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“No me mires con esos ojos”
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Nico di Angelo Pov.
Actualidad.
Me despierto jadeando, agitado, con la respiración acelerada y una sensación de miedo instalada en lo profundo de mi pecho. La confusión inunda como un río recrecido, sudando frío por las pesadillas que me atormentan, gruñó y arrastró mi cabello hacia atrás.
El sonido de mi propia respiración agitada es interrumpido por un ruido estridente proveniente de afuera.
Hay una gran conmoción. Escucho gente yendo y viniendo, gritando y dando órdenes. Me obligó a mí mismo a levantarme de la cama, me arrastró como un alma en pena por mi cabaña hasta alcanzar la ventana y apartó las pesadas cortinas para mirar a través del cristal. Es una locura allá afuera.
No sé si alguna vez cuando eran pequeños picaron o lanzaron agua sobre un hormiguero, y al instante las hormigas salen y corren en círculos como si estuvieran en pánico.
Justo así se veían los semidioses.
Por primera vez durante días sentí la necesidad de salir de mi cabaña para averiguar lo que estaba pasando.
Y lo hice.
La misión de Chiara fracaso.
Así que los tres se vieron obligados a regresar al campamento por que sus compañeros estaban heridos, y ella sola no podía arrastrarlos a los dos.
Me sentí culpable, pues sé que Chiara se toma muy en serio traer a los niños semidioses al campamento mestizo.
No pude enviar pensar que quizás nuestra situación la volvió distraída, más descuidada o lenta, y por eso su misión fracaso, me hizo sentir un enorme peso sobre mis hombros.
La vi a lo lejos un par de veces, pero ella no se giró en mi dirección.
Nunca me miró.
Yo estaba gritando internamente para que ella me mirará. Solo un vistazo.
Solo quería ver sus ojos.
Chiara entró en la Casa Grande, seguramente para sostener la mano de a sus compañeros mientras cosían sus heridas como si fueran camisas que remendar. Seguramente les dice que todo estará bien, que el dolor sé irá, por qué es ese tipo de persona.
La espero durante unas tres horas afuera antes de que Jason me obligué a abandonar el pórtico la casa grande por qué luzco como un acosador.
Me arrastra a mi cabaña y el mismo afeita mi barba de semanas.
— Pareces un desequilibrado.— Se lamenta como un padre preocupado.
Se queda conmigo para vigilar que no haga ninguna estupidez y coloca una silla plegable al lado de mi cama para verme dormir. Sí. Y por alguna razón inquietante aún puedo ver sus orbes azules eléctricos en oscuridad. Dioses.
A veces se me olvida que Jason es una especie de niño soldado aterrador.
El hijo de Zeus me vigila durante los próximos días, así que cada vez que intento buscarla me detiene. La veo un par de veces a lo lejos vagando por el campamento luciendo miserable.
Escuché que la misión estaba destina al fracaso, incluso antes de salir.
Al parecer el joven sátiro que dio el aviso del posible semidiós ya estaba muerto para cuando llegaron. Aún no están seguros de que existiera aquel supuesto semidiós o si fue devorado antes de que pudieran llegar, pero lo único que encontraron fue una doce de monstruos listos para devorarlos.
Cuando me enteré quise correr hacia Chiara para consolarla. Sabía que ella debía sentirse culpable, era la mayor y la más experimentada de la misión y seguro se sintió horrible llevando a los semidioses directo a una trampa.
En realidad lo hice.
Fui hasta su cabaña y toqué agresivamente la puerta.
Basta decir que sus hermanos no estaban contentos conmigo. Lo que no es sorprendente. Pedí que me dejarán hablar con Chiara, pero solo logré que me lanzarán una pequeña estatua de Hécate a la cabeza y me dijeran que si volvía a aparecerme por allí, iban a maldecirme o algo mucho peor.
No estoy seguro de cómo fue que el hijo de Zeus se enteró tan rápido de lo que paso, pero al momento siguiente estaba sosteniendo una bolsa de hielo contra el chichón en mi frente.
— No quiero que te conviertan en un gato como a ese chico Jack.— Resopla Jason preocupado— Mantente alejado de la cabaña de Hécate, por favor.
— Eso solo es un rumor, Salem nunca fue humano.— Los excusó.
— ¿Y como explicas que viva tanto? Ya tiene como 30 años.— Chilla Jason.
— Amor y buena comida.— Repito las mismas palabras que una vez me dijo Chiara cuando le pregunté por el gato.
— ¿Escuchas lo que dices Nico?— Me cuestiona Jason escandalizado.
Jason presiona con demasiada fuerza la bolsa de hielo contra mi chichón lo que me hace soltar un siseo de dolor y lanzarle una mirada de fastidio.
Un sonido estridente parecido a un grito agudo nos hace saltar a ambos sobre nuestros lugares. Me giró hacia la ventana, veo al gato de pelaje negro y ojos verdes estirarse sobre el marco de la ventana para luego echarse sin quitarme la mirada de encima.
Es Salem, el gato radioactivo de los hijos de Hécate que se pasea por el campamento como si fuera el dueño del lugar. Es raro, suelen aparecerse en las casas de los hijos de la diosa.
El gato me conoce.
Es una ocasión lo acaricié y me mordió. Ha estado persiguiéndome durante unos cuantos días como si fuera mi sombra. Aunque apenas reconocía mi existencia antes.
Además, sus mullidos son demasiado agudos y fuertes. Es escandaloso.
— Me pone los pelos de punta— Sisea el rubio de ojos azules, haciendo una garra con su mano y pasándola por su pecho para alejar malas energías.
Cuando empezó a anochecer le pedí a Jason que volviera a su cabaña, y que ya no tenía que seguir cuidándome. Él no estaba convencido, así que empuje al rubio fuera de la cabaña trece. Creo que su preocupación se manifestó en el cielo, que pasó de estar despejado a cubrirse de nubes negras que ocultan la luz blanca que proyecta la luna.
— ¿Seguro que quieres que me vaya? ¡Puedo quedarme!— Insiste, pero ya lo había empujado fuera del pórtico.
— No hace falta, mamá gallina. — Sostengo la puerta —Estoy bien.
— Nico.— Jason mi mira con ojos de cachorro triste—¿Estás bien?
Su preocupación me hace sentir un extraño nudo en la garganta. Alzó el mentón y trato de mantenerme serio.
— Estaré bien cuando pueda hablar con Chiara.— Afirmó con rudeza.
Jason suspiró profundamente y parece dudar si debe irse.
— Vendré en la mañana.— Me asegura Jason, antes de girarse para dirigirse a su cabaña haciendo que una llovizna suave empezará a caer del cielo.
Ni siquiera he puesto un pie lejos de la puerta cuando escucho un golpe seco en la madera. Suelto un resoplido.
Ruedo los ojos y me giró para abrir la puerta. Ya estaba listo para volver a asegurarle a Jason Grace que no iba a suicidarme y podía dormir tranquilo.
— Joder Jason, te dije que estoy—Mi voz se corta y las palabras se quedan ahogadas en el fondo de mi garganta. Mi mano se aprieta con tanta fuerza en el pomo de la puerta que el metal se deforma. —Chiara.— Balbuceó y mi voz es apenas audible por la lluvia.
Chiara está al final de las escaleras de madera del pórtico de mi cabaña y sé que si intento preguntar cómo tocó la puerta me dirá que son solo «Trucos de bruja» y no una respuesta real.
Me siento aturdido.
Apenas puedo mover la mandíbula para intentar hablar, pero la visión de Chiara a tan solo unos metros de mí, me deja sin aliento.
Ella está frente a mí.
Y de pronto todas esas cosas que planee decirle se amontonan en mi garganta y soy incapaz de hablar.
Mi cerebro se queda en blanco.
Quería decir tantas cosas, pero el nudo en mi garganta crece cuando veo su mirada apagada. Rota. Sus orbes cristalizados por las lágrimas, inyectados en sangre y el verde jade empañado por el dolor y confusión. Recuerdo claramente esos ojos. Esa mirada destrozada, aturdida y sobre todo rota, que me dio semanas atrás.
Quería pedirle que no me mirara de esa forma. Que no me mirara con esos ojos que parecían reflejar dolor.
Sus orbes jade me miran y siento que está escudriñando los recovecos en lo más profundo de mi alma. Me siento jodidamente culpable y miserable, y estoy seguro de que ella lo sabe.
Apesar de estar en la cima del pórtico y ella al final de las escaleras. Soy yo el que se siente pequeño y patético.
Está vestida como el solsticio pasado, con los pies descalzos, llevando solo un vestido blanco de encaje junto a una corona de flores silvestres sobre su cabello negro empapado mientras sus mechones se pegan a su rostro.
Su piel blanca parecía aún más pálida y las ojeras debajo de sus ojos en lugar de ser oscuras, tenían un color rojizo.
— Tengo frío.— Su voz me atraviesa como si me hubieran lanzado una flecha directamente al corazón.
Bajo las escaleras mojadas de mi pórtico tan rápido que fue un poco sorprendente que no me hubiera resbalado y caído de golpe.
—Si, por supuesto.— Mi voz tiembla sin poder evitarlo —Estás empapada, vas, vas a enfermarte si sigues así.— Balbuceó y dudó en tocarla, cauteloso coloco mis manos sobre sus brazos y la guío al interior de la cabaña.—¿Qué hacías bajo la lluvia?— Le cuestionó.
Su piel está fría. Está tan fría que tengo que soltarla por la sensación quemanten que deja en mi piel.
— No lo sé.— Susurra cabizbaja.
— ¿Hiciste ese ritual de nuevo? Aún faltan semanas para el solsticio.— Le cuestionó al ver su vestimenta.
Ella niega con la cabeza, pero no hay tiempo para seguir cuestionándola.
La ayudo a quitarse la ropa, dejando que está cayera al vestido formando un charco de agua. Tomo una de mis camisas y la ayudo a colocársela, le queda tan larga como un vestido.
Hago que se siente y empezó a secar su cabello con una toalla. Sin hablar.
En silencio.
— ¿Puedo quedarme contigo?— Pregunta Chiara en voz baja.
Mi corazón se aprieta en mi pecho y siento una oleada de nerviosismo.
— Puedes quedarte el tiempo que quieras, Chiara.— Le aseguro y me aparto solo para dejar la toalla aun lado. Al regresar mi vista a Chiara la encuentro sentada sobre mi cama—¿Podemos hablar?— Pregunto con la voz ronca, parado frente a ella.
La hija de Hécate levanta el rostro para mirarme directo a los ojos y sus rasgos se llena de confusión.
Salem sale de debajo de mi cama y se sube para frotarse contra Chiara.
Maúlla con fuerza y ronronea.
— ¿Sobre qué?— Me cuestiona con un tono de voz indiferente que se siente como una apuñalada al corazón.
— Sobre todo.—Bramo apenas, pues su rostro sin expresión hacía que mi corazón se encogiera en mi pecho.— Sé que me comporte como un idiota, imbécil, estúpido e inmaduro.— La voz me tiembla mientras el nudo en mi garganta se aprieta.— Dame otra oportunidad y te juro que no volveré a fallarte.— Exclamó con convicción.
Chiara parpadea varias veces batiendo sus pestañas.
— ¿Qué hiciste?— Pregunta confusa.
— Mmhg… Yo, solo.— El dolor en mi pecho crece al recordar las cosas que le hice. Me siento tan culpable, como un jodido hipócrita por qué no puedo evitar llorar—Te hice llorar.— Mi voz apenas logra salir de mi garganta.
Ella no parece reaccionar. No sé si está fingiendo o si realmente olvidó por completo las últimas semanas.
Se ve confundida.
Hueca.
— Bueno, entonces hay que olvidarlo.— Me responde con simpleza.
— No, no es. — Se me corta la voz y el pánico, furia y frustración me golpean de nuevo. Sé que dejarla olvidarlo es lo mejor para mí, pero no puedo dejar que eso pase.—No debes olvidarlo, no es algo que— Empiezo a toser, agitado al sentir que me ahogo en mis propios sentimientos. Caigo de rodillas frente a ella y tomo sus manos entre las mías—Desearía poder pedirte que nunca me perdones, pero no puedo— Lloro porque ni siquiera yo soy capaz de perdonarme—No puedo dejarte ir.
Ella gira su cabeza ligeramente.
— ¿Qué quieres?— Pregunta.
— Grítame. Lánzame cosas, golpéame si es lo que necesitas. Solo has algo.— Le suplicó con la voz entrecortada.
Su figura femenina frente a mí parece distorsionarse por mis lágrimas que se empeñan en empañar mi visión.
— ¿Quieres ser castigado?
—¡Sí!— Niego con la cabeza y me atragantó con mi propio aliento.— ¡No!— Gruñó —No, no lo sé.
— No llores, Niccolò.— Ella limpia mis lágrimas con sus dedos. Su toque es delicado y frío—No estoy enojada.
Quiero creerle. Lo deseo con todas mis fuerzas, pero no puedo.
La abrazo por la cintura y apoyo mi cabeza contra su vientre. Incapaz de soltarla. Incapaz de dejarla ir.
— Lo siento mucho, lo siento, lo siento.— Balbuceó sin poder parar mis lágrimas.—Perdóname, Chiara.— La sostengo con tanta fuerza, como si inconscientemente deseara que nos volviéramos uno solo.—Te amó…— Mi voz se rompe—Te amo demasiado.— Exclamó con dolor.—Te amo tanto que me siento tan enfermo, siento que moriré si no estoy contigo...
— No necesitas recodármelo— Ella acaricia mi peló, enredando sus dedos en los mechones de mi cabello negro azabache —Sé que me amas.
No sé cuánto tiempo estoy suplicando que me perdone. No estoy seguro de si deje de llorar como un bebé pidiendo que no me dejará, no me avergüenza, ni un poco arrodillarme frente a ella para suplicar una oportunidad. No la suelto ni siquiera cuando estamos uno al lado del otro, acostados en la cama.
La abrazo por la espalda, pegando mi cuerpo al suyo lo máximo posible.
Beso su nuca, hombros y oreja.
Pido tantas veces disculpas que me duele la mandíbula y garganta.
Aunque intento dormir estoy tan aterrado de que Chiara se escape de mis brazos que no logro conciliar el sueño. Solo la sostengo. Y cuando ella se estremece y despierta en diferentes puntos de la noche trato de consolarla acariciando su largo cabello negro.
— ¿Tienes pesadillas?— Pregunto suavemente contra su piel.
— Hay fantasmas en mis sueños.— Admite Chiara con la voz llena de miedo, como una niña asustada.
No me sorprende que tenga pesadillas con eso considerando sus encuentros con las almas de adolescentes muertos en su escuela antes de conocernos. Y después, con todo el asunto de abrirle los ojos para traerla al campamento.
Tampoco me porte bien en esa ocasión si lo pienso. Fui un idiota.
— No te preocupes, ningún fantasma podrá alcanzarte si estoy contigo.— Le aseguro con voz tranquilizadora.
Pasamos unos minutos en silencio.
— Nico.— Susurra Chiara.
— ¿Sí?— Pregunto interesado.
— Creo que incluso si renaciera.—Siento a Chiara respirar profundo— Me encontraría contigo de nuevo.
— Eso si logras que te suelte en los campos elíseos.— Murmuro.
En algún momento de la noche me quedé dormido. No sé cuándo, pero cuando abrí mis ojos Chiara no estaba en mis brazos. Se fue sin que me diera cuenta, sin hacer ruido. Había dejado su ropa en el suelo, aún mojada y fría.
Encontré una pequeña nota pegada en el filo de mi espada de Hierro Estigio.
Era la letra de Chiara.
“Volveré a Nambé para buscar al semidiós perdido. Sé que está allí en alguna parte. Y me necesita. Necesita que alguien lo salve”
— Maldición.— Gruñó exaltado, tomando una mochila para llenarla con cosas básicas; Ropa, artículos de higiene, comida, néctar y ambrosía.
Tomo mi espada, y me visto lo más rápido posible. Básicamente, salgo de la cabaña corriendo en dirección a la barrera, pero antes de alejarme unos metros de mi cabaña, soy tacleado.
Ruedo por el suelo entre las hojas secas y la tierra. Gruñó igual que un gato enojado y erizado, pateando.
— ¡Qué carajos te pasa! ¡Loco!— Grito tratando de ponerme de pie.
— ¡¿Adónde vas?!— Gruñó Jason y vuelve a taclearme. Siempre tiene que presumir que es tan grande como un maldito oso.— ¿¡Estás alucinando!?
—¡Tengo que ir a buscar a Chiara! ¡Se fue a Nambé por su cuenta!— Muerdo el brazo de Jason y este chilla.
— ¡¿Qué?! ¿¡Enloqueciste!?— Toma uno de mis tobillos y me jala.
— Sé que no terminamos bien, pero es mi cul— Caigo al suelo de golpe, Jason sube sobre mí y me inmoviliza. El aire se me escapa de los pulmones—¡Hice las cosas mal y ahora me está dando está oportunidad para remediarlo! ¡Y debo tomarla, lo necesito!— Chillo.
— Nico.— La voz de Jason se torna sería—Eh tratado de ser empático por qué sé que sientes culpable y por eso no, no quise ser brusco— Se aclara la garganta—Pero no, no te dejaré hacer está búsqueda sin sentido.— Brama.
— ¿Por qué me dices eso?— Grito con la cara apretada contra el césped.
— Ya pasó un mes.—Recalca.—Ya es lo suficientemente malo que mortifiques a los hermanos de Chiara yendo a su cabaña y hablando de ella.— Dice.
— Iré por Chiara.— Gruñó molesto y trato de librarme de su agarré.
— No irás a ningún lado en ese estado.—Jason toma mis muñecas y las pone por detrás de mi espalda, juntas.
— ¡Tú no me mandas!— Grito—¡Iré quieras o no, solo consideré avisarte que me iba, para que no dejes que los hijos de Hermes se roben mis cosas!
— ¡Nico di Angelo…!— Me grita con tanta fuerza que el cielo se estremece, dejo de luchar y gruñir, solo para mirarlo por encima del hombro.
Jason.
Nunca.
Me hablaría de ese modo.
Su expresión firme flaquea y noto que su nariz y mejillas adquieren un tono rojizo.—Chiara no lo logró.— Dice.
Lo miro consternado.
—La misión fracaso y ella nunca volvió, y al principio quise pensar que ser el Rey de los fantasmas te permitía verla.— Busca las palabras. —… Y esa era tu forma de llevar tu duelo, pero ya no estoy seguro de que diferencies la realidad de la fantasía.— Dice con la voz apretada.—Chiara está muerta, ella se sacrificó para que los demás pudieran escapar.— Sentencia.
No. No es cierto. Jason está mal.
— No intentes confundirme.— Le advierto.— Solo pase una semana tratando de que me perdone, es real, puedo tocarla y hablarle.— Gruñó.
— Perdóname, deje que esto fuera demasiado lejos. — Se disculpa.—Debí buscarte ayuda de inmediato.
— ¡Mira! ¡Ella me dejó una nota hoy! ¡Revisa mi bolsillo!— Grito insistente.
Jason busca en el bolsillo de mi chaqueta de aviador, escucho el sonido del papel arrugado.
Hay un momento de silencio.
Y luego lo escucho soltar un lamento.
— Nico.— Su voz se corta.— Este papel está en blanco.— Murmura.
Mi estómago se tuerce.
Jason estira el brazo y pone el pedazo de papel en mi campo de visión.
Y tiene razón. No hay nada allí.
— Le hicimos una pira, quemamos un Sudario por ella.—Trata de explicar— La última vez que la vi fue antes de que partiera a la misión.— Sisea.
— ¡Ella estuvo en mi cabaña! ¡Dejo su ropa mojada en el piso!
— Nico, esto no— Lo interrumpo.
— Por favor, hermano. Créeme — Le suplicó y veo la duda en sus ojos.
Jason me suelta, deja que me ponga de pie y me sigue hasta mi cabaña. Abro la puerta de golpe y señaló el lugar en el suelo dónde estaba su vestido.
Un nudo se aprieta en mi garganta y empiezo a sudar frío. No solo no hay vestido, sino que toda mi cabaña es un desastre horrible. Hay platos por todo el piso, montones de ropa que se acumulan, muebles rotos y hoyos del tamaño de mis puños en la pared.
— No…— Las palabras se escapan de mi garganta sonando temblorosas.— Ella estuvo aquí. Lo juro.— Balbuceó y me giró hacia Jason.— Créeme, Jason créeme. No estoy loco.— Le aseguro.
Los ojos azules de Jason me mira con lástima y culpa. Se acerca y me toma del rostro, obligándome a mirarlo.
— Te conseguiremos ayuda.— Susurra de forma reconfortante — ¿Bien?
Estoy tan agitado que apenas puedo respirar. Siento que mi corazón va a salir disparado de mi pecho. Como si estuviera a punto de morir ahora.
Asiento con la cabeza levemente.
— Sí.— Balbuceó y doy un paso atrás.— Necesito ayuda.— Admito.
— Tranquilo, hermano. Todo estará bien, te lo— Las palabras quedan en el aire, todo pasa muy rápido, Jason cae al piso de un solo golpe y se queda allí.
Me sorprendió un poco que pudiera noquearlo de un solo golpe.
Tomo una almohada y la pongo debajo de su cabeza antes de salir.
— No estoy loco.— Le repito antes de cerrar la puerta detrás de mí.
Guardo mi espada de Hierro Estigio en la funda que se ata en mi cadera y salgo del campamento mestizo.
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Hola chicas y chicos.
Que misterioso capitulo, que misteriosa situación. A ver hagan sus teorías fumadas. La más fumada tendrá una mención especial en el próximo capítulo, aunque tiene que seguirme por qué si no, no voy a poder poner su nombre de usuario.
Meme del capítulo;
Bye bye.
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