Hannah
El traqueteo del autobús le hizo abrir los ojos y mirar a su alrededor con la vista borrosa. El vehículo estaba prácticamente vacío, salvo por dos asientos ocupados en la parte de delante y el molesto individuo que le estaba picando en la mejilla.
—Yaaaah —se quejó dando un manotazo. Cerró los ojos de nuevo y dejó caer la cabeza contra el cristal.
—Despierta fea durmiente.
Hannah abrió un ojo y le dio una patada a su compañero de asiento.
—Vaca burra como siempre.
—Si sigues así te tiro del autobús.
—Para eso tendrías que levantarte primero, pesada.
—Ugh, Dae, calla, por favor —le pidió incorporando la cabeza de nuevo. Le iba a explotar a ese paso, y el autobús del mal parecía no llegar nunca a su destino.
Miró a su compañero y su cara de niño bueno le hizo sonreír un poco. Era atractivo, con esos ojos de mirada traviesa y los labios gruesos, de entre los cuales siempre salía una sarta de insultos con cariño y, de manera muy esporádica, alguna palabra de afecto. En ese país de locos, era el mejor amigo que podía tener y el que conseguía que mantuviera la cordura y no hubiera acabado asesinando ya a alguien.
Sinceramente, la mentalidad coreana le resultaba muy molesta, al igual que los chicos babosos de la universidad, que se creían con un sentido de la propiedad que rallaba en el absurdo. A veces, le daban ganas de hacerse una camisa que dijera "fuck you, I'm queer" pero, seguramente, la mitad ni entenderían la frase. Tanta educación y tanta universidad cara para educar a más de lo mismo. Aunque soltarles un par de improperios en mandarín, los espantaba con facilidad.
Con Daehyun había resultado muy paradójico. Todo empezó con un malentendido en la tienda que él trabajaba y que terminó en una conversación sobre los bajos de los hombres y las mujeres en un tenderete callejero, con la mirada de una vieja ajumma clavada en la nuca. Resultó una noche divertida en la que ganó su primer amigo nativo en el país y dos boles de ramen instantáneo gratis.
—Más te vale buscarme un novio guapo por ser el sujeta bragas de las dos —comentó Daehyun al bajar por fin del autobús. El aire estaba frío, así que Hannah se cubrió bien el cuello con la bufanda. —Sois un par de chinas comunistas odiosas.
—Tranquilo, tú eres un coreano capitalista odioso —replicó lanzándole un beso con los dedos.
—Por eso nos llevamos tan bien.
—Y por el hecho de que sé que no te voy a tener que dar un puñetazo por tocarme el culo.
—¿Otro manos largas?
—Más bien, una... otra. Te juro que esa chica es una descarada.
—¿Hablamos de una china, verdad?
—¿Qué insinuas?
—Que lo lleváis en la sangre —respondió rodando los ojos. —Salvo que a tu chica le ha costado un poco, bastante, soltarse la melena.
Y suelta la llevaba el otro día en el que se reunieron todas las chicas y tuvo que contenerse al verla. Estaba radiante, más que de costumbre. No había rastro de esa mirada de persona perdida en un mundo demasiado grande para ella. No. Había cambiado algo. Lo percibía en esos ojos marrones que intercambiaron una mirada rápida y una sonrisa de hoyuelos con ella. Las ganas de besarla ahí mismo y raptarle para irse lejos de ese guateque, habían sido inmensas. La echaba tanto de menos. Sentir su calor, el tacto de su piel, sus besos y tenerla, simplemente, entre sus brazos sin importar nada más. Echaba de menos su voz y sus bailes, la manera en que temblaba y susurraba su nombre en la intimidad. Verla todos los días, su sonrisa, sus ojos, sus dedos finos, escucharla tararear en mandarín y quejarse en coreano.
No podía decir que estaba llevando bien esa separación forzosa que había impuesto ella misma entre las dos.
Tampoco ayudaba el hecho de encontrarse sola en una habitación que resultaba fría sin compañía, ni el hecho de que aborrecía las clases y se pasaba más tiempo en los rincones perdidos del edificio de la facultad que en clase. Y aunque resultó emocionante en un primer momento verse acogida por Kristy y su novia enana, no lo fue tanto la sobredosis de azúcar que le producía el verlas acarameladas de tanto en tanto y metiéndose mano con un disimulo que, sinceramente, tenían que practicar.
Mientras tanto, su chica estaba creciendo y se iba a convertir en toda una guerrera. No de la noche a la mañana, pero sí con el tiempo.
A la imagen mental del rostro de XingLian se le superpuso la de una chica de mirada felina con un chupa chups en la boca.
Hannah gruñó por dentro de frustración.
—Nunca pensé que KaiLi, que tan modosita parece, tuviera una prima tan... tan...
—¿Despampanante?
—Por así decirlo... —dijo sentándose en uno de los bancos del camino que llevaba a la residencia. —Me cae bien, vamos, es capaz de dejar en el sitio a cualquiera con su lengua de serpiente. Pero no sé muy bien a qué atenerme con TaoZi. Ayer se sentó al lado mía y XingLian parecía querer hacer un fogata con ella por el modo en que la miraba.
—Y yo que pensaba que estabas hablando de tu compañera de habitación.
—MinSook... —murmuró levantando la mirada al cielo nocturno. Apenas se veían las estrellas.
—¿Te has dado cuenta de que las tienes a todas gravitando a tu alrededor?
Hannah no hizo caso a la pregunta. Su mente estaba pensando en la nueva muchacha que había entrado a formar parte de su día a día. Kim MinSook. Su nueva compañera de habitación. La tercera parte de una ecuación que le estaba produciendo ese dolor de cabeza que no le abandonaba en días. A veces echaba de menos la simplicidad de la vida en el instituto COEX, picando a Kristy y besando a XingLian por todos los rincones, riendo y diciendo tonterías. Sin chicas despampanantes y compañeras de habitación que parecían tener fuego líquido en vez de sangre en las venas. Porque así era MinSook. Una bomba de relojería, tentadora, con un toque sensual en la mirada, y unas curvas preciosas sobre las que había caído la primera noche compartiendo habitación.
Cuando Kristy le dio la nota informativa diciendo que había encontrado la compañera perfecta para ella, fue como un milagro caído del cielo y una noticia horrible al mismo tiempo. Por fin podría poner distancia de las demostraciones amorosas de Kristy y JunA, pero al mismo tiempo, notaba que no la querían ahí. No es que se lo tomara a mal, lo entendía, pero sí se sentía un poco molesta. Había recogido su maleta y había vuelto, literalmente, por donde había venido. Cogió el ascensor, subió varios pisos, y se plantó delante de la habitación con pocas ganas de ver a alguien. Cuando abrió, se encontró la habitación a oscuras para su alivio. Al otro de la ventana, las farolas estaban encendidas, y el sol había caído por completo. De la habitación vecina, llegaba una música estridente que sólo ayudó a acrecentar el fastidio de Hannah.
Cerró la puerta, rodó la maleta y se quitó el abrigo y la bufanda que llevaba ese día. Los auriculares se le enredaron en el pelo, el móvil se le cayó al suelo como si fuera un ladrillo y se dio un golpe en la pierna con la esquina del escritorio al moverse.
Premio para Hannah, se dijo a sí misma.
Dolorida, se movió por la habitación hasta su cama y, harta ya de ese día, se dejó caer sobre el colchón sin más.
—¡Arhgggg! ¡Yaaaaaaah! —gritó una voz a meros centímetros de su oído.
De repente, un empujón la envió directa a besar la moqueta del suelo, al que cayó con la menor gracia del universo.
—¿Pero qué demonios...? —empezó a decir, llevándose una mano a la boca.
La luz de la mesilla de noche se encendió, dejándole a la vista un par de zapatos que no eran suyos y otra maleta, abierta sobre el suelo.
—¡Hannah! —gritó la misma voz.
La nombrada, palpándose el labio dolorido, se sentó en el suelo y giró la cabeza hacia la cama, donde una chica de mejillas redondeadas le miraba con gesto de sorpresa.
—¿MinSook?
—¿Por qué no has encendido la luz?
—¿Qué... qué haces aquí?
MinSook se levantó de la cama y se agachó junto a ella.
—Te está sangrando el labio, qué desastre —comentó.
Acercó una mano pero se detuvo y se levantó, directa al baño. No tardó en volver con una toallita que le tendió. Hannah la cogió, no muy consciente de la situación y, con MinSook haciéndole una seña en una zona del labio, se la puso contra éste.
—¿Y bien? -insistió.
MinSook, vestida con un gracioso pijama de pantalón y camisa, frunció los labios de manera graciosa.
—¡Obvio! Soy tu compañera de habitación. Y qué agradable cambio. Por favor, mis otras dos compañeras eran una pura pesadilla. No había quien las aguantara. No podía más. Juro que si me quedaba un día más allí, le hubiera pegado un puñetazo al cretino del novio de una de ellas. Por dios, ¿por qué existen los hombres en este planeta? Dan ganas de darle una patada en el culo a todos y mandarlos a la Luna.
Hannah parpadeó.
—Compañera de habitación. Ok.
Quizás se había golpeado la cabeza, porque apenas había registrado el resto de lo que le había dicho.
—Es como cuando, ¿cómo se llamaba la tipa esa? ¿La que sigue como un perrito faldero a KaiLi? ¿YuRen?, me provocó. Ese estúpido crío hacía lo mismo. Estaba esperando a que saltara. Tuvo suerte, le hubiera dejado sin dientes. Me prometí que me comportaría en la universidad pero es que mira que me lo ponen difícil. No siempre hay una TaoZi para impedir el puño de acero de MinSook.
Hannah soltó una pequeña risa.
—Creo que lo he sentido, o algo parecido.
—¡Ah! Lo siento, de verdad —dijo, rápidamente—. ¡Pero es que te tiraste encima de mí!
—Me tiré encima de mi cama. No sabía que había una chica esperándome con tanta ahínco y fuerza -bromeó un poco más animada.
—Ja, ja, ja.
—¿Creo que no nos hemos presentado formalmente todavía? —preguntó levantándose del suelo. Sintió un ligero mareo que se pasó pronto y se arregló un poco el pelo con la mano libre.
MinSook la imitó y ladeó la cabeza, dejando que el cabello le cayera liso por detrás de los hombros.
—Creo que no. En la fiesta del otro día hubo muchos nombres, y Kristy me ha dicho mil cosas de ti, pero no, no nos hemos presentado.
—¿Qué habrá dicho de mí la demonio de Kristy?
—Secreto -dijo MinSook, revelando una bonita sonrisa.
—Lu Hannah —se presentó apuntándola con una mano en modo de pistola junto a un guiño.
MinSook rió y se llevó una mano a la boca, tapándose los dientes.
—Kim MinSook -respondió, con la risa marcando aún más sus mejillas y una leve inclinación con la cabeza a modo de saludo. —Por cierto, creo que soy tu mayor. Espero que te comportes —añadió con una sonrisilla adornada con un toque travieso.
—¿Yo? ¿Comportarme?
¿Estaba acaso esa palabra en su vocabulario de coreano?
—Si no, puede que duermas en el pasillo.
—¿Sabes que tengo reputación de ser una mala hierba? —le dijo.
La sonrisa volvió a ampliarse en el rostro de MinSook.
—Entonces creo que nos llevaremos bien —replicó.
—¿Ah, sí?
—Estoy segura.
Y Hannah tenía la impresión de que no se iba a equivocar.
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