━━XXV: the last raid
(DESBLOQUEA EL PRÓXIMO CAPÍTULO CON +60 VOTOS Y +30 COMENTARIOS)
━━CAPÍTULO VEINTICINCO━━
【 EL ÚLTIMO ASALTO 】
Era una noche densa.
La niebla envolvía las embarcaciones como sí se tratase de un manto infinito de oscuridad. Algunos hombres estaban acostumbrados a tan insinuante clima, tras las constantes persecuciones de quiénes algunos conocían como la bestia indomable. Un dragón que se presentaba en las más inesperadas de las redadas y con el simple poder de su mente dormía a toda la tripulación para liberar a los dragones que con mucho esfuerzo y ardua labor conseguían capturar. Ivar el Tonto no tenía miedo de ese dragón; podría capturarlo con sus simples puños de presentarse el caso; y aquel era el motivo por el cual patrullaba a altas horas del anochecer.
Escoltaban una de las grandes capturas de dragones, lejos de los límites del mar nórdico donde aquella bestia pudiera presentarse para acometer sus hazañas. El plan había sido forjado meticulosamente para prevenir que tanto ese dragón como aquellos jinetes rescatadores pudieran presentarse. Había escuchado por meses de sus hazañas, barcos explotados, tripulantes ahogados, dragones salvados... Después de tantos fracasos, muchos de sus compañeros habían pagado las consecuencias. Pero Ivar no era tan estúpido para permitir que cualquiera viniese a tomar lo que con tanto esfuerzo habían logrado, como miembro honorable y humilde servidor de los Señores de la Guerra, él era altamente capaz de defender su puesto de vigía y tranquilizar a los dragones.
Ese era el motivo por el cual estaba ahí, con una lanza y linterna en mano.
Sus sentidos se mantenían alertas en todo momento, conforme avanzaba entre las jaulas. Oía el crujir de los barcos cuando chocaban contra el océano, el sonido de sus pisadas, así como el rugido de los dragones. Agudos y amortiguados, roncos y aullidos en espera de la mínima oportunidad para atacar. Él no era un tonto, incluso con grilletes y bozales, sabía que los dragones eran bestias incapaces de contener por siempre. No podía bajar la guardia, no ahora que tenía la oportunidad de demostrar su valía.
El ruido hasta ese momento, no era incómodo. Preferible eso a escuchar los lamentos de las bestias en el interior de sus jaulas. Por unos instantes fue así, hasta que giró hacia una de las grandes jaulas. El dragón que estaba adentro consiguió hacerse oír a través del bozal que ataba su mandíbula, captando su atención. Alzando la linterna, observó al dragón robusto y golpeó con su lanza parte de los barrotes.
—¡Silencio!
El dragón soltó un aullido lastimero, antes de encogerse dentro de la oscuridad de su jaula. Ivar, satisfecho consigo mismo, devolvió la mirada hacia el frente.
Vientos extraños se apoderaron del aire, motivo por el cuál no prosiguió su caminata. Una forma extraña se formó dentro de la neblina, entrecerró sus ojos para tratar de divisar algo, pero al no hacerlo extendió la mano donde sostenía la linterna. Parecía ser una silueta de un hombre, demasiado delgado para tratarse de un dragón o algunos de sus compañeros robustos por beber tanto hidromiel. De su mano izquierda llamas flamantes iluminaron lo que pareció ser el contorno de una espada y toda su silueta consiguió traspasar la espesa neblina que les rondaba.
—¿Qué... eres? —preguntó con curiosidad, aún sostenía la linterna a la altura de su cuello, aunque pudiese ver el reflejo del hombre con su espada de fuego.
El individuo no se movió, con un traje negro que lo cubría de pies a cabeza, podría tratarse de cualquier ser proveniente de un lugar penumbroso. Ivar el Tonto aguardó, con el pecho en alto y la mirada atenta. Sin embargo, el extraño no dio señales de dar un movimiento con aquella espada; en su lugar, alzó el dedo índice de su mano derecha y se la llevó a los labios.
«Shhh...».
Sin darle tiempo a procesar lo ocurrido, un nuevo gruñido se escuchó detrás de él. No parecía ser proveniente de los dragones enjaulados, con el bozal sus gritos sonaban distorsionados. Este fue una advertencia, sorprendido, se dio la vuelta para encontrarse a la criatura descender de la jaula contraria, la mayor parte de su cuerpo se camuflaba, pero ciertas zonas se iluminaban de un azul luminiscente que erizaron los vellos de su piel. Ese dragón era la oscuridad misma. Había escuchado de él incontables ocasiones.
El dragón aterrizó suavemente sobre el piso del barco e Ivar no perdió el tiempo. Atacar al individuo sonaba mejor idea que ir por el dragón, así que eso hizo. Para su desgracia, el extraño esquivó su primer ataque con facilidad, fue una lucha corta. Ivar no previó lo peligroso que era luchar contra un oponente que portaba un arma de fuego, su lanza se enganchó al centro de esa extraña espada, dejándolo indefenso ante el desconocido y su dragón. Un Furia Nocturna.
Desesperado e imponente, Ivar lanzó su linterna con la esperanza de que el fuego fuera su aliado. El artefacto chocó contra el cuerpo del individuo y cayó sobre el suelo generando una pared de fuego que los separó el uno del otro. Ivar el Tonto observó impresionado las llamas levantarse por encima de ellos. El fuego no era un impedimento para ese hombre y su Furia Nocturna; atravesaron las llamas y se abrieron paso como dos seres provenientes del mismo Muspelheim.
—¡Aaahhhhhh! —exclamó Ivar, tras comprender a lo que se enfrentaba. Retrocedió lo más que pudo de su atacante y señaló con un dedo tembloroso, una vez su mente hubo atado cabos—. ¡Eres un demonio!
El demonio dio un vistazo hacia ambos lados, antes de precipitarse apresuradamente en su dirección.
—¡Shhh! —El extraño extendió sus manos y sacudió la cabeza—. ¡No! ¡No! No lo soy... ¡No soy un demonio! —aclaró. Con su mano enguantada, el extraño abrió su casco para mostrar su rostro. Un rostro bastante juvenil como para pertenecer a un demonio, pero Ivar no bajó la guardia—. ¿Ves? —Sus comisuras se elevaron un poco—. Soy igual a ti, de carne y hueso. Y solo vine a rescatar dragones, entonces...
—¡Pero caminaste por el fuego! —protestó, incapaz de creerle.
—¡Por las escamas! —aseguró determinante el joven, quien volvió su vista hacia los lados, como sí esperara por algo... O alguien. Los nervios de Ivar se alteraron y no pudo evitar retroceder—. A los dragones se les caen muchas.
—¡Nooo! ¡Reconozco a un demonio cuando lo veo! —aseveró, alzando su índice para puntualizar sus palabras. Ivar el Tonto retrocedió—. ¡Ninguna pierna humana es tan escuálida! —señaló horrorizado, dándose la vuelta para echarse a correr.
No consiguió dar dos pasos cuando un nuevo rugido resonó trayendo consigo kilos flamantes de un nuevo dragón. Una nueva bestia proveniente de Muspelheim; sí bien era cierto, los Pesadilla Monstruosa eran los dragones más temibles, verlos cubiertos de fuego exorbitante les convertía en una amenaza letal. Ivar el Tonto brincó del susto cuando la criatura aterrizó a escasos metros de él, sus espolones rasgaron parte de la madera y desde arriba una nueva sombra acabó con la neblina.
—¿Esa te parece una buena entrada? ¿Qué te parece la mía? —preguntó burlesco una nueva voz sorprendiendo a Ivar. Un nuevo demonio montaba al Pesadilla Monstruosa, a diferencia del escuálido, este era un poco más robusto y de menor altura. Se mantenía de pie y con los brazos extendidos en una pose un tanto orgullosa, hasta que comenzó a olfatear algo por detrás—. ¡Aahhh! ¡Aaahhh! ¡Aaahhhhh!
El grito del hombre se entremezcló con el de Ivar cuando se percató de la pesadilla en la que estaba inmerso. Aquel extraño demonio cayó de la montura de su dragón con el trasero en llamas y corrió sobre cubierta en un intento por apagarlas; arrepentido por sus pecados, Ivar el Tonto se llevó ambas manos a su cabeza, horrorizado.
—¡Ahhh! ¡Lo sabía! ¡Más chamucos!
El primero de ellos solo suspiró, pellizcó el puente de su nariz tras percatarse de que el plan no iba como se había previsto. Los gritos del segundo individuo no ayudaban a controlar la situación.
—Solo... —Un poco cansado de la situación, el joven llamado Hipo, suspiró y rezó a los Dioses que los demás se atuvieran al plan—. Es un tonto que olvidó proteger su trasero del fuego.
Ninguna palabra ayudaría entrar en razón a Ivar el Tonto después de lo que vino. Una gran sombra se proyectó por encima de ellos, los dos pares de alas crearon torrentes volátiles y desde las alturas descendió una figura. Su hacha fue la primera en caer, cubierta de picos por los orificios, hicieron que Ivar diese un brinco. Y luego él, un demonio sin igual, con un traje cubierto de picos grandes grisáceos y manchas marrones. La figura caminó y en el proceso empujó al que corría con el trasero humeando.
—Apuesto a qué me veo increíble —comunicó el recién llegado, con una voz atractiva. Su casco era una réplica similar a la cabeza de un dragón Cortatormentas, las crestas alargadas daban la impresión de parecer un dragón y las alas en su traje complementaban la idea. Una cabellera castaña relució junto a una sonrisa radiante—. ¿Cómo lo hice? —Volteó para ver hacia los alrededores del barco y su ceja se frunció—. Diablos, ¿he llegado antes de que lancen el gas?
—¡Said! Se supone que debías entrar después de los gemelos y Astrid —replicó el jefe de Berk—. Recemos porqué Sigrid no observe esto.
—¿Así que no ha llegado?
—Con el favor de Odín, no.
¿Sigrid? ¿Gemelos? ¿Entrada? Ivar no comprendía en su totalidad todo lo que estaba ocurriendo en tan pequeña fracción de la noche. El segundo demonio en aparecer continuaba corriendo desesperadamente con el trasero en llamas, hasta que el tercero lo empujó y obligó a sentarse sobre el suelo donde las llamas se extinguieron con lentitud.
—Eso ha sido... —comenzó, cuando una nueva silueta se reflejó tras la neblina, trayendo consigo una bruma verde que cubrió el área. El hombrecillo se incorporó de inmediato y corrió tan lejos como pudo de la sustancia gaseosa—. ¡Ay, no! ¡Aún no! ¡AÚN NO!
Muy tarde. La segunda cabeza del Cremallerus Espantosus encendió la chispa que hizo explotar el gas verde, del impacto el segundo individuo salió volando e Ivar tuvo que cubrirse del humo para no toser. Observó a sus lados desesperadamente por un lugar al cuál correr.
—¡Admiren a su peor pesadilla! —declaró el jinete de la primera cabeza de Cremallerus, saliendo del humo provocado por la súbita explosión. «Admiren», secundó una segunda voz, captando no solo la atención de Ivar sino del demonio que acababa de hablar. Deslizó hacia arriba su casco con apoyo de uno de sus guantes con forma de cabeza de dragón y observó mal a su acompañante—. Junto a su hermana, ¡quién insistió en venir!
—¿Así me presentas? —inquirió indignada la susodicha, revelando un rostro similar al de su acompañante.
Confundido, Ivar tuvo que observar doble vez para asegurarse de que no estaba delirando. Las diferencias se presentaron lentamente, el que parecía ser hombre tenía una barba... No, barba no, dos pedazos de trenzas unidos por debajo de su mandíbula para simular una. Y entonces aquel demonio de nombre Said le ofreció una oportunidad para pasar desapercibido, se aproximó hacia tan extrañas criaturas y comenzó a reclamar algo a lo que no prestó atención. Decidido a no ser la víctima de cualquiera de esos seres traídos desde los lugares inhóspitos de los nueve mundos, Ivar se arrastró retrocediendo desde el suelo. Podía escapar sin que se dieran cuenta y así, alertar a la tripulación.
—.... Ustedes dos siempre se adelantan —escuchó regañar el primero de ellos.
—Eso es culpa de Patán, por distraernos con su trasero ardiendo.
—¡Oye! —Se quejó el aludido, aproximándose para encararlos—. ¡Said es el que tiene la culpa! Esa no era su entrada.
—¿Qué? ¡Pero sí lo hice increíble!
—Un poco de humildad no le podría faltar a tu ser —rebatió el demonio de nombre Patán, poniéndose de puntillas para tratar de llegar a la altura de Said. Lo señaló con el dedo y lo observó con los ojos entrecerrados—. No pudiste soportar que Colmillo y yo nos luciéramos.
—Con ese trasero en llamas...
—Supongo que esto no está yendo como se planeó.
Una nueva voz hizo que Ivar perdiera la cuenta de la cantidad excesiva de demonios en su zona de vigilancia. A diferencia de los contrarios, este pertenecía un joven calmado cuyo traje era sencillo y nada extravagante, de un color blanco con verde. Se deslizó por un lado el casco de cuernos marrones, rebelando así una cabellera como el oro y unos ojos zafiros. Al verlo, Ivar el Tonto llegó a la conclusión de que este no debía ser traído de Muspelheim; sino de Niflheim, el reino del frío y la oscuridad.
—... ¿Cómo tu sabes que eso no fue parte del plan? —replicó altanero Patán, haciendo que el recién llegado levantara las manos en señal de rendición.
Ivar el Tonto retrocedió un poco, tomando como impulso sus manos para no resbalar ni generar sospechas.
—Relájate, estamos perdiendo mucho tiempo y los demás no han de tardar en... llegar.
Un nuevo individuo rodó al frente interponiéndose entre Hipo, Patán y el demonio de nombre desconocido que acababa de llegar.
—¡Perdón! —comentó, estirando una de sus manos para generar impulso. Era un demonio robusto, cubierto de pieles cafés y el centro de su pecho cargaba un bebé dragón, quien asomó su cabeza por encima de la bolsa en la que iba—. Aun no aprendo a usar mis alas.
—Patapez, ¿otra vez con el bebé? —reprochó Hipo, señalado con su espada flamante al pequeño Gronckle—. Esto es una redada.
—Es que no conseguí niñera...
Aquella era su última oportunidad, debía aprovechar la distracción de esas criaturas para alertar a los tripulantes. Cuando su espalda tocó las rejas, lo primero que hizo Ivar el Tonto fue levantarse con sumo sigilo y, tras corroborar que no era el centro de atención, atravesó la cubierta rodeando a cualquier ser vivo fuera de las jaulas.
—¡Los demonios nos invaden! —advirtió en pánico—. ¡Es el fin del mundo...!
El rostro de Ivar el Tonto se estrelló contra los barrotes de la jaula y se desplomó en el suelo, con un lamento ahogado, dejando a los presentes un tanto confundidos. Detrás de él apareció una chica con ojos similares al brillo de las estrellas sobre el cielo, portaba una armadura hecha a bases de escamas con tonalidades rosas y moradas, con la base principal de color negro. Su casco era sencillo, con una abertura horizontal cubierta de tela oscura y por encima, dos antenas alargadas caían, resaltando toda su armadura como las enredaderas de unas hojas.
—¡Sigrid! —comunicó su esposo, aproximándose al verla llegar. Una nueva figura aterrizó por delante, flexionando sus brazos por detrás e Hipo no tuvo que adivinar de quien se trataba—. ¡Astrid! ¡Lo tenía justo donde quería!
—Y ahora... —comentó Sigrid, chocando palmas con la rubia—. Está justo donde yo lo quería.
—Este no es un buen momento para aparecer, preciosas —intervino Said aproximándose junto a Hipo, se recargó en su hombro por unos instantes y sonrió elegante—. No necesitábamos de su ayuda, la situación estaba en absoluto control.
—Y supongo que por eso hemos escuchado los gritos desesperados de Patán, ¿verdad? —ironizó la berkiana, revelando sus ojos turquesa tras levantar el casco. Pasando junto al kainiano, le dio unas palmaditas en los hombros y luego una en el trasero que lo hicieron sobresaltarse—. Hay trabajo que hacer.
Sigrid e Hipo compartieron una mirada divertida, aunque al ver a Astrid empujar a Said para que fuese a rescatar a los dragones, se mantuvieron lo bastante serios el tiempo suficiente para salir con vida.
—Creo que me he perdido de algo.
—Creo que te has perdido de varias cosas en tu vida —replicó la ojigris, mordiendo el interior de su mejilla.
—Muy graciosa. —Su esposo la miró, entre molesto y divertido. Sus orbes esmeraldas brillaron traviesos—. Ya verás.
—Shhh, vete a trabajar antes de que Nymeria te arrastre por la fuerza.
Poco satisfecho, el ojiverde hizo caso a su esposa y dio una señal hacia los jinetes para que se pusieran en marcha. Aunque la realidad era que la mayoría ya se había dirigido para rescatar a los dragones.
Sigrid tampoco perdió el tiempo, Nymeria se materializó justo a unos metros de ella, sacando un buen susto a Patán que pasaba por su lado, sus colmillos brillaron radiantes y sus ojos se tornaron en un verde trébol capaz de hipnotizar a cualquiera que estuviera lo suficientemente cercas.
—No, Nym —regañó, pellizcando el puente de su nariz—. Patán no es el enemigo, aunque lo parezca.
Un poco resignada, la Pesadilla Cambiante empujó al vikingo con su ala al pasar por su lado y siguió a Sigrid a través de los pasillos llenos de jaulas. Todas eran de gran amplitud, en algunas albergaban hasta tres dragones dentro que luchaban por conseguir un poco de espacio. Con ayuda de su dragona, la kainiana entró a la primera que encontró donde dos jóvenes Cola Quemantes resoplaban desesperados para liberarse de los grilletes que ataban su cuerpo.
Por un momento sintió miedo, los Cola Quemantes no eran una especie en lo particular amigables con los humanos. Todo lo contrario, en realidad. Al tratar de deslizar la jaula, ambos dragones centraron su atención en ella, sus ojos oscuros la juzgaron y siguieron minuciosamente cada pequeño movimiento. Cuando no pudo abrirla, sacó su espada de su funda y la interpuso entre la separación de ambas puertas, sus manos sudaron al empujar hacia ella y sintió el calor recorrer sus extremidades cuando tomó de apoyo una de sus piernas hasta conseguir deslizarla.
Nymeria por detrás gruñó.
—Muy tarde para ofrecer tu ayuda, ¿sabes? —resopló, con un jadeo cansado. Terminó de abrir en su totalidad la reja y se adentró, los dragones gruñeron en cuanto lo hizo—. Está bien, está bien, solo tomará unos segundos... —Con los guantes era un poco más difícil maniobrar su espada, pero se las apañó para presionar el botón central del mango hasta que la hoja se cubrió de un fuego azulado brillante. Con los nuevos ajustes que le había realizado Hipo a Snøstorm unas semanas atrás, el fuego había adquirido un nuevo grado de intensidad, capaz de derretir con facilidad las cadenas a prueba de dragones. Sintió el escozor llegar a sus ojos tan pronto la encendió y tuvo que bajarse el casco de nuevo—. Así que Nymeria, prepárate por sí necesitas sacarme de aquí —pidió, antes de romper las primeras cadenas. Cayeron en un sonido estrépito y el primer bozal estalló en pequeñas partes de metal que resonaron sobre el suelo. Confundido por el fuego, el Cola Quemante se mantuvo inquieto hasta que la kainiana rompió la cadena gruesa que sujetaba su cola—. Kalm.
El dragón observó hacia su cola y luego, una vez más posó sus ojos sobre ella. Dos rendijas oscuras que reflejaban el fuego de la espada azulada. Sigrid se mantuvo sobre su lugar, sin ejercer otro movimiento que pudiera alterar a la criatura. Era un dragón joven, pero por las marcas en su cuerpo, pudo deducir que había sufrido mucho y, por lo tanto, aprendido a defenderse. El dragón le enseñó los dientes y golpeó la cubierta con su cola haciendo que pedazos de madera se levantaran sobre el aire.
—Rustig kalm —indicó, extendiendo sus manos hacia el frente. El fuego de su espada rozó un poco la cabeza del dragón, haciéndole retroceder y gruñir—. Kalm, vi er venner.
La antigua lengua de los dragones no parecía tener efecto en los Cola Quemantes. Aquel que había liberado enterró sus garras en la madera y avanzó cautelosamente hacia ella. Sigrid retrocedió, apagando el fuego de su espada con la esperanza de que esto fuese el motivo de su reacción y solo pudo observar el cuerpo del dragón alzarse al tiempo en que Nymeria la sacó de la jaula y la cubrió con sus alas cuando el fuego explotó. El sonido resonó y el cuerpo de la híbrida perdió el equilibrio cuando un segundo ataque llegó.
—Fue una mala idea venir por ellos primero —expresó jadeante, incorporándose para ayudar a mover a su dragona antes de que un tercer ataque les impactara—. Ya está, vuélvete invisible.
Una oleada fría recorrió su cuerpo, tan pronto Nymeria se alejó y el aire súbitamente se volvió gélido. La neblina que había sido disipada por el fuego volvió a cubrir la zona, dejando rastros de copos y escarcha que se ciñeron todo a su alrededor. Contrariado, el Cola Quemante salió de la jaula con sus ojos reflejados en temor y angustia ante la pronta amenaza. Sigrid suspiró y se preparó para un nuevo ataque cuando el choque del plasma impactó levemente sobre el cuerpo del dragón asustadizo. No hubo falta de un segundo golpe cuando el dragón se alzó en vuelo y se perdió en la oscuridad.
—Parece que Draco no quería dejarte con toda la diversión —comentó Valka desde las alturas, cubierta por las alas de Brincanubes. La ojigris se alzó el casco para verla y sonrió sin mostrar los dientes—. ¿Necesitas ayuda con ese...?
—No, no —negó, volviendo a cubrirse el rostro. Encendió una vez más a Snøstorm y añadió—. Parece que el frío ni la niebla les agrada, espero la presencia de Draco sea suficiente.
No escuchó a la respuesta de Valka cuando se adentró a la jaula y rompió la primera cadena. Este segundo Cola Quemante estaba más alterado que el primero, movía sus grilletes de un lado a otro, en un intento desesperado por liberar su cola y defenderse. Del bozal sobresalía un poco de humo que la hizo sujetar con firmeza su espada y asestarla sobre la primera cadena; no se esperó a conocer su reacción y en seguida la volvió a asestar sobre la siguiente.
Alcanzó a salir cuando una bola de fuego se impactó en la entrada.
—Eso estuvo bastante cerca —comentó Niels, aproximándose a su encuentro. Su traje en totalidad era negro con pequeñas marcas zafiro que su hermano le había añadido de sus reliquias. El casco era una representación casi exacta de la cabeza de su dragón, con dos cuernos encorvados hacia atrás y uno por debajo de su mentón—. Cuidado con los instintos suicidas.
—No estoy arriesgando mi vida —replicó ella en cambio, ofendida por la insinuación. Envainó su espada y se descubrió el rostro para respirar un poco, Niels sonrió al ver sus mejillas sonrojadas.
—No, para nada —murmuró. Al escucharlo, su hermana le empujó al pasar—. ¿Qué? No hablaba contigo.
Sus comisuras al decirlo se elevaron y Sigrid arqueó una ceja. Tener a Said y Kristoff todos los días era soportable, estaba acostumbrada a ellos de años atrás; pero tener también a Niels todos los días requería más fuerza de la que tenía. Lo volvió a empujar al pasar por su lado y le lanzó una mirada indignante, inclusive dramática, que lo hizo reír con ganas.
—Creo que estás bastante relajado —dijo, colocando sus palmas detrás de su espalda para instarlo a caminar—. Podría haber cazadores.
—No podría... Hay. —El ojigris la tomó de los hombres, obligándola a girarse para presenciar una cantidad excesiva de hombres salir de las cabinas—. Agáchate —indicó y lanzó una daga hacia el primero en aproximarse.
—¡Ataquen!
—¡Llévense a los que rescatamos! —ordenó Hipo saliendo del lado opuesto en el que los cazadores venían, Chimuelo a su lado aterrizó suavemente.
—¡Ataquen a ese Furia Nocturna!
Sigrid infló sus mofletes. ¿Cuándo podrían tener una redada normal? El barco no tardó en llenarse de cazadores advertidos y en cuestión de segundos les rodearon. Resignada a que no podría ser una misión sigilosa, la kainiana se reacomodó el casco y desenvainó por tercera ocasión a Snøstorm, cuando escuchó el tan familiar click tras presionar su botón del fuego. Silenciosa, interceptó al primer hombre que avanzaba hacia Hipo. El cazador alcanzó a interponer su lanza, antes de arremeter él mismo en una danza corta que terminó cuando Sigrid le golpeó con la empuñadura sobre la frente; a su lado, Hipo cargó contra el segundo y con Inferno tumbó su hacha, dándole a Chimuelo la oportunidad de lanzarlo unos metros lejos, donde Brutacio y Said se encontraban liberando dragones.
—¡No se corre en la cubierta! —gritó Brutacio inclinado para abrir una de las jaulas. El trampero se reincorporó del empujón y estiró su hacha para atacar—. Está resbaloso y te puedes caer.
Con un bostezo, Said observó a Brutilda colgarse del hacha del cazador y tumbarla al suelo, dejándolo desarmado. Antes de que se pusiera violenta, la apartó y una sombra roja pasó veloz hacia ellos.
—¡Quítense! —gritó Patán—. Yo me encargo de los más rudos.
—Quiero ver eso —murmuró Niels, optando por bajar su arco y apreciar la escena.
Pasando por encima del atrapador caído, Patán blandió su maza contra dos tramperos ciegamente. Tambaleante, trató de recomponer su casco que dificultaba su visión cuando una catarata de llamas se deslizó por detrás de él y ahuyentó a los hombres. Satisfecho, el vikingo infló el pecho con orgullo.
—¡Ehh! —silbó, con una sonrisa amplia—. Dos y contando.
—El crédito va para Colmillo, quien lo hizo excelente —dijo Said y el Pesadilla Monstruosa gruñó, orgulloso. Patán se limitó a hacer oídos sordos, una victoria era una victoria—. Pero puedes hablar por él.
A unas cuantas jaulas de distancia, Hipo y Sigrid seguían peleando contra los atrapadores. Chimuelo ayudaba de intermediario, empujando con sus alas cuando la situación se tornaba complicada y los demás dragones luchaban desde arriba, lanzando a los hombres hacia el mar o lo suficientemente lejos como para no generar problemas. Patapez corría en cubierta con bebé en brazos, aunque no tenía mucho de nacido, el pequeño Gronckle era capaz de mostrar sus colmillos e identificar a sus agresores. Sigrid tuvo problemas en concentrarse cada que escuchaba a ese bebé dragón gruñir.
—Agradezco a los Dioses que hayamos dejado a Eivør al cuidado de Margaery por esta ocasión —comentó Hipo, al ver a su esposa tan distraída con el pequeño dragón. El vikingo desvió el ataque de un hombre corpulento, lo empujó de una patada y un jadeó prolongado salió de sus labios por el esfuerzo.
—Soy capaz de cuidarme y cuidarla, de ser necesario —replicó convincente, se agachó cuando otro le lanzó un mazo que rodó hasta aterrizar a centímetros de su cuerpo—. Eres tú quién me distrae.
—¿Yo?
Hipo rio, se acercó lo suficiente a uno de los hombres para quitarle el casco y se lo lanzó a otro que se aproximaba del lado contrario.
—Sí, con ese nuevo traje, creo que será mejor que no diga lo que pienso.
El ojiverde se sonrojó, centró su atención en los tramperos y de un tirón abrió una de las jaulas previamente desocupadas. Chimuelo le ayudó empujando a uno de los atrapadores adentro.
—Gracias. —Sonrió y acarició el puente de su nariz—. Ahora ve por los demás, amigo.
—¡Bien hecho, Chimuelo! —felicitó Sigrid, antes de que el Furia desapareciera tras la neblina.
Hipo aprovechó los breves segundos de tranquilidad, para apagar su espada y cambiar el bote. A lo lejos divisó las flechas de Niels caer como una lluvia de estrellas sobre varios de los atrapadores, Kristoff ayudaba a Astrid con un par de ellos en el lado contrario y el cuerpo de un inmóvil aterrizó a sus pies, con su esposa jadeante por detrás. La kainiana apagó su espada y se quitó el casco, ni siquiera se inmutó cuando un nuevo hombre corrió a su encuentro, se limitó a esperarlo y en el momento acertado lanzó su daga.
—¿Una misión sigilosa? —preguntó irónica con la voz entrecortada, cuando se vieron rodeados por tres hombres más.
Hipo, quien se había aproximado hasta ella, se levantó el casco cuando sus espaldas rozaron; esbozó una sonrisa apenada.
—Sí, esa es siempre la intención.
Incapaz de responder, Sigrid giró sobre sus talones e interpuso su espada apagada contra el hacha del primer hombre, alcanzó a desviar el arma lo suficiente en un arco perfecto que la arrebató de sus manos y, antes de que decidiera vengarse, le propinó un golpe sobre su pecho que le sacó el aire.
—¡Cuidado! —advirtió a su esposo cuando uno más se acercó por detrás, Hipo se giró para enfrentarlo y los ojos de Nymeria se revelaron en su característico tono trébol—. ¡Gracias, Nymeria!
Uno de los hombres intentó flanquearlos desde su retaguardia, pero Sigrid le lanzó un codazo que lo dejó tambaleante. Era un trabajo de nunca acabar, había perdido la cuenta de a cuantos había enfrentado en lo que iba de la noche; afortunadamente quedaban muy pocos dragones por liberar.
Una nueva oleada de flechas voló por encima, la kainiana se apoyó en sus rodillas para recuperar el aliento y jaló a Hipo consigo cuando algunas de estas cayeron a milímetros de sus cuerpos. Los últimos hombres en pie fueron a estrellarse contra las rejas cuando Draco se aproximó para ahuyentarlos.
—¡Vámonos! —gritó Hipo para hacerse oír. Se atrevió y rascó un poco bajo la barbilla de Draco—. ¡Tenemos a todos!
Complacido, el Furia Espectral brincó para asustar a los últimos tramperos y creó un camino resbaladizo con su nieve. Sigrid aprovechó la oportunidad para correr a recuperar su daga y brincó a lomos de Nymeria en cuanto lo hizo. Desde la lejanía pudo ver a los gemelos divertidos y rodó los ojos.
—Le voy a aplicar un candado a cada uno de ustedes —comentó Brutacio, entusiasta—. Tal vez hasta les aplique una llave.
Eructo y Guácara tomaron a sus respectivos jinetes del cuello de su traje y los alzaron hasta que sus siluetas se perdieron con la neblina. La kainiana suspiró, al menos ellos tenían el sentido común para rescatarlos. Un gruñido la sobresaltó y no se sorprendió de ver a Patán colgado de una de las rejas, la capa ligeramente rasgada, apenas y lo mantenía a flote.
—¡Novatos! —gritó, pataleando sobre el aire cuando Colmillo lo tomó de esa capa rasgada y lo llevó consigo—. Apenas estaba calentando.
—¡Listo, equipo! —exclamó Astrid, corriendo por cubierta. Se llevó una mano a los labios y silbó hacia su dragona—. ¿Qué esperan? Vámonos.
Niels fue el primero en seguirla, desapareció en la oscuridad tan pronto saltó a lomos de su dragón. Después le siguió Said, se propulsó hacia arriba con gran flexibilidad para llegar hasta su dragón y le dio unas palmaditas a su amigo. Vhagar era un dragón de avanzada edad que no podía meterse a peleas, así que esperaba por su jinete encima de las jaulas.
Los siguientes en salir fueron Patapez y Kristoff, este último se quedó para asegurarse de que aterrizara correctamente sobre Albóndiga y no perdiera al bebé Gronckle en el camino.
—¡Bien hecho, equipo! —felicitó Hipo, era el único que quedaba sobre cubierta, asegurándose de que todas las rejas hubiesen sido vaciadas—. ¡Chimuelo, es hora de irnos!
Con un último click, terminó de apagar a Inferno. Quizás no fue una buena idea, la neblina era tan densa que la oscuridad cubrió a sus enemigos, su pronta sonrisa se transformó en una mueca cuando escuchó las voces y risas burlescas detrás de él.
—Ohh... —El berkiano dejó escapar una sonrisa nerviosa, sus ojos atentos en busca de Chimuelo, los tramperos comenzaron a rodearlo—. ¿Sí, digan?
Uno de ellos acortó la distancia antes, haciendo a Hipo replantearse sacar a Inferno de sus bolsillos. Preocupado, el jefe de Berk solo pudo respirar con tranquilidad cuando los cuerpos comenzaron a caer, siendo empujados unos con otros con la fuerza de Chimuelo, quien llegó en el momento indicado. Sin esperar por más, saltó por encima de él y se ajustó las correas con un grito victorioso.
—¡Siempre estás cuando te necesito, amigo!
Muspelheim: Reino de fuego infernal perteneciente a los nueve mundos, es el hogar de los gigantes de fuego.
Niflheim: Reino de la oscuridad y las tinieblas. Al contrario de Muspelheim, es un reino frío.
hOLAAA
actualizando tan pronto yo? debe ser un milagro.
Como regalo de inicio de año les traigo este cap, omitiendo la meta de votos del pasado.
¿Qué les pareció el capítulo? Traté de mantenerme lo más fiel a la película y que los cambios no se vieran muy bruscos, espero haberlo logrado, ah. Me siento muy emocionada por comenzar ya con los acontecimientos de la película, espero que no se hayan sentido bruscos los poquitos cambios que agregué aquí jsjs.
Btw, no tengo una referencia exacta de los trajes de mis personajes /crying. Y solamente encontré dos de referencia para Sigrid y Said.
*créditos al respectivo autor de los fanart*
El de Sigrid sería tal cual la imagen, solo que en lugar de ser azul tendría tonalidades rosas y moradas; also que en su casco tiene dos enredaderas como los Ala Cambiantes y parte de su traje tiene ese mismo diseño de hojas jasjs. El de Said es básicamente igual, solo que el color sería distinto con tonos claros y grises y la forma del casco sería parecida al de un Cortatormentas, las crestas más gruesas.
¡Felices fiestas! Nos leemos en cuanto se cumpla la meta de votos <33
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