02
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“Esqueletos bailarines”
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Chiara Salvatore Pov.
Al llegar a la fiesta James me guía de la mano entre la multitud de gente en la sala. La música es tan alta que hace vibrar las paredes, está oscuro y lleno de telarañas, pero hay luces LED que titilan en diferentes colores, hace que me sorprende que nadie haya tenido un ataque epiléptico. No es mi tipo de ambiente, pero sobreviviré. Mientras caminamos siento que alguien toma un mechón de mi cabello y tira de él hasta que me alejo lo suficiente como para que se vea obligado a soltarlo.
Me giró mi rostro para mirar por encima hombro y mi atención se centra en un tipo alto de contextura atlética disfrazado de Ghostface.
Su disfraz es un poco flojo, por qué solo tiene la máscara y está vestido de negro, así que no se esforzó mucho.
Tengo una sensación extraña de reconocimiento, y a pesar del mar de gente en la fiesta, mi cerebro culpa a Ghostface de tomar mi cabello.
— ¡Chiara…! ¡Rápido ven! ¡Vamos, vamos!— James tira de mi muñeca y me arrastra por el pasillo.
La música está demasiado alta y me duelen los oídos. El lugar es como un enjambre de abejas, parece zumbar y vibrar, no lo soporto, hay demasiados gritos sobre la música en un patético intento para «charlar y coquetear» en la fiesta. Es demasiado ruidoso.
No suelo beber. Así que tomo jugo de naranja en un baso rojo de fiesta.
Debo llevar al menos tres horas en el sótano de algún fulano, sentada en un apestoso y viejo sofa, mientras espero a mi novio. Y lo odió. Demasiado.
Se me acalambran las piernas.
Tengo calor y estoy sudando.
Básicamente soy miserable.
Él había insistido tanto durante semanas que viniera que no pude negarme, pero poco después de que llegamos a la fiesta los amigos de mi novio se lo llevaron y han estado jugando billar desde entonces.
Estoy aburrida.
Me duele el trasero por estar tanto tiempo sentada, deben ser las tres de la mañana y solo pienso en estar en mi cama. Claro que me quedé por compromiso, había prometido venir, pero realmente quería irme a casa.
La cuestión es que…
No sabía cómo decirle a mi novio que quería irme a casa, seguro se sentiría culpable y abandonaría la fiesta para llevarme a casa. No quería arruinarle la fiesta, estaba demasiado ilusionado por venir y ver a sus amigos. Así que estaba pensando en alguna forma de salir silenciosamente de la fiesta.
Es decir, claro que no podía irme sin decirle a mi novio. Sería infantil.
Pero no sabía cómo decirlo sin arruinar el ambiente festivo.
Así que decidí mentir.
Lo sé. Soy un monstruo.
— Lo siento, en serio.— Me disculpo profusamente.—Mi papá vino por mí, y ya sabes cómo es— Le explico.
Él suspira y lo noto desilusionado.
Lo que me hace rodar los ojos internamente por qué no hemos hablado en toda la noche.
— Claro, te acompañaré arriba.— Se ofrece rápidamente, caballeroso.
— No, no, no hace falta.— Insisto y lo obligó a volver a su lugar— Quédate con tus amigos. — Le suplicó.—No le caes demasiado bien a mi papá y no quiero problemas.— Murmuro.
Él asiente con la cabeza algo aturdido y borracho, él se acerca para dejar un beso casto en mis labios y se aparta.
— Adiós, bebé.— Exclama.
— Adiós.— Me despidió —Te escribo mañana, no bebas demasiado.
Salgo de la casa que parece vibrar por la música fuerte. Esquivo a los Jokers, conejitas, reinas dragón y zombies.
Me dirijo a la parada de autobuses.
Debido a qué es un día festivo, la noche está animada y despierta.
Así que no me siento particularmente asustada o en peligro, pero vamos, si somos sinceros los semidioses somos más peligrosos que un arma cargada.
Al llegar a la parada me siento y saco mi teléfono para pedir un Uber.
Siento un escalofrío en mi espalda y me giró a la derecha para ver un par de ojos ónix mirarme con extrañeza. Podría comprarlo con un cachorro de aspecto confundido, tiene una mirada cansada y confusa, me mira como si no estuviera seguro de quien soy.
Tiene los ojos más oscuros que he visto en toda mi vida, como dos pozos de oscuridad, incluso me resultan algo inquietantes por lo profunda que es su mirada. Es algo intimidante.
Su cabello negro azabache tiene un aspecto suave a la vista, desordenado, que llega a la altura de su barbilla.
Su ropa se ve pulcra, lleva puesta una chaqueta de aviador muy parecida a la que tenía de niño y unos pantalones de mezclilla color negro. Tenía ambas orejas llenas de piercings, sus manos están llenas de anillos alusivos a todo lo relacionado con el ocultismo.
Calaveras, pentagramas, etc...
Nico me mira achicando los ojos y alza levemente su labio inferior haciendo un lindo puchero.
— Chiara Salvatore, chaira...— Repite mi nombre arrastrando las palabras deforma torpe—¿Ves que no lo olvide está vez?— Me cuestiona altanero.
Huele tanto a alcohol que me siento un poco aturdida cuando habla.
¿Y el que hace aquí?
Bueno, parece que está aquí para fastidiarme hasta el hartazgo.
— Hola, hola, hola— Dice una y otra vez. Una y otra vez. Mientras pica mi mejilla con su dedo índice.— Hola.
— Ya me dijiste hola 30 veces…— Apartó su mano— Dame tu teléfono.— Exijo extendiendo mi mano.
Nico me mira con ojitos inocentes, parpadea varias veces y acepta.
— Bueno.— Busca torpemente entre sus bolsillos y me entrega su teléfono.
Tomo la mano de Nico y lo jaló para utilizar el reconocimiento de huella para desbloquear el teléfono. El chico aprovecha la cercanía para seguir su cometido y picar mi mejilla derecha.
— ¿De dónde…? — Pregunta sonando confundido y casi adormilado.—¿De dónde salen los hoyuelos?
Busco entre los contactos de Nico y noto que recibió al menos 20 llamadas de «Jason» y otras 10 de «Hazel»
Intento contactar con alguno de los dos para que vengan a buscarlo, pero antes de lograrlo el teléfono se apaga al quedar sin batería. Murmuro una maldición para mí misma y resoplo.
— Carajo.— Bajo el teléfono ahora inservible y lo meto en mi bolsillo
Llamo al único contacto que tengo que esta relacionado con él, pero Leo Valdez está tan borracho que solo me dice unas cuantas frases inteligibles antes de colgar la llamada. Lo que no me sorprende demasiado realmente.
— Maldito borracho.— Murmuro.
Apartó la mano de Nico de mi rostro y me giró para confrontarlo.
— ¿Cuánto bebiste?— Le cuestionó.
— Dos.— Dice alzando dos de sus dedos lentamente, torpe.
Se ve demasiado vulnerable, sus rasgos normalmente parece serio, pero su expresión se ve relajada y atontada. Él tiene ese tipo de belleza cruel llena de rasgos duros, así que verlo de esta forma me descoloca.
— ¿Dos vasos?— Pregunto confusa.
— Dos botellas.— Me corrige.
Mis rasgos se vuelven indiferentes al perder mi fe en la humanidad.
— Si no sonríes no se ven.— Se queja y vuelve a picar mi mejilla.
Nico mis mejillas entre sus manos y tira de ellas con fuerza haciéndome soltar un gemido de dolor al sentir como estira mi piel hasta ese punto.
— ¡Ya déjame! ¡Loco…!— Gruñó apartando su mano por novena vez de mi rostro en una hora.
— ¿De qué estás disfrazada? ¿Qué eres?— Me cuestiona apoyando su cabeza en el mapa de autobuses.
— Soy Elizabeth Bennet— Señaló el vestido de época que traigo puesto. —Dah.— Exclamó con obviedad.
— Pensé que eras Cenicienta— Se burla el muy chistosito, sonriente.
— Muérete.— Murmuro.— ¿Y tú de que vas? ¿Gótico de Walmart?
Nico frunció el ceño.
— Muérete.— Gruñe tanteando la superficie del banco — Tonta.—Toma algo tras su espalda y lo coloca sobre su rostro — Obvio, soy un fantasma.
No es una máscara de fantasma.
Es Ghostface, el tipo que tomo mi cabello en la fiesta, quizás para ese momento estaba tan borracho como una cuba, o quizás no. Puede que sí.
— Es Ghostface— Explico con obviedad.— De Scream.
— ¿Qué es... Ghostface? ¿No es lo mismo que fantasma?— Pregunta con la voz abotagada y lenta, confuso. Baja la máscara y la observa.— Se parece mucho a un tipo que vi en los campos de castigos.— Explica el pelinegro.
Me sorprende que no conozca Scream siendo una película de culto.
— ¿No conoces Scream?— Suspiro profundamente y niego con la cabeza —¿Sabes lo peligroso que es lo que estás haciendo? Tienes suerte de que no sea un violador o monstruo.
Nico se mueve en el banco hasta quedar básicamente pegado a mí.
Incómoda me deslizó hasta el extremo del banco para poner distancia.
Nico se mueve nuevamente y se apoya en mí. Él es enorme en comparación conmigo, así que me está aplastando.
Gruñó por lo bajo.
— No sé lo que estoy haciendo…— Apoya su cabeza en mi hombro.—Parece que todos a mi alrededor caminan demasiado rápido … — Él suena triste —Y yo solo me quedo atrás.— Murmura con voz ronca.
— Oh, eres un borracho depresivo.—Suspiro con cierto fastidio.
Lanzo una plegaria a mi madre para que Nico no se ponga a llorar. No sé qué hacer cuando la gente llora.
Nunca creí que estaría en una situación como está. Menos con alguien como Nico di Angelo
Su sola presencia me hace sentir tensa y estúpidamente nerviosa.
— No dejo de preguntarme si estoy viviendo mi vida bien…— Se queja.
Cierro los ojos con fuerza.
— Dioses, no te puedo dejar aquí.— Murmuro y niego para mí misma.
Podría jurar que hay una sensación extraña en el aire, casi eléctrica, como antes de una tormenta. Qué raro.
— Me siento estúpido — Agrega arrastrando las palabras.
Saco mi teléfono y busco la aplicación para pedir un Uber cuando escucho lo que parece un siseo, como si alguien estuviera susurrando. Alzó la cabeza, y mis ojos se encuentran con la figura de una chica del otro lado de la calle.
Mi estómago cae al suelo.
Siento que una soga se envuelve alrededor de mis pulmones, mi respiración se corta al instante.
— No, no, no…— Balbuceó con la voz entrecortada por el miedo.
Quiero correr, pero mis piernas no reaccionan. Siento el ácido subir a mi garganta y mi cuerpo temblar.
Se siente incapacitante.
Odio. Odio los fantasmas.
— Tienes muchas canciones.— La voz de Nico se escucha lejana para mí.— Oh, amo esta canción — Admite.
Lo ignoró, por qué estoy demasiado ocupada teniendo un maldito ataque de pánico como para escucharlo.
Mi mundo da vueltas.
No, soy yo quien está dando vueltas mientras cruzamos por el medio de la calle hacia la otra acera. Mientras nos acercamos a la chica fantasma y mis ojos se fijan en ella, mi mente se pone en blanco y creo que me desmayo. O solo entré en completo pánico. Solo sé que escucho música en la lejanía.
—When I'm necromancin'— Una voz ronca y rasposa sigue la música, me hace girar en sus brazos con facilidad y de pronto vuelvo en mí misma.— Everyone's dancin'— Me atrae hacia él y me mueve a su antojo, como si fuera una muñequita de trapo.—No one can stop me, I dare you to try— Canta a mi oído siguiendo el ritmo de la canción.
Esto debe ser una puta broma.
Creo que voy a volverme loca. Voy a vomitar sobre mí misma, ahora.
No puede ser posible.
Nico di Angelo está bailando conmigo, no, él baila y yo soy arrastrada por la fuerza que me mantiene de pie.
Estamos en el bosque y debe haber unos 30 cadáveres y fantasmas que bailan al son de la música que viene del bolsillo de Nico. Es mi teléfono, el loco romo mi teléfono y puso música para despertar a los muertos, incluso en ese estado alcoholizado tiene la capacidad de utilizar sus poderes.
Esta es mi peor pesadilla.
Literalmente estoy temblando.
Quiero gritarle que se detenga, pero mi voz queda atrapada en lo profundo de mi garganta, por qué con cada paso despierta aún más muertos y parece atraer más almas hacia nosotros.
Estoy aterrada.
Nico pone una mano en mi cintura y me pega a su cuerpo, alzando una de mis manos por encima de mi cabeza. Nos hace girar, pisando las hojas secas y abriendo grietas en la tierra.
Quizás podría decir que el hijo de Hades es un buen bailarín, pero estoy ocupada hiperventilando.
La tierra se eleva bajo nuestros pies hasta estar por encima de las copas de los árboles dejando que la luz blanca de la luna nos empapará. Entonces él me hace girar y me empuja desde la cintura hacia el vacío, caigo por el preciso y por fin puedo gritar.
—¡Aaaah!
Este maldito loco está intentando matarme. Solo sé que si caigo, sin romperme ningún hueso, juro que lo mataré con mis propias manos.
Cierro los ojos y me contraigo esperando el golpe devastador.
Nico me atrapa en sus brazos antes de tocar al suelo y me sonríe con malicia. Me hace girar en sus brazos, luego me deja ir haciendo que gire hacia los brazos de mi próximo compañero.
Un cadáver viviente.
Un maldito zombie.
Me suelto de las manos esqueléticas de mi nuevo compañero de baile y me tambaleó entre la fiesta perversa de fantasmas y zombies. Caigo de rodillas en el suelo y me quedo allí unos tres segundo tratando de recuperarme.
Y aunque estaba aterrada.
Tome una rama del suelo, me acerque por detrás a la pequeña mierdecilla, digo hijo de Hades, y golpe la parte de atrás de su cabeza con toda mi fuerza.
En el instante en el que Nico cayó al suelo gimiendo de dolor, los zombies se cayeron a pedazos y los fantasmas se esfumaron al instante. Dioses.
Respire hondo, agitada y sudorosa.
Entonces escuche risas estridentes, cuando alzó la cara veo a Apolo junto a las musas mirándonos desde su auto solar como si fuera el espectáculo más chistoso del mundo. Cuando el rubio se dio cuenta de mi mirada sobre él se atragantó con las palomitas y trato de fingir demencia. Aunque era obvio que él era el responsable de todo.
— Chiara, tú…—Dijo entre risas nerviosas—Mi querida seguidora, tú no le dieras nada de esto al inestable hijo de Hades, ¿Verdad?— Pregunto el dios de la luz con la voz nerviosa.
Lo miré incrédula.
— Llévame a mi casa.— Exigí.
— Claro, cariñito.— Exclamó dando aplausos, haciéndole un gesto a las musas para que me hicieran un lugar— Espero que esto no dañe la buena relación que hemos tenido por años.
Tome a Nico por los hombros y lo arrastre hasta el auto.
— No te pondré ofrenda está semana.— Siseo con voz furiosa.
Nico se autocompadece de sí mismo durante todo el camino. Se queja y se queja. Y yo me limito a escuchar.
Por suerte sigue vivo.
Aunque creo que tendré que poner pomada “especial” en su cabeza por qué tiene un gran chichón.
Está muy borracho, así que no entiendo mucho de lo que dice de todas formas. Es un conjunto de lloriqueos, balbuceos y bramidos.
Es decir, nunca lo había visto hablar tanto y gracias a ello me entere de que rompió con su novio sé toda la vida, se siente solo por qué su familia está en San Francisco y él está aferrado a la idea de no vivir en la Nueva Roma.
Así que básicamente se autoflagela quedándose en Manhattan, aunque no tenga amigos ni familia aquí.
Quiere volver con sus amigos, pero es demasiado orgulloso para admitirlo.
Dice que no se puede echar para atrás por qué le dijo a todos que no necesita su compañía las 24 horas. Que estaría bien viviendo solo en Manhattan.
Cosa que es mentira por qué odia vivir solo y no tener a nadie.
Aun así, odia aún más la idea de estudiar en la Nueva Roma con los «prejuiciosos» romanos a los que no les agrada por matar accidentalmente o no, a dos de sus legionarios.
Sé que mañana cuando esté sobrio y tenga una fea resaca se arrepentirá de haber contado todo eso. Pobrecito.
Para cuándo llegamos a mi casa estoy arrastrándolo por mi pórtico. Tocó el timbre de forma insistente, por qué sé que me abrirán, y casi al instante mi madrastra abre la puerta para mí.
Puedo asegurar que Mónica se quedó despierta esperando noticias, porque era la primera vez que salía de fiesta y estaba nerviosa. Estaba imperativa y se tomó 4 tazas de café antes de que me fuera a la fiesta de disfraces.
Se preocupa mucho por mí y es la única figura materna que conocí.
— ¿Cómo te fue en la fiesta?— Me cuestiona al instante, emocionada —¿Divertida? ¿Hiciste muchos amigos?— Me ataca con preguntas, feliz.
El brillo en los ojos de mi madrastra se apaga y su emoción se desvanece.
— Chiara cariño… Tienes el cabello lleno de ramitas y hojas ¿Qué te? ¿Qué te paso? Estás llena de tierra— Dice sonando preocupada y algo asustada.
Hago una mueca.
— Verás…— Jalo a Nico para que sea visible a través de la puerta. En este punto el alcohol hizo efecto y no se puede mantener en pie por sí solo.
Creo que está consciente, pero no se puede mover o hablar.
El rostro de Mónica se llena de confusión y total sorpresa.
— Te fuiste con un chico y volviste con uno completamente diferente. — Alza una ceja y una sonrisa burlona se instala en sus labios, eufórica.— No sé cómo sentirme, Chiara.— Se burla.
— ¡No es lo que crees…! ¡Es solo un campista!— Balbuceo avergonzada.— Solo… — Suspiro temblorosa por los nervios—¿Puedes ayudarme a llevarlo a la habitación de invitados?
— Bien, bien. Te ayudaré.— Ella se coloca en costado libre de Nico y me ayuda a cargarlo. No sin antes darle una mirada, analizando sus rasgos—Este es más lindo que el otro— Dice.
La miro escandalizada.
— Mamá.— Me quejó indignada.
Narrador Pov.
Nico arruga la nariz cuando sus fosas nasales se llenan de un nauseabundo olor a alcohol extremadamente fuerte que lo obligó a despertar. Al abrir los ojos se encontró con un niño de unos 7 años que sostenía un marcador, y al notar que despertó salió corriendo de la habitación gritando. Cosa que hizo que Nico se revolcara en su miseria.
Los gritos agudos del niño hicieron que la cabeza de Nico zumbara.
Tenía la boca seca, como si nunca hubiera probado una gota de agua.
Le dolía el estómago.
Su cabeza lo estaba matando.
La luz hacía arder sus ojos.
Se sentía miserable.
Miro la habitación en la que estaba confundida. No era su casa, y aunque primero barajó la posibilidad de que en su estado de embriaguez secuestro un niño por diversión, en realidad, no parecía lógico. ¿Para qué iba a querer un niño? Son gritones y molestos.
Encontró una botella de agua sobre la mesita de noche y se la bebió entera.
Eso lo hizo sentir un poco mejor, pero seguía mareado y adolorido.
Alguien toca la puerta y Nico se cubre los oídos por reflejo, sintiendo como el sonido martilla sus tímpanos.
La puerta se abre ligeramente y una figura femenina se asoma.
— Por fin despertaste.— Dice en un tono bajito. Nico se sorprende de ver de quién se trata, aun así, el dolor no le permite reaccionar sorprendido.—Creí que habías entrado en coma.
— Chiara Salvatore.— Brama con la voz ronca y desgastada.—¿Acaso me recogiste de un basurero? ¿Eres la madre Teresa de Calcuta?
La chica de cabello negro largo y rizado hace una pequeña mueca.
Obviamente, no esperaba que su amabilidad fuera recibida con comentarios pasivos agresivos.
— La madre Teresa de Calcuta era una fetichista del dolor y la pobreza. Si lo fuera, te habría dejado en esa parada de autobús.— Chiara lanza la ropa en sus manos a la cama—Date un baño y baja a cenar, aquí tienes algo de ropa.
— ¿Cenar?— Le cuestiona Nico sobando su cabeza adolorida.
— Dormiste todo el día.— Bufa la chica. Ella estaba a punto de irse, pero se giró para verlo y soltó una risita.
— De que te ríes.— Pregunta Nico con voz ronca y oxidado.
— Reza por qué ese marcador no sea permanente.— Dice entre risas.
El pelinegro le toma al menos media hora levantarse de la cama y dirigirse al baño para tomar una ducha. Todo le daba vueltas. El agua caliente relajo sus músculos tensos y doloridos, pero seguía sintiéndose como la mierda.
La ropa que le dio Chiara le quedaba un poco grande, no demasiado.
Se trataba de una camisa de alguna banda de metal y un gótico pantalón negro rasgado por doquier. Luego de vestirme salí de la habitación, camine por el pasillo observando las fotos de la familia y los adornos que hacían la casa un hogar. Era raro para Nico ver las fotos familiares, Chiara de pequeña en los brazos de su adolescente padre en su bautizo, había condecoraciones y supuso que el militar de aspecto frío y serio era el mismo joven que muy apenas podía sostener a una bebé.
Había fotos de boda con una mujer bonita, pero Chiara estaba presente en todas las fotos siendo la niña de las flores. Aunque era tan pequeña que estaba seguro de que babeo las flores.
Una bonita foto en especial llamo la atención de Nico. Chiara debía tener unos nueve años sosteniendo un bebé como si fuera un saco de papas, debía ser su hermano menor. El niño que lo miraba dormir como un loquito.
Seguro hijo biológico de su papá mortal y su madrastra.
Quizás madrastra malvada. No sería demasiado raro en un semidiós.
Nico bajo las escaleras y siguió las voces hasta entrar en el comedor.
Chiara estaba allí. Traía puesto una falda larga con un patrón floreado y una camiseta sin mangas, ella estaba poniendo la mesa junto con un niño de unos 7 años que en cuando me vio salió corriendo entre risitas burlonas.
“Maldito mocoso” el pensamiento cruza por la mente de Nico, pero no lo dice abiertamente. Por los dioses, el niño le dibujo un pene en la frente.
— Vaya, si pudiste bajar las escaleras sin caerte — Dice Chiara dándole la espalda.— Y ¿Cómo te sientes?—Ella termina de colocar los cubiertos en su lugar y se gira para ver al chico.
— Miserable.
— Mmm…— Ella alza los hombros, algo indiferente—Pues como siempre entonces — Comenta satisfecha.— Sé amable con mi mamá, no quiero que piense que me junto con alcohólicos.
— Seré un encanto.— Gruñe con una sonrisa forzada y amenazante.
Una mujer de mediana edad entra por la puerta seguida de un niño aferrado a sus faldas. Al ver al joven sonríe.
— Buenas noches.— Exclama Nico cambiando su tono a uno más amable y cuasi caballeroso. Chiara se apoya de la mesa y alza una ceja— Tiene un hermoso hogar, señora Salvatore— Le halaga de una forma muy educada.
— Hola compañero semidiós de Chiara.—Exclama la mujer con genuina felicidad mientras sirve la comida.—Ven, toma asiento.
Chiara y el niño toman asiento, este último me saca la lengua y el hijo de Hades no pudo evitar lanzarle una mirada asesina al crío de mierda.
Sí, Nico estaba pelándose con niño pequeño. Y el niño va ganando.
— Disculpe la intromisión, espero no estar causándole problemas.— Dice Nico antes de tomar asiento.
Chiara se sorprende al verlo actuar de una forma tan respetuosa.
Su semblante cambió, pues hasta hace unos segundos lucía enfermo y ahora parecía en perfectas condiciones.
Como si la resaca y dolor hubiera desaparecido por completo.
— No te preocupes, chico.—Dice la mujer con un tono maternal—Aunque tienes suerte de que mi esposo no esté aquí.— Una sonrisita cruza sus labios —Es muy sobre protector con Chiara.
La susodicha mira a la mujer con una mirada sentenciosa y alterada.
— Mamá.— La regaña.
— Solo bromeó.— Se ríe y deja un plato lleno frente al hijo de Hades.—Soy Mónica Salvatore, es un placer conocer a un amigo de Chiara.— La mujer señala al niño que mira a su plato intensamente, esperando que le den permiso para empezar comer—Y el pequeño que hizo garabatos en tu cara es Gabriele.— Lo presenta.
— Soy Nico di Angelo, es un placer.— Responde el hijo de Hades.
—Nico di Angelo es un nombre italiano, ¿De qué parte es tu familia?— Pregunta tomando asiento.
— Nací y crecí en Venecia, aunque no recuerdo mucho.— Responde Nico.
— Oh, Venecia.— Los ojos de Mónica brillan—Allí fue mi luna de miel, qué lindos recuerdos— Mira a Chiara—Aunque para ti fue más como unas vacaciones familiares.— Admite.
— ¿Por qué Chiara si puede recoger vagabundos y yo no?— Pregunto el niño en un tono quejumbroso.
Chiara estalla en risas silenciosas y se cubre la boca con la mano.
— Discúlpalo.—Suplica Mónica —Tiene la mala costumbre de hacer bromas.— Dice sentenciosa.
Nico se fuerza a sonreír.
—Está bien.
Mónica hace una oración para bendecir la comida y al terminar indica que todos pueden comer.
Nico mira el plato servido frente a él, había pasado mucho tiempo desde la última vez que comió algo casero.
Con cautela mete una cuchara del contenido del plato en su boca. Y es jodidamente delicioso. Es Risotto. Lo siente todo, el sabor de la mantequilla y cebolla, la suavidad del arroz. Todo se siente delicado y fácil de digerir.
Es una comida perfecta para alguien con resaca. Demasiado buena.
Nico no había comido nada en dos días y básicamente devoró el plato. El sabor familiar lo hizo sentir a gusto.
El hijo de Hades no recordaba nada de su tiempo en Italia, pero este sabor en su boca se sentía conocido. Como si fuera algo que su madre le haría.
— Vaya, sí que tienes buen apetito.— Dice Mónica—¿Quieres otro plato?
— Está delicioso.— Afirma Nico.
— Chiara lo hizo.—Exclama Mónica orgullosa— Está aprendiendo por qué ese novio que tiene no para de decir que va a casarse con ella.— Dice como si fuera lo más común y normal.
Chiara básicamente se atraganta y se cubre el rostro con una mano.
— Dioses, por qué no lo publicas en Facebook.— Susurra avergonzada.
— Perdón, cariño.— Se disculpa Mónica y susurra en dirección a Nico— Es que es muy tímida.
Nico comió tres platos de Risotto. No sé arrepintió de nada. Y le lanzo tres guisantes a la cara al pequeño que se carcajeaba del otro lado de la mesa en el momento en que Mónica y Chiara se levantaron para recoger la mesa.
Chiara le dio una bolsa con su ropa y lo acompaño a la entrada.
—¿Quieres que te pida un Uber?— Pregunta la joven de ojos jade.
— No, con cargar mi teléfono es suficiente. — Respondo indiferente. Salgo de su pórtico y camino por la entrada con la intensión de irme, pero me detengo. Suspiro profundamente y me giró hacia ella.—Lo siento. Siento ser un patán. — Me disculpo —No sé qué me pasa. Gracias por… Todo.
Chiara aprieta los labios y niega con la cabeza restándole importancia.
— Está bien.—Murmura— Piensa que es una retribución, estamos a mano.
— ¿Retribución? ¿Por qué?— Le cuestiona Nico confundido.
— Que no lo recuerdes no significa que no haya pasado, me llevaste al campamento mestizo ¿No?— Dice.
Nico exhala con fuerza aun con la cabeza dando tumbos.
Él la llevo al campamento mestizo, pero fue una misión. Quiron lo envío y era su deber llevarla en una pieza.
No fue un favor.
— No fue para tanto.— Murmura.
— Lo fue para mí.— Dice Chiara.
— ¿Y la ropa?— Pregunta Nico.
— Es ropa vieja de mi papá, paso por una época de esoterismo cuando era joven para molestar a mi abuelo.— Me explica —Así conoció a Hécate.
— ¿Y él…?— Nico trata de indagar.
— Está en la base militar. —Explica con simpleza. —Es coronel, así que está muy ocupado.— Murmura.
Ambos se quedan unos segundos en silencio, solo mirándose mutuamente.
— Yo…— Nico se relame los labios — ¿Hice algo raro estando borracho?— Pregunta con duda en su voz.
Chiara respira hondo, aunque podría burlarse de él por protagonizar un musical para la diversión de Apolo, decide que es mejor no decir nada.
— No, no…— Niega con la cabeza varias veces— Solo hablaste mucho sobre que no podías jugar Mitomagia por qué ninguno de tus amigos sabe como hacerlo.— Dijo con simpleza.
Eso era verdad, claro que no la verdad completa, pero algo es algo.
Nico suspira aliviado.
— Te devolveré la ropa.— Le asegura el hijo de Hades.
— No hace falta.— Niega con la cabeza y se apoya en la columna en el pórtico —Ten buena noche y …— Rueda los ojos—llama a tu amigo, creo que está preocupado por ti.— Me indica.
— ¿Lo sabes por tus trucos de bruja?— Le cuestiona el pelinegro.
— No.— Niega con obviedad.—Estuvo llamándote toda la noche.
Si eso suena como Jason.
Hola chicas y chicos.
Temblaron ¿Verdad?
El capítulo si está fumado, pero no del modo en que ustedes pensaban.
Nahhh, les dije que solo iba a dar contexto de como funciona la relación de Nico y Chiara. Así que son caps de contexto básicamente.
Dejen muchos comentarios o cancelo la pinche historia ☠️☠️☠️
Memes del capítulo:
Mi niño bien alucinado haciendo bailar a un montón de cadáveres:
Bye bye.
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