Extra III
https://youtu.be/qklsqykuD_0
No recuerda desde cuándo los cumpleaños le parecen abrumantes, pero sabe que desde hace bastante tiempo. Llega aquel día determinado y los trece de septiembre pasan a ser distintos de un ocho o un diez. De repente hay pastel y saludos por montones de personas que lo felicitan simplemente por existir un año más. Hay regalos y abrazos que Yeonjun acepta procesando que se trata de eso, el día que nació hace cierto número de años.
No sabe si ahora le sienta peor porque si no es por Soobin, ni siquiera se habría dado cuenta que justo el calendario marcaba su cumpleaños y las responsabilidades lo habían absorbido o debido a que tres días atrás fue ascendido.
Tal vez ambas cosas juntas, al fin y al cabo iba de la mano el aumento de carga laboral y la posterior llegada de un nuevo cargo.
Llega a los treinta y dos coronado con nuevas responsabilidades.
—¡Feliz cumpleaños! —Lisa le da un abrazo corto y un par de palmadas en la espalda—. Mi ofrecimiento de hacerle un funeral a tu juventud sigue en pie —propone con su voz dulce.
"Maldita mocosa". Lo piensa, pero no lo dice, en lugar de ello sólo arruga el entrecejo. No puede molestarse realmente cuando ella le sonríe alegre y tiende una bolsita con un presente.
—Gracias, y aún no necesito enterrar mi juventud.
No resiste la intriga, quiere mirar que hay dentro y la oficial beta hace un gesto con la mano que interpreta como "Adelante, es tu regalo". Y al igual que un gato curioso -de haberlo sido, probablemente intentaría ver si cabe en la bolsa- examina el interior, se encuentra con un gorro de hilo y una libreta negra. Agradece la elección práctica, considerando que hace pocos días atrás Soobin se apropió de su pequeño cuaderno de apuntes y, por otra parte, le gusta sumar gorros a su colección.
—¿Qué tal el rumbo a las cuatro décadas y con un nuevo puesto, jefe? —bromea mirándolo con aquel destello de cariño que camufla con su sonrisa burlesca.
—Se está tomando demasiada confianza, oficial Manoban.
Aunque no tiene otra respuesta que no sea "Me siento igual", como cuando tenía veinte y pasó a los veintiuno y el cambio más perceptible fue poder comprar alcohol sin problemas, fuera de ello, no podría decir que nota cambios entre una edad y otra, aquello lo dictan las experiencias más que lo números.
Yeonjun de veintiocho y veintinueve definitivamente era bastante más amargado que el Yeonjun de ahora. Buena parte de ello la atribuye a la compañía de Soobin, que en un par de años ha creado revoluciones en su vida.
Se siente igual a cuando tenía treinta y uno. Pero no se siente igual a cuando era un simple oficial ahora que tiene el peso de la estación en los hombros.
Recuerda cuando Jungkook fue ascendido, y como buen amigo y compañero prometió ayudarle en todo cuanto pudiera, admirando su constancia que lo llevó siendo joven al puesto. Estaba bien en su rol de mano derecha y no le afectaba al ego profesional que siendo mayor estuviera un cargo abajo como a otros oficiales más viejos en edad y experiencia que ellos.
Fue inevitable cuestionar a su amigo por la decisión, pero él le explicaba que esta fue tomada en conjunto, que también postuló a oficiales con más antigüedad. Por algo lo eligieron, remarcaba Jungkook, elogiando su habilidad para organizar, planificar estrategias y mantenerse templado incluso frente a situaciones de presión.
Yeon se tentaba en decirle que se veía y mantenía tranquilo porque era del tipo de personas que no sabía cómo explotar, que todos los desastres naturales sucedían dentro de su cuerpo cada cierto tiempo. Huracanes de rabia, sismos de miedos, maremotos de tristeza y, lo que sentía por Soobin, había sido como un incendio a la ciudad que construyó por años; incontrolable, abrasador, demoledor y doloroso.
Piensa que fue drástico, pero necesario que las llamas arrasaran con todo, que lo consumieran vivo e hicieran cenizas cada barrera para volver a reconstruir y levantar de cero la ciudad con ayuda de ese mocoso arrogante, quien se ha encargado de demostrarle lo que puede hacer un poco -más bien, mucho- amor en su vida. Que aprendiera que enamorarse no era una amenaza, sino una experiencia asombrosa de la que se había estado privando.
Yeonjun se siente lleno del amor de su pareja. Tanto, que a veces se ahoga porque nunca imaginó que alguien tan ajeno de repente aparecería, cambiaría las cosas de lugar y le llegaría a querer tanto.
Su adorable mocoso arrogante lo ha estado consintiendo toda la mañana, incluso lo invitó a desayunar y casi murió de la vergüenza cuando le decía a la chica que los atendió: "¡Mi hyung está de cumpleaños!", Y si bien no había descuentos por eso, sí le trajeron un pequeño pastel con una velita encendida para acompañar el café. Yeon miraba con ganas de ahorcar y besar al mismo tiempo a Binnie, quien cantaba junto a los empleados de la cafetería.
Corrección. Lo viene consintiendo desde anoche, arrastrándolo a sentirse mimado y abochornado en la misma cantidad. El ligero malestar en sus caderas se lo recuerda. No sería justo decir que fue absoluta culpa del pelinegro, sino también por el aumento del entrenamiento físico que tanto le ayudaba a botar el estrés. Su alfa se ofrecía más que dispuesto y con entusiasmo a hacerle compañía, y siempre se venía a su cabeza los recuerdos de las primeras veces que practicaban defensa personal y la lucha cuerpo a cuerpo era un peligroso detonante de fantasías.
Fantasías que ha podido cumplir, y piensa que fue injusto con la luna al maldecirla tantas veces para descargar sus frustraciones con la vida.
El sexo también es un buen liberador de estrés y Soobin jamás pone reparos en dárselo a destajo, justo como anoche. Justo diciéndole sin palabras que tiene mucho de cuanto desea y debería estar agradecido con el destino.
La verdad era no había llegado con las intenciones de follar hasta el cansancio. Incluso ya había agotado sus reservas de energía y lo poco que quedaba la usaba para arrastrar los pies a su apartamento. El alfa menor estaba con un pijama ligero y holgado, echado en el sofá, viendo un programa acerca de cómo educar perros. Volteó a verlo con una amplia sonrisa y el corazón de Yeonjun se sintió cálido.
Se acercó a besarlo y avisarle que enseguida iba a su lado después de una ducha. Había estado corriendo toda la tarde y tenía capas de sudor reseco en la piel. Aunque sabía que si lo comentaba en voz alta, Soo diría que no le importa antes de empujar la lengua sobre su cuello como lo había hecho en tantas otras ocasiones.
Soobin se había trasladado, lo esperaba en la cama y daba palmaditas al colchón. Pensaba que era literalmente como su cachorro, siguiéndolo por el apartamento, esperando por él.
Yeonjun no dudó ni un solo segundo en subirse, envolver su cintura y esconder el rostro contra su cuello para llenarse de su aroma intenso y tan ácido.
También ha sido como un torpe cachorro cuando se trata de su mocoso. El par de veces que han estado separados por algún viaje y varios kilómetros, su lobo gimoteaba triste y al momento de encontrarse quería arrojarse encima.
—Hyung, sé que estás cansado, quítate el pijama y recuéstate —ordenó sonriente—. Deja que tu asombroso alfa te dé un masaje.
Siguiendo la orden, se quitó la prenda superior, y cuando el más alto señaló el delgado pantalón, hizo caso y lo deslizó por sus piernas. Sospechaba que el masaje era una excusa del menor para meter mano por todas partes, aún cuando tenía el completo permiso.
A veces subestimaba la paciencia e intenciones de Soobin y se equivocaba cuando su pareja podía pasar horas de mimos y caricias dulces.
Se tendió boca abajo, hundiendo el rostro en la almohada disfrutando del olor de ambos mezclado en la superficie mullida. Sintió el peso del dongsaeng sentado sobre su culo y una fragancia dulce invadió su olfato, se intensificaba a medida que las manos firmes de su novio amasaban y resbalaban por su espalda. Tan calientes y gentiles buscaban las zonas donde los músculos estaban contracturados. No podía evitar soltar pequeños ruidos principalmente de satisfacción y alivio cada vez que el dolor liberaba la tensión cuando esos dedos presionaban con agradables movimientos circulares.
—¿Se siente bien? ¿Soy bueno en esto? —preguntó con porte orgulloso.
—Muy bueno, sigue, sigue —insistió antes de girar el cuello para mirar con curiosidad cuando las manos tardaron en llegar a su espalda y el sonido mojado junto al aroma a caramelo se esparcía en el ambiente.
—Este aceite para masaje combina muy bien con tu aroma — comentó inclinándose hacia el cuello del mayor, olisquear y gemir ronquito contra su oído —. Me dan ganas de comerte, Yeonjun hyung.
—Puedes hacerlo —respondió con la voz rasposa.
—Quizá después.
Yeonjun mantenía los ojos cerrados, estaba rendido al tacto de las manos de su mocoso arrogante. Era así desde que se conocieron y bastaba un pequeño contacto entre sus pieles, por más inocente que fuera, para hacerle sentir que se deshacía por dentro.
El azabache continuó en ascenso, destinando caricias a cada zona, percibiendo las fibras rígidas bajo sus yemas. Desde los músculos dorsales hasta los trapecios pudiendo leer como su organismo señalaba el peso en los hombros. Su hyung se lo decía, aunque sin darle mayor énfasis, mencionaba que era "Un poco estresante" y seguía con sus actividades, a diferencia de su espalda que reclamaba a gritos que necesitaba un descanso físico y mental.
—Tu espalda está muy tensa.
Musitó un "humm", en respuesta afirmativa y a vez un ligero gemido de satisfacción que se mezclaba con un "Sigue", "Más".
El Choi mayor creyó que su compañero había terminado la placentera sesión de masaje cuando dejó de notar aquel familiar peso sobre su trasero, pero estaba equivocado, el de hoyuelos volvió a mojar sus manos con aceite y las palmas trazaban recorridos por sus pantorrillas y muslos.
—Soobinnie, tus manos —balbuceó ronco con la cara enterrada en la almohada —... Me hacen cosquillas — dijo al notar que sujetaban uno de sus pies, deslizando los pulgares por la planta, extendiendo la presión por el metatarso.
Soo seguía en su misión de disolver la tensión acumulada en el cuerpo de su alfa.
—¿Más relajado? ¿Volverás a contratar mis servicios? —preguntó con una de esas sonrisas alegres que muestran sus dientes, hoyuelos y ojitos con pequeñas arrugas. Adorable —. Tenemos que hablar de la forma de pago.
Jun se reacomodó, volteando para apoyarse en su espalda, estirando los brazos como una llamada a su novio para que se arrimara a su cuerpo. El ojos negros no le hace esperar y se ubica entre aquellas blancas piernas que se separan para darle un espacio
—Puedo pagarte con muchos de estos — sujetó la nuca de su menor y le acercó hasta su boca.
Soobin se perdió dentro de un beso lento y profundo. Boca abierta, calor, humedad y chasquidos mojados que enviaban deliciosos escalofríos. De aquellos besos que lo ahogaban de la mejor de las formas posibles, porque no quería despegarse de sus labios aún cuando el aire faltaba. Así de adictivo le parecían, hasta que era Yeonjun quien decidía cuándo finalizar, o sino él seguiría fundiéndose contra su lengua, probando la resistencia de sus pulmones frente al oxígeno escaso.
Suspiraba bajito y el aire hormigueaba sobre la piel del rubio, sus cuerpos habían coordinado un pequeño vaivén del que recién eran conscientes al segundo que la entrepierna endurecida exigía más roce. Atrás quedaba el cansancio, Bin se encargaba de traspasarle energía y exceso de calor a Yeon, quien diría que estaba revitalizado.
—Medio de pago aceptado, pero todavía faltan si quiere cubrir la cuota, señor Choi.
Yeonjun respondió a la exigencia con otro beso cargado de hambre y deseo, alzando las caderas para sentirle rígido y caliente. Soobin hacía movimientos ondeantes, buscando restregarse sin pudor -prácticamente no existía entre ambos tras todo lo que habían hecho, o así pensaba el Choi menor-. Al principio sólo planeó un masaje para desestresar a su hyung y que pudiera dormir relajado, olvidando lo fácil que entre ambos era que una cosa llevara a la otra y así acabar sacándose los restos de ropa a tirones.
—Tengo que consentir a mi alfa que oficialmente ha empezado su cumpleaños —comentó Soobin con su expresión de mocoso travieso, indicándole que separe un poco más las piernas con caricias por la zona interna de sus muslos —. Partiré con regalarte un orgasmo muy bueno — propuso altivo y determinado antes de descender con los labios bajando en línea recta por su vientre.
¿Su cumpleaños? ¿Cuándo? No importaba, su cerebro filtró y descartó información apenas la promesa del orgasmo pasó a ser prioridad número uno.
El mayor cerró los ojos y dejó que su cuerpo se sumergiera por completo en la experiencia de ser explorado y devorado como tanto le gustaba. Aquella boca ávida sofocándolo en humedad ardiente, tratando de llevar su pene lo más profundo posible, a la par de dos dedos resbaladizos por el lubricante que se enterraban por completo en su culo. Un masaje a sus paredes sensibles, expandiendo y presionando justo donde gatillaban las pequeñas explosiones placenteras circulando velozmente por sus nervios.
Soo lo orillaba a ese exquisito orgasmo prometido, pero frenaba, porque así funcionaban las tentaciones. Algo que casi tenía, casi podía saborearlo, sólo una probada antes del "No todavía" y la tensión se anudaba en su vientre.
Su cruel mocoso había susurrado que resistiera un poco más, que lo sentiría tan profundo como el orgasmo que nacería de sus entrañas.
Lo percibía por completo, tirante y ardiendo palpitante contra sus músculos que lo envolvían. Todavía recordaba cuando el de hoyuelos le dijo con los labios apoyados contra su oreja que siempre se sentía como un invitado bienvenido dentro de su cuerpo, agregando con su voz de terciopelo: "Estamos hechos para esto, estamos hechos el uno para el otro, porque no había llegado siquiera a imaginar que el sexo podría ser así de bueno. Es decir, es bueno, pero contigo... Es como si fuera a explotar y siempre quiero más".
—No puedes venirte dentro —advirtió con la poca capacidad verbal que lograba mantener al segundo que el de cabellos negros salía por completo antes de entrar en un movimiento continuo hasta el ruido de sus pieles al chocar. Era consciente que dentro de un par de empujes más llegaría a su límite y aguantar un nudo no era opción cuando mañana lo esperaba un largo día de trabajo y celebración.
—Quiero intentarlo —insistió pese a la mirada de ojos bien abiertos y desaprobación—, no anudaré contigo, lo prometo. No me olvido que tengo que velar por el culo de mi jefe.
—E-eres... —no pudo continuar siquiera elaborando la frase, un gemido alto y un "Soobinnie" salió de sus labios cuando la demoledora sensación se abría paso por su vientre. Un estallido que lo sacudía por completo vibrando por sus músculos. Estaba temblando y el más alto seguía entrando y saliendo, sobreestimulando sus pobres nervios colapsados.
Se incorporó con el peso sobre sus codos para mirar hacia el frente topándose con la expresión excitada de su novio y con sus cuerpos unidos, aunque sólo estaba a medio meter, la punta y quizás un poco más. Soobin apretaba la base de su pene con una mano y con la otra masajeaba sus testículos, manteniendo empujes cortitos que eran frenados por la barrera de sus dedos.
La imagen y el roce tirante lo tenía soltando cortos suspiros, su alfa no dejaba de verle con tanto deseo y su cuerpo reaccionaba con pequeñas contracciones, las terminaciones nerviosas estaban en exceso receptivas y sobrecargadas, enviaban cosquillas por toda la zona y Yeonjun no sabía si rogar porque parara o siguiera extendiendo la tortura placentera.
—Ah, hyung, estoy tan cerca.
—Termina, Soobinnie, quiero sentirlo —decía con su voz profunda, rasposa, cálida; que para el alfa azabache era como beber café dulce.
A veces era obediente y no tenía intenciones de probar su aguante. Acelera los movimientos de sus manos y las pequeñas embestidas, lo estaba rozando, cada vez más próximo, justo así, justo ahí... Se dejó ir. Se dejó arrastrar por la sensación caliente y electrificante que se expandía por todas partes. La base se hinchaba contra sus palmas que comprimían el nudo.
—Deberías dejarme grabar esto —susurró una vez que se retiraba y observaba el resultado de su orgasmo goteando.
—Confórmate con registrarlo en tu memoria —masculló sonrojado, más todavía cuando un par de dedos tantearon su entrada mojada.
—Si fueras un actor porno, créeme que sería suscriptor premium —dijo con una sonrisa satisfecha de hoyuelos y los ojos en su obra, expandiendo los dedos, sintiendo el líquido escurrir por su piel.
—Mocoso tonto.
—Y así y todo me amas.
—Lo hago.
—También yo —susurró bajito y dulce antes de inclinarse en busca de un beso suave.
Soobin se encargó de limpiar con pañuelos húmedos antes de acostarse su lado y envolverlo con piernas y brazos. Perdió la cuenta de cuántos besos recibió en sus labios y repartidos por el resto de su rostro, mientras musitaba en su oído "Feliz cumpleaños" y "Te amo".
Su cumpleaños, ni siquiera había procesado la fecha. Los días pasaban volando entre los quehaceres.
Te amo. Soobin se encargaba que su corazón quisiera salirse del pecho.
La sonrisa simplemente aparece, basta con recordar cada vez que ha escuchado un "Te amo" y despierta en su vientre un enjambre zumbando y haciendo estragos. Aterriza cuando se percata que sus compañeros de trabajo se acercan y va aceptando los saludos camino a su oficina -aún no se acostumbra a tener una para él solo- no es muy amplia y por lo general nunca está vacía. Incluso ahora que revisa los archivos aparece Jennie con su expresión amable, pidiéndole que firme unos documentos pendientes.
No piensa que se trata de una eficiente distracción hasta que escucha las risas y la pequeña habitación se llena de oficiales y para su sorpresa Jungkook se encuentra frente a su escritorio con un pastel lleno de velas en sus manos. Soobin está a pocos pasos de distancia, dedicándole un fugaz guiño. Llega a brincar de su asiento ante la repentina invasión y torpemente se levanta avergonzado de recibir tanta atención, tragando saliva cuando sus oficiales cantan para él.
—No me gusta tu escritorio —dice entredientes cuando Kook se acerca a darle un abrazo.
—Ya no es mi escritorio y confío que llevarás la estación perfectamente — afirma sonriente con los dientes de conejo encantadoramente mostrados.
"Estás esperando demasiado de mí", quiere decirle, pero lo omite. Está haciendo un esfuerzo consciente y voluntario de no emitir varios de aquellos pensamientos negativos que asaltan su cabeza con regularidad y si lo hace que no sea con el sarcasmo por delante.
No son más de quince minutos de descanso para compartir un trozo de pastel antes que los oficiales presentes regresen a sus labores, incluyendo Soobin que parte a un patrullaje por el sector del centro comercial.
Jeon se quedó un tiempo más compartiendo a su lado. Al igual que él, puede entender entre líneas que su amigo beta está lidiando con el estrés de un nuevo puesto y nuevos compañeros. Es justo decir que por su parte no es tan complicado porque mantiene al mismo equipo con quienes lleva años trabajando.
Al despedirse, Kook señala que se verán dentro de algunas horas más. Soo quiso tomar la tarea de organizar la celebración de su cumpleaños aún cuando Yeon insistía que prefería estar en casa y tranquilo, pero si su novio quiere planear algo en su honor, por dentro está bastante agradecido y sintiéndose más mimado que nunca.
El cumpleaños anterior también lo organizó su pareja porque no había hecho una fiesta en grande para celebrar su paso a las tres décadas, así que se trataba de una especie de revancha, diciendo que era en honor al inicio del camino a las cuatro — "Yah, faltan nueve años", se quejaba-. De paso bromeaba junto a Lisa mencionando que le harían también un funeral a su juventud.
Sus treinta, en cambio, los pasó en Daegu, quería distraer a su mocoso de los días tristes tras la pelea con sus padres.
Por su parte devolvía el gesto como podía, incluso llamando a Beomgyu en busca de ayuda e ideas. Soobin había estado más que contento pasando el día en el parque de diversiones y por la noche junto a las personas cercanas que le hacían sentir querido -por aquel entonces los señores Choi todavía no daban su brazo a torcer-. Al siguiente cumpleaños, sabiendo que la relación con su padre estaba en proceso de reparación, no dudó en invitarlo de forma sorpresa y su alfa casi no podía creer que hubiera viajado de Ansan únicamente para unirse a la celebración.
Aunque si lo pone en una balanza o lo trata como si fuera una competencia, Soobin saldría ganando, es quien constantemente se esmera en armar planes y sorpresas para él, lo menos que puede hacer es dejar las preocupaciones y la presión laboral para disfrutar al máximo de lo que ha preparado.
El día se escurre como sostener el agua, pensaba que sería largo, pero la familiar ansiedad que hormiguea en su estómago lo ha acompañado desde que despertó, haciendo que su percepción del tiempo fuera como una carrera. Mira la hora esperando que Binnie regrese y le explique adónde lo llevará. Da por asumido que su círculo cercano de amigos y familiares estarán presentes.
—Me gusta como te queda esta camisa —señala Bin con la prenda blanca en la mano—, y la chaqueta de cuero negra.
Yeonjun la toma, no pretende ponerse a pensar qué vestir y confía en el criterio de su alfa que silba apenas lo ve con los pantalones ajustados y la camisa seleccionada.
—El oficial Choi se ve taaan atractivo vestido de civil —comenta rodeando la cintura de su hyung con ambas manos.
—¿Qué hay del otro oficial Choi? Llega a doler lo guapo que es — Yeon dice peinando el cabello castaño de su pareja con los dedos.
—Es verdad, ese alfa es guapísimo, no lo culpo por arrancar suspiros incluso de alfas tan insufribles como el oficial Choi.
—El oficial Choi es un mocoso arrogante.
Soobin se queja con un "Yah" al momento que el sujeto rubio carcajea estrujándolo en un abrazo. Tener mismo apellido lo hace más chistoso.
—¿Adónde pretende llevarme, oficial Choi?
—Me encantaría decir que a la cama, pero no, es una sorpresa.
No pregunta por el camino y retiene la curiosidad hasta que estaciona el auto y mira la fachada elegante del lugar. Se siente extraño al entrar-por lo general ellos son de ir a sitios sencillos donde tuvieran brochetas de cordero y ya con eso es más que suficiente para hacerles sonreír-, siendo conducido por Soo a un sector privado en la planta superior del sofisticado restaurante. El primero en recibirlos es Tae, quien alardea que lo consiguió especialmente para ellos, que le pertenece a uno de sus profesores para quien ha trabajado varias veces como reemplazo de jefe de cocina.
Kai es el siguiente, lo comprime en un abrazo apretado, al que se suman los otros dos componentes del pack inseparable. Está ahogado entre su mejor amigo, Beomgyu y Taehyun.
Yoongi también lo abraza con fuerzas y sostiene las mejillas del alfa.
—Estás muy feliz hoy —menciona el omega sin quitar sus manos y mirar directo a sus alegres ojos de zorro.
No se atrevería a negarlo.
Jungkook se suma a un segundo abrazo del día y un par de palmadas en su espalda.
Dirige la atención hacia la mesa de bocadillos al extremo del salón, sus padres conversan con el señor Choi y el hermano de Soobin. No puede mentir y decir que no se pone nervioso de tan sólo pensar en acercarse, aunque el intercambio de sonrisas y carcajadas le da a entender que se están llevando bien.
—Vamos a saludar, hyung — Bin dice cerca de su oreja con las manos apoyadas en sus hombros —. Mi papá viajó para estar con nosotros, quiere verte.
Jun traga saliva, es muy poco lo que ha hablado con el señor Choi, por no decir casi nada -si no contara las palabras de saludo, despedida y un par frases cordiales un día que cenaron juntos o en el cumpleaños de Soobin-.
Traga saliva y endereza la postura, recibiendo de inmediato los saludos de su familia. El señor le da un cálido apretón de manos y le sonríe. Yeonjun se siente como un cachorro, aún cuando esa parte orgullosa de sí mismo le recuerda como su voz de mando fue lo suficientemente firme para dejar paralizado al padre de su novio.
Desde que el señor Choi volvió a retomar la relación con su hijo, no puede desconocer que a él también lo ha tratado con bastante amabilidad que hasta ahora no deja de ser desconcertante, quizás es por la experiencia de enfrentar suegros y el inevitable sabor amargo que fue Ansan, aunque el tiempo mismo ha ido sanando las heridas que dejó ese viaje.
El padre de Soo sonríe complacido cuando escucha los halagos de los otros Choi hacia su "Cachorro", y en eso coinciden ambas familias cuando afirman que no dejan de mirar a sus hijos como tal, por más que pasen los años.
Soobin sujeta su mano y también luce muy feliz. Sospecha que aún le pesa que su madre siga manteniendo la distancia, pero el que su padre y su hermano lo acepten, ya es un avance enorme para el par de alfas.
Yeonjun puede afirmar tres cosas: Primero que ha alcanzado su límite en cuanto a la cantidad de personas con las que se ha relacionado en un día, lo segundo es que también está al límite en la cantidad de dulces consumidos, tercero, no le gusta dar discursos.
Ha repartido su atención tomándose un momento para compartir con cada invitado al punto que no percibe el paso de las horas, pero sí el cansancio físico y mental comenzando a fatigar su cuerpo -socializar tanto agota, está convencido-.
Por otra parte hay más pastel y Yeon podría asegurar que el azúcar en su sangre debe estar por las nubes y que no quiere volver a probar productos de repostería en meses.
Para finalizar su lista de certezas, creía que el discurso que tuvo que dar en la estación hace tres días atrás sería el último en años, hasta que sus familiares y amigos insistieron que el cumpleañero dijera un par de palabras antes de un brindis sin poder siquiera pensar en cómo escapar.
—Ten, bebe por mí —se queja Tae con un puchero, entregándole una copa mientras su otra mano sostenía un platillo lleno de bocadillos justificando que ahora comía por dos.
Yeonjun sostiene la copa llena de vino espumante y mira a su amigo engullir ansiosamente la comida. Apenas nota que su vientre crece, seguramente de no saber que viene un cachorro en camino ni siquiera lo imaginaría.
Al menos Kai y Beomgyu han decidido solidarizar con su omega y no toman alcohol.
—Yeonjun hyung, Soobinnie —dice Beomgyu con la voz un poco más ronca—, tenemos una propuesta que nos haría mucha ilusión que aceptaran.
—Es más, me ofendería que dijeran que no — Taehyun apoya la mano libre en su pecho.
—Queremos que sean padrinos de nuestro cachorro —puntualiza Huening.
Yeonjun casi se atora con las burbujas picando en su garganta. Soobin sonríe a más no poder.
Demasiadas sorpresas y emociones para una noche, piensa el alfa rubio.
Está tan agotado y a la vez como si lo arrastrara una suave corriente de embriagadora felicidad que ni siquiera pregunta cuando su novio sonriente le dice que ya vuelve, que ha olvidado algo muy importante en el auto. Se sienta sobre el colchón y mira la habitación que ahora no es sólo suya como lo fue por tantos años, se había llenado de a poco de la decoración que Soobin ponía en las paredes y en la repisa. Era imposible no sonreír como un bobo feliz con el corazón a punto de explotar.
Está tan lleno. Su familia, sus amigos, Soobin.
Cuando decía que estaba agradecido por tenerles en su vida mientras le instaban a dar un discurso improvisado, lo hizo como si aquel inmenso cariño que guardaba por cada uno de los presentes quisiera detonar.
Soobin se asoma tan sonriente y despeinado, sólo la cabeza a través del marco.
—Ya vas rumbo a los cuarenta, hyung —le recuerda sonriente, todavía sin entrar. Yeonjun quiere reclamar que todavía falta bastante—. Creo que es hora de ampliar nuestra familia — dice una vez que cruza el umbral y, en sus brazos, acuna a una pequeña mota marrón de pelos rizados que se remueve, dejando ver un par bolitas negras y brillantes.
Su boca se entreabre en respuesta al asombro. No estaba preparado para semejante momento. Habían hablado varias veces sobre tener perros, pero no imaginó que sería tan pronto. ¿Cómo lo cuidarían si ambos tenían sobrecarga de trabajo? ¿El mocoso había siquiera pensado en todas las responsabilidades que conlleva estar a cargo de otro ser vivo?
Lo observa temblar ligero en los brazos de Soobin y su corazón se estruja, pensado que es una criatura tan pequeñita y frágil que seguramente puede sostener en la palma de su mano.
Soobin traga saliva, ansioso ante la reacción silenciosa de sorpresa; es decir, sí, la idea era justamente sorprenderle y después ver su rostro feliz, no esa expresión ilegible como si hubieran cambiado papeles, y ahora quien se asemeja a un computador sobrecalentado es su hyung.
—¿Acaso no es lindo nuestro hijito? —rompe el silencio extendiendo con cuidado al pequeño perrito hacia las manos temblorosas de Yeonjun.
Forzando su pulso a mantenerse firme, el alfa más bajo sostiene al diminuto animalito que se encoge en la palma de su mano. Tan tibio y liviano, lleno de vida y miedo. Yeonjun le habla suavecito y Soobin respira una bocanada de alivio hasta que ve la mandíbula de su pareja tensarse y entrecerrar los ojos mientras su mano gotea.
—Los bebés son así — Binnie le quita peso con una sonrisa que trata de reprimir antes de apresurarse y volver a cogerlo.
Yeon se abstiene de quejarse que el perro café se acaba de orinar sobre su mano. No puede molestarse cuando ese par de redondos ojitos negros parecen tan confundidos a la par que emite unos ruidos adorables. Parte al baño a enjuagarse y trae también toallas húmedas para limpiar al nuevo integrante de su pequeña familia. Porque decir que no a ese par de cachorros que tiene al frente, no es opción.
"¿Ahora qué hacemos?", se pregunta cuando mira al animalito marrón que le recuerda a las ovejas, pero en miniatura. "¿Cómo se educa a un perro? ¿Y si llora por la noche? Tampoco podemos dejarlo solo mientras estemos en el trabajo".
Soobin está a poco de matarlo de ternura al verlo juguetear con el cachorro cuando toquetea su hocico y el animalito trata de atrapar su índice. Yeonjun lo vuelve a tomar con una mano mientras limpia su pelaje rizado con la otra.
—Mira donde dormirá nuestro bebé —comenta Soobin tras regresar de su corto viaje a la sala de estar, enseñándole una cama pequeña que parece una tarta de frutas, incluso trae un par de cojines con formas de kiwis y arándanos —. También compré un saco enorme de comida, tendrá por un buen tiempo...
El rubio sigue mudo, haciéndole cariño al perrito, con mil pensamientos y temores circulando por su mente ansiosa. "Es tan pequeño", realmente cabe en su palma, le podría pasar cualquier cosa. Necesita llamar a su hermano para que lo oriente, él tiene poodles, seguramente sabrá qué decir.
—Hyung, lo siento, pensé que sería una buena sorpresa —se disculpa una vez que aterriza de la fantasía de la familia feliz. Quizá fue impulsivo y se adelantó cuando no debió hacerlo. Su alfa no sonreía como estuvo imaginando.
—Estoy feliz, Soobin-ah —expone bajito, y al levantar la mirada, el menor nota el brillo vidriosos en sus ojos oscuros —. Muy feliz.
Soobin extiende los brazos y envuelve a Yeonjun con cuidado de no perturbar la paz del perrito marrón que descansaba en el regazo ajeno. Lo estrecha firme y hunde el rostro en el cómodo espacio entre su hombro y el cuello. El aroma mezclado de felicidad y ansiedad lo conmueve también.
Siguiendo las indicaciones de un par de blogs de crianza de mascotas envuelven un despertador con una toalla tibia que deja junto al perro en la cama, porque se supone que debiera recordarle a los latidos de su madre o algo así decía el último artículo que leyó.
—Parecemos un par de padres primerizos.
—Lo somos —confirma Jun antes de avanzar a la cama cuando ve que el pequeño can se ha dormido acurrucado contra el despertador —. ¿Dónde lo tenías escondido?
—Una vecina lo cuidó un par de días y se ofreció a ayudarnos —responde siguiendo sus pasos —. Necesita un nombre.
—Mañana lo decidimos —dice entre bostezos encogiéndose bajo el cobertor, arrimado al cuerpo cálido de Soobin.
Los dedos de su menor se hunde en su cabello rubio y rasca con delicadeza, enredando las hebras y desenroscando, haciendo que el alfa mayor gruñera suavecito, abrazándolo un poco más.
—Tengo un último regalo antes que finalice el día.
—Son más de las doce, el día ya terminó.
Hace un gesto restándole importancia y Yeon parpadea incrédulo cuando se arroja de cabeza colgando de la cama a buscar algo que posiblemente haya dejado bajo ella.
—Hyung, te ahorraré hacer algo horriblemente cursi porque no tengo problemas en hacerlo por los dos —explica sin precisión.
—¿Qué cosa? — todavía no entiende hasta que recibe una pequeña cajita con dos anillos en su interior.
—Los grabados —indica, sonriendo avergonzado y con las mejillas que queman.
El "Mocoso arrogante" y el "Alfa insufrible".
Soobin aún se acordaba de aquella conversación la primera vez que fue a casa de sus padres.
Soobin siempre graba ese tipo de detalles y como si fuera una valiosa colección se las muestra y Yeonjun nota que el calor se desparrama en su pecho cuando ve el conjunto de hitos que han marcado su relación exhibidos y resumidos por su adorable Binnie en un par de anillos.
Es demasiado. Va a explotar. Cierra los ojos porque siente que se humedecen y pican. No entiende cómo su pareja puede sacudir su mundo interno con tanta facilidad.
—Yah, hyung, me harás llorar también.
—No estoy llorando.
—¿No llorarías por y para mí?
—Olvídalo — afirma con esa mirada vidriosa que insta a que el menor lo exprima en un abrazo —. Tan arrogante.
—Te amo, alfa insufrible.
Yeonjun no sabe cómo explotar. No necesita saberlo tampoco, sus emociones terminan encontrando su propia vía de escape, así como esas lágrimas tibias que no logra mantener dentro por más que aprieta los párpados.
Todo eso deja de importar cuando está entre los brazos de su mocoso arrogante que besa repetidamente su coronilla, recordándole que lo ama demasiado.
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Un capítulo que derrocha miel, en serio JAJAJAJAJA Vivan los novios porque Yeonbin es amor
¿Ideas para el nombre que pondré para el perrito? Empieza por O uwu
Amo eternamente el cover de Forest de Soobin :( Yo lo amo MUCHO
Tuve que poner Stupid in love en este cap porque TREMENDA canción, yo nada más se la dedico a mis bias (Yoongi y Yeonjun), además de a todo Bangtan y Tubatu, son las doce personitas que tienen mi corazón ganado por toda la eternidad 💕
Esta es la camita:
El siguiente extra es sobre Yoonkook SAJAJDI Y el último es acerca de YeonBin en plan cuidadores de cachorros.
¡Voten y comenten! ❤️
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