PRÓLOGO

PRÓLOGO

En Magic Kingdom existe todo lo que el humano jamás llegará a conocer, desde hadas en los bosques, gigantes en cuevas de roca, animales que hablan y seres con la magia más poderosa, conviven en tierras conjuntas. La reina es la hechicera con mayor saberes, entrenada desde joven para salvar sus tierras y absorber toda señal de auras malignas, su heredera debía atravesar el mismo camino de enseñanzas para algún día convertirse en la próxima gobernante. Pero, Bora Lee se sentía frustrada, sus profesores le pedían más de lo que ella podía soportar, desde el momento que nació hasta la primavera de sus dieciséis años no ve la hora de acabar con todo. Los encantamientos no le eran tarea difícil, podía recitar esas palabras de memoria, y hacer los movimientos de manos exactos para conjurar mil conejos guerreros, o quinientos alicornios, aquello podía manejarlo, lo que no podía manejar, era la presión de todo un reino sobre ella.

El mundo mágico depende de la casa real para mantenerse a flote, sin la fuente de magia proveniente del castillo, ya nada tenía sentido. Y la reina es quien debe cuidarlo con su propia vida.

«Una buena emperadora es la que piensa en su pueblo. Ellos son nuestra familia, cada flor cantante, hasta los más grandes gigantes, a cada uno se debe cuidar con nuestras vidas» fueron las palabras de su progenitora una noche de estrellas fugaces las que le hicieron abrir los ojos a la realidad, y eso comenzaba a causarle miedo. Es una hechicera torpe, sus habilidades no se igualan a las de sus antecesoras, las antiguas reinas, a comparación de ellas sus hechizos son tontos. Nunca ha hecho más que invocar animales o mover objetos. En un combate real, está perdida.

—¡Princesa! —llegó a escuchar los gritos que la llaman con desesperación entre los pasillos del castillo, su madre había enviado a los guardias a buscarla— ¡Princesa, por favor aparezca!

La razón de irse se debía a las noticias que recibió en el desayuno. Fue un golpe sorpresivo, no se lo esperaba para nada. ¿Irse al mundo humano? ¿Por qué haría algo así? Claro, desde que era una pequeña niña le atraían los libros acerca de esos seres sin nada de gracia, la forma de vida de ellos le resultaba curiosa, alguna vez pidió conocerlos, pero mudarse drásticamente a un hogar ajeno, e incluso transcurrir a un edificio llamado escuela, ¡donde no enseñan magia! oh, eso es mucho que procesar. Así que optó por esconderse, corrió por el castillo entero evadiendo a los guardias, pensó que podría hacerlo, hasta que unas manos la sujetaron de su pierna. Dio un salto, eso la había asustado.

Al bajar la mirada, se tranquilizó.

—Henrietta, me asustaste. —regañó en susurros a su hermana de cinco años.

—¡La encontré! —gritó.

—¡Traidora, ya no jugaré contigo a las princesas y dragones! ¡Y no montaré dragones a tu lado jamás!

La niña castaña de ondas le sacó la lengua con burla mientras su hermana mayor de coletas era tomada por dos guardias, la arrastraron al salón principal de la reina, donde la esperaba en su trono para su ida. Si, ese mismo día debía marchar al mundo humano, sin mayores despedidas o tiempo para acostumbrarse. Cuando llegó, la severa mirada de la mujer hizo que se estremeciera. Fue dejada frente a las largas escaleras que dan a la silla hecha de oro y seda roja, en el futuro, ella se sentará en ese mismo lugar, donde detrás suyo, se encuentra un enorme cuadro de su familia unida.  Muy dentro suyo, se cuestiona si su madre será feliz con tanta responsabilidad, porque todo el mundo sabe que la reina, en realidad, no debía ser reina. Fue una decisión apresurada debido a los sucesos de hace veinte años atrás.

Viéndola bajar las escaleras, su guardaespaldas personal la ayuda tomando su mano, y una doncella sujeta el largo de su vestido. Luce enferma, con su piel pálida, labios rojos por el maquillaje aunque quebrados por la resequedad y su cabello castaño opaco, sin brillo. Se estaba marchitando.

—Bora Lee, sé que estás molesta por esta decisión que tomé sin tu permiso, sin embargo, he puesto mis más profundos deseos de que este viaje te ayude a crecer. Escuché de tus profesores que tus hechizos no mejoran, te encuentras estancada en la misma fase que hace seis años atrás, tu deber como heredera es evolucionar junto a la magia…

—¡No es justo! ¡Yo no soy tan poderosa como tú!

—Está hecho, viajarás al mundo humano. Tienes prohibido volver hasta que seas convocada por el castillo.

—¡Mamá! —se quejó.

—Espero que hagas amigos, y se buena con el resto. Eres nuestro sol después de todo, ¿no?

Fue la sonrisa débil de su madre enferma que le hizo comprender su situación, bueno, se estaban queriendo deshacer de ella de una forma sutil, porque causaba muchos alborotos en el castillo. Ir al mundo humano no era tan malo, ¿no? podría conocer gente de su edad, hacer amigos, y comer platillos extraños de los que leyó.

Soltando un suspiro, asintió. Chasqueó los dedos, y unas dos maletas rosa y verde aparecieron en sus pies.

—Iré.

—Cuídate, Bora Lee. —sus pasos se acercaron hasta con su típica tranquilidad, darle un fuerte abrazo que estremeció su cuerpo con tristeza, parecía una despedida eterna, aunque para ella era un 'hasta pronto'.

—Adiós, mamá.

Al separarse, la mano de su madre se alzó formando un círculo amarillo que largaba chispas. Era un portal hacia la otra dimensión. Dándose una última mirada, saltó hacia su nueva vida temporal.





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