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Tiempo al tiempo
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        Dicen que el pasar del tiempo cura todo, que con el paso de este, tus heridas sanan, pero cuando la perdida es enorme, el corte es realmente profundo y por ende el proceso de recuperación será más largo.
El dolor puede desaparecer, quizá disminuir, pero las cicatrices siempre estarán ahí, siempre presentes para recordarte nuevamente el sufrimiento. Entonces, ¿De que sirve el tiempo? Ese que continúa, nos quedamos con esas distracciones llamadas cicatrices, y verlas nos fastidia, no nos hace reaccionar, cedemos a ellas, cedemos al rencor, nuevamente cedemos a ese sufrir, cedemos al dolor.

Y todo ese saneamiento se va a la basura al final, el maldito tiempo no cura todo, no siempre, no con todas las personas. No con el. No cuando lo había perdido.

Cuando ambos se conocieron, seguramente algo en su interior cambió aunque ellos no fueron capaces de notarlo, y fuera lo que fuera lo que cambio, comenzaron a necesitarse el uno al otro, por razones que realmente eran inconclusas, insignificantes, desconocidas para ellos, y por mucho que hubiesen luchado por sus sentimientos, ya se pertenecían a pesar de ser dos almas con caminos diferentes.

Pues un día conoces a una persona que cambia tu rutina sin previo aviso, y luego se va. No sé queda porque no quiere, porque no debe, o porque simplemente no puede. Pero aquellos recuerdos permanecen siempre como las benditas cicatrices, jugando en el filo de tu cabeza.

Y algo que Min Yoongi odiaba era recordar.
Solía odiarla de día, pero cuando la noche llegaba la extrañaba como si ella nunca pudiese partir aunque mentira bien era, he ahí una de las razones, pero a veces las razones son las que menos importan.
Min Yoongi quiso a Bae JunSeo, quizá no como debía hacerlo, tal vez no como a ella le hubiese gustado, pero la quiso, la quiso a su modo y con todo su corazón.
Bae JunSeo quiso a Min Yoongi de la forma en que siempre supo, con la simplicidad definida como la sencilla y comprometida manifestación del más puro interés que alguien es capaz de sentir por otra persona.

Ahí, recostada sobre la cama de aquel peli negro, en aquella habitación sólo iluminada con una lámpara de luz morada, cerró los ojos, trayendo nuevamente su imagen a su cabeza. Y pidió verlo un momento, sólo un instante, luego unos minutos, minutos que le encantaría se convirtiesen en horas y luego en días.
Ahí, deseo, deseo saber que debía hacer ahora, deseo... soñarlo aunque sea.
Se sorprendió al momento en que sintió un dedo sobre su mejilla, extrañada desvió la mirada hacia la persona que se hallaba a su lado y realmente el estupor fue grande al mirar de quien se trataba.

Sin embargo, no se atrevió a hacer nada más que sonreír. Y supo que estaría bien cuándo el correspondió esa sonrisa.

JunSeo odiaría no poder volver a ver esa bonita sonrisa.

—Un deseo—habló—¿Esto es lo que deseabas?

Cuestionó, pero el contrario no dijo nada.

Sus ojos se abrieron de golpe cuando sintió una mano envolverse en su muñeca. Miro hacia todos lados, encontrándose con Harriet, quien la miraba con preocupación, y aunque siguió buscando, no, él no estaba ahí, todo había sido un sueño. Y no olvidemos que soñar el el primer paso para que los deseos se cumplan.

—¿Estas bien?—le cuestiono la peli rosa tomando asiento en el filo de la cama—Te perdí allá abajo, sabía que estarías aquí.

—Me encuentro miserable—murmuró la castaña incorporándose lentamente en la cama—Gracias por preguntar.

Harriet soltó un pesado suspiro para liberar la frustración antes de hablar.

—También era mi amigo, Bae—le dijo dejándose llevar por su sentir—A él no le importó si yo fui Harry alguna vez, o si Harriet existe ahora, me acepto por lo que era no por quién era. Entiendo lo que estás sintiendo Jun Seo, pero...

—No, no lo entiendes—le interrumpió mirándola con incredulidad—Él se arrancó el corazón para dármelo, está aquí, adentro, ¡Y yo no pude hacer nada para evitarlo!.—vociferó golpeando su pecho con fuerza mientras las gotas bailaban al borde de sus ojos.

—No. El tomo su decisión, y ya había dado su aprobación para donarlo, sólo esperaba su cumpleaños para ser mayor de edad.

—Quería mandarle un mensaje diciendo ¿Estás?, Pero Harriet...—murmuró perdiendo la voz a los segundos—Ya no está, hace mucho que no está

La peli rosa no tardó nada y prácticamente se aventó hasta ella para envolverla en sus brazos.

—También lo extraño—susurro cerca de su oído, acariciando su cabello—Lo extraño tanto como tú lo haces, tanto que siento que me asfixio y pronto moriré. Pero debes detenerte..

—Pero...¡¿Cómo?! ¿Cómo me detengo?

Pensar que el dolor llegara a su fin en cualquier instante, es la única manera de reducirlo.

—¿La única?

—Vamos Bae, aún puedes tener un final feliz.

—No existen los finales felices Harriet.

—Lo hacen...

—No, si existieran el y yo ahora estaríamos tomados de la mano camino a algún lugar.

Poco a poco ambas se fueron separándose para quedar frente a frente. El silencio las envolvió como una manta cálida y apretada, Harriet se limpió con brusquedad las lágrimas derramadas sobre sus mejillas, y luego tomó las manos de Bae entre las suyas.

—Sabía que me dejaría. Lo sabía y aún así me hizo quererlo. —reprochó la castaña—Yo...lo amaba. Lo amo.

—Lo sé, lo sé—dijo en un intento de consuelo.

—Y nunca pude decírselo. Y me odio por eso. Ahora lo único que me motiva para levantarme por las mañanas, es saber, que al despertar...puedo tan siquiera pensarlo.

El te hacía afable, y tú en cambio lo hiciste muy feliz—murmuró acompañada de una sincera sonrisa que JunSeo correspondió—Vamos, seguro tú madre está buscándote.

Bajaré en un momento.

Harriet no cuestionó nada, simplemente asintió y salió de la habitación dejando a esa castaña sola. Recordó la primera vez que estuvo ahí, así que, se acercó al armario y sacó esa caja envuelta en periódico donde guardaba sus cassettes como si fuesen su mayor tesoro. Con aflicción, fue pasando uno por uno, acariciando su etiqueta mostrando las fechas de lanzamiento, hasta dar con una que no había visto antes, cuya etiqueta se hallaba en blanco.

Con rapidez, se acercó hasta el escritorio revolviendo las cosas en busca de sus audífonos. Cuando dio con ellos, metió el cassette en el walkman y dio play.

Mamá, papá. Soy yo, Min—se escuchó a través de ellos haciendo que Bae llevara su mano hasta su boca para evitar pegar un grito—Siempre dijeron que al crecer, entendería todo, pero he crecido y no entiendo nada realmente. "Asegúrense de comer bien, porque todo pasará" "Serán capaces de dormir como lo hacían antes" "Tienen derecho a ser muy felices". No dire eso, con el simple hecho de estar grabando esto estoy siendo egoísta, la persona más egoísta que conozco.

JunSeo se quedó callada. Se dejó caer al piso recargando su espalda en la cama, abrazando sus piernas a su pecho en un intento de abrazarse así misma.

No sé qué tipo de corazón les di hasta ahora, ni siquiera fui capaz de expresar mis sentimientos.

Su voz.
Había extrañado tanto oír su voz.

No les di lo mejor del mundo, pero les brinde lo mejor de mi y sinceramente, estaba agotado. "Amor": conocí esa palabra debido a ustedes. Pero, mamá, siento que la he amado por siempre.

Al escuchar aquello, su corazón no puede evitar latir a prisa, y luego se rompe en pedazos.

La abuela dijo una vez, que todos tenemos un ángel de la guarda, quiero ser alguien así para ella y no arrepentirme de nada. De lo que alguna vez dije, ni de mis sueños, ni de la vida que alguna vez imaginé, sé que me estarán esperando, pero deberán aprender a sobrellevar mi ausencia. No la culpes, es mi decisión. Es mejor ser sostenido que aferrarse, amar no significa poseer, a veces es mejor irse sin despedirse, quiero brindarle la posibilidad de vivir a alguien que nunca la tuvo. ¿Lo malo? Estarán ahí para verlo. ¿Lo bueno? Ustedes me enseñaron que esto es el...amor.

Todo se queda en silencio. Observa esa cinta con detenimiento, siendo lo suficientemente minuciosa, abre ese aparato para poder sacar el cassette. Se levanta con algo de dificultad para caminar hasta la entrada y regresar donde todos para poder mostrarle a sus padres aquella cinta, pero algo llama su completa atención obligándola a detenerse. Gira su rostro hasta la derecha topándose con un pequeño espejo, puede mirar su reflejo en el. Bae JunSeo no es capaz de evitar sollozar haciendo temblar sus labios cuando observa esa hilera de fotografías pegada al borde, esa misma que aquella cabina de fotos les brindó tiempo atrás, no puede evitar tomarla entre sus delgados dedos y al voltearla, puede observar algo escrito en ella.

En ese momento recibe un mensaje de texto, que le hace revolver su estómago vacío, desvanece la culpabilidad y vuelve su sentir inexistente.

Es ahí donde es efímeramente feliz.

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