41) Punto culmine
****ADVERTENCIA***
Nuevamente, advierto que lo que viene en serio, está muy pesado, muy fuerte. Si tienes un estómago sensible, es recomendable dejar de leer.
Es que todo esto se debe a que casi ya no hay lectores, entonces eso me da toda la libertad del mundo, y mi mente se descontrola.
Así que, bienvenido valiente.
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Jane debió aceptar que no se esperaba esa respuesta.
—¿Qué?, ¿te has vuelto loca?
—No, creo que es la razón más justa que podemos hacer—estipuló.
—No, no, para nada que lo es. ¡Es muy precipitado!
—Por favor, Asher—May la miró con firmeza—. Tú querías asesinar a sus hijos desde antes.
—Fue una manera de chantaje emocional, ¡no lo hice al final!
—Estoy dispuesta a acabar con Wings de una vez por todas—May miró a la ventana, mantenía sus brazos cruzados y parecía muy decidida—, ¿comprendes? Claro que lo haré, esos niños son su máxima debilidad, es lo único que desean en esta vida. Si los matamos, ya no habrá ninguna razón para que ellos sigan viviendo.
—Tienes razón, ¡pero no es la manera! Esos niños no tienen la culpa de las acciones de sus padres, ahora están bien, alejados de él. ¡Nunca los van a recuperar! Ellos jamás recordarán que sus padres son Paul y Linda—aclaró Maureen.
—¡No me importa lo que digan! No me importa si tengo su consentimiento o no, ¿comprenden? Me es irrelevante, Paul y Linda sabrán que sus hijos están muertos, yo misma me encargaré de que lo sepan. No podrán con tanto dolor, así que una de dos: se entregarán, o se suicidarán. La última opción sería mejor.
Jane apretaba sus puños, sintió como unas pequeñas lágrimas salían de sus ojos, pero no quiso que se presentaran. Maureen no podía creerlo.
—No May, en serio, sería algo precipitado y estúpido—volvió a decir.
—¡Pero es la única opción! Ya, en serio, no hay paso atrás.
Ella acomodaba el cuello de su camisa, y miró a Jane con malicia.
—Asher, ellos están con Ruth McCartney, ¿no?
—Eh...—el silencio otorgó.
—Perfecto.
May caminó directo a la salida, pero Jane y Maureen cubrieron su posibilidad de salir.
—A un lado.
—No permitiremos que asesines a los hijos de Paul—dictaminó Maureen.
—Oh, claro. ¡Él asesinó a los tuyos!
—¡Pero los de Paul son unos niños! Niños que, en serio, jamás van a recordar quién demonios son Paul y Linda, ¡te lo juro!—aseveró Asher— ¡Si haces esto, será el punto culmine de tu maldad!
—No me interesa, ¡apártense de mí camino ahora!
Jane y Maureen no iban a dejar que May hiciera su terrible acción, así que siguieron ahí, frente a ella, dispuestas y decididas para impedir su paso. Así que May tuvo que actuar primero.
—¡Guardias!—exclamó— Necesito de su ayuda.
Tres policías se presentaron a la escena y se pararon detrás de Jane y Maureen.
—Estás dos mujeres están cometiendo el crimen de obstrucción a la justicia, por favor, encerrarlas y ficharlas hasta que yo lo diga.
—¿Qué? No me toquen—dijo Jane determinante—, ¡no pueden encerrarnos!
—Claro que pueden, por favor, háganlo. Cualquier cosa que digan, es falsa hasta que se demuestre lo contrario.
Dos policías tomaron a Jane y a Maureen de su brazo izquierdo, ellas querían soltarse, pero los guardias eran más fuertes.
—¡Ella va a cometer un asesinato injustificado! Es a ella a quién deben encerrar—vociferó Maureen.
—Nada de eso, por favor, hagan lo que les pedí.
—Yo soy la patrona, ¡la patrona! Suéltenme. ¡Qué me suelten!—ordenó Jane al borde del colapso.
—No, Jane... Desde hace mucho tiempo que ya no lo eres—dijo May y se fue.
Los policías hicieron la orden, arrestaron a Jane y a Maureen, las ficharon, tomaron sus respectivas huellas digitales, y las mandaron a encerrar. ¡Era vergonzoso! Y más para Asher, pues nunca creyó estar en una celda.
Pero, ¿May de verdad haría eso? Probablemente, pero no lo haría sola. Contrató una fuerza de cinco hombres grandulones, con las que podía lograr su cometido. En realidad, esto lo haría en contra de la ley, pero nadie sabría que fue ella.
Los cinco matones que contrató vistieron de negro, al igual que ella. Nadie podía reconocerlos, tenían el rostro muy cubierto, no se podía distinguir a nadie. Llegaron en una gran camioneta a la residencia de Ruth McCartney.
La media hermana de Paul se encontraba felizmente sentada sobre su sillón. Sus sobrinos políticos jugaban con normalidad en el piso de la sala, parecían muy entretenidos y concentrados con sus bloques de construcción. Ruth les echaba un vistazo, y volvía a mirar la televisión. De pronto, sonó la puerta que alteraría sus vidas para siempre.
Ruth apagó el televisor, y fue a asomarse quién podía ser. Ella no estaba acostumbrada a ni una clase de visitas.
—¿Quién es?
Pero no obtuvo respuesta, y no sólo eso, la puerta siguió sonando con firmeza. Así que no tuvo otra alternativa más que abrir.
Antes de que ella pudiera hacer algo, un hombre le puso un trapo con cloroformo sobre su boca y nariz, ella quiso defenderse, pero no pudo, pues el hombre la sostuvo con firmeza e impidió todo movimiento. Lo dejó en el piso al verla desvalida.
Dos de ellos quedaron cuidando a Ruth, y procurando que ella no despertara, mientras apuntaban con sus pistolas cualquier movimiento. Los otros tres, rodearon a los inocentes niños que no tenían ni idea de que les esperaba.
May se hizo espacio entre todos ellos, los miró con odio, repulsión, sin empatía, y nunca tembló al ver aquellos ojos de inocencia completa. No, no la pensó dos veces para alzar su gran arma y apuntarle directamente a los tres.
Y los disparos sonaron.
(...)
Mucho estrés habían sufrido Wings, y la Plastic Ono Band desde que Ringo decidió irse para siempre. Paul seguía atado a su cama, Heather a la silla, y Linda los cuidaba como una auténtica verdugo, pero John y Yoko llegaron para enmendar las cosas.
—Adivinen qué, Ringo volvió—dijo el primero.
—¿Cómo?, ¿ya no se va a ir?—cuestionó Linda.
—No.
—¿Pudo perdonar a Paul tan fácil?—preguntó Heather sin creerlo.
—Lo que pasa es que Maureen asesinó a Barbara, eso desató el odio total de Ringo, quien sigue muy triste. Y ahora, lo único que quiere es destruir a Maureen y a la Scotland Yard—explicó Yoko.
—Espera un momento, ¿Barbara murió?
—Sí, Maureen la asesinó, y casi hace lo mismo conmigo—dijo John muy enojado.
—¿De verdad? Es imposible, Maureen sería incapaz de hacer eso—defendió Heather.
—Pues créelo, es únicamente la verdad.
Iba a comenzar una típica pelea entre ellos, pero el timbre rechinante de la mansión lo detuvo todo. Yoko salió al ver que John seguía conversando con Los Wings.
No vio a nadie detrás de su gran portón con rejas blancas, sólo vio una caja de cartón en frente.
"¿Qué será?" Se preguntó impresionada.
Caminó hasta dicho objeto, lo cargó, era muy pesado. Lo soltó frente a su pasto y sentía húmeda la parte de abajo. No tenía remitente, nada de nada. Sólo una pequeña nota que decía:
Para: Paul McCartney & Linda Eastman
De: Jane Asher.
"Esto no me da nada de confianza." Volvió a pensar.
Y sí, pudo asegurar aquello cuando vio el contenido de esa caja.
—Dios mío...
Se alejó, pensando que era una locura. Pero no, volvió a acercarse y miró de nuevo lo que venía ahí dentro:
—¡AY! ¡JOHN!—gritó horrorizada.
—¿Qué ocurre?—llegó Lennon.
—Oye... ¿Cómo le decimos a los McCartney que las cabezas de sus hijos están aquí?
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