Capítulo 34.

Estaba escondida en uno de los baños de la mansión, con el teléfono pegado a su oreja derecha.

¿Ji? —la voz somnolienta de Hoseok sonó al otro lado de la línea, provocando que la Omega sonriera ampliamente.

—Hola —ella le saludó en un susurro, sin poder evitar sonar entre nerviosa y ansiosa.

Hola, ¿cómo estás?

—Estoy muy bien.

Solo estoy muy bien ahora, que estoy hablando contigo.

Jiyoon sacudió la cabeza, disipando estos pensamientos. Basta, no podía aferrarse a Hoseok, incluso si era el único hombre, Alfa, que la trataba tan amablemente. Que la veía, no solo por ser Omega.

Eran amigos.

Me alegro mucho, Ji.

Las mariposas aletearon en su estómago, provocando que el calor subiera hasta sus mejillas.

Ji. El apodo no era la gran cosa, porque era la forma más rápida de decir su nombre. Pero solo Hoseok, con iniciativa propia, comenzó a llamarla así.

—Solo te llamaba para decirte que, no creo pueda ir a la cafetería hoy —comenzó a decir, más rápido de lo que deseaba— Mi... mi esposo está en casa. Acaba de llegar de forma inesperada.

Oh, vale. No importa. Pero no debiste llamarme, no quiero que tengas problemas.

—Pero quería hacerlo...

Hoseok soltó una risita ronca, provocando que el corazón de Jiyoon saltara con fascinación. Había descubierto que, adoraba la sonrisa y el sonido de la risa de Hoseok.

Está bien. Cuando puedas hablar tranquilamente, me avisas por mensaje y yo te llamo.

—Okay, pero yo... quisiera mantener nuestra cita en pie.

Cita. No era una cita como tal, simplemente era una agradable junta en alguna cafetería para hablar de lo que fuera. Pero decir cita sonaba bien.

Por supuesto que sí.

—Bien, entonces creo que te tengo que colgar.

Cuídate mucho, ji.

—Tú también.. —no quería colgar, porque deseaba seguir hablando con este Alfa que la hacía sentir diferente. Hoseok no los miraba como si fuera una sucia rata, no la trataba mal y tampoco la hacía sentir incómoda. Y sabía que era ridículo crear sentimientos por él, pero era inevitable. Le gustaba Hoseok y no solo físicamente, sino también por quien era; un hombre sencillo, tratando de seguir adelante pese al gran peso de la cruz que cargaba sobre su espalda.

–¡Omega! —el grito furioso de Woobin la sobresaltó, haciéndola sudar frío al instante.

—Debo colgar —susurró con pánico.

Hoseok gruñó al otro lado de la línea.

Cuídate, ji.

Jiyoon no dijo nada más, simplemente colgó y escondió nuevamente el teléfono, para luego salir del baño hacia donde creía se encontraba su esposo.

Avanzó por el largo pasillo del segundo piso, directo hacia las escaleras cuando Woobin salió de su propio dormitorio y la sostuvo por el brazo, impidiendo que siguiera avanzando. Jiyoon pegó un grito de horror, sorprendida.

—¿Qué estabas haciendo? —Woobin preguntó, furioso.

Jiyoon lo miró con recelo a su Alfa, viendo esa mirada severa y arrogante.

—Yo... e-estaba ordenando —mintió, rezandole a los dioses porque su esposo le creyera.

El Alfa la miró por un momento y en completo silencio, poniéndola incluso más nerviosa de lo que ya estaba.

—Alguien tocó el jodido timbre —Woobin finalmente habló, su voz áspera y grave— Por alguna razón, dejaron entrar a alguien que ahora está tocando el timbre ahí afuera. ¿Esperas a alguien?

Jiyoon negó rápidamente con la cabeza.

—N-no.

—¡Entonces ve a ver quien es, maldita sea! —le gritó cerca de rostro, para luego soltarla bruscamente de su propio agarre.

-En-enseguida.

Jiyoon se movió rápidamente, bajando casi corriendo las escaleras para llegar a la puerta principal y ver quien era la visita inesperada. Era raro que los guardias que custodiaban los muros de la mansión, dejaran entrar a alguien sin avisar.

Cuando Jiyoon abrió la puerta, se quedó observando a la persona frente a ella. Era un hombre que vestía prácticamente harapos, cargando entre sus brazos a un pequeño bebé.

—Hola. ¿En que te puedo ayudar? —le dijo Jiyoon, y el hombre que hasta ahora miraba todo a su alrededor, giró su rostro para mirar a la Omega.

—Hola —le dijo él, su voz se escuchaba ronca y afónica— Y-yo... busco al señor Kim Woobin.

Jiyoon apretó los labios. Era evidente que el hombre era Omega, porque olía deliciosamente dulce.

—Él está...

—¿Quién es? —la voz imponente de Woobin se escuchó desde atrás, haciendo que Jiyoon se apartara de la puerta para que su esposo viera a su extraña visita.

—Te busca a ti —le informó Jiyoon a su esposo, bajando la mirada.

Woobin no miró a su esposa, sus ojos estaban fijos en el miserable hombre que estaba parado fuera de su lujosa mansión.

—Ve adentro, mujer —ordenó el Alfa— Cuando acabe aquí, quiero mi desayuno servido.

Jiyoon no hizo preguntas al respecto, simplemente se alejó en silencio, dándole una última mirada al Omega y a su pequeño bebé. Pero Jiyoon no fue del todo obediente, porque se escondió detrás de una de las paredes más cercanas para poder seguir escuchando.

Una vez solos, el Alfa finalmente decidió hablar.

—¿Qué haces aquí? —Woobin le preguntó al Omega, con la misma voz severa y áspera de siempre.

El Omega pareció dudar un poco, pero se animó a seguir adelante por su bebé.

—N-necesito de su ayuda... —le dijo él, sorbiendo su pequeña nariz enrojecida.

En su escondite, Jiyoon se llevó ambas manos a su pecho por los nervios que le provocaba estar espiando una conversación de su esposo, pero era demasiada extraña la visita de este Omega. Y había notado que debajo de todos esos trapos viejos y ese rostro cansado y enfermo, había un Omega joven que en algún momento gozó de belleza.

Woobin avanzó cual rayo hacia el Omega, totalmente encolerizado, tomándolo bruscamente de un brazo, ignorando por completo al bebé en sus huesudos brazos.

—Lárgate de aqui, puto. No obtendrás nada de mí —le gruñó cerca del rostro, haciendo que el joven se encogiera en su lugar.

El Omega comenzó a sollozar, angustiado.

—N-no para mí, sino para ella —meció a la bebé, quien había comenzado a hacer pequeños ruiditos ante el zamarreo— Estoy enfermo y no sé cuanto tiempo tenga...

—No me interesa nada de esto. Lárgate.

El Omega sacudió la cabeza, desesperado.

—Eres su padre. Por favor...

—Oh, no —Woobin se rió, casi burlandose de la situacion del joven— Eres un jodido puto, y tu pequeña bastarda no es mía.

—¡Mirala! —el chico explotó, intentando calmar los pequeños sollozos de su bebé, con lágrimas corriendo por sus pálidas mejillas— Es tuya. Lo sabes.

—Tiene cinco minutos para salir de aquí. Si no lo haces, me encargaré de que mis hombres llamen a las autoridades por invadir propiedad privada —el tono calmado con el que Woobin hablaba, era incluso más terrorífico que cuando gruñía y gritaba.

El Omega palideció incluso más, negando con su cabeza mientras más lágrimas se deslizaban por sus mejillas.

—Por favor, por favor... —se arrodilló lentamente, llorando y temblando— Eres todo lo que tiene en este mundo.

Woobin lo miró desde arriba; con arrogancia. Hacía casi dos años atrás que Hajoon había llegado a la empresa como el ayudante de su asistente, y fue inevitable para él no quedar encantado con su belleza.

Min Hajoon era un joven de veinticuatro años, pero lucía incluso más joven; con sus mejillas redondas y ese cabello castaño siempre bien arreglado, su pequeño cuerpo era delgado y su piel pálida y cremosa. Era Omega, por supuesto. Y para Woobin no fue difícil hacerlo caer en su red de mentiras, porque el chico era jodidamente ingenuo. Lo usó hasta que se hartó, luego lo despidió sin motivos y cortó todo contacto con él.

—Te quedan cuatro minutos.

El Omega alzó su cara húmeda y roja para mirarlo. Se veía tan enfermo, que en cualquier momento colapsaría. A Woobin no lo conmovió en lo más mínimo, ni siquiera el hecho de que cargaba a un bebé de meses entre sus brazos.

Con la poca dignidad que le quedaba, el joven Omega se puso de pie nuevamente. Respiraba de manera agitada, como si necesitara urgentemente un vaso de agua.

—Por favor... —logró decir, pero su rostro se volteó hacia un lado cuando la palma de la mano de Woobin golpeó su mejilla.

El Omega perdió el equilibrio y cayó sobre su trasero, aferrando muy bien a su bebé para no dejarla caer. Por supuesto, su bebé comenzó a llorar, asustada por los ruidos fuertes y los movimientos bruscos.

Jiyoon no lo soportó más. Ignoró esa vocecilla en su cabeza que le pedía que no lo hiciera porque sabía las consecuencias. Pero no podía ver cómo un joven enfermo era lastimado de esa forma.

Corrió hacia la cocina tomó dos botellas de agua del refrigerador, junto a unas barritas de cereal que Taehyung había comprado, para meterlas en una bolsita y salió corriendo en su ayuda.

Woobin estaba a punto de hacer algo más, pero sus movimientos quedaron congelados cuando vio a su esposa correr hacia ellos y agacharse frente al Omega.

—¿Qué crees que estás haciendo, mujer? —le gruñó el Alfa, pero Jiyoon solo se centró en el joven.

—Es mejor que te vayas, ¿sí? Por tu bien y el de tu bebé —le susurró con prisa, ayudándole a levantarse y le entregó la bolsita— Vete ahora y ponte a salvo.

El Omega asintió con la cabeza, asustado y débil. Retrocedió torpemente unos pasos, el golpe lo había dejado mareado, pero se aferró a du bebé y a la bolsita que sostenía con una de sus manos.

—Pregunté algo, estúpida zorra —jaló a Jiyoon del brazo, volteandola para que su esposa lo mirara en el rostro— ¿Qué crees que estás haciendo?

—Tiene un bebé —ella le respondió, bajando la mirada.

Woobin tiró de ella hacia el interior de la casa, sin volver a mirar a Hajoon, quien se alejaba a pasos lentos.

Cuando la elegante puerta de madera fue cerrada, el infierno de Jiyoon comenzó.

Ella dejó que su mente divagara en sus fantasías, queriendo reprimir de alguna forma el dolor físico y psicológico que su esposo le estaba provocando.

Se veía a sí misma feliz, disfrutando realmente de la vida. Siempre deseó estudiar algo referente a medicina; quizás pediatría. Le gustaban los niños, porque eran cositas inocentes que irradiaban alegría con una simple sonrisa.

El sonido de su vestido siendo rasgado la trajo de vuelta a la realidad. Esa realidad cruel y gris que la rodeaba. Odiaba a su esposo y su lobo jamás lo aceptó como su Alfa, pero tenía miedo. Lo odiaba tanto como le temía.

Woobin estaba furioso, exudando feromonas agrias.

—¡Cállate, maldita seas! —el Alfa le gritó cerca del rostro. Ella no sabía realmente por qué la callaba. No recordaba estar hablando.

Se sentía mareada, perdida. Su cuerpo en general dolía. Era obvio que habían sido golpeada, pero no sabía exactamente donde.

Hoseok me verá así nuevamente...

Su corazón se oprimió, porque no quería aparecer llena de moretones en su cita. Quería que Hoseok la viera bonita, con su piel sana. 

Woobin estaba gritando algo, pero Jiyoon solo pudo entender lo último.

—¡Mi único hijo aquí es Taehyung!

Por supuesto que era el único, si él mismo la había hecho abortar dos veces cuando la golpeaba brutalmente en sus primeros meses de embarazo.

Jiyoon se tensó cuando las manos de su esposo comenzaron a recorrer su cuerpo semidesnudo. Sabía lo que vendría, pero siempre era difícil aceptarlo. No quería ser tomada de esta forma.

—Por favor, no... —suplicó entre sollozos mal contenidos, cuando Woobin comenzó a quitarle bruscamente su ropa interior.

Woobin no la escuchó, porque nunca lo hacía realmente.

Jiyoon intentó resistirse, pero una fuerte bofetada la detuvo. Saboreó su propia sangre, mientras su esposo la volteaba boca abajo en el colchón.

Estaban en la cama. Ni siquiera se había dado cuenta que había sido arrastrada a su habitación. Al menos, cuando todo esto terminara, podría permitirse descansar ahí mismo, sin preocuparse de nada más.

Escuchó como Woobin se desabotonó el pantalón y luego se bajó la cremallera. Ella cerró los ojos, intentando desesperadamente volver a su mundo feliz para no sentir lo que estaba por venir.

El grito de Jiyoon fue inevitable. No pudo contenerlo. La quemazón que le provocó la repentina intromisión la estaba lastimando de una manera descomunal.

Lo odio. Odio esto. Odio mi vida.

Las embestidas de Woobin eran salvajes, provocando un dolor que viajaba a través de su espina dorsal.

No quiero esto...

Jamás lo había amado, tampoco lo había aceptado como si Alfa. Jamás lo haría realmente. Solo esperaba que un día, ojalá pronto, Woobin se muriera de alguna manera, para ella finalmente ser libre.

Hoseok...

Con el pensamiento de Hoseok, Jiyoon se desmayó. Su cuerpo había llegado al límite, haciendo que Woobin se corriera dentro de ella.

Una vez saciado, se retiró y cubrió el cuerpo lastimado de Jiyoon, para ir al baño y darse una ducha. Debía ir a trabajar.

No se molestó en atenderla, porque no le interesaba hacerlo. Era una simple Omega, después de todo.




Ω


Otra semana había transcurrido, y los malditos dolores en su estómago no cesaban.

Genial.

—¿No te da miedo esto? —Jimin miró a su amigo, quien hablaba con Yongsun.

Estaban en la casa de Seokjin, quien los había invitado a almorzar a todos. Jimin aceptó ir, porque Jungkook no volvería a casa hasta la noche, considerando que tenía un par de juntas en el ministerio y un evento público que lo mantendría muy ocupado.

—¿Qué cosa, cariño? —Yongsun preguntó de vuelta, sin apartar su vista de las verduras que picaba.

—Estar con un Alfa.

Yongsun se detuvo para mirar a Seokjin, quien se sonrojó furiosamente.

—Oh, cariño, ¿eso realmente te preocupa?

Seokjin apartó la mirada, extrañamente cohibido. Yongsun se limpió las manos y le acarició suavemente el brazo.

Jimin los miraba y escuchaba, sentado en un rincón de la cocina. Taehyung y Namjoon se habían apartado por un momento, quizás poniéndose al día con algún tipo de información referente al señor Kim, mientras que la señora Misuk había salido al patio, para recoger algunas especias de su pequeña huerta.

—No es como que me preocupe...

—Te diré esto y quiero que lo entiendas —le dijo Yongsun— No me interesa si Namjoon es Alfa, Beta o incluso un Omega. Me encanta él por como es, no por quien es. Si las cosas no funcionan para nosotros, no es porque él es Alfa y yo soy Beta. Será porque no era nuestro momento y no teníamos los mismos intereses. Una relación de Alfa y Omega fracasará de la misma forma si ambos no quieren lo mismo.

Seokjin la quedó mirando por un momento.

—A veces tengo miedo.

—Y es completamente normal tener miedos, pero debes enfrentarlos, hablarlos con tu pareja. La comunicación en una relación es esencial, Jinnie.

La conversación se dio por finalizada cuando Namjoon apareció, sonriendo apenas sus ojos encontraron a su novia.

—Listo —le dijo el Alfa a su novia, acercándose a ella para besarle la mejilla— ¿Y mamá?

—Afuera —respondió Seokjin, sacando una olla para ponerla al fuego.

Taehyung también apareció, guiñandole un ojo a su novio. No se acercó a besarlo, porque sabían que no podría detenerse. En cambio, se fue a sentar junto a Jimin quien inmediatamente le sonrió.

—¿Qué haces aquí tan solo, Mimi?

Jimin suspiró, sintiendo como el dolor volvía. Era un incómodo vaivén de retorcijones.

—Pensando.

La señora Misuk apareció, con varias hierbas verdes en sus manos.

—Listo mis niños, yo continuaré desde aquí. Pueden y a poner la mesa mientras tanto, luego esperen fuera de mis vista —dijo la Omega, mirando con picardía a sus hijos.

Seokjin bufó, sabiendo perfectamente a lo que se refería su mamá.

Hicieron lo que la Omega pidió, pero luego volvieron a hacerle compañía en la cocina mientras ella terminaba de preparar la comida, charlando y riendo de alguna tontería que soltaba Seokjin junto a Jimin.

Luego, cuando todo estuvo listo, se fueron a comer. Y estaba jodidamente delicioso, sin embargo, el maldito dolor de Jimin le impidió llenarse como un globo.

Apenas comió, pero entre la charla y las risas, nadie lo notó.

Excepto la señora Misuk.

Cuando todo acabó y la mesa fue levantada, Yongsun agradeció por la invitación y la comida, disculpandose por retirarse tan repentinamente.

—No pasa nada, cielo —Misuk le dijo, dándole un cálido abrazo. De todas las parejas que su hijo había tenido en el pasado, Yongsun era su favorita.

—Si no fuera por esta hora que tomé, tendría más tiempo para compartir con ustedes.

Seokjin le sonrió a su cuñada, como si no pasara metida en su casa cada día.

—Te llevo, amor —Namjoon comenzó a moverse, buscando las llaves de su auto.

Yongsun se despidió de Taehyung y luego de Jimin.

—Cuídate, Jimin —dijo la beta, dándole un corto abrazo.

—Tú también.

—Oh, y dile a ese tonto de Kook, que responda mis llamadas o caeré uno de estos días en su casa solo para golpearlo.

Jimin soltó una risita divertida. Yongsun le agradaba. Era una mujer increíble, siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesitara.

—Se lo diré.

Ella le sonrió de vuelta. También le agradaba Jimin, porque era todo lo contrario al malhumorado de su amigo.

—Vuelvo enseguida, ma —Namjoon se despidió de su madre con un sonoro beso en la mejilla.

—Vayan con cuidado —dijo ella, para luego mirar a Seokjin y sus amigos— ¿Quien quiere un delicioso postre?

A Taehyung le brillaron los ojitos, porque amaba las tartaletas de su suegra.

—Dígame que es una de esas tartaletas de manzana —Misuk se rió, asintiendo con su cabeza— ¡Ay tía, yo la amo!

—¡Oye! —Seokjin gruñó de manera juguetona— Solo a mí me puedes amar.

Empezaron una pequeña discusión sin sentido para Jimin, quien puso los ojos en blanco.

—Ven conmigo, hijo —Misuk llamó a Jimin, ignorando también la riña de Taehyung y Seokjin— Quiero hablar contigo.

Por alguna razón, el estómago de Jimin se apretó por los nervios. ¿Nervios de qué? No lo sabía.

Siguió a la Omega hasta la cocina, sentándose en un taburete mientras ella sacaba del refrigerador la tarta de manzanas.

—Mmh... se ve delicioso.

Misuk sonrió, tomando unos platos junto a unos tenedores. Los puso en la superficie de la pequeña isla y comenzó a cortar trozos para todos, ofreciendo uno a Jimin.

Jimin la aceptó gustoso, cortando una parte de la tarta para degustarla. La masticó lentamente, sintiendo como su estómago comenzaba a gruñir.

—¿Sabes algo? —Misuk empezó a decir, tomando un tenedor para pinchar su porción de tarta — Cuando estaba esperando a Namjoon, todo me daba asco.

Jimin la miró, frunciendo un poco el ceño. Ella se rió por su expresión desconcertada, pero luego estiró la mano para tomar la de Jimin.

—Cuando esperaba a Seokjin, nada me daba asco, pero sentía un intenso malestar en la boca del estómago.

Jimin palideció repentinamente.

—No entiendo... ¿por qué estamos hablando de esto?

Ella le acarició con el pulgar el dorso de la mano de Jimin, sin dejar de sonreír de forma cariñosa.

—Te he estado observando, hijo, y tienes esa mirada.

—¿Mi-mirada? —tartamudeó Jimin, sus mejillas calentándose rápidamente— ¿De qué mirada habla, tía?

—Embarazo, hijo. Yo tenía esa misma mirada, incluso antes de saber.

Jimin se alarmó, parándose de repente, negando con su cabeza.

¿Embarazo? ¿Estoy embarazado?

—No es imposible. Yo... —frunció aún más el ceño, mirando hacia el suelo— Yo fui al doctor y me dijo que tengo gastritis.

Misuk se paró también, intentando transmitir calma y seguridad a Jimin. Se veía perdido y asustado.

—Una gastritis no dura tanto. No si estás tomando las medicinas adecuadas —le tomó de las manos, intentando conectar sus miradas— ¿Quieres un vaso de agua? Estás sudando, hijo.

Jungkook.

No. No quería agua. No quería nada más que estar junto a su Alfa.

—No, yo...

Taehyung y Seokjin entraron a la cocina soltando risitas, pero se detuvieron cuando vieron a Jimin agitado y pálido.

—¿Pasó algo? —preguntó Seokjin.

—No —dijo Jimin rápidamente, mirando a la señora Misuk— Me debo ir.

—¿Ahora? —Taehyung preguntó desconcertado.

—Si, yo... recordé que tengo algo importante que hacer —Jimin miró a la Omega, quien se veía claramente preocupada por él —Tía, gracias por la comida, estuvo delicioso.

—Hijo...

Jimin negó con la cabeza, suplicándole en silencio que no dijera nada.

—Estoy bien, no se preocupe. Vendré otro día.

—¿Te voy a dejar? —Taehyung preguntó. No quería que Jimin se fuera solo, porque presentía que algo raro pasaba.

—No —Jimin casi gritó, pero se aclaró la garganta— No, gracias. Me voy solo, está bien.

Se despidió de todos de manera rápida, tomó sus cosas y se fue.

Corrió hacia la estación de metro, sintiendo como su corazón latía a mil y su estómago se apretaba de los nervios y del dolor.

¿Embarazado?

Dioses, era obvio que pasaría si no estaba siendo responsable consigo mismo. Pero mierda, no sabia si estaba realmente preparado para traer a un hijo a este mundo tan cruel.

Cuando esperó a que el metro llegará, sacó su teléfono y marcó a Jungkook. Todo su cuerpo temblaba de forma violenta, incluso su voz.

—Calma, no estoy entendiendo nada. ¿Te pasó algo? —Jungkook preguntó con calma, luego de que él tratara de explicarle todo a una velocidad impresionante.

Respiró profundamente y luego exhaló. Vio a lo lejos que el metro se acercaba a la estación.

—Necesito que vayas a casa ahora —terminó por decir, casi al borde del llanto.

Lo necesitaba ahora más que a nada en el mundo. Tenía miedo, maldición. No quería hacerse un test de embarazo estando solo. Quería que Jungkook, su Alfa, lo sostuviera y le dijera que todo estaría bien.

—Imposible. Estoy en una reunión.

—Es urgente —Jimin le gruñó.

Jungkook guardó silencio por un momento. Y Jimin podía escuchar voces al otro lado de la línea.

—¿Qué tan urgente?

Jimin se subió al metro y se sentó en un asiento vacío.

—Creo que estoy embarazado —susurró, deseando que nadie más lo escuchara.

Jungkook no dijo nada por eternos tres segundos.

—¿Qué?

Jimin gimió frustrado, odiando a Jungkook por hacerlo repetir las palabras.

—Un bebé, Jungkook. Creo que estoy embarazado.

—Llegaré en cinco minutos —Jungkook dijo apenas Jimin terminó de hablar, sin siquiera pensarlo.

—Bien, te espero —Jimin colgó la llamada, sintiendo el sudor frío perlar su piel.

Cuando se bajó del metro, corrió hacia la farmacia más cercana y compró un test de embarazo, para luego tomar un taxi y así llegar más rápido a casa.

Corrió en todo momento, así que su pelo estaba húmedo y pegado a su rostro. Intentó calmarse mientras iba subiendo por el ascensor, pero le fue imposible. Seguía asustado y nervioso.

¿Y si estuviera realmente embarazado, como lo tomaría Jungkook?

Dioses, estaba seguro que el Alfa saltaría en un pie.

¿Y si no?

—Basta. Debo calmarme —se dijo a sí mismo en voz alta, viendo como las puertas del elevador se abrían en su piso.

Woosung estaba custodiando el piso, junto a alguien más que Jimin desconocía.

—Bienvenido a casa, joven —Woosung lo saludó.

Ya no era sorprendente para Jimin ver a Alfas custodiando el elevador; vigilando a quienes decidían bajar de él. La planta entera pertenecía a Jungkook, así que si alguien aparecía, se le informaba a Jungkook antes de dejarlo entrar a su departamento.

—Hola —saludó Jimin, sin poder devolverle la encantadora sonrisa de siempre.

Cuando atravesó la puerta principal, vio a Jungkook sentado en uno de los sofás, pero se paró de inmediato apenas lo sintió llegar.

—Hola —dijo el Alfa, acercándose lentamente a Jimin.

Jimin no lo resistió más y prácticamente corrió hacia Jungkook, quien inmediatamente lo envolvió entre sus brazos.

—Me compré un test de embarazo —dijo Jimin, con la cara enterrada en el pecho de su Alfa.

—Bien, vamos a hacerlo.

—¿Si sale positivo, lo vas a querer tener?

Por favor, no me decepciones.

Estaba aterrado de escuchar la respuesta de Jungkook, pero la necesitaba con tanta urgencia.

Jungkook comenzó a acariciar los cabellos húmedos de Jimin, intentando calmarlo de alguna forma.

—Sí —respondió con seguridad —Siempre y cuando tú también lo desees.

Jimin se derritió en sus brazos y su corazón saltó de alegría.

Dioses, me encantas tanto.

Se alejó un poco para alzar su cabeza y mirarlo. Quería besarlo, fundirse en esos labios hasta que el miedo abandonara su sistema. Pero no era el momento.

—Bien. Vamos al baño.

Caminaron juntos y en silencio hasta el baño que se encontraba en la habitación de Jungkook, que ahora era prácticamente de ambos.

—Espera aquí, yo vuelvo enseguida —le dijo Jimin a Jungkook, quien asintió con su cabeza y tomó asiento en el borde de la cama.

Jimin se metió en el baño y sacó la cajita. Sacó todo lo del interior y comenzó a leer las instrucciones en voz alta.

—Bien, esto no es difícil —se dijo a sí mismo cuando terminó de leer.

Jungkook por su parte, esperaba en la misma posición. Cuando escuchó a Jimin decirle que quizás estaba embarazado, todo lo que quiso fue teletransportarse para llegar a su lado y abrazarlo para que nada malo le pasara.

Salió de la reunión importándole muy poco todo, explicándole a su pobre asistente que debía hacer para justificar su actuar.

Sería un mentiroso si dijera que no está feliz. Porque mierda, malditamente lo estaba. Y su lobo rugió ante la noticia, deseoso de llegar junto a su omega para marcarlo y protegerlo a él y a su cachorro.

La puerta del baño se abrió y Jungkook alzó la vista para mirar a Jimin. Dioses, se veía tan frágil y asustado. Jungkook no quería que luciera así, tan vulnerable, porque le gustaba la actitud segura y rebelde de su Omega.

—¿Y? —preguntó Jungkook, logrando que Jimin sonriera de forma nerviosa.

—Hay que esperar —dijo, avanzando hacia Jungkook.

Jimin se subió al regazo de Jungkook, sentándose a horcajadas. Lo abrazó por el cuello, e inmediatamente Jungkook encerró sus brazos alrededor de su cintura.

—¿Cuánto hay que esperar? —Jungkook preguntó, enterrando la nariz en el pecho de Jimin, sintiendo los galopes desenfrenados de su corazón.

—Decía unos cinco minutos, pero no sé. ¿Estará listo ya?

—Veamos.

Jimin se alejó, dejando el espacio suficiente entre ellos para mirarse. Sostenía el aparato entre una de sus manos y se había negado a mirarlo primero.

—¿Estás preparado para lo que sea? —Jimin preguntó, pero sonaba más como una pregunta para él mismo.

—Por supuesto —respondió Jungkook, sin titubeos.

—Bien, aquí vamos.

Puso el test entre ellos, y ambos vieron la línea roja en la pequeña pantalla de lo que parecía un palito de helado blanco.

Había una sola línea roja.

—¿Qué significa la rayita roja? —Jungkook preguntó, con sus cejas arqueadas.

No estoy embarazado.

Una oleada de decepción lo golpeó.

—No estoy... no estoy embarazado —respondió sin muchas ganas.

Jungkook apartó el test de las manos de Jimin y lo abrazó, envolviéndolo con sus propias feromonas protectoras.

No había cachorrito, pero estaba bien. Quizás esta era la señal para hacer mejor las cosas, para ser responsables.

—Pediré de todas formas una hora con un buen doctor para que te dé anticonceptivos, si realmente queremos evitar un embarazo a futuro. Además, necesito que vean ese dolor de estómago tuyo.

—Vale, sí. Está bien... —murmuró Jimin, escondiendo su rostro en el cuello de Jungkook.

No había cachorrito.

Cerró los ojos, relajándose. Jungkook se movió con él, acostándose más cómodamente en la cama y acariciando su espalda.

Estaba bien. Nunca antes había sentido el deseo de formar una familia, de tener un hijo.

Un embarazo quizás sólo complicaría las cosas.

—Estoy cansado... —murmuró, acurrucándose más contra Jungkook.

—Descansa. Luego, cuando te sientas mejor, comeremos algo.

—Prefiero comerte a ti —Jimin bromeó, pero no logró escuchar lo que Jungkook le decía.

Había caído demasiado rápido en el sueño profundo. 

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