Extra 2.
Hyun.
La vida para Hyun siempre había sido extraña, pero con Mami a su lado, todo parecía ir bien.
Mami siempre había sido su lugar seguro. Ella era dulce, alegre y muy cariñosa. Nunca supo lo que era ser regañado, ni llorar por horas sin ser consolado, porque los brazos de Mami siempre lo envolvían en un cálido abrazo, al igual que sus ricas feromonas maternas.
Pero desde hace un par de semanas, Mami no salía de la cama. Su salud, por lo que Hyun podía recordar, siempre había sido mala. Solía enfermarse a menudo; fiebres altas y dolor corporal, vómitos y poco apetito. Y él no sabía cómo ayudarla, porque Mami siempre le sonreía y le decía que todo iría bien.
Hasta esa mañana en particular.
Mami no se había levantado, su pecho subía y bajaba con un extraño sonido, y la fiebre mantenía demasiado caliente su pequeño y delgado cuerpo.
—¿Mami? —Hyun murmuró suavemente a su lado. Ya se había vestido, lavado la cara y peinado, tal como ella le hubiera ordenado hacerlo.
La omega sonrió mientras abría lentamente sus ojos. Se veía tan cansada y débil, con manchas oscuras debajo de sus ojos.
—Mi niño... —murmuró y un ataque de tos la ahogó por un momento. Hyun entró en pánico y le extendió un vaso de agua que ella no quiso aceptar— No es necesario, Mami está bien.
No, no estás bien.
Hyun tenía hambre, su pequeño estómago rugía ante la falta de comida, pero empujó lejos su propio malestar y se sentó a un lado de su madre omega. Ella se movió con dificultad, soltando gemidos de dolor, para darle suficiente espacio.
—¿Cuando mejoraras, Mami?
La omega sonrió dulcemente, acariciando con una de sus pequeñas y huesudas manos su cabello.
—Mami tal vez se demore un poco en recuperarse —susurró, su voz agitada y ronca.
—¿Puedo hacer algo para que te mejores?
Ella volvió a sonreír, presionado un beso en la frente de Hyun.
—Ya haces demasiado, mi niño.
Ω
Los días pasaron, convirtiéndose en semanas, y Mami nunca logró mejorar.
Hyun dormía a su lado, acurrucado entre los brazos de Mami. Su pequeño cuerpo había perdido esa grasa habitual de un niño de siete años, y el gruñido en su estómago a causa de la falta de alimentos se había vuelto constante y molesto.
Pero finalmente, esa mañana, el teléfono de la vieja casa en la que vivían sonó, logrando despertarlos. Hyun se levantó y corrió para acercarlo al lado de su madre, quien ansiosamente estiraba los brazos para alcanzarlo.
Él sabía quién llamaba, mas nunca se había sentido tan aliviado por saber de su madre alfa hasta ahora.
—Oh, cariño... —su madre omega lloró contra el teléfono y Hyun abandonó la habitación, no queriendo escuchar sus súplicas y lamentos.
Caminó por la casa. Todo estaba en silencio y ordenado, así que abrió las desgastadas cortinas para que entrara la luz del sol y se sentó en uno de los sillones. No tenían un televisor ni una radio, pero sí un patio trasero lo suficientemente grande como para poder correr o jugar a buscar insectos.
Vivían lejos de la ciudad, a las afueras de un pueblito pequeño, así que estaban rodeados de la paz de la naturaleza. Y nunca iban de compras, ni él ni Mami, porque su madre alfa solía ir una vez al mes, trayendo consigo todo lo que ella creía que necesitarían.
Y era un poco aburrido no poder interactuar con otras personas. Hyun quería conocer otros niños, ir a la escuela y hacer amigos, pero su madre alfa se negaba cada vez que Mami lo proponía.
—Hyun... —su madre lo llamó. Él se levantó de un salto y corrió hacia la habitación.
—¿Sí, Mami?
Ella ya no hablaba por teléfono. Sus mejillas y nariz estaban rojas y sus ojos húmedos, pero aun así sonrió dulcemente.
—Ven aquí, mi niño —palmeó la cama, justo donde había espacio suficiente para que él se acostara a su lado.
Hyun obedeció y se acurrucó entre los brazos de Mami. Ella inmediatamente lo cubrió con sus feromonas mientras lo abrazaba.
—Tu madre está viajando ya, llegará en cualquier momento... —murmuró, cerrando los ojos. Hyun sabía que estaba aún más débil que antes ya que pasaba durmiendo mientras la fiebre no hacía más que aumentar— Y tú serás un buen niño con mamá, ¿sí? Un buen niño para que... para que mamá cuide de ti, mi pequeño.
A Hyun nunca le gustó su madre alfa. Ella era autoritaria, seria y poco afectiva. Y siempre que se iba, por más que Mami llorara y rogara para que no los dejara, ella se marchaba, sin siquiera mirar atrás.
Aun así, Hyun respondió:
—Seré bueno, Mami —aseguró, alzando la cabeza para dejar un tierno beso en una de las mejillas huesudas de su madre— Lo prometo.
La omega sonrió débilmente, con sus ojos cerrados.
—Ese es... mi niño... —murmuró antes de caer en el sueño profundo. Hyun la observó en silencio, ignorando el gruñido en su estómago. Quería atesorar lo que quedaba de su Mami, porque algo en él le advertía que pronto deberían separarse para siempre.
Ω
Mami no logró resistir más y murió una tarde, cuando la madre alfa de Hyun había llegado.
Era como si hubieras estado esperándola para despedirse.
—Ve a tu habitación y espera ahí —esa había sido la orden de ella mientras se encerraba en la habitación de Mami a asimilar la pérdida. Aunque había llegado con medicina, ninguna logró hacer efecto en el débil cuerpo de la omega.
Y Hyun obedeció de inmediato, porque se lo había prometido a Mami. Pero esta vez, mientras lloraba contra su almohada, no hubo consuelo ni abrazos para él.
Extrañaba a Mami, la única persona que lo conocía, entendía y amaba. ¿Qué sería de él ahora, sin Mami?
Ω
Luego de empacar lo esencial; como mudas de ropa, zapatos y algunos peluches que Mami había tejido para él, Hyun llevó la maleta que le pertenecía a su madre omega hacia el carruaje que los esperaba a las afueras de la casa.
—¿Todo lo que necesitas va ahí? —preguntó la alfa, agarrando la maleta.
—Sí.
—Bien —murmuró mientras sacaba un cigarrillo y se lo llevaba a la boca para encenderlo. Hyun nunca la había visto fumar, porque a Mami no le gustaba el humo, pero sí podía oler en ella el tabaco— Iremos a comprarte un poco más de ropa, zapatos y a cortar tu cabello. Quiero que te veas bien presentable cuando lleguemos donde tus abuelos.
Hyun alzó sus cejas con asombro mientras miraba a su madre. Ni siquiera sabía que tenía abuelos.
—¿Abuelos?
—Sí, los padres de tu madre —soltó con desdén, dando una nueva calada al cigarro.
—Oh... —miró hacia la casa que había sido su hogar, queriendo preguntar por los restos de Mami, mas no lo hizo. No creía que fuera prudente. Pero cualquier duda que tuviera, fue respondida cuando vio a su madre rociar la casa con un líquido extraño para luego prenderle fuego.
Y así, entre llamas y humo, se consumía su mundo. Su lugar seguro. Donde había sido verdaderamente feliz, pese a todas las carencias que tenía.
Donde Mami con su sonrisa y abrazos, lo había curado todo.
Ω
El viaje fue largo y en silencio. Hyun sólo habló cuando le fue dirigida la palabra.
—Llegamos —su madre anunció y el carruaje se detuvo. Hyun miró hacia afuera y los nervios retorcieron sus tripas.
¿Cómo serían sus abuelos? ¿Igual de cariñosos que Mami? ¿Lo querrían, pese a no conocerlo? Tenía tantas preguntas y ninguna respuesta para calmarlo.
Nervioso, llevó una de sus manos a su boca y comenzó a masticar sus cortas uñas.
—Baja, Hyun —su madre ordenó, sobresaltándolo.
Él bajó y miró a su alrededor, luego miró a su madre. Ella le devolvió la mirada, y por primera vez, pudo ver una emoción diferente en su rostro.
Dolor.
Pero no parecía ser que sufriera por él, sino por Mami. Él también sufría por su partida. Dolía tanto, como si alguien le hubiera arrebatado un trozo de su corazón.
Por un momento pensó en acercarse y tomarle de la mano para consolarla, pero su madre negó con la cabeza, como si hubiera adivinado lo que pasaba por su cabeza.
—¿Listo? —preguntó ella, aún cuando ambos sabían la respuesta.
—Uh, sí.
Su madre cargó su maleta vieja y avanzó hacia la casa, con Hyun siguiéndole los pasos, cruzando el feo jardín delantero. Había pollos y gallinas por todas partes y troncos de madera apilados en diferentes lugares.
Se detuvieron en la puerta y su madre tocó con fuerza.
Hyun suspiró temblorosamente, nervioso y ansioso. Nunca pensó que tendría abuelos y que los conocería tan rápido.
—¡¿Quien carajos es?! —alguien gruñó desde adentro, mientras sus pasos resonaban por el interior de la casa — Omega, ve a ver. ¡Sirve de algo, maldita inútil!
Luego de un momento, la puerta principal se abrió y una mujer de avanzada edad apareció. Su rostro cansado se frunció mientras miraba a la alfa y luego al niño.
No hubo necesidad de presentaciones, porque ella simplemente supo quienes eran.
Abrió la boca y se la cubrió con sus delgadas manos, ahogando los sollozos que dejaba escapar. Negó con su cabeza y miró a Hyun con tristeza, dejando que las lágrimas rodaran por sus mejillas.
—Muévete, carajo —el dueño de la voz gruñona apareció, empujando a la mujer. Se detuvo y los miró a ambos, con su ceño totalmente arrugado.
A Hyun se le cayó el estómago al verlo. ¿Este era su abuelo? No se veía en lo absoluto cariñoso.
—Nara murió —soltó la alfa y el hombre frente a ella se rió con burla. Hyun se sintió incómodo y molesto por su desagradable reacción.
—¿Y eso a mí qué? Ya no es mi carga, sino tuya —espetó el hombre. Hyun alzó la vista para verlo nuevamente y lo que encontró fue... decepcionante.
El hombre, por lo que podía oler, era alfa, igual que mamá. Pero era un alfa gordo, con barba desaliñada, cabello canoso, dientes amarillentos y una voz terriblemente irritante. Daba miedo, sí, pero no era imponente como mamá.
—No puedo cuidarlo. No ahora —Hyun volvió a prestar atención a la conversación, inquieta dose con cada palabra que mamá soltaba— Tengo suficiente dinero para darte y así cuides a tu nieto sin problemas.
—Yo no haré una mierda por la putita que me quitaste.
Mamá suspiró, entregándole la maleta de golpe. El hombre quedó sin aire cuando fue golpeado contra su estómago.
—Lo cuidarás como se debe o te quitaré esta maldita e inservible granja, cerdo asqueroso. Y lo quiero a salvo, muy sano y vivo, bien alimentado o de igual manera te quitaré todo y te dejaré en la mierda, donde deberías estar.
El abuelo, al que hasta ahora conocía y ni sabía su nombre, se puso rojo de rabia, pero no dijo nada. Dándose media vuelta, entró a la casa mientras soltaba maldiciones.
—Mamá... —definitivamente no quería quedarse ahí. Había prometido ser un buen niño para que mamá se lo llevara, no para que lo dejara con gente que visiblemente no lo querían tener.
—Escuchar, Hyun —dijo su madre, mirándolo — Yo no puedo cuidarte.
—¿Por qué no? —su voz tembló. Estaba a punto de llorar y no quería hacerlo, porque no estaba Mami para consolarlo— Seré bueno, lo prometo.
Su madre frunció las cejas y apretó los labios por un momento.
—Lo sé. Sé que eres bueno y deberás seguir siendo bueno, porque mamá trabaja. No puedo cuidarte y no sé si podré hacerlo en un futuro. Pagaré por ti, para que no te falte nada.
Hyun negó con su cabeza.
—Me faltaras tú, mamá —dijo entre sollozos, sin poder contener más las lágrimas.
Por una milésima de segundos, Hyun pudo ver el cambio en la mirada de su madre, una más suave, pero inmediatamente se recompuso y la coraza dura volvió.
—No, yo no te hago falta.
Y aunque era verdad, porque ni siquiera la conocía tan bien, era todo lo que tenía ahora. Era su madre, su alfa y su familia. Todo lo que le quedaba.
—Pero...
Ella hizo un gesto para que guardara silencio y se enderezó en su estatura máxima. Era tan hermosa e imponente.
—Eres igual a tu madre, Hyun... —murmuró, acariciando su cabello oscuro. Esa era la primera vez que su madre le daba una muestra de afecto— Pero con solo verte, sabrían que eres mi hijo. No puedo tenerte conmigo, por eso pagaré para que te cuiden y cuando seas mayor y quieras salir de esta mierda, volveré y te llevaré a la ciudad. Pero por ahora, solo se bueno.
Y con eso, sin un abrazo o una última mirada, su madre se fue, dejándolo completamente solo con dos extraños que no estaba seguro de querer conocer.
Ω
Cuando el tiempo pasó, el abuelo se volvió un verdadero dolor de trasero.
Mamá nunca dejó de mandar dinero y siempre era en cantidades exorbitantes, aunque por supuesto, Hyun nunca tocó nada de ello. Su abuelo, sin embargo, se daba una buena vida con él.
Salía por las tardes a beber a la única cantina del pueblo, despilfarrando el dinero en alcohol y omegas, para luego volver a casa exigiendo atención hasta caer dormido y despertar al otro día, repitiendo el mismo y jodido ciclo.
Pero esta noche, mientras Hyun dormía en el incómodo colchón de paja que su abuela le había tenido que hacer, escuchó los bramidos de su abuelo y su cuerpo inmediatamente se tensó.
—¡¿Dónde está ese inútil omega?!
—Ya, no grites que... —una bofetada resonó en el aire, dejando sin hablar a la omega. Ella se agarró la mejilla y suspiró, cansada de la miserable vida que llevaba.
—No te entrometas, omega inservible. Quiero que ese chico deje de ser una molestia y se convierta en hombre para así darle un buen uso.
Hyun sintió como la bilis subía por su garganta. Era repugnante escuchar como su propio abuelo deseaba que llegara su celo solo para así abusar de él.
—Sírveme algo para comer, inútil buena para nada —sin decir nada, la abuela hizo lo que se ordenaba.
Hyun la observó en completo silencio desde donde estaba escondido, luego miró a su abuelo y arrugó la nariz.
Asqueroso.
Su madre alfa jamás lo miró como algo más que su hijo, independiente de lo distante que era. Ella nunca hizo comentarios donde dejaba en claro que deseaba que su celo llegara para poseerlo, pero el abuelo... sus ojos recorrían cada centímetro de su cuerpo mientras se lamía sus agrietados labios.
Era repugnante y enfermizo ser consciente de su deseo.
Suspirando, subió nuevamente hacia su habitación. Era el maldito ático de la casa, un cubo de hielo en invierno y un horno en verano.
Se acurrucó nuevamente en su improvisada cama y tomó la vieja fotografía que tenía de su Mami. La besó dulcemente, añorando sus días de felicidad.
Te extraño, Mami...
Continuará...
***
Holi :3 recuerden que Hyun es el papá omega de Jungkook. Esta es su historia y tenía muchas ganas de escribirla y compartirla con ustedes ♡. Espero que les haya gustado y que la siguiente parte responda algunas de sus dudas sobre Jungkook y sus cambios a lobo.
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