Lindos Recuerdos Tortuosos

De nuevo, Sandy se enfrentaba a ese extraño espacio donde una infinita cantidad de brillantes cuerpos esféricos estaban dispersos por todo el interminable y oscuro lugar. Ninguno de ellos se movía de donde estaban ubicados, permanecían allí, todos separados de todos con exactamente la misma distancia. Su luz lila parecía ser cálida y confortable, invitaba al joven a acercarse a ellas.

Su respiración parecía congelada y su cuerpo, cubierto por un vestido morado que llegaba hasta sus rodillas y con un moño lila a la altura de su cintura, se asemejaba al de un muerto por su baja temperatura. A pesar de esto, no temblaba ni siquiera un poco, pero sentía una inmensa necesidad de unirse al caliente aura que emanaban aquellas estrellas.

Paulatinamente, acortaba la distancia entre él y la esfera queriendo abrazarla, aunque la belleza de la luz lila no le causaba emoción. No le causaba nada. Pero, al momento que estiró su brazo para alcanzarla y rozó su superficie lisa perfectamente circular con la yema de sus dedos, el divino cuerpo poco a poco fue cubriéndose de una dura capa rocosa que apagó esa luz quitándole todo su atractivo.

Retrocedió unos pasos viendo al cuerpo, ahora muerto, caer contra el inexistente suelo generando un estruendo como si fuera el objeto más pesado del universo siendo que, hace tan solo unos segundos, aparentaba ser más ligero que una pluma.

El ruido murió dejando otra vez un vacío en su pecho.

Pasaron unos pocos segundos en silencio hasta que escuchó algo quebrándose lentamente. Unas gotas negras cayeron sobre su vestido de brillante morado y llevó su mano derecha a su rostro manchado por las mismas gotas. Sus dedos sintieron el líquido oscuro y lo observó. Ahora, una pequeña grieta adornaba su mejilla derecha.

No le dio importancia al ser una marca tan insignificante para él. Nada cambiaba, todo seguía. Podía mantenerse de pie y seguir caminando sin rumbo mientras sus ojos esmeralda observaban el hermoso brillo del resto de cuerpos luminosos que se mantenían flotando a su alrededor. Alguno de ellos tan altos que parecían inalcanzables.

La grieta en su rostro seguía goteando aquel líquido negro que limpiaba con sus manos. Era molesto tener que desviar su atención del montón de luces por esa pequeña herida, se perdía de su belleza. Comenzaba a ser un estorbo y con el paso del tiempo se agrandó rompiendo aún más su piel.

Al quebrarse, simultáneamente, otra de las esferas que se encontraba cerca de él cayó sin vida causando el mismo estruendo que la anterior. Su piel dejó de quebrarse, pero ahora era más la cantidad de gotas oscuras que salían de la grieta. Se volvió un problema aún mayor mantenerlo oculto de los expectantes cuerpos que se deprimían de tan solo ver como derramaba su impuro contenido sobre la tela morada.

Las luces seguían brillando con menos intensidad, y el joven siguió caminando como la primera vez fingiendo que no estaba roto, quizás así no se darían cuenta. Sus pasos volvieron a tomar confianza y se atrevió a levantar su mirada esmeralda a lo que suponía que era el cielo.

Sus ojos buscaban algo que no podía ser encontrado en el brillo lila. Aún así, lo buscaba con desesperación disimulaba, alguna de esas estrellas debía de tener lo que quería, pero solamente perdió parte de su tiempo en el cual más perdieron su brillo y terminaron en el suelo sin esperanzas de volver a elevarse.

Por más cansado que estuviera al ver otro cadáver, no podía detenerse aún y no lo haría por todas aquellas luces que aún permanecían en alto inspirando e insistiendo por verlo recorrer lo que seguía.

Hizo lo que ellas quisieron.

Al encontrarse con una de las esferas muertas, se detuvo a observarla. No entendía como podía haber encontrado a una cuando estuvo siempre yendo en una dirección. Por eso, la única conclusión que pudo sacar era que estaba caminando en círculos.

Esta vez, algo era diferente. Su cuerpo no estaba tan frio como antes y tampoco tan cálido como las esferas luminosas. Aún se sentía vacío, pero al dirigir su mirada al cielo y encontrarse con el confortador brillo lila podía sentir algo que desconocía.

Algunas de ellas brillaban en su máximo esplendor queriendo ser notadas por el joven, no lo conseguían. Toda su atención iba hacia aquellas que tenían una luz verdosa.

De haber podido, se hubiera quedado a mirarlas, pero tenía que seguir su camino.

Cerró los ojos y liberó un suspiro de sus labios dándose ánimos mentalmente. Cuando volvió a abrirlos, se encontró con unos ojos, cada uno de diferente color, que lo observaban curioso.

Sorprendido, retrocedió. Por su torpeza, sus piernas chocaron entre sí y hubiera caído si el otro chico no hubiera reaccionado. Siendo tomado por la muñeca que vestía un brazalete dorado, fue llevado por el de mirada heterocromática por todo el recorrido.

Con él como guía, fue más agradable, incluso fue algo romántico que causó el vacío entre las esferas lilas brillaran intensamente y combinaran su luz con las verdosas. Los colores no eran contrarios, pero se notaba el contraste en las diferentes energías que expresaban. La luz verde era la razón de que las lilas no dejaran de iluminar el camino. O eso era lo que el de vestido morado creía sin saber que en realidad era al revés.

Su corazón latía contento, era una sensación extraña cuyo significado desconocía por ser la única vez que sentía ese vacío desaparecer con el cariño de otra persona. Le había hecho olvidar los fríos cuerpos esféricos rocosos al igual que la grieta en su mejilla.

La falda de su vestido se movía armónicamente con sus alegres movimientos que seguían el juego del mayor. No sabía cuando había sido tomado de la cintura y entrelazado su mano con la del castaño para seguir el baile que no pidió que empezara o que fuera con él, pero que estaba encantado por haber sido elegido.

Fue divertido y sus ojos esmeralda no dejaban de observar enamorados a los heterocromáticos, hasta que sus pies chocaron contra una de las estrellas muertas haciéndolo caer y llevarse a Leon con él. Se merecía que más partes de su cuerpo fueran quebradas por ser tan despistado como para tropezar con algo que había visto varias veces antes.

Lágrimas comenzaron a salir de sus ojos manchando sus mejillas al igual que las gotas negras que salían de viejos y nuevos cortes en su piel. El encapuchado estaba muy preocupado por él, no sabía que decir o hacer para que dejara de llorar.

El más joven no quería su ayuda y le daba pena rechazarla. Después de todo, no era él quien tenía que calmarlo, para eso estaban las luces en el cielo.

Sandy necesitó detenerse por lo adolorido que estaba, no podía mantenerse de pie sin sentir que su cuerpo fuera a partirse otra vez. Tuvo la compañía de Leon que se quedó a su lado. Ambos sentados, observando las luces encima de sus cabezas, esperaban que las grietas se arreglaran y dejaran de gotear aquel liquido negro, mas nunca sucedió. Lo único que el encapuchado pudo hacer era crear temas de conversación para ayudar a que se tranquilizara su llanto. El de pelo púrpura le agradeció a su amigo por haberse quedado junto a él hablando y escuchando lo que tenía que decir.

Estaba listo para continuar.

Se paró animado, quería seguir su camino tomado de la mano del otro chico que despertaba esos raros sentimientos. El castaño también se levantó de un salto, pero, justo al momento que estaban por volver a caminar, escuchó al menor toser. Alterado, volvió a acercarse a él preocupado por ver como la mano con la que tapaba su boca se manchaba de negro.

Preguntó si estaba bien cuando se calmó y, aunque la falsa sonrisa de la que salía aquel liquido le dijera que sí, el resto del camino no fue lo mismo.

El acelerado joven se obligaba a acostumbrarse al ritmo lento del debilitado chico de cansados ojos verdes. Siempre estaba atento a lo que necesitaba, mas había algo al terminar su camino que lo esperaba y no podía ir tan despacio. Por más que no le agradaba la idea, luego de haber soportado caminar cargando con su peso, tuvo que abandonarlo.

Cuando el más joven lo buscó, no lo encontró. Un gigantesco temor lo invadió seguido de la desesperación y la impotencia. Llamó una y otra vez a Leon, saliendo del recorrido que siempre hacía, buscándolo hasta el hartazgo.

Una a una, las luces se estrellaron contra el suelo, la siguiente cada vez caía con más fuerza y generaba un estruendo mayor que arruinaba el tranquilo silencio y causaba que el cuerpo del joven se quebrara.

No pudo hacer nada para detener lo que sucedía. Era inútil. Incapaz de recobrar su paz y detener sus lágrimas, cayó rendido de rodillas al piso. De a poco, la oscuridad fue ganando contra la luz que se extinguía al igual que sus esperanzas por volver a encontrar al castaño de ojos heterocromáticos.

No se levantaría de allí hasta que sus ojos se quedaron sin lágrimas por llorar y el ruido que se repetía una y otra vez dejara de taladrar su cabeza. Tapar sus orejas con sus manos y cerrar sus ojos para ignorar lo que ocurría no serviría de nada porque el eco que creaban estaba en su mente.

Por fin, silencio.

Su cuerpo con aquella imagen que había construido de él estaba ahora destrozado y lo que quedaba era irreconocible para los cadáveres que lo rodeaban. Ahora, su fino cuerpo con el vestido teñido de negro que se negaba a separarse y, aún arrodillado, observaba al cielo sin encontrar nada más que oscuridad.

Exactamente lo mismo encontró al despertar, pero solo necesitaba cualquier fuente de luz para poder ver y enfrentarse a su realidad.

Sus manos buscaron el cuerpo del hombre musculoso sin encontrarlo. Otra vez, estaba solo en su dormitorio. Sinceramente, era lo que esperaba de alguien como él, no lo veía capaz de soportar lo que conllevaba a ser un amigo con derecho a roce. Se suponía que debía de cumplir el mismo rol que un amigo por más poseyera el derecho de complacer sus deseos carnales con él, mas lo de amistad no parecía existir. Quizás pedía demasiado para Bull.

Dejó de pensar en él y en el sueño que lo había dejado sudando frio. Necesitaba una ducha para deshacerse de esa sensación y desperezarse antes de que se hiciera más tarde.

Intentando evitar a los otros cuatro ladrones, fue con todo lo necesario para tomar un baño de burbujas. Gastaría aquellas cremas y demás potes llenos que no tenia idea de que eran. La joven asiática los conseguía para él.

Se sacó su ropa para tirarla a una esquina y se sumergió en la bañera haciendo que el agua rebalsara por su poco cuidado. Estaba a una temperatura perfecta para su gusto que le daban ganas de volver a dormir. Era una lastima no tener el tiempo para hacerlo siendo tan tentador.

Los momentos que pasaba a solas eran muy pocos e intentaba disfrutarlo con tranquilidad, pero si se detenía a pensar su mente volvía a traerles recuerdos que le daban escalofríos y culpa. Inconscientemente, deslizó una de sus manos acariciando sus piernas, le era vergonzoso no poder negar que el sexo era una escapada de ese mundo más eficiente que dormir. Así había sido los últimos años.

Cuando se dejó llevar, tuvo la mala suerte de ser interrumpido.

—¡Sandy! —escuchó la voz de su amiga— ¡Spike acaba de romper unos billetes!

—Agh, ¡arreglo tú, estoy ocupado bañándome! —contestó molesto apartando sus manos de su entrepierna. Al escuchar unos golpes en la puerta se arrepintió de haber respondido— …puedes pasar… —se cruzó de brazos mirando con odio a la bateadora que entraba con una sonrisa infantil, ropa y su bate.

—¡Uy! Casi lo olvido —levantó su bate haciendo que la mirara—. Mr. Bat, lo siento, pero tendrás que esperar afuera. A Sandy le pone incómodo que otros chicos lo vean —volvió a abrir la puerta, dejó a su apreciado bate apoyado contra la pared para despedirse de él, cerrar la puerta y dirigirse a la bañera—. ¿Hay espacio para alguien más?

—Sí, haz lo que quieras —suspiró cansado.

Con total normalidad, Bibi comenzó a desvestirse sin vergüenza al saber que a su amigo no estaba interesado romántica o sexualmente por una mujer, aparte de que a esas alturas eran como de la misma familia y ya lo había visto desnudo las anteriores veces que se bañaban juntos.

—Muévete, yo voy ahí —hizo que se moviera hasta el otro extremo de la enorme bañera. Se sentó soltando un chillido por la temperatura del agua— ¡Esto esta helado!

—No, está perfecto —Bibi no lo escuchó y abrió el agua caliente— Hubieras esperado a tu turno entonces.

—¿Para que esperar si podemos gastar menos agua y de paso hablar? —tomo uno de los potes de shampoo mirando a Sandy que entendió con la simple mirada lo que quería hacer— ¿Algo interesante esta semana? —preguntó mientras sentada a espaldas del joven vertía un poco del contenido en su pelo para luego comenzar a dispersarlo con sus manos.

—Nada realmente, es aburrido —suspiró. Flexionó sus rodillas para podes apoyar en ellas sus brazos cruzados. Los dedos que pasaban por su pelo lo adormecían.

—Mmh, eso es porque no tienes novio —dijo entre risas haciendo que el menor se enojara.

—Mira quien lo dice, la chica que tampoco tiene novia por haber terminado con ella hace meses.

Bibi no soportó que Sandy le devolviera lo mismo, pero por peor. Furiosa, tomó fuertemente su pelo y lo empujó hundiendo su cabeza en el agua. Lo soltó al instante y fingió inocentemente que no fue la culpable mientras que el moreno no dejaba de toser por el agua que había entrado en su nariz.

—Ay, lo siento, ¿estás bien? —dio una suaves palmaditas en su espalda evitando reír por su mirada de odio— ¿Me repites lo que dijiste? No te escuché —no obtuvo respuesta mas allá de la tos—. Así me gusta.

—No sabía que eras tan sensible cuando se trataba de Penny —dijo molesto y volvió a toser.

—Ni la menciones a esa idiota o esta vez te ahogo —por su tono adolorido, Sandy comprendió y no volvió a tocar el tema aunque su amiga había empezado. Como disculpa, porque no lo haría en voz alta, siguió lavando su pelo—. ¿Necesitas que luego te ayude con la depilación?

—Me depilé ayer, no hace falta. ¿No deberías estar con Bull y Crow preparando todo para irnos?

—Sí, pero quería escaparme un rato. Sabes que ellos no se meten en “asuntos de chicas”, así que aquí estoy a salvo de ellos. Necesitaba un pequeño descanso.

—Intenta no tomarte un descanso tan largo que después terminan agarrándome a mi para hacer lo que tendrías que haber hecho tú.

No duraron mucho tiempo en la bañera, con Bibi allí no tardó más de quince minutos en bañarse. Su amiga se quedó con él solamente por querer ver como le quedaba la ropa que ella le había comprado: unos pantalones ajustados que hicieron más notorias las pequeñas curvas de su delicado cuerpo; una remera blanca con mangas que solo cubrían la parte superior de los hombros y con cuello amplio que hacía que se viera parte de su espalda; sobre esta, una chaqueta fucsia de cierre negro que llegaba hasta el ombligo; unos zapatos con cinco centímetros de plataforma; y, por último, unos aretes con pequeñas piedras rojas y un collar elástico color negro que se adaptaba al ancho del cuello de quien lo usara.

Si su apariencia ya era andrógina, la ropa que la bateadora elegía lo hacía ver más afeminado. Y, como si no fuera suficiente, Bibi le dio un pequeño detalle de su parte pintando sus uñas de azul oscuro y marcando ligeramente sus pestañas. A ella le gustaba verlo así, aunque Sandy nunca estaba contento con la imagen que reflejaba en el espejo. Se sentía falso, pero así era ahora.

Él ya estaba listo para volver a Retrópolis, pero, como todas las veces que era puntual, sus compañeros se atrasaban por no tener preparado lo que esa tarde llevarían. No tuvo que esperar demasiado ya que el antropomórfico llegó y solucionó el problema separando lo que se vendería de lo que no y dividiendo la joyería según la ubicación. Todo con ayuda de Spike que se encargó de poner lo que el cuervo le alcanzaba en la bolsa que correspondía.

Ese día, los motociclistas cambiaron de acompañante: Bull llevaría la pesada mochila, Bibi a Spike, Crow a Sandy. Al más alto no le agradaba que el joven de mirada esmeralda fuera con otro hombre luego de que la noche anterior hubiera sido la causa de sus dulces gemidos, mas nada pudo hacer o sería demasiado obvio que las marcas más recientes en la piel morena habían sido hechas por él.

Prendieron los motores al mismo tiempo. Por lo ruidosas que eras las otras motocicletas, Crow aceleró hasta que sus oídos no sufrieran por aquellos desagradables sonidos.

Sus ojos oscuros dejaron de prestar atención a la vacía carretera para mirar por el retrovisor al cansado joven para asegurarse de que no cayera dormido. No costaba demasiado para que el menor se fuera al mundo de los sueños, por lo que tuvo que hablar para que eso no ocurriera.

—¿Descansaste bien, muchacho? —su voz fue escuchada sin problemas por el adormilado joven gracias al motor poco ruidoso— Esas ojeras nunca se van.

—Ja, llegaron para quedarse. Ahora soy un mapache —respondió con una sonrisa cansada.

—Pues, intenta no mostrarte como un mapache frente a los clientes. Dudo que les guste ¿Bibi no tiene maquillaje para disimular un poco?

—Sí, tiene, pero no me gusta maquillarme demasiado. Creo que es innecesario, aparte de que es incómodo —abandonó su expresión desanimada por una alegre—. Así que tendrás que acostumbrarse a verme como un mapache.

—Mejor un mapache que un cuervo, eso seguro.

—¿Por qué lo dices?

—Porque todos creen que los cuervos somos como unas criaturas creadas por el mismísimo diablo y que traemos la muerta a donde sea que vayamos. Me hace sentir superior a ese descerebrados, pero eso significa que no se me acercarán por nada. Por lo tanto, tengo que alejarme de ustedes cuando estamos en público o arruino el plan —volvió a mirar por el espejo viendo a Sandy pensando en una respuesta, por su sonrisa relajada supo que la consiguió.

—Para el ser diabólico que eres, me has salvado varias veces y le agradas a Spike. Eres un cuervo de la suerte para nosotros —su objetivo estaba cumplido al ver aquella pequeña sonrisa en el mayor.

—Sí, tu amigo es algo… especial para mi. Nunca antes me había cruzado con alguien así. Me ha hecho sentir mejor con sus tonterías y he dejado de estresarme tanto por la maldita deuda —avergonzado de mostrar sentimientos, bajó el volumen de su voz—. Sé que quieres escucharlo, así que presta atención porque no pienso volver a repetirlo —volvió a levantar el tono de su voz para nuevamente ser atacado por la vergüenza y bajarlo—. Gracias por quedarte con nosotros, aunque no debas de hacer esto. Yo solo, con esos dos idiotas, no hubiéramos durado mucho como equipo.

—¿No te avergüenza lo que hago para…?

—Ni en lo mas mínimo. Cada uno hace lo mejor que puede, o eso es lo que intentamos. Hasta me resulta más sano que tener que asesinar o moler a alguien a golpes para que solo suelten unas monedas.

—En eso tienes razón, no sería capaz de matar a alguien.

—Se podría decir que tú hacer el amor, no la guerra —contuvo una risa al ver atónito y completamente sonrojado al joven a través del retrovisor.

—Es una manera más lindo de verlo —desvió la mirada a cualquier árbol sin hojas aún sintiendo su rostro arder de vergüenza por la manera en que el mayor del grupo lo veía.

—Tú eres así, pero no seas tan ingenuo y no dudes en pedirnos ayuda con cualquier pervertido que quiera hacerte daño. Te aseguro que tendrá un cruel y lento destino que deseará no haberse metido con nosotros.

Repentinamente, fue abrazado por el menor perdiendo el control de la motocicleta por unos segundos en los que pudo mantenerse en la carretera con demasiado esfuerzo. Pudo escuchar un tímido “gracias” por parte de su joven compañero. Le permitió que siguiera abrazándolo por no poder rechazar ese cariño que Sandy no tenía a quien dar.

Continuó conduciendo viendo los edificios a lo lejos agrandarse cada vez que reducía la distancia entre ellos. Sintió una mirada de odio encima de él y no le fue sorpresa que se tratara de Bull.

Sandy permanecía consciente sin soltar al asesino. Su suave plumaje lo invitaba a cerrar sus ojos y descansar por el resto del viaje, pero no lo hizo. Quería disfrutar de esos pequeños momentos con Crow que hacía que de alguna forma lo viera como una figura paterna. Se sentía demasiado cómodo con él y su amigo cactus más que eso. Lo único que recriminaba era su escasa paciencia, pero la tolerancia que poseía era mayor a la de su madre.

No tuvo más tiempo para disfrutar la cercanía cuando escuchó que el ruido que generaban los tres motores se detuvo.

Luego de dejar las motociclistas ocultas de cualquier ladrón, fueron a uno de los callejones para ocuparlo para la venta. Era dinero fácil. Bibi y Bull acomodaron todos los objetos robados sobre la vieja mesa que cubrían con una tela negra mie tras que Crow y Spike iban al fondo del callejón.

Durante el día, Retrópolis recibía a gente de todos lados que recorrían el lugar sin conocer que muchas pandillas andaban entre ellos. Sandy sentía pena por sus dos compañeros, pero los humamos comunes y corrientes no estaban acostumbrados a tratar con fenómenos.

Siempre lo sorprendía que el día significara una alianza, como un pequeño descanso entre las pandillas. Sus ojos esmeraldas estaban atentos a cualquier bandido a la vez que se mostraba coqueto, sentado encima de una caja con una pierna sobre la otra.

Sentía que estaba en un zoológico. Él era uno de los tantos animales detrás de las barras por lo que muchos pagaron y aún pagaban para ver. La diferencia era que los animales estaban encerrados en contra de su voluntad mientras que él lo hacía por gusto.

Había pasado tanto tiempo desde la primera vez que experimentó que olvidó cuando y con quien fue. Aún así, lo que si sabía era que su primer beso no había sido entregado ni robado por nadie al no querer involucrar algo que consideraba más romántico en ese acto llevado a cabo solo por dinero.

Pensar en eso lo llevaba a una persona. De joven, se había reservado para él. Una decisión que ahora veía como un desperdicio de tiempo del que siempre se arrepentiría. Quería ir en contra de esos sentimientos que aún vivían por tener ingenua esperanza, pero no podía reprimirlos. Aún debía de aprender a olvidar.

—¡Bibi! —La aguda voz que reconoció llamó la atención de los cuatro a excepción del cactus que se distraía jugando con una de las plumas que le había arrancado al cuervo.

La furiosa pirata se dirigía a ellos acompañada por el chico vestido de camaleón. Al llegar con ellos, apoyó las manos sobre la mesa en la que habían acomodado los diversos objetos desacomodando algunos.

Bull se encargó de atender a sus compradores al saber que Bibi no necesitaba de su ayuda con la joven. El antropomórfico se acercó a Sandy por desconfiar de lo que hacía el otro adolescente que desconocía.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó fría queriendo que Penny no agarrara confianza en su territorio.

—Nada contigo. Queremos hablar con él —señaló al de pelo púrpura con su mirada.

—Uy, creo que eso te va a costar muy caro, nena —sonrió cruzándose de brazos—. Dudo que tengas para pagar con lo que ocurrió esta semana —dijo enfureciendo a la pirata que había perdido uno de sus cofres.

—No me importa. Ya, dime, ¿Cuánto?

—Depende de lo que lo que ofrezcas y para que lo quieres. Como tú sabes, él no atiende a mujeres, por lo que supondré que es para tu amiguito, ¿no? —señaló a Leon con su bate y su sonrisa presumida desapareció al recordarlo— Espera… ¿No eres el idiota de la fiesta? —rio avergonzándolo.

Antes de que el castaño contestara guiado por el odio, Penny intervino.

—Sí, es él. Solamente queremos hablar, serán unos segundos.

—Si intentas robarlo, olvídate que voy a dejar que vaya contigo con el riesgo de que te lo quedes.

—Que uno de ellos se quede —Crow se unió a la conversación—. El chico es el que quiere “hablar” con él, ¿no? Entonces, Penny se queda con nosotros. Si tarda demasiado, la matamos —explicó con una normalidad que asustó a la avariciosa joven.

—Está bien, lo haremos —la respuesta de Leon sorprendió a Sandy ganándose su interesada mirada esmeralda. Arriesgaba a una amiga por él.

—¡Hey! ¿¡Yo no tengo voto!? —gritó la pirata a su compañero.

—No haré nada para que te maten. Solo hablaremos, no hay riesgo en eso ¿o si?

—No tardes demasiado —golpeó molesta su hombro y volteó hacia los motociclistas observando fijamente a quien parecía ser la líder.

Una vez que Penny estuvo a su lado, Sandy bajó de la caja y siguió a Leon confiando en lo que su amiga acababa de hacer.

Era demasiado raro estar cerca de él otra vez. No sentía nada más que incomodidad su lado, estaba vulnerable frente a alguien que lo conocía a fondo como si su alma le perteneciera. Aquel espíritu de niño ingenuo e introvertido despertaba luego de estar tanto tiempo dormido y peleaba contra su desconfianza para decirle que todo estaba bien ahora que había vuelto con su viejo amigo. Como hacía de niños, Leon lo defendería y solucionaría ese vacío que la soledad había puesto en su pecho.

No, nada de eso era así. Estaba caminando junto a un enemigo, alguien que lo abandonó y no debería de tener ningún derecho sobre él, ni siquiera a hablarle. Por ese joven había caído profundamente en una masacre donde la única víctima había sido él. O eso era lo único que su marchito corazón creía.

Uno de sus compañeros, inquieto por la enorme desconfianza que le daba el castaño, quiso seguirlos, pero no podía dejar a Bibi y a Bull solos con Penny y los demás bandidos que podían llegar a atacarlos. Dirigió su mirada al cactus que también observaba a los adolescentes alejarse con tristeza. Ambas miradas se encontraron.

—Ve con ellos. No dudes en atacar si se le ocurre tocarlo —le ordenó.

El pequeño aceptó, era lo que haría, le dieran el permiso o no. Dejar solo a su amigo con el joven al que aún no había reconocido no le parecía correcto. Luego de despedirse de Crow, fue trotando hacia ellos, esquivando a las otras personas sin querer ser pateado.

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