03.
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“OMG”
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Nico di Angelo Pov.
Tocó la madera con los nudillos y me alejo. La puerta de la casa se abre un segundo después y el rostro de Chiara es lo primero que veo. El interior de la casa proyecta una luz cálida, escucho risas y voces que se acompaña de un delicioso aroma a comida casera.
Comparada con los tonos azules y grises en la calle, Chiara despide una luz cálida a su alrededor. Calidez que parece chocar contra mi en oleadas.
Vuelvo mis ojos a la chica que me mira totalmente escandalizada.
— ¿Qué haces aquí?— Susurra por lo bajo cerrando la puerta detrás de ella.
— Vine para devolverte la ropa.— Le respondo en un tono calmado y trato de dar un paso adelante. Chiara me detiene y me empuja rápidamente.
— Tienes que irte ahora mismo— Susurra de forma insistente.—Vamos, vamos, fuera de mi pórtico.— Chilla.
Frunsco el ceño y giró mi cabeza hacia atrás para ver a la fémina.
—Traje vino y flores para tu madre por ser tan amable.— Digo ofendido alzando mis manos para mostrarle los presentes que traje para ser amable.
Es decir, trataba de ser educado.
— Es un lindo gesto— Me asegura, pero sigue tratando de empujarme fuera de su casa —¡Pero debes irte de regreso por dónde viniste!— Brama.
Ancló mis pies en el suelo, y no tengo que esforzarme mucho por qué debo ser el doble de fuerte que Chiara.
Chiara pierde la cabeza y empieza a utilizar su peso para empujarme, no logra mucho, pero se puso roja como un tomate y lucía muy enojada. Ella parecía alguien calmada, así que verla en ese estado me hizo mucha gracia.
La puerta de entrada se abre y Chiara suelta una especie de quejido.
— Chiara.— La voz fuerte de un hombre me hace girar y mi visión se clava en el sujeto parado en el marco de la puerta. Cabello negro, piel oliva y ojos verdes de un tono pálido.
Es grande. Es decir, parece alguien que podría romperte el brazo con sus manos. Tiene un porte recto, firme, y no dudo que sea un coronel militar.
— Papá.— Balbucea Chiara llevando las manos tras su espalda.
El hombre me mira como si tratara de intimidarme, y créame, si no hubiera estado en el Tártaro lo lograría.
— ¿Quién es tu amigo?— Pregunta con curiosidad en su voz.
— Se confundió de casa, él busca la casa 332 y está es la 333.— Trata de explicar con voz nerviosa y hace una seña para que me vaya. Se ve chistosa de esa forma, sonrojada y exaltada.
Doy un paso adelante y extiendo mi mano libre en forma de saludo.
— Soy Niccolò di Angelo, es un placer conocerlo.— El hombre extiende su mano y me da un fuerte apretón. —Soy un semidiós, yo llevé a Chiara al campamento mestizo.— Le explicó.
— ¿Dos novios semidioses? ¿Qué paso el chiquillo idiota?— Dice con burla y mira a su hija con una sonrisa pícara.
Chiara lo mira sonrojada hasta las orejas, con la boca entreabierta.
— ¡No tengo dos novios! — Chilla y su padre se ríe —¡James sigue siendo mi único novio!— Ella se cubre el rostro con sus manos y suelta un bramido.
Aunque parecía alguien serio, parece tener una fibra bromista. Quizás por eso Chiara no me quería aquí.
— Soy Enzo Salvatore, el padre de Chiara.— El hombre se vuelve hacia mí con una sonrisa que demostraba lo mucho que disfrutaba el fastidiar a su hija.—Mi esposa me habló mucho de ti.— Explica y mira de reojo a la chica—El amigo guapo de Chiara.— Agrega.
No puedo evitar mirar a la chica con una sonrisita altanera. Ella suelta algo muy parecido a un sollozo lastimero.
— Oh, por los dioses.— Susurra la fémina negando con la cabeza.
— ¿Es para nosotros?— Pregunta el Señor Salvatore señalando la bolsa de en mi mano de dónde sobresalía una costosa botella de vino. Se la extiendo y silva al ver la calidad de la misma.— ¿Cuántas vacas me darás por Chiara?— Pregunta mirándome serio.
— ¡Papá!— Chilla la menor y le da un manotazo en el hombro.
— Oh, Niccolò. — La señora Mónica se acerca a la puerta y sonríe al verme —Qué agradable es volver a verte.
La saludo y le extiende el ramo de flores que compre antes de venir.
— Quise traer un presente para agradecer la hospitalidad de su esposa.— Respondo amable.
—Me agrada mucho más este.— Le indica Enzo a su esposa, y luego me mira—¿Quieres quedarte a cenar?
— No.— Chiara responde por mí.— Él se va a su casa.— Exclama.
Enzo y Mónica me miran.
— Encantando.— Respondo y puedo escuchar a Chiara gruñir.
La cena es absolutamente deliciosa. No diré que la comida me motivo a venir, pero fue un factor decisivo.
Normalmente, odio la lasaña, no le encontraba la gracia, quizás por qué solo había comido la insípida versión que hacen los blancos. Había olvidado que es un plato tradicional italiano, y lo bien que sabía hecho por las manos correctas. Aunque su sabor se volvió aún más delicioso al recibir la mirada agresiva para nada discreta de Chiara.
El padre de Chiara me hace preguntas típicas; De dónde vengo, quienes son mis padres, dónde estudio, qué edad tengo y cuántos animales de granja le daré por la mano de su hija mayor.
No me molestó en mentir, por qué está familia sabe de los dioses y no tiene sentido ocultar la verdad. No tengo la necesidad de fingir ser un mortal normal y corriente en este momento. Es muy refrescante.
El señor Salvatore parece un tipo serio y es normal sabiendo que es militar, pero me doy cuenta de que solo es una careta para su trabajo, pero que no utiliza con su familia.
Cuando termino mi plato, el padre de Chiara se levanta de la mesa.
— Bien, levántate.— Me hace un gesto con la mano —Quiero mostrarte algo arriba.— Me explica el pelinegro.
— ¡No, no puedes!— Exclamó Chiara levantándose de golpe de la mesa.
— ¿Por qué te preocupas tanto, dulzura? ¿No puedo hablar con tu amigo?— Le cuestiona confuso.
Chiara resopla.
— Papá, basta.— Gruñe.
— Está bien, Chiara.— Digo con simpleza, levantándome de la mesa.
— No, no está bien.
Sigo al padre de Chiara escaleras arriba, la joven también nos sigue, pero se queda en el final de estas.
Ella me da una mirada suplicante para que huya antes de que su figura salga de mi campo de visión.
El señor Salvatore me llevo a su despacho para mostrarme todas sus condecoraciones, también lanza al aire datos sobre cuántas personas mató y lo fácil que es. Y algo me dice que hay una amenaza entre líneas.
Oh, y también me apunto con una escopeta en la cara mientras hablaba de su colección de armas. Diciendo que esa en especial no tenía seguro.
Quizás alguien normal se sentiría asustado o aterrado, pero al ser hijo de Hades estoy en paz con la muerte.
— Me caes bien Nico.—Dice Señor Salvatore distraídamente, mientras guarda la escopeta de nuevo en la vitrina—El otro intento quitarme el arma de las manos, y ni siquiera cayó de pie cuando lo lance por la ventana— Bufo con cierta decepción.
Una parte de mí quiere decirle que en realidad no estoy interesado de forma romántica en su hija y que solo estoy aburrido, pero decido no hacerlo.
Al salir del despacho básicamente soy arrastrado por Chiara al otro lado del pasillo, supongo hacia su habitación.
— Hey, recuerda dejar la puerta abierta.— Exclamó El Sr. Salvatore detrás de nosotros.— No quiero nada de cosas indecentes en mi casa.
Chiara se gira y le lanza una mirada de muerte a su padre mortal.
— Es broma hija, pero deja la puerta abierta.— Dice entre risas
Apenas pongo un pie en el cuarto de Chiara noto que no hay ruido, como si la habitación estuviera insonorizada.
Su cuarto estaba pintando de rosa claro, tenía varios pósters de músicos de rock pegados en las paredes. Hay muchos libros y discos de música.
Ella tiene un toca discos viejo, y noto que a diferencia del resto de la casa no tiene nada eléctrico aquí. Así que el cuarto estaba iluminado de forma exclusiva con velas aromáticas que se encendieron en cuanto entramos.
—¿Qué haces en mi casa?— Susurra Chiara agresivamente.—¡Te dije que no hacía falta que devolvieras la ropa!—Me recuerda la joven semidiosa.
—¿No devolver una camiseta de KISS? ¿Acaso crees que soy un monstruo?— Le cuestionó de manera sarcástica.
Chiara me mira mal y permanece unos segundos en silencio.
—Que— Toma aire— ¿Qué te dijo mi papá?— Pregunta la menor.
— Nada en especial.— Murmuro mientras ojeo los altares que tiene para dioses en específico; Hécate, Afrodita y Apolo.— Qué curioso.
Intento tocar una de las pequeñas estatuillas, pero Chiara me detiene.
— Eso es grosero.— Murmura.
Entonces ella me da esa mirada, se nota que no entiende qué hago en su casa y yo mismo no estoy seguro.
Aun así, pensar en estar solo en casa fumando no parece buena idea.
— ¿Sabes jugar Mitomagia?
— Ah… — Ella me mira desconcertada por un momento y responde— ¿Sí?— Dice cautelosa, alzando una ceja.
— ¿Quieres jugar?
Chiara parpadea varias veces.
— Bueno.— Acepta.
Nos sentamos en la alfombra uno frente al otro. Aunque Chiara se quejó yo baraje las cartas, y las repartí.
Entonces inicio el juego.
— Esto no me parece justo.— Murmura la menor, resoplando.
Hay un gato negro peludo frotándose contra el costado de Chiara y cuando camina a su alrededor, me mira y suelta un maullido algo agresivo.
Aunque Salem suene algo molesto con mi presencia, igual se frota contra mi chaqueta y ronronea, lanza zarpasos hacia las cartas, y ocasionalmente me muerde los dedos para que lo acaricie.
— Estamos en igualdad de condiciones.— Bufo orgulloso.
Debo haber ganado cuatro partidas hasta ahora y Chiara está perdiendo la cabeza por qué no la dejo ganar.
— Claro que no, tú sabes jugar y yo apenas aprendí las reglas del juego hace cinco minutos.— Brama.
Ella lleva unos minutos decidiendo que carta lanzar y aún no lo hace.
— Solo lanza.— Insisto.
— Bien.— Gruñe y lanza al suelo.
— ¿Otra vez Hécate? Casi parece que te gusta perder.— Bufo burlón.
— Es mi mamá, bravucón.— Se queja.
Una manito se extiende y deja una carta sobre las nuestras.
— Charmander.— Exclama Gabriele.
Chiara frunce el ceño.
— No estamos jugando ese juego, Gabriele.— Le aclara. Su hermano había pasado frente al cuarto y al vernos jugar se pegó a su hermana.
— Charmander gana, él lanza fuego y tiene más números en la carta.— Dice el menor agitando la carta.— ¡Gané!
Terminamos jugando una versión rara de Mitomagia con Pokémon.
—¡Chao Nico! ¡Chao…!— Chilla Gabriele agitando sus manitas.
Chiara se ríe y empuja suavemente a su hermano para que entre en la casa.
— Él ya te escuchó, vuelve adentro y cepíllate los dientes.—Le sugiere y el niño se apresura adentro, pero no se va. Solo se coloca en la ventana de la sala y nos mira desde allí—Gracias por venir, creo… Fue divertido.
— No tenía mucho que hacer en mi casa.— Admito tomando el casco, y colocándolo sobre mi cabeza.
Escuchamos un sonido ahogado venir de la casa y el hermano de Chiara está allí aplastando su cara contra el vidrio mientras se despide de forma intensa.
Chiara suelta una risita por lo bajo y se abraza a sí misma. Ella debe tener frío, lo que es obvio, por qué estamos en noviembre y es tarde por la noche. Su piel pálida se puso rosa en su nariz y mejillas en cuanto salimos al frío.
— Cree que eres genial por qué conduces una motocicleta.— Me explica un poco avergonzada.
— Le daré una vuelta la próxima vez.— Subo a la motocicleta y quitó el pedal que la mantiene de pie.
Sus ojos jade me miraron fijamente.
— ¿La próxima?— Pregunta confusa.
— Es entretenido fastidiarte, y como dije no tengo mucho que hacer.
Chiara resopla.
— Necesitas ayuda psiquiátrica.— Bufa con un tono burlón.
— Tal vez.
Chiara Salvatore Pov.
Veo a Nico irse en su motocicleta y no es hasta que la pierdo de vista que me dio la vuelta y regreso a mi casa. Raro. Toda la situación fue muy rara, pero de cierta forma entretenida y linda.
Debo admitir que estaba un poco preocupada de que mi padre le diera un susto a Nico. Sería vergonzoso.
Papá hizo lo mismo con James. No sé exactamente qué paso por qué él no quiso contarme, pero mi novio salto por la ventana del segundo piso y mi papá llamo a la policía para acusarlo de invadir propiedad privada. Tuve que romper mi alcancía para sacarlo, aunque James no estaba molesto y le pareció que eso «Aumentaba el reto» de conquistarme o algo por el estilo.
Por lo poco que averigüe mi papá le mostró su colección de armas y luego apunto una escopeta sobre su frente.
Eso está bien para James por qué está un poco loco, es hijo de Ares y basa su vida en la guerra. Es un buen chico, y nunca intenta sobrepasar mis límites. Considera que nuestra relación es un conflicto bélico y el que yo sea alguien “Tímida” le resulta emocionante. Por qué tiene que luchar por cada abrazo, beso o gesto romántico. Es un loco.
Pero estuvo detrás de mí por años y nunca mostró interés por nadie más.
Creo que el hecho de que me guardara fidelidad incluso si no estábamos involucrados me hizo aceptarlo.
Él fue insistente, pero no del tipo acosador. Y es un poco gracioso.
Tiene ese tipo de personalidad que parece inquebrantable que me gusta y me parece chistosa al mismo tiempo.
Simplemente, la forma en que tomaba cada rechazo como una oportunidad o como una especie de reto mayor me resulta divertido. Dice que está en una especie de “Guerra Fría” por mi amor.
Entro en la casa y de inmediato siento la mirada de mis padres sobre mí.
Los ignoro y me dirijo a las escaleras.
— ¿Y bien?— Pregunta mi padre.— Parece un buen chico, educado, algo emo, pero tiene lo suyo.— Agrego, y alzó ambas cejas de forma sugestiva.
— Es gay.— Digo mientras subo las escaleras y escucho a mi padre soltar una maldición y mi madrastra tener una pequeña celebración eufórica.
Después escucho a Mónica pedir el dinero que le debía a mi padre.
Sabía que habían apostado. Son ese tipo de pareja que apuesta por todo.
Salgo de clases de última por qué no me gusta que me empujen. Además, prefiero estar fuera del radar de las monjas, después de todo ya tienen algo contra mí por dibujar en clase.
No suelo prestar atención en clase, prefiero estudiar sola en casa.
Dibujo durante las clases, para luego tomar notas de todos los temas que debo estudiar por mi cuenta.
Prefiero ver vídeos o leer libros.
Es más fácil que aprender de un profesor. Al menos para mí.
Tomo mi bolso y lo coloco sobre mi hombro para salir rápidamente del colegio. Mi madrastra me consiguió un trabajo de medio tiempo después de la escuela con una amiga suya de la iglesia atendiendo una florería.
Y estaba emocionada.
Aunque fuera tonto, es mi primer trabajo y me emociona aprender.
Me dirigí a la salida de la escuela, pero ralentizó mis pasos cuando escucho un ajetreo fuera de lo usual, escuchaba cuchicheos y risitas que sonaban como una colmena.
Curiosa me acerco al grupo de chicas que parece exudar euforia femenina.
— Es tan lindo.— Chilla una.
— ¿A quién estará buscando?— Pregunta mordiendo sus uñas.
— No lo sé, pero ojalá me lleve a mí.
Una de las cosas que no me gusta de estudiar en un colegio católico para chicas es que la gran mayoría está hormonal y sedientas de atención masculina. La mayoría tiene padres estrictos, así que no conviven con chicos que no sean sus familiares.
Así que cuando ven un chico relativamente atractivo pierden la cabeza de manera monumental.
Cosa que no me afecta, por qué veo chicos a diario en el campamento y tengo un novio. Así que no estoy tan desesperada como las pobres almas con las que estudio. Pobrecitas.
Me siento un poco mal por ellas, creo que también me volvería loca que no me dejarán respirar el mismo aire que la población masculina. Vienen de ese tipo de familias conservadoras, frías y estrictas y estoy segura de que cuando vayan a la universidad enloquecerán.
No hay necesidad de leer las hojas del té o tirar las cartas, veo embarazos no planificados, uso de sustancias, fiestas y malos cortes de cabello en su futuro.
Esas cosas pasan cuando reprimes demasiado a una persona. Cuando le das un poco de libertad se les va la canica y hacen cosas estúpidas.
Voy a la salida curiosa por ver el objeto de deseo de mis compañeros.
La semana pasada fue un tipo que vendía helado, pero era mínimamente atractivo y eso les bastaba. Dioses.
Mis pies se detiene y tengo que tragar saliva para no ahogarme. Mi corazón se salta un latido y siento como toda mi piel se eriza igual que un gato.
— Debe ser una broma.— Murmuro y rezo para que no me haya visto.
Es Nico.
Nico di Angelo está en mi escuela.
Y lo peor de todo es que luce como el sueño húmedo de cualquier chica de escuela católica. Está apoyado en su motocicleta, lleva puesto lentes de sol y tiene las manos en los bolsillos de su chaqueta de aviador marrón claro.
Usa una camisa negra cuello de tortuga y unos pantalones negros. Botas militares de cuero altas.
Además, estaba fumando.
Entendía por qué alboroto las hormonas de mis compañeras.
Maldita sea, cuando dijo que era divertido molestarme, realmente no creí que se lo tomaría tan a pecho.
Está desquiciado.
No debí ser amable con él.
Tomo mi bolso, lo uso para cubrir mi rostro y escapar por una esquina.
— ¿Te llevó?— Pregunto y se hizo el silencio. Era casi caricaturesco.
Bajo lentamente el bolso de mi rostro y me giró para mirarlo.
—…— Está loco. Loco.
Seguramente mañana seré la comidilla de la escuela.
Las monjas crearán que soy una libertina, me miraran feo y me darán la famosa “Charla” seguramente van a llamar a mis padres para decirles que estoy juntándome con matones.
No necesito eso.
Creo que pase mucho tiempo callada por qué Nico puso un casco sobre mi cabeza y me jalo hacia el vehículo de dos ruedas. Tristemente, me vi en la obligacion de subir, pero lloré mucho.
Claro que... Internamente.
Desde entonces va a buscarme y me lleva al trabajo, después a mi casa.
— ¿Y él siempre va a venir contigo? ¿O qué?— Pregunta Isabelle, la dueña de la florería. Alias: amiga de mi mamá.
Mi pecho se llena de esperanza.
— ¿Puede prohibirle que venga?— Le cuestionó con la voz ahogada.
— Por supuesto que no.— Exclama entre risas, negando con la cabeza.— Es mano de obra gratis— Aclara y se dirige al almacén —¿Quién moverá los sacos de abono? ¿Tú? ¿Con esos brazitos de espagueti?— Se burla.
Resoplo ofendida.
—Además, él atrae otro tipo de público.— Agrega y señala a las chicas que entran solo para hablarle.
Normalmente, las chicas no compran flores por su cuenta, pero Isabelle dice que desde que Nico está por aquí hay mucha más demanda femenina.
Ruedo los ojos.
—Yo también soy bonita.— Bufo.
Isabelle regresa y me entrega un rociador bastante grande.
— Vamos niña bonita, riega las plantas.— Me ordena, sonriente.
Tomo el rociador y me levanto.
— Bien.— Bramo.
Normalmente, trabajo en la caja, pero a veces la ayudo en otras cosas.
La tienda es igual que un pequeño invernadero, no solo vendemos ramos de flores y arreglos, también platas que aún están en sus macetas.
Pequeños arbustos que debemos mantener vicios, esas cosas
Me gustan los cactus. Ellos no requieren de demasiado y solo los regamos cada 10 o 12 días.
Por eso empiezo por ellos.
— ¿Pones cara larga por qué te dijeron que soy más valioso?
— Argg… Ya eres lo suficientemente fastidioso con el ego de ser el hijo de un Rey. — Murmuro fastidiada.— Y no eres tan lindo, James es más lindo.
Nico suelta una carcajada oxidada, su risa está llena de seguridad.
Ruedo los ojos.
Él también está rociando las plantas con agua fresca. Siguiéndome. Yo creo que tener una rutina le hizo bien. Se ve más relajado, quizás más estable.
Llevarme.
Traerme.
Venir a la florería.
Ya no parece tan triste.
— Tu noviecito hijo de Ares, es decir, no me sorprende que tengas tan mal gusto y prefieras a la servidumbre.— Dice con voz altanera, y sé que está siendo dramático para molestarme.— Pero vamos, soy un príncipe, no hay comparación con tu cosa esa.
Rocío su cara con agua para que quite esa expresión de “Soy menor que todo el mundo” de su carota de burges.
Solo le di dos rociaditas.
Para que se aplaque.
Nico pasó por todas las etapas del enojo en un segundo. Sacudió el agua de su rostro con la mano y me miró.
Sus ojos ónix parecían arder con llamas púrpuras en su interior.
Un escalofrío recorre mi espalda.
Retrocedí, y entendí una cosa. Tengo que huir de este maníaco.
No me importa que Isabelle crea que somos un par de críos. Se me escapa un grito de pánico y salgo corriendo por la florería como si mi frágil vida dependiera de ello. Siento sus pasos pesados siguiéndome y entonces me atrapa. Me toma de la cintura y me alza a la altura de su pecho como si pesará lo mismo que una pluma.
Chillo y me carcajeo, pataleo e intento zafarme de su agarre. Nico aprovecha la situación y rocía mi rostro con agua sin piedad alguna. Sonamos como una pelea de gatos, lo sé, por qué Salem se pelea con todos los gatos de la cuadra.
— ¿Chiara?
Las risas y pataleos se detienen.
Nico me deja en el suelo y me limpio el agua del rostro con el antebrazo.
Mi sonrisa se esfuma y una sensación pesada se instala en mi pecho. Quizás sea culpa, miedo o vergüenza. Solo sé que siento que voy a vomitar. Ahora.
— James.— Digo apenas.
Carajo. Carajo. Carajo.
Hola Chicas y chicos.
Espero que les haya gustado el capítulo, voten y dejen muchos comentarios y trataré de actualizar lo más pronto posible.
Memes del capítulo:
Bye bye.
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