39) Jodida mentira

Tarde o temprano, no importa lo que hagas, la locura siempre inundará tu mente de cualquier u otra manera.

—¡Vamos! Es una gran idea.

—John, de verdad, es absurdo—dijo Yoko moviendo su cabeza negatoriamente— ¿Estás loco? Barbara no es nuestra enemiga, ella está de nuestro lado.

—Lo sé, pero si asesinamos a Barbara en la residencia de Maureen, Ringo creerá que fue ella, y no tendrá nada de compasión al querer odiar a Maureen.

—¡Es una idiotez!

—Claro que no, mira—dijo John más convencido—, escúchame muy bien. Esto puede significar una baja, ¡pero terminamos afectando a Asher de cualquier manera! Si asesinamos a Barbara, Ringo creerá que fue Maureen. Entonces, tendremos justificación para matarla. ¡Y sólo quedaría Asher! No tendría a nadie más, nos deshacemos de Asher, y Wings serán libres. ¡Porque nadie más querrá ayudarla!

—Eh... No sé, me parece algo precipitado—Yoko no lucía nada segura—. Además, sería traicionar a Barbara y a Ringo.

—¿No lo entiendes?—John chocó sus cubiertos a la mesa— ¡Todos van a terminar traicionándose! Te van a traicionar a ti, a mí, ¡todos se traicionarán a todos! Cuando menos te lo esperes, Linda te va apuntar con su pistola—tomó agua violentamente.

—¿Y no dices lo mismo de Paul?, ¿o será que no lo dices porque él ya te traicionó?—insinuó de manera enfática.

—No, porque él ya se ve arrepentido. ¡Él sería incapaz de hacerme algo a mí!

—Por favor, ¡asesinó a tu hijo! A tu esposa, a los hijos de Ringo. ¿Qué otra prueba necesitas de que te va a terminar matando también?

—Bueno, no hablamos de mí ni de Paul, hablamos de Ringo. Ese chaparro es 1.75 de pura maldad, así que no dudará en asesinar a Maureen, ahí mismo, si es que puede.

—Tal vez tienes razón—suspiró Yoko.

—Claro que la tengo, prepárate muy bien, usa tu mejor disfraz: Hoy muere Maureen—sonrió perversamente.

(...)

Maureen no quiso que nadie fuera a despedir a sus hijos, lo único que hizo fue pagar los ataúdes y ya, fueron enterrados de una manera muy rápida, y sólo estuvo presente el padre para dar su respectiva bendición.

Ella se quedó sentada en su sofá, oscuro, vacío, sin un rayo de luz. Lloraba silenciosamente, y no creía que tanto dolor fuera posible. Pero, tocaron la puerta.

—Hola—dijo mientras se limpiaba de las lágrimas.

—Hola Mo'—eran Ringo y Barbara.

—Por favor, pasen.

Ellos entraron sin dudarlo, pero no sabían la desgracia que les esperaría a los tres. John y Yoko estaban en la azotea de la casa de Mo', y John podía escuchar perfectamente toda su conversación.

—¿Le pusiste un micrófono a Ringo sin que se diera cuenta?—cuestionó ella.

—Sí, así es. Así podremos saber el momento justo.

—Vale—dijo Yoko no tan convencida.

Y esto era lo que podían escuchar:

—Por favor, tomen asiento—dijo Maureen.

—No, estamos bien así—dijo Barbara.

Y se podía oír perfectamente.

—Muy bien, escucha atentamente. En unos instantes, Ringo va a desmayarse.

—¿Por qué?

—Shh... no preguntes de las drogas que tengo a mí poder.

Y sí, fue cuestión de poco tiempo para que...

—¡Ringo!—gritó Barbara y se escuchó un fuerte ruido.

—¿Qué ocurre?—preguntó Maureen al verlo en el suelo.

—Él... ¡Se desvaneció sin más!

—Dios, llamaré al doctor. Espera un momento.

Eso fue justo lo que hizo.

—Esa es la señal, ¡corre, corre!—ordenó John a Yoko.

La señora Ono se veía muy diferente a como solía vestirse: A ella le gustaban los vestidos exóticos y ropa muy pesada, además de la ropa exageradamente blanca, pero no. Ahora, ella iba vestida con ropa muy informal, tuvo que ponerse unos lentes negros, y sí, fingir que era una persona en pobreza extrema.

—¡Ayuda!—exclamaba a fuera de la puerta— ¡Por favor!, ¡necesito ayuda!

Barbara escuchó esto al instante, así que no tardó en permitirle la entrada.

—Señorita—la pobre mujer se encimó en sus brazos—, ¡necesito su ayuda! Me siento muy mal, no aguanto... ¡Me dará un paro cardiaco!

—Tranquilícese—dijo Barbara de buena fé—, yo la ayudaré.

Barbara creyó haber cerrado la puerta, pero no, los piecitos traviesos de Yoko impidieron que bloqueara la entrada.

—Le diré a la dueña de la casa...

—NO—susurró—, no... no aguanto más.

Detrás de las espaldas de Maureen (quien llamaba al doctor sin éxito alguno), pasaron Barbara y la "indefensa" mujer, subieron por las escaleras, pues Barbara quería recostar a la mujer y hacer que se sintiera mejor.

—No contesta—minutos después, ella volteó, y sólo vio a Ringo en el suelo—, ¿Barbara?—se preguntó y prefirió auxiliar a Ringo para que reaccionara.

Barbara cargaba a la disfrazada Yoko como si fuera una muñeca gigante, entraron a la habitación principal de Maureen, la acostó en la cama y se dedicó a revisarle el ritmo de su corazón y rectificar que estuviera bien. Grave error.

Yoko tenía dentro de sus pantalones guangos, un trapo con cloroformo, que no tardó en ponerlo sobre la nariz de Barbara, y hacer que perdiera el conocimiento al instante.

—Lo siento—dijo Yoko al verla en el suelo—, pero prefiero traicionarte antes de que tú me traiciones.

Diciendo lo último, sacó una navaja bastante grande, se la clavó a Barbara en la rodilla muchas veces, y no sólo eso, también la pasó por el cuello, provocándole un desangre y una muerte segura. Al rectificar eso, salió por la ventana y John la ayudó a regresar a la azotea.

—Muy bien, es tu turno.

—Claro que sí—aseveró Lennon.

John bajó de un gran salto, y se lastimó el pie apropósito. Iba cojeando de la pierna derecha, y se hizo una gran cortada en el muslo, viéndose como un verdadero sobreviviente de guerra. Lloraba y se quejaba, así que entró a la residencia.

—¿Barbara?—preguntó Maureen.

Ringo aún no reaccionaba, así que Mo' decidió subir y revisar en donde estaba Barbara, casi le da un infarto al ver aquel cuerpo en su alfombra.

—No... ¡No! Dios mío, ¿Barbara?, ¿qué te ha pasado?

En ese segundo, John entró y logró hacer que Ringo reaccionara.

—¡¡Ringo!! Despierta, ¡esto es una locura!

—Eh—sacudió su cabeza—, ¿qué pasó?

—Maureen, ¡Maureen enloqueció! Te dio un sartenazo, me acuchilló a mí, ¡y está arriba con Barbara!

—¿Qué?—se levantó de un salto.

Ambos se dirigieron a la habitación, donde vieron la terrible escena.

—¿Qué está pasando?—preguntó Ringo déspota al ver a Barbara en el suelo.

—Ringo... ¡Alguien ha asesinado a Barbara!—explicó Maureen asustada y aterrada.

—Sí. ¡Tú lo has hecho!—John la señaló acusatoriamente— Yo vine para apoyar, ¡y cuando llegué vi todo esto! Barbara huyó despavorida a la parte de arriba, Maureen te recibió con un golpe que te hizo desfallecer, ¡y mira lo que me hizo!—mostró su grave herida— ¡Ella la mató!

—No... ¡No es cierto! John, ¿dónde carajos estabas tú?

—Vine de improviso, ¡mataste a Barbara!

—¡Quítate!—Ringo la empujó, y quería ver la salud de su esposa.

Pero no, fue horrible para él ver que ella ya no respiraba ni daba señales de vida.

—No... ¡Barbie! Dios mío. ¡No! Debe ser...

—Fue ella—siguió diciendo John—, ¡ella lo hizo!

—Ringo—Maureen dijo indignada—, ¡te juro por los dioses que yo he sido! No sé en donde se metió, ¡no entiendo nada! Lo que dice John es una jodida mentira.

—Ringo—John lo miró de frente—, por favor. ¡Somos tus compañeros! Ella es de la parte enemiga, ¡ella trabaja para Asher! ¿Le vas a creer? No, créeme a mí, ¡soy tu amigo!—lo sacudió violentamente de los hombros.

—Yo... no fui—dijo Maureen volviendo a llorar.

Era muy claro saber a quién le iba a creer Ringo.

—Maldita seas—dijo y cargó el cadáver de Barbara—, ¿cómo has podido hacerlo? No tienes consideración.

—Mátala—dijo John.

—No, sería muy obvio hacerlo en estos instantes, no tengo arma.

—Te doy la mía.

—¡No! Por favor, vámonos de aquí.

Los tres se dirigieron a la salida, Maureen intentaba defender su honor y posición, además de querer salvaguardar su vida.

—Ringo, escúchame, ¡yo no lo he hecho! Ya ni siquiera voy a trabajar para Asher, ¡por favor!

—Nada de eso. Barbara es la mujer que más he amado, ¡y tú la asesinaste!—exclamó violento.

—No... no, te juro por Dios bendito que no lo he hecho, ¡en serio!

—Prepárate Maureen, porque Asher y tú van a sufrir tanto, ¡que querrán no haber nacido nunca!—dictó Ringo y salió de la casa.

John lo siguió, aún seguía cojeando, pero se despidió con una sonrisa pícara que demostró a Maureen que todo había sido una terrible trampa, a la que ella había caído.

(...)

Fueron al hospital para intentar hacer algo por Barbara, pero todo fue en vano, murió desangrada antes de llegar, pero de todos modos fueron, pues debían arreglar las heridas de John y hacer que volviera a movilizarse. Yoko llegó al instante, pero ya se había cambiado, lucía tan exótica como siempre.

—Lo siento Rich, hice todo para detenerla, pero era una desquiciada—dijo John, siguiendo con una sarta de mentiras.

—Lo sé, gracias—sollozaba tristemente.

—Debe ser terrible, Rich, pero no te preocupes, nos vengaremos—apoyó Yoko con una destellante sonrisa.

—Yoko tiene razón—John lo tomó del hombro—, pero... ¿Cómo? Los tres no podremos, y tú no quieres colaborar con Wings.

Ringo sabía por dónde iba la insinuación de John, pero estaba tan dolido que no podía pensar con claridad.

—Odio a Paul, lo odio con todas mis fuerzas. Pero estoy dispuesto a todo con tal de destruir a Maureen y a Jane.

John y Yoko se quedaron viendo con emoción en sus ojos, mostraron gestos alegres, y sabían que todo había funcionado a la perfección.

—Buena idea, Ringo, no lo pudiste haber dicho mejor—dijo John victorioso.

Perdieron a Barbara, pero ¡Ringo estaba de vuelta! Sin duda, Wings y la Plastic Ono Band llevaban todo a su favor, ¿cómo responderán Jane, Maureen y May?

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