20.

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“Rey de los fantasmas”
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Nico di Angelo Pov.

Todo es rojo.

Veo todo rojo.

Mis manos, cabello y rostro se sienten pegajosas y cuando paso frente a una ventana al ver mi reflejo rápidamente confirmo que estoy bañado de sangre. Mi chaqueta desapareció y mi camisa echa retazos. Siento que cada músculo arde, mi corazón está agitado hasta el punto en que es casi doloroso y puedo ver mi aliento salir como vaho.

Cuando cerraba los ojos podía ver personas lanzándose contra mí, no luchaban limpio, me mordieron y rasguñaron, intentaron atacar mis ojos y eliminarme de formas casi mediales. No tenía otra opción.

Tengo los brazos magullados, llenos de cortes y un par de mordidas.

Aún tenía la horrible sensación en la piel de sentir como docenas de manos tiraban de mí a la vez. Intente mediar, pero esas personas parecían poseídas. Casi como el imaginario colectivo de como serían los zombies en realidad.

Durante todo ese tiempo Chiara estuvo allí, sin parpadear, a veces solo se sentaba en una banca, otras veces entre turba o dentro de las casas que permanecían abiertas, mirando por la ventana. Odiaba que me viera así. Lo último que quería era que Chiara me viera como un asesino. Un monstruo.

Matar se volvió fácil y perdí la cuenta después del décimo mortal al que le arranque la vida, lo único que me mortificaba era pensar en la opinión que tendría Chiara después de…

Ver lo que era capaz de hacer.

Todos los mortales parecían ignorarla, como si fuera un fantasma.

La sangre normalmente tiene un olor metálico naturalmente, pero está olía mal, como si estuviera podrida. Siento como el olor putrefacto traspasa mi carne y se mete debajo de mi piel.

Abro mi mano soltando de golpe el hacha y cuando está cae al suelo forma un charco de sangre.

Chiara camina por delante de mí, no puedo ver sus pies, solo la falda de su vestido moviéndose. Se adelanta para abrir con delicadeza las altas puertas de la iglesia y entra sin esperarme. Me apresuró para alcanzarla, agitado.

En cuánto entró en la capilla el aire se siente limpio y fresco, repaso la iglesia con la mirada sin detenerme para ver los grandes ventanales con imágenes hermosas y las estatuas de los santos.

Había velas encendidas por todos lados y mucho más en el altar. Dónde había una gran estatua de la virgen María con sus manos juntas como si estuviera rezando mientras lloraba lágrimas doradas. Todo era hermoso.

Cruce la iglesia con cautela dirigiéndome al altar.

Cuando estuve parado frente al altar contuve el aliento para no reaccionar de forma exagerada. Parecía dormida, se veía tan tranquila y en paz con sus manos cruzadas sobre su vientre, y el pelo dispersó a su alrededor. Pase mi mano por su mejilla y la deslice hasta su abdomen, buscando alguna herida. Buscando aquella herida mortal que vio en un sueño, pero no había nada.

No tenía ni un solo corte, rasguño o moretón. No había heridas.

Mire el collar que envolvía su cuello con la forma de una polilla de cobre que escondía una pequeña daga. Fue un regalo de cumpleaños, se lo di para que pudiera defenderse cuando no estuviera cerca. Pero quizás nunca debí dejarla desde un principio.

Su cuerpo estaba intacto. De alguna forma aún estaba conservada, incluso si su corazón no latía. Estaba vacía.

Carente de alma.

Era un cascarón vacío. Todo lo que la hacía ser Chiara había desaparecido.

—Voy a traerte devuelta.— Le susurro.

Un escalofrío recorre mi espalda al escuchar a alguien caminando detrás de mí. Miro por encima de mi hombro y la veo observarme en silencio.

Mi corazón vuelve a latir.

— ¡Ven! ¡Vamos! ¡Te ayudaré a entrar de nuevo en tu cuerpo!— Exclamó y me giró de golpe para ver su alma.

Extiendo mi mano hacia el alma de Chiara temblando, mirando con los ojos inyectados en sangre a aquella representación más pura de la hija de Hécate, exaltado. Sentí como una ola de esperanza y felicidad reemplazaba todo el dolor en el que había estado sumergido durante tantas semanas.

Había hecho cosas horribles.

Mis manos estaban manchadas de sangre, pero lo haría una y otra vez si era por Chiara. Sí era por salvarla.

Haría lo que sea por ella.

Chiará levanto su mano hacia la mía, pero dudo y dejo caer su brazo.

— ¿Chiara…?— Mi sonrisa se desvaneció poco a poco.

Su alma se balanceó sobre sus pies y miro con indiferencia mi mano, subió sus ojos jade muy lentamente por mi brazo hasta encontrarse con los míos. Entonces las comisuras de sus labios rosados y afelpados se alzaron en una sonría extasiada y sus ojos tomaron la forma de medias lunas, llenando sus mejillas de hoyuelos encantadores.

— N-no será difícil, ni siquiera notarás la diferencia.— Balbuceó ansioso.

Trago saliva.

Tenía la piel erizada con un perpetuo sentimiento de urgencia en el pecho.

Quiera que Chiara volviera a su cuerpo antes de lo que sea que hizo esto se presentará frente a nosotros. Quizás podríamos huir antes de que algo peor viniera. Solo quería irme.

—¡Chiara!— Le grité con fuerza tratando de obligarla a venir.— ¡No tenemos mucho tiempo! ¡Rápido!

Una risa burlona hizo eco en los altos techos de la capilla. Mis ojos se abren por completo, casi saliéndose de sus cuentas y siento que mi corazón deja de latir cuando veo a Chiara bajar la cabeza dejando que su cabello largo cubriera su rostro, doblándose sobre su misma, mientras sosteniendo su estómago y se reía a carcajadas.

Su risa me resultaba tan grotesca que hacía zumbar mis oídos y sudar frío. Mi mano cayó de golpe a mi costado.

La confusión invadió mi mente.

— Ay, dioses… Tú realmente.— Se atragantó con su propia risa, ella se enderezó y limpio sus lágrimas. Me señaló—Deberías a haberte visto, tú solo gimoteabas siendo tan miserable y patético— Se burló con una voz que al reconocerla me dejó estupefacto—¡Bua, bua, bua…! ¡Devuélveme a mi novia!— Chillo imitándome.

Estaba paralizado viendo como el rostro de la que chica que amaba se torcía y transformaba sus rasgos.

Melínoe.

No podía respirar. No podía hablar.

Casi luciendo inexpresivo aunque no podía ocultar lo mortificado que estaba al ver algo tan horrible.

Apenas podía mantenerme en pie, quería dejarme caer en el suelo, solo quería gritar, patear y arrancarme la carne de la cara. Perdiendo la cabeza por completo al ver a mi hermana.

Hija de Hades y Perséfone.

La veo para cenar los domingos.

Sus risas se intensificaron y otras más se le unieron. Era como si un estadio de gente se estuviera burlando de mí.

Camine hasta uno de los bancos y me senté, sintiendo el cuerpo entumecido y la cabeza palpitando del dolor. Esto es mi peor pesadilla, y créeme que mi hermana mayor sabe de pesadillas.

— No, no pongas esa cara hermanito de carne. Solo te estábamos jugando una broma— Macaria se sienta a mi lado y toma una de mis manos como si quisiera consolarme —Tu amada no sintió nada —Siento dos manos dando palmadas de aliento en mis hombros.

Cuando alzó la cabeza Zagreo está allí sonriendo con malicia y satisfacción.

—No te lo tomes personal.— Pidió.

Me siento mareado.

— ¡Perdóname por favor! ¡Chiara solo te amo a ti!—Dramatizó Melínoe con una gran sonrisa, dando vueltas por la iglesia. Se detiene frente a mí, confusa—¡Que tan poca dignidad tienes! ¡Por los dioses! ¡Si papá te viera así le daría vergüenza admitir que eres su hijo!

En este punto no sabía qué decir. Estaba sudando frío, mi garganta se cierra y siento que me asfixió.

Todo esto es mi culpa…

A un nivel en que yo lo cause todo.

De inicio a fin

Fui demasiado soberbio, altanero y orgulloso con los hijos de Perséfone sabiendo qué no podrían tocarme un pelo teniendo el favor de Hades. Yo estaba a salvo, pero esa protección no se extendía a las personas que amo.

Encontraron mi talón de Aquiles. Mi debilidad y decidieron explotarla para vengarse de mis desaires a ellos.

— ¿Qué te pasa? ¿Te comió la lengua el gato?— Pregunto Zagreo y los tres se ríe como un maldito coro infernal.

Puse un blanco en la espalda de Chiará sin darme cuenta.

— Sabes…— Macaria aparta de forma cariñosa uno de los mechones de mi cabello que se cuela en mi frente —No entiendo por qué te da su atención, supongo que Hades te tiene lástima — Ella tira de mí los retazos que eran mi camisa. Sabiendo que su toque podía ser mortal, me hacía encogerme sobre mí mismo.—Siendo tan pequeño, con una piel delgada fácil de cortar—Dice—No merece la pena tu existencia y aun así tienes esa actitud, como si te creyeras mejor que nosotros.

Melínoe solo estaba por allí imitando mis gritos y llantos por Chiara.

Se burlaba de lo estúpido y desesperado que sonaba.

—¿Dónde está Chiara?— Pregunto.

— ¿Aún preguntas por esa chica?—Mi hermana me miro confundida, ella se detiene frente a mí—Hay un montón de hijas de Hécate en ese cuchitril que llaman hogar ustedes los semidioses, solo escoge una.— Dice Melínoe.

Algo arde en mi pecho.

Apreté mi mano alrededor del mango de la espada con mucha fuerza.

— Míralo, está molesto y piensa que puede amenazarnos.—Zagreo se burla — ¿Qué no entiendes tu lugar?

— Eres solo un semidiós. — Me recuerda Macaria —No eres nada frente a un verdadero dios.

Mire de reojo a mi hermana.

Se supone que ella es la versión más dulce de Thanatos.

— Donde-esta-chiara— Dije entre dientes arrastrando las palabras.

—Chiara, Chiara, Chiara ¿Es lo único que sabes decir?— Pregunta Melínoe —Allí está ese saco de papas— Señala el altar—Puedes llevarte su cuerpo y que su aquelarre le dé sepultura.

Apreté los labios, temblando de la rabia. Estaba apretando con tanta fuerza la mandíbula que sentía que mis dientes iban a estallar en mi boca.

Me pongo de pie, ignorándolos. Y me dirijo a la salida de la iglesia.

El cuerpo de Chiara es un cascarón vacío, puedo conseguirle otro. Puedo sacarla del inframundo y darle una forma física de acuerdo a su alma.

—¿A dónde vas?— Me cuestiona Melínoe haciendo que su voz hiciera eco por toda la iglesia.—¡Ey!

— Voy al inframundo para buscar su alma.— Empujó las puertas dobles.

— ¡No, por favor! ¡No te vayas! ¡Nico! ¡No me dejes con ellos!— Grito Chiara entre sollozos. Había estado gritando, y llorando, pero nadie me escuchaba. Nico no la escucha.— ¡Niccolò! ¡Estoy aquí! ¡Por favor no te vayas!—Chillo sintiendo que se estaba derrumbando, demasiado ansiosa y aterrorizada.

— Suerte, buscando hermanito.— Se burló Melínoe con malicia.

—¡Cállate maldita perra!— Grite furiosa, tan fuerte que debería haber desgarrado mi garganta, pero sentía mi propia voz lejana.— ¡Nico! ¡Estoy aquí! ¡Mírame por favor!—Cuando lo veo abrir la puerta mi llanto crece y siento que quiero arrancarme la piel de la cara de la frustración y dolor. Y grite. Grite tan fuerte que sentía mi espíritu, mi energía vital estallando.

Los ventanales de la iglesia zumbaron y se agrietaron antes de estallar.

Los pedazos de cristal teñido de diferentes colores que formaban imágenes se destruyeron, cayeron al suelo de golpe con un estruendo.

Los dioses hijos de ambos reyes del inframundo se giraron para verme al mismo tiempo. Siendo los únicos que podían percibir mi presencia. Quizás había firmado la sentencia para mi propia destrucción, pero tenía que intentar que Nico me escuchará.

Los pasos del pelinegro se detuvieron de golpe. Se quedó allí parado durante unos segundos antes de retroceder y volver a cerrar las puertas. Y girarse.

— Eso se sintió muy parecido al alma de Chiara.— Murmuro Nico.

Macaria soltó una risita, bufando como si se hubiera visto atrapada.

— Su alma no está en el inframundo, yo la tengo.— Admitió burlona.

Como si fuera una niña pequeña haciendo una travesura.

— ¿Qué quieres?— Pregunto con voz susurrante y ronca, furioso de que se tomarán la vida de Chiara con tanta ligereza. Como si fuera un juego.

— De alguien tan altanero y orgulloso, ¿Que crees?— Melínoe dio un par de pasos por delante de sus hermanos.—Besa mi mano— Extendió su brazo—Como lo haría un ciervo a su maestro— Batió ligeramente su mano—Luego el dorso de mi pie como un esclavo a su amo.— Pidió con una sonrisita.

El resto de sus hermanos detrás de ella estallaron en carcajadas.

—¡Está mintiendo! ¡Es una perra mentirosa! — Grito Chiara, pero Nico no podía escucharla.—¡Solo toma su collar y huye! ¡Estoy en su collar!

—¿Lo harías por ella? ¿Soportar ese tipo de humillación? Si lo haces no sé si  podría considerarte un hombre.— Comento Zagreo con malicia.

— ¿Me la darás?— Le cuestionó sin importarme sus estúpidas burlas.

Melione alzo los hombros y sonrió, extendiendo su mano hacia mí como había hecho hace unos segundos y agito sus dedos de forma juguetona.

No tengo orgullo.

Ni dignidad.

No cuando se trata de Chiara.

No puedo correr el riesgo de que le hagan algo a su alma, irremplazable. Ese es su núcleo, y si lo pierde nunca podré recuperarla. Si tengo que hacer esto para que me la devuelvan intacta, entonces lo haría miles de veces.

Mis pies se sienten pesados cuando me acerco a Melínoe. Quizás de todos ellos es la que más me odia por qué piensa que estoy usurpándola.

Ella es diosa de los fantasmas, ofrendas y ritos funerarios.

Cree que me estoy robando su título y nunca fue tímida al demostrar que no le agradaba para nada mi presencia.

A cada paso que doy mi rabia solo incrementa cada vez más.

La forma en la que jugaron con mi mente, con Chiara y su vida como si no fuera nada. El dolor que debió sentir su familia ante la noticia.

No solo me torturaron a mí.

Sin apartar mi mirada de los ojos de mi hermana beso el dorso de su mano, escucho a Macaria contener una risita maliciosa cuando una de mis rodillas cae al suelo y luego la otra. Aprieto los labios y trago saliva. Entonces bajo mí mi pecho al suelo, inclinando en una posición de sumisión hacia un dios.

Tiemblo de la rabia, sintiendo que estaba a punto de estallar.

— ¿Ahora lo entiendes? ¿Entiendes tu lugar hermano?— Pregunta Melínoe.

Alzó la cabeza y me siento.

— Sí.— Gruñó.

— Bien, llévate el cuerpo. Dale santa sepultura o lo que sea que hagan las brujas.— Dice Melínoe como si me estuviera haciendo un gran favor.

Frunsco el ceño.

— No pienso irme sin su alma, dijiste que me la darías.— Digo entre dientes.

— Esto te enseñará una lección.— Se cruza de brazos —Pasaste demasiado tiempo pensando que éramos iguales, si recuerdas este dolor, recordarás no volver a compararte con un dios.

Apenas puedo respirar, siento que me estoy ahogando en mi propio veneno. Mis ojos están ardiendo de la rabia

—¡No pienso irme sin Chiara!— Gruñó poniéndome de pie.

— Bien, no te vayas. Puedes quedarte, escondí su alma aquí.— Exclama con altanería, alzando el mentón como un miembro de la realeza—Pero puedo asegurarte que… Puedes desmantelar este maldito pueblo ladrillo a ladrillo y aun así nunca la encontrarías.— Me dice gesticulando palabra por palabra.

Siento el aire a nuestro alrededor sé tensarse y las velas parpadean por la brisa que entraba por los ventanales rotos hasta que finalmente se apagan.

— ¿Eso piensas?— Le cuestionó apretando mi agarre en el mango de mi espada atada a mi cadera.

— No es solo un pensamiento, es la realidad para ti.— Exclama Zagreo.

— Entonces voy a matarlos.— Les suelto con simpleza y siento como el aire se tensa igual que la cuerda de un arco— Volverán tarde o temprano eso lo sé, entonces volveré a matarlos— Explico en un tono inexpresivo —Una y otra vez hasta que sea viejo y débil, tendrán que vivir su eternidad con la vergüenza de perder su forma física por culpa de un semidiós.— Digo.

— ¿Qué?— Susurra Macaria confundida.—¿No entiendes en la posición en la que estás?

— ¿Acaso perdiste la cabeza, niño? Ni siquiera puedes mantenerte en pie.— Se burla Zagreo igual de confuso como si se atragantara con su aliento.

— Quizás solo los corte en pedacitos y me suicide.— Murmuro con un tono distraído escuchando un zumbido en lo profundo de mis oídos. Desenfundó mi espada, dejando que la luz bañe el hierro Estigio negro como obsidiana.

No podía matar mortales, pero sí monstruos, semidioses y… Dioses

— No te atreverías.— Se burló Melínoe, jactándose.

Un latido femenino lleno de dolor hizo eco en la iglesia, haciendo que las paredes y techos altos retumbaran.

Macaria retrocedió, tropezando y gritando de dolor mientras miraba con horror sus muñecas. La negrura de mi espada había sido bañada por un líquido dorado y espeso, como si fuera oro fundido. Melione y Zagreo gritaron en mi dirección, creo que me maldicen, pero mi cerebro no logra entender nada de lo que dicen.

Solo escuchó un zumbido.

Tomo una de las manos de Macaria del suelo, tiene el toque de la muerte, así que pensé en atacarla primero.

Ahora son solo manos cercenadas.

Una risa ahogada se le escapa a Chiara quien se atragantó, exhalando temblorosa. Miro a la diosa Melínoe de los fantasmas mientras se reía a carcajadas de la situación.

Había pasado un mes infernal atada a la diosa Melínoe, estuve escuchando todos los días como iban a destrozar la mente de Nico, lo harían quitarse la vida y así Hades no los reprendería.

Burlándose mientras comían y bebían hidromiel de las formas en que iban a torturar a Nico. Ahora la situación se había volteado, y las cosas pintaban mal para mis secuestradores.

— ¡Maldito niño estúpido! ¡No sabes lo que estás haciendo! ¡Hades no te lo perdonará! ¡No te saldrás con la tuya!— Grito Macaria tratando de huir.

Ellos son dioses pacíficos, ninguno participo en guerras o batallas.

Hice un viaje de sombras y cuando mi cuerpo se volvió físico atrapé un gran mechón del cabello castaño de la hija de Perséfone y la jale con tanta fuerza que cayó al suelo de golpe. Y con mis ojos clavados en mis hermanos, puse el filo de mi espada oscura debajo de su garganta. Ellos gritaban, amenazan y maldicen, pero no mi mente no está procesando el sonido. Sin apartar mis ojos de ellos, deslizó la hoja afilada de mi espada por la garganta de Macaria.

Suelto su cabello y cae al suelo.

De su boca y ojos sale un resplandor que es casi segador y cuando se apaga su cuerpo físico estalla en polvo.

Nunca había matado a un dios antes, es casi poético para mí que mi media hermana sea mi primera víctima.

No sé cómo es que sigo de pie, ni siquiera estoy respirando.

— Siguen ustedes.— Gruñó y apenas puedo escuchar mi voz, suena como algo profundo que viene del fondo de mi mente. Alzó mi espada, apuntando a Zagreo quien desenfunda una daga.

—¡Si intentas algo más quemaré todo este pueblo! ¡Todo arderá…! ¡Aún hay niños, ancianos y mujeres aquí! ¡Si te mueves, su muerte será tu culpa!—Me grita la diosa de los fantasmas, agitada y con ojos llenos de miedo y terror.

— Que todo se queme.— Camino hacia ella dando pasos fuertes— No me importa, solo me importa Chiara.— Gesticuló palabra a palabra —Si yo no la tengo, entonces nadie lo hará y si tengo que matarte miles de veces para encontrarla. Lo haré.— Grito.

Las puertas de la iglesia se estremecen y puedo escuchar docenas de manos golpeándolas, intentando tirarlas.

—¿Qué no lo comprendes? Tus manos están manchadas de sangre inocente.— Exclama Zagreo.— Ahora eres un monstruo para los mortales.— Sisea.

Quieren distraerme para escapar, pero está vez no dejaré que jueguen con mi mente. Los golpes en la puerta aumentan de intensidad a cada paso que doy hacia mis hermanos divinos.

Las puertas de madera vieja cedieron y docenas de mortales entraron a la iglesia lanzándose sobre mí.

El primer mortal que me alcanzó pude taclearlo con facilidad contra los bancos de madera, destrozándolos en él procesó y seguí avanzando hacia mis hermanos con ideas fratricidas.

Siento unos once pares de manos aferrarse a mi espalda, tirando de mí hacia atrás para tratar de detenerme. Eran demasiado, ya no tenía un arma mortal para deshacer de ellos así que decidí concentrarme en esa llama que aún estaban encendidas en sus pechos.

Aún podía sentir sus almas allí, su aura viva y brillante. Zagreo tiene razón, mate a muchos inocentes.

Me imaginé sus auras como la llama de una vela, extendí mi mano hacia el fuego, lo apague, presionando con mi dedo índice y pulgar en la llama.

Entonces los mortales cayeron al suelo, muertos. El suelo de madera podrida se agrietó debajo de mis pies y sus cuerpos fueron consumidos por la tierra, podridos por dentro, pero de alguna forma se mantenían vivos.

Solo terminé con su dolor.

Igual que ese semidiós Romano al que arrastre al inframundo.

Ahora son solo fantasmas.

Ahora libre. Avance hacia ellos.

—¡Detente ahora! ¡O destrozaré su alma y no la recuperarás!— Amenazó Melínoe con una voz exaltada.

Sus palabras lograron nublar mi juicio por un instante cuando un destello es captado por mi visión periférica. No logro reaccionar a tiempo para esquivar el ataque.

Un gruñido de dolor surgió del dónde de mi garganta, mire la daga elegante y llena de joyas que atraviesa la palma mientras sostengo la muñeca del dios Zagreo con mi mano libre. Pateó con todas mis fuerzas su pecho, haciendo que su cuerpo salga disparado contra la pared de bloques de la iglesia.

Exhaló tembloroso, tratando de ignorar el dolor palpitante que se apodera de mis sentidos. Tomo el mango de la daga, tiro de ella hacia arriba para sacarla de mi cuerpo.

— Dónde carajos.— Gruñó entre dientes, tirando la daga al suelo con fuerza — Está mi mujer.— Completo con la respiración entrecortada y agitada por el dolor del corte

Llame a mi espada de Hierro Estigio entre las sombras, manifestando el mango en mi única mano sana.

— DONDE ESTÁ MI MUJER— Grito con tanta fuerza que las paredes de la iglesia se estremecen. Melínoe no me responde, así que bajo mi brazo con fuerza enterrando mi espada en el hombro de Zagreo, quien soltó un alarido de dolor.— ¡DONDE ESTÁ!

— ¡Detente maldito simio!— Grito Melínoe cuando vuelvo a enterrar mi espada en el pecho de Zagreo.

La diosa de los fantasmas rodeo el collar en su cuello con su mano y eso hizo saltar las alarmas en mi cabeza. No debió hacer eso. Hice un viaje de sombras y me abalancé sobre ella.

Trate de quitarle el collar, pero Melínoe se fundió con las sombras tratando de escaparse. Me aferré a la diosa con todas mis fuerzas, furiosa, hizo que chocáramos una y otra vez contra las paredes, suelo y techo de la iglesia tratando de que la soltará.

Mi cuerpo chocó contra el suelo con tanta fuerza que el piso ya agrietado cedió. Melínoe se peinó el pelo con las manos y respiro hondo, tratando de no lucir tranquila y más confiada.

— ¿Crees que realmente puedes comprarte con un dios?— Gruñó.

Me levanto con dificultad, sintiendo el cuerpo entumecido por el dolor.

— Voy a arrancarte la cabeza del cuello y quedarme con ese collar.— Siseo poniéndome de pie y manifiesto mi espada en mi mano.— Dámelo sin pelear y te dejaré ir.— La amenazo.

En un parpadeo Melínoe está frente a mí, pone sus manos en mi pecho y me empuja con tanta fuerza que mi salgo disparado contra una de las paredes.

Mis ojos se abren por completo y el aire se escapa de mis pulmones. Abro la boca y trato de respirar hondo para deshacerme de esa dolorosa sensación de vacío en mis órganos y aún no me había recuperado cuando la diosa de los fantasmas utiliza la misma puta y cobarde estrategia. Una y otra vez.

Utiliza mi cuerpo para romper cada maldito banco, mesa y altar.

Choco una y otra vez, cada golpe me aturde, hasta que siento que estoy empezando a quedar inconsciente.

La próxima vez que Melínoe se me acerca para golpear y lanzarme por los aires. Me aferró a sus hombros y utilizo mi peso para derribarla. Trate de arrancarle el collar, empezamos a forcejear y rompo la cadena haciendo que el collar salga volando y el dije en forma de bola de cristal se rompa.

Empiezo a gritar. Creo que grito por qué el maldito collar está roto.

Melínoe aprovecha para utilizar su fuerza divina contra mí y lanzarme por los aires hasta estrellarme en el suelo, rodando hasta detenerme.

Estoy en le suelo, mi vista está borrosa y apenas puedo levantar la cabeza.

¿Tiene sentido levantarme?

Estoy muy cansado.

Si ya no hay esperanza, si su alma ya no existe ¿Qué sentido tiene luchar?

— ¡No me importa lo que Hades piense o lo mucho que le gusta tenerte como su mascota! ¡Te mataré!

— Hades lo entenderá.— Dice Zagreo sosteniendo su hombro y pecho lleno de icor dorado.— Hay que aplastar a ese maldito insecto.— Gruñó furioso.

— Lo siento hermanito, pero has cruzado la—La voz de Melínoe se cortó y pareció ahogarse. Su cara se tuerce de dolor y lleva sus manos a su cuello. La punta de una daga atraviesa su garganta se retrae y una cascada de icor empieza a brotar de su cuello.

Melínoe cae de rodillas, ahogándose con su propia sangre dorada. Detrás de ella se alza una figura femenina.

— Vuelve al Tartaro, maldito engendro.— Gruñó Chiara.

Mi vista se aclara por un momento, pero mi cuerpo entumecido no me responde. Estoy tan agotado, mis ojos arden y se llenan de lágrimas.

— ¡Maldita niña! ¡¿Qué crees que haces!?— Chillo Zagreo, la tomo del brazo y la lanzo lejos de su hermana.

Chiara cayó al suelo de golpe, y rodó por el suelo hasta quedar unos metros de mí. Por un momento el tiempo se detiene, no hay sonido, ni tacto, solo mis ojos fijos en su rostro dolorido.

Hay tanta vida.

Su aura es fuerte y brillante como la recuerdo. Es realmente ella.

Chiara abre los ojos y me devuelve mirada, pero no me mira con amor, parece tan enojada que no puedo evitar sentirme confundido.

¿Por qué está tan molesta?

Estamos juntos ahora. Ella está viva y todo es perfecto de nuevo.

Su boca se mueve. Está hablando o gritándome, pero no la escucho. Solo escucho un zumbido en mis oídos.

— Yo también te amo…— Balbuceo sintiendo cansado y confuso.

— ¡Levántate! ¡Ya despierta!— Volvió a gritar Chiara desesperada.

Zagreo la toma del cuello del vestido, la levanta y vuelve a chocar su cuerpo contra el suelo, Chiara patalea y trata de forcejear con el dios, pero es inútil. No es lo suficientemente fuerte, y no está armada. E incluso con Zagreo tan herido, ella no tiene oportunidad.

La confusión, furia y frustración se apoderan de mis sentidos. Obligo a mi cerebro cansando a mandar señales al resto de mi cuerpo, mis extremidades pesadas son obligadas a moverse.

—¡Nico!— Chiara grito y un sollozo se escapó entre sus gritos.—¡Ah!

Cierro mi mano herida sobre el cabello de Zagreo y tiro de su cabeza hacia atrás, pongo mi mano libre en su garganta, hundo mis dedos en su piel y utilizo todas mis fuerzas para arrancar su tráquea y la bonita cara de Chiara es salpicado por icor.

Los tres caemos al suelo al mismo tiempo sin fuerzas. Me arrastró hacia la hija de Hécate, quien había perdido la conciencia. Apoyo mi mejilla en su pecho y ahogó un sollozo al escuchar su corazón latiendo. La abrazo. Estoy agotado, sin una gota de energía, pero la envuelvo con mis brazos, paso uno de mis brazos magullados por debajo de sus rodillas y utilizo la poca fuerza que me queda para alzarla en brazos.

— Hay que irnos de este maldito lugar.— Susurro contra su frente.

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Narrador Pov.

— ¿Dónde están mis hijos? ¿No ha llegado ninguno?— Bufo Hades.

El sirviente negó con la cabeza. Hades dejó escapar un gruñido y golpeó la mesa con sus puños, frustrado.

—Un domingo. Solo un domingo les pido.— Empujó los cubiertos y estos se clavaron en la pared, enojado. Mira al dios thanatos sentado disfrutando de su cena—¿Y tú qué? ¿Por qué no traes a tus hijos la próxima vez?

Thanatos alza la cabeza y mira a su jefe con una expresión indiferente.

—¿Con los tuyos cerca? No lo creo.— Se niega amablemente.

Hades frunció el ceño.

— ¿Qué? ¿Tratas de decir algo?— Le cuestionó con voz furibunda.

— Tus hijos son problemáticos y creo que disfrutan haciendo el caos. Todos mis hijos son criaturas tranquilas, no necesitan ese tipo de influencias.—Le recuerda el dios de la muerte pacífica.

— Tus acusaciones son viles e infundadas.— Exclama Hades, muy ofendido— ¿Cuándo mis hijos han sido caóticos o problemáticos?

Thanatos lo mira incrédulo.

—Tus hijos con Perséfone tienen un pueblo entero secuestrado desde hace un mes.— Brama con simpleza.

—¿Qué?

Hola chicas y chicos.

Estoy muy cansada. De verdad, la universidad me hizo su perra. Así que lamento los retrasos para subir capitulos.

¿Les gustó el capítulo? ¿Se lo esperaban? Quise hacerlo lo más confuso posible para que no se lo esperarán y no pudieran adivinar lo que estaba pasando. Deje varios falsos datos para confundirlo a lo largo de los capítulos y creo que lo logré.

Memes del capítulo:


Espero que les guste el capítulo

Bye bye.

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