Paleta de cereza

Su único ojo sano se dirigía con agobio al cielo nocturno buscando entre tantas estrellas el perdón como si estas se trataran de su hijo. Hasta esos días, no se había atrevido a mirarlas por más que decoraran el cielo con su hermosa luz haciendo aquel infinito y oscuro vacío más agradable. Siempre fue de admirarlo cuando estaba repleto, de otra forma le daba fobia. Hacía que recordara el día que nació Sandy, la única estrella ese día se encontraba en sus manos.

Ahora que no lo tenía en sus manos lo extrañaba y tuvo que darse cuenta de lo mal que había estado con las frías palabras de Mortis y Gene. Sandy estaba lejos cometiendo sus mismos errores. No podía culparlo ya que ella fue la que, desquitándose con él por creer que era un error y rechazando todo cariño que recibía o debía de darle como madre, lo empujó a tomar ese camino donde recibía más cariño de los extraños que de su propia familia. La única culpable era ella y no dejaría de ser la causa de su malestar aunque buscara redimirse.

Tenía demasiado daño del cual hacerse cargo. Sentía que debía explicar toda aquella furia que descargó en su hijo, lo buscaba desesperadamente abrumada por todos sus actos que habían afligido al joven. Por última vez, se permitía lastimarlo solo de ser necesario para atraparlo y sentarlo a su lado para una larga charla que tendría con el fin de limpiar su consciencia y, probablemente, recibir el perdón.

—No lo hemos encontrado —la aguda voz del vampiro se dirigió a ella amargado—. Al principio lo teníamos, pero sus amigos lo defendieron mientras huía con la del bate y otro chico. Debe de haberse ganado todo el cariño de esos imbéciles ¡El grandote casi me mata y aplastó mi sombrero! —ofendido por tal crimen, mostró su maltratado sombrero que parecía haber sufrido una estampida.

—Lo sé, estuve allí y te salvé —respondió con tranquilidad cuando por dentro la frustración aumentaba por la noticia.

—Sí, te lo agradezco muchísimo, pero esto de ir a buscarlo de un lado a otro y arriesgarme contra bandidos que no dudarán en matarme no me está gustando —nervioso, giró su sombrero sobre uno de sus dedos—. No quiere nuestra ayuda, está bien acompañado, se lo ve sano, sabe luchar… no veo la razón para traerlo aquí para tenerlo encerrado como un animal.

—Tú no estás haciendo ni el mínimo esfuerzo para entender el por que—sus palabras salieron temblorosas de la ira—. Necesito hablar con él. Hay demasiadas cosas que dije y no debería de haberlas dicho. Imagínate tener todo eso en la cabeza desde que fuiste un niño, debe revivirlas todos los días.

—Lo sé, mi infancia no ha sido la mejor de todas y tampoco me importa. Sigo creyendo que estás obsesionada por tenerlo de vuelta —por fin, logró que Tara volteara y lo mirara—. ¡Ya te lo he dicho! ese chico no va a acercarse contigo así, solo lo asustarás más de lo que ya está.

—¿Qué quieres que haga entonces? ¿Crees que va a acercarse a mi si no voy a buscarlo? Ya he esperado un año a que volviera a casa y no lo hizo. Ahora me toca a mi hacer algo —dudosa de lograrlo, regresó su vista a las estrellas comenzando a rezarles en voz baja.

—Agh, como tú quieras —negó con la cabeza y volvió a colocarse su sombrero por más que estuviera roto—. No te quedes demasiado tiempo aquí afuera que esta noche estará helada —sonrió con maldad por lo que diría—. Por si me buscas, estaré con Gene.

Sin más, Mortis se alejó con su chillona risa dejándola sola en el cementerio mientras se dirigía a su cálido hogar. Sus palabras la hicieron sentir como una fracasada, ya que no solo había perdido a su hijo sino que con él al ser regordete y alegre que animaba sus días con sus estupideces. Él terminó por corresponder los sentimientos del presumido y burlista sepulturero, cansado de darle tantas oportunidades.

Fue una humillación pedirle ayuda a él que había sido su enemigo por varios años en los que pelaron y ganó el cariño de quien le había prometido amarla, mas ella arruinó todo ese amor. Por lo menos con su ayuda pudo conocer donde su hijo había estado esos años.

Sola en el cementerio, la única compañía era su ansiedad que le señalaba cada tumba como si fuera el entierro de todos sus sueños más deseados que jamás se volverían realidad. Entre ellas se encontraba la inmensa ilusión de formar una familia, pero estaba lejos de su hijo y de aquel desconocido que empeoró su vida.

Aún así, si supiera la situación en la que estuvo Sandy esa noche, se lo hubiera reprochado y el rebelde joven no le hubiera importado.

Para él, cada noche de intimidad que pasaba con el corpulento hombre se volvía más sentimental y lo emocionaba a buscar un tipo de conexión más profunda que la que le permitía la amistad. Sentía que su cuerpo no era reclamado por pura lujuria, sino que había algo más que, ahora en las primeras horas del día, prefería no pensar o se encontraría atrapado en un mar de confusas emociones que no quería volver a experimentar luego de desacostumbrarse a sufrir por ellas.

Como cada vez que despertaba, vaga y lentamente daba vueltas en la cama queriendo volver a sus sueños. No recordaba exactamente de lo que este se trataba, pero quería volver a dormir que pasar el estrés que ese día le traería con la presencia del chico que lo abandonó. Aún así, no pudo regresar a aquel mundo al escuchar las voces en el piso inferior.

Adormilado, volvió a rodar en la cama quedando acostado de lado, deslizó una de sus manos por las suaves sábanas hasta que fue atrapada por otra mano más grande que luego se deslizó lentamente por su brazo y bajar sus caricias hacia sus caderas. No existía nada mejor que despertar, recibir esas juguetonas caricias que le hacían cosquillas y encontrarse con unos relajados ojos enamorados de su ser.

Lo hubiera esperado de clientes solitarios que querían poseerlo en su totalidad, mas no se su compañero. Le fue una agradable sorpresa verlo allí cuando nunca lo encontraba a la mañana siguiente de haber satisfecho aquel pervertido e impuro deseo.

—Así que, por fin, te has atrevido a quedarte conmigo. Gracias por no dejarme solo —le dedicó una débil sonrisa somnolienta, sentía sus mejillas ardiendo avergonzadas debajo de la mirada del mayor.

—No podía dejarte solo, tengo que quedarme y proteger lo más valioso que tengo, además de que te veías demasiado adorable como para que te abandonara —le devolvió una presumida sonrisa notando que los ojos esmeraldas estaban más que contentos por tenerlo cerca recibiendo sus halagos y caricias.

Hubiera continuado avergonzándolo con más palabras melosas, pero la pequeña risa salió de los labios del joven dejándolo confundido sin saber si fue o no por algo que dijo.

—Suenas demasiado valiente, pero cuando ves a Bibi esperándote con el bate tiemblas peor que un chihuahua —esa vergonzosa verdad dejó al Bull con todo su rostro rojo, hubiera atacado con insultos si no estuviera enamorado—. Y no quiero que eso pase, por lo que deberíamos de ir con ella antes de que se entere.

—No quiero ir todavía, me gustaría disfrutar más este momento… —su mano viajó por el torso, brazos, hombros y cuello del moreno para llegar y tomar su mejilla acariciándola con el pulgar apartando algunos mechones rebeldes para poder apreciar mejor su rostro— Que venga a buscarme.

—Bibi va a dejarte la cara hinchada a golpes si descubre tus aventuras conmigo, no quiero eso —delicadamente, posó su mano encima de la del mayor que entendió lo que quería y dejó su mejilla para entrelazar sus finos gruesos dedos con los finos vestidos con anillos. Por unos segundos, Sandy se perdió en la sensación y observó sus manos juntas.

—No me importa, tendrá que aprender que no estarás soltero de por vida —teniendo su mirada sobre él, se acercó invadiendo más su espacio personal e intensificando el leve rubor en su rostro.

—Lo sé, pero eso sucederá cuando ya no estemos metidos en este desastre. Ahora no lo soportaría —fingió estar desinteresado, pero su mano aún tomada por la del mayor decía lo contrario.

—Entonces, ¿Ya no me quieres para tus juegos?—preguntó confiado sabiendo la respuesta de antemano.

—No decía eso —negó rápidamente— Es más, estuve considerando dejar todo cuando paguen la deuda —no había espacio para sus nervios al tener sus manos juntas, aunque seguía inseguro de lo que dijera—. Bueno, todo menos a ti… Me gustaría seguir haciendo esto contigo —su inseguridad se mostró en el temblar de su voz, era vergonzoso— Pero si tu no quieres…

—Me encantaría seguir con esto, tu cuerpo es un vicio —aprovechó lo vulnerable que estaba para acercarlo a él y abrazarlo para luego plantar un suave beso en la comisura sus labios. Con solo escuchar un cansado pero enamorado suspiro al separarse supo que no era el único sufriendo por esos sentimientos—. Será mejor que duermas, aún se ve el cansancio en tu cara —dijo, sin soltarlo, dando unas cortas caricias en su suave cabello.

—Todavía no… —con un tono infantil y caprichoso, se acostó en su pecho. Notó una herida hace poco cerrada y deslizó uno de sus dedos por ella recibiendo una queja del de cabello azabache— ¿Qué sucedió?

—Esas son las marcas que me gano por protegerte, aunque no son el mejor recuerdo.

—¿Mortis lo hizo? Es un corte bastante grande —observó preocupado y con culpa la notoria marca que dejaría.

—No es nada —repitió molesto, no le gustaba que lo vieran herido—. Volvería a hacerlo para que aquellos locos no te lleven —la atención de las dos esmeraldas estaban sobre él observándolo con deseo.

Como agradecimiento, obedeció lo que dijo y se quedó en silencio buscando volver a dormir. No era algo que le fuese complicado luego de unos minutos despierto.

Esa cercanía era la que el joven buscaba. Con tal solo despertar con alguien a su lado, sin importar quien hubiera sido, mejoraba su mañana apartando la fría soledad y la abrumadora oscuridad. Esos últimos meses, los días que se veía solo eran muy pocos, siendo los que más sufría. Por esto, no rechazó la compañía del otro hombre que lo envolvió en sus brazos compartiendo la calidez de su cuerpo con el de figura andrógina.

Desconocía cuando había descubierto ese lado más sensible del mayor. Temía saber que cada vez tomaba un valor mayor para su cansado corazón que no aceptaba volver a ilusionarse. Sentía que había fallado al pensar en el motociclista de manera romántica, mas no volvería a decir o hacer algo por esos días.

Mientras los cariñosos amigos continuaban juntos en la cama, en el piso inferior, sin interferir la conversación de su compañera pirata con la asiática y el asesino, Leon esperaba impaciente al joven afeminado que de cierta forma le disgustaba al mismo tiempo que lo quería.

Esperó contando los segundos como el reloj de pared. Aún no aparecía en las escaleras, causando que envidiara al enorme hombre que probablemente estaría con él y al tipo de relación que había entre ellos. Él debería de ser quien lo tocara, besara y despertara a su lado.

El reloj seguía avanzando al igual que su inquietud y Sandy no estaba allí.

Ya, Leon, calma. Lo más probable es que se haya quedado dormido, es Sandy. Contrólate... —pensó frotando sus manos.

En un intento de distraerse, se dirigió a los sillones de esa misma sala. En ellos, el pequeño cactus esperaba a que el antropomórfico se desocupara para poder ir con él. No tardó en darse cuenta de que el joven vestido como camaleón estaba enojado, toda su atención en Crow pasó a ser la de Leon. Recordando algo que había visto de camino a allí, bajó de un salto de su lugar y fue trotando hacia una de las habitaciones del largo pasillo y volvió con una bolsa de dulces.

Se acercó al más alto sentado con las piernas cruzadas. Una vez delante de él, sacudió la bolsa de piruletas lo más cerca de su rostro que su corta estatura le permitía. Vio como los ojos heterocromáticos se abrieron como platos y tomó al instante la bolsa.

—¡Mío! —como un niño, sonrió y abrió la bolsa sacando una de las paletas sabor cereza para llevarla a su boca. Los dulces siempre subían sus ánimos y bajaban sus nervios— ¿Quieres uno? —sacó al azar y se lo mostró a Spike. Ni siquiera sabia si podía comer ya que era un cactus, pero lo vio agarrar el dulce y tenerlo en sus manos, nada más— Eeeh… Spike, ¿Sabes el sabor favorito de Sandy?

El pequeño negó con la cabeza. Leon, sin estar contento con la respuesta, sacó uno de cada sabor y los colocó delante del de flor carmesí. Lo que quería fue comprendido por el menor antes de que hablara. Spike observó cada uno y, lentamente, separó dos sabores quedando en la duda si el sabor favorito era uva o cereza. El resultado le fue suficiente al castaño que dejó solo en la bolsa los sabores preferidos por el de ojos esmeraldas.

Justo unos pocos segundos después, vio al alto motociclista bajar por las escaleras con uno de sus brazos apoyados en los hombros del más joven mientras conversaban coquetos.

Por suerte, no tuvo que deshacerse de aquel hombre al ver que la bateadora llegaba para separarlo y arrastrarlo con ella a la discusión que tenían con Penny. El menor no fue incluido, lo que fue visto por Leon como una oportunidad para hablarle.

Mal momento para Sandy que estaba molesto por la manera en la que su amiga trataba a Bull cuando estaba tan cerca de él. Aparte de eso, le hacía recordar en parte a Tara sobreprotegiéndolo, pero con medidas menos drásticas. Le hubiera gustado pasar más tiempo con él y ahora no podía al verlo ya metido en la discusión que comenzó solo con dos de ellos.

Siguió el camino que hubiera recorrido junto a Bull de no haber sido por la joven de chaqueta morada. Sus ojos verdes no se resistieron al pasar delante de el vidrio de uno de los muebles, el reflejo de sí mismo hizo que egocéntricamente se parara delante y lo usara de espejo. Sacó su gorro para poder arreglar su peinado a la vez que aseguraba que ninguna marca fuese visible.

Su día hubiera transcurrido como normalmente lo haría ce no ser por la figura de Leon reflejada en el vidrio. Se estaba acercando a él y fingir no haberlo visto no sirvió.

—Buenas tardes, dormilón —recibió una mirada de odio que no permitió que lo desanimara—. ¿Has descansado bien? —habló como si fueran amigos, su excesiva confianza molestaba al menor.

—Mejor que nunca —dijo sin saber que Leon estaba enterado del hombre con el que había despertado— ¿Y tú? —sonrió cansado, internamente deseaba que el más alto se marchara.

—Me costó dormir, pero no ando cabeceando como tú.

—Aprovecha que nadie te necesita y ve a descansar antes de que armen otra guerra —varias veces, volvía su atención a su reflejo, no quería verlo. Volvió a hablar al notar la confusión en su rostro—. No creas que Bibi va a ceder tan fácil a ayudarte, tenemos nuestros problemas ahora y tú, que ni siquiera estás seguro de quien tiene a tu hermana, quieres hacernos perder el tiempo.

—Pensé que tú facilitarías todo esto y me ayudarías ¿No te importa Nita?

—Ayudé desde donde pude, te di tiempo para que hablaran. Y no es que no me importe tu hermana, sino que tengo otras personas por las que preocuparme y están conmigo —molesto, volvió a enfrentar a Leon.

—¿Cómo quien? ¿Bull? —los ojos verdes clavados en él detestaban cada palabra y bajaban su seguridad— Bien, lo siento… y gracias, aunque esperaba que contigo dejara de preocuparme por ella —nervioso, tomó con ambas manos la bolsa recordando a lo que venía. Con una sonrisa infantil, su inocente mirada volvió a chocar con la del otro joven— ¿Quieres uno?

Su yo de ahora no era muy diferente al que recordaba. No le agradaba esto porque fácilmente lograba calmarlo haciendo que reviviera el cariño y la seguridad que el encapuchado le había brindado por tantos años antes de su partida. Se negaba a entregarle toda su confianza de nuevo, no podía dejársela en sus manos sin el menor esfuerzo. Leon tendría que hacer más que compartir.

—¿Cuáles hay? —siguiendo el juego, se acercó unos pasos dándose cuenta del leve sonrojo que había generado.

—Esos son todos lo que hay —retrocedió queriendo su espacio personal de vuelta—. Toma los que quieras —le entregó la bolsa y por el mínimo tacto de sus manos con las del árabe su sonrojo aumentó.

—¿Los que quiera? —vio al mayor asentir y desvió su atención a la bolsa. Suspiró con notoria decepción para que fuera escuchado— Ninguno de estos me gustan.

El encapuchado lo observó atónito, no esperaba esa respuesta. Maldijo mentalmente a Spike, creyendo que le habían mentido, pero no sabía que todo eso era usado por Sandy para avanzar en su vengativo plan.

La bolsa fue arrojada al suelo y, pocos segundos después, el más alto se encontraba con la espalda contra la pared que le impedía alejarse más del coqueto joven que tiraba de su ropa acercando más sus rostro. Relamió sus labios dejando escapar una pequeña risa traviesa por ver como sin demasiado esfuerzo hizo que todo su rostro se tiñera se rojo. En ese momento nadie los miraba.

Ninguna palabra inteligible salió de sus labios para detenerlo, sus manos tampoco reaccionaban para apartar al lindo chico afeminado que lo observaba con lujuria en su mirada. No supo que hacer, ya no reprimía sus deseos de besarlo, por lo que permitió que hiciera lo que quisiera con él. Su respiración se mezclaban con la del menor y sus labios se encontraban a tan pocos centímetros del otro, cerró sus ojos sintiendo su cara arder.

Esperó por un beso, pero en su lugar la paleta de cereza abandonó su boca para ser tomada por la del más joven que lo miraba con malicia adorando verlo avergonzado con la desilusión en sus ojos heterocromáticos. La malvada sonrisa en sus labios poseía la paleta favorita de ambos.

Había sido demasiado bueno y repentino como para ser verdad. Se sintió idiota por caer en la trampa tan fácil.

—¡Sandy! —llamó la voz de la extranjera— ¡Ven aquí! Tenemos que hablar —dirigió su enojo a la otra mujer y los robots que la miraron igual, no llamó la atención del mencionado por su pequeño juego.

A diferencia del resto, Bull observaba la escena con notorios celos los cuales no sorprendieron al de cabello púrpura que solo subió y bajó sus hombros como respuesta.

—Voy… —con presumida confianza observó una última vez al ruborizado joven que intentaba ocultar su rostro tirando de la lengua de su capucha. Su lengua y labios jugaban con la punta de la paleta dándole una imagen malpensable antes de regresarla a su boca.

Los ojos heterocromáticos disimuladamente perseguían y admiraban su cuerpo andrógino sin quejarse del beso que no había recibido y deseaba desesperadamente. Aunque a su ego le doliera, aceptaba la derrota molesto por ser el que desea y no el deseado. Pero aún en esa cercanía lo sintió tan frio por más que lo hubiera hecho arder.

Nada ni nadie pudo llamar su atención hasta que Sandy estuvo fuera de la sala. Sin quererlo, hizo a Penny y sus compañeros esperar.

—¡Hey! Tierra llamando a Leon ¿Ya terminaste de admirar su espalda baja? —subió el volumen de su voz molesta para entrar en la cabeza del menor y se escuchada.

—¿Q-Qué? —la miró avergonzado— ¡No! Solamente estaba… eh…

—¡No me importa, pervertido reprimido! Lo único que me importa aquí es el problema en el que tu amorcito está metido. Eso nos complica rescatar a tu hermanita. Deberías de rendirte, la cabeza dura de Bibi no va a ayudarnos como si nada. —se cruzó de brazos molesta.

—¿Por qué no? ¿Le explicaste todo? ¿Qué problema tienen? —bombardeó Leon con preguntas y la pirata retrocedió con las manos en alto.

—Una a la vez, lagartija atropellada —lo detuvo—. Sí, les comenté sobre tu asunto y logré convencerla, pero se acobardó cuando le mencioné todos los tesoros que me había robado ¡No van a devolverlos! Y no pienso trabajar con mis enemigos si no me pagan todo lo que me han quitado —igual de furiosos que la pirata, los robots a su lado se negaban.

—Discute tus problemas con ellos una vez que rescatemos a Nita, no ahora —suspiró molesto—. ¿Ahora que harán? ¿Se irán?

—No, solo es una pequeña reunión en la que les conviene decir que sí —sacó su arma, Darryl la imitó con sus dos escopetas y Tick se mostró emocionado preparado para lanzar bombas—. Si dicen que no, discúlpame, pero no saldrán de aquí con vida. Sin excepciones, amigo.

—¡Estás loca, ellos son cinco y ustedes tres!

—¿Y qué? ¿Tú no vas a ayudarnos o también quieres que te pateemos el trasero? —su temblorosa risa le dio un escalofrió.

—Agh, está bien. De ser necesario te ayudaré, pero ni se te ocurra lastimar a Sandy —No recibió respuesta de la pirata y observó como esperaban atentos a que el otro grupo regresara. Suspiró nervioso y se llevó las manos a la cabeza—. Y tú no seas tan estúpido como para que te maten, por favor —habló para Sandy pudiera escucharlo, miró hacia arriba como si sus palabras pudieran llegar al segundo piso en el que los motociclistas estaban.

Allá arriba, en una de las habitaciones, mientras Bibi explicaba nuevamente con ayuda de Crow a los dos más jóvenes del grupo sobre su discusión con Penny, Bull estaba apoyado en la pared y con los brazos cruzados no apartaba la vista del fino cuerpo de Sandy. Sus celosos pensamientos hacían que se sintiera enfermo, mas lograba controlar el impulso de ir y golpear al chico camaleón.

—No podemos ayudarlos —dijo la asiática— ¡Tenemos hasta esta semana para pagarle la deuda a esos mafiosos o nos matarán! —concluyó con furia— ¿Tengo que recordarles que nos falta una cantidad importante en efectivo por conseguir?

—Eso no será problema —sentado en la cama con una pierna encima de la otra y saboreando la paleta, deslizó una de sus manos por sus muslos— buscaré a los viejos adinerados y los distraeré para robarles. Quedan cinco días, puedo conseguir los suficientes si comienzo ahora.

—Sandy, eres lindo y todo, pero acuérdate que esos viejos han preferido a otras prostitutas con más volumen —colocó sus manos sobre su pecho para darse a entender—. Conseguirás uno, quizás dos y montones de pendejos necesitados. Dudo que alcance solo con tu parte y nosotros tendremos que buscar en otros lugares por lo que no podremos protegerte ¿Entiendes?

—Con la ayuda de Penny podríamos conseguir lo que debemos mucho más fácil —respondió pensando en Leon—. Piénsalo mejor —miró de la bateadora al cuervo— Nos ayudamos mutuamente; le damos lo que quiera y ella nos ayuda a pagar la deuda. Si conseguimos de más, pagamos lo que tanto le hemos quitado a Penny antes de que se una a la lista de personas que quieren matarnos.

—Sinceramente, no me parece mala idea —admitió Crow—. Me convence más que mandarla a la mierda y que sigamos peleando con ella por el resto de nuestros días.

—Pero- —Bibi quiso hablar, pero fue interrumpida por Bull.

—Haremos lo que Sandy dijo, son menos problemas. Me tienes harto con tus resentimientos por esa chica. Es la salida más fácil y vamos a tomarla —levantó su voz por encima de la chica que podría derribarlo con su bate si lo quería.

—¡Bien! ¡Está bien! —gritó nerviosa— Es lo mejor… —bajó el tono de su voz y respiró lentamente buscando tranquilizarse— Ayudaremos a esa maldita pirata y reuniremos lo que nos falta… que gran plan —dijo desganada aún sin estar convencida a la vez que miraba con leve molestia a su amigo terminar la paleta, luego regresó su mirada al resto del equipo para clavarse en el antropomórfico—. Tú hablaras con ella —señaló al cuervo.

Molesta, se acercó al antropomórfico y lo apresuró a empujones para que saliera del dormitorio. Detrás de ella, el pequeño cactus los seguía odiando que tratara de esa forma al de pelaje azabache cuando estaba enojada, le era insoportable.

Atrás solo quedaron Sandy que se acostó en la suave cama estirándose al negarse a dormir y Bull que no dejaba de mirarlo mientras se cuestionaba en aclarar sus sentimientos con él.

—¿No bajarás con nosotros? —decidió que no era el momento indicado y habló con normalidad.

—Ahora voy… —intentó levantarse, pero las ganas de volver a dormir eran demasiadas y volvió a tirarse a la cama— Nah, no voy. Cierra la puerta cuando te vayas —sacó el palito de plástico de su boca al morder el poco caramelo que quedaba.

Giró en la cama quedando abrazado a la almohada sin importarle que el mayor estuviera recorriendo todo su cuerpo apreciándolo y resistiéndose a la tentación de desvestirlo en ese instante que le daba la espalda.

—Avísame cuando tengamos que salir —la voz del somnoliento lo hizo reaccionar.

—Ah… sí, te avisaré —caminó hacia la puerta evitando mirarlo y caer en la tentación otra vez—. Descansa —se despidió y recibió un adormilado murmuro del joven.

Al final, las luces fueron apagadas y la puerta cerrada dándole a Sandy lo que quería. Buscó el lugar más cómodo aunque terminara en una pose que provocara a los demás o fuera una que para otros pareciera incómoda.

No le dio tiempo a la soledad para hacerlo pensar en todos sus errores y hacer que se arrepintiera de sus más recientes acciones, él ya tenía su cabeza enterrada en la almohada que abrazaba y el sabor de Leon en su boca. Perfecto para dormir por más que fueran quince minutos.

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