Bucky estuvo corriendo durante 3 horas buscando en internet todos los restaurantes de comida italiana que se encontraban en Nueva York.

Llamo a Zemo 53 veces y ninguna le respondió. Le envío más de 80 mensajes y nada. Deslizó su dedo por la fría pantalla y llamo a Oeznik.

-Oeznik, hola soy yo.

-Joven Ikaris, ¿Esta todo bien?- Dijo el hombre del otro lado de la pantalla.

-No soy Ikaris, soy James.- Le reprochó Bucky con molestia.- Ya hablaremos de esto.

-Oh, joven Barnes, ¿Que pasa?

-Hey visitado más de 25 restaurantes italianos en toda la ciudad, y no encuentro a Zemo.- Dijo mientras miraba su reloj.

-Joven Barnes, con todo respeto pero, ¿Que le hace pensar que el joven Zemo aún va a estar en un restaurante después de tres horas y a estas horas de la noche?- Bucky se quedó sin palabras.

-¿Ya están de vuelta en el departamento cierto?- Bucky escucho como Oeznik soltaba una ligera carcajada.

-Desde hace media hora.- Hizo una pausa y luego continúo hablando.- Al menos ahora ya sabe cuánto le afecta que el joven Helmut no sea solo de usted.

-Oeznik...- La voz de Bucky estaba llena de enojo, cansancio y tristeza.

Oeznik había terminado la llamada, se guardo el celular en el bolsillo de sus pantalones y camino al departamento de Zemo.

Había comenzado a llover, nunca llevaba paraguas y eran pocas las veces que se enfermaba así que siguió caminando con la lluvia empapandolo de pies a cabeza.

Cuando llegó al edificio entro escurriendo agua, Oeznik lo miraba con carisma.

-¿Sabe lo que tiene que hacer, joven Barnes?- Pregunto con tono amable.

Bucky solo asintió y se paro frente al ascensor esperando que este bajara desde el último piso, se detuvo en el piso 12, y luego siguió su camino hacia abajo.

Cuando el ascensor llegó a la planta baja y las puertas se abrieron, Ikaris estaba ahí, estaba serio. Cuando salió del ascensor miró a Bucky por unos segundos y le sonrió, no era una sonrisa de burla, ni de hipocresía. Era una sonrisa honesta. Bucky entro en el ascensor y presiono el botón con el número 12.