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Jonh Wayne
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Ahí estaba aquella chica de cabello castaño. Observaba a la desconocida que el espejo de su habitación le mostraba. Una persona con ojeras cuan mapache, esas que se esforzaba todas las mañanas por cubrir con maquillaje, su piel blanca como la leche, más pálida que un fantasma, sólo la hacía sentirse enferma, más de lo que ya estaba. Y sus labios, sus labios resecos. No tenía mucho tiempo desde que habían regresado del médico, tenía prohibido salir en definitiva, el haber salido con Min la noche anterior había afectado demasiado, pero en lo único que pensaba en ese momento, no era en recuperarse, era en marcharse, en huir.
De repente, un ruido la hizo girar sobre si hasta dar con el cristal, luego un silencio profundo invadió el lugar. Con curiosidad y miedo, se levanto del tocador para caminar directo a la ventana, quizá había sido un gato trepando un árbol o algo así, pensó. Pero entonces, la sorpresa le invadió cuando detrás del cristal divisó un rostro demasiado específico.
—¡Jun Seo, no te quedes ahí parada y ábreme!—le escuchó decir al muchacho golpeando el vidrio.
La chica no tardó en reaccionar y prácticamente corrió hasta la ventana para abrirla.
—¿Qué haces aquí, Min? ¿Y de dónde sacaste la escalera?—espetó la castaña observando a través de la ventana con mucho cuidado de no ser descubierta.
Su madre no la dejaría salir a esa bendita hora. Ni loca.
—Eso no importa ahora, ayúdame a subir—dijo tomando el marco para impulsarse y entrar a la habitación.
—¿Cómo supiste que...
—La primera vez que nos conocimos dijiste que está era tu ventana, por si quería venir a verte.
—Es media noche, Yoongi—exclamó la chica divertida. Luego, la diversión pasó a vergüenza cuando recordó que ella ya se encontraba en pijama y con la cara recién lavada—¡Ay por Dios! No deberías verme así—espeto cubriéndose el rostro.
—Por favor, te ves bonita—le dijo el.
Jun Seo quedó atónita. Y poco a poco bajo sus dos brazos para dejar su rostro al descubierto. Nadie le había dicho, que era bonita.
—Vámonos Jun...—dijo Min sacándola de sus pensamientos. Quitando sus manos.
—¿Qué dijiste? ¡Irnos! ¿A dónde? ¿A-ahora?—cuestionó titubeando, tropezándose con las palabras.
—Les eh quitado la camioneta a mis padres, podemos ir a dónde tú quieras, ¿A dónde deseas ir?—cuestionó mirándole ansioso—Anoche dijiste que huyéramos, y es lo que vamos a hacer.
—Tenías miedo de hacerlo. ¿Qué te hizo cambiar de opinión?
—Tú—contestó.
—¿A donde yo quiera?
—A donde sea.
—Entonces sólo manejemos hasta donde el destino nos indique—contestó la castaña con la emoción a flor de piel—Espérame en el auto, yo debo cambiarme.
Mi Yoongi se sentía loco. Tenía que estar loco. Ya estaba loco.
Desquiciado. Mordía su labio ansioso mientras apretaba el volante con fuerza. Lewis Capaldi comenzó a sonar en el estéreo sutilmente, acompañando de fondo un programa de radio nocturno, escuchaba atentamente a la locutora, cuando logró divisar a la chica bajando por las escaleras con una sudadera color gris puesta y un pantalón de mezclilla negro.
Luego, haciendo el menor ruido posible corrió prácticamente al auto, abrió la puerta y entró en el.
—No puedo creer que lo haremos—mencionó conteniendo la respiración—¡Está helando!—dijo frotando ambas manos para brindarse calor.
—Oh, si, perdóname—balbuceó prendiendo con prontitud la calefacción—¿Estás lista? Antes debo decir que soy menor de edad, así que no tengo una licencia para conducir.
—No van a atraparnos Min, tranquilo—le animó la chica.
Y entonces el auto se puso en marcha.
Cuando las estrellas se mostraron para iluminar la oscuridad en la que el cielo se había visto cubierto, el auto fue detenido en la colina, en las afueras de Daejeon, eso significaba que en definitiva se encontraban aproximadamente a unos 30 kilómetros de Gongju, muy, muy lejos de casa. Ambos sentados sobre el capote del auto, mientras la música sutilmente les acompaña.
Existe una palabra para definir el momento en que la fantasía y la realidad se mezclan: locura. Y siempre hay algo de locura en el amor, es relativa, irónicamente te lleva nuevamente a la calma, no posee ninguna limitación de hecho, es una especie de euforia dolorosa.
Min Yoongi siempre había vivido enfrentando al mundo, obligándose inconscientemente a mantenerse cuerdo, enfrentando las reglas a su modo.
Pero...¿Y ahora?
Ahora perseguía a esa chica, y ni siquiera tenía una respuesta sensata al "porqué", tenía mucho en su corazón, sin saber que hacer con ello. Viviendo como Jonh Wayne: Siempre sintiéndose engañado, diciendo todos sus secretos, que no puede guardar, desobedeciendo a sus padres, enfrentando realidades que no creía posibles, cumpliendo sueños que no sabía que tenía.
—Min...¿Qué es lo que deseas?—susurro la chica llamando su completa atención.
El mira relegadas las estrellas en sus ojos, en esos ojos opacos, que mostraban un vacío infinito, una tristeza enorme, tenía el universo dentro de sus ojos, pero un hoyo negro los consumía.
Estaba más delgada, muy delgada a comparación de la primera vez. Su tes era blanca, pero no la recordaba demasiado blanca, cuánto había cambiado y él ni siquiera había sido capaz de notarlo.
—¿Por qué ese afán de desear algo, Jun Seo?—soltó él joven depositando su chaqueta sobre ella al notar que se congelaba, desprendiendo calidez al instante.
Una sonrisa adornó su rostro, se giró a mirarlo y dijo:
—Uno debe desear algo para sentirse vivo Yoongi, más aún cuando uno se está muriendo.
—¿Por qué rayos estás diciendo algo como eso ahora?—se quejó con un nudo formándose en la garganta, no comprendía—No morirás.
Y no sé si se escuchó como una plegaria o una afirmación.
—Min, todo está hecho para romperse, incluso las personas.
—Pero así como hay cosas que están hechas para romperse, hay cosas hechas para arreglarse, incluso personas.
Jun Seo simplemente se le quedó mirando inaudita.
—Puedo ver un futuro en tus ojos Min—murmuro sonriéndole ladina—Uno muy hermoso...
«Uno donde yo no estoy incluida» pensó...
—¿Has besado a alguien alguna vez? —suelta de pronto tomándolo completamente desprevenido.
—¿En la mejilla cuenta?—respondió burlesco.
—No.
—Entonces no, no lo he hecho.
—Yo tampoco—la chica, se acercó un poco—Deberíamos hacerlo, sólo para estar preparados cuando el momento oportuno llegue.
—¿A-ahora?
—Si, ¿Por qué no hacerlo? ¿O quieres mañana?
—Bae Jun Seo—susurró el peli negro nervioso—Si quieres besarme, sólo tienes que decirme y yo lo podría consi...
Y cuando Min Yoongi cayó en cuenta, Bae Jun Seo ya se encontraba besándolo.
El chico acezo perplejo, cerró los ojos poco a poco, sintiendo todo su cuerpo tensarse a un grado en que dudó en moverse. Luego, deslizó su mano sobre su mejilla con temor a herirla, apretando suavemente con los pulgares para profundizar aquel beso.
Besarla era como volver a casa, haber nacido, o haber encontrado de pronto un tesoro, sus labios eran tibios, suaves, adictivos. El mundo a su alrededor desaparece, sólo puede verse a través de aquel contacto.
Con lentitud se separan, de un momento a otro ella ya había retrocedido lo suficiente como para mirarle los ojos.
Sus ojos hacían parecer que las estrellas no brillaban.
Eran dos preciosas piedras, puras, como un ámbar, dejándolo sin aliento, nublándole la vista, lo volvían loco y le hacían perderse en la infinidad del tiempo.
En lo que duraba un abrir y cerrar de ojos.
—Tengamos un deseo pactado—dijo la chica aún cerca de su rostro.
—¿Qué deseo podríamos tener en común tú y yo?—soltó él aún sintiendo sus piernas flaquear.
—Vayamos a conocer el puente de los suspiros, Min—dijo recordando las fotografías que el peli negro guardaba en su habitación—Juntos.
El chico simplemente rió y tomó su mano entre la suya.
—Bien, será nuestro deseo compartido—aceptó gustoso y entrelazó sus dos meñiques—Siempre tuyo, siempre mío, siempre nuestro.
Y finalmente, lo selló.
Sin imaginar, sin pensar...que aquel deseo, jamás se cumpliría.
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