Capítulo 39.

No sabía exactamente dónde estaba, porque hacia donde mirara, no veía más que kilómetros de praderas cubiertas por pastizales tan verdes y frondosos.

Jimin sonrió por alguna razón.

Comenzó a avanzar, tocando con sus manos abiertas la suave hierba. Rápidamente se dio cuenta que no estaban esos infernales y molestos ruidos de la ciudad a los que ya estaba acostumbrado, entonces miró al cielo, aún sonriendo, y se sorprendió por lo increíblemente limpio y celeste que se veía.

Esto es tan hermoso.

Se detuvo por un momento y cerró los ojos mientras tomaba una respiración profunda, disfrutando del aire limpio y fresco que oxigenaba sus pulmones.

Jungkook tiene que ver este lugar...

Todo era tan tranquilo, tan lleno de paz.

Pero de repente, una melodiosa risita interrumpió su tranquilidad, haciéndole abrir los ojos de golpe para girar su rostro en su dirección. Lo que vio lo dejó tan quieto como una escultura de mármol.

Jimin observó con verdadero asombro a la niña que se encontraba unos cuantos pasos lejos de él. Luego la miró con curiosidad.

No parecía tener más de tres años, pero increíblemente, eso no era lo que más llamaba su atención.

La niña llevaba puesto un hermoso y elegante vestido negro en forma de campanita, unas medias largas y blancas con algún tipo de diseño, y unos pequeños zapatitos de charol. Su cabello largo y negro ondeaba al compás del viento, su piel blanca parecía ser de porcelana, sus mejillas eran rosadas y redondas, sus ojos eran de un marrón igual a los suyos, así también como sus labios rellenitos.

Jimin frunció el ceño y avanzó unos pasos en su dirección. La niña soltó otra melodiosa risita, tocando sus manitos mientras se mecía suavemente.

Cuando Jimin notó entonces ese peculiar lunar bajo su labio inferior, la respiración se le atascó en la garganta.

Una brisa de viento sopló con un poco más de fuerza, provocando que los cabellos lacios de la niña se desordenaran. Ella rió, brincando con diversión e intentando apartar su cabello de su rostro.

Jimin la miraba confundido, porque había algo en ella que le resultaba familiar, pero no se explicaba cómo es que esto era realmente posible.

Fue entonces que unas deliciosas notas dulces acariciaron sus fosas nasales, haciéndole ronronear y confirmando cualquier duda.

Mmh, cerezas.

Pero antes de que pudiera decir algo, la niña se giró y comenzó a correr, alejándose de él, riendo y agitando sus manitos contra la hierba. Jimin también rió; quizás un poco contagiado por la felicidad que ella irradiaba. Comenzó a correr, siguiéndola para asegurarse de que nada malo le pasara.

No entendía cómo era posible, pero decidió alejar todos esos pensamientos en busca de alguna lógica y simplemente se concentró en disfrutar de la compañía de su preciosa hija.

Intentó alcanzarla para tomarla de la manito y abrazarla. Quería tanto besarle esas mejillas redondas y respirar su rico aroma, decirle cuán feliz se sentía de que ella llegara a su vida. Dioses, quería tanto expresarle lo que sentía, pero mientras más corría, ella más se alejaba.

La felicidad pasó a convertirse en un poco de preocupación.

El clima calmado y el cielo celeste comenzó a cambiar repentinamente, volviéndose demasiado frío y gris.

Jimin tropezó entonces, cayendo de lleno contra la hierba, soltando un quejido de dolor por la quemazón en las palmas de sus manos. Unas inesperadas gotas comenzaron a caer sobre su cuerpo, humedeciendo su ropa.

Él se levantó asustado, mirando para todos lados en busca de su hija. ¿Dónde se había metido?

Sacudió su ropa y arrastró su cabello hacia atrás con una de sus manos, para luego avanzar unos cuantos pasos con cautela. Las gotas rápidamente se convirtieron en una fuerte tormenta, mientras el viento soplaba con fuerza.

Escuchó unos murmullos no muy lejos de donde estaba, luego unas risitas y más murmullos. De repente, la niña que al parecer había estado acostada en la hierba ya que Jimin no la había visto, se levantó y lo miró, aún sonriéndole.

Jimin suspiró de puro aliviado. Su hija se veía bien, aunque completamente mojada. Entonces sonrió enternecido, pero su sonrisa se congeló cuando vio que su hija estiraba la mano hacia alguien más, quien inmediatamente la tomó y comenzó a levantarse.

Tuvo que cerrar la boca y apretar los dientes con fuerza para evitar que su desenfrenado corazón escapara.

Su vista se nubló de inmediato por las lágrimas que rápidamente rodaron fuera de sus ojos.

Frente a él estaba su hija, quien sostenía la mano de su padre. Ella le sonreía, para luego mirar a su padre omega y sonreírle también. Su padre apartó los ojos de su hija para mirarlo por un momento, mientras él hacía lo mismo.

Papá...

Quería decirle cuánto lo extrañaba. Cuanta falta le hacía. Cuánto lo quería. Quería decirle tantas cosas, pero abrió la boca y nada salió de ella.

Dio un paso hacia adelante, deseando tanto poder alcanzarlos y abrazarlos a ambos. Su padre y su hija estaban tan cerca de él y a la vez tan lejos. El miedo lo envolvió entonces, provocando que su cuerpo comenzara a temblar y sus feromonas se intensificaran incluso contra su voluntad.

Yoongi negó con la cabeza, como si le dijera de forma silenciosa que se detuviera. No lo hizo. Avanzó, alejando con sus manos la espesa hierba frente a él, sin apartar sus ojos de ellos.

Tenía miedo de que, si los dejaba de mirar, desaparecerían.

Llegó el punto en el que se desesperó, porque parecía que no estaba avanzando nada, incluso cuando ya había avanzado bastante. Jimin jadeó angustiado, con las lágrimas rodando por sus sonrojadas mejillas que se mezclaban con la lluvia que golpeaba su rostro.

Por favor, por favor...

Empezó a sollozar con más fuerza, sorbiendo su nariz mientras sentía el temblor en su labio inferior.

Su hija levantó la mano y la agitó, como si se estuviera despidiendo.

—No... —jadeó sin aliento, intentando alcanzarlos.

Yoongi también le agitó la mano, dedicándole la misma sonrisa felina que él recordaba, para luego agacharse y tomar a su hija entre sus brazos.

—¡No, espera! —logró gritar entre sollozos mal contenidos.

Un extraño calor lo envolvió, luego suaves notas de café y chocolate amargo se mezclaron en la fuerte tormenta.

No te vayas. No me dejes.

Yoongi se giró y comenzó a caminar lejos de él, con su hija aferrada a su cuello.

¡No, no, no!

Logró salir de la espesa hierba y corrió tras ellos, pero entonces su padre se detuvo y lo miró por encima de su hombro, sonriendo.

Cuando Jimin fue consciente del extraño acantilado, su estómago se retorció dolorosamente.

—¡No! —volvió a gritar, su cuerpo entero temblaba.

Vio horrorizado como su padre daba un paso adelante para desaparecer frente a sus ojos, llevándose consigo a su hija.

Jimin se quedó mirando en estado de shock a la nada por un momento, temblando y sintiéndose repentinamente cansado. El calor que lo envolvía se intensificó, las feromonas amargas también.

—Estoy aquí —alguien susurró cerca del oído— Despierta, solo es un mal sueño.

Jimin se sobresaltó y abrió los ojos, dándose cuenta de que estaba llorando entre los brazos de Jungkook.

Estaba en el departamento de Jungkook. En el dormitorio de Jungkook. Junto a Jungkook. Intentó procesar todo de forma rápida, pero la tristeza no parecía querer soltarlo. Y es que, mierda, había sido un sueño tan lindo y tan horrible a la vez.

—Tranquilo, estoy aquí —le decía Jungkook, acariciando suavemente su espalda.

Jimin siguió llorando, necesitando drenar de alguna forma la angustia que sentía.

—¿Ya pasó? —Jungkook preguntó luego de un rato, cuando los temblores en el cuerpo de Jimin se detuvieron y sus feromonas volvieron a ser dulces.

Se había despertado en medio de la noche, cuando su vínculo temporal vibró con fuerza, alertándolo de que algo andaba mal con su omega. Jimin sudaba y sollozaba bajito, moviéndose de manera inquieta en la cama, luego gritó algo con tanto terror que a Jungkook le asustó, así que lo abrazó y liberó feromonas para calmarlo, frotando su nariz en la marcha para que Jimin pudiera sentirlo y de alguna manera pudiera despertar.

—Sí... —Jimin susurró contra el pecho de Jungkook, sorbiendo su congestionada nariz.

—Bien, solo fue un mal sueño. ¿Quieres hablar de ello? —la preocupación de Jungkook hizo que el lobo de Jimin aullara de felicidad.

—Nuestra bebé... —murmuró, moviendo sus manos para meterlas bajo el pijama de Jungkook y poder tocarle la piel caliente del pecho— La vi...

Jungkook detuvo las caricias y se removió para poder acomodarse mejor, enterrando su nariz en los cabellos alborotados de su omega.

—Mmh... —tarareó pensativamente— ¿Y cómo era?

—No te importa —refunfuñó— Me duele la cabeza.

De solo pensar en su hija y su padre, las ganas de llorar volvían, así que consideró que lo mejor era dejar hasta ahí el tema o definitivamente llenaría de mocos y lágrimas el pijama de Jungkook.

Jungkook sonrió, moviéndose un poco para poder dejar caer un beso en la frente de su omega.

—Déjame ir a buscarte algo para el dolor.

—No —se apresuró en responder, negándose a soltarlo— Está bien así, no es necesario que te muevas. Solo... quiero dormir.

—Bueno.

Jimin sonrió con satisfacción, cerrando los ojos y dejando que su cuerpo se relajara.



Ω

—Hablé con mamá —comentó Jungkook.

Jimin mascaba una tostada con mantequilla de maní y mermelada de mora, un nuevo y extraño antojo, mientras veía como Jungkook metía a su boca un trozo de sandía para masticarla un poco antes de tragarla. Tal parecía que, y según el doctor que habían visitado días atrás, Jungkook estaba experimentando parte de los síntomas de su embarazo, como las náuseas y los antojos.

Y Jimin secretamente lo estaba disfrutando.

—¿Y qué dijo? —preguntó antes de darle otra mascada a su tostada.

Los días habían transcurrido increíblemente tranquilos y armoniosos, tanto para Jimin como para Jungkook.

Habían pasado dos semanas desde que Jimin se había reconciliado con su padre y todo marchaba de maravillas entre ellos. Durante el tiempo que se quedó a cuidarlo, que fueron casi ocho días, Hoseok había mejorado rápidamente gracias a sus cuidados y a su compañía. Hablaron bastante también, aclarando muchas cosas y perdonando otras, con el único fin de fortalecer su vínculo familiar.

—Bueno, en un inicio quería que fuéramos para allá.

Jimin alzó sus cejas con curiosidad, relamiendo los restos de mermelada que quedaron en las comisuras de sus labios.

—¿Y ya no?

Jungkook apartó sus ojos de los de Jimin, descendiendo su mirada hasta la visible marca que él había hecho en el cuello de su omega.

La marca temporal en un inicio había sido molesta y dolorosa para Jimin, pero gracias a sus cuidados, cicatrizó sin problema y de forma rápida. Aunque claro, la había vuelto hacer un par de veces, reabriéndola para que no se rompiera el vínculo temporal.

Aun así, lucía sana y bonita en el pálido cuello de su omega.

—Le dije que no podíamos ir —respondió con simpleza, metiendo otro trozo de sandía. Parecía ser que la fruta aguada y dulce era lo único que podía ingerir sin necesidad de hacer arcadas y correr al baño para vomitar.

Jimin frunció el ceño.

—¿Y cómo por qué no podemos ir?

—Porque estás embarazado.

El omega rodó los ojos.

—¿Es en serio? —refunfuñó, incapaz de creer que Jungkook lo estaba empezando a tratar como un enfermo cuando no era así.

—Muy en serio —miró su reloj análogo y torció sus finos labios en una mueca— Ya debo irme.

Desde que estaba con Jimin, parecía ser como si nada más fuera tan interesante como estar en casa junto a la compañía y el sarcasmo de su omega. Ir a trabajar le resultaba una verdadera mierda, cosa que antes no era así.

—Pero entonces, ¿viene aquí porque sabe que estamos embarazados?

Jungkook rió entre dientes por lo último que Jimin había dicho.

—Sí. Se lo dije cuando se alteró y empezó a gruñirme por ser un mal hijo y no visitarlos nunca, entonces me dijo que vendría y me colgó.

A Jimin se le retorció el estómago de los nervios, pero eso no evitó que soltara una risa divertida.

—Oh dioses, eres pésimo dando noticias importantes.

—Mira quien habla —dijo Jungkook, recordándole a Jimin la forma tan ridícula con la que le había soltado lo de su embarazo a su padre.

Jimin lo asesinó con la mirada que le dio. Jungkook solo se rió.

—Como sea. ¿Crees que nos asesine o algo?

Jungkook negó con la cabeza, aun riendo.

—No te preocupes, no hará nada que atente contra tu vida y la de su futuro nieto.

—¿Y contigo?

—Creo que a mí sí me asesinará por haberte embarazado sin estar comprometido o no estar en una relación más formal y seria —respondió, limpiándose la boca con una servilleta de papel— Ya sabes, tiene otra manera de pensar.

—Pues me parece una tontería su forma de pensar.

—Lo es, pero recuerda que nuestros padres se criaron de manera diferente —se puso de pie— Iré a terminar de arreglarme o llego tarde.

Jimin suspiró cuando Jungkook se alejó para subir la escalera. Tomó la elegante taza de porcelana entre sus manos para beber un sorbo de su deliciosa leche con café descafeinado.

—Mmh, rico —murmuró, relamiendo sus labios.

Era maravillosa esa sensación de estar embarazado y comer todo lo que se te antojaba, sin necesidad de devolverlo por las molestas náuseas. Para eso estaba Jungkook, obviamente.

—Muy bien, bebé —se acarició su vientre aun plano— Sigue castigando a papá Koo por ser un idiota.

Su embarazo iba bien y era controlado por un excelente médico que se especializaba en el campo de ginecología y obstetricia, que para su alivio, era beta, tal como Jungkook había asegurado. En la primera y única cita que llevaba hasta ahora, el doctor se encargó de calmarlos y asegurarles que todo se encontraba en perfectas condiciones, ya que le habían realizado en el mismo centro médico los exámenes del primer control y la ultrasonido que correspondía a las semanas que tenía.

Todo estaba bien, para alivio de ambos.

Les explicó un poco lo del síndrome alcohólico fetal, así como también les mencionó que entre las semanas veinte y veinticuatro, se realiza una ecografía más detallada y se puede saber con un poco de seguridad en que estado vienen el bebé, que no es nada invasivo, que si desean interrumpir el embarazo se puede hacer; pero ahí ya habría que tomar otras medidas de seguridad para que Jimin no corriera ningún peligro.

Al final, Jimin había quedado bastante conforme con el nuevo médico que se encargaría de monitorear su embarazo.

—Me voy —dijo Jungkook, sacándolo de sus pensamientos— No salgas a ningún lado solo. Woosung está encargado de llevarte a donde sea.

Jimin puso sus ojos en blanco.

—No necesito que tus perros guardianes me vigilen.

—No te vigilan, te cuidan. Y claro que los necesitas —se inclinó para darle un pequeño beso en los labios a Jimin en despedida— Cuídate. Cualquier cosa, sea lo que sea, me llamas.

—Pues para que sepas, voy a salir. Iré a ver a papá.

Jungkook lo miró mientras se ponía la chaqueta azul marino de su traje.

—¿Por qué? —sabía que Jimin no iba solo porque quería verlo o lo extrañaba. No, claro que no. Ya lo conocía y había algo oculto detrás de esta repentina visita.

—Pues... ¿Porque lo extraño?

Era tan jodidamente molesto no poder mentir ahora, ya que su vínculo además de pasar sus emociones, parecía delatarlo cada vez que mentía.

—Jimin.

—Es que, ¡hoy tiene una cita! Y yo quiero saber con quién carajos se está viendo.

Jungkook arqueó una ceja.

—Deja a tu padre tranquilo con eso. Es un adulto que no necesita de la supervisión de su hijo berrinchudo.

—¡Pues este si la necesita! Espera, ¿dijiste berrinchudo?

Jungkook puso los ojos y se alejó unos pasos.

—¿Vas a irte ahora?

—Mmh, no sé. ¿Por qué?

—Para pasar a dejarte.

—¿Tú no ibas ya tarde a tu trabajo?

Jungkook se rió.

—Puedo llegar tarde, no hay problema.

—¿Tu trabajo no es un poco demasiado relajado, para ser alguien que recibe un gran sueldo a fin de mes por trabajar un par de horas, en comparación de quienes ni duermen por trabajar hasta el agotamiento por una paga mediocre?

El alfa se encogió de hombros en respuesta.

—No es mi problema que otros no se esfuercen por algo mejor. Yo lo hice. Y sí, es lamentable, pero ser político tiene sus ventajas, y hasta ahora, jamás las había aprovechado.

—Ventajas mi culo —Jimin refunfuñó, levantándose de la silla.

—Esa boca —el alfa le gruñó, viendo como Jimin se alejaba para subir la escalera.

—¡Tardaré sólo diez minutos! —gritó desde arriba, haciendo sonreír nuevamente a Jungkook.



Ω

No tardaron demasiado en llegar, pero definitivamente Jungkook ya estaba llegando cuarenta minutos tarde a su trabajo.

—¡Papá! —Jimin le llamó apenas entró a la casa, haciendo que Hoseok apareciera por el pasillo con su ceño fruncido.

Apenas iban a ser las nueve de la mañana, así que todavía seguía en pijama.

—¿Qué haces aquí, cachorrito? —pregunto extrañado, mirando a su hijo y luego a su... ¿yerno?

Jimin entrecerró los ojos.

—No pongas esa cara, sabes muy bien qué hago aquí.

Entonces Hoseok recordó su cita con Jiyoon. Bien, como nota mental, nunca más volvería a Jimin qué días se iba a encontrar con Jiyoon.

—¿Viniste solo por eso? —se había movido hasta dejarse caer en unos de los sillones— Jeon —le saludó.

—Buenos días, señor Jung.

—¿Cómo se llama? —Jimin preguntó, ignorando la pregunta de su padre.

—¿Quién?

—¿Cómo que quién? ¡Sabes a qué me refiero!

—Mh, ¿tomaron desayuno? —preguntó en cambio, intentando desviar la conversación— Jeon, ¿un café?

—Estoy bien, gracias de todas formas

—¡Papá!

Hoseok suspiró, rendido.

—Jiyoon —respondió finalmente, mirando a Jimin.

—¿Jiyoon? —repitió, frunciendo pensativamente su ceño.

—Deja de hacer eso o te saldrán arrugas antes de tiempo —Jungkook bromeó, acariciando con su pulgar el entrecejo de Jimin.

Se habían sentado en el sillón más grande, demasiado cerca el uno del otro, justo frente de Hoseok. Y Hoseok no se perdió esas miradas y sonrisas que Jimin y Jungkook se dedicaban cada vez que sus ojos se conectaban.

Incómodo por la escena, decidió carraspear su garganta.

—Sí, se llama Jiyoon —prefirió retomar el tema para evitar que los jóvenes llenos de energía frente suyo, decidieran acariciar sus gargantas con sus lenguas.

Jimin lo miró nuevamente, sabiendo que sus mejillas estaban rojas y calientes.

Uhm... como la mamá de Tae.

—Bonito nombre el de mi futura madrastra.

Hoseok se atragantó con su propia saliva.

—¡Jimin! —exclamó escandalizado.

—¿Qué? Estoy dispuesto a darte mi aprobación para que tengas a alguien y enloqueces.

—Oh, bueno, gracias por eso, hijo.

Jimin asintió con su cabeza, conforme con la respuesta de su padre.

—Entonces... ¿ya se dieron besitos?

—¡Oh por dios! —Hoseok exclamó nuevamente, levantándose del sillón y mirando ahora a Jungkook— ¿Cómo es que lo soportas? —le preguntó, sintiendo como sus mejillas se calentaban

—Pues...

—¡No le respondas! —Jimin le gritó a Jungkook, interrumpiéndolo y mirándolo con sus ojos entrecerrados.

Jungkook puso los ojos en blanco, apretando los labios para no decir nada como el alfa obediente que era.

—Ay, por favor —murmuró Hoseok mientras que ponía los ojos en blanco, comenzando a avanzar hacia la cocina.



Ω

Jiyoon miró la pantalla de su teléfono con una radiante sonrisa sobre sus labios. Estaba tan emocionada de que finalmente, luego de varias semanas, podría reunirse nuevamente con Hoseok.

—¿Mamá? —la voz de Taehyung llamándole la hizo sobresaltar.

Escondió su teléfono bajo una de las almohadas y se levantó de la cama, girandose hacia la puerta de su dormitorio.

—¿Puedo pasar? —preguntó Taehyung desde afuera.

—Claro que puedes, hijo —respondió, acomodándose nerviosamente el cabello.

El alfa abrió la puerta y entró, avanzando rápidamente hacia ella para besarle una mejilla.

—¿Pasó algo? —preguntó con clara preocupación, ansiosa por saber lo que sea que haya descubierto su hijo.

Seokjin apareció detrás de Taehyung, sonriéndole.

—Hola, tía —el beta la saludó, acercándose para besar su otra mejilla.

—Hola, cariño —saludó rápidamente— Vengan, tomen asiento —los guió a los pequeños sofás que adornaban una esquina de su habitación— Entonces, ¿cómo les fue?

Comenzó a jugar con sus manos ante la ansiedad y los nervios. Taehyung hizo una mueca antes de hablar.

—No lo encontramos, mamá.

Jiyoon hizo un sonidito de pura impotencia. ¿Habían llegado demasiado tarde?

—Sin embargo, algo le pasó —continuó Taehyung. Jiyoon frunció su ceño.

—¿Algo?

—Tía —Seokjin le tomó de las mano para calmarla— El lugar que visitamos era su domicilio, pero nadie le ha visto desde hace unas semanas. Nadie sabe mucho de él, en realidad. De todas formas, logramos entrar a su pequeño departamento y fue... alguien estuvo ahí antes.

—¿Qué quieres decir?

—Estaba todo tirado, mamá —Taehyung respondió ahora— Alguien fue por él, pero obviamente él intentó resistirse.

A Jiyoon se le formó un doloroso nudo en el estómago.

—Tu padre... —susurró ella, comenzando a respirar de forma agitada— Dioses, tu padre... es un monstruo. Es un... oh por dios, Tae, tenía un bebé.

—Mamá, tranquila. Mírame.

—El estaba tan delgado... —ella continuó, estirando sus manos para empuñarlas en la camisa de su hijo— ¿Crees que tu padre... que él lo vendió?

Taehyung suspiró.

—No lo sé, mamá —respondió, aun cuando creía con seguridad que el bastardo de su padre ya se había desecho del omega y su bebé.

Jiyoon negó con su cabeza, sintiendo las lágrimas inundar rápidamente sus ojos.

—Él tenía un hijo de tu padre, pero entonces no le importó.

—Mamá, cálmate —Taehyung se movió para poder abrazarla, sintiendo los temblores en su pequeño y delgado cuerpo.

Desde que había despertado luego de ser brutalmente abusada por su esposo, Jiyoon le había contado todo a Taehyung sobre el demacrado omega que había ido a la mansión junto a su pequeño bebé, además de la salvaje reacción de Woobin.

A Taehyung no le sorprendió la noticia, pero se enfureció aún más al saber que ese había sido el motivo por el que había golpeado y abusado de su madre. Y estuvo dispuesto llevársela, alejarla de las fauces del bastardo que se hacía llamar su padre, pero Jiyoon se negó.

No quería irse todavía, no hasta dar con ese omega y su bebé para ayudarlos de alguna manera.

Taehyung aceptó sin muchas ganas la decisión de su madre, pero junto a Seokjin aseguraron hacer todo lo posible por encontrarla.

Y Woobin no había aparecido en todas estas semanas en la mansión, cosa que los aliviaba a todos.

—¿Cuándo llega tu padre a casa? —la sola idea de estar a solas con Woobin la aterraba.

Los labios de Taehyung se torcieron en una mueca.

—Cuando hablé con él días atrás, dijo que estaba en viajes de negocios y que no volvería pronto.

Eso calmó un poco a Jiyoon, quien sentía como su corazón golpeaba con fuerza el interior de su pecho.

Taehyung le había contado todo lo que había averiguado de Woobin, quizás como un recurso para convencerla de que se fuera, asegurando que tenía pruebas y que seguían investigando quienes más estaban involucrados para filtrar la información y hacerlo público.

Aun así, luego de saber qué clase de monstruo vil y despiadado era su esposo, ella seguía empeñada en no abandonar la mansión. Quería encontrar a ese joven omega y su bebé para poder ayudarlos.

—Bien, eso es bueno.

—Seguiremos buscando, tía.

Jiyoon miró a Seokjin con cariño, dedicándole una dulce sonrisa.

—Lo sé, tesoro. Solo... no hagan que esta búsqueda sea demasiado notoria a los ojos Woobin —pidió, mirando a ambos.

—No te preocupes, mamá. Tenemos todo bajo control.

—Bien. Bueno, ¿tienen hambre? —preguntó, intentando cambiar de tema.

—No realmente.

Seokjin negó con su cabeza en respuesta.

—Yo debo ir a casa, mamá quiere que le ayude en algo. Namjoon y Yongsun no están para ayudarla.

—Te llevo —Taehyung ofreció de inmediato, deseando no tener que separarse de su amado novio.

Seokjin le sonrió embobado a su alfa.

—Claro.

Jiyoon los observó con ternura. Pese a todo, adoraba ver que su hijo era feliz con la persona que amaba, incluso si tenía que ser de esta forma; a escondidas de todos porque para la sociedad ya estaba casado.

—Vale, entonces vayan y no pierdan más tiempo aquí —les alentó Jiyoon, haciendo que su hijo la mirara.

—¿Segura?

—Claro.

—Te puedo traer algo si quieres —ofreció el alfa, sintiéndose culpable por dejarla sola.

—Oh no, cariño. Ve y quédate si quieres, de todas formas quiero salir un rato de esta casa.

Las cejas marrones del alfa se alzaron con curiosidad.

—¿Y a dónde irás?

Jiyoon intentó controlar el rubor de sus mejillas.

—Pues... al parque a pasear un rato y tomar un helado —intentó sonar segura y convincente.

Taehyung sonrió.

—¿No quieres que te acompañe?

—Que no —se levantó del sofá— Vayan tranquilos y disfruten su tiempo a solas, que cuando tu padre decida volver, será demasiado difícil.

El alfa suspiró. Su madre tenía razón.

—Está bien —ambos se levantaron y tomaron sus manos— Nos iremos ahora entonces. Cuídate, mamá —se inclinó y dejó caer un beso en la frente de su madre.

—Ustedes también. Saludo a tu madre, cariño —le dijo al beta, quien inmediatamente ensanchó su sonrisa.

—En su nombre, tía —Seokjin se acercó para besarle la mejilla en despedida.

Jiyoon los acompañó hasta la primera planta y los vio irse, para luego subir la escalera y dirigirse hacia su cuarto, donde tomó su teléfono y comenzó a mandarles algunos mensajes a Hoseok.

Quedaban dos horas para la cita, pero los minutos parecían avanzar tan lentos como un caracol.

Perdida en su entretenida conversación por chat, Jiyoon no sintió cuando un coche llegó y se estacionó frente a la mansión, tampoco sintió que alguien entraba a la casa y subía las escaleras.

Ella soltó una risita suave, sus mejillas ya estaban calientes y sonrojadas.

Deseaba tanto poder vivir sin el miedo constante, donde los golpes y el abuso fueran reemplazados por dulces caricias y acciones llenas de amor.

Ella suspiró fascinada. Hoseok era el tipo de hombre que alguna vez imaginó como el príncipe que se ganaría su corazón, justo como lo estaba haciendo ahora.

El teléfono sonó y ella no tardó en responder, soltando una risita coqueta.

—¿Y si nos juntamos ahora? —se apresuró en preguntar, demasiado ansiosa por esperar más tiempo.

Escuchó la risa ronca y baja de Hoseok al otro lado de la línea, provocando que las mariposas en su estómago aletearan con fuerza.

Yo puedo a la hora que tú quieras, Ji. Si deseas que sea ahora, para mí está bien.

—Lo deseo.

Hoseok tarareó pensativamente. Jiyoon comenzó a morderse la esquina de su dedo pulgar

Entonces dame unos veinte minutos para vestirme, porque sinceramente, aun ando en pijama.

Ella rió de solo imaginarlo.

—Está bien. Puedo esperar veinte minutos.

¿Nos juntamos donde mismo?

—Sí, donde siempre.

Está bien.

—Entonces no vemos.

Nos vemos, Ji.

Ella colgó, apagando el teléfono contra su pecho mientras se tiraba para atrás, quedando acostada en el centro de la cama.

Suspiró profundamente, sus ojos clavados al techo. ¿Qué estaba haciendo?

El miedo comenzó a abrazarla, haciéndola consciente de que era una mujer casada y marcada por un psicópata que al parecer no le temía a nada.

¿Pero cómo alejarse de aquel alfa que la hacía sentir como nadie antes lo había hecho? No era tan fácil, maldición.

—¡Bien! —soltó con felicidad, levantándose para comenzar a arreglarse.



Ω

Sin ser aún descubierto, Woobin se alejó de la puerta mal cerrada de su dormitorio y caminó de vuelta hacia su auto, donde lo esperaba su chofer con la puerta ya abierta.

Solo había pasado por unos documentos, sin intención de estar mucho tiempo cerca de las desagradables y deprimentes feromonas de su esposa.

—Conduce fuera de aquí, pero estacionate cerca —ordenó a su chofer— Cuando mi esposa salga, quiero que la sigas con discreción.

—Como ordene, señor —el beta encendió el auto e hizo lo que se le dijo.

Woobin apretó sus dientes con fuerza, controlando de alguna manera la ira que comenzaba a arremolinarse en sus entrañas, provocando que sus pensamientos racionales se nublaran.

La mataré.

Empuñó sus manos con tanta fuerza que sus nudillos quedaron blancos.

La mataré con mis propias manos. Maldita perra.

Empezó a exudar feromonas agrias y a respirar con fuerza. Estaba tan furioso que quería incluso bajar del auto para volver a casa y golpear a Jiyoon sin que ella supiera el motivo inicial.

No. Dejaré que se divierta, que crea que puede verme la cara y cuando llegue a casa, la sorprenderé.

Respiró profundamente. Sus ojos estaban inyectados de un rojo furioso.

La mataré.

Su lobo rugió, tan despiadado como su lado humano.

Cuando vio que Jiyoon salía de su propiedad, una siniestra sonrisa tiró de las esquinas de sus labios.

—Avanza —ordenó, recostandose en el asiento mientras sacaba su teléfono.

Vio entonces la imagen que le habían enviado hace unos días atrás, unos de sus empleados más eficiente y retorcido, donde Hajoon estaba visiblemente golpeado y abusado, con su pequeña bastarda entre sus brazos, dentro de un cuarto mohoso en su espera.

Quizás Jiyoon podría hacerle compañía al puto omega del que estuvo tan obsesionado por su belleza en algún momento.   




***

Muchas gracias por leer, les amo <3

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