04.

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“Tu Estúpido Noviecito”
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Pasado.

Hace tres años.

Chiara Salvatore Pov.

Mire aquella extraña escena a través de la ventana con ojos incrédulos.

Parecía totalmente surrealista pensar que un solo chico tan introvertido y de apariencia delgada molió a golpes a todos los matones de la secundaria sin importar si eran de último año o que estatus tuvieran en la escuela.

Simplemente caminó sobre ellos como si no estuvieran allí.

Su amigo, el chico moreno que parece extrovertido y el bufón de la clase se acerca hacia al pelinegro para gritarle exaltado por lo que acaba de hacer.

Artur también está allí, él siempre ha estado en mi clase y trata de hablarme todos los días. Es demasiado insistente e imprudente, me persigue, lo que me hace sentir un rechazo instantáneo. Él parece conocer a ambos chicos desde antes. Lo que me parece raro, por qué siempre me pareció que era tímido y socialmente torpe. Realmente no creí que tuviera amigos. Amigos reales.

El parecer ignorarlo y mientras desviaba la mirada sus ojos ónix se encuentran con los míos.

Doy un sobresalto por la sorpresa, y me alejo de la ventana rápidamente.

Nico di Angelo. Es uno de los chicos nuevos que aparecieron a mitad de año. Creo que enloquezco, por qué todos parecen creer que esos chicos siempre han estado en la escuela.

Aunque resultaba ser una persona bastante callada y seria, por alguna razón era un imán para las chicas y chicos, entre los alumnos es bastante popular. En resumen es un bastardo engreído y ahora un delincuente.

Su amigo Leo intento hablarme un par de veces desde que se aparecieron de la nada. Me dijo que tenía bonitos ojos y me guiñó el ojo, yo ni siquiera le respondí. Lo mira en silencio con una cara seria y abandoné el salón. Es un coqueto, pero como nunca nadie en la escuela me había hecho cumplidos no sabía exactamente como reaccionar.

Así que solo lo evito. Por qué es raro que me digan cosas como esas.

Esos dos y Artur son demasiado…

No lo sé.

Me miran y murmuran.

Algo se traen entre manos y siento que me secuestraran y venderán mis riñones. Así que los evito a los tres.

Realmente no me importa demasiado su drama, tengo mis propios asuntos en los cuales enfocarme, pero debo de admitir que me hizo el día ver a esos simios ser apaleados, después de todo varios de ellos me habían molestado.

Suspire satisfecha, giro sobre mis pies y me dirijo al aula de arte.

Sostengo mi mochila contra mi pecho mientras camino por el pasillo, nunca me despegó de ella, la última vez que la deje en el casillero la llenaron de basura y comida en mal estado.

La clase de arte es mi clase favorita. Espero todo el día por ella.

—¿Es ella? ¿La chica que ve fantasmas?— Escucho una voz femenina murmurar indiscreto mientras camino al aula.

— Shhhh…— Sisean con fuerza. — Podría escucharnos y lanzarnos una maldición.— Se burla entre risas.

Ambas se ríen, pero dejo de escucharlas después de pasar por delante de unos cuantas aulas.

Tengo una mala reputación en general desde que tengo memoria.

Hubo un par de incidentes…

La gente les dice “ataques de pánico” pero yo les digo reacción natural al ver algo sobrenatural. No estoy loca.

No importa lo que diga la psicóloga de la escuela, lo que veo es real.

Y no. No tengo esquizofrenia.

Cuando era pequeña fui mucho más sincera acerca de las cosas que podía ver, no me creyeron, nadie lo hizo. Me hicieron pensar que estaba loca y con el tiempo deje de hablar y empecé a alejarme de todo y todos.

Gracias a la terapia aprendí que debo quedarme callarme o terminaré en un psiquiátrico el resto de mi vida.

Aunque tener una enfermedad mental me aterra, aprendí a aceptar las cosas y dejar ir lo que no necesito.

Desvié la mirada hacia el pasillo por donde tenía que cruzar para llegar al salón de arte. Mi labio inferior tembló ligeramente, endurecí mis facciones y cerré los ojos esperando que al abrirlo aquella horrible cosa no estuviera allí, pero ahí estaba. Un fantasma real. Si tuviera miopía quizás podría no notar los agujeros de bala en su pecho.

Está pálido, sus ojos están enrojecidos y opacos, sangre sale a borbotones por su boca. Se ve desolado, confundido y triste vagando por los pasillos.

Cierro los ojos y repito una y otra vez en mi mente “Si no lo ves no está allí, si no lo ves no está allí”me repito.

Pase lo más rápido que pude frente al espectro, conteniendo la respiración y apretando con fuerzas mis párpados.

Me concentré en crear un boceto pulcro antes de empezar a pintar, no sería una obra de arte, pero seguro lo suficientemente bueno para pasar.

Todos los caballetes se encontraban en forma de círculo en el centro había una mesa con un tazón de frutas que debíamos utilizar como referencia.

No era fanática del realismo y pintar un tazón de frutas no se me antojaba, pero igualmente lo haría. Claro que hubiera preferido un dibujo libre.

El lápiz se detuvo sobre el lienzo.

Mi respiración se cortó de golpe y mis ojos se abrieron, apreté tan fuerte el lápiz contra el lienzo que la punta se rompió creando un manchón negro.

Escuché risas burlonas y roncas venir detrás de mí espaldas, mi temperatura cayó drásticamente, mi sangre se heló y empecé a sudar frío en menos de un segundo. Estoy temblando. Mi corazón se aceleró con terror al sentir como el ambiente se volvía denso y pesado.

Apreté los dientes con fuerza, tome el pincel de la bandeja frente a mí entre mis temblorosos dedos, lo sumergí en pintura y empecé a pintar sobre todo el boceto a lápiz. Una sonrisa forzada se formó en mi rostro; Solo ignóralo.

No podía armar una escena.

No otra vez.

Tranquila Chiara. Respira.

Mi mano tiembla sobre el lienzo y la pintura empieza a correrse.

Solo debía respirar profundo, cerrar los ojos, calmarme y desaparecería.

Alguien empujó mi hombro que mi mano se deslizara y el pincel trazara una línea a través del boceto y como reflejo lleve mi codo hacia atrás para sacarme aquella cosa de encima. Mi piel se erizó y sentí como un lazo se ató alrededor de mi estómago.

Contuve la respiración.

Gire lentamente mi rostro para ver por encima del hombro y todo el autocontrol que tenía desapareció.

Simplemente el terror inundó cada poro de mi cuerpo y no fui capaz de moverme. Es esa chica otra vez. Es la peor de todas, está hinchada y tiene la cara morada, está empapada, siempre parece que una cátara de agua sale de su boca. Normalmente no se acerca.

Siempre deja un rastro de agua. Un charco que solo es visible para mí.

Es inofensiva ¿Verdad?

No puede tocarme.

Si cierro los ojos desaparecerá.

Había investigado y se traba de una estudiante que se ahogó en la piscina del colegio en los 80. Ella sonrió con sus labios morados y agrietados.

Extendió su mano hacia mí y tomo un mechón de mi cabello rizado.

Sentí que iba a vomitar.

No está bien. Esto no está bien.

— Dame tu cuerpo.— Exigió con la voz distorsiona y abotagada.

Explote.

¿Cómo? ¡¿Si no era real porque podía sentirlo! ¿Por qué puede dañarme?! ¡No puedo estarlo imaginando! ¡Esta cosa, estas cosas…! ¡Realmente pueden tocarme y hacerme daño!

Mi mundo dio vueltas.

Grite. Un grito fuerte, lastimero y lleno de terror. Me levanté tan rápido que tropecé con el lienzo frente a mí provocando que este cayera al suelo.

Retrocedí y caí al suelo, pero aquella cosa empezó a perseguirme.

Grite, me sacudí y me arrastré tratando de ponerme de pie.

Pero mis piernas no funcionaban, temblaba tanto que cada que me ponía de pie tropezaba y caía.

Nunca me había topado con una de esas cosas que realmente fuera capaz de seguirme. Siempre que los veo se quedaban estáticas en un mismo sitio.

Me tropecé contra la mesa, jalando la sabana blanca que la cubría mesa.

El tazón de frutas que se encontraba sobre ella cayó al suelo y las frutas de forma esférica rodaron por el suelo.

— Dame tu cuerpo, dame tu cuerpo.

Ella seguía intentando alcanzarme.

Tocarme.

— ¡Aléjate! ¡No me toques…!— Voz suena ahogada por las lágrimas.

Ni siquiera sé en qué momento empecé a llorar, pero lo hice.

Choque contra varios compañeros antes de poder llegar al armario de suministros de artesanías. Buscando cualquier lugar para esconderme de la criatura que se precipitaba hacia mí con los brazos extendidos. Abro las puertas de golpe y me lanzó a él.

Cerré la puerta y me senté en lo más profundo de este para que esa cosa pudiera alcanzarme nuevamente.

Solo había una pequeña grieta entre ambas puertas del armario por donde entraba la luz del salón, pero podía escuchar al fantasma reír mientras repetía la frase “Dame tu cuerpo”

Su voz era asquerosa, paralizante, podía oír la voz de un niño, mujeres y hombres supermontadas mientras repetía aquellas palabras. Rascaba las puertas de madera con sus uñas y yo solo podía llorar desconsolada.

Tengo tanto miedo que busqué en el interior de mi blusa la pequeña cruz que me dio mi madrastra y empecé a rezar. Claro, no había ido a misa el domingo pasado, pero esperaba que dios recordara que fui monaguillo.

Estaba balbuceando el padre nuestro con la voz ahogada, temblorosa.

Por alguna razón aunque conocía el rezo al derecho y al revés desde bebé, mi mente se bloqueó y lo olvide.

— San-Santa…— Escuché sus uñas rasgando la puerta y gemí aterrada.— Santa María, madre, madre de dios— El nudo en mi garganta se apretó aún más— Ruega, ruega por nosotros.

Las lágrimas no paran de salir de mis ojos y no podía detenerlas.

Sentí que iba a morir.


Narrador Pov.

Los adolescentes en la clase miraron el armario en silencio sin saber cómo reaccionar ante la situación. Ver a su compañera arrastrándose y gritando tan aterrorizada como si huyera de un peligroso asesino serial era extraño.

Cuánto menos perturbador.

Se miraron entre sí, buscando una respuesta a la situación tan extraña en la que se veían envueltos.

—¿Deberíamos llamar al profesor?— Pregunta una de las chicas, incómoda.

Aún podía escuchar a su compañera llorando y jadeando de miedo.

—¿Qué le pasa? La bruja realmente enloqueció.— Bramo una chica.

— Ella estaba gritándole al aire e hizo todo un desastre.— Murmuro alguien.

—¿Tal vez es un ataque?— Pregunto.

—¿Deberíamos llamar al 911?— Le cuestionó otro cohibido.

—Háganse a un lado.—Una voz se abrió paso entre los cuchicheos y murmullos de los demás jóvenes.

Los alumnos se giraron en dirección de la voz y sin decir nada se hicieron aún lado. El chico frente a ellos tenía la reputación de irse a los golpes con frecuencia y era bueno en eso, por lo que llevarle la contraria no parecía una buena idea o la más inteligente.

El cúmulo de alumnos obedecieron y el chico caminó a paso lento hasta el armario, se puso de cuclillas y toco la puerta dando 2 suaves golpes.

—Oye, Salvatore.—Trato de sonar lo más amable posible, pues había visto desde la ventana en el pasillo todo el suceso.— Soy Nico di Angelo, somos compañeros de clase.— Se presenta.— ¿Puedes abrir la puerta?— Pregunta.

Nico pudo escuchar con claridad los tenues sollozos y negativa de la chica abrir las puertas. El pelinegro miró al fantasma detrás de él, le hizo una seña para que se fuera. El mismo la había enviado para «hacer una escena»

Pero no creyó que dejaría a la pobre chica totalmente traumatizada.

Un punto para ella es que estaba jugando fuerte para obtener lo que quería. Se le pasó la mano, claro. A cambio de asustar a la chica pidió reencarnar, y él aceptó el precio.

No era para tanto.

La chica era demasiado renuente a hablar y la estancia en este colegio se había alargado demasiado. Así que necesitaban darle un baño de agua fría para qué reaccionará del todo.

Al menos eso pensó el hijo de Hades para justificar que casi mata del susto a la semidiosa que Quiron los mando a buscar. Nico se aclaró la garganta.

—Ya se fue, puedes salir.

La chica susurró en negativa, se rehusaba por completo a salir del pequeño lugar en donde se sentía segura. Nico suspiró pesadamente, tomó las puertas del armario y las abrió lentamente. Al instante la culpa cayó sobre el cómo un balde de agua de fría. Tuvo una sensación extraña de vacío en su estómago y un nudo en su garganta. La chica se veía mal.

Es decir, estaba llorando a mares, abrazando sus rodillas con la cara escondida entre sus piernas.

En palabras simples Chiara Salvatore era una marginada social. Lo que es bastante común en un semidiós.

Había muchos rumores sobre ella, pero esto parecía no importarle.

Cuchicheaban sobre ella.

Le hacían bromas.

Había pintado su pupitre todo tipo de insultos en los que resaltaba los apodos «Chica fantasma» y «Bruja»

Aun así, ella ignoraba todo. En el poco tiempo que había estado observando a la semidiosa le parecía chica fuerte y de carácter inquebrantable, así que fue sorprendente para Nico verla en ese estado; Vulnerable y reducida.

— Chiara.— La llamó.—Mientras esté aquí nadie puede lastimarte.

La chica levantó su cabeza y lo miro a través de su cabello desordenado.

Abrazaba sus rodillas, temblaba y lágrimas caían de sus ojos jade los cuales enmarcados por pronunciadas ojeras, deslizándose por sus mejillas y juntándose en su barbilla. Cuando sus orbes verdes cristalizados se cruzaron con los míos y por un segundo sintió que se congelaba por la culpa.

—Está bien.—Murmuro.

Ella dejó de abrazar sus rodillas, dejando que sus brazos cayeran a los lados, parecía cansada, como si estuviera a punto de desmayarse.

No dijo nada.

Le extendí mis manos y ellas las tomo. Estaba temblando y se sentía fría, casi helada. Nico ayudó a Chiara a salir y levantarse, sus piernas flaquearon y tuvo que sostenerla de la cintura.

La pelinegra realmente se desmayó en sus brazos. Fue como si su cuerpo de pronto se volviera de gelatina.

Nico sentía que se le escapaba de las manos, como la arena de playa.

—Cuando el profesor vuelva díganle que estamos en la enfermería.—Pedí y una de las chicas que reaccionó dio una respuesta positiva cuando nadie más parecía poder hablar.— Gracias.

Pase mi mano por la espalda de la pelinegra y puse la otra debajo de sus rodillas, la levante sin esfuerzo y ella dejó caer su cabeza en mi cuello sin replicar o emitir ningún sonido.

Quizás por qué estaba dormida.

La llevo a la enfermería y en cuanto despertó, trate de darle algo de alivio mental explicando lo básico acerca de por qué veía monstruos y fantasmas.

Ella como siempre parecía lejana, como si su mente estuviera lejos de conversación. No lo miro, ni hablo mientras explicaba que era la hija bastarda de una diosa griega.

—¿También lo viste?— Fue lo único que dijo, mirando por la ventana.

Ella no parecía impresionada por nada de lo que Nico le dijo.

— Sí.— Respondió Nico.

Chiara suspiró.

— También estás loco entonces.— Murmuro la jovencita por lo bajo.

—Estamos tan cuerdos como lo puede estar un semidiós.— Le responde.

La chica lo miro con cierta lástima, como si creyera que estaba mal de la cabeza. El Hijo de Hades se sintió levemente ofendido por eso.

Chiara tenía esa mirada en sus ojos inyectados en sangre, parecía llena de conflictos, como si tuviera un montón de preguntas y cosas que decir, pero no sé animará a hacerlo. Reprimida.

— ¿No dieras nada?— Pregunta Nico.

La pelinegra desvío la mirada y murmuro un apagado:

— ¿Cuándo nos vamos a ese…? ¿Campamento mestizo?


Chiara Salvatore Pov.

Actualidad.

— ¿Cómo te fue con tu noviecito? Se veía un poco molesto ayer.— Pregunta Nico extendiéndome un casco.

— Sobre eso…—Digo con cautela. Tomo el casco y me lo pongo.—¿Puedes dejarme en la parada de autobuses?— Pregunto dudosa.

Con el casco solo puedo ver los ojos de Nico y noto como frunce el ceño.

— ¿Para qué?— Pregunta.

— Solo hazme caso.— Pedí y subí detrás de él, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura.— ¿Sí?

Nico hace lo que le pido y cuando llegamos a la parada de autobuses, bajo de la motocicleta y me siento en el banquito. El pelinegro me mira de forma recelosa e imita mi acción.

— Tenemos que hablar.—Digo un tanto apenada y nerviosa.

Nico hace una mueca.

— ¿Estás terminando la amistad? — Me cuestiona con un tono incrédulo.—Por qué esto se siente demasiado similar a una ruptura.— Sisea.

Resoplo y los nervios me abandonan.

Nico tiene una habilidad extraña para hacerme enojar que no entiendo.

— Agradezco que me lleves al trabajo y todo eso, pasar el rato contigo, debo admitir que es divertido.— Explico y guardo silencio un segundo —James no quiere que volvamos a hablar.

— ¿Qué?— Brama.

— Él me pidió que ya no saliera contigo y pienso que es lo correcto.— Explicó lo más tranquilo que puedo.

Nico me mira con la boca entreabierta y una expresión de incredulidad.

— ¿En serio? ¿Es broma?

—¡Es mi novio, y creo que merece algo de respeto por mi parte!— Siseo.

— Eso no tiene sentido, él no puede— Suena tan enojado que su voz se corta y regresa como un gruñido ronco— ¡Él no puede prohibirte ver o hablar con otras personas sin razón alguna!

Suspiro incómoda.

— Él tiene sus razones.— Murmuro desviando la mirada.

Nico busca mis ojos, pone su mano en mí sobre el vértice de mi cabeza y me obliga a girar el rostro para verlo.

Me lanza una mira filosa y fría.

— ¿Y cuáles serían esas razones?

Ruedo los ojos y me trago mi orgullo.

No quiera llegar a esto, pero supongo que merece una explicación.

Me arde la cara de la vergüenza.

Esto es horrible. Dioses.

— Cuando era más pequeña solía tener un crush contigo. James lo sabe, somos novios y le cuento todo.— Le confieso con la voz entrecortada por la vergüenza. Negandome a mirarlo a los ojos —A él no le parece bien que convivamos tanto con ese historial.

Nico me mira en silencio durante unos minutos y tengo miedo de que malinterprete mis sentimientos.

Que piense que estoy enamorada de él actualmente o algo, por qué no es así.

Qué vergüenza.

— ¿Solía gustarte?— Pregunta extrañamente calmado.

Mi corazón se acelera y miro a mi alrededor por el repentino cambio de ambiente entre nosotros dos.

— Sí, cuando tenía trece años.— Digo recalcando la edad que tenía.

Nico me mira confundido y parpadea.

— A esa edad estaba desnutrido, pálido como cadáver, pequeño y tenía una horrible reputación— Menciona cada detalle de su apariencia y estatus en ese entonces.—¿Estás bien de tus facultades mentales?— Me cuestiona con una voz sentenciosa y asqueada.

Como si me estuviera juzgando.

— ¡Cuando tienes esa edad no piensas realmente en porque te gusta alguien, simplemente lo haces!— Chillo con la voz aguda, muy a la defensiva.

— ¡Así que simplemente dejaras de hablarme por qué tu novio te lo pidió!—Me grita Nico de vuelta, exaltado.

Me levanto y golpeó su hombro.

— No lo hagas sonar sórdido o como si fuera un manipulador.— Bufo y lo vuelvo a golpear, molesta.—Si Will te hubiera pedido que no te relacionaras con una persona que lo hacía sentir inseguro lo hubieras hecho ¿No?

Aunque eso no pasaría.

Nico ni siquiera hubiera pensado en hablarme cuando salía con Will.

— Eso… — Resopla e intenta negar dicha afirmación, pero no puede y finalmente dice:— Tienes razón.

Resoplo y vuelvo a sentarme a su lado.

No me gustaba haciendo dónde se estaba dirigiendo la conversación y lo último que quería era que el hijo de Hades pensara que mi novio era una especie de maltratador. El ni siquiera me lo exigió nada, solo me dijo como lo hacía sentir lo que estaba pasando y yo di un paso adelante como novia.

— No tenemos que dejar de hablar por completo, pero…— Respiro hondo.—Hay que poner distancia— Afirmó — Así que no puedes llevarme a mi casa o al trabajo.— Cambio mi tono a uno más juguetón y desenfadado —Ya puedes volver a tu grandiosa y tétrica rutina diaria de molestar infantes o pasearte por los campos de castigo.

Nico no responde al instante.

— Sí.— Dice secamente.—Volveré a hacer cosas aterradoras de hijo de Hades.— Murmura por lo bajo.

Nos miramos en silencio por unos minutos hasta que el autobús que estuve esperando se detuvo frente a nosotros. Le di una media sonrisa.

— Mi autobús llegó.— Anuncie cuando las puertas se abrieron.

Subo los escalones y me giró para mirarlo sentando en el banquito.

— Adiós.— Me despido.

Nico hace un pequeño gesto con la mano, aferrado al casco que le di.

— Adiós.


Nico di Angelo Pov.

Aplastó el cigarrillo contra el cenicero y tomo otro de la caja, lo pongo entre mis labios y abro el encendedor. Todo el humo cálido inunda mis pulmones y siento el sabor amargo en mi lengua.

Miro el cenicero lleno de colillas de cigarro. Debe haber unas 20.

Y solo llevo una hora aquí.

Tengo que fumar en la terraza del Penthouse por qué las alarmas contra incendios suelen encenderse.

Apagó mi teléfono cuando los mensajes se hacen demasiados.

En este punto, no ceder a irme a vivir a la Nueva Roma se siente como una especie de berrinche infantil. Estoy en mi último año en la preparatoria y sé que lo lógico y mejor para mí sería irme a estudiar la universidad allí.

Desde hace una semana el chat grupal que tengo con mis amigos parece más una intervención para que deje de ser tan orgulloso y me vaya con ellos.

Están preocupados por qué estoy solo.

Ya no tengo un novio con quién salir y básicamente soy miserable.

Y luego está Chiara Salvatore.

Ella puede irse al Tártaro.

Desde que me dijo que debíamos tomar distancia por qué su estúpido noviecito es un inseguro, no la he visto ni una sola vez en persona.

Es una tonta.

Claro que seguimos en contacto por teléfono, por supuesto, aunque debo admitir que la ignore los primeros días por qué seguía un poco molesto.

Quizás demasiado a decir verdad.

No entiendo por qué me enoja tanto esa distancia, supongo que es por qué gracias a ella podía distraerme de la soledad de vivir solo en Manhattan.

En todo caso, ya no podemos ser amigos. Al menos hasta que termine con su noviecito de cuarta supongo.

Además, el trabajo en la florería no era tan bueno después de todo.

El lugar olía a tierra y desechos de vaca, había demasiadas flores lo que me causaba alergia, además tenía que utilizar guantes hechos de látex todo el maldito tiempo por qué mi toque directo marchitaba a las plantas.

¿Quién quería eso? Era una tortura.

Además, Chiara es molesta.

Me fastidia su cara nariz respingada que me recuerda a un ratón, sus ojos jade pálidos y sus tontos hoyuelos.

Ella no es tan interesante para hablar, es torpe y demasiado tímida.

Y no tiene buen gusto en películas.

Esas malditas películas de la saga “Scream” que me obligó a ver con ella, eran monótonas y repetían una y otra vez la misma trama. Pase más de ocho horas de mi vida sentando en su sofá, comiendo palomitas y tomando una cantidad exagerada de refresco.

Todo por su culpa. Lo único bueno fueron las escenas de asesinatos.

Me hablaba por horas de las películas que quería que viéramos juntos. Ella me hizo una lista con treinta de ellas.

No las veré. Qué flojera.

Urg.

Una pequeño vértice se forma por encima de mi cabeza y se abre una especie de espejo de arcoíris. Se trata de una llamada de iris, por lo que no podía ser otro que Quiron. Dioses.

Estamos en diciembre.

¿No puede molestar en otro mes?

— Hola Niccolò, ¿Cómo te encuentras?— Pregunta el centauro, amable.

— Ya sabes.— Desvío la mirada y aplastó lo que queda de mi cigarrillo en el cenicero —Haciendo esto y aquello.— Suelto con simpleza.

— Eso está bien, quisiera saber si estás disponible para buscar a un posible mestizo.— Me explica con calma.— Artur dice que es un tipo problemático, relacionado con … Ventas ilegales. — Así que un niño vende droga —Así que no quiero enviar a mestizos sin experiencia.

Suena genuinamente preocupado y entiendo por qué fui una opción.

Además de ser uno de los pocos veteranos en la ciudad.

— Estoy ocupado con mis clases, las locas peticiones de Hades y esas cosas.— Murmuro con indiferencia.

Quiron no insiste, solo suspira profundamente casi derrotado.

— Comprendo, buscaré otro compañero para Chiara.

— Cambie de opinión.—El cigarrillo que acababa de poner en mis labios se cae al hablar—¿Cuándo tengo que ir al campamento mestizo?— Pregunto.

Quiron se queda en silencio por unos segundos, luciendo confundido.

— Ah — Saborea las palabras.—Mañana temprano.— Me indica

— Estaré allí.— Afirmó.

— Mmm… Gracias, no creí que aceptarás.— Frunce el ceño aún aturdido—Bien, te espero mañana.

Holaaa chicas y chicos.

Espero que les haya gustado el capítulo con un poquito de retraso por qué acabo de salir de guardia y ando medio dormida.

Estoy cansada, pero no significa que no voy a leer sus comentarios.

Por cierto, les debe estar picando la curiosidad por saber todo sobre lo que pasó Chiara, pero tendrán que tragarse el contexto de como estos dos seres se enamoran.

Bueno, ahora saben por qué Chiara le tiene miedo a los fantasmas.

Memes del capítulo;

Bye bye.

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