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“Solsticio de verano”
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Narrador Pov.
Diez meses antes.
La joven de piel blanca se acerca al pequeño tocador de madera tallado a mano con diferentes figuras haciendo alusión a la diosa de tres caras. Abre una de las gavetas y toma una caja en forma de corazón, de color rojo vino con círculos blancos, levanta la tapa y se encuentra con sus collares, anillos, aretes y todo tipo de joyas de fantasía que solía comprar con frecuencia.
Aunque los anillos solían oxidarse a menudo y manchar sus dedos.
Se coloca los collares de perlas falsas y luego los aretes más pequeños que se encontró entre todas sus joyas.
— Chiara, ¿Puedes ayudar a Marcel con las cartas de tarot?— Pregunta la líder de cabaña, sonando fastidiada.— Oh, te ves preciosa.— Dice al verme y pregunta— ¿En serio no quieres ir?
Niego con la cabeza.
— Bien.— Dijo sin insistir.— ¿Con respecto al asunto de Marcel?
— Lo ayudaré — La tranquilizó.
María suspiró con alivio.
— Gracias, está empeñado en hacer una lectura antes de ir al solsticio.— Me explica en un tono cansado.
Chiara sonríe y le da palmadas en el hombro a la líder de su cabaña, pues el pequeño Marcel había llegado hace relativamente poco y tenía demasiada energía dentro de su cuerpo. Entendía por qué María de pronto se veía como una madre soltera miserable, pues su pequeño hermano exigía mucho.
Chiara se mueve entre los recovecos de la cabaña buscando a su nuevo y enérgico hermano menor. La cabaña luce pequeña desde afuera, pero es un laberinto, está llena de habitaciones, pasillos y pasadizos en su interior.
Encuentra a su hermano menor sentando en el piso con las piernas cruzadas como un niño pequeño.
— Escuché que necesitas ayuda.— Dice Chiara, tomando asiento frente a él con una sonrisa en sus labios.
— ¡No entiendo cómo funciona esto Chiara! ¡Dioses…!.— Admite sonando desesperado. Chiara aprieta los labios para no reírse al ver como Marcel se comportaba tan exaltado, como si su mundo se estuviera derrumbando.—¡¿Cómo puedo ir a ver a mamá sin poder hacer algo tan simple?!
— Tranquilo.— Chiara extiende su mano hacia la de su hermano para consolarlo.— Te enseñaré.
Marcel suspira temblorosamente y contiene sus lágrimas. Estresado.
— Toma las cartas.— Le indica la joven de piel blanca y ojos verdes como el jade. El pequeño respirar hondo y obedece.— Ahora separa dos mitades. Y después trata de que las dos mitades se mezclen. Bien.— Es inteligente y hace lo que me piden.— Así, y ahora quiero que tomes una carta de abajo y la lances al suelo en el centró.— Le explica suavemente.
— P-pero no sé cómo funciona.— Balbucea Marcel, dudando.
Chiara sonríe.
— Tranquilo tonto, yo te ayudaré a interpretar las cartas.— Le aseguro y él lanza la carta con cautela.
Marcel jadea con fuerza, asustado.
La carta de la muerte.
— Chiara.— Balbucea Marcel.
— Cálmate, cálmate. No siempre significa un presagio de muerte.— Trato de tranquilizarlo.—No tienes que temer. La carta representa cosas como el cambio y la transformación.— Le explica rápidamente —Vamos, sigue lanzando cartas.— Le pide.
— ¡No! ¡No quiero!— Tartamudea.
— Shh… Shhh—Sisea. Chiara se estira y frota sus brazos, tratando de darle consuelo.—Esa es la carta central, y ahora lanza otras cuatro alrededor.
Marcel niega con la cabeza.
— Vamos, las demás cartas te darán contexto.— Le aseguro.— Te cuentan una historia.— Explica —Solo tienes que tener paciencia. — Le insiste.
Marcel mira la mano de cartas y dudando, se atreve a lanzar otra.
Chiara aprieta sus labios y sus ojos pierden su brillo mientras escucha el eco lejano del chillido de miedo de su hermano pequeño, él sigue lanzando cartas hasta completar las cinco.
Marcel se levanta de golpe, gritando aterrado. El Masó de cartas se resbaló de sus manos desparramadose por el suelo, dejan las vacías. El niño salió corriendo del cuarto, asustado.
— ¡Marcel!— Grita Chiara antes de volver su rostro al piso de madera.
Todas. Sin excepción.
Eran la carta de la muerte.
Una figura oscura sosteniendo una hoz en sus manos esqueléticas.
Chiara trataba de darle sentido a lo que estaba viendo. Respiro hondo y trató de no asustarse. Al parpadear las cartas volvieron a la normalidad.
— ¿Ya se van?— Pregunto al aire.
El grupo de semidioses dieron un salto en sus lugares, exaltados por la repentina aparición del pelinegro.
— ¡Dioses!— La morena de ojos arcoíris se lleva la mano al pecho— ¡Te dije que no hicieras eso!
Nico se ríe complacido y Piper le da un manotazo en el hombro, agitada.
— Cada vez que te apareces de la nada se me baja el azúcar…— Se queja Leo mientas se soba la nuca, casando.
— ¿De qué hablan? Siempre estuve aquí.— Nico mete sus manos en los bolsillos de su chaqueta — En esa esquina.— Señala con el mentón la esquina oscura de la casa grande.
Todos los miran recelosos.
— Voy a tener pesadillas.— Le advierte Percy, en un suspiro.
— ¿En serio no planeas asistir?— Le cuestiona Jason algo preocupado.
— No estoy de ánimos para convivir con tantos dioses.— Bufa con cierta indiferencia.— Nos vemos más tarde, pásenla bien.— Les desea suerte.
Nico le da un beso en la frente a su hermana y un suave empujón a Jason antes de dirigirse a la puerta.
— Oye, nada de fumar.— Le Advierte Annabeth y Nico rueda los ojos.— Si lo haces lo sabré, te lo aseguro.
— Sí, mamá.— Dice sarcástico.
El hijo de Hades estaba sentando en el pórtico de su cabaña. Aburrido hasta los huesos, con la mirada perdida en la nada mientras se fumaba un par de cigarros. Se dijo a sí mismo que solo serían 2 o 3, pero ya llevaba 10.
Aun así, no lo encontró tan grave por qué estando en el campamento no se le permitía fumar sin un castigo.
Lo que es entendible, considerando que es un lugar lleno de niños.
Quiron era igual que un sabueso y siempre terminaba encontrando las cajas de cigarrillos escondidas por su cabaña. Recibe un castigo, lo cumple y repite el ciclo. No diría que es adicto, solo lo hace cuando está solo. Y el día de hoy no podía encontrarse más solo.
Nico apartó el cigarrillo de sus labios y exhaló el humo de sus pulmones.
Hoy es el día del solsticio de verano, un evento muy esperado por muchos semidioses griegos. Temprano en la mañana los campistas habían partido en autobuses para una “excursión” al Olimpo y ver a sus padres divinos.
Todos, incluso algunos sátiros, ninfas y otras criaturas en el campamento.
Todos. Excepto Nico.
Le estaba haciendo la guerra al Rey del inframundo por una discusión que tuvieron recientemente. Así que decidió no asistir para molestarlo.
¿Por qué discutieron? Él ya no lo recuerda en realidad, pero tiene que seguir enojado por principio.
Su relación padre e hijo se basa básicamente en encontrar cosas por las que estar enojados u ofendidos, pero al final Nico termina yendo a cenar casi todos los domingos.
Ellos harían las paces en su momento, por supuesto, pero por ahora prefería mantener distancia. Solo por joder.
Claro que se arrepintió de su estúpida e infantil decisión minutos después de que todos se fueran, incluyendo claro a sus amigos más cercanos. No tenía a nadie con quien hablar, había mucho silencio, estaba aburrido, empezaba a oscurecer y a la velocidad a la que iba terminaría por acabarse con la caja de cigarrillos entera en unos minutos.
Estar solo le dio tiempo para pensar, y en este momento de su vida quedarse solo con sus pensamientos no era algo que quisiera. Había demasiadas cosas pasando en su vida, y quería ignorar la situación lo máximo posible.
Al final del verano su novio Will partiría a Inglaterra para la semana de orientación en su universidad.
Y eso dejaba su relación en la nada absoluta. No estaba seguro de que pasaría, si tendrían una relación a distancia o si iban a terminar.
Todo es demasiado complicado y difícil ahora mismo.
Tuvieron varios problemas el año pasado, pero se habían aferrado el uno al otro. No querían terminar, pero y ahora parecía que el destino encontró otra forma de separarlos.
Las cosas parecían tan fáciles cuando tenían quince años, pero últimamente parecían que ambos se odiaban.
Todas sus conversaciones terminan en peleas y podían pasar días sin siquiera dirigirse la palabra.
Pensar en ello hacía que al hijo de Hades le doliera la cabeza.
Nico repasó la mirada por el campo abierto contando las mesas de pícnic cuando noto una figura femenina de aspecto juvenil vestida de blanco que se adentraba en el bosque cargando con una especie de altar lleno flores y un montón de cosas amontonadas.
Estando totalmente solo en un lugar perdido en el bosque para los ojos de mortales, quizás debería pensar que era un espíritu o fantasmas, dos cosas que no le quitan el sueño, pero eso fue lo último que pensó. En realidad supo que era una semidiosa por su aura y se preguntó que hacía allí y no en el Olimpo con su padre divino.
Se acercó lentamente, intentando ser cauteloso y no parecer raro. Aunque eran los únicos allí, así que era una situación bastante rara en realidad.
Siguiéndola como un stalker.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca como para reconocerla detuvo sus pasos. Claro que la conocía. Él la trajo al campamento hace 3 años.
No recuerda su nombre.
Es algo con «A» pero ahora mismo no le viene a la mente, pero por suerte si recordaba su apellido, es memorable y tiene raíces italianas claramente.
— Salvatore.
Ella se detiene y gira su rostro hacia atrás para mirarme inexpresiva.
No parece sorprendida.
Llevaba puesta una larga falda blanca que le cubría los pies, haciendo que pareciera que flotaba. Su camisa no le cubría el ombligo, parecía una especie de corset igual de blanco que su falda. Además de llevar sobre su cabeza una elaborada corona de flores, su cabello rizado color castaño oscuro cae por su espalda como una cascada, se sacude con sus pasos, sus rizos son definidos y parecen brillar con la luz del sol.
— Pensé que ibas a estar siguiéndome como un loco el resto de la tarde.
El pelinegro frunce el ceño.
— No estoy loco.—Se defiende.
La joven hace sonar su garganta como si no estuviera convencida.
— Mmmm.— Ella se da la vuelta y sigue el sendero al lago.
Nico se apresuró a seguirle, curioso.
Por pura educación se acercó y le quitó la caja que traía en las manos llena de flores, velas, dulces y otras cosas que no era capaz de ver, por qué se veían pesadas y ella es una chica.
Si su hermana mayor Bianca lo viera ignorar la situación regresaría de la muerte para darle un manotazo en la nuca por no ser caballeroso.
— ¿Por qué no estás en el Olimpo?— Pregunta el pelinegro interesado.
No es como si tuviera algo que hacer.
— Mantengo contacto con mi madre de formas alternativas.— Afirma.
— Con altares y brujería.— Tanteo mirando el contenido de la caja.
— Pues verás…— Ella se gira para mirarme con sus ojos verdes jade, absolutamente sería—Soy bruja.— Admite con gran dramatismo.
Nico pone los ojos en blanco y ahoga un gruñido en garganta.
— Te queda el sarcasmo.— bufa.
Cuando llegan al final del muelle de madera, se detienen sus pasos. Nico deja la caja en el suelo y cuando mira a la hija de Hécate sentarse en el filo del muelle, el imita su acción.
— ¿No soportas un poco de soledad?— Pregunta la joven de forma distraída mientras saca las cosas de la caja.
Nico observa las velas talladas a mano, arreglos florales y unas bolsas llenas de galletas de mantequilla.
Al final de la caja había una especie de pequeño barquito hecho de madera y paletas de helado, donde la castaña empezó a colocar las cosas que trajo.
El pelinegro relame sus labios, algo inquieto por la necesidad de fumar.
— Me cansé de ver crecer el pasto.— Saco un cigarro de la caja y lo pongo entre mis labios —Ahora veré cómo haces tu brujería para pasar el rato.
— Un hijo prohibido invitándose solo qué sorpresa.— Murmura por lo bajo.
Nico toma el encendedor metálico del bolsillo de su camisa y lo lleva al otro extremo del cigarrillo en sus labios.
No lo enciende.
No de inmediato, mira a la chica a través de su flequillo ondulado.
— ¿Te molesta si fumo? Son de menta.— Agrega el pelinegro como si ese detalle lo hiciera mejor.
La joven de orbes jade alza los hombros, despreocupada.
— Haz lo que quieras.
Nico toma eso como un “Sí” y enciende el cigarrillo.
Llena sus pulmones de humo y toma el pequeño cilindro entre sus dedos índice y medio para apartarlo de sus labios. Contiene la respiración y echa la cabeza hacia atrás para dejarlo salir en forma de pequeños aros de humo.
— Es un altar muy elaborado para tu madre divina. — Opina mirando de reojo el altar —Debe caerte bien.
— Supongo.— Dice distraída.
Nico mira el cielo tornándose rosa, naranja y amarillo, y como este se refleja en el agua del lago.
Baja su mirada ónix y nota cierto temblor en las manos de la chica al acomodar el pequeño altar.
— Parece que tienes experiencia.— Murmura el hijo de Hades.
— El solsticio de verano es un día de renovación, te limpia, como volver a nacer.— Le explica la rizada.—… Mis hermanos hacen el ritual en la noche al llegar del Olimpo, pero yo prefiero hacerlo temprano. No me gusta tener que esquivar a las arpías.— Bufa.
— ¿No te gustan las reuniones familiares?— Pregunta y no puede evitar sonreír al pensar en su mismo recluido en una esquina esperando que el evento termine por fin.
— La primera vez que fui al Olimpo un dios menor me dijo que… Era la criatura más hermosa que hubiera visto. Eso me asustó.— Ella se sacude como si recordarlo le diera escalofríos —En la mayoría de relatos griegos las mujeres no salen bien paradas cuando llaman la atención de un dios.— Dice.
— ¿Qué? ¿No era lo suficientemente atractivo?— Pregunto con burla.
— Yo tenía 13 y el cientos de años, no estaba pensado si era atractivo.— Su tono serio y firmé le dice a Nico que no está bromeando —Así que prefiero no asistir.— Finaliza con voz ronca.
La pelinegra ni siquiera lo mira y Nico nota que fue demasiado lejos.
Ella tiene esa expresión dura en su rostro como si quisiera mandarlo a la mierda, pero no lo hace.
Salvatore solo aprieta los labios haciendo que pequeños hoyuelos se formen en sus mejillas pálidas.
— Lo siento, creo que fui insensible.— Se disculpa antes de darle otra calada a su cigarrillo.— Debió ser malo.
— Está bien.— Ella suelta sin más y da una palmada en sus muslos.— Pareces muy interesado, ¿Quieres participar?
— Bueno. No es como si tuviera algo más que hacer.— Murmura Nico y aplasta lo que queda del cigarrillo contra la madera del muelle.
— Ten.— Ella toma una corona de flores y se estira para colocarla sobre mi cabeza.—Y necesitas estar vestido de blanco.— Le indica la menor.
La rizada chasquea sus dedos y la ropa antes negra del hijo de Hades se torna de un color blanco impoluto.
Nico se mira a sí mismo y frunce el ceño ante el cambio de color.
— Me gustaba este pantalón. Espero que sea reversible.— Brama.
— No seas quejumbroso, tu papá es el dios de las riquezas. — Ella toma las velas y las coloca estratégicamente en los puntos vacíos del barco, en dónde no hay flores ni comida— Creo que te puedes comprar otro.— Resopla.
Nico rueda los ojos.
— ¿Qué no trajiste encendedor?— Pregunta y estuvo a punto de ofrecer el suyo, pero Salvatore lo miro con una ceja alzada y pasa su mano por encima de las velas. Un chispazo y estás se encienden a la par—O puedes hacer eso.— Murmura el pálido.
— Es un buen truco simple de bruja.— Le explica con tranquilidad.
La joven toma el barquito y se inclina para dejarlo en el agua. Este empieza a flotar lejos del muelle, para sorpresa de Nico este no se hunde por el peso.
— Debió tomarte mucho tiempo hacer esto, es muy elaborado.— Murmura.
— Gracias por el cumplido.—Ella se arrodilla y cierra sus ojos, junta sus manos como si estuviera rezando y murmura algo que Nico no escucha.
El sol llega al punto en que se oculta en el horizonte y empieza a oscurecer mientras el viento sacude los árboles que crujen y silban con fuerza. Por un momento Nico jura que todo se quedó en silencio. El sonido del agua, grillos, la brisa y pájaros. Todo se detuvo.
Como si la naturaleza se quedará callada escuchando lo que la hija de Hécate tuviera que decirles.
Y como si hubiera encendido un interruptor, todos los sonidos de la naturaleza regresaron al mismo tiempo. La chica abrió los ojos.
El pequeño barco se incendió en una bola de fuego y luego fue tragado por las aguas turbias del lago.
Nico alzó una ceja ante tal escena, esto daba un poco de mal rollo.
— Bien, ya es hora.— Ella se puso de pie y Nico la imito.— Está hecho.
El cielo estaba oscuro, y Nico no podría decir en qué momento eso sucedió, pues hace un minuto aún estaba bastante claro y despejado.
— ¿Y ahora qué?— Pregunta Nico antes de recibir un fuerte empujón que lo mando al fondo del lago.
Pasar del calor abrasador del verano al frío del lago se sintió liberador, sus pies tocaron el fondo pastoso del lago y lo impulsaron hacia arriba, cuando su cabeza sale del agua toma aire de forma escandalosa, sus ojos estaban empañados, pero pudo ver la figura de la chica lanzarse al lago y luego el chapoteo que provocó su caída.
— ¡Qué graciosa, Salvatore! — Ella sale del agua empapada, sin la corona de flores—¡Eres muy madura!— Chilla y salpica agua directo en su cara.
La de ojos jade se carcajea y limpia su rostro con su mano antes de salpicar al pelinegro de la misma manera.
— Es parte del ritual tonto.— Se justifica la menor entre risas.
El hijo de Hades estaba molesto por ser sorprendido y como el niñato caprichoso que es, sigue salpicando agua en dirección a la castaña.
Cosa que no resultó unidireccional por qué Salvatore resultó jugar aún más rudo, intento ahogarlo un par de veces y la maniática se reía cada que Nico tosía al salir del agua. Nico le hizo lo mismo solo que más suave.
Después de todo es una chica.
Nico notó que cada vez que sonríe o se reía al verlo ahogarse un hoyuelo se formaba en su mejilla derecha.
Empapada la chica coloco sus manos en el filo del muelle y se impulsó para salir del agua, le tomo un momento de pasar de estar arrodilla a ponerse de pie llenando el muelle de agua.
Nico solo hizo un viaje de sombras y se manifestó parado en el muelle.
Ambos igualmente empapados.
— ¿Qué clase de brujería es esta?— Murmuro extraño el pelinegro.
Nico podría jurar que se sentía ligero como una pluma. No solo eso. Él tenía un dolor crónico en el hombro, no era algo porque quejarse, pero es molesto y lo desarrollo con el tiempo. No sabe el porqué del dolor, pero supone que fue una herida que no sano bien.
Ese molesto dolor parecía haberse desvanecido. Es como si este nunca hubiera existido en primer lugar.
Desapareció y ya.
— Te lo dije— Ella toma el extremo de la larga falda entre sus manos y la gira para escurrirla— Renovación.
— Parece que no fue una total perdida de tiempo.— Bufa Nico sacudiendo su cabeza como un perro para sacar algo de agua de su cabello negro azabache.
— Chiara.— Dice al aire.
Nico frunce el ceño y la mira.
— ¿Qué?
— Mi nombre es Chiara Salvatore.— Brama la chica — Ni siquiera eres bueno ocultando que lo olvidaste.
— No lo olvide, solo no lo recordaba. Son dos cosas diferentes — Le rebate.
Ella rueda sus ojos jade y se ríe amargamente. Negando.
— No me sorprende que lo olvidarás.
— Que no lo olvide.— Bufa Nico.
— Claro.— Dice sarcástica y lo mira devuelta.— ¿Cómo te llamas?
Nico entrecierra los ojos.
— Sabes cómo me llamo.
Ella lo mira inquisitiva y expectante durante demasiado tiempo haciendo que él se vea obligado a ceder.
— Me llamo Nico di Angelo.— Se presenta en una exhalación.
—Es un placer conocerte de nuevo.— Exclama empezando su camino de vuelta al campamento. Empapada.
—¿Acaso todos los hijos de Hécate son así de teatrales?.— Pregunta Nico de forma despectiva, siguiéndola.
— Sí.— Afirma Chiara.
Caminan por el sendero dé regreso al área de las cabañas y al subir la cima de una pequeña colina pueden ver a los Campistas llegar desde la barrera, todos vestidos con togas griegos.
— Mira eso, parece que tus amigos llegaron. — Comenta Chiara —Suerte explicando cómo es qué terminaste empapado.— Se burla entre risas.
El pelinegro se gira para decir un comentario mordaz y audaz para callarla con ingenio, pero está se había desvanecido en la nada.
¿Con qué así se sentía?
— Mmm.— Ahoga un gruñido de desagrado— Esa chica necesita unos cascabeles.— Murmura quejumbroso.
Hola chicas y chicos.
Espero que les haya gustado el capítulo, los próximos estarán orientados a como empezó la relación de Chiara y Nico.
Así que tendrán que quedarse con la intriga de saber que paso con ella y si Nico logro encontrarla.
Chiara Salvatore es de raíces italianas, ella nació en los estados unidos, pero su padre es inmigrante.
Memes del capítulo:
Bye bye.
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