Capítulo 53.
Seokjin tuvo que morder la almohada para no gemir tan fuerte, mientras Taehyung movía sus caderas y golpeaba con fuerza ese punto sensible en su interior.
—Oh, bebé... —el alfa gimió, inclinándose hacia adelante, cubriendo al beta con su pesado cuerpo. Le besó un hombro, el cuello y luego la nuca antes de susurrar:— Me voy a correr pronto, bebé.
Seokjin lloriqueó, meneando sus caderas con necesidad. Y Taehyung sonrió, volviendo a incorporarse para hincar sus dedos en la suave piel de las caderas, sujetandolas con fuerza mientras sus embestidas aumentaban de manera bestial.
—Y te voy a llenar con mi semen, bebé. ¿Lo quieres, verdad?
—Joder, sí —Seokjin siseó— Lo quiero... ¡Aaah!
Seokjin gritó en la almohada, arqueando su espalda mientras sus manos se empuñaban contra las sábanas. Se había corrido tan fuerte que su mente quedó en blaco, su cuerpo entero temblando y su agujero apretando con fuerza la circunferencia que lo mantenía estirado al máximo.
Taehyung sonrió ampliamente, con su ceño tan fruncido que incluso dolía. Se relamió los labios con la punta de su lengua, amando ver el desastre en el que se convertía su novio cada vez que le arrancaba un orgasmo.
—Mmh... —tarareó gustoso el alfa, golpeando una vez más la próstata de su novio, pero luego siente un cosquilleo en su vientre bajo— Oh, mierda, bebé...
Seokjin suspiró cuando sintió a Taehyung tensarse por un momento, luego su polla se sacudió y comenzó a correrse dentro de él.
Mmh...
Taehyung se desplomó sobre su novio, abriendo la boca para luego cerrarla sobre la herida que él mismo re abría cada vez que podía. Seokjin se quejó adolorido, apretando los ojos mientras sentía como el alfa comenzaba a crecer en su interior.
—Ngh, duele... —se quejó, todavía sin poder acostumbrarse al nudo de su alfa.
Taehyung susurró una disculpa, lamiendo la herida.
Durante un buen rato, ninguno de los dos se movió, limitándose únicamente a respirar, hasta que el nudo comenzó a bajar. Taehyung besó la bonita marca que adornaba el cuello de su novio antes de comenzar a retirarse lentamente.
—Estoy hecho polvo —dijo Taehyung en voz baja, moviéndose para tumbarse al lado de Seokjin.
Seokjin sonrió, luciendo un poco destrozado.
—Somos dos... —bostezó, cerrando los ojos. Su cuerpo se sentía adolorido y totalmente exhausto.
Taehyung estiró su mano y acarició los cabellos húmedos de su novio, murmurando con su deliciosa voz ronca:
—Necesitamos limpiarnos y luego dormir un poco más, bebé.
—Mmh... quizás luego —murmuró Seokjin, perdiendo la batalla— Solo... descansar un poco...
Taehyung sonrió una vez más, sabiendo que tendría que ser él quién limpiaría todo el desastre que habían hecho.
Ω
—¿Estás todo bien? —preguntó Seokjin, mirando muy atentamente a su novio.
Era temprano aún, y ellos habían despertado hacía unos minutos atrás, totalmente enredados con las extremidades del otro.
Taehyung soltó un suave suspiro, acariciando la espalda desnuda de su novio.
—Estoy bien, sí. Solo... un poco cansado de todo esto —confesó, todavía sin querer hablar realmente del tema.
—Me imagino que sí —Seokjin trazaba círculos imaginarios en los abdominales de Taehyung, aun cuando todavía le sostenía la mirada— Pero sabes que no estás solo, ¿verdad?
Taehyung sonrió con dulzura, al mismo tiempo que asentía con su cabeza.
—Lo sé, bebé.
—Bien, me alegra saber que lo tienes claro —comentó de manera juguetona, acercando su rostro al del alfa para robarle un pequeño beso de los labios— Entonces, ¿vas hoy a la universidad?
Una mueca de disgusto torcieron los labios de Taehyung.
—Sí, tengo que ir. Quiero cancelar todo lo antes posible y así pensar con claridad qué es lo que quiero estudiar.
Seokjin fue quien sonrió ahora.
—¿Vas a querer que te acompañe?
—Claro que sí, bebé.
—Bien, entonces empecemos a levantarnos o se nos hará tarde.
Taehyung soltó un gruñido bajo, negándose a liberar de sus brazos a su novio.
—Cinco minutos más...
Seokjin soltó una risita divertida, endulzando los oídos de Taehyung.
—Cinco minutos y nos levantamos —sentenció el beta, acurrucándose contra el pecho del alfa.
—Sí, sí. Ahora, dame un besito.
Ω
—Mamá —dijo Taehyung cuando atravesó el umbral de la cocina.
Eran las nueve de la mañana, lo que indicaba que estaban llegando tarde a la universidad para poder hablar con el decano.
—Hijo. Jinnie —Jiyoon les saludó con dulzura. Ella estaba sentada frente a la mesita que se encontraba ubicada en un rincón de la cocina, tomando un delicioso café frío que acababa de preparar.
—Buenos días, tía.
Jiyoon le sonrió a Seokjin, acercando el vaso a sus labios su rostro para darle un pequeño sorbo a su café. Ella casi ronroneó como un gatito mimado, amando sentir como el amargo café enfriaba su garganta a medida que bajaba.
—¿Durmieron bien? —Jiyoon preguntó luego, con evidente curiosidad, viendo sus rostros más cansados que cuando se fueron a dormir.
—Uhm, sí —Taehyung respondió, rebuscando entre las gavetas algún paquete de lo que sea para mantener ocupado su estómago.
—Que bueno. ¿Van a tomar desayuno?
—Oh, no, mamá —Taehyung le sonrió, tomando cuatro barras de cereal con chispas de chocolate. Le entregó dos a su novio y luego miró a su madre— Nos vamos porque estamos atrasados.
—Pero no pueden empezar el día sin desayunar.
—Comeremos algo por fuera, tía —Seokjin aseguró, abriendo el paquete de la barrita.
Soltando un suspiro, Jiyoon respondió un simple:
—Vale.
Su hijo y Seokjin eran lo suficientemente mayores como para saber cuidarse a sí mismos, y si les daba hambre luego de comer esas miserables barras de cereal, bien podrían comprarse un desayuno nutritivo.
Con una sonrisa tirando de las esquinas de sus labios, Taehyung se acercó a su madre para darle un sonoro beso en una de sus mejillas.
—Comeremos algo, lo prometo.
Jiyoon le sonrió, acomodándole un mechón de cabello detrás de la oreja izquierda.
—Que te vaya bien, hijo.
—Gracias, mamá. Y, uhm... —empezó, un poco nervioso, intentando encontrar las palabras adecuadas para convencer a su madre de salir de casa.
Sabía que el proceso de sanación para su madre iba a ser difícil, quizás lento, considerando todo lo que había tenido que aguantar gracias a Woobin.
Era una mierda, pero él no quería rendirse con ella. Era su madre, después de todo. Su única familia, y quería lo mejor para ella.
Fue por eso que, mientras Jiyoon seguía internada en el hospital, él se dedicó a poner en venta su mansión. Fue difícil que alguien la comprara, así que sin importarle nada, Taehyung bajó considerablemente el precio de venta y finalmente la vendió. Ahora, un mes después de todo aquello, vivían en un cómodo y tranquilo vecindario de Seúl, con una casa de dos pisos y un amplio patio delantero y trasero. No era una mansión, sino una casa elegante y acogedora, con tres dormitorios y cuatro baños. Con una cocina amplia y totalmente equipada, un comedor y una sala de estar con grandes ventanales que daban directo al patio trasero.
Era una casa bonita, llena de plantas que Jiyoon se había encargado de plantar.
Taehyung también se había encargado de contratar servicio de limpieza que iba dos veces por semana, facilitándole un poco los quehaceres del hogar a su madre, pese a que ella seguía insistiendo que no necesitaba ayuda.
—¿Qué pasó? —preguntó Jiyoon mientras tomaba una rebanada de pan que ella misma había horneado, untándole un poco de mermelada.
Seokjin miraba, comiendo una de sus barritas de cereal en completo silencio. Él sabía lo que Taehyung diría.
—La tía... nos invitó a comer. A su casa, mamá. A todos. Estás incluida en la invitación.
—Oh.
También había contratado a un jardinero, quien iba una vez por semana a asegurarse de que el césped no estuviera demasiado largo y las plantas estuvieran en perfectas condiciones. Y un chofer, quien se debía encargar de movilizar a Jiyoon a donde ella quisiera ir mientras Taehyung no estuviera en casa.
Pero Jiyoon se había confinado a sí misma. Ella no salía de su habitación cuando la señora del aseo llegaba, y se olvidaba de sus queridas plantas cuando el jardinero aparecía, así como en todo ese mes, nunca salió de casa.
Incluso su terapeuta, una mujer de avanzada edad que Yongsun les había recomendado, realizaba sus sesiones a domicilio, sabiendo que no podían obligarla a hacer algo que ella realmente no quería hacer.
—Entonces...
—Podemos venir por usted luego de la universidad, tía —Seokjin intervino, notando que su novio no encontraba las palabras adecuadas para alentar a su madre a salir de casa— Mamá está emocionada porque acepte la invitación.
—Pero...
—No pasa nada si no quieres, mamá —Taehyung era comprensivo, incluso cuando no quería verla encerrada otro día más, él no la presionaba— Puedo traer algo rico para que comamos.
Jiyoon frunció el ceño, olvidando por completo su rebanada de pan y su café.
No quería ir, pero tampoco quería rechazar otra invitación. Misuk, aunque no se conocían más que esas veces que ella la visitó en el hospital, se veía una mujer increíblemente agradable, comprensiva y amorosa. Ella quería una amiga, y Misuk era ideal para serlo, pero no se sentía preparada para salir de la seguridad que le brindaba su hogar.
Finalmente, y luego de meditarlo por lo que parecieron horas, ella negó con la cabeza, viendo como la sonrisa nerviosa de su hijo se marchitaba poco a poco.
Taehyung se recompuso, intentando no mostrar sus emociones. Sonrió, volviendo a acercarse a su madre para dejar otro beso en su mejilla.
—Vale, no importa. Termino lo de la universidad, voy donde la tía para verla un ratito y luego vuelvo. Traeré algo rico para almorzar, ¿bueno?
—Está bien...
Seokjin se acercó también, con una encantadora sonrisa iluminando su rostro.
—Yo igual volveré, tía.
Jiyoon finalmente soltó una risita. Seokjin ya pasaba más tiempo con ellos que con su propia familia.
—Bueno, mientras están fuera, prepararé alguna tarta...
—¡Que sea tarta de manzanas! —Seokjin canturrió, interrumpiéndola. Jiyoon volvió a reír.
—Bueno, de manzanas será.
—No vamos —Taehyung sonreía, tomando de la mano a su novio para comenzar a guiarlo hacia la salida— ¡Nos vemos luego, mamá!
—Que les vaya bien. Y maneja con cuidado.
—¡Te quiero, mamá!
—También te quiero, hijo... —murmuró, sabiendo que su hijo no la escucharía.
Era un poco irreal vivir como lo estaban haciendo ahora, donde todo era tan relajado, tan tranquilo, y sin el miedo constante de ser lastimada por un alfa que jamás quiso como suyo.
Miró su mano, odiando la marca que le había dejado el grueso anillo de oro que usó durante tantos años.
Soy libre.
Y lo mejor de todo era que, nunca más tendría que volver a usarlo.
Los ojos se le llenaron de lágrimas, y no se molestó en eliminar las que comenzaron a rodar por sus mejillas. Se sentía un poco culpable por sentirse feliz, pero luego de lo que pasó en aquella fábrica, su calvario finalmente había acabado.
Legalmente, y todo gracias a que Taehyung se había contactado con las personas correctas, ella volvía a figurar en su estado civil como soltera. Su hijo había conseguido que le anularan el matrimonio, presentando todas las pruebas de infidelidad y maltratos que había sufrido por años.
Fue más fácil de lo que pensaron. Ella quedó como soltera, y Taehyung se quedó con todos los bienes de Woobin, ya que era su único y legítimo heredero.
Sobre Woobin... Ella no había estado presente en su juicio, pero sabía por las noticias y por lo que su hijo le contó, que lo habían condenado a cadena perpetua, sin posibilidades de reducir su estadía en prisión por buena conducta, siendo trasladado a una de las peores cárceles del país.
La ambición y el poder lo habían cegado hasta tal punto que lo había perdido todo, incluso aquello por lo que siempre se había sentido tan orgulloso. Woobin ya no era nadie, no valía nada. Era un hombre mutilado, que sufriría dolencias de por vida, con un lobo que lo rechazaba y una marca que lo ridiculizaba.
Y a ella no podía importarle menos.
Ω
Jimin se había despertado gracias a la alarma de su teléfono. Se estiró entre las sábanas, sin muchas ganas de despertarse por completo.
Alguien apagó su alarma, así que Jimin se acurrucó e intentó volver a dormir, pero entonces una mano grande le comenzó a acariciar los cabellos.
—Mhm... —murmuró, un poco molesto porque no le dejaron seguir durmiendo.
—Tu píldora, cariño.
La voz de Jungkook no provocaba más que estúpidas mariposas aleteando con ridícula felicidad en su estómago.
Su vínculo vibró con calidez, y él sonrió.
El amor era ridículo, pero también fascinante.
Abriendo los ojos, Jimin pudo ver a Jungkook sentado a su lado, con un vaso de agua y su cajita de píldoras.
Hizo una mueca. Ingerir medicamentos, sea cual sea, no era una de sus cosas favoritas. Odiaba sentir como la pastilla bajaba lentamente por su garganta, incluso cuando tomaba suficiente agua.
—Si no quieres, no la tomes. Fácil.
No quiero, pero tampoco quiero bebés.
Sonaba un poco brusco si lo decía en voz alta, asi que prefirio decir:
—Sí quiero.
De malas ganas, se sentó en la cama y tomó el vaso y la píldora. La tragó y luego le entregó el vaso a Jungkook, quien lo dejó sobre la mesita que estaba al lado de la cama.
—Buen chico.
Jimin soltó un resoplido, volviendo a acurrucarse entre las sábanas.
—¿Por qué ya estás vestido? —preguntó, sin poder reprimir un bostezo.
Jungkook se puso de pie, dándole un rápido vistazo al reloj análogo que adornaba su muñeca.
—Tengo que ir al congreso dentro de una hora. Levántate para que comamos algo.
Jimin puchereó, y Jungkook casi salta sobre él. ¿Acaso no se daba cuenta de lo jodidamente encantador que lucía haciendo pucheros mientras estaba todo despeinado y desnudo en la cama?
Tal parecía ser que, Jimin sí se daba cuenta. El puchero desapareció rápidamente, pero sus mejillas sonrojadas delataron cuán avergonzado se sentía por su propia acción.
Aclarándose la garganta, Jimin se incorporó en la cama y se levantó, sin molestarse en cubrir la desnudez de su cuerpo.
—Quiero ir a ver a papá...
Jungkook ignoró lo que Jimin siguió diciendo, totalmente perdido en ese exquisito, pero pecaminoso cuerpo.
Sentía un tipo de atracción por Jimin tan poco sano, ya que no podía, ni quería, estar alejado de él por demasiado tiempo. Deseaba que Jimin se acurrucara en sus brazos, fundiéndose con el calor de su cuerpo desnudo, que sus labios se encontraran todo el tiempo, que sus respiraciones se mezclaran y que sus corazones latieran en sincronía.
—¿Jungkook? —Jimin le habló, sacándolo de sus pensamientos— ¿Me estás escuchando?
No, maldición. Ni una sola palabra.
—Sí, seguro —mintió descaradamente.
Jimin arqueó una de sus cejas, todavía estando muy desnudo frente a él.
—¿Qué dije?
Jungkook no pudo evitarlo, así que simplemente soltó una risita divertida.
El corazón enamorado de Jimin saltó en el interior de su pecho, y la sangre comenzó a bajar hasta su polla.
Ugh, no es el momento.
—Que quieres ir a ver a tu papá —respondió Jungkook con retraso, claramente intentando recordar lo que Jimin le había dicho.
—Ajá, ¿y qué más?
Los ojos de Jungkook se oscurecieron peligrosamente. Se relamió los labios, recorriendo lentamente el cuerpo de su omega. Jimin se sintió extrañamente tímido, así que tomó rápidamente la sábana y la arrancó de la cama, cubriéndose de manera torpe.
Jungkook soltó un resoplido, volviendo a mirarlo a los ojos.
—Ve a darte un baño. Comemos algo y luego te paso a dejar donde tu papá.
—Bien —respondió Jimin, alejándose rápidamente de su alfa. Podía sentir cómo las feromonas dominantes de Jungkook comenzaban a llenar la habitación, haciéndolo sentir mareado y excitado.
Jungkook observó a Jimin hasta que se encerró en el baño, luego suspiró. Su polla ya estaba tan dura que dolía.
Genial.
Salió de la habitación, bajó las escaleras y caminó hacia la cocina para preparar el desayuno. Ese día se había levantado bastante temprano, así que lo había aprovechado para ir al supermercado a hacer unas compras.
Jimin no demoró en bajar, completamente bañado y vestido. Se veía genuinamente bonito, con su cabello húmedo pero bien acomodado, con su ropa un poco holgada y en tonos pasteles, haciéndolo ver más pequeñito.
—Mmm... huele rico —comentó Jimin, acercándose a Jungkook.
Jungkook le sonrió, y luego volvió a mirar los hotcakes que estaba preparando.
—Hay café, leche y té, además de otras cosas.
Jimin no podía ocultar que le gustaba todo esto. Las atenciones que recibía de Jungkook no hacían más que enamorarlo cada vez más.
—Creo que tomaré café.
Cuando Jungkook terminó de hacer los hotcakes, los puso sobre la pequeña isla de la cocina. Jimin ya había servido dos café, sabiendo que Jungkook también lo tomaría.
Se sentaron uno al lado del otro, y disfrutaron de su desayuno, charlando de alguna cosa, anhelando que el tiempo se detuviera para no tener que separarse por varias horas.
—Quiero saber algo —comenzó Jimin, limpiando las esquinas de sus labios con la servilleta.
—¿Qué cosa? —preguntó Jungkook antes de darle un último sorbo a su café.
Jimin apretó los labios, sin saber cómo empezar, pero el tema ya le estaba dando vueltas en su cabeza hacía tiempo, sumándole a esto su propia curiosidad.
—Bueno, mmh... ¿Por qué puedes transmutar en un lobo? —soltó, un poco emocionado por escuchar la respuesta de Jungkook.
Y Jungkook lo miró, sonriendo como un tonto enamorado. Le gustaba saber que Jimin sentía curiosidad por él, pero por más que quisiera darle una respuesta decente, simplemente no la tenía. Ni él mismo sabía el motivo que desencadenaba todo.
Encogiéndose de hombros, Jungkook solo respondió:
—No lo sé.
Jimin parpadeó un par de veces, luego arrugó su ceño.
—¿No? —la incredulidad tiñó el tono de su voz.
—No.
—Y... ¿cuándo fue la primera vez que pasó?
Jungkook tarareó pensativamente antes de responder.
—Cuando te vi en peligro en ese feo motel de mala muerte.
—Oh.
Acomodándose mejor en el taburete, con sus ojos aún clavados en su omega, Jungkook dijo:
—Verte en peligro detonó algo feo dentro de mí, y supe qué pasaría, pero no lo detuve. La voz de mi lobo me susurraba una y otra vez, tentándome a dejarlo salir, solo para ponerte a salvo.
Las mejillas de Jimin se tiñeron de un rosa intenso. Jungkook lo vio abrir y cerrar la boca varias veces, como si estuviera considerando lo que pensaba decir.
Bonito.
—Eso es...
Jungkook estiró su mano, acariciando la mejilla izquierda de Jimin. Se sentía caliente y suave bajo.
—Increíble, lo sé —murmuró con arrogancia. Jimin puso los ojos en blanco— Pero no sabía que podía pasar, hasta que te conocí. Me siento tan jodidamente posesivo cuando se trata de ti, que no quiero que nada malo te pase, y que nadie se crea con el asqueroso derecho de poder ponerte una mano encima. Entonces, cuando te vi ahí todo lastimado y asustado, la ira me abrazó y mi lobo fue liberado, tomando el dominio total de mi cuerpo.
Jimin se humedeció los labios, apoyándose en la caricia de Jungkook.
—Pero... las dos veces fueron diferentes.
—Oh, si, lo fueron. No tengo idea del por qué. Supongo que la segunda vez mi ira fue mayor que la primera.
—Mhm... —Jimin tarareó, girando su rostro para presionar sus labios contra la palma de Jungkook— Me parece fascinante que puedas transmutar.
Jungkook tragó saliva de manera audible. Su respiración se estaba volviendo inestable y su polla estaba tan dura que ya presionaba con fuerza su pantalón de vestir.
—¿Terminaste de comer? —Jimin asintió lentamente, todavía con su mejilla pegada a la palma de Jungkook— Bien, porque realmente necesito ir a la reunión, pero si seguimos aquí, así como estamos ahora, no seré capaz de soltarte hasta mañana.
Jimin soltó una risilla divertida, alejándose de Jungkook.
—Bueno, iré a cepillar mis dientes y bajo.
Jungkook maldijo en voz baja, odiando la maldita reunión a la que debía asistir. Odiando a Jongsuk por sugerir el día y la hora.
Unas cuantas reuniones más y tendré vacaciones indefinidas.
Se animaba mentalmente, queriendo que todo este proceso engorroso de elegir a un nuevo presidente, junto a sus nuevos ministros y subsecretarios, acabase luego.
Muchos habían votado por él, pero se habían negado sin pensarlo. No estaba listo para postularse como candidato a la presidencia, no cuando Jimin necesitaba de él para sobrellevar todo los efectos que había dejado lo sucedido en la fábrica.
Amaba la política, su trabajo, pero no era su prioridad en estos momentos. Iría y votaría, eligiendo a Jongsuk como candidato para nuevo presidente. Las elecciones generales serían en una semana más, cuando el gobierno actual, los que todavía quedaban y no se habían visto envuelto en la polémica del tráfico de omegas ni de ningún tipo, eligieran mediante reuniones, quienes eran los más correctos para gobernar el país.
—¡Listo! —Jimin apareció, llevando consigo esa peculiar mochila con brillitos.
Jungkook había retirado la loza sucia, dejando todo limpio.
—Me lavo los dientes y nos vamos.
—Está bien.
Antes de subir las escaleras, Jungkook se detuvo frente a Jimin y le dio un pequeño beso en los labios. Y Jimin sonrió, empujando a Jungkook por el pecho.
—Tienes una reunión importante, ¿recuerdas?
El alfa gruñó, alejándose de Jimin para subir las escaleras con prisa.
Jimin, quien todavía sonreía, se dejó caer en el sofá más grande. Encendió la televisión y cambió de canales, sin intenciones de ver algo, hasta que sintió a Jungkook bajar las escaleras sin prisa.
—Listo, vamos.
—¿Puedo pasar primero al cementerio? —preguntó Jimin mientras apagaba el televisor y se ponía de pie.
Jungkook arqueó una ceja, tomando su portafolios para luego tomar la mano de su omega. Jimin se dejó arrastrar, saliendo del departamento.
—Señor Jeon, señor Jung, buenos días —Woosung saludó con una respetuosa reverencia, como ya era costumbre.
Jimin le sonrió con cariño. Woosung se había recuperado al cien por ciento de sus heridas, y aunque Jungkook había sido lo suficientemente generoso como para decirle que se tomara unas vacaciones, Woosung se había negado rotundamente.
—Buenos días, Woosung —Jimin lo saludó de vuelta.
—¿El auto? —Jungkook preguntó, y Woosung lo miró.
—Está listo, señor. Inguk espera por usted en el estacionamiento.
—Bien.
Subieron al elevador y Jungkook apretó el botón que daba al estacionamiento.
—Entonces, ¿al cementerio?
—Sí, para visitar a Yamato y Hajoon.
—Yamato —repitió con disgusto.
El cuerpo del japonés había sido encontrado dos semanas después del incendio en la fábrica. No había logrado escapar de las llamas, quedando atrapado junto a un pequeño grupo de omegas.
Cuando Jimin se enteró por las noticias, inmediatamente le pidió a Jungkook reclamar el cuerpo. Jungkook no estaba muy contento, pero concedió el capricho de su omega. Y no solo reclamo del cuerpo del japonés, sino también el de un omega llamado Hajoon.
Cremaron los cuerpos, y Jimin decidió enterrarlos en un pequeño cementerio que se encontraba en la ciudad, uno al lado del otro.
—Sí, para dejarles flores.
Inguk les abrió la puerta del auto cuando los vio. Jimin subió primero, luego Jungkook.
—Buenos días, señor Jeon y joven Jung.
—Hola, Inguk —Jimin le saludó con alegría.
Al alfa lo miró por el espejo retrovisor mientras encendía el auto, dedicándole una agradable sonrisa.
—¿Dónde vamos, señor?
Jungkook miró a Jimin mientras respondía.
—Pasaremos a una florería y luego al cementerio.
Jimin sonrió más ampliamente, amando que Jungkook nunca tuviera la suficiente fuerza de voluntad como para negarle algo.
Y sin darse cuenta, se estaba volviendo un omega demasiado consentido, y Jungkook un alfa demasiado dominado.
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