Capítulo 4.

El celo de Jimin duró más de lo normal, volviéndose tortuosamente intenso. Y fue Taehyung quien estuvo a su lado, como de costumbre.

Despertó apenas sonó la alarma y se levantó con sigilo, evitando que Jimin despertara. Avanzó desnudo por el dormitorio semioscuro, tomando las prendas limpias que Seokjin le había llevado días antes y se fue al baño, con la urgencia de tomar una ducha caliente. Necesitaba eliminar los restos de fluidos secos en su cuerpo, al igual que el aroma empalagoso del omega.

Cuando estuvo completamente aseado, tomó lo necesario y dándole un último vistazo a Jimin, salió de su departamento; ese que su padre le había obsequiado cuando pasó el primer año de ciencias políticas sin reprobar ningún ramo.

Manejó hasta la universidad en su lujoso deportivo, dejando que el viento frío se filtrara por la ventana entreabierta y alborotara su cabello húmedo. Necesitaba de alguna forma mantener su cuerpo activo.

—Hey —Seokjin le saludó apenas lo vio deambular por los pasillos de la universidad, chocando sutilmente sus hombros.

Taehyung levantó el rostro para mirarle, esbozando una débil sonrisa. Estaba jodidamente cansado, deseoso de llegar a casa y dormir hasta que su cuerpo recuperara todas las energías perdidas.

—Hola... —murmuró despacio, abrazando de repente al beta.

Seokjin se tensó ante tan repentino gesto, mas no lo alejó. Sintió como el alfa enterraba la nariz en su cuello, para aspirar y sentir sus débiles feromonas.

Taehyung ronroneó; gustoso y complacido por deleitarse con esa exquisita combinación que tanto añoraba.

—¿Todo bien? —preguntó el beta, devolviendo el abrazo y dejando torpes caricias en la espalda ancha del alfa.

—Perfecto —olisqueó una vez más la piel, embriagándose del olor a yogur y trigo.

—¿Y Jimin? —intentó no sonar nervioso, pero la respiración caliente de Taehyung en su piel comenzaba a sentirse demasiado bien.

—En el departamento, durmiendo...

—¿Ya acabó?

—Sí, ya acabó.

—Me alegro.

—Pero fue... diferente —murmuró y Seokjin frunció el ceño al no comprender.

—¿Diferente?

—Uhum...

—¿Y eso es bueno o malo?

—Malo. Algo pasó o cambió, pero de momentos me rechazaba y se ponía irritante, llamando o buscando a alguien que claramente no estaba ahí.

—¿Como a otro alfa? —inquirió curioso. Esos temas eran algo que jamás lograría entender del todo, porque el celo no existía para él y tampoco esa conexión a través de un vínculo.

—Algo así. Nunca antes había pasado, pero estoy seguro que para él fue igual de agotador y nada placentero su celo.

—Oh...

—Lo bueno es que ya acabó.

—Sí. Uhm, yo... te extrañé, ¿sabes?

Taehyung sonrió, dejando un suave beso en la perfumada piel del beta.

—Yo también te extrañé, Jinnie —se apartó de cuerpo del beta, para acomodar su mochila y volver a caminar.

—Y... ¿Qué harás esta tarde?

—Ir a casa —soltó un largo suspiro— Debo ver cómo está mamá.

—¿Te acompaño? Hoy no tengo mucho que hacer.

—Bueno, pero vas a tener que esperarme como una hora más o menos, hasta que mis clases acaben.

—No hay problema. Cuando quede libre, me voy a la biblioteca y ahí te espero.

—Vale, nos vemos entonces.

—Yap, nos vemos.

Seokjin se despidió, doblando en uno de los pasillos para ir a su sala. Taehyung lo observó por unos cortos segundos, perdiéndose en esa despreocupada forma de caminar del beta.

Y joder, era tan perfecto ante sus ojos.

Soltando un nuevo suspiro, movió sus pies en la otra dirección, arrastrándolos hasta su propio salón de clases.


Ω

La luz del día se filtraba por la ventana, logrando perturbar el placentero sueño del omega que dormía desnudo y acurrucado entre las sábanas. Se cambió de posición para intentar conciliar nuevamente el sueño, pero una mueca de dolor se dibujó en su somnoliento rostro.

—Ugh... —se quejó, frotando suavemente sus ojos con sus nudillos para eliminar los rastros de sueño.

Observó la amplia y moderna habitación en la que se encontraba, reconociéndola de inmediato. No era la primera vez que despertaba desnudo en el departamento de su amigo, ya que había pasado celos anteriores desde que Taehyung poseía aquella propiedad.

Se sentó en la cama con cuidado, respirando despacio y profundo, pero el intenso aroma a castañas tostadas que se mezclaba con su propio dulzor, solo provocó que su estómago se contrajera ante el desagrado.

Su omega rechazaba la combinación que días atrás le resultaba relajante; familiar.

Asqueado, se levantó rápido y sin cubrir la desnudes de su cuerpo, corrió las cortinas para abrir las ventanas. El aire fresco entró de inmediato y Jimin se permitió tomar grandes bocanadas, para calmar el malestar que las feromonas de su amigo inquietaron en su sistema.

Una vez calmado, miró a su alrededor y encontró sobre un extraño mueble, su ropa doblada. Caminó en su dirección y la tomó, con la única intención de ir al baño para ducharse y luego vestirse.

No tardó demasiado, así que, apenas estuvo listo, tomó todo lo que le pertenecía y salió de ahí, cerrando con la llave de repuesto que poseía.

Avanzó un par de cuadras, resistiendo el dolor de su resentido cuerpo hasta que llegó a una bendita farmacia. Los analgésicos los ingirió con urgencia, deseando que los malestares se fueran para poder volver a casa sin problemas.

Tomar el transporte público era una verdadera mierda, excepto cuando no lo hacías en horario punta. Por eso Jimin iba sentado junto a la ventana, observando a la gente que se movía con prisa.

Desde donde estaba ubicado el departamento de Taehyung hasta su casa, era un viaje de cuarenta y cinco minutos en metro y autobús. Jimin se puso los audífonos y apretó play a su lista de reproducción, cerrando los ojos para hacer más ameno el trayecto.

Se sobresaltó cuando una canción extremadamente alocada sonó, haciéndolo parpadear y mirar a su alrededor. Y mierda, debía bajarse ya.

Se levantó y tocó el timbre, rogando porque el chofer le abriera la puerta y no lo dejara en el paradero que había tres cuadras más allá. Tuvo suerte.

—Cachorrito —su padre le abrazó apenas atravesó la puerta, arrullandolo entre sus brazos.

—Papá... —se quejó, intentando apartarlo.

Hoseok dejó un beso fugaz en sus cabellos cenizas antes de apartarse y escanearlo con la mirada, comprobando que todo estuviera bien.

—¿Estás bien, hijo?

—Sí, papá. Estoy bien, pero cansado...

—Esta vez... —dudó por un momento, sin saber cómo preguntar algo tan personal para su hijo— Tu celo...

—Sí, fue más largo.

Esa fue toda la respuesta de Jimin, quien no se molestaba en darle detalles de absolutamente nada. Hoseok lo respetaba y jamás preguntaba algo más sobre aquello, pero agradecía infinitamente al chico anónimo que le llenaba cada vez que Jimin desaparecía, informando sobre su paradero y asegurándole que todo estaba bien.

—Justo preparé comida y es tu favorita, por si tienes hambre.

—Gracias —se alejó, con la única intención de ir hasta su dormitorio para dormir.

—Yo debo ir a trabajar o llegaré tarde...

Jimin se detuvo y le miró confundido, sabiendo que aquella semana su padre no entraba a esa hora.

—¿Ahora?

Hoseok asintió con la cabeza, sin muchos ánimos. Se veía más cansado de lo normal.

—Un compañero tuvo un accidente y debo reemplazarlo hasta que se recupere.

—Oh...

—Así que, no volveré hasta mañana por la tarde.

—Bien.

—Te dejé dinero en el jarrón, saca lo que necesite.

—Está bien.

—Ahora debo irme —tomó el bolso ya listo y lo acomodó en su hombro— Nos vemos, cachorrito.

—Nos vemos.

Hoseok le sonrió con ternura, reprimiendo el impulso de abrazarlo nuevamente. Y una vez más, deseó poder transmitir por el vínculo inexistente entre padre e hijo, todo el amor que sentía. Pero no había nada entre ellos, más que un vínculo roto y dos extraños que solo intercambiaban un par de palabras cada día.



Ω

El sonido de su teléfono perturbó su placentero sueño, haciéndolo soltar un gruñido mientras estiraba la mano para alcanzar el aparato bajo una de las almohadas. Con sus ojos entrecerrados, logró ver quien le llamaba y deslizó su dedo en la pantalla para responder.

—¿Tae? —su voz salió como un susurro.

No, soy yo —la voz aguda de Seokjin sonó del otro lado.

—¿Jinnie? —apartó de su oreja el teléfono, comprobando que no había leído mal el nombre de quien llamaba.

Claro, ¿quién más, tonto?

Jimin soltó un bufido, removiéndose entre sus sábanas.

—¿Y Tae?

Duerme como bebé.

—¿Dónde están? —bostezó y cerró los ojos.

En su casa...

Jimin abrió los ojos de inmediato.

—¿Y el viejo? —preguntó, interrumpiendo al beta. Seokjin soltó una risita del otro lado.

No está, por eso te llamo.

El señor Kim era un hombre viejo, con costumbres prehistóricas. Era un alfa exitoso, pero abusaba de su poder. Era un padre orgulloso, pero un esposo violento. Era un alfa casado, pero que no respetaba a su omega marcada.

Y Jimin lo odiaba por todo eso.

Aunque el odio era mutuo, ya que Jimin no se quedó callado cuando el alfa soltó palabras pedantes la primera vez que lo vio, dando a entender lo insignificante que eran para él los omegas.

—Déjame comer algo y voy —sus tripas no dejaban de gruñir.

¿Tienes dinero? Podrías traer algo del supermercado y yo te lo devuelvo cuando llegues.

—¿Por qué debo pasar yo? —se quejó, estirándose en la cama.

Porque Tae está aferrado a mí como un maldito pulpo.

—Patrañas —se levantó de la cama— Me llamas y me invitas solo para llevarte comida.

Seokjin ni siquiera lo negó.

No seas enojón y ve. Tengo hambre.

—Ya va, en una hora estaré por allá.

Vale. Vente con cuidado.

—Uhum —colgó la llamada, lanzando su teléfono a la cama para comenzar a vestirse.

Un par de minutos después, estaba completamente arreglado.

Se miró en el espejo trizado y de cuerpo entero que había en su habitación, para acomodar por última vez su cabello. Tomó su mochila favorita, y la única decente que tenía, donde metió su billetera, un par de cosas más y finalmente las llaves.

Avanzó hasta el mueble que había en la pequeña sala de estar y miró el interior del jarrón, tentado por sacar unos cuantos billetes. No lo hizo. En cambio, se devolvió a su dormitorio y tomó los pocos ahorros que hasta ahora llevaba reunidos. Y salió rápido de su casa, para no llegar tan tarde a la gigantesca mansión de su amigo.


Ω

Cuando finalmente llegó a la zona acomodada donde Taehyung vivía, se dirigió sin prisa al supermercado.

Era inmenso. Nada comparado con los supermercados de los sectores más humildes.

Avanzó por los largos y desolados pasillos, buscando la sección de frituras.

No la encontró.

—Uhm... —se acercó a un chico que acomodaba las verduras— ¿Hola?

El chico, aparentemente un beta, se volteó a mirarle.

—¿Sí? —le preguntó, alzando sus perfiladas cejas negras y mirándolo de arriba para abajo.

—¿Dónde están las frituras?

El chico le sonrió, sin poder ocultar el rubor en sus mejillas.

—En el fondo del pasillo B, a mano derecha —le indicó cuál era el pasillo B— Y ahí vas a encontrar todos los snacks salados y dulces.

Jimin le sonrió de vuelta, siendo consciente de lo que era capaz de provocar en otros.

—Gracias.

Se volteó, sin dejar que el chico agregara una sola palabra más.

Cuando llegó al pasillo, su teléfono nuevamente comenzó a sonar.

Taehyung.

—¿Qué? —Jimin preguntó, viendo las papas fritas frente a él.

¿Ya llegaste? —esta vez, sí era Taehyung.

—Tae... —sonrió con cariño.

Pues sí, bobo. ¿Quién más te llamaría?

Jimin bufó, tomando finalmente unas papas con sabor a jamón serrano y unos suflés de queso.

—Tan simpático —avanzó, viendo que más llevar.

Igual me quieres —Jimin soltó otro bufido, sacándole una risita ronca— Oye, ¿tienes la tarjeta que te pasé?

Jimin se detuvo para pensar y recordar.

—Uhm, creo que sí.

¿Cómo que crees? Es sí o no.

—Que sí.

Bien. Te depositaré ahí dinero, ¿vale? Trae muchas cosas porque muero de hambre.

Sonriendo, Jimin dejó el paquete de papas fritas y suflé para ir por un carrito.

—¿Seguro? Porque me gastaré todo —advirtió con diversión.

Seguro. Trae de todo un poco, pero que no se debe preparar.

—Eres como un sugar, sabes —bromeó, agarrando el primer carrito que encontró.

Pues soy tu sugar, bebé.

La sonrisa traviesa de Jimin se ensanchó.

—Entonces, sugar, ¿llevo condones también?

No —respondió de inmediato.

—Buu... que aburrido.

Aquí tengo, tontito.

—Mirarlo...

Ya, deja de jugar y vente luego.

—Bueno, daddy.

Taehyung le colgó.

Escogió todo lo que les gustaba comer y pagó en el autoservicio, con la preciosa tarjeta plateada que Taehyung le había obsequiado, diciendo que le depositaría cuando lo necesitara. Hasta ahora, los depósitos se iban en comida, condones y supresores.

Estuvo a punto de salir del supermercado, cuando algo en su interior se removió de forma inquieta. Su lobo estaba ansioso y no sabia cual era la razón.

Vamos, avanza.

Siguiendo a su instinto, movió los pies de vuelta hacia las cajas registradoras. Se detuvo en seco.

Pudo ver a unos pocos metros más allá, a un hombre alto y vestido con un elegante traje oscuro. Se veía jodidamente imponente.

Jeon...

Su deseo era ir hasta él, mas no lo hizo. En cambio, se escondió en uno de los pasillos y le observó.

Jeon Jungkook era incluso más intimidante en persona, pero a él no le asustaba en lo absoluto. Al contrario, le atraía de una forma inexplicable ese exquisito aroma amargo.

¡Pero mierda, solo lo había sentido sutilmente una vez! Y era como si se le hubiera quedado grabado, siéndole imposible sacarlo de su sistema.

Uhm... delicioso...

—¡Mierda! —gruñó bajo.

¿Qué estaba pensando? Es un jodido alfa prehistórico.

Apartó la vista del cuerpo masculino de Jeon, mirando a su alrededor y notando en qué sección se encontraba.

—Oh... —sus cejas se elevaron, mientras leía las descripciones de los extraños condones— ¿Con textura?

Un pensamiento travieso pasó por su mente, haciéndole sonreír mientras mordía lentamente su labio inferior.

Usualmente, alguien prudente se iría y evitaría cualquier tipo de problemas. Pero ese definitivamente no era el caso de Jimin.

Tomó las cajas de condones más extraños; con sabor tropical y que se iluminarán en la oscuridad.

Y a medida que se avanzaba un paso, su corazón bombeaba cada vez más rápido. Pero la respiración se le atacó en la garganta, cuando Jeon giró su rostro y lo miró.

Esos ojos negros penetraron en él.

Alfa, alfa...

Jimin frunció el ceño, ignorando la voz de su lobo que le susurraba incoherencias.

—Tú... —fue todo lo que alcanzó a decir.

—¡Mi amor, se te olvidan los condones! —Jimin gritó con emoción, aun estando cerca de él.

Jungkook cerró la boca, mirándolo con incredulidad.

¿Había escuchado bien?

Miró para todos lados, creyendo que quizás estaba alucinando y no se refería a él.

—Esto también —dijo Jimin al cajero, quien los miraba con sus ojos marrones bien abiertos.

—Bien... —murmuró el chico.

Jungkook volvió a mirar el pequeño y delicado rostro del omega insolente frente a él. Su ceño se frunció violentamente al notar la burlesca sonrisa del chico.

—Sabía que se te iban a olvidar, mi amor —Jimin comenzó a hablar nuevamente, con un extraño tono meloso— Pero me acordé a tiempo.

—¿Qué...?

—Y son los de placer prolongado —el cajero se ruborizó, incapaz de alzar la cabeza para mirarles.

—¿Prolongado? —repitió lo último, pasando su vista de Jimin a la caja de condones que ya habían sido cargados a su cuenta.

—Uhum —pasó por su lado, dejando que el alfa se deleitara con el dulzor de sus feromonas— Los que te ayudan a retrasar tu eyaculación, bebé.

El cajero carraspeó, haciendo que Jungkook le mirara nuevamente.

—¿Paga con tarjeta o efectivo, señor...?

—Yo no llevo eso —gruñó con irritación.

—Pero... —el chico intentó explicarle algo, pero Jungkook estaba perdiendo la poca paciencia que poseía.

—Anula esa compra, no llevo unos jodidos condones —su voz severa y firme tronó en los oídos del chico, quien se encogió en su asiento.

—Claro que los llevamos —Jimin dijo, guardando rápidamente las cajas en una de sus propias bolsas— Bueno, te espero en el auto, mi amor.

Se movió, casi corriendo, hasta llegar a la salida.

—¡Oye, omega! —Jungkook le llamó, notoriamente molesto.

Jimin se volteó, justo antes de cruzar la puerta del supermercado para salir.

—¡Gracias por los condones con sabor, señor Jeon! —gritó a todo pulmón, haciendo que la gente le mirara a él y a Jeon.

—¡Ven aquí! —sintió como la ira burbujeaba bajo su piel.

—Señor...

—¡Mierda! —gruñó una vez más, sacando su tarjeta y pagando el total de la cuenta.

Metió todo a las bolsas de papel, con la única intención de salir y poder pillar al mocoso que había creído divertido hacerle una broma de ese calibre.

Avanzó hasta la salida, percibiendo las sutiles feromonas dulces del omega. Su lobo se agitó inquieto en su interior, justo como lo había hecho una semana atrás.

Y jodidamente no lo entendía.

Había tenido un celo repentino luego de aquel incidente en la protesta, donde tuvo que cancelar todos sus deberes para encerrarse en su casa. Y el celo había sido malditamente doloroso, largo e intenso.

Soltó un suspiro cargado de fastidio, cuando no encontró al omega fuera del supermercado.

Caminó hasta el estacionamiento y subió a su auto. Se quedó ahí por un momento, pensando y buscando alguna respuesta a su forma retardada de actuar.

¿Se había paralizado? ¿Por qué no reaccionó de inmediato? Solo se quedó mirando como el omega hacía de las suyas.

Omega...

—Jimin... —murmuró. No había olvidado el nombre del mocoso atrevido.

No pudo evitar sonreír, para luego soltar una divertida carcajada ronca.

¿Qué mierda?

Él era un alfa serio, respetado y temido. ¿Cómo era posible que esa pequeña mierdecilla se burlara de él de esa forma y en su propia cara?

Sin dejar que la sonrisa se borrara de su rostro, encendió el auto y se puso en marcha. 


Seokjin, un beta muy bonito ♡

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