Epílogo.

Los años habían pasado demasiado rápido, más cuando los estudios parecían consumir la mayor parte de su tiempo.

Pero para buena suerte de Jimin, había logrado terminar con éxito su carrera de leyes hace un par de semanas atrás, aun cuando fue jodidamente estresante la mayor parte del tiempo, haciéndolo llorar de puro estrés.

Jungkook solía ayudarle cuando lo veía a altar horas de la noche estudiando alguna materia que no entendía o realizando algún trabajo, mientras refunfuñaba y lloraba. Lo más sorprendente de todo era que, su maldito alfa aparte de ser sexy y bueno en la cama, era demasiado inteligente. Y aunque era obvio, considerando que era un político recto y serio en su trabajo, a Jimin le sorprendió en cierta manera, ya que sin necesidad de chequear libros o internet, Jungkook siempre le daba las respuestas correctas.

—¿Todo bien? —la rica voz de Jungkook lo hizo apartar sus ojos de la pista de baile para mirarlo. Jungkook lo observaba con atención, sus ojos oscuros recorriendo cada centímetro de su rostro con tanto deseo que provocó que las mejillas de Jimin se ruborizaran.

Era un poco vergonzoso saber que después de todos estos años juntos, el amor que ambos se tenían no hacía más que aumentar y aumentar. Y ya ni siquiera podían disimularlo en público.

Las mariposas aleteaban con emoción en el estómago de Jimin, haciéndolo removerse incómodo en su asiento. Los ojos de Jungkook sobre él no hacían más que avivar el fuego. El deseo. La pasión.

Jimin se aclaró la garganta antes de responder.

—Sí —dijo, volviendo a mirar a los novios. Jungkook hizo lo mismo.

Sabía que Jungkook se preocupaba por él. Su alfa podía percibir sus emociones, además de que ya lo había visto llorar horas atrás.

¿Seguro?

Jimin sonrió, sin mirarlo. Ya con los años, había logrado dominar la espeluznante habilidad de escuchar los pensamientos de Jungkook, haciendo que comunicarse en público fuese más fácil.

¡Que sí, joder!

Jimin le respondió mentalmente, tomando su copa para beber un generoso sorbo de alcohol. Jungkook no volvió a decirle nada, simplemente se limitó a disfrutar del espectáculo.

Cuando el vals tradicional que se usaba en la unión de dos lobos se detuvo, todos los invitados aplaudieron con alegría. Jimin también, por supuesto, con una gran sonrisa sobre sus labios y los ojos brillando de manera sospechosa.

Hoseok también sonreía, con sus mejillas ligeramente rosadas y su mano sosteniendo de manera firme pero suave, la pequeña mano de Jiyoon, quien se acababa de convertir en su esposa.

El público los ovacionó, porque lucían radiantes esa noche.

Y aunque la ceremonia en un inicio había sido organizada para ser discreta, con pocos invitados y en un lugar lejos de la ciudad, resultó ser todo lo contrario. Los medios de comunicación se enteraron de alguna forma y lo publicaron en todos lados como una gran noticia, considerando que Jiyoon había sido la esposa y omega del empresario Kim Woobin, quien lo había perdido todo debido a los delitos cometidos.

Y no solo era eso, sino que vincularon a todos, dando más de qué hablar. El político Jeon Jungkook era el prometido de Jung Jimin, quien era el único hijo de Jung Hoseok, el ahora esposo de la omega Jiyoon.

La prensa los acosó durante varios meses, igual que los paparazzis, todos queriendo algunas declaraciones o fotos exclusivas. Para mala suerte de ellos, no obtuvieron mucho, ya que Jungkook mandó a resguardar a Jiyoon y Hoseok con su eficiente equipo de guardaespaldas, mientras él se ocupaba de la seguridad de Jimin.

Taehyung y Seokjin... Ellos simplemente disfrutaron de su momento de fama, posando de manera divertida ante las cámaras y flashes. Ninguno dio declaraciones realmente interesantes, ya que solo mandaban saludos a sus amigos y familiares o contaban chistes ridículamente aburridos. Algunas veces Jimin también se les unía, provocando que quienes los hostigaban con sus cámaras o grabadoras se rieran y finalmente los dejaran en paz.

Y en cuanto a Namjoon, no sufrió mucho del acoso de la prensa, pero varios curiosos llegaron al club nocturno, haciendo que el lugar fuera más conocido. Por supuesto, Namjoon no se quejó. El dinero extra sirvió para ampliar el local y remodelarlo, dejándolo más bonito.

Pero no todo fueron risas para Taehyung, quien desde un inicio se mostró bastante entusiasmado por la boda de su madre y el padre de su mejor amigo. Mientras posaba junto a Seokjin frente a los flashes de las cámara de los paparazzis, uno de ellos le preguntó sobre su padre. Taehyung lo ignoró, pero cuando el hombre insistió en el tema, soltando información que él no conocía, todo se detuvo en seco.

Nunca había ido a visitar a Woobin a la cárcel en todos estos años. Y no porque no quisiera, sino porque el hombre no se lo merecía. La última vez que lo había visto fue en el hospital, cuando le dijo que le pagaría a los mejores médicos para que lo mantuvieran con vida el mayor tiempo posible para torturarlo de alguna manera, pero descartó esa idea al año después, dejándolo a su suerte.

Pero luego de quemarse el cerebro por varias semanas, pensando si era correcto o no, se armó de valor y fue hasta la mugrosa cárcel donde su padre agonizaba.

La llegada al lugar fue algo... repugnante. Todo olía a oxidado, feromonas y orina. Caminó por largos y oscuros pasillos, escuchando los lamentos y gritos de otros reclusos. Los ignoró.

Cuando los guardias que lo escoltaron lo empujaron dentro de una habitación tan asquerosa como el resto de la cárcel, Taehyung arrugó la nariz y frunció el ceño.

El hombre tumbado en el delgado y sucio colchón que estaba en el piso no se movió, incluso cuando hicieron suficiente ruido.

Taehyung había observado en silencio al hombre que una vez fue su padre. Estaba tan delgado, sin fuerzas, intentando desesperadamente tomar una nueva bocanada de aire.

Este no era su padre. El alfa fornido e imponente al que le tenía tanto miedo. Este era un hombre moribundo, marcado por otro alfa y odiado por su propio lobo.

Taehyung no dijo nada, solo lo miró por un momento antes de darse la vuelta e irse, sin dar órdenes para que aliviaran en lo que pudiera su dolor.

Días después de su visita, una llamada telefónica le informó que Woobin finalmente había muerto. La noticia no fue buena ni mala. Taehyung se limitó a escuchar con detalles, sin deseos de reclamar el cuerpo de Woobin para darle una ceremonia y un entierro. Sabía que iría a la fosa común y le daba exactamente lo mismo. Nunca le dijo a su madre, no cuando la veía tan ilusionada con su boda.

Así que ahora no estaba triste en absoluto. De hecho, nadie parecía estarlo. Los invitados que prácticamente se habían invitado solos, reían y animaban la celebración. Muchos de ellos eran conocidos en los diferentes ámbitos que manejaba. Y Jiyoon no había tenido corazón para rechazar a nadie, menos cuando comenzaban a mandar regalos bastantes costosos para los futuros novios, deseándoles muchos años de felicidad.

—¡Mamá! —Taehyung le gritó, levantándose de su asiento con impaciencia mientras se movía hacia su madre.

Jiyoon le sonrió a su hijo, quien se veía increíblemente guapo con ese traje oscuro.

—Felicidades, mamá —repitió por enésima vez, estrechándola entre sus brazos.

—Gracias, amor —le dijo ella, sintiendo como su corazón bombeaba rebosante de amor y felicidad.

Jimin también se había levantado y se había movido junto a su padre.

—Te ves encantador, cachorrito —Hoseok comentó. Jimin solo bufó, con una encantadora sonrisa sobre sus labios.

—Y tú, papá, te ves muy guapo.

Hoseok se rió, sintiendo como el calor volvía a subir por sus mejillas. Era un hombre de cuarenta y tantos años, por amor a la luna. Y según él, estaba lejos de verse guapo.

—Entonces —Taehyung dijo, haciendo que Hoseok y Jimin lo miraran— Ahora somos hermanos, Mimi. ¿Y cómo debo llamarlo ahora, tío?

Hoseok rodó los ojos. En todos estos años, había logrado conocer bastante bien a Taehyung. Sus travesuras, sus chistes y ese carácter tan peculiar de él era totalmente de su agrado.

—Como quieras, muchacho.

—¡Suegros! —Seokjin apareció, abrazando a los novios.

Según la opinión de Hoseok, Seokjin también era un encanto, tan igual a Taehyung.

Luego de abrazarse y bromear un poco más, la celebración siguió siendo tan divertida como había prometido ser desde un inicio.

Hubo juegos de todo tipo gracias a que Taehyung, Seokjin y Jimin los habían organizado. También hubo piñatas, donde los novios tuvieron que golpear con un palo largo un par de veces hasta que el contenido del interior cayó y todos los invitados se lanzaron como bestias al suelo, recogiendo desesperadamente las golosinas y algunos regalos pequeños.

Y ya para el final, cuando los novios cortaron el pastel de cuatro pisos, porque según Seokjin entre más mejor, se untaron un poco en la cara y luego se dieron a probar entre sí. Todos aplaudían las muestras de afecto, incluso los hijos de ambos.

—Muchas gracias a todos por venir. Por estar aquí y apoyarnos en este momento tan especial para nosotros —Hoseok dijo, sosteniendo la mano de su esposa. Estaba hablando frente a un micrófono para que todos pudieran escucharle— Nosotros nos retiramos ahora, pero ustedes pueden seguir celebrando hasta las... ¿Seis de la mañana? Creo que hasta esa hora se pagó el arriendo del salón —bromeó, sacándole risas a sus invitados.

Jiyoon también dijo un par de palabras antes de despedirse y caminar hacia la salida, donde un auto los esperaba.

Jimin no perdió tiempo y los siguió hasta afuera para lanzarse a los brazos de su padre.

—Que lo pases bien, papá —murmuró entre el abrazo.

—Gracias, cachorrito —se alejaron y Hosein besó una de las mejillas de Jimin con tanto amor que este volvió a abrazarlo.

—Cuídate, ¿sí? Y llámame.

Hoseok sonrió encantado ante la preocupación de su hijo.

—Claro que sí.

—Y te quiero, papá.

—Yo también, cachorrito.

—Y... saquen muchas fotos —a estas alturas, Jimin ya estaba llorando. Hoseok lo alejó de sus brazos para mirarlo y con su pulgar, secó sus lágrimas del rostro de su hijo y besó su frente.

—Sacaremos muchas, lo prometo. Y te traeré un regalo.

—Bien —murmuró Jimin, sorbiendo su nariz.

—Cuídate también, cachorrito.

Jimin resopló ahora, riendo.

—Aunque no quisiera, Jungkook me cuida, papá. Es como mi maldito perro guardián.

El gruñido amenazador de Jungkook vibró a través de su vínculo, provocando que Jimin sonriera nuevamente.

Hoseok volvió a reír, mirando más allá de su hijo.

Efectivamente, Jungkook siempre estaba cerca de Jimin, ya sea cuidándolo o vigilándolo. Para Hoseok era un poco espeluznante, pero si a Jimin le parecía bien el comportamiento de Jungkook, a él no le quedaba más remedio que respetar su extraña relación.

—Buen viaje, señor y señora Jung —dijo Jungkook una vez que estuvo al lado de Jimin.

—Gracias por todo, cariño. Y no me refiero solo al viaje que nos diste, sino porque estás aquí junto a Jimin —dijo Jiiyoon— Y cuidarlo mucho, mira que ahora es mi nuevo hijo.

Jimin casi rompió en llanto. Que Jiyoon lo viera como un hijo ahora, era realmente lindo.

—Tía —Jimin se acercó para darle un cálido abrazo que ella correspondió de inmediato— Pasenlo muy bien.

—Claro que sí, cariño.

—¡Abrazo familiar! —Taehyung gritó, intentando abrazar a Jimin, su madre y Hoseok.

—¡Sí, abrazo! —Seokjin se les unió, pero el gruñido amenazador de Jungkook los hizo finalizar aquel escándalo.

—Perderán el vuelo —les recordó a los novios, mirando de mala manera a Taehyung y Seokjin, quienes tal parece habían compartido la cama con su omega.

El hecho de que supiera aquello no hacía más que hervirle la sangre. Sabía que no tenía el derecho de reclamar nada, ya que él también tuvo diferentes amantes antes de Jimin. La cosa era que, él no se veía ni reía ni nada con ellos, como lo estaba haciendo ahora Jimin.

Seokjin resopló, cortando el abrazo.

—Hasta aquí huelo tus celos, Jeon —el beta se burló, provocándolo.

Y si las miradas asesinaran, Jimin estaba seguro de que Jungkook ya había matado a Seokjin.

Y quizás a también a Taehyung.

—Ya, ya —Jiyoon intervino— No vamos, pero se portan bien.

—Claro, ma —respondió Taehyung con tono inocente.

—Y cuidense.

—Que sí, mamá.

Dándose un último abrazo y un beso en la mejilla, despidieron finalmente a Jiyoon y Hoseok, quienes iban rumbo al aeropuerto para abordar su vuelo.

—Bueno, es hora de descontrolarse —dijo Seokjin, manteniendo sus brazos enredados en el cuerpo de su novio.

Taehyung se rió, girando el rostro para mirar a Seokjin. Y a Jimin le dio nauseas tanto amor que desbordaban.

—Por la diosa luna, son asquerosos —murmuró, siendo ignorado— Jungkook, vamos.

Tomó la mano de Jungkook y lo arrastró hacia la fiesta, dejando que Seokjin y Taehyung se comieran la boca solos.

La música sonaba dentro del salón, retumbando por todos lados.

—¡Kook! —Yongsun se acercó— Nosotros nos vamos. La tía está cansada.

Yongsun, Misuk y Namjoon habían estado presente desde la ceremonia hasta ahora, ya sintiéndose agotados. Y para alegría de todos, Misuk y Jiyoon se habían vuelto grandes amigas, siendo un buen apoyo el una de la otra. Incluso habían creado los "sábados de pasteles", donde ambas se juntaban en una de sus casas y horneaban algo exquisito que luego disfrutaban entre las dos familias.

—Nos vemos, entonces.

Yongsun rodó los ojos. Jungkook nunca dejaba su encantador carácter de mierda.

—¿Y la tía? —preguntó Jimin.

—Fue al baño. Nam acaba de salir para buscar el auto.

Jimin puchereó. No quería que se fueran tan pronto, pero los entendía, porque incluso él se sentía jodidamente agotado.

—¿Los veo en la semana? —preguntó Jimin. Ya era algo normal que todos se viesen todo el tiempo. Jimin había superado esa faceta ridícula donde no salía de casa para tener la polla de su alfa muy enterrada en su culo.

Bueno, no es que ya no pasara, pero ahora podía sobrevivir sin ella durante el día.

—Por supuesto que sí, bonito. La tía dijo que este sábado hará un pastel de todas formas.

—¡Perfecto! Iré. Bueno, iremos.

Jungkook no dijo nada, pero Jimin sabía que su alfa prefería estar alejado de toda esa alegría chillona.

—Muy bien, ahí nos vemos.

—Ajá.

Y la señora Misuk apareció, sonriendo.

—Oh, cariño, estuvo todo muy lindo. No pude despedirme de Ji ni de Hos, pero cuando hablemos por teléfono les diré lo encantada que estuve. Todo salió maravilloso —Misuk murmuró encantada. Ella era una omega mayor, que había vivido un amor perfecto junto a su alfa.

—Claro que sí, tía.

—¿Los veré el sábado?

—Sí.

—Muy bien —miró a Yongsun— Cariño, ¿no vamos? Estoy agotada, lo siento.

Jimin hizo un movimiento con su mano para que no se preocupara.

—Yo estoy igual, tía. Ya pronto me voy.

—Nam está afuera. Vamos.

Jimin y Jungkook salieron nuevamente del salón para despedirlos, encontrando a Taehyung y Seokjin abrazando de manera juguetona a Namjoon, quien parecía estar contando hasta mil para no perder la paciencia.

Luego de un intercambio de palabras y abrazos, se despidieron finalmente. Y cuando el auto desapareció al doblar en la esquina, Seokjin chilló con entusiasmo:

—¡Vamos a beber! —ni siquiera esperó una respuesta, simplemente tomó la mano de Taehyung y lo arrastró hacia el interior del salón.

Jungkook y Jimin quedaron solo afuera, mientras el viento frío golpeaba suavemente sus cuerpos.

—¿Nos vamos? —preguntó Jimin, extrañando su cama.

Jungkook lo miró. Era esa mirada oscura que lo ponía jodidamente nervioso.

—Lo que tú quieras, amor.

Casi se derritió, como si fuera un hielo que sumergieron en agua caliente.

—Entonces vamos... —tartamudeó como un idiota— Necesito mi cama...

Una ceja de Jungkook se arqueó.

—¿Solo la cama? —preguntó Jungkook con voz ronca, tan deliciosamente sensual que Jimin se mojó ahí mismo.

Ay, estúpido alfa.

Jungkook se rió entre dientes. Amaba esa boca obscena de Jimin. Dioses, él amaba cada defecto y virtud de su omega, tanto, tan mal, que sabía que ya no podía vivir sin él.

—Bueno... —soltó Jimin de manera juguetona— A nuestro amigo Willy también.

Jungkook bufó, alejándose de su omega. Y Jimin se rió como la pequeña mierdecilla que era.

Antes de que su alfa se alejara un más, se lanzó a sus brazos, y Jungkook lo envolvió en ellos instintivamente.

—¿Jungkook? —murmuró, acurrucándose en el pecho duro de su alfa.

—¿Mmm? —tarareó Jungkook, bajando la cabeza para enterrar su nariz en los cabellos de Jimin. Olía delicioso, como siempre.

—Estaba pensando...

—Oh —se burló Jungkook, ganándose un golpe suave en su pecho.

—Pienso bastante, ¿sabe? —le gruñó.

Jungkook el idiota, se rió nuevamente.

—Lo sé, amor. Lo sé.

—Bueno, como decía. Estaba pensando y... —dejó de hablar dudando.

—¿Y?

—Quiero un gato.

Jungkook frunció el ceño.

¿Un gato? ¿Para qué?

—¿Qué? —atinó a preguntar. Nunca pensó que Jimin querría una mascota, considerando que las veces que estaba en casa era para follar o estudiar. ¿En qué momento cuidaría de un animal?

—Eso, que tengamos un gato.

—¿Por qué deberíamos tener un gato? —cuestiono, lo que provocó que Jimin soltara una encantadora risita.

Alejándose de su alfa, Jimin le miró a la cara, sonriendo.

—¿Y por qué no?

Jungkook lo miró en silencio y con su ceño todavía fruncido por un momento, hasta que lentamente se relajó. Luego le sonrió de vuelta, levantando sus manos para acunar el rostro de su omega.

—Todos los que quieras, siempre y cuando te preocupes de limpiar su mierda —dijo, inclinándose hacia adelante para darle un suave beso en los labios.

Jungkook odiaba a los gatos. A los perros. A cualquier animal que hiciera desastre, botara pelos o dependiera de él. Pero si Jimin le pedía un maldito zoológico, él sin dudarlo se lo compraría. Era simplemente absurdo, pero una realidad. Todo lo que su omega quisiera, ya sea lo más ridículo o exclusivo, Jungkook se lo daría, solo para verle sonreír justo como ahora.

—Bien, puedo limpiar mierda.

—Mañana ve a alguna tienda y compras uno.

La sonrisa de Jimin se esfumó y su ceño se arrugó.

—Oh, no —negó con su cabeza— No quiero comprar gatos. Quiero adoptar.

Jungkook bufó.

—Los gatos de los refugios son generalmente feos. De colores comunes, con pelo común y olor común.

Jimin volvió a reírse, pareciendo incluso más joven.

Y a la mierda, Jungkook lo amaba tan profundamente.

—No seas tonto. Son preciosos.

—Lo que digas, amor —murmuró antes de volver a besarlo.

Jimin subió los brazos y los enredó en el cuello de su alfa, tirando de él más cerca suyo, mientras este saqueaba su boca, sintiendo como se desconectaba del mundo. Eran solo él y Jungkook, nadie más.

Y así sería durante estas dos semanas que tenía de vacaciones, antes de comenzar con su tortuosa práctica, trabajando como junior en una buena firma de abogados. Serían cuatro meses hasta que empezara con su magister que duraría dos largos años. Luego de eso, cuando se recibiera y si es que todo salía bien, abriría su propia firma de abogados bajo su apellido Jung, para dedicarse a ayudar a todos aquellos omegas que no fueron escuchados.

Jungkook por supuesto, lo apoyaba en cualquier decisión que tomara, sin importar qué.

Cuando la falta de aire lo obligó a separarse y el beso finalizó, ambos abrieron sus ojos y se miraron por un momento. El fuego, el deseo, la necesidad y todo lo que implicaba aquella pasión que despertaban el uno del otro, les quemaba la piel y los órganos.

—Vamos por tus cosas —ordenó Jungkook con voz ronca.

Jimin asintió con rapidez, moviéndose y tropezando con sus pies. Jungkook lo sostuvo para que no cayera al piso.

Ambos estaban demasiados ansiosos por irse y llegar a casa.













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