevo compañero de entrenamiento. La práctica se ha hecho recurrente y debe confesar que es una buena forma de lidiar con las frustraciones y arremeter el uno contra el otro dentro de parámetros claros y aceptados.

Tienen la excusa para empujarse y golpearse, sin llegar a lastimarse más allá de algunos hematomas, todo plenamente consentido.

Se vuelve a preguntar qué demonios hace —con su vida— cuando extiende el billete a la cajera y avanza al mesón a recoger la pequeña caja de donas. Dos con trocitos de oreo y otra rellena de crema con un rostro de conejito sonriente. Si eso no funciona como ofrenda de paz con el crío policía no sabrá qué hacer, piensa mientras camina el par de cuadras de vuelta a la estación.

—¿Paz? —le tiende la caja a Choi que voltea al notar que el mayor está parado a su lado.

La recibe y al abrirla se encuentra con sus donas favoritas y simplemente no puede estar molesto con su Hyung. Y no porque le haya comprado comida, sino debido a que el enojo se había evaporado rato atrás.

—Paz —sonríe agradecido.

Definitivamente le encanta ser consentido por sus mayores. A veces Jennie también le regala caramelos o las sobras de su almuerzo. Otra veces recibe caricias en el cabello y se funde como un cachorro mimoso, aunque luego tiene que erguir la postura y destilar seguridad como el alfa firme que se supone que es.

—Bien —asiente mientras su hoobae muerde la dona con trocitos de galleta y murmura un Gracias mal modulado con la boca llena.

Luego lo arrastra a la perdición al relamerse los labios llenos de glaseado y Jun no quiere continuar mirando. Los imagina tan dulces y pegajosos que feliz los limpiaría con el tacto suave de su lengua.

"Algo va mal conmigo", piensa con la vista en sus zapatos, dispuesto a alejarse lo más pronto posible.

—Yeonjun hyung...—dice fuera de toda formalidad en el espacio de trabajo—, recuerda que hoy quedaste de entrenar conmigo.

Voltea y ve su carita de chiquillo sonriente, lo había olvidado, su cabeza es un caos últimamente.

Vuelve a su turno en la recepción y Lisa cruzada de brazos se queja porque demoró más de lo prometido.

—No fueron diez minutos.

—Había fila.

—Te cubrí el lugar ¿Y ni siquiera trajiste algo para mí? —vuelve a reclamar torciendo los labios, ofendida.

—Ten —le arroja un paquete de chicles de menta y fresas que sabe que a la joven beta le gustan.

—Retracto lo dicho, eres el mejor, Yeonjun sunbae.

La expresión de "Claro, ahora lo dices" de Yeonjun hace reír a su compañera. Prefiere omitir comentarios y centrarse en su labor, además acaba de llegar una pareja a denunciar un robo y debe registrar las declaraciones.

Después le toca un turno de patrullaje con Soobin, al menos a esa altura su corazón ha vuelto a palpitar normal y ya los labios dulces no invaden por completo su mente. No se topan con nada particularmente complejo, un par de multas por autos estacionados en lugares no habilitados y una escandalosa pelea entre dos sujetos ebrios a la salida de un bar. Con resignación no puede hacer vista gorda y esposados los trasladan a la estación. A Yeon le molesta el olor agrio y a destilado que invade el vehículo.

°°°

Mientras el rubio se encarga de llenar la ficha y registrar las declaraciones, el azabache con entusiasmo le avisa que se conseguirá las llaves del gimnasio.

Mocoso astuto, acaba de dejarle la parte tediosa. "Está bien", dice para sus adentros, en el entrenamiento drenaran esas pequeñas frustraciones semanales acumuladas.

Soo lo está esperando sentado en el piso mientras elonga, lleva un buzo cómodo que se ajusta bien a su figura y una camiseta que le permite observar a detalle lo fibroso que lucen sus brazos cuando se tensan.

¿Quién le dio el derecho a ser un alfa tan jodidamente atractivo?

—Apresúrate, Hyung —exige desbordando ánimo.

Y al estar ahí, sentidos alerta, calculando si dar el primer golpe o esperar que lo hiciera el otro alfa para contraatacar, piensa en los puntos positivos y negativos que supone entrenar juntos. La desventaja del aroma a limón que turba sus sentidos y de cómo reacciona su propio cuerpo cuando el de Bin está tan cerca, adicionado al calor de una batalla que hace que su animal interno se agite eufórico.

El pelinegro es impaciente, Yeonjun puede leerlo y logra bloquear a tiempo cuando lanza los primeros golpes a sus costados.

—Atácame, Hyung.

Respira pesado. Por supuesto que quisiera atacarlo, pero regresa a su posición de defensa, listo para la nueva arremetida del menor. Busca las zonas descubiertas en cada puñetazo y patada, aunque Soo reacciona a tiempo para cubrir el impacto de sus golpes.

El chiquillo es fuerte y resistente, Yeon en cambio tiene la agilidad y la paciencia como ventajas, intenta valerse de ellas para zafarse a tiempo de las llaves o estará perdido una vez que Bin afirme el agarre y lo tumbe contra el piso. Lanza un corto rodillazo en el estómago de su Hoobae para hacerle retroceder.

Soobin no se rinde, recupera el aire y el entusiasmo crece conforme su rival incrementa el nivel del desafío. Lo percibe claramente, el olor cítrico y picante se vuelve más potente, su boca se hace agua y aprieta los párpados porque si mira su piel mojada por el sudor querrá probarla.

—¿He sido muy duro contigo, Yeonjun hyung?

"Maldito mocoso".

—¿Duro? ¿Es lo máximo que puedes dar?

Tiró un cerillo como tantas otras ocasiones, sólo que ahora tiene una sonrisa desafiante. Yeonjun se estremece frente a la intensa mirada oscura del alto. Su mente brillante y oportuna le recuerda que aceptar practicar con el chiquillo lo trae bastante jodido, porque literalmente sus cuerpos colisionan. Es brusco, duele, pero la adrenalina se dispara y atenúa cualquier malestar, como el dolor en los antebrazos que sus músculos calientes posponen hasta dentro de unas horas.

Siente el aroma ácido tan próximo —es que la piel húmeda está a poca distancia de su rostro— que lo aturde, pero su lobo es feliz, tiene un momento de liberación cuando dirige el contraataque y disfruta del forcejeo.

—No te tenía mucha fé en esto, Hyung —comenta cansado, secando el sudor que pega el cabello negro a su frente.

—¿Disculpa? —el mayor de los alfa lo mira ofendido.

—Digo, no te ves tan fuerte —confiesa entre sincero y provocador. No lo puede evitar.

Yeonjun chasquea la lengua. Este Mocoso también lo subestima y le dan ganas de decirle que al parecer ha sido mutuo la mayor parte del tiempo. Su instinto y razón coinciden en demostrar lo contrario, se mueve rápido y sigiloso, empujando repentino la pierna del otro alfa haciéndole perder el equilibrio, para poder tirarlo al suelo con una llave simple. Justo bajo su su cuerpo. "Como debería ser" el pensamiento salta y su lobo está dichoso.

No, no debería convencerse que Soobin bajo su cuerpo es lo correcto, aceptarlo implica mirar lo que no quiere, así como contemplar altas posibilidades de fracaso.

Y no, a Choi Yeonjun no le gusta sufrir gratuitamente en grandes cantidades. Puede soportar estas pequeñas dosis, pero ahí encuentra su límite.

Observa la mirada sorprendida y los labios entreabiertos, apenas ve sus dientes perfectos.

—Eso fue trampa —trata que suene como a una queja, pero está sonriendo.

—Jamás bajes la guardia, conejito Choi —Yeonjun dice devolviendo un amago de sonrisa, aflojando la presión, dispuesto a soltarlo y dar por finalizado el entrenamiento.

¿Mocoso? ¿Conejito? Acaso su Hyung siempre le encontrará apodos ridículos. Se aprovecha que el agarre cede y forcejea para dar vuelta la situación. Acaba sentado sobre su vientre y con las rodillas apretando firme sus costados, tanto como la forma en que sujeta duro las blancas muñecas ajenas.

—Sigo en guardia.

Yeonjun quiere morir. Percibe el peso y el calor. Tiene el culo del otro Choi aplastando su abdomen. Se concentra con todas las fuerzas que tiene para que no surja ninguna reacción fisiológica imprevista. Piensa en cada cosa desagradable que le ha provocado escalofríos, personas repulsivas, hallazgos de cadáveres irreconocibles. Todo sirve, hasta lo más extremo.

—Bien, bien, la victoria es tuya por hoy —dice con la intención de una súplica implícita para que lo deje ir, que lo necesita lejos porque la cercanía quema. Está sufriendo.

Soo celebra, porque si algo le provoca satisfacción es cuando puede saborear la derrota de su compañero alfa insufrible.

El joven policía tiene que admitirse que disfruta bastante de la compañía de su Hyung, incluso de las insignificantes peleas cotidianas. Le asegura que en el próximo encuentro también lo vencerá. El más bajo niega resignado y solo puede sonreír porque ansía nuevas batallas.

No puede quejarse de su jornada. Jun le regaló donas y el entrenamiento le dejó bastante relajado. Suele dormir bien después de hacer ejercicio.

Ha pensado que no es un mal plan tomar en cuenta la idea que le planteó Beomgyu e invitar al Sunbae arisco a su apartamento. Podrían beber unas cervezas, escuchar buena música y compartir ese sentido del humor un tanto ácido que ambos tienen.

Debería, quizás el fin de semana, se propone. Su estómago se aprieta al pensar en decir "Hyung, tengo un plan para nosotros", no, así no, suena pésimo... "Hyung, podríamos salir después del trabajo", tampoco...

"Hyung, te invito unas cervezas".


Aunque si algo no esperaba era que su fin de semana acabara con prendas de ropa por el suelo, tendidos desnudos y calientes sobre su cama, compartiendo besos y caricias de manos osadas que exploraban todos los rincones disponibles.

Voy a devorarte, pequeño conejito.

La mirada oscura y hambrienta lo hizo temblar bajo el cuerpo de ese alfa que olfateaba su cuello y dejaba un camino de besos. Sentía el peso ajeno sobre el propio. La presión y el exquisito cosquilleo entre las piernas. El roce de la piel desnuda era electrificante, sus nervios estaban hipersensibles que todo era percibido como un estímulo novedoso. Jadeó exponiendo sumisamente su cuello que era llenado de mimos con los labios.

Sin siquiera una advertencia, los dientes traspasaron la dermis, notó un fuerte pinchazo. Placer y dolor agudo mezclados. La zona punzaba y el maldito alfa sonreía satisfecho limpiando con la lengua la sangre de los labios. Sollozó cuando su Sunbae lamía su herida que escocía y al mismo tiempo se sentía... Bien. De esos dolores que se disfrutan.

Gimió cuando empujaba las caderas a un ritmo que lo torturaba. Estaba profundo metido en él y Soobin no supo en qué momento accedió a tanto. Ni menos cuando imaginó que entregarse era una buena idea.

Sospechaba que tal vez no lo era. O quizá sí. Choi lo estaba volviendo loco al punto que no tomaba el peso que había sido marcado como un jodido delta y se limitaba a deshacerse en ruidos vergonzosos y las piernas abiertas, con descargas que nacían intensas desde la ingle recorriendo el resto de los músculos.

—Bésame, Hyung —dijo demandante, tirando de su cabello rubio—. Mi jodido Alfa —gruñó sobre esos labios que se curvaban en una sonrisa que de deseosa pasó a cálida.

Basta, Yeonjun no debería mirarlo, ni sonreírle con tanto cariño.

 °°°

  
 
Abre los ojos de golpe, tan brusco como el sobresalto al incorporarse asustado, cerciorándose que está solo en su cama. Respira agitado, parpadea ajustándose a la luz que se filtra por la persiana y su propio caos mental dicta que todo se sintió tan real, como si hubiera pasado. Como si el alfa hubiera mordido su cuello. Como si se hubiera dejado follar.

Su lobo se remueve inquieto.

Soobin está turbado.

Afortunadamente no hay olor a café en el ambiente, pero no consigue aliviar su pecho agitado.

"¿Qué-mierda-acabo-de-soñar?", se lo pregunta lento, palabra por palabra. Sílaba por sílaba una segunda vez.

Acaba de soñar con Yeonjun. Un jodido sueño húmedo de los que alguna vez tuvo a montones años atrás, en su adolescencia cuando era una bolsa de hormonas alborotadas. Mira bajo las frazadas y su pene se alza vigoroso mojando un poco la tela. Descarta masturbarse y prefiere la ducha fría, porque de tomar la primera opción terminaría por hacerlo pensando en el oficial Choi y la mera idea le parecía extraña, desconcertante y escalofriante.

¿Cómo lo va a mirar a la cara?, se lo pregunta mientras el agua fría lo hace tiritar, al menos la erección baja. Y simplemente se responde que no puede. No sabe. No quiere.

...Pero será un destino inevitable.

Incomodidad elevada a un rascacielos. Toparse con Yeonjun será recordar los fragmento nítidos del sueño. Se queja en silencio cuestionando por qué no pudo ser de aquellos que se olvidan a poco de despertar.

Cuando se encuentra de frente con el protagonista de su pesadilla —puede perfectamente caer en la categoría de sueño terrorífico ser transformado en un jodido delta—. Traga saliva e intenta saludarlo como si nada. Como si no hubiera soñado que lo tuvo entre las piernas.

Lo peor: Yeonjun lo escruta con sus ojos caramelo oscuro. Igual a si leyera esas cosas incontrolables que vomitó su inconsciente durante el maldito sueño —pesadilla—, a la vista de cualquiera con telepatía, no sabe dónde esconderlas.

Las emociones se mezclan e intensifican. Se siente condenadamente nervioso en presencia del policía rubio que por sanidad mental prefiere evitar y le ruega a Lisa que le cambie de lugar para el patrullaje. No sabe que tan angustiada debió lucir su expresión que su Sunbae asintió desconcertada con un: "Sólo por esta vez".

No puede evitar que sus escritorios estén tan cerca, ni menos eludir su trabajo de actualizar la base de datos con los últimos reportes, pero Yeonjun se sienta al lado. También tiene la vista pegada a la pantalla, lo verifica al mirarlo de soslayo de tanto en tanto, se le corta la respiración cuando sus ojos se encuentran.

"Voy a devorarte, pequeño conejito".

Juraría que lo escuchó resonar en su cabeza con la voz ronca y seductora. Tan repentino y tan de la nada que brinca y su codo golpea los objetos cercanos.

—Mierda, mocoso ten cuidado —dice alcanzando a sujetar la taza que casi cae. El café se siente caliente, aunque no tanto para lesionar su piel.

Y si bien Yeonjun no lo dice con un tono duro y simplemente fue una reacción de alerta, el cúmulo de emociones y la tensión explotan.

—¿Qué? ¿Nunca has derramado café? —suelta agresivo, como si se defendiera sin saber de qué exactamente.

El oficial Choi podría reaccionar, la agresividad en el ambiente fácilmente enciende chispas en un alfa, pero respira lento, fuerza a su lobo a mantenerse apacible. Se fuerza a sí mismo a no retroceder a ese tiempo que sólo peleaban.

—Sigue con lo tuyo, iré por un paño —ofrece tratando de sonar lo más afable posible.

—Yo puedo ir —responde seco, levantándose de su asiento, alejándose con pasos bruscos.

Soobin seca con ofuscación el café que goteaba del escritorio al piso, ni siquiera mira al alfa de cabellos rubios, quien si clava sus ojos encima. Está a poco de explotar de nuevo y decirle que se detenga de una jodida vez, que lo tiene con los nervios de punta.

Al menos no manchó ningún archivo.

Al menos Jun no ha vuelto a hablarle.

Está tan irritable que no sabe cómo desechar todo eso que resulta desagradable e intoxicante.

Deja ir una ligera partícula del enojo al estrujar el paño que enjuaga bajo el chorro de agua del lavaplatos. El olor del café se diluye, pero el alfa siente como si lo tuviera impregnado en su memoria.

Respira y huele a café, amargo y tostado.

—Soobinnie.

El menor voltea al escuchar a Jennie llamarlo con dulzura.

—Te ves tenso, ¿Quieres hablar? —pregunta con amabilidad, liberando un poco de ese aroma dulce que ofrece una calma temporal.

Soobin traga y mira el suelo con los labios apretados, no sabe si contarle, pese a que la omega es una mujer divertida, amable y confiable. Varias veces le daba ánimos cuando estaba enfurecido por alguna cosa relacionada con Yeonjun. Ahora no es tan diferente. Mucho de lo que le ha pasado en su último período suele tener a ese sujeto como una constante.

Necesita desahogarse, alguien que lo aterrice porque se ahoga en un vaso de agua.

No sabe por dónde comenzar.

—Jennie noona —juega con sus manos para intentar controlar la tensión y vergüenza de las imágenes que aparecen claras en su cabeza—, ¿Alguna vez has tenido algún sueño incómodo con alguien que luego te resulta extraño mirarle a la cara... Aunque sabes que es un sueño y nada de eso pasó?

—Claro, una vez soñé que besaba a Lisa, fue demasiado raro, luego la miraba, me sonrojaba y ella me decía "¿Qué demonios pasa contigo?" —comenta riendo de su propia anécdota.

—¿Y qué pensaste sobre el sueño?

—No quise darle muchas vueltas al asunto, alguien me dijo que podía ser un deseo reprimido...

Soobin mira aterrado a la omega que vuelve reír. Deseo y Yeonjun suena a un imposible para todo su esquema lógico.

—¿Y fue así?

—Quién sabe, insisto, no le di demasiadas vueltas, no quería seguir sintiéndome tan rara junto a una de mis mejores amigas. Tal vez fue por eso que soñé con ella, somos cercanas después de todo. Si me lo preguntas, nunca me he sentido atraída por Lisa —se encoge de hombros—. Los sueños simplemente pueden ser raros, no dejes que te carcoman la cabeza rebuscándole significados.

Soobin sonríe ligeramente más tranquilo, cerrando los ojos y susurrando un "Gracias, Noona" quedito cuando ella acaricia gentilmente su cabello.

Puede ser eso, la cercanía repentina que creció entre ellos después de compartir un espacio reducido juntos en la fiesta de cumpleaños de su jefe. Desde ahí todo ha sido raro, agradable, confuso, con peleas insignificantes y risas.

Raro.

Puede que haya sido el estallido de novedades y emociones, algunas contradictorias, que han marcado la relación con su Hyung. Debió de ser mucha información que no alcanzó a procesar. A eso le suma que desde hace un tiempo no ha estado con ninguna persona en el plano sexual y afectivo. Prefiere llegar a la conclusión simple, le falta sexo y debería buscar algún omega no dispuesto a compromisos para aplacar las necesidades fisiológicas que no está cubriendo adecuadamente, supone.

Todo eso se mezcló y resultó en un escalofriante sueño húmedo con el alfa pálido.

De todas formas, es más sano seguir evitándolo hasta que disipe por completo la irritabilidad no justificada.

El problema es que Yeonjun le da motivos para alimentar con exacerbación esa rabia que quema en su estómago.

°°°

A veces Yeonjun cree que es bueno leyendo a las personas y los mensajes que envían entre líneas. Hasta que Soobin aparece con el genio atravesado de un día a otro y no entiende una mierda qué sucedió y de paso cuestiona sus habilidades, porque intenta mirar si fue por algo que dijo y no se dio cuenta o un factor externo que le hizo llegar de malas al trabajo.

Suspira, también contagiado por la irritabilidad, queriendo zamarrearlo y preguntarle qué demonios puede hacer con tal que las cosas no vuelvan a ser raras y tensas entre ambos.

Bueno, ya es raro, pero un raro agradable.

Entonces llega también su amigo y jefe a complicarle la existencia solicitando su ayuda para seleccionar oficiales idóneos para un operativo de allanamiento. Todo relacionado con el caso del modelo omega, al parecer su novio estaba involucrado en variados asuntos ilícitos. El maldito caso resultó ser algo bastante más grande de lo previsto, una jodida caja de Pandora.

Soobin está emocionalmente vinculado al caso.

Soobin aparece repentinamente irritable.

El chiquillo alfa queda descartado por obvias razones de la lista. Necesita personas de mente fría.

Jungkook lo observa detenidamente y Yeonjun de siente tan cansado —física y mentalmente— que bosteza desvaneciéndose en el asiento.

—¿Cansado?

—De la vida.

—Qué dramático, Hyung —dice bajito y sonriéndole.

El rubio siente que está en todo su derecho a ser dramático e incluso poner cara de que está sufriendo.

—Este trabajo puede ser un drama.

—Lo sé —Kook suspira, también luce agotadísimo—. ¿Cuáles son las sugerencias?

Jun enumera a los seis oficiales que ha seleccionado, explicando sus razones basadas en temple y experiencia de cada uno.

—Pensé que incluirías al oficial Choi —comenta su jefe con mirada curiosa.

Intenta que su semblante se mantenga inmutable, cree lograrlo, pero sus dedos ansiosos lo traicionan cuando se desplazan por el borde del escritorio. Es que "Choi" es como un tipo de hechizo maligno, alguien lo pronuncia y su sistema nervioso entra en una especie de crisis. Ese mocoso despierta en él variedades de sensaciones y emociones.

—Elegí por experiencia, ellos saben hasta dónde se limitan sus funciones, solemos tener todavía ese problema con algunos oficiales jóvenes.

"Choi Soobin, por ejemplo".

No quiere decirlo en voz alta, pero quiere cuidar al mocoso, especialmente de sí mismo, porque enojado y terco podría entorpecer más que ayudar y el mayor peso sancionatorio por los errores caerían en Soobin y JungKook. No quiere arriesgarse.

—Gracias, oficial Choi.

—Es extraño cuando me llamas así —finge un escalofrío, intenta distenderse, si Jeon presta un poco más de atención podría reparar que se encuentra tenso.

—Lo mismo digo cuando eres formal conmigo.

Suspira pesado al salir de la oficina. Lisa lo mira como apiadándose de su alma y Yeonjun sólo hace una negativa con la cabeza para que su compañera no se preocupe.

La tarde se siente larga y cada tarea es tediosa. Más tedioso aún es tener que reunir a los oficiales designados para el operativo. Sabe que dentro de un rato algunos compañeros lo mirarán con cierto resentimiento pasajero por no elegirlos —malditos jóvenes ansiosos de adrenalina—. Sabe que Choi será uno de ellos.

Masajea los costados de su cabeza pensando siquiera por qué debería darle explicaciones a ese alfa tozudo cuando se presente molesto.

Porque es un hecho que aparecerá enojado.

Enojado no, enfurecido. Bin lo encuentra, Jun está buscando una ficha en el cuarto de archivos viejos, Kook le avisó justo antes de irse que necesitaban un documento para reabrir un caso que alguna vez pasó por la estación, años atrás.

La puerta se cierra sin consideración. Yeonjun procura no sobresaltarse con el ruido. El olor ácido y picante se esparce por la habitación, se mezcla con el aroma a papel desgastado y el polvo.

—¿Por qué no pudiste elegirme también? —demanda saber de brazos cruzados y entrecejo fruncido.

—Primero que todo, cálmate, no hablaré contigo mientras estés así —responde tranquilo. Esforzándose por no caer en la provocación. En esa rabia contagiosa que a su lobo tanto le gusta.

No entiende por qué tanta furia, es decir, esperaba cierto grado de molestia, pero el Mocoso está a poco de saltarle al cuello. Empieza a asumir que está relacionado con la fuerte tensión que ha sentido durante todo el día de parte de Soobin.

—¿Acaso consideras que no estoy preparado? ¿O que no tengo las habilidades? —cada vez va elevando el volúmen.

—¿De verdad tengo que explicártelo? Tienes la respuesta delante tuyo, sólo basta con que te mires y sabrás el porqué —procura no alzar la voz, no moverse, no hace nada que incentive su ira.

De no hacer nada de lo que tienes ganas de hacer.

Soobin avanza. Siente su aura de animal herido dispuesto a atacar. Sabe que lastimar el orgullo de un alfa es razón de afrenta y el chiquillo se siente herido por no considerarlo. No es que crea que no tiene habilidades, pero no sabe cómo transmitirle que esta vez no era ni tiempo ni lugar. Respira profundo, no debe caer en el juego. Luchar con su propio enojo hace que le duela el estómago.

Yeonjun quiere contenerlo, acercarse, sujetar sus hombros y explicarle con calma.

Quiere que Soobin también lo entienda. ¿Por qué tiene que ser tan difícil? ¿Seguirá siendo así cada vez que se enojen? Un preámbulo a una batalla que podría costarles una sanción como mínimo.

—Soob...—hace el ademán de buscar contacto.

—Aléjate —lo empuja sin medir la fuerza.

El mayor da un par de pasos hacia atrás que le permite mantener el equilibrio. Está rozando el límite de su paciencia.

—Cálmate —exige con la voz grave y la mirada desafiante que escapa de su control. No quiere poner esa expresión que solo alimentará al animal iracundo que tiene al frente.

—No intentes usar tu voz de mando conmigo.

—No la estoy usando.

Intenta sujetar sus muñecas por instinto cuando Soobin empuña sus manos. El pelinegro da brusco tirones para zafarse del agarre y la fricción en la piel arde ligero.

Aléjate —suena imponente, ronco y profundo.

Jun retrocede un paso. El Mocoso está usando la suya y es inevitable que la primera impresión sea obedecer. El efecto no dura, pero no quiere hacer de esto una maldita batalla. Gruñe un "No" a los segundos después, está seguro que enseñó los dientes. Su cuerpo lo está traicionando. ¿Cómo mierda va a transmitirle un mensaje de calma si sus propias acciones son una llamada luchar?

Lo enfurece no controlar el maldito instinto que enfrenta a diario por esconder, todavía más del Choi menor quien ha estado alborotando su tranquilidad desde que se inmiscuyó a la fuerza en su vida.

Soobin lo acorrala contra la pared, lo empuja con su cuerpo, pone el pecho como barrera. Respira pesado y observa directo a esos ojos ya oscurecidos y afilados del oficial Choi mayor.

—No tenías...—susurra con rabia.

—¿No tenía qué, Mocoso?

—Sabías que quería participar.

—Pero no se trata de lo que querías, no es un caso para ti.

—¡Me estás subestimando! ¡De nuevo, Choi!

Sus colmillos se ven afilados, una mordida dolería bastante.

—¡Te estoy recordando dónde están nuestros límites! —eleva la voz, totalmente agobiado. Nota su mandíbula tensa—. ¿Acaso no entiendes hasta dónde es sano involucrarse? Necesitas que alguien te aterrice.

—No te necesito para eso.

—Entiende que te estoy cuidando.

—No necesito que me cuides.

"Tan terco", el Mocoso es jodidamente terco y por eso le gusta.

Duele, pero le gusta. No quiere que le guste.

—Oficial Choi, leí el reporte que enviaron cuando te trasladaron con nosotros y esta impulsividad infantil no dejará de traerte problemas. Entiende, maldición —ha cerrado los ojos y batalla consigo mismo para mantener a su lobo ansioso por saltar sobre el de Bin, para su tonto animal todo esto parece un juego bastante divertido. Para Yeon es un suplicio.

El aroma a café lo calienta, un sorbo que quema su lengua. Su lobo está agitado y él enfurecido. Empuja a Yeonjun contra la pared con más fuerza, quien con mirada firme avanza un paso. El menor le hace retroceder nuevamente apoyando el pecho. Se observan en silencio, respiraciones densas y con rabia, el olor ácido y amargo se combinan, alguien podría percibirlo y entrar, le importaría una mierda.

Yeonjun relame sus labios secos por los nervios. Soobin se pierde mirando la lengua rosada y húmeda dejando su rastro brillante. La rabia se traduce en un beso.

No razona, no piensa en nada, todo es rojo y calor, y en vez de un golpe, fue un estrellón brusco y doloroso de bocas. Presión y empuje resbaladizo. Un placentero forcejeo.

Respiran erráticos, Soobin sujeta su rostro para que no se aleje y el de centímetros poco más bajo afirma sus caderas. Gruñen juntando sus labios, el hormigueo nace y quema bajo el vientre, buscan fricción desde lo más visceral y una exigente necesidad.

El alto jadea y tira de su cabello rubio sin cuidado. Ataca sus labios, los muerde y Yeonjun gime de gusto para sorpresa del otro alfa que maltrata su boca con apretones bruscos. El menor se acomoda entre sus piernas y la espalda casi le duele por la fuerza con la que lo aplasta contra la pared con todo su peso.

Yeonjun se entrega a ese deseo que lo guía a ciegas. Afirma sus caderas y lo aprieta contra su cuerpo, aunque ya no hay espacio entre ambos.

Se deja acariciar por el aroma a limón y jengibre que lo arrastra a la locura.

—Maldito mocoso —lo besa más fuerte, más intenso—. No sabes lo qué haces.

"Lo qué me haces", querría añadir, pero confesarle algo así a Soobin le daría todavía más poder del que ya tiene sobre él.

—Sé lo que hago —responde rasposo y ahogado, buscando otro beso hambriento y ansioso.

Miente. No lo sabe, pero tiene una vaga idea que está haciendo algo que no debería, donde no debería tampoco. De lo que sí empieza a ganar consciencia es de lo bien que se sienten los labios blandos de su Hyung, de lo cálida que es su boca y de que cada chasquido mojado es un estímulo que lo sacude por dentro.

Se estremece por completo cuando siente desde las entrañas una afirmación, su animal está ferviente y demandante: Él sería quien se devoraría a Yeonjun.

°°°

Apaguemos este fuego *les lanza agua*

Por ahora.

¿Les agradó este primer beso?¿Lo esperaban?

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