━━XXII: tales of old
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━━CAPÍTULO VEINTIDÓS━━
【 CUENTOS DE ANTAÑO 】
Decían que los dragones atraían su fuerza del cielo y el sol sobre Midgard.
Kristoff había crecido escuchando a escondidas los relatos que su madre Naara había escrito durante su niñez, en los que hablaba acerca de ellos con tanta emoción que él mismo había memorizado por la misma razón. Como un hijo bastardo, él no tenía derecho a nada, más que trabajar para poder vivir. Pero el rey Branden se encargó de convertirlo en su pupilo, encontrarle un maestro privado que le enseñó a leer, escribir y conocer la lengua ancestral y que de esa manera, tuviera algo qué hacer durante las tardes tras terminar sus trabajos.
Como su padre Harald, Kristoff encontró trabajo en la herrería tan pronto sus brazos se volvieron fuertes para fundir el metal y fabricar armas. No fue un trabajo que duró por mucho tiempo, crecía tan rápido y se volvía tan fuerte, que el General Warren encontró pertinente ingresarlo al primer cuadrante de Caballeros Dorados junto a su nieto, Said Warren; quién tan solo era un año menor a él. Ingresar al entrenamiento de soldados para proteger el Reino fue pesado, sus obligaciones eran mayores y su tiempo libre se limitaba en entrenar para mejorar. No obstante, con el pasar del tiempo y conforme fue mejorando, ganó tiempo libre y acceso al castillo que no tenía que ser excusado por el Rey. Fue así cuando encontró el primer libreto de su madre, escrito en la lengua ancestral.
La mayoría de estos libretos se trataban de una recopilación de relatos sobre los dragones, sobre magia antigua y sobre antiguas creencias arcaicas que persistieron en Kain generaciones atrás. Cuando Kristoff los encontró no supo realmente sí era correcto leerlo, sobre todo aquellos en los que su madre hablaba sobre los dragones y su creencia; pues en aquellos tiempos, Kain se había enemistado con los dragones por el constante saqueo y destrozo que generaban en el reino y hablar sobre ellos estaba prohibido. Por un tiempo únicamente los conservó como un recuerdo, hasta que eventualmente la curiosidad lo venció y fue así como abrió el primer libreto. A partir de ahí inició su exploración dentro de las creencias, saberes y pensamientos de su madre y así fue como la conoció.
Cada tarde, procuraba leer un poco del primer libreto para poder regresar al día siguiente; había ocasiones en las que se quedaba dormido sobre la mesa vieja dentro de una de las torres olvidadas y despertaba hasta el día siguiente, cubierto de telarañas, suciedad y la preocupación de un posible castigo por llegar tarde al entrenamiento. Pero toda esa angustia era reemplazada por el abrazo cálido que sentía en el corazón cuando conocía a su madre a través de sus palabras, cuando sentía las emociones que ella tenía.
Había ocasiones en las que deseaba poder contarle a sus amigos, relatar sobre todas esas historias y sobre toda esa felicidad que comenzaba a albergar en su corazón; pero toda esa emoción se desvanecía tan pronto lo volvía a pensar, hablar de los dragones era tan prohibido como revelar que su madre era la princesa y difunta hermana del Rey. Nadie debía saberlo o traería peligros, su nana le había advertido el tiempo suficiente para comprenderlo. Él era Kristoff, hijo de un marinero que lo dejó en cuanto nació. La gente no solía prestar mucha atención a su apellido «Haraldsen» debido a sus tres nombres principales, los cuales llamaban bastante la atención y de alguna extraña manera, lo protegían.
Pensar mucho en sus padres no le servía de mucho, aunque no tuvo la oportunidad de conocerlos, su corazón se encogía con el simple pensamiento de lo que pudo haber sido sí no hubiesen muerto.
Centró una última vez su mirada en el viejo libreto y lo guardó entre las pliegues de su ropa para no perderlo, un suspiro de añoranza escapó de sus labios y cerró los ojos unos segundos, para concentrarse en su realidad.
Por suerte no le fue difícil, los gruñidos del Furia Espectral dormido sirvieron. Los copos de nieve flotaban a su alrededor con cada transpiración que daba y el color oscuro característico en su cuerpo se iluminaba con un leve resplandor blanco debido a la luz del día. Desde que se había enterado que su madre había sido su jinete años atrás, su pensamiento y manera de sentir respecto al Furia habían cambiado. Antes, solía temer por la seguridad de Sigrid, pero ahora... Después de tanto tiempo, lo comprendía.
El sonido amortiguado de Nerion por fuera de la reja, situada en la Arena de Entrenamiento lo hizo sobresaltar.
—Tranquilo, solo le pondré comida y ya, no pasa nada. —Le consoló, aunque su voz no sonó muy segura. Existía una notable diferencia entre el Draco de antes y el de ahora, después de haber sido capturado por los cazadores el Furia Espectral no había vuelto a ser él mismo y hasta la fecha, aún no sabían cómo podían ayudarlo a recuperar—. Saldremos a volar después de la reunión —prometió para consolarlo, sonrió cuando Nerion gruñó alegre.
Colocó con sumo cuidado la bandeja con alimento para el dragón y suspiró aliviado al ver que no despertó; a decir verdad, le habían temblado las manos, mientras se inclinaba con precaución e introducía la mano dentro de la jaula. Se removió las partículas de polvo de su ropa y dio un último vistazo al dragón dormido y se encaminó hacia la herrería donde Hipo y Brutacio les habían convocado.
Para ser honestos, a Kristoff no le agradaba mucho la idea de mantener al Furia Espectral dentro de una jaula y alejado de otros dragones; pero también sabía lo necesario que era el tomar esas medidas. Por nueve meses el dragón permaneció en su andar libre y eso ocasionó muchos desastres en las aldeas vecinas, aún no sabían lo que aquellos cazadores utilizaron en su contra, lo convirtieron en un dragón letal y poderoso que lo único que reconocía era al enemigo. A cualquier persona fuese buena o mala atacaba con intención de matar, perseguirlo fue el trabajo más agotador que hicieron en todos esos meses y lo peor de todo era que su mayor desafío no se trataba siquiera de él, sino de Rekvhan.
Cuando llegó a la herrería todos los demás ya estaban esperando, disculpándose, se hizo paso entre los gemelos quienes estaban jugando con un extraño artefacto y tomó asiento a un lado de Patapez.
—¿Algo de lo que me haya perdido? —preguntó, tomando entre sus manos un par de pinzas que Chimuelo había mordido, reconocer su diente en el molde ya era bastante sencillo.
—No mucho, hablamos sobre lo exitosa que fue esta primera redada —respondió Patán y Astrid rodó los ojos.
—Yo no lo consideraría exitosa —replicó Sigrid con el entrecejo fruncido y los brazos cruzados, Patapez le dio la razón—. Debía ser un rescate sigiloso.
—¡Pero no hubo lesionados!
—¿Ah, no? —inquirió Said con una ceja alzada, viendo a Brutilda con un deje indignado—. Dile eso a mí nuevo uniforme de soldado. ¿Lo ves por algún lado? ¡No! ¡Está destruido!
—¿Y a ti cómo se te ocurre ir con eso a una redada? —ironizó Astrid meneando la cabeza de lado a lado, los demás rieron ligeramente e inclusive Kristoff lo hizo—. Fue bastante estúpido y arriesgado.
—Auch, grosera. —Said la miró con un puchero y la rubia solo le sonrió sarcástica—. Aunque sí, debo admitir que no llevar un vestuario adecuado pudo haber sido peligroso. Necesitamos ropa o armadura, que sea preferiblemente a prueba de fuego, perdí la cuenta de las quemaduras que me llevé en una sola noche.
—Sí, ¡hasta yo me quemé el trasero! —concordó Patán, señalándose esa parte del cuerpo en específico y Brutilda se echó aire con la mano, alejándose del susodicho.
—Eso ya no viene siendo una novedad.
—¿Fue un cumplido?
—No, idiota.
—Antes de que se sigan insultando Tilda y Patán, debo decir que considero que este primer rescate fue algo arriesgado —expresó Hipo, sobándose el puente de la nariz. Se aproximó cargando una cubeta de tamaño pequeño y se recargó sobre la mesa—. Said y Astrid tienen razón, necesitamos proteger nuestra identidad en cada una de las misiones. Es algo que me comentó Bocón durante la mañana y creo que tiene razón, el ir así nos expone contra los cazadores.
—¿Qué tienes en mente? —preguntó Kristoff—. ¿Algún tipo de armadura? Tengo un par de las que uso en Kain que podríamos usar.
—Una armadura sí y gracias por el ofrecimiento, Kris, pero Brutacio me dio la idea hace unos meses; la he estado probando y todo parece indicar que funcionará.
—¿No es peligroso seguir las ideas de Brutacio?
—Me ofendes, Astrid.
—¿Y cuál es esa idea? —preguntó la rubia, cruzando los brazos sobre su pecho e ignorando las prontas quejas del gemelo. Tanto ella como Sigrid se reincorporaron un poco para prestar mayor atención—. Mientras no sea tan extravagante como el uniforme nuevo de Said.
Said soltó un jadeo de indignación, que inmediatamente fue reemplazado por una mueca cuando Hipo vació un cubo sobre la mesa enfrente de ellos. En la superficie cayeron infinitas escamas de dragón, pertenecientes a Chimuelo.
—¿En serio?
—No lo ves riendo, ¿o sí? —interrumpió Brutacio cruzando los brazos sobre su pecho—. Esta es de las mejores ideas que le he dado a Hipo, felicítenme por ello. Me lo merezco.
Los demás no se veían muy convencidos, Hipo sonrió, la típica sonrisa nerviosa que hacía cuando todos estaban serios. Las réplicas y las preguntas fueron olvidadas cuando el grito de una niña pequeña los sacó de su desconcierto, Kristoff no tardó en reconocer a la pequeña Eivør caminar en su dirección; su melena rizada rojiza se balanceaba al correr hacia ellos y una risa de ternura salió de sus labios al ver cómo se tambaleaba. Antes de que se le escapara, Hipo la tomó en brazos y la sentó sobre la mesa en dónde había colocado las escamas para que se entretuviera con ellas.
—¿Escamas? —Patán frunció el ceño—. ¿O estás sugiriendo que usemos a Eivør de escudo? —Un gruñido hizo que se sobresaltara y de inmediato retrocedió cuando Vendaval le mostró los colmillos—. Está bien, está bien, no usaremos la hija de los jefes de escudo.
—Las escamas protegen a los dragones del fuego, nuestra mejor opción es usarlas a nuestro favor —explicó Hipo, alcanzando a sostener a su hija antes de que llegara a la orilla de la mesa—. Y las he puesto a prueba. Nuestros dragones sueltan muchas escamas, las suficientes para poder crearnos un traje que nos cubra.
—Y que proteja nuestra identidad —añadió Patapez—. Es muy peligroso exponernos de esa manera.
—Esto me parece una buena idea —comentó Kristoff, observando a la pequeña Eivør lanzarle una escama a su padre en el ojo, que se retiró de inmediato—. Solo un inconveniente, Nerion no genera escamas.
—Tendrás que hacer tu traje con las escamas de otros dragones y quizás puedas hacer una armadura con ellas para Nerion, que lo protejan por encima de su armadura metálica —apuntó Eret con un encogimiento de hombros, hasta entonces se había mantenido callado, entretenido afilando un cuchillo—. A todo esto, ¿cuándo será nuestro próximo asalto?
—Tan pronto terminemos las armaduras, hay muchos dragones que necesitan ser rescatados.
—¡A trabajar se ha dicho! —exclamó Said estirando los brazos, soltó un bostezo y flexionó sus brazos—. Sí eso es todo, me retiro para comenzar a trabajar en mí armadura, será la mejor de todas.
—Nunca te había visto tan motivado —añadió Astrid sorprendida, el kainiano se giró para guiñarle un ojo y avanzó hacia la salida de la herrería, en seguida fue seguido por los gemelos.
—¿Quieres apostar? —interrumpió Brutacio, el tono de su voz sonó algo maléfico—. Estoy pensando en unas ideas tan increíbles que ni el mismo Hipo podrá superar.
—¡Pero el mío será mejor! —interrumpió Brutilda, apartando a su gemelo de un empujón. Desde la salida se escuchó el bufido de Said—. Y lo terminaré antes que ustedes, merluzos.
Kristoff se quedó un rato en la herrería, mientras los demás salían. Al poco rato los únicos presentes eran Hipo, Bocón —que acababa de llegar para retomar el trabajo—, Sigrid y Astrid. Y, obviamente, la pequeña Eivør, quien era la hija de Hipo y Sigrid.
O algo así.
La guerra en Kain había dejado muchos huérfanos, a la mayoría se les encontró hogar con tíos o abuelos del pueblo; pero la pequeña Eivør perdió a todos sus familiares. Su madre y padre se encontraban en las camillas cuando ocurrió el incendio del bosque y murieron ahí, Sigrid consiguió rescatar a Eivør antes de que sufriese el mismo destino y cuando se percataron de que no había familiar alguno que la reclamase, decidieron tomarla en su cuidado. Se convirtieron en sus padres adoptivos, Hipo le dio ese nuevo nombre y, aunque ambos solían ser bastante testarudos al decir que solo la estaban cuidando, la realidad era que se preocupaban lo suficiente por ella.
—¿Qué van a hacer ahora? —preguntó Bocón, se cambió la prótesis de su mano por el garfio habitual y se acercó para despeinar un poco el cabello de la pequeña—. ¿Otro nuevo rescate?
El tono de su voz sonó un poco molesto. Desde luego que a Bocón no le había parecido una buena idea el que se expusieran de esa manera al meterse con el trabajo de los cazadores.
—Tú sabes que esos dragones están sufriendo —habló Sigrid, haciendo de lado las escamas de la mesa para sentarse sobre esta, sus piernas quedaron flotando algunos centímetros sobre el suelo—. Y el despertar de Rekvhan no mejoró en nada la situación de los cazadores. Me atrevo a decir que solo ha empeorado.
—Mientras esté en nuestras posibilidades, debemos hacer lo que podamos para ayudar —añadió Astrid.
—Y concuerdo con eso —aceptó Bocón, encendiendo la fragua para trabajar—. Eso no quita el hecho de que sea riesgoso, acabamos de salir de una guerra y estos nueve meses han sido una maravillosa paz, Berk ha prosperado, Kain ha mejorado, terminamos de reconstruir las zonas perdidas hace un mes. Siento que no hemos disfrutado bien estos meses de tranquilidad.
—Y por ello haremos estos rescates con precaución —respondió Sigrid para tranquilizarlo, tomó a Eivør en brazos y la acurrucó sobre su hombro—. Este primero fue muy exitoso, debemos encontrar la manera de que Rekvhan retome el núcleo de su misión principal... Antes de haber sido apresada, los dragones estuvieron bajo su protección años atrás y sé que es posible que vuelva a suceder.
—Hasta ahora no ha ido muy bien eso —comentó Kristoff, rascando bajo su barbilla—. La información de Rekvhan es escasa, los antiguos escritos se perdieron cuando el castillo se derrumbó tras su despertar.
—Hubo algunas cosas que se pudieron recuperar —dijo Hipo pensativo—. Lo de la torre central no cayó hacia el océano.
—Pero no había información relevante en esa torre —apuntó Kristoff con una mueca, desanimado. El despertar de Rekvhan aconteció en algunas partes de la isla; la tierra había cubierto su cuerpo en todos esos años y cuando recuperó la consciencia sucedió un colapso, los antiguos temblores solo ayudaron a que el castillo colapsara en su totalidad. Muy pocas cosas se recuperaron—. Desgraciadamente, la mayor parte de la información estaba concentrada en la biblioteca.
—Parece que tendremos que empezar a investigar todo de nuevo, más vale que sea pronto —dijo Astrid—. Iré con Said en estos días a Kain, espero tengamos suerte esta vez.
—Brynden comentó la última vez que estaría haciendo una recopilación de lo que saben las personas en el pueblo, acudan primero a él —sugirió Hipo—. Y traten de terminar su traje antes de irse.
—Lo comenzaré hoy mismo, de hecho pensaba robarme a tu esposa un rato para trabajar juntas.
—No me opongo sí me robas.
Hipo las miró a ambas con los ojos entrecerrados y las manos en su cintura.
—¿Qué están tramando?
—Nada. —Sigrid se bajó de la mesa con cuidado de no despertar a Eivør y avanzó por un lado de Hipo—. Te veo en la cena.
Sin una palabra más, ambas salieron de la herrería dejando a los tres hombres solos. Kristoff suspiró, no podía sacarse de su cabeza los libretos de su madre, que en su niñez había leído por varias veces incontables. Sentía el pesar de haberlos perdido tras el derrumbe del castillo, de todas sus cosas preciadas... Eso era su mayor tesoro.
—Pareces preocupado —comentó Bocón algunos minutos después, el vikingo ya estaba trabajando en la elaboración de una espada. Hipo se colocó su habitual mandil y volvió a recoger las escamas de Chimuelo—. A decir verdad, no sé cuál de ustedes dos luce más preocupado.
—Apostaría por Hipo.
—Gracias por el apoyo —ironizó el ojiverde, Chimuelo quien hasta entonces había permanecido dormido, alzó la cabeza y se incorporó—. No estoy preocupado.
—¿Es por tu cumpleaños? Creí escuchar a Sigrid hablar sobre ello...
—Ah, sí, en efecto —respondió Bocón por él—. El tiempo pasa y el Jefe de Berk no se toma en serio las responsabilidades de ello.
—¿De qué hablas? ¡Sí me las tomo!
—Hay unas cuantas que no te has tomado muy en serio —replicó ceñudo el herrero, Kristoff se sintió un poco incómodo de presenciar una conversación ajena y casi se alegró cuando Gruñón prendió fuego al otro lado de la herrería. Corrió de inmediato para apagar el fuego, pero incluso desde allá alcanzó a escuchar a Bocón—. ¡Estás casado ahora, hombre! Tus responsabilidades sobrepasan lo que tú ves y consideras bien, Sigrid es una Reina y necesita fortalecer su linaje, aunque tenga un hermano de su misma sangre. Acabamos de salir de una guerra y fácilmente podríamos entrar a otra, la verán como una Reina desprotegida y tratarán de acercarse a ella, mientras no tengan un heredero. El que no veamos los peligros no significan que no estén presentes, tu padre hubiera querido esto también.
El sonido del metal al golpear y trabajar, incrementó conforme Bocón hablaba. Kristoff pudo sentir la impotencia de Hipo a través de sus movimientos, infló un poco sus mofletes y rascó su cabello rubio. No creía conveniente aproximarse hacia una conversación ajena, aunque involucrase a Sigrid. Comenzaba a desear terminar el trabajo pronto para salir a volar con Nerion.
—Por Thor, Bocón, no quiero hablar de eso. —Hipo bufó y se sacó el mandil—. Necesito aire.
El Jefe de Berk dejó el mandil sobre una silla y avanzó en camino hacia la puerta. Bocón farfulló un par de cosas al verlo retirarse y se llevó una mano a la sien.
—A veces siento que Hipo tiene miedo de asumir su liderazgo —expresó Bocón cuando este se marchó, Kristoff se aproximó con la madera que utilizaría para la fabricación del mango de nuevas hachas sin responder y suspiró—. Él ve las cosas de manera diferente, desgraciadamente los demás no.
⚘❀༄
La brisa marina del océano acarició el rostro de Hipo. No estaba acostumbrado a pasar horas frente a la playa, generalmente pasaba sus tiempos libres sobre el cielo, sintiendo el viento fresco acariciar su rostro, su corazón palpitar rápidamente ante la adrenalina y la emoción que sentía cuando surcaba los cielos. Pero en este momento, sintió que su mejor compañía sería la brisa del mar y la arena bajo él.
Su vida había tenido cambios bruscos desde el momento en el que Estoico murió, asumir el liderazgo en Berk no había sido uno de sus planes a futuro y, sin embargo, fue el primero que tomó tal como su padre hubiese querido. Se obligó a tomar el trono de Berk y hacerse a la idea de que esta sería su vida a partir de ese momento. Y no fue fácil, hasta la fecha, algunas ocasiones seguía teniendo dificultades para comunicarse con el pueblo, algunas veces sentía que no prestaba la suficiente atención hacia las necesidades de las personas y sentía que no era capaz de ponerse a la altura de su padre. Pero seguía ahí porque sabía que ese era su deber, el protegerlos a todos. Un jefe protege a los suyos.
El simple pensamiento lo hizo resoplar y algunos mechones de su flequillo se levantaron por ello. En ocasiones tenía la sensación de que por más que lo intentase no lograba cumplir la misión que su padre le otorgó con el pueblo.
Ser Jefe de Berk no era tan malo, aunque dos años atrás se hubiese negado a la idea de serlo, el preocuparse por las personas del pueblo y el ver como los mismos berkianos valoraban su opinión sobre cualquier cosa, le producía una sensación de extraña felicidad. Años atrás había rogado por la aceptación de su pueblo hacia él y ahora que ya la tenía, seguía sin poder creerlo. Muchas cosas habían cambiado desde entonces, pasaron muchos años desde el cambio de Berk y su gente; y ahora él acababa de cumplir veintidós años, ya no era el mismo Hipo que salía a volar hasta perderse por horas con Chimuelo, ni el mismo Hipo que consideraba pertinente escapar de sus responsabilidades. La guerra con Kain lo había llevado a tomar decisiones que en una situación normal no hubiese considerado hasta mucho después. Y ahora estaba casado.
No bajo las leyes vikingas, claro. Pero lo estaba. Y sus responsabilidades se volvían más pesadas debido a ello.
¿Se arrepentía? Por supuesto que no.
Él amaba a Sigrid, no había cosa alguna que no haría por ella. Eventualmente hubiese llegado a casarse con ella —con su consentimiento, claro— de no haber sido por la guerra y esta nueva unión que tenía con ella, era diferente, pero amena. Y le gustaba. Vivían juntos y cuidaban de Eivør como sí fuera su propia hija, la dinámica que había entre ellos era única, haciendo que se sintiera feliz. Pero cuando Bocón hablaba con él sobre su responsabilidad, tenía la sensación de sufrir un retroceso en su felicidad.
Había pasado un día desde su última discusión y aún sentía un nudo atorado en su garganta por lo pesado que sentía la carga.
Tener un hijo único. Sí, quizás ya estaban en edad. Pero lo habían hablado Sigrid y él en múltiples ocasiones, ninguno de los dos se sentía listo para ello. La guerra en Kain había culminado y tras meses de reparación, aceptación y comunicación, el Reino finalmente estaba en paz, una tranquilidad sin igual. Por esa misma razón Sigrid vivía en Berk, las cosas habían mejorado bastante y en el Reino podían salir adelante con la guía de Kenia y la supervisión de la Reina desde lejos.
Ninguno de los dos consideró prudente la idea de tener un hijo en aquellos momentos, ambos tenían responsabilidades grandes y el que Sigrid viviese en Berk no quería decir que Kain pudiese gobernarse sin su apoyo, constantemente estaba trabajando y en ocasiones se iban a Kain para culminar el trabajo. Entendía el punto de Bocón, en otras circunstancias asegurar el linaje de los Reyes era esencial, pero Sigrid estaba a salvo y su Reino también. Y ninguno se sentía preparado para tener esa responsabilidad todavía.
La brisa matutina del día le hizo cerrar los ojos por unos momentos, esto era lo que necesitaba. Un momento para aclarar sus pensamientos antes de volver a su realidad.
—¡Aquí estás! —Reconoció la voz de Sigrid al instante, sintió las pisadas suaves de ella aproximarse hacia donde se encontraba y abrió los ojos para verla—. No sabes lo difícil que ha sido encontrarte, no te escapes durante tu cumpleaños —añadió con un resoplido cuando se sentó a su lado y abrazó a sus piernas—. ¿Qué tienes?
—Nada. —Su tono de voz sonó más seco y ronco de lo normal, meneó un poco la cabeza y se incorporó hasta terminar sentado—. Ayer hablé con Bocón, sobre lo mismo que llevamos discutiendo hace meses.
—Él parece que no se da por vencido. —Sigrid suspiró y enfocó su vista en la arena, comenzó a jugar con ella—. ¿Por qué no me dijiste? Ayer no te vi en la cena y al amanecer ya no estabas, ¿es por lo que hablaste con Bocón?
—No.
El tono en su voz fue un poco duro, evitó mirarla al decirlo.
—Hipo...
El vikingo ya no respondió, a veces cuando se lo proponía podía ponerse en ese plan durante todo un día. Lo que fuera que le preocupara se lo guardaba para sí la mayor de las ocasiones y a Sigrid le angustiaba el no poder ayudarlo.
—Es por tu cumpleaños, ¿verdad? —Volvió a preguntar Sigrid y él no respondió, pero el rastro de lágrimas en sus ojos se lo confirmó—. Está bien, deja de ocultar tanto dentro de ti —expresó en un suspiró y retiró el par de lágrimas que comenzaron a caer de sus iris esmeraldas—. Estoy aquí Hipo, no me gusta que te guardes cosas para ti que al final te lastiman, sé que sientes que lo estás decepcionando porque no haces las cosas como tu padre solía hacerlo, pero su tiempo ya pasó y este es el tuyo.
Hipo tenía la sensación de que cada decisión que tomaba hacía que su padre se sintiera decepcionado; incluso sin hablarlo o pensarlo, las palabras de Sigrid acertaron en la manera en la que se sentía. El hecho de que fuera su cumpleaños tampoco lo mejoraba, un año más con vida significa un año sin su padre, sin su guía, sin sus enseñanzas. Ahora tenía a su madre y quería mucho a Valka, pero Estoico fue su figura paterna durante muchos años y siempre trató de impresionarlo, de hacerlo sentir orgulloso.
—Sí las cosas se vuelven muy pesadas, permíteme ayudarte —pidió Sigrid, sus ojos grises transmitían una serena comprensión que hicieron que se tranquilizara—. Feliz cumpleaños, cariño.
Ella se apoyó sobre su rodilla y se inclinó para darle un beso en la mejilla. Hipo tomó aquella oportunidad para abrazarla, hasta que sus corazones latieron como uno. No dijo ninguna palabra, simplemente no se sentía listo para abrir sus inseguridades y sus inquietudes todavía. Cuando se separaron, observó detalladamente lo que llevaba en mano, un viejo libreto.
—¿De qué es ese libro? —preguntó, para no retomar la conversación anterior.
—Es un libro de viejos relatos que Said me dio —explicó, pasándole el libro en cuestión. Se sintió pesado al momento de tomarlo con una sola mano y el aroma que desprendían las páginas era ciertamente a libro viejo; con curiosidad, comenzó a hojearlo para ver el contenido y las motas de polvo le hicieron estornudar—. Son muy antiguos, por un tiempo estuvieron prohibidos en Kain porque los Señores del Reino alegaban que sus enseñanzas no eran las correctas, eran inmorales y podrían llevar a un mal camino a las personas que los leyeran. Por lo que me dijo Said, casi todas las copias fueron destruidas, excepto esta. La encontró en los escombros de la habitación de su madre.
—¿Y él te lo dio? —preguntó Hipo sin estar seguro, el contenido estaba escrito en la antigua lengua de los kainianos.
—Apenas —contestó, asintiendo—. Le prometí que se lo regresaría en cuanto lo leyera; lo cual ya comencé, por supuesto.
—Tiene algo relacionado con dragones, ¿no?
La mirada de Sigrid y sus ojos brillosos, se lo confirmaron al instante. Eso lo animó.
—Son cuentos de antaño, así que algunas cosas no tienen mucho sentido, pero en uno de los cuentos se menciona que los dragones existieron desde el momento que el mundo dio su primer soplo de vida, porque son parte fundamental de esto. Es un ciclo y donde hay vida, hay dragones. Sé que no parece nada de lo que ya sepamos —añadió, un poco ruborizada por comenzar con eso y tomó el libro de las manos de Hipo para buscar entre las páginas—, pero hay un cuento que creo que podría ser la solución para acercarnos a Rekvhan... Ah, este es. —Tras localizar la página se lo proporcionó, aunque Hipo seguía sin comprender muy bien la antigua lengua ancestral; de cualquier forma lo tomó y trató de guiarse por lo que conocía—. El cuento trata sobre Ilan, el primer jinete de dragón.
—¿Quieres decir...?
—Sí, hace muchos años —asintió Sigrid emocionada, se inclinó un poco para señalarle algunas de las runas y prosiguió—. Por eso te estaba buscando, pensaba que te interesaría... El relato trata sobre Ilan, perteneciente a la tribu Nattstjerner, quien pasó la mayor parte del tiempo estudiando la magia del mundo y cómo estaba relacionada con los dragones.
Hipo esbozó una breve sonrisa al escuchar la emoción de su esposa al hablar y decidió concentrarse en el contenido de las páginas.
—¿Estos... Son dragones? —Señaló el dibujo de la página posterior, asombrado de las características tan distintas y únicas. La primera ilustración mostraba un dragón de cuerpo alargado, como el de una serpiente con alas extensas, ojos rasgados y antenas que sobresalían por encima de estos—. No pensé que fueran tan diferentes.
—Y grandes —concordó Sigrid, inclinándose para señalar otra parte de la ilustración—. Medían más que las montañas y la magia brotaba de su corazón, una magia que los conectaba con la naturaleza en un ciclo eterno.
» Ilan hasta entonces no había tenido un acercamiento completo con los dragones. En la tribu Nattstjerner adoraban y cuidaban de los lobos por la sabiduría que les era otorgada, pero ellos solo respetaban la presencia de los dragones como respetaban la vida de otros animales, no tenían otro acercamiento. De hecho, sucedía lo contrario. —Hizo una pausa y cambió la página, entonces Hipo pudo ver la imagen ilustrada del lobo, tal como Vendaval—. Las antiguas creencias siempre han dicho que los dragones y los lobos no se llevan bien: Los dragones representan libertad y su magia proviene del sol; los lobos, al contrario de los dragones, representan unidad y su poder es proveniente de la luna. Pero Ilan consideraba que ambos eran parte fundamental de la existencia y la magia misma.
La voz de Sigrid era tan calmada y armoniosa, que a Hipo no le tomó dificultad imaginarse aquello que le relataba, los dibujos en el libro eran fáciles de interpretar y al poco tiempo pudo comprender un poco más el contenido de las runas. Los dibujos representaban a los dragones y los lobos como fuerzas de diferentes entidades que podrían significar peligro y, al mismo tiempo, poder. A partir de ahí, se volvió sencilla la lectura. Conocía algunas de las runas porque había estado aprendiendo en su tiempo libre con Sigrid y las ilustraciones en las páginas permitían que se le aclararan las pequeñas dudas que tenía.
En el relato Ilan había nacido y crecido para adorar a los lobos y respetarlos; en la tribu las personas mostraban respeto hacia los dragones, pero era lo único, no había interacción con ellos y preferían evadirlos para tener una mejor prosperidad en las tierras. Eran vistos como un mal augurio; una creencia que Ilan nunca creyó. En el relato Ilan dejó a su tribu cuando se convirtió en adulto en busca de conocer el mundo y sus alrededores, ahí fue cuando tuvo mayores encuentros con dragones.
—Una Tempestad Alada —señaló el berkiano, sus ojos brillaron un poco—. ¿Es Rekvhan?
—Sí, al menos, antes de que se convirtiera en la Drekagyðja de todos los dragones.
Hubo una tormenta en el océano durante una de las noches en las que Ilan navegaba en busca de nuevas tierras, la magia de los dragones antiguamente era poderosa y aquella tormenta fue consecuencia del batir de las alas de Rekvhan. Era un día oscuro y antiguamente los dragones perdían el control de su fuerza y magia durante el anochecer; porque sus fuerzas provenían del sol. Con la luna debilitándolos, el cielo enfurecido descargó su ira en una extensa tormenta que eventualmente terminó afectando a la Tempestad Alada y el océano se desató. La dragona cayó hacia el mar cuando un relámpago del cielo impactó en su cuerpo, las fuerzas del viento aminoraron su caída un poco, pero no lo suficiente como para que Ilan pudiese navegar ileso. Alcanzó a saltar al océano antes de que el barco se incendiara y terminara hecho pedazos.
El relato era extenso, conforme Hipo leía sentía mayor intriga. Ilan luchaba por mantenerse a flote en el océano, lo cual era difícil teniendo olas furiosas buscando ahogarlo y el cuerpo de la dragona de inmensa magnitud que no podría mantenerse a flote en mucho tiempo. El ojiverde observó los dibujos que reflejaban lo transcurrido en la tormenta y se adentró en la lectura, la cual comenzó a describir la extraña relación que se formó entre Ilan y Rekvhan. Ambos necesitaban del otro para sobrevivir, la Tempestad Alada necesitaba recobrar la consciencia para no perecer dentro del mar e Ilan necesitaba de la fuerza de la dragona para no perecer de la misma forma. Entonces él hizo algo que no hubiera esperado, rezó a los Señores del Cielo y Estrellas para que le otorgase un poco de la sabiduría de los lobos y de alguna manera eso fue lo que los salvó a ambos.
—Un acto de bondad —leyó en voz alta, ensimismado en la lectura—, debe haber siempre un acto de bondad y aceptación.
—Sí, se necesitaban ambos y esa necesidad por sobrevivir fue lo que los salvó y unió —asintió Sigrid—. Y creo que esta es la respuesta que hemos estado esperando, todo este tiempo desde que Rekvhan despertó ha estado intentando vengarse de los cazadores que la apresaron e hirieron años atrás; está cegada por el recuerdo y la venganza, han sido varias las aldeas que ha destruido y hemos presenciado como afecta también a inocentes.
—Necesitamos encontrar la manera de acercarnos a ella, creo que lo entiendo. —Rebuscó entre las páginas del libro y señaló una de las figuras ilustradas, la cual retrataba a Ilan junto a Rekvhan frente al otro, con un destello sobre el pecho de ambos—. Se trata sobre renunciar, el cuento no lo asegura, pero Ilan tuvo que dar una parte de sí para formar un vínculo con Rekvhan. Tuvo que renunciar a la persona que era antes de conocerla en esa tormenta, esa fue la sabiduría de los lobos.
—¿Pero entendiste por qué tuvo que renunciar a ellos?
Sigrid lo miró con una ceja alzada, por unos instantes no comprendió, hasta que conectó sus ideas.
—Creo que al fin lo comprendo —respondió—. Por Thor, Synn, sería más fácil sí me dijeras, pero creo que ya. En la tribu existía la creencia de que los lobos y dragones no eran amigos, porque según ellos el conectar con ambos traería desgracias y desastres hacia su hogar.
—Creo que al fin estás entendiendo, me estoy poniendo orgullosa.
—Vaya, no sé si sentirme halagado.
Las cejas de Hipo se fruncieron y más aún cuando ella río. Estaba claro que no lo iba a dejar pasar así, se incorporó, dejando el libro sobre la arena, y avanzó hacia donde las olas se agitaban levemente por la marea. Sonrió al ver que Sigrid no se movió y se inclinó sobre el agua hasta tomar la suficiente y salpicarla, un jadeo brotó de los labios de su esposa y el río.
—¡Hipo, está helada!
—¡Te espero! —replicó él en cambio y río al ver su expresión desafiante.
Se preparó, ingresando un poco más dentro del mar cuando ella corrió hacia su encuentro y rápidamente eso se convirtió en un completo desafío. Con un jadeo, alcanzó a esquivar la salpicadura que la ojigris le lanzó más no fue lo suficientemente rápido para huir de la segunda. A los pocos minutos ambos estaban empapados de pies a cabeza, riendo y empujándose sobre las olas.
Decidieron salir del agua cuando Sigrid estornudó por el frío de la isla. Terminaron tumbados sobre la arena, con el corazón latiendo voraz debido a la adrenalina de minutos atrás. No dijeron nada, disfrutaron de la compañía del otro viendo el mar, hasta que Hipo no pudo resistirse, se inclinó un poco sobre Sigrid y la besó.
—¿Dejaste a Eivør al cuidado de mi mamá?
—Sí. —Sigrid lo miró a los ojos y le sorprendió el percibir las tonalidades vibrantes de ellos al estar en lugares cálidos—. No estaba segura sí te encontraría pronto.
—Esa es una buena señal —contestó, ladeando una sonrisa sin mostrar los dientes—, porque no quiero regresar a la aldea todavía.
—¿Entonces? ¿Qué sugieres?
—Escaparnos un poco de nuestras obligaciones, como hacíamos cuando nos conocimos —comentó y Sigrid se incorporó un poco más sorprendida—. Donde solo éramos Hipo y Sigrid, ¿te parece?
¡Buenas!
Primero que nada, FELIZ CUMPLEAÑOS A HIPO ABADEJO, el hombre de mi vida <3
La verdad temía el no tener este capítulo listo para su cumpleaños, PERO SE LOGRÓ. No me convence del todo, originalmente este tenía que ser el cap 3 y no el 2, pero tuve que hacer unas modificaciones para que el cumple de Hipo concordara con la fecha de publicación del capítulo.
Tengo algo de panic a decir verdad, no quiero que se sienta forzoso o apresurado la manera en la que van los caps, así que díganme sin pena el como lo sintieron. He ido soltando datos de a poco, como el de Eivor, quien es lo que más me preocupa. Tengo casi más de un año replanteándome que tan prudente sería que Hipo y Sig tuvieran un hijo para este acto y este es el experimento jajaja, aunque sí, no es su hija de sangre, pero sí adoptada y estoy muy emocionada porque es la primera vez que escribo algo sobre eso. Le tengo muchas expectativas y espero que les guste este nuevo y gran involucramiento, yo ya la quiero mucho y no puedo esperar a que la conozcan más y también conozcan la versión de Hipo y Sig intentando ser padres aunque lo nieguen jaja.
Me hice un canal de difusión para avisar datos sobre mis historias y darles adelanto, sí gustan unirse no duden en decirme para pasarles link. Últimamente wattpad no funciona correctamente así que no siempre notifica las actualizaciones, esto es uno de los motivos por el cual creé el canal, así les puedo avisar con tiempo.
En fin, no se olviden de votar y comentar para poder actualizar el siguiente capítulo. Haganme saber en comentarios qué les pareció, aaaaaa.
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