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CAPÍTULO OCHO

La cocinera Nam es una mujer entre sus cincuenta o sesenta años, de aspecto amargado, con arrugas, canas y sobrepeso. Siempre iba desaliñada, con una red en su cabello que le hacía sudar mucho, a JiMin solía darle miedo hacerla enojar, le tenía terror, aunque ahora… ella nunca más iría a regañarlo por no comer la gelatina que dan. Porque con sus ojos bien abiertos su cabeza gira a un punto fijo entre toda la enorme cafetería, es a él, lo mira a él como si fuera una botella de gaseosa en medio del desierto, como la joya más hermosa del mundo, como si… lo amara. ¡Que pesadilla! Asustado mira a su amiga, ella contiene una enorme risa antes de estallar entre carcajadas.

—¡No es gracioso, Bora Lee!

—Tú querías que alguien te amara, y mira, ahora tienes a una mujer experimentada sedienta de tu amor.

—Esto es horrible, quiero morir. —sollozo, ocultando su rostro entre las manos.

—Al menos sé que mi experimento fue un éxito. Ahora tengo mi propia página en el libro de hechizos. —emocionada chilló mientras se colocaba de pie— Vamos a festejar, te compraré esa leche de fresa que te gusta.

—¡Esto no es sobre ti! —lleno de frustración dejó su cabeza caer derrotado— Fue una mala idea desde un comienzo, no debí hacerlo. A la delegada no le gusto, sería injusto forzarla a quererme.

—Le vas a gustar a otras mujeres, no te preocupes.

—Lo dudo. —suspiró— No tengo nada que le pueda parecer atractivo a una chica.

—Sí lo tienes, eres gracioso, sabes cocinar, y planchas mi ropa muy bien.

JiMin frunció el ceño. ¡Esas son cosas que hace para ella porque es una buena para nada! Todas las mañanas debe levantarse a prepararle el desayuno, luego le plancha el uniforme porque de alguna forma siempre lo tiene arrugado. ¡Le da mucha atención! Sin darse cuenta, su relación con Bora Lee había avanzado mucho en esos días, se divertían juntos y comenzaban a acostumbrarse a sus locuras. Su rostro molesto se ablandó hasta sonreír levemente. Ella no intentaba ser cruel, estaba tratando de subirle los ánimos, a su forma, como una amiga.

—Gracias. —terminó diciendo— Creo que me gustaría esa leche de fresa que prometiste. —una emocionada castaña lo guiaba con sus brazos unidos a la tienda de la señora Kim, ella vendía de todo— Por cierto, ¿qué es eso del libro de hechizos?

Le intrigaba saber que tantas cosas podría hacer con su magia, comprobó que el amor es manipulable y solo se necesitan pócimas. Aún sigue con escalofríos al pensar en el rostro de la cocinera Nam, a partir de ese día llevaría el almuerzo de casa.

—Es un libro que ha pasado en generaciones de mi familia, sólo los herederos tienen permiso de usarlo porque los hechizos de allí se consideran de alto riesgo. Cada reina debe escribir su página. La mía es sobre pócimas. La próxima que haré será sobre transformar a un macho en hembra, estoy en el proceso probando con animales, pero ha sido un poco difícil… ¿Quieres ayudarme?

—Definitivamente no, bruja loca. —soltó su brazo mientras se alejaba.

—Oh, vamos. Por favor. —a cada paso, él retrocedía otros dos.

—¡No me volveré mujer!

—¡Hazlo por mí!

Y una carrera comenzó entre ambos, llamando la atención de todo el mundo, quienes se preguntaban qué clase de relación surgiría de ese vínculo.

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