Capítulo 48.
Su lobo lo empujó, tan profundo en su mente que no se dio cuenta cuando dejó de prestarle atención a la realidad. El temor y el cansancio menguaron, y su cuerpo comenzó a sentirse relajado y cálido.
Mmh...
Divagando entre sus fantasías, se vio a sí mismo con su vientre notoriamente hinchado. Estaba frente a un gran espejo de cuerpo completo, pasando sus manos con cariño, acariciando su piel estirada. Sonrió, con sus ojos pegados en el espejo, apreciando su reflejo.
Hubiera sido la experiencia más maravillosa...
Vio a través del espejo a Jungkook, quien acababa de aparecer y se acercaba desde atrás, pegando su pecho musculoso a su espalda. Soltando un suspiro, Jungkook apoyó el mentón en su hombro y abrazó su vientre, repartiendo dulces caricias.
Él es feliz. Somos felices.
Jungkook le sonrió, y luego giró el rostro hacia su cuello para presionar sus labios en un suave y delicado beso, susurrando palabras que le hicieron soltar una risita divertida.
Estaba seguro que Jungkook sería exageradamente protector y posesivo con él, más de lo que era, y él quería ver esa faceta de Jungkook. Quería verlo perder la cabeza cada vez que se negara a obedecer alguna orden o contradecirlo, incluso cuando sabía que Jungkook tendría la razón la mayor parte del tiempo. No quería perderse nada, maldición.
Cerró los ojos por unos segundos, deseando grabar ese momento en su memoria. No era real, y nunca lo sería, pero quería atesorarlo como si lo fuera.
Cuando volvió a abrir los ojos, ya no estaba con Jungkook, sino que estaba junto a sus amigos. Seokjin, Taehyung, Namjoon y Seojoon, todos juntos, riendo y pasando el rato. Los observó por un momento, ignorando la charla que estaban teniendo, sintiendo como sus ojos se llenaban de lágrimas. Estaba seguro de que la noticia los habría dejado shockeados, y él no habría perdido la oportunidad de tomarles fotos a sus feas caras de asombro. Hubieran sido buenos tíos, lo sabía, incluso si no compartían un lazo sanguíneo.
Es una pena...
Cerró los ojos nuevamente, sintiendo como las risas alocadas y gruñidos de sus amigos se desvanecían a su alrededor. Asustado, abrió los ojos, y la voz de su padre lo calmó de inmediato.
Tal parecía que Hoseok le estaba preguntando algo, pero él no fue capaz de procesar las palabras y simplemente se lanzó a sus brazos, acurrucándose en su pecho. Pudo sentir cómo las feromonas paternales de su padre lo envolvían, marcándolo y reconfortándolo.
Mmmh... casa. Estoy en casa.
Pudo sentir cómo su padre soltaba una risita baja, diciéndole cariñosamente que tuviera cuidado con su vientre, mientras le acariciaba suavemente su cabello. Él miró hacia abajo, sin despegar la frente del pecho de su padre, y pudo ver un enorme vientre hinchado. Su bebé seguía creciendo; fuerte y sana, rodeada de amor y de muchos cuidados.
Formaría una familia con Jungkook, y serían tan jodidamente felices.
Quiero quedarme aquí, por siempre...
Ω
Jimin se giró lentamente, clavando sus ojos dorados en el alfa enemigo.
Hubiera sido la experiencia más maravillosa...
Escuchar las palabras cargadas de melancolía de su lado humano, lo irritó profundamente. Pudo sentir cómo la rabia hervía en su interior, filtrándose rápidamente por cada uno de sus poros. Y no era por el hecho de escuchar en su mente a su yo humano torturándose con lo que ya no tendría, sino porque se lo habían arrebatado de la manera más cruel e inhumana.
El alfa les sonrió, prestando atención a lo que le decían al otro lado del comunicador. La sonrisa era tan vil y arrogante.
Matalo.
Incluso en medio de su fantasía feliz, su lado humano le recordó sus propias palabras.
Jimin no lo pensó más y se movió a una velocidad inhumana, tanto así que el alfa no logró reaccionar cuando levantó el arma y le disparó, justo entre las cejas, matándolo al instante.
Yamato quedó paralizado, sin saber cómo reaccionar. Jimin estaba liberando fuertes feromonas amenazantes.
—Hey, chico... —murmuró el alfa, pero no alcanzó a decir más cuando Jimin giró su rostro para mirarlo.
El dorado en sus ojos era simplemente magnífico, pero también un poco aterrador. Este ya no parecía ser el omega adolorido y asustado de hace un momento. Este era, sin dudas, su omega, tomando el control total de la situación.
—Liberalos —ordenó Jimin ahora, su tono de voz indicaba que no aceptaría un no por respuesta.
—Mierda —Yamato siseó en voz baja, sabiendo que dárselas de héroe solo los retrasaría, pero aun así se movió, acercándose al cuerpo del alfa para sacar sus armas y lo que les pudiera servir— No tengo las llaves de estas puertas, así que disparé. Alejate, chico.
El sonido de un nuevo disparo retumbó por el largo pasillo, provocando que Jiyoon y Hajoon se encogieran en su lugar. Jimin estaba tranquilo pero en alerta, con sus sentidos al máximo.
La puerta chirrió cuando Yamato la empujó, abriendola. Jimin se asomó desde atrás, mirando con bastante curiosidad hacia el interior.
—Oh, dioses... —Jimin gimió, sintiendo como su corazón se hundía en la tristeza.
Había un montón de omegas acurrucados en el fondo de la habitación, temblando y sollozando. Eran de todas las edades.
Yamato les gruñó una orden, demasiado nervioso porque salieran a toda prisa como para molestarse en ser amable. Debían moverse rápido, porque maldita sea, ya les estaban pisando los talones.
Los omegas dudaron, pero cuando Yamato les gruñó nuevamente, comenzaron a salir, amontonándose en el pasillo.
Jimin los observó por un momento y en silencio, viendo los harapos que vestían, lo delgado que lucían, lo demacrado y lastimados que se encontraban.
No había justificación para tal atrocidad.
Cuando Yamato comprobó que no quedaba ningún omega, se movió hacia ellos y les hizo una señal para que guardaran silencio. Los que eran más pequeños parecían no poder contener sus sollozos.
—Viene alguien —susurró Yamato, acercándose a la escalera— Y vendrán más.
Jimin miró hacia su padre, quien estaba más allá de ellos, luego a los omegas, y finalmente a Yamato.
—Uno debe quedarse y...
No alcanzó a decir más cuando escucharon varios pasos que se acercaban a ellos, susurrando y gruñendo. Parecía como si se estuvieran poniendo de acuerdo para atacarlos, o quizás sorprenderlos, porque luego se quedaron en completo silencio.
Jimin se movió junto a Yamato, haciéndole señas con sus manos a los omegas para que avanzaran hacia donde estaba su padre. Los omegas no entendían qué estaba pasando, pero aun así hicieron lo que se les pidió.
Cuando los hombres de Woobin comenzaron a subir las escaleras, Yamato y Jimin comenzaron a disparar desde arriba, tomandolos por sorpresa. Ellos dispararon también, sin apuntarles realmente. Estaban lloviendo disparos por todos lados.
Yamato gruñó en un momento, cuando una bala rozó su hombro derecho.
Ω
—Algo está pasando, maldita sea —Jungkook gruñó, pero se tuvo que quedar en silencio cuando sintieron pasos apresurados por todos lados.
—Alguien viene. Son varios —Inguk advirtió, tomando su arma con ambas manos.
Quienes corrían a toda prisa, frenaron en seco frente a ellos, y sus caras se arrugaron ante la sorpresa.
—Que mierda... —siseó uno de ellos, pero no alcanzaron a hacer nada más. Eran cinco hombres que habían eliminado de una manera bastante fácil.
Esquivando los cuerpos del suelo, Jungkook y el resto siguieron avanzando. Esperaba que sus hombres, los que habían tomado el otro camino, estuvieran bien.
Se movieron por los pasillos y se asomaron justo en una esquina, donde vieron a tres tipos custodiando una puerta vieja y oxidada. Los hombres, que aparentemente eran alfas, parecían estar en posición de ataque, pero no lo suficientemente en alerta, considerando que no los había notado todavía.
—Hombres fáciles —dijo uno de los hombres que acompañaba a Jongsuk.
Y estuvieron a punto de salir y acabar con ellos, cuando un puñado de hombres que caminaban desde la dirección opuesta a ellos comenzaron a gruñir palabras hacia los tres alfas, advirtiendo que unos prisioneros se habían escapado.
—Matenlos a todos —gruñó uno de ellos, el más alto y que parecía ser el líder.
Inguk miró a Jungkook y susurró:
—Es ahora o nunca, señor —los ojos de Inguk recorrieron al resto, asegurándose de que todos lo habían escuchado.
—Bien.
Ni siquiera lo pensaron demasiado. Salieron de su escondite, dejándose ver, apuntando y disparando. Eran varios contra ellos, pero aun así los mataron a todos.
Cuando la lluvia de balas cesó, Inguk gruñó de dolor. Jungkook fue el primero en acercarse a él para revisarlo, buscando donde estaba el inicio del dolor. Una bala había aterrizado en su muslo.
—Mierda —gruñó Jungkook, viendo si la bala había salido por el otro lado. No salió, seguía dentro del cuerpo de Inguk.
—Estoy bien...
—No, no lo estas.
El alfa que acompaña a Jongsuk se hizo cargo, sacando una tira elástica de uno de sus bolsillos para hacer un torniquete arriba de la herida.
—Estarás bien, hombre —le palmeó el hombro suavemente, como si le estuviera dando ánimos a un buen amigo.
Inguk asintió con la cabeza y luego le agradeció.
Jungkook dio la orden para seguir avanzando, así que dos de sus hombres ayudaron a Inguk a avanzar, porque no sería dejado atrás.
Cuando se asomaron a la puerta que los alfas custodiaban, uno de los hombres de Jungkook la abrió con una fuerte patada, y un disparo atravesó su cráneo, matándolo al instante.
Jungkook gruñó, exudando crudas feromonas de ira.
Sostuvo a su hombre antes de que cayera al suelo, dejándolo sobre el piso frío y duro con cuidado. No lo olvidaría, así como tampoco olvidaría ir él mismo a darle la noticia a la omega del hombre que había trabajado por años para él.
Que su muerte no sea en vano. Mátalos a todos.
—¡Los mataré a todos! —gritó una voz ronca e histérica desde el interior, claramente amenazandolos.
A Jungkook no le intimidó en absoluto. Se levantó y miró una última vez al hombre que yacía muerto en el piso, luego al resto que le acompañaba.
—Disparen.
Las armas que portaban los de NIS eran de mejor calibre que sus pistolas, así que bastó unos cuantos disparos a través de las desgastadas y correosas paredes para acabar con el hombre.
Jungkook entró a la habitación, mirando a través del polvo que se había levantado y de la suave oscuridad. El olor repugnante que lo recibió lo hizo arrugar la nariz.
Ugh...
Vio entonces un pequeño cuerpo en la orilla de lo que parecía ser una cama. Se detuvo, lo miró por un momento y luego se acercó para tocarlo. Estaba muerto, por supuesto, pero no por sus balas. Alguien ya lo había matado mucho antes.
Es un niño...
Apretó los dientes con fuerza, sintiendo como su estómago se revolvía ante la escena que estaba presenciado. El niño no pasaba de los diez años, estaba totalmente desnudo y con claras marcas de haber sido abusado. Pobre criatura inocente. Luego avanzó y escuchó un gemido lastimero.
—Je...on... —la voz que le llamó no hizo más que incrementar su ira.
Jungkook se acercó al hombre que estaba tendido en el piso, ensangrentado y medio moribundo. Se agachó y gruñó en la cara, cerrando su mano alrededor del cuello del hombre. Sus ojos negros cambiaron rápidamente a un rojo intenso. Era su lobo, el alfa que estaba tomando finalmente posesión de su cuerpo.
Déjame salir. Déjame matarlos. Déjame hacer esto.
No paraba de susurrar, y Jungkook estaba cediendo, queriendo que su lobo hiciera todo lo que estaba diciendo.
Con un agarre más poderoso, Jungkook le cortó la circulación del aire a Sukyeol, quien comenzó a patalear e intentar apartar la mano de su cuello. No pudo, por supuesto, así que comenzó a sufrir espasmos mientras miraba la intensidad y la ira en los ojos del alfa que lo estaba matando.
Cuando el viejo alfa dejó de luchar, Jungkook lo soltó, sabiendo que ya había muerto.
Ninguno de los hombres entró a la habitación, demasiados concentrados en su entorno como para ir y ver que pasaba, excepto Seokjin, quien sí decidió ir a ver qué tanto hacia Jungkook. Cuando entró, su rostro se contrajo en una mueca de desagrado, pero inmediatamente clavó sus ojos en el niño desnudo sobre la cama.
—¿Está...?
—Sí —Jungkook le respondió con brusquedad, interrumpiéndolo. No necesitaba que el chico beta entrara en pánico ni nada de eso, porque sinceramente no podría lidiar con ellos. No quería hacerlo tampoco.
Seokjin tragó audiblemente, se movió con cautela hacia la cama y cubrió al niño. No importaba si estaba muerto, no merecía que su cuerpo quedara de esa forma. Jungkook no dijo nada, solo salió de la apestosa habitación y les indicó a todos que debían seguir avanzando.
Para ese entonces, varios disparos se estaban escuchando a lo lejos, y otros un poco más cerca de ellos.
Ω
—¡Señor, debemos salir de aquí! —uno de sus hombres gritó apenas entró a la habitación segura donde estaba él y Kang. Ambos miraron al beta, notoriamente afligido.
—¿Dónde está Yoon? —preguntó Woobin.
—Muerto, señor. Lo mataron junto a todos los que le cuidaban. Hay unos tipos, bien armados que se infiltraron por la parte trasera... —el chico se ahogó con sus palabras, así que se obligó a tragarse una gran bocanada de aire.
Woobin sonrió, despreocupado por las muertes.
—Detona las bombas.
El rostro del beta se frunció, preocupado.
—¿Pero señor, y los demás?
El alfa se encogió de hombro.
—Denota las bombas y salgamos de aquí.
El beta torció sus labios, pero aun así obedeció. Se movió con prisa hacia el panel donde estaban los botones que activaban las detonaciones, y los presionó todos, conteniendo la respiración.
Para mala suerte de Woobin, las bombas no detonaron como él esperaba. La humedad y el mal cuidado las había deteriorado, dañando su arma secreta.
El alfa rugió, molesto.
—Debemos salir, maldita sea —Kang ya estaba al borde de la histeria, tomando sus cosas para huir como el cobarde que sea.
Woobin lo dejó, sabiendo que sería un blanco fácil.
Ω
Lograron abrir más puertas, sacando a todos los omegas, dejando atrás los cuerpos de quienes no habían logrado mantenerse con vida. Lo más triste es que muchos de ellos, eran bebés y niños pequeños.
—Uno debe ir al frente para guiarlos a tomar el mejor camino —dijo Yamato, mirando a Jimin— Y otro debe quedarse aquí atrás, ayudándolos y eliminando las amenazas.
Jimin arrugó sus cejas, negando con su cabeza.
—No...
—Nos estamos retrasando, chico. No podemos andar todos juntos haciendo lo mismo —los ojos de Yamato se dirigieron hacia Hajoon, el omega desnutrido que incluso en ese deplorable estado, lo cautivó profundamente. Su lobo cayó como un idiota por él y su delicioso olor, reconociendolo como suyo, incluso cuando ni siquiera lo conocía. No quería conocerlo tampoco. Solo quería que el omega lograra salir de ahí, se recuperara y viviera una vida larga y feliz.
Jimin suspiró, porque sabía que Yamato tenía la razón. Hasta ahora, no habían avanzado mucho y ya venían más hombres por ellos.
—Bien.
Yamato le entregó municiones, armas recargadas y le indicó cómo lograr salir de ahí. Le dijo que esperaba pudiera salir, y que esperaba volver a verlo, solo para asegurarse de que estaba bien.
Jimin sonrió, el dorado de sus ojos brillando.
—No mueras aquí dentro.
Yamato le devolvió la sonrisa, volviendo a mirar a Hajoon.
—Claro que no. Te veo afuera, chico.
Y así, sin un abrazo ni una última mirada, Jimin se dirigió hacia su padre y les dijo lo que pasaría. Hajoon miró a Yamato, con un poco de curiosidad. El alfa le sonrió y agitó su mano en una despedida, Hajoon hizo lo mismo. Jiyoon y Hoseok no quisieron verlo, porque sabían que lo estaban dejando atrás como un sacrificio.
Comenzaron a avanzar; con prisa y cautela. Lograban escuchar gruñidos a lo lejos, luego disparos. Jimin solo esperaba que Yamato lograra salir de ahí. Cuando doblaron en una esquina, un ruido parecido a un tictac los hizo detenerse, luego una explosión los impulsó a todos hacia atrás, golpeando sus cuerpos de manera violenta contra las paredes y residuos que volaban en todas direcciones.
Ω
—Te dije que funcionarían —Woobin sonrió, saliendo de su habitación segura, con el beta escoltándolo.
Avanzaron por los pasillos desolados, mientras él tarareaba alegremente alguna melodía. Le gustaba la fábrica porque tenía un sin fin de pasillos donde meterse, haciéndola lucir como un jodido laberinto. Lo bueno, es que él conocía el lugar de memoria.
Comenzaron a avanzar hacia donde fue la explosión, porque la siguiente sería en otro punto. Por ahí, él podría salir y largarse del lugar.
Mientras caminaba despreocupadamente, vio varios cuerpos tirados de sus hombres, todos muertos. No le importó nada, él siguió caminando y tarareando.
Ω
Jungkook rugió, fuerte y amenazador. Ya no era él quien estaba al mando, sino su alfa. Y su alfa con cada respiración que tomaba, lograba percibir las débiles feromonas de su omega.
Habían andado en círculos, tal parecía, porque ellos y el otro grupo se habían reunido entre tantas vueltas que dieron. Ahora andaban todos juntos, como en un inicio.
—Señor... —Inguk gimió, sentía como su pierna punzaba del dolor.
Jungkook no lo miró, simplemente cerró los ojos y se concentró en su entorno, agudizando al máximo sus sentidos. Podía percibir débiles sollozos, el llanto de varios niños, respiraciones agitadas y fuertes pisadas en todas las direcciones.
—Por la derecha viene... —se concentró, contando las pisadas— Diez tipos.
La explosión se había escuchado no muy lejos de ellos, pero los puso a todos nerviosos. Las paredes vibraron con fuerza y el sonido les causó un pitido molesto a todos.
Y como dijo Jungkook, diez hombres aparecieron por el pasillo que estaba a la derecha. Ellos arremetieron fuego contra el grupo de hombres, matándolos a todos. Ya no solo era Inguk el herido, sino más de sus hombres. Namjoon tenía un corte en el brazo que parecía dolerle bastante, Jongsuk había sido alcanzado por una bala en su pies y por eso era casi cargado por el alfa que parecía ser su pareja, y así con varios hombres más.
Estaban todos agotados, con sus cuerpos sudados y los nervios de punta. Ya nadie quería seguir ahí, pero tampoco querían darse por vencidos.
Avanzaron un poco más, en silencio y arrastrando a los heridos, pero se detuvieron cuando vieron a lo lejos como un tipo mayor corría hacia lo que parecía ser una salida.
Taehyung frunció el ceño, porque lo reconoció incluso de espaldas. Era el socio y amigo de su papá, que también era su suegro.
—Él es... —no alcanzó a decir más, porque unos de los hombres de NIS apuntó y disparó dos veces, dándole en cada pierna.
El hombre cayó al piso mientras gritaba adolorido, maldiciendo entre sollozos.
Todos se acercaron a él, pero fue Jungkook quien se agachó y lo tomó por el cuello, clavando sus dedos en la piel. El hombre se ahogó, retorciéndose del miedo.
—¿Dónde están los prisioneros? —le gruñó en la cara. Estaba jodidamente cabreado, porque ya llevaban más de una hora dando vueltas y aun no lograba encontrarlo.
Kang sonrió, sabiendo quizás que dijera lo que dijera, acabaría muerto de igual manera.
—No te... ¡Aaah! —gritó cuando Jungkook enterró sus dedos en la herida de su pierna.
—¿Dónde?
El alfa se retorció, sus ojos lagrimeando y boqueando por un poco de oxígeno.
—No... sé... —logró balbucear. Jungkook no le creyó.
No le creía jodidamente nada.
Rugió, sintiendo como algo en su interior comenzaba a desencadenarse.
Los hombres que le acompañaban pudieron sentirlo también, y sabiamente retrocedieron unos cuantos pasos. Las feromonas de Jungkook se intensificaron; crudas y violentas. Algo andaba mal con él, todos podían sentirlo, pero eso no les instaba a correr lejos y esconderse de él, sino todo lo contrario. Ellos querían estar ahí, porque sus lobos lo reconocían como el alfa líder de la manda.
Kang estaba visiblemente aterrado, viendo como el hombre que lo estaba prácticamente estrangulando cambiaba drásticamente.
Y con un nuevo gruñido estruendo, Jungkook dejó que su mente se nublara justo cuando sus huesos crujieron de una forma poco natural, haciéndolo caer en una dolorosa espiral de calambres, tal como la primera vez.
Kang dejó escapar un débil grito, intentando desesperadamente zafarse de las garras del terrible lobo que tenía frente a él. No pudo, por supuesto.
Jungkook no solo había mutado a lo que parecía ser un lobo negro, sino que había aumentado considerablemente de tamaño, en todos los sentidos. Era horrible, como un monstruo de alguna pesadilla, exudando ira y violencia, con su hocico alargado y dientes afilados, con sus patas grandes y uñas largas y afiladas.
Inguk tragó grueso, porque este no era el lobo que vio antes. No se parecía en nada. Ahora daba miedo, maldita sea. Y Jungkook no estaba parado sobre sus cuatro patas, sino que sobre las traseras, y parecía que podía andar así sin problema.
—¿Dónde? —rugió, pero ni siquiera dejó que Kang respondiera alguna cosa, porque enterró sus afiladas garras en el delgado cuello del humano y lo mató.
Cerró los ojos nuevamente, solo por un momento, luego los abrió y sin decir nada, comenzó a avanzar con rapidez. Sus hombres tuvieron que prácticamente correr para alcanzarlo.
Ω
Un gruñido salvaje lo hizo abrir los ojos de golpe, provocando que su lobo se inquietara.
Alfa...
Su lobo lloriqueó, pero Jimin estaba demasiado aturdido, incluso un poco desorientado.
—Auch —se quejó cuando tocó el inicio de un dolor punzante en su cabeza, sintiendo la humedad tibia en las yemas de sus dedos. Era sangre.
Suspiró cansado. Todo su cuerpo dolía.
Miró a su alrededor, viendo como algunos omegas salían entre los escombros. Todos se veían bastante lastimados, con sangre en sus cuerpos. Algunos de ellos eran niños, aunque muy pocos, y no paraban de llorar.
El resto de los omegas, esos que estaban todavía entre escombro pesado o tirados en el piso, simplemente no se movían, no luchaban.
Están muertos...
Olvidándose de su dolor, Jimin se movió y se levantó del piso, mirando entre los cuerpos, buscando a su padre.
Al primero que vio fue a Hajoon, quien no se movía. Se acercó a él con cuidado, apartando algunos restos de concreto y se agachó con cuidado para atenderlo. El omega no reaccionó, y Jimin lo movió un poco, dejando al descubierto un gran charco de sangre debajo de su cabeza.
Quiso llorar ahí mismo. Con los dedos temblorosos, buscó su pulso, pero no encontró nada.
Hajoon había muerto.
Se mordió el labio con fuerza, ignorando las lágrimas que comenzaban a rodar por sus mejillas, y siguió buscando.
—¿Papá? —Jimin llamó bajito, sabiendo que esta búsqueda debía ser rápida. Pronto llegarían más alfas solo para matarlos.
Moviendo trozos de concreto, Jimin encontró varios cuerpos sin vida de niños. Ignoró nuevamente el dolor que eso le causaba ver todo aquello. Luego encontró a Jiyoon, quien apenas estaba reaccionando.
—Tía —dijo Jimin con un alivio doloroso, moviéndose con rapidez para ayudarla. Ella gritó del dolor, sus costillas parecían estar rotas por el impacto.
Jimin la ayudó a moverse de ahí, casi arrastrándola, viendo como ella se esforzaba por ahogar sus quejidos lastimeros.
—Buscaré a papá, pero si ve que alguien viene —sacó el arma que aún mantenía con él y se la pasó, ignorando por completo el esfuerzo que Jiyoon estaba haciendo al respirar— Solo dispare.
Ella asintió con un movimiento cansado de cabeza.
Jimin volvió hacia donde estaban la mayor parte de cuerpos. Pocos habían sido los sobrevivientes. Lo peor es que no se habían muerto en sí por el impacto, sino por lo débiles que estaban sus demacrados cuerpos.
Cuando Jimin logró dar con Hoseok, casi lloró de felicidad, pero luego sintió cómo su corazón se aceleraba y su estómago se apretaba del miedo.
No, no, no.
—Papá... —lo llamó, su voz salió como un arrullo lastimero. El dorado en sus ojos se había ido. Era él llamando a su padre, llorando porque tenía miedo de que Hoseok no abriera los ojos— Papá...
Hoseok se quejó, adolorido, y eso bastó para que Jimin sintiera que podía volver a respirar.
—Cachorrito... —murmuró Hoseok, parpadeando un par de veces. Sentía que todo le daba vueltas, y su pierna lastimada dolía como el infierno.
—Debemos movernos. Ellos no tardan en venir.
Hasta ahora, no se habían topado con nadie, solo habían escuchado disparos desde donde habían dejado a Yamato, pero Yamato tampoco los había alcanzado.
Mientras Jimin ayudaba a su padre, Jiyoon sentía como su conciencia bailaba, manteniéndola al borde del abismo. Solo quería cerrar los ojos y descansar. Miró hacia Jimin y luego a Hoseok.
Hoseok...
Tenía miedo de que no lograran salir de ahí, de no volver a ver a su hijo.
Oh, mi niño...
—Ngh... —se quejó mientras intentaba acomodarse, apoyando su espalda contra la pared.
Unos pasos la hicieron reaccionar y mirar hacia el pasillo contrario. Se quedó paralizada cuando reconoció a Woobin junto a uno de sus hombres. Ni siquiera pudo apretar el gatillo cuando un impacto de bala atravesó su hombro. Ella gritó de dolor.
Jimin se tensó, tomó el arma que había quedado en el piso y disparó, rozando al hombre que estaba junto a Woobin.
—Pequeña basura, todas sigues vivo —siseó Woobin, luego miró a su esposa con desprecio— Matala —ordenó, y el beta que estaba a su lado apuntó, dispuesto a disparar, pero no alcanzó a hacer nada cuando un gruñido salvaje los estremeció a todos.
—¿Pero qué...? —el beta murmuró, incrédulo, luego soltó un grito cargado de miedo cuando vio como un gran animal lleno de pelo saltaba sobre él.
El lobo soltó un gruñido feroz, y luego cerró su hocico con fuerza alrededor del cuello del beta, clavando sus caninos en la piel hasta que los huesos crujieron y el hombre dejó de gritar y patalear.
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