Capítulo 23
El gigantesco bosque se extendía frente a ellos. Se veía mucho más verde y frondoso que cualquier otro bosque que hubieran visto. Se notaba sin la menor duda que era la hondonada que tanto habían estado buscando. Incluso una extraña aura flotaba en el ambiente, era diferente y a la vez demasiado igual a la sensación que dejaba la magia.
—Se parece a los Valles de Oxia —señaló Zaphod.
—No, es aún más grande que los valles de Oxia —aclaró Enver.
—Se siente como si al entrar nunca volviéramos a salir —dijo Rowan sintiendo un escalofrío recorrer su columna—. Está claro que no sería bueno perderse ahí dentro.
Sol dio un par de pasos por delante del grupo. Hacía años que no visitaba aquel lugar, desde que las brujas de Edén lo acogieron.
Los recuerdos de la vida junto a sus padres, junto a su madre, volvieron a su mente tan rápido que lo abrumaron. Sintió sus manos sudorosas. Trató de quitarse la desagradable sensación de nerviosismo y miedo de encima. Miedo a reabrir viejas heridas.
Miedo a quedarse solo de nuevo como cuando era un niño.
Se asustó al sentir una mano sobre su hombro. Preston la apartó como si se hubiera quemado al tocarlo.
—Perdón, no quería asustarte —se disculpó algo avergonzado—. ¿Estás bien?
—Sí, no te preocupes.
Sacó fuerzas para formar una sonrisa que no convenció del todo a Preston.
—Venga, se nos va a hacer de noche si nos quedamos aquí charlando —Sol prácticamente huyó.
El grupo caminó hasta alcanzar el borde del bosque. El límite entre el reino de Altair y la Hondonada. El límite entre los humanos y los feéricos.
—No nos matarán nada más entrar, ¿verdad? —la pregunta de Rowan hizo que todos se tensaran.
—No digas esas cosas —dijo Neil.
Sol fue el primero en adentrarse en el bosque. Preston y después Colby lo siguieron. El resto simplemente los imitaron sin intención alguna de echarse atrás. No ahora que estaban tan cerca de lograr dar el primer paso correcto hacia una reliquia.
—Skie, quédate cerca de mí —le dijo Syo.
—Sí.
Ese bosque era muy diferente a cualquier otro que hubiera visto. Ni el bosque que rodeaba el gremio de cazadores, aquel en el que se encontraba el Templo de la Luna o el bosque Dhara'ah eran remotamente parecidos.
El silencio eran tenso y sepulcral. No se escuchaba el viento, el canto de los pájaros o a otros animales. Solo se escuchaban sus respiraciones y la hierva y hojas crujir bajo sus pies.
Trató de ver más allá de la vegetación que los rodeaba. Era tan poca la luz que pasaba entre las copas de los árboles que las sombras no dejaban ver muchos metros a la lejanía. Lo peor de todo es que desde que pusieron un pie en el bosque Skie se sentía observada.
—No me gusta este sitio —admitió—. Syo ¿tu no sientes como si...? —la pregunta murió en su garganta— ¿Syo?
El ladrón no estaba delante de ella. No había nadie delante de ella. Se giró para mirar a los cazadores que deberían de caminar detrás, tampoco estaban.
—¿Preston? ¿Sol? —los llamó sin obtener respuesta— ¡Chicos! —alzó aun más la voz.
Siguió sin recibir respuesta alguna.
Era igual que cuando se separaron en el templo. Pero esta vez no habían caído en ninguna trampa que los separara, simplemente todos habían desaparecido.
Trató de calmarse. Cerró los ojos e inspiró con intensidad, relajando sus músculos y sus pensamientos. Cuando volvió a abrirlos una sensación familiar la recibió. Era la extraña atmósfera que dejaba la magia tras ella. Debió de imaginarlo.
Estaban en territorio feérico. Un lugar donde los humanos no eran bien recibidos.
Llevó la mano a la daga que Enver le había dado tiempo atrás y que aún conservaba. Seguía guardada en su chaqueta. Aunque probablemente no le sirviera de mucho se sentía más segura con ella encima. Había practicado mucho y ahora la controlaba mejor gracias a los entrenamientos que había continuado con Syo y Colby.
No podía confiar aún demasiado en la magia que apenas estaba aprendiendo a usar. Violette no había tenido tiempo a instruirla mucho aún, solo le había enseñado trucos simples de sanación y defensa. No servirían de nada contra seres que vivían a través de esencia del mismo origen de la magia.
Caminó con mucha más cautela. Vigilando tanto como podía todos los ángulos. En cuanto sentía algo acechándola o notaba algún movimiento por el rabillo del ojo, aunque se lo hubiera imaginado, se ponía instantáneamente en guardia.
«Si mamá me viera así no se lo creería», rió internamente a causa de su propio pensamiento. Recordaba lo asustadiza que era de pequeña. Andaba llorando a cada rato y corría a las faldas de su madre para esconderse tras ella.
Incluso cuando Silvia llegó el castillo por primera vez y se presentó ante ella como su nueva sirvienta, ella corrió a esconderse. Sentía que la única que podía protegerla era su madre. Sentía que cerca de ella estaba completamente a salvo. Y aunque ya no era esa niña tan asustacida y necesitada de protección, si que añoraba esos días.
—¡Skie!
A la princesa casi le dio un infarto al ver salir de golpe a Sol de entre unos arbustos.
—¡Sol! Madre mía, me asustaste —a pesar de ello formó una sonrisa—. Me alegro de verte. No encuentro a los demás desde hace un buen rato.
—Nos separamos, no sé cómo —el chico se quedó pensativo—. Hay que encontrarlos, y rápido. Aunque sean cazadores este bosque es muy peligroso.
—Hay algo que no comprendo aún. En la Hondonada es donde habitan las hadas, ¿por qué serían tan peligrosas? ¿No se suponen que son seres mágicos amables con las personas?
—Puede que en los cuentos sí, pero la vida real es muy diferente —admitió el chico mirando alrededor alerta. Parecía desconfiar de cada hoja y cada rama que les rodeaba—. Las hadas son muy territoriales y desconfiadas con los humanos. Protegen su bosque a cualquier costo. Además, no solo habitan las hadas aquí, como ya sabes también están los greenlanders, también elfos, gnomos, trasgos, dríades y otros muchos —Skie no conocía muchos de los seres que Sol había nombrado—. Algunos solo atacan a humanos si estos resultan una amenaza. Otros sin embargo, pueden atacar por mera diversión. Los trasgos, por ejemplo.
—No sé si me apetece conocerlos entonces.
Caminaron por un rato largo. Skie sentía por momento que andaban en círculos por más que Sol asegurara que no. El paisaje era siempre igual y no encontraba puntos de referencia que le pudieran indicar si sus sospechas eran ciertas o no.
Después de lo que a ella le parecieron horas caminando, decidieron sentarse en una roca a tomar un descanso. Por suerte Sol llevaba agua en su mochila y algo de fruta fresca que le ofreció a la princesa.
—Llevamos mucho rato caminando y no hemos encontrado a nadie. Ya no es solo que no hayamos encontrado a nuestros compañeros, es que no hemos visto a ningún feérico tampoco —por las palabras de Sol parecía que empezaba a estar preocupado.
—¿No debería de ser así?
Sol negó en respuesta a la pregunta de Skie.
—No guardo muchos recuerdos de cuando venía a este lugar de niño, pero estoy seguro de que cuando venía con mi madre siempre veíamos hadas y gnomos al poco de entrar al bosque. Son los feéricos más comunes y fáciles de encontrar.
—Empieza a preocuparme que les haya pasado algo malo a Syo y el resto —la expresión de Skie acompañaba a sus palabras.
Sol puso su mano en el brazo de la chica tratando de apoyarla. Él también empezaba a preocuparse un poco aunque no lo dijera.
Usher le había confiado aquella misión, le había confiado la seguridad de sus compañeros. Si algo les pasaba no podría mirar nunca más a la cara a su amigo. Le habría fallado... otra vez.
Los arbustos tras ellos se movieron. Sol se puso de pie de un salto. Se interpuso entre Skie y lo que fuera que había entre la maleza. No iba armado, pero su magia era cien veces más funcional que la de Skie y podría atacar y defenderse perfectamente con ella.
—Ey tranquilos, no me ataquéis —fue Riker quien salió de entre los arbustos—. A ver si me vais a golpear y me vais a dejar cicatriz. Esta hermosa piel no está hecha para que me la dejen marcada.
—¡Zap! —Skie se lanzó a abrazarlo feliz de haber encontrado a uno más de sus compañeros— Me alegra que estés bien.
—Yo también me alegro de veros bien mis bebés, ¿alguno de vosotros sabe lo que está pasando aquí?
Skie soltó al chico sin poder darle una respuesta. Ambos miraron entonces a Sol que se encogió de hombros.
—Cuando nos separamos sentí la magia —admitió Riker—. Alguien la usó para dividirno.
—¿Feéricos? —preguntó Skie.
—Probablemente —asintió Sol—. Y si ese es el caso puede que los demás sí que estén en peligro. Tenemos que darnos prisa y encontrarlos.
—Vuestros amigos están bien.
Aquella nueva voz los asustó. Era una voz aguda, femenina y dulce. A Sol se le hizo muy familiar.
Una mujer se acercó a ellos. Su pelo era muy largo de un verde blanquecino. Sus orejas eran largas como la de los elfos, pero sus ojos completamente blancos la delataban como uno de los seres a los que habían estado buscando: un greenlander.
Los ojos blancos y también las marcas de runas y dibujos tribales tatuados sobre su piel. Su ropa incluso estaba fabricada a partir de hojas, helechos, flores y otras plantas. Se veía muy cómoda y resistente aunque no fuera de tela.
—¿Quién eres? —ahora fue Riker quien se puso delante de Sol y Skie con el cuchillo en mano. Dispuesto a defenderlos de aquella mujer si esta se atrevía a intentar algo contra ellos.
—Perdonadme, no me he presentado como es debido —la mujer hizo una elegante reverencia—. Mi nombre es Deamara. Soy una greenlander.
La mujer acababa de afirmar las sospechas que tenían. Aun así Zaphod no suavizó su agarre en el cuchillo. Era consciente de lo peligrosos que podían llegar a ser los feéricos.
—Yo os llevaré hasta vuestros amigos, seguidme, por favor.
Deamara no esperó a que contestaran y caminó internándose más en el bosque. Los tres se miraron entre ellos sin saber muy bien si seguirla o no, si se tardaban mucho en decidir la perderían de vista.
Al final fue Sol quien tomó la decisión de seguirla. De todas formas no tenían un plan mejor.
Caminaron lo que les pareció una eternidad hasta llegar a un árbol enorme. Era tan grande que incluso habían construido cabañas y puentes entre sus ramas. Era una aldea entera sobre un solo árbol.
Más greenlanders se asomaron para verlos llegar junto a Deamara. Ninguno les dijo nada, se limitaban a mirarlos como si hubieran salido de un circo. Deamara tampoco dijo nada al respecto, solo seguía su camino, llevándolos a Dios sabría dónde.
La mujer pasó y extendió su brazo a un lado, indicándoles que pasaran. Parecía que había llegado a un plaza un enorme área despejada de plantas que quedaba al otro lado del enorme árbol. Todos los greenlanders miraban desde arriba lo que sucedía y algunos incluso habían hecho un corro en la plaza observando expectantes a los viajeros.
No fue hasta que caminaron al interior de la plaza que vieron al resto de sus compañeros en el centro. Miraban cautelosos a los feéricos y susurraban entre ellos. Hasta que vieron a los tres que faltaban llegar.
—Zaphod —Enver acudió al lado de su ayudante—. ¿Estás bien? ¿No te han hecho nada?
Zaphod negó para alivio del cazador.
—¿Dónde os habíais metido? Estuvimos buscandoos por horas, nunca respondíais a nuestras llamadas —dijo Sol.
—Eso es cosa nuestra.
Un hombre greenlander irrumpió en la plaza. Venía junto a una mujer y ambos vestían de una forma más elegante que el resto de greenlanders. Incluso dentro de su estética vegetal se notaba que eran personas importantes allí. Vestían con muchos más accesorios encima hechos a base de minerales y algunas plantas y maderas más resistentes.
La mujer que había guiado a Skie y los dos chicos allí se reunió con ellos.
—Mi nombre es Arael, soy el líder de la tribu greenlander —dijo el hombre—. Ella es mi esposa Hypatia, y mi hija a la que ya conocéis, Deamara.
—Has dicho que era cosa vuestra que nos hubiéramos separado, ¿por qué? —preguntó Neil.
—Teníamos que comprobar que erais de fiar, ya sabéis que los humanos no son bien recibidos aquí, incluso muchos de los aquí presentes cuestionan mi decisión de haberos dejado llegar hasta nuestra aldea —alzo las manos refiriéndose a las decenas de greenlanders que los observaban—. Si os he concedido el derecho a la duda es simplemente por él —señaló a Sol para sorpresa de muchos.
—¿Por mí? —preguntó un poco consternado.
—Sol Daystar, hijo único de Safiye Daystar.
—¿Cómo sabes el nombre de mi madre?
El jefe de la tribu miró a su mujer que asintió. Luego volvió a mirar a los cazadores frente a él.
—Es una larga historia, y sé muy bien que tus compañeros tienen preguntas que hacernos también. Contestaré a todas ellas. Pero primero permitidme invitaros a comer algo, debéis de estar hambrientos después de vuestro viaje.
No sonaba mal lo de comer mientras hablaban, el estómago de muchos rugía por la necesidad de una comida decente después de días. Además, aunque hubieran querido no habrían podido negarse.
En cuanto el jefe soltó las palabras, los greenlanders que se habían congregado alrededor de la plaza se pusieron manos a la obra. Empezaron a acomodar todo el lugar para un almuerzo colectivo allí mismo.
Los greenlander acondicionaron la plaza para la comida en tiempo record. En menos de una hora ya estaban las mesas y sillas colocadas, todas ellas hechas a base de madera, y los platos de comida también estaban ya servidos.
Colby no pudo evitar un deje de decepción al comprobar que todo eran frutas y vegetales. Ni un rastro de la carne que tanto le gustaban. Debió de ser obvio que no habría tratándose de una tribu de feéricos, eran todos veganos. Y sí, veganos y no vegetarianos, porque estaba seguro de que eso que parecía leche o lo que parecía queso, realmente no lo eran. O no al menos de la forma tradicional en la que él los conocía.
—Los greenlanders vivimos únicamente de lo que nos da la naturaleza —dijo Hypatia, la esposa del líder de la tribu, como si hubiera adivinado sus pensamiento—. No nos gusta acabar con la vida de nuestros compañeros los animales para saciar nuestro hambre. Tampoco consumimos nada que provenga de ellos como lo es la leche.
—Es un estilo de vida muy curioso —dijo Enver mirando atento cada plato de comida—. Tenéis sustitutivos muy buenos para cada plato que requiera de carne, pescado o lácteos —asintió muy interesado.
—Si te interesa podemos darte la receta —dijo con amabilidad Deamara.
—Yo no podría vivir así por mucho —admitió Colby—. La carne me llama.
Preston le dio una patada por debajo de la mesa para que guardara las formas. No era el mejor momento para hablar de eso.
—Por favor, Arael, hábleme del por qué conoce a mi madre —insistió entonces Sol en el tema que habían dejado a medias.
—Hace dieciocho años, una pareja se mudó a la frontera del reino humano y el feérico en busca de una paz y tranquilidad que no podían encontrar en las ciudades humanas —parecía ser que el líder al fin estaba dispuesto a hablar—. Esa pareja nunca atravesó la frontera de la Hondonada respetando a los feéricos que aquí vivían. La pareja estaba conformada por un hombre humano y una mujer bruja.
Para Sol no fue una sorpresa saber que su madre era una bruja. Desde que se enteró del significado de las marcas era algo que había descubierto por descontado. Tenía vagos recuerdos de su progenitora y el interés que mostraba por lo mágico y místico, a diferencia de su padre.
Sin embargo para el resto sí lo fue. Neil, Rowan y Enver lo miraron sorprendidos. Preston, Colby, Skie y Syo no dijeron nada al respecto. Preston se sentía un poco culpable por haberles ocultado la verdad a sus amigos. Riker estaba simplemente perdido en sus propios pensamientos, atento a que el jefe siguiera relatando.
—La bruja estaba embarazada, dio a luz pocas semanas después de la llegada de ambos. Su hijo fue bautizado con el nombre de Sol, tú —señaló—. Todo parecía perfecto. Una pareja joven que se amaba con locura junto a su hijo recién nacido. Solo había un problema, el hombre no conocía la verdadera naturaleza de su esposa, no sabía que era una bruja —esos sí que sorprendió un poco a Sol.
Recordaba a su madre como una de las mujeres más dulces y sinceras que había conocido. El hecho de que pudiese ocultarle algo así a su propio amor era extraño.
—¿Nunca le contó la verdad?
—Sí, lo hizo —admitió el hombre—. Con un hijo y años de relación a las espaldas, Safiye pensó que ya era el momento de sincerarse con su esposo. Una noche, cuando el pequeño hijo tenía la edad de tres años, la bruja lo soltó todo —la expresión de Arael se ensombreció—. El resultado no fue el esperado.
Sol sentía que su pulso se aceleraba. Estaba a punto de descubrir uno de los mayores misterios de su vida. Estaba a punto de descubrir qué había sido de sus padres, por qué lo abandonaron dejándolo a su suerte.
—¿Qué pasó?
—El hombre, herido por la revelación, por una mentira que habían durado años, no aceptó la verdad. Pelearon, discutieron, él le gritó cosas a ella que probablemente no sentía en realidad, pero la herida ya había sido hecha y él la culpó de todo.
El corazón de Sol se oprimió. Siempre tuvo la esperanza, la falsa idea de que sus padres habían sido muy felices juntos. Una pareja idílica.
Al parecer que su madre fuera una bruja, el miedo que su padre sintió, fue más fuerte que el amor que ambos compartieron alguna vez. Con la boca seca e incapaz de tragar ni su propia saliva, le hizo un gesto a Arael para pedirle que continuara.
—Tu padre se fue de casa esa misma noche, juró que llamaría a la guardia real, a las valkyrias, al mismo rey de ser necesario.
—¿Quién podría culparlo? —habló entonces Rowan— Era una bruja. Le engañó para concebir un hijo con ella.
Sol frunció el ceño.
—Un respeto, es de mi madre de quien están hablando.
—Lo siento, pero es la verdad, lamento que seas hijo de una bruja, debe de ser horrible llevar esa carga.
—Mi madre no era ningún monstruo —Sol se levantó de la mesa y apuntó a Rowan con un dedo—. Fue mi padre quien no la comprendió. Ella lo amaba, igual que me amó a mí.
—Vamos a tranquilizarnos todos —llamó Neil a la calma.
Turner también se puso en pie interponiéndose entre las miradas fulminantes de Rowan y Sol.
—Rowan tiene razón —intervino Enver—. No sé si su madre era igual o no, no voy a entrar ahí. Pero las brujas son la peste que asola nuestro mundo estos siglos —las palabras salieron tan cortantes que incluso Zaphod se sorprendió—. Las brujas mataron a mi familia: a mi padre, a mi madre y a mi hermana. También mataron al hombre que me salvó de seguir ese mismo camino, al que fue como un padre adoptivo para mí. Es por eso que las mato, es por eso que las odio, porque me quitaron todo lo que tenía, todo lo que amaba. De hecho, ¿no tenemos todos los cazadores historias parecidas? ¿No es por eso que somos cazadores?
Neil no pudo contradecirlo. El ambiente se había vuelto tenso, pero al menos la discusión entre Rowan y Sol se había enfriado por completo. Al igual que el ánimo de todos los demás.
Cuando los dos menores se sentaron de nuevo, Neil los imitó.
—Por favor, continúe, no le interrumpiremos más —pidió Skie.
—La mujer se quedó sola con su hijo, aterrada de que su esposo cumpliera su amenaza y vinieran a matarla, no solo a ella, sino también al fruto de su amor, su querido y único hijo —Arael no cambió el tono con el que contaba la historia, ni siquiera pareció inmutarse ante el estallido de antes de los cazadores—. Resulta que mientras la discusión entre los enamorados había sucedido, un greenlander curioso lo había presenciado.
Ese giro hizo que todos miraran de nuevo al jefe de la tribu.
—Mi hijo —habló entonces Hypatia—. Mi hijo mayor, Edogan, se había enamorado de la mujer bruja. Durante esos tres años la había observado desde el bosque, deseando poder acercarse a ella para hablarle, sin poder hacerlo realidad por respeto al matrimonio sagrado que la unía al hombre humano y padre de su hijo.
Eso fue una sorpresa para Sol. No recordaba ninguno de los hechos últimos que Hypatia o Arael estaban narrando. Era muy pequeño en aquel entonces, pero aun así... ¿no quedaba ni un viejo recuerdo en su mente?
—Edogan se acercó esa noche a la casa de Safiye. La mujer lloraba desconsolada y él le ofreció su ayuda —continuó nuevamente Arael—. Safiye al principio fue desconfiada con el feérico desconocido. Pero no tenía ninguna opción mejor, la otra era esperar a su muerte y la de su hijo. Mi hijo los llevó hasta otra casa oculta en la Hondonada, lejos de cualquier feérico o humano que pudiera dañarles. Él los cuidó durante años, sin darse cuenta había pasado a convertirse en un padre para la criatura y uno de los mayores pilares de la mujer a la que amaba. Incluso llegó a enamorarse de él después de tanto tiempo.
El jefe le hizo una señal a su hija. Esta se levantó de la mesa y subió hasta una de las cabañas en el árbol, cuando regresó traía algo entre sus manos.
Era un retrato.
—Este era mi hijo Edogan —anunció Arael y el mundo de Sol se vino abajo.
El rostro que vio en el retrato era el rostro que él recordaba de su padre. En sus recuerdos con sus padres no estaba en ningún momento su padre humano, su padre biológico, sino su padre feérico. El padre que había querido a su madre incondicionalmente aunque fuera una bruja. El que no había huido.
—Vivisteis juntos hasta que tú cumpliste los seis años, de hecho estabas cerca de cumplir los siete cuando todo acabó de la peor forma posible —admitió Arael.
—Nosotros sabemos todo esto porque nuestro propio hijo nos lo contó —intervino una vez más Hypatia—. Es lo que nos contó la primera vez que nos dijo que estaba enamorado de una mujer de fuera, de una bruja. No podíamos aceptarlo, él era un feérico y de esa relación no podía salir nada bueno. Él se marchó de casa para vivir con ella en esa cabaña perdida en el bosque cuando no lo aceptamos —la mujer parecía apunto de echarse a llorar, Deamara la abrazó—. Estuvimos años sin saber nada de él. Ojalá lo hubiéramos escuchado antes, cuando nos dimos cuenta de nuestro error, ya lo habíamos perdido.
Y con la voz rota la mujer se echó a llorar finalmente mientras su hija trataba de consolarla.
—Un día decidí ir en su busca. Decidimos que no perderíamos a nuestro hijo por ser unos idiotas que no eran capaces de entender su amor —retomó Arael—. Junté a un grupo de los mejores rastreadores para buscar el sitio donde estaba viviendo junto a la bruja y su hijo. Cuando llegamos, todo estaba en llamas.
—¿En llamas? —Skie se escandalizó.
Arael asintió con un gesto tan triste que hizo que el corazón de muchos se hundiera.
—Por aquel entonces el Rey Gyan ya había accedido al trono tras la desgraciada muerte del Rey Morgan Blue. Su política de caza de brujas era aún más severa que la de el anterior monarca y no dudó en mandar a sus mejores caballeros a la Hondonada para encontrar a esa supuesta bruja de la que años atrás habían advertido —la expresión de Arael se volvió ahora más dura, en su voz se notaba la ira, la repugnancia que sentía—. Ese rey y sus caballeros cruzaron la frontera sin permiso y prendieron fuego a nuestro bosque, con la cabaña de mi hijo y su enamorada en el centro. Tardamos demasiado en poder acercarnos a la casa, cuando llegamos ya era demasiado tarde para mi hijo o Safiye.
Los ojos de Sol se cristalizaron. Le habían entrado muchas ganas de llorar ante la historia. Más aún cuando fragmentos de los recuerdos de aquel día llegaron a su cabeza. No había recordado el fuego hasta aquel día. Un recuerdo bloqueado por su mente para poder superar el trauma.
Skie le cogió las manos con expresión triste. Quería apoyarlo como su amiga y él se lo agradeció con la mirada.
—Sin embargo, no era demasiado tarde para el hijo, la mujer fue capaz de lanzarle un hechizo protector antes de morir. Nosotros lo rescatamos y lo trajimos hasta aquí, la intención era cuidarlo, como nuestro hijo Edogan había hecho por casi siete años. Pero era un niño medio humano medio bruja entre feéricos, no era un buen lugar para él —dijo Arael.
—Fue entonces cuando recordé a una vieja amiga, debéis de conocerla, Camellia Travis —mencionó Deamara.
Sol asintió independientemente de que algunos no la conocieran.
—Nosotros habíamos ayudado a los suyos años atrás, y gracias a nuestra buena relación era el momento de pedirle un favor de vuelta. Era la líder de un pueblo de brujas, ese era el lugar donde Sol debía estar —explicó Deamara tratando de dedicarle una sonrisa a Sol—. Ella te llevó, y por lo que veo te ha cuidado muy bien todos estos años.
—Sí, lo ha hecho —asintió Sol formando una sonrisa y secando una de sus lágrimas.
—Espera un momento —Rowan volvió a levantarse—. ¿Líder de un pueblo de brujas? —miró a Sol al decir eso— ¿Te criaste con brujas? ¡No eres un hechicero renegado, eres una bruja!
Con esa declaración Neil y Enver también se pusieron en pie alerta. Riker los siguió al poco por inercia.
—No, basta, ¿no has escuchado lo que el jefe de la tribu ha dicho? —se interpuso Preston.
—Camellia, esa bruja, ayudó a Sol cuando se quedó huérfano —Colby también siguió a su amigo.
Syo hizo que Skie y Sol retrocedieran. No se fiaba de aquellos cazadores, todo podía torcerse una vez más.
«Sabía que iba a salir mal», pensó el albino al ver como la tensión entre los cazadores crecía. «Usher, ¿en qué momento pensaste que esto era buena idea?».
—¿Vosotros lo sabíais? —Neil frunció el ceño— ¿Lo sabíais y aun así trajisteis a una bruja hasta nuestro gremio?
—Eso quiere decir que la otra chica... —mencionó Rowan.
La imagen de Violette llegó a la mente de Neil horrorizándolo. Violette era otra bruja, por eso era tan buena con la magia de curación. Una bruja estaba con sus heridos, con sus enfermos. ¡Podría matarlos a todos!
—Sí, Violette es una de las brujas que convivió conmigo en ese aquelarre —admitió Sol—. ¡Pero es una buena persona! Ha ayudado a curar a vuestros compañeros. No les haría daño jamás.
—Sois brujas —escupió Enver.
—Sol, cállate —dijo Syo viendo que con cada palabra que el menor decía, la situación empeoraba.
—Tenemos que avisar de inmediato al gremio, tienen que saber que tiene una bruja entre ellos —dijo Neil.
Preston se asustó ante la idea. No podía dejar que le hicieran daño a Violette, si todo el gremio se volvía contra ella, ni siquiera Jude o Mark podrían ayudarla.
—¡No, para! —rogó Princeton— ¿Por qué no podéis escucharnos primero?
—¡Maldita sea Preston, ¿Se te ha ido la cabeza?! —rugió Enver— Eres un cazador de brujas. Tu maldito deber es matar brujas.
—Pero también hay brujas que no merecen morir —contradijo Colby.
—Ninguna bruja merece vivir, todas son iguales, todas matan, hechizan, secuestran y solo piensan en sí mismas —dijo Rowan.
—Eso es... —Colby no tuvo oportunidad de acabar su frase cuando vieron aparecer a los cuervos de sus compañeros en el lugar.
Si Neil o alguno de ellos enviaban el mensaje estaba todo perdido. El viaje a Edén habría sido en vano, matarían a Violette, matarían a Sol. Iba a fallarles.
Cuando el rostro decepcionado de Usher cruzó su mente perdió del todo los nervios. No podía fallarle a él. A él no. Le había confiado la seguridad de Sol y Violette y no iba a defraudarlo. Tendría que jugar su última carta a la desesperada, sin saber si iba a funcionar o solo a empeorarlo todo más.
—¡Conocimos a Sol y Violette gracias a Usher! Cuando desaparecimos por casi dos semanas fue por que lo acompañamos a él y Tet a la aldea de las brujas. Y si ellos dos no volvieron con nosotros es porque cuando las valkyrias nos atacaron estábamos allí, el lugar ya no era seguro y ellos las están ayudando a buscar un nuevo escondite para que los caballeros, las valkyrias, los cazadores u otras brujas no las maten —hablaba rápido y casi sin respirar, temía que no lo escucharan si les daba oportunidad a interrumpirle—. Usher y Tet las ayudan y las conocen porque ellas los salvaron de niños. Ellas, igual que Sol y Violette, son brujas blancas, brujas buenas que los rescataron e impidieron que las brujas a las que nosotros les damos caza los mataran a ellos. ¡Los cuidaron desde niños y ellos las quieren como a su familia! —ese grito llevaba con él toda la desesperación de Preston— Si Usher confía en ellas, yo también, confío en Sol, confío en Violette y también en Camellia. Porque nos han ayudado a nosotros también defendiéndonos del ataque de las valkyrias y ayudándonos a encontrar este sitio.
Y el silencio se hizo tras eso.
Preston no se atrevía a levantar la mirada del suelo, su corazón bombeaba tan fuerte que era lo único que escuchaba. Eso y su propia respiración alterada.
Cuando sintió la mano de Colby en su hombro alzó la cabeza. Vio su mirada de apoyo, daba igual lo que pasara de ahora en adelante, él estaría de su lado como siempre lo había hecho.
Su apoyo y comprensión le dieron la valentía que necesitaba para mirar a la cara al resto de sus compañeros. Esperaba cualquier expresión menos la que tenían en ese momento. Esperaba enfado, confusión o sorpresa. Pero no esperaba que sus caras quisieran plasmar tantas emociones a la vez que no lograran mostrar ninguna bien.
—¿Cómo has dicho? —preguntó Neil— Preston, explicanos eso de nuevo. Y más despacio.
Preston suspiró. Se venía una conversación larga y difícil. Solo esperaba que Usher no se enfadara con él cuando regresara por haberlo contado todo.
Había sido una conversación muy difícil. Enver y Rowan no se lo habían tomado nada bien, el primero incluso se había ido de la aldea greenlander siendo seguido por Riker. Rowan se había quedado acompañando a Neil que no había demostrado estar feliz con la noticia, pero tampoco se le vio enfadado. Se lo había guardado todo.
Preston no tuvo más ganas de hablar tras la explicación, ni siquiera con Colby. Le apetecía estar solo, reorganizar sus ideas y pensar con calma en lo que harían ahora.
Tenían que dejar los problemas personales de lado por el momento. Estaban allí para buscar una de las reliquias: la cruz del sur. Ahora tendrían que estar centrándose en eso y nada más. Era la misión que Mark le había confiado y estaba saliendo todo mal.
Enver en paradero desconocido, Sol desconectado de la realidad tras la verdad revelada sobre sus padres, y Neil... bueno, no creía que quisiera hablar de momento con él.
—¿Crees que ha sido buena idea?
No se sorprendió al escuchar esa voz. Sintió sus pasos acercándose desde hacía metros.
—No... sí... no lo sé —escondió la cabeza entre sus rodillas mientras las rodeaba con sus brazos.
Syo se sentó arriba de la roca en la que Princeton estaba apoyando la espalda. No dijo nada, solo se quedó allí. Preston no veía su cara pero sabía que miles de preguntas pasaban por su cabeza también.
—No va a querer hablarme —dijo al final sin levantar la cabeza, Syo lo miró—. Le he dicho a todo el mundo lo que él no quería que supieran. Les he contado a todos un pasado que ni yo debería de saber.
—No va a enfadarse —aseguró el albino.
Preston levantó por fin la cabeza para mirar a su acompañante inesperado.
—Cuando sepa por qué lo hiciste va a entenderlo, él también sabía que nos arriesgábamos mucho al traer a Sol y Violette.
—Pero yo debí preveer lo que pasaría, evitarlo...
—Nadie hubiera podido hacerlo, ni siquiera Usher —las palabras de Syo sonaban tan seguras de sí mismo que hicieron a Preston sentirse insignificante—. Hay que dejar de darle vueltas al tema. Centrarnos en lo que hemos venido a hacer. Pasará lo que tenga que pasar, nosotros solo podemos intentar prepararnos.
Preston agachó la mirada, luego la volvió al bosque, el lago frente a él. Era el único que habían visto desde que habían llegado a la hondonada y debía admitir que era precioso. En la noche la luna y las estrellas brillaban sobre la superficie turquesa del agua.
—Lo sé.
Syo no añadió nada más. Unos minutos después, cuando creyó que Preston ya estaba un poco más tranquilo, se levantó para volver hacia la aldea de los greenlanders.
Preston lo observó marcharse. Syo era un chico decidido, seguro de sí mismo y de sus decisiones. Daba igual cual fuera el resultado, él lo aceptaría con gusto sabiendo que su propia elección, y no la de nadie más, lo llevó hasta allí. Se notaba que a pesar de su juventud había madurado mucho más rápido que otras personas, mucho más rápido que él.
Preston fue entonces consciente de que tan solo era un chiquillo de diecisiete años. Perdido en la vida. Siempre había dependido de los demás, de sus padres, de Colby, de Mark, de Usher. La única decisión que había tomado por si mismo había sido entrar al gremio de cazadores de brujas, y ya se veía el resultado.
Era inmaduro, débil, un crío. Era todo lo contrario a lo que eran personas como Syo, Njord o Harrold. ¿Cómo podía pensar siquiera que tenía alguna oportunidad de ganar contra Syo? ¿De que Usher se fijara en él y lo eligiera sobre el resto de personas que conocía?
—¿Te encuentras bien? —Deamara había llegado junto a él sin que se diera cuenta.
Otra cosa que hacía mal, era un cazador de brujas, siempre debía de estar alerta. Tenía que ser difícil de sorprender, difícil de detectar.
Otra debilidad.
—Sí, no es nada —mintió, no iba a contarle sus problemas a una completa desconocida, ya tenía suficiente con darle pena a sus compañeros—. Estoy bien.
—No lo parece.
Deamara tomó asiento donde lo había hecho Syo rato antes.
—Estoy preocupado por la discusión con mis compañeros, nada más.
—Mmm.
Deamara miró también al lago que se extendía frente a ellos. Lo miraba, pero no lo observaba. Su mirada estaba en realidad muy lejos de allí.
—La cena fue un desastre al final y mi padre no pudo terminar de hablar con vosotros.
—Mañana será otro día, Neil se encargará de todo.
Deamara lo miró, su mirada había recuperado un chispa curiosa.
—Pensaba que tú eras el líder de tu grupo.
Preston rió ante la ocurrencia de la chica. Se suponía que lo era, pero Neil era mayor, más experimentado. Tal vez lo eligió por ello, porque sabía que él podría hacerse cargo de todo en su lugar. Porque en el fondo sabía que con él al mando algo iba a salir mal.
—Lo parecías al menos, has estado muy bien ahí fuera, defendiendo a tu amigo —dijo Deamara refiriéndose a Sol—. Mi hermano estaría orgulloso de ver en lo que su ahijado se ha convertido.
—Seguro que sí —la voz de Preston también sonaba muy lejana.
Deamara lo miró, luego miró al lago y finalmente a su aldea tras ellos, las luces se veían lejanas. No se escuchaban voces o pasos cerca. Sus ojos volvieron a brillar, esta vez con determinación.
—Te llamas Preston, ¿verdad? —continuó después de que el chico asintiera—. Pues Preston, tengo algo muy importante que decirte. Algo que estoy segura que está relacionado con la razón por la que estáis aquí.
Deamara sonrió al percatarse de que se había ganado la atención del menor.
—Me alegro de ver que Sol está bien, pero sé que no estáis aquí solo para resolver dudas de su pasado. Cuando mencioné a Camellia tú parecías conocerla, ya lo sospechaba al ver que Sol estaba con vosotros, y ahora que has contado lo de tu amigo me lo has confirmado.
—Sí, ¿qué pasa con eso?
—¿Recuerdas que dije que yo conocía a Camellia porque años atrás le hicimos un favor a los suyos? —Preston asintió— Yo fui la greenlander a la que su padre le dio la reliquia que estoy segura que buscáis.
—La cruz del sur —dijo Preston con un tanto de emoción en su voz—. ¿Tú la tienes?
—No, pero sé donde está —desvió la mirada al lago frente a ellos—. Mi gente nombró a este lago Lac des Secrets.
«Lago de los secretos», lo tradujo en su mente.
—Este nombre se lo dieron hace siglos porque en el fondo de este lago se dice que hay una cámara secreta. Un lugar lleno de misterios ocultos y olvidados. Pero solo aquellos que el lago decide que son dignos son capaces de llegar allí —explicó Deamara—. La reliquia está escondida en esa cámara. Yo misma la puse allí.
—¿No puedes volver para cogerla y dármela?
Deamara negó. Por supuesto no podía ser tan sencillo.
—El lago solo permite a una persona acceder una vez a su cámara, ya sea para tomar o dejar algo. Nunca más se repetirá la oportunidad, por eso yo no puedo volver.
—¿Cómo puedo llegar hasta allí? —preguntó decidido. No se lo había pensado mucho, si encontraba la cruz al menos todo aquel viaje no habría sido en vano.
—No es fácil. La entrada a la cámara está en el fondo del lago y no todo el mundo puede pasar por ella —Deamara se puso en pie y caminó hasta la orilla—. Si el lago no te considera digno de acceder a sus secretos, podrías morir ahogado, sin llegar a tu destino.
—Me arriesgaré.
Nombre: Neil.
Apellido: Turner.
Apodo(s):
El vestigio de la aldea Chian (origen antiguo)
Fecha de nacimiento y edad: 17 de julio, 25 años.
Altura: 1'74 m.
Ocupación: Cazador de brujas.
Rango: Una estrella.
Ayudante: Rowan Ó Gallchobhair.
Rasgos más característicos: Un cazador de mente fría y pensamiento enigmático. Su forma de pensar es tan calculadora y pragmática que a veces él mismo se olvida del factor humano y sentimental. Es confiable y un gran cazador con una vasta experiencia, llegando a competir con los más veteranos en capacidades a pesar de su juventud. No tiene pelos en la lengua y siempre actúa con una calma que pone los pelos de punta. Hay a quienes les agobia este hecho.
Arma principal: Ballesta.
Arma secundaria: Bomba de humo.
Campo en el que destaca: Ataque.
Habilidades principales: Una puntería envidiable, maestro de varios arqueros y ballesteros del gremio. Sus habilidades para el combate cuerpo a cuerpo son impecables, sin embargo, siempre evita el combate directo por alguna razón. Analítico y con una habilidad para crear estrategias sobre la marcha muy buena.
Debilidades principales: Al no querer enfrentarse cuerpo a cuerpo su efectividad de ataque se reduce a la larga y media distancia. No es bueno coordinándose con grupos muy grandes. Sus estrategias suelen ser demasiado arriesgadas la mayoría de las veces, por lo que son descartadas en múltiples ocasiones.
Magia: (—)
Crush: Desconocido.
Character Song: Human — Cristina Perri.
Extras:
—El último superviviente de la ancestral aldea Chian. La aldea desapareció hace una década, era una antigua aldea de asesinos de brujas.
—Rowan no es su primer ayudante, antes de él tuvo como ayudante a Enver Mirzayeva. Antes de Enver él iba por libre a pesar de que David Evans le recomendó que se buscara uno.
—Jude a reconocido que Neil podría ser un cazador de tres estrellas, pero el chico no parece interesado en las brujas de rango S, y siempre que ayuda a acabar con una él niega haber hecho lo suficiente como para merecer una nueva estrella.
Después de que la semana pasada no hubiera actualizaciones ya estoy de vuelta.
Siendo sincera debió de haber actualización el lunes y jueves pasado, pero se me olvidó publicar WitHun el lunes, así que aproveché para tomarme la semana de descanso jajajaja
Espejo que os haya gustado este capítulo en el que volvemos a ver qué hacen en el lado de los cazadores, el grupo de Preston. Hemos descubierto algo bastante interesante sobre la vida de Sol o.o
Veremos lo que pasa la próxima semana.
~Nova/Dreamer ♥
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