━━XXI: thread of fate


(DESBLOQUEA EL PRÓXIMO CAPÍTULO CON +47 VOTOS Y 40 COMENTARIOS)


━━CAPÍTULO VEINTIUNO━━

【 LOS HILOS DEL DESTINO 】



Los cuernos graznaban sobre el vasto océano.

Aleteaban unos con otros, en un irrevocable repiqueteo que hizo que la piel de Olson el Desafortunado temblara del miedo. El frío no ayudaba en lo absoluto, la neblina se expandía lentamente en cada uno de los barcos, de proa a popa. Parecía algo surreal, con ellos varados en medio del océano en una tarde como aquella. Un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando los cuervos graznaron en un lamento fuerte y la lanza entre sus manos resbaló de la impresión. El hombre maldijo al frío, parecía traído desde el mismo Hel, echó un último vistazo hacia los animales que sobrevolaban el área y se inclinó para recoger su lanza.

Su ceño se frunció lentamente tras no poder encontrarla, el aleteo de los cuervos no dejaba de insistir sobre él, impidiendo que se concentrara en otra cosa más. El hombre suspiró y se aferró a sus pieles para combatir el frío. Colocó una de sus manos sobre la madera del piso, intentando encontrar algún rastro de su arma, pero la neblina era demasiado espesa cómo para ver más allá de esta. Se concentró en los sonidos de su alrededor, las olas del mar azotaban con fuerza contra los cascos del drakkar en un golpe seco. Los gruñidos angustiados de las bestias que llevaban en las jaulas, pudo escuchar el sonido emitido de sus garras al tratar de rasgar el metal, sus respiraciones pesadas, sus aullidos desesperados y el crujir de la madera cuando se movían. Olson ignoró todo aquello y se concentró en la búsqueda de su lanza, no podía haber ido tan lejos.

Tras percatarse que sería imposible ver a través de la neblina, el hombre regresó a su posición habitual y encendió una linterna con un poco de fuego. Súbitamente, el graznido de los cuervos cesó, sumiéndolo en una desesperante tranquilidad. Las olas del mar dejaron de azotar con fuerza casi al mismo tiempo en que los cuervos desaparecieron de su vista y el hombre frunció el ceño. Pero él tenía cosas más importantes que hacer, que el hecho de preocuparse por cosas tontas como esa. Tomó la linterna entre sus manos y avanzó hacia el frente, cada pisada que dio emitió un crujido por el suelo de madera y alertó a los dragones que tenían apresados.

—Quietos —ordenó, alumbrando las cajas en las que estaban apresados—. O crearé un abrigo con ustedes. 

Los dragones gruñeron con fuerza a modo de respuesta, Olson no le tomó importancia y golpeó una de las rejas para intimidarlos. Amordazados y encadenados, aquellas bestias no podían hacer nada contra él. Pero incluso así, necesitaba encontrar su lanza. Los dragones exóticos viajaban con él, habían cientos de cazadores que también querían obtener las riquezas que obtendrían ellos de vender esos animales. Olson no podía darse el lujo de perder bestias tan valiosas, que podrían hacerlo rico, durante su turno de vigila. Pasó la linterna de lado a lado, para corroborar que los dragones estuvieran en sus jaulas y prosiguió su caminata entre las demás en la búsqueda de su arma. Era solo una simple lanza, ¿qué tan lejos pudo haber ido? En esos momentos, un ruido sordo sacudió el barco.

Paralizado, se dio la vuelta con la intención de encarar a su enemigo. Un torrente helado envolvió su cuerpo y la linterna cayó de sus manos. La neblina comenzó a disiparse un poco y lo primero que vio fueron unos ojos. Parecían la tormenta misma, eran grises con destellos azulados que resaltaban sobre todo ese frío y esa niebla. Olson retrocedió al ver la mirada fija del individuo... No, no, no era un él... Se trataba de una muchacha. Ella caminó en su dirección y fue como sí le hubiesen retirado un manto invisible de todo su cuerpo. Envuelta en un vestido abrigado de color azul, con gorro peludo, lo único que se podía ver era la piel de su rostro en la zona de sus ojos. Un fleco cubría su frente, mientras que su nariz y boca estaba cubierto por una tela oscura. Incluso así, Olson el Desafortunado pudo sentir la intensidad de su mirada.

Ella caminó en su dirección, sus pasos suaves crujieron levemente sobre la madera. Había cierta elegancia en su porte que lo dejó atónito. El hombre permaneció estático, sus dedos temblaban, pero no podía apartar la mirada de la mujer que avanzaba hacia él. La seguridad en sus pisadas, el porte... Oh, aquella debía ser una de las divinidades en las que creía. Pasó saliva por su garganta y se mantuvo tan rígido, que sus extremidades se congelaron. Pensó que ahí se quedaría, sin mover un solo músculo. Hasta que una voz detrás de su espalda hizo acto de presencia y lo sacó de su ensimismamiento.

—¿Se te perdió esto?

El individuo tenía una lanza entre sus manos. Olson se giró para encararlo. Delgaducho, ojos verdes y un casco de metal evitaba que viese su cabello. Estaba tan perdido en sus propios pensamientos y en la presencia de aquella muchacha, que no reparó en lo demás, ¿cómo habían llegado hasta él? Con toda esa niebla era imposible navegar por el océano, pero ahí estaban. Eran solo dos, o eso creyó; y sí estaban ahí, debía ser por una sola cosa. Entonces recuperó la movilidad en su cuerpo y se armó de valor, él podía vencerlos. Aquel que sostenía la lanza estaba muy flacucho como para poder defenderse, derrotarlo a él le aseguraría tener a la chica con facilidad. Por eso saltó hacia él primero, intentando recuperar su arma. No contó con su agilidad al desplazarse, el chico escuálido lo esquivó con rapidez y antes de que pudiera atacar de nuevo, la presión de una masa extraña lo sujetó con firmeza. 

Atónito, un jadeó brotó de sus labios temblorosos cuando el agarre se volvió más fuerte. Trató de moverse o encontrar aquello que lo rodeaba, pero detrás de él no había nada, más que la chica a pocos pasos de él. Sin tiempo en pensar, abrió los orbes con desesperación cuando sintió algo puntiagudo acariciar su cuerpo sobre las capas de pieles que lo cubrían del frío y un lamento asustadizo brotó de sus labios. 

—¡Nym! —regañó el extraño individuo, bufó bajo el casco y se lo sacó revelando su cabellera castaña rojiza. Olson no podía hablar, esa cosa invisible comenzaba a asfixiarlo con su agarre—. ¡Esa no debía ser tu entrada!

—¡Ni la tuya! —profirió otra voz, la de la chica; su acento al contrario del joven era más suave y delicado. Olson pudo escuchar brevemente el sonido suave de sus pisadas aproximarse, la presión contra su pecho era demasiada. El vikingo intentó liberarse de aquella fuerza que comenzaba a aprisionarlo—. Nymeria, eso ya es suficiente, suéltalo... —Un gruñido fue lo que recibió en respuesta y Olson comenzó a temblar, ¿un dragón era lo que lo aprisionaba? Su corazón comenzó a latir con violencia, ¿qué tipo de bestia podía volverse completamente invisible?—. No lo diré una vez más.

Un gruñido fue lo que respondió la bestia, hasta que lentamente, el aire comenzó a llegar a sus pulmones. Olson se mentalizó, combatiría a esos sujetos con el puño de ser necesario. Sin embargo, antes de que pudiese hacer algo, el dragón invisible se materializó mostrándole sus ojos que cambiaron en un tono verde trébol. Eran hipnotizantes, Olson trató de resistirse a su mirada profunda, sus sienes dolieron de intentarlo, sus ojos comenzaban a cerrarse, pero él resistió lo más que pudo... Hasta que la presión fue inevitable, todo se volvió repentinamente frío y la oscuridad se lo llevó. Olson el Desafortunado cayó inconsciente sobre la superficie de madera en un golpe seco.

El muchacho escuálido, cuyo nombre era Hipo Abadejo, alzó los hombros y se encogió en su lugar, apretando los dientes cuando el cuerpo del vigilante cayó bajo ellos en un ruido seco. Él compartió miradas con su esposa y pasó por encima del hombre sin pisarlo, por poco resbala cuando la cola de la Pesadilla Cambiante le golpeó la prótesis de su pierna. Él la miró indignado.

—¡Nym! —Volvió a regañar, la híbrida se burló con un gruñido similar al de una risa y Sigrid le secundó, acompañado de Chimuelo, que acababa de aparecer tras la neblina—. ¿Ustedes también?

—Los demás ya deben estar en los otros barcos —replicó la kainiana, mordiendo el interior de su labio para no reír. Pasó por su lado, seguida de Nymeria y se encaminó hasta las rejas de los dragones—. A trabajar, ya hemos perdido mucho tiempo.

El rugido de los dragones enjaulados comenzó a hacerse más presente conforme avanzaron entre los pasillos repletos de rejas. No había espacio alguno dentro del barco libre de jaulas, Sigrid avanzó con cuidado de no crear mucho ruido que los pusiera en alerta y encendió el fuego azulado de su espada. Parpadeó un poco cuando la iluminación llegó a sus ojos y esta misma sorprendió a los dragones. Se detuvo en la primera jaula y, cuando acercó el fuego de su espada para observar al dragón, ahogó un jadeo y retrocedió de la impresión.

Era un dragón plateado, demasiado flaco para el gran tamaño que poseía. Encorvado en una posición lo bastante incómoda por el tamaño de su cuerpo. Su boca, terriblemente sujeta con unas correas y un bozal, hacían que algunas lágrimas se desplazaran del esfuerzo y respirara pesadamente. Los ojos del dragón, de un azul turquesa, la observaron con fijeza, atento a sus movimientos y Sigrid retrocedió un poco para tomar el pomo de la cerradura. Sus dedos acariciaron el metal frío de la reja y el dragón se tensó, todo su cuerpo se movió, buscando algún mecanismo de defensa y el dolor atravesó el corazón de la kainiana cuando miró el suelo, sus patas encadenadas y las garras cortadas. No tenía garras, se las habían arrancado.

Nymeria, detrás de ella, rugió angustiada y aquel simple acto puso en mayor alerta al dragón. Sigrid jaló la cerradura para abrir, le costó un poco y sus dedos resbalaron con el metal helado, pero lo consiguió sin llamar la atención. Un rugido amortiguado sonó por lo bajo, proveniente del dragón y la kainiana suspiró.

—No tengas miedo —murmuró con suavidad, el dragón entrecerró sus ojos y bajo sus rendijas, la miró con advertencia. Sigrid acercó su espada y aquello pareció una buena señal, la mirada del dragón se relajó un poco al ver el fuego azulado—. Ah. Fuego azul, mira, ¿lo habías visto? —Ella movió con delicadeza la espada, de lado a lado y los orbes del dragón siguieron su movimiento—. Sí, mira, ¿te gusta? —Inhalando una bocanada de aire, se atrevió a dar un paso más dentro de la jaula y miró a los ojos al dragón. Por todas esas correas y cadenas, no había podido distinguir su clase; pero ahora que lo veía con mayor certeza pudo confirmar que se trataba de un Látigo Afilado... Solo que a diferencia de los que había visto tiempo atrás, este era un anciano. Estaba bastante desnutrido y apenas podía sostenerse sobre sus patas—. No te haré daño, no necesitas temer de mí —prosiguió y tuvo el atrevimiento de acortar la distancia, el dragón retrocedió y un gruñido escapó de su garganta cuando su cuerpo chocó contra la reja—. Está bien, te quitaré esto.

Sin esperar a ver su reacción, su corazón latió con violencia cuando aproximó su mano y tomó la correa de piel que ajustaba el bozal en su cabeza. El Látigo Afilado intentó resistirse, alejando la cabeza, pero la kainiana alcanzó a sujetar con firmeza el cinto y jalarlo hacia ella. Este cayó en un golpe sordo bajo el suelo.

—¿Ves? No te lastimaré —murmuró, en voz suave y suspiró. Los orificios nasales del dragón se expandieron un poco más al recibir mayor oxígeno con el retiro de aquel cinto y sus ojos cautelosos la miraron—. Te quitaré el bozal ahora, por favor no me lastimes. —Dicho eso, aproximó ambas manos, colocando su espada sobre uno de los bordes de la reja y se acercó un paso por delante hacia el Látigo, Nymeria por fuera de la jaula le gruñó con preocupación. Le costó retirar el bozal, este se había adherido hacia sus escamas y los seguros que lo sujetaban le dejaron las manos rojas del esfuerzo, pero lo consiguió con un largo jadeo. El dragón rugió enseguida y Sigrid retrocedió tan pronto retiró el bozal—. Está bien —dijo para sí y su mano no tardó en tomar la empuñadura de Snøstorm, cuyo fuego azulado se había comenzado a tornar blanquecino. El Látigo Afilado la observó con las pupilas en una fila diminuta, el color de sus orbes contrastaba amenazante, Sigrid sabía que el aliento de su fuego podría resultar mortal para ella y retrocedió—. Déjame ayudarte —instó, un gruñido gutural sacudió su cuerpo y la kainiana se alzó las manos para descubrir su rostro de la tela que cubría sus labios y nariz. El viento helado no tardó en congelar su nariz, pero al menos, con el rostro descubierto, los gruñidos del dragón aminoraron un poco—. Rustig kalm —añadió en desesperación cuando las fauces del Látigo se comenzaron a abrir, esto detuvo al dragón y la observó con curiosidad. Sigrid agradeció a Brynden por enseñarle la vieja lengua de los dragones y tuvo el atrevimiento de alzar la mano hacia él—. Kalm, vi er venner.

Él la miró con curiosidad y, otra vez, su vista se posó en la espada de fuego azulado. Un poco relajada, Sigrid pudo sentir sus extremidades recuperar la movilidad y exhaló el aire que estaba reteniendo. No perdió el tiempo y movió la espada para que la viera.

Horfðu vel á mig (mírame) —prosiguió, tras varias demostraciones con el fuego de la espada. Tardó unos segundos, pero los orbes del Látigo Afilado se posaron en los suyos plateados—. Vi er venner —repitió en voz suave y, sin esperar más, se inclinó delante del dragón y comenzó a cortar las cadenas que lo sujetaban de las patas con el filo de su espada. Pudo sentir su aliento caliente sobre su gorro peludo y la calidez cubrió su cuerpo, mientras luchaba con las cadenas que lo aprisionaban. No era tiempo de pensar en lo que podría pasar y mucho menos, no tenía tiempo para comprobar que hubiese confiado finalmente en ella, habían otros dragones a los que tenía que rescatar antes de llamar la atención de los cazadores y cada minuto que pasaba volvía más pesado el ambiente. Sin embargo y para su fortuna, el cuerpo del dragón comenzó a relajarse y sus rugidos se silenciaron brevemente, permitiendo que la kainiana lo ayudase a liberar—. Þú ert frjáls, vinur minn (eres libre, amigo).

El látigo afilado la miró sinceramente a los ojos y Sigrid no esperó a comprobar sí se había ganado su confianza o no; salió de inmediato para ayudar a liberar los demás dragones y no le sorprendió el encontrar varias de las jaulas abiertas. Hipo tenía un talento innato para entender a los dragones y con Chimuelo como alfa, seguramente tuvo mejor suerte en que confiaran en él. Acostumbrada con el frío, se encaminó hacia las últimas jaulas y las abrió, el ruido del mar y de los otros barcos, le daba a entender que tendrían poco tiempo antes de que los descubrieran.

O quizás pensó demasiado rápido.

Nymeria detrás de ella gruñó con fuerza y un poco de fuego escapó de sus colmillos, impactando en la madera bajo ellos. Su cola fue lo suficientemente rápida para prevenir que se propagara.

—Synn —habló Hipo con cuidado, la ojigris escuchó sus pisadas por detrás y observó más allá los reflejos de la neblina. El cuerpo hipnotizado del vikingo ya no estaba presente, se escuchó la madera crujir y alzó su espada, atenta al sonido—. ¡Cuidado!

Una bola de fuego fue lanzada en su dirección... No, fuego no. Plasma. Azul eléctrico como el de... Ahogó un jadeo cuando la cubierta comenzó a cubrirse de nieve y los brazos de su esposo alcanzaron a empujarla con fuerza del impacto, Nymeria voló a tiempo y Chimuelo respondió al ataque del Furia Espectral. Un choque de plasma resonó sobre todo el océano. El cuerpo de Sigrid se impactó contra el costado del barco y un gemido brotó de sus labios cuando el dolor punzante se expandió en su brazo y espalda tras chocar, Hipo cayó un poco alejado de su posición y jadeó del esfuerzo. Pero no hubo tiempos de mayores lamentos, la ojigris alzó la cabeza solo para ver a Draco intentar atacar de nuevo y se incorporó al tiempo en que Hipo lo hizo, el barco dio una sacudida brutal que alarmó a la tripulación cuando el Furia Espectral volvió a atacar contra ellos, pero su golpe falló.

—¡Draco! —intentó llamar su atención, pero tal como nueve meses atrás, él no parecía reconocerla en lo absoluto.

—¡Tenemos que salir de aquí! —exclamó Hipo cuando el ruido de varias pisadas se hizo presente en el barco, en seguida la neblina se perdió por el fuego de varias antorchas. Los cazadores de dragones habían reparado en su presencia—. Por el amor de Odín.

—Por mí, amor —replicó Sigrid y las mejillas de Hipo se tiñeron rojas. Sin darle tiempo a replicar, apagó el fuego de su espada y la tomó con firmeza de ambas manos—. No podemos irnos sin más, hasta que los demás hayan terminado de liberar los dragones de los otros barcos y terminemos de liberar esos dos de allá —señaló las jaulas que había abierto, antes de ser atacada por Draco. 

—Entonces hay que darles tiempo —respondió el berkiano—. Me encargaré de ellos ahorita. 

Mordiendo su labio inferior, Sigrid observó con cierta preocupación al Furia Espectral por sí se decidía en volver a atacar. Tomó una bocanada de aire y lo miró con cautela, Chimuelo rasgó con sus garras la madera del piso y observó amenazante a Draco. Tras todos esos años sin volver a verse, inclusive parecía que Chimuelo había olvidado que era hermano del Furia Espectral. Ninguno hizo nada, los cazadores estaban a pocos metros de distancia, pero también parecían atentos a los movimientos del dragón, hasta que uno de ellos extendió una ballesta.

El hombre no alcanzó a disparar la flecha cuando una daga se clavó en su mano; con un aullido de dolor, el cazador tiró la ballesta al suelo y se miró la mano con la daga encajada. Sigrid no fue a recuperar su daga, hasta que Chimuelo gruñó con advertencia a Draco y este desapareció por la neblina. Entonces y sin más preámbulos, se aproximó hacia los cazadores que no habían dudado en desenvainar sus armas para atacar.

—Estaría bien sí sacaras a Inferno, ¿sabes? —sugirió la ojigris cuando tres se lanzaron en su ataque, el hombre con su daga aullaba del otro lado—. Una misión sigilosa —resopló al cabo de unos segundos, cuando Hipo se unió a ella.

Del otro lado, unos gritos espeluznantes les advirtieron que Brutacio y Brutilda habían arribado en su ayuda. Hipo encogió sus hombros y apretó sus dientes cuando vio una nueva horda de cazadores lanzarse hacia su dirección.

—Ese era el plan —gesticuló con un jadeo, propinando una patada a uno de los cazadores para alejarlo de su vista—. La próxima vez seguro nos saldrá mejor.

es que hay una próxima vez —replicó Astrid, saltando de Tormenta sobre uno de los cazadores, con el palo de su hacha consiguió noquear a uno antes de que atacara a Hipo. Del otro lado, Sigrid distinguió la silueta de Patapez adentrarse en las jaulas para liberar a los dragones que permanecían encadenados y su pecho se llenó de alivio—. Todos los demás dragones han sido liberados, Niels se quedó para revisar el perímetro y para desgracia mía Said decidió no acompañarlo.

—¡Te escuché! —El kainiano salió del humo espeso que se había formado por el fuego de las antorchas y espadas, lucía el nuevo uniforme que correspondía a su nueva posición: General del Reino, este era azul marino con una capa plateada. No importaba el lugar a donde fueran, a Said le encantaba presumir su nueva posición.

Sigrid suspiró cuando lo vio y sacudió la cabeza. Se pellizcó el puente de la nariz y miró a su mejor amigo.

—¡Llamas demasiado la atención así!

—Eso mismo dije —replicó Astrid con un resoplido que hizo que su flequillo se levantara. Esquivó el golpe de un hombre y le propinó una patada que hizo crujir el piso del barco, algunas astillas se levantaron y Sigrid alcanzó a saltar de ellas para no caer al piso inferior del drakkar, su mejor amiga le tendió una mano—. La próxima vez que venga Daven y Said se quede a cuidar a Eivør...

Una súbita explosión interrumpió el diálogo entre ellos. Los gemelos Torton, emocionados y decididos, habían actuado rápidamente contra el puño de cazadores que se había abalanzado sobre ellos. En esos momentos, Sigrid consideró oportuno ir a recuperar su daga, el vikingo herido sostenía su brazo donde se la había clavado, evitando que la hemorragia interrumpiera la furia de la batalla. Aquella daga se la había regalado tiempo atrás el señor Landvik, padre adoptivo de Niels y tenía grato significado para ella. No podía perderla tan fácilmente. Estaba más que dispuesta en enfrentarlo una segunda ocasión sí se atrevía a levantar esa ballesta de nuevo, sobre todo cuando la miró con fuego en sus ojos, como sí ansiara vengarse por ello. 

Nymeria, alzando vuelo tras ella, se adelantó para hipnotizar a los cazadores del barco vecino, tratando de acercarse a su posición. Era toda una batalla naval, el fuego alumbraba la pesada noche en medio del océano y el barco bajo ellos se movía con ferocidad contra las olas, desequilibrándolos un poco. Los drakkar alrededor ardían en llamas, rompiendo la quietud del océano que anteriormente había estado silencioso, ahora había gritos feroces —que en su mayoría provenían de los gemelos y Patán—, los rugidos de los dragones y el crujir aterrador de la madera de los barcos destrozados. Sigrid no podía creer de donde salían tantos cazadores. Su garganta reseca y el gélido aire cortante le dificultaban el movimiento. Lamentó no haber seguido el consejo de Astrid y vestirse con una falda vikinga que le permitiera mayor agilidad, aunque el frío hubiera sido más intenso.

Sin darse cuenta, terminó rodeada por varios cazadores. Eran más grandes y corpulentos que ella, retrocedió blandiendo a Snøstorm y pateó a uno del pecho, antes de atacar con su espada al otro. El chocar de hacha contra espada produjo un metálico sonido que erizó los vellos de su piel y deslizó su mano para presionar el botón que encendía el fuego, el vikingo retrocedió de la impresión; pero solo fueron unos segundos, antes de volver a contraatacar. Las armas chocaron entre sí en una danza estridente, hasta que la kainiana consiguió apartarlo de un empujón y golpearle la cabeza con el mango de su espada; el hombre cayó al suelo inconsciente. Sin embargo, aún había varios de ellos. Inspiró profundo y rebuscó entre sus bolsillos el botecillo con gas de Cremallerus que Brutilda le había dado, no podía encontrarlo, se mordió el labio inferior y revisó el otro bolsillo. Tenía tantos... No tendría tiempo de sacarlo.

Un estruendo rompió la madera y, para su alivio, vio a Chimuelo derribando a dos cazadores. Antes de que pudiera intervenir, Hipo llegó a la escena para enfrentarlos él mismo. La pelea del Jefe de Berk contra tres vikingos no duró mucho, el berkiano era demasiado ágil y su cuerpo delgado le permitía desplazarse con facilidad entre cada hombre. Los tumbó a los tres y los miró con advertencia.

—Les agradecería si mantuvieran sus manos alejadas de mí esposa —remarcó, con advertencia y orgullo. El viento caliente de Nymeria no tardó en abrazarla cuando la Pesadilla Cambiante aterrizó detrás de Hipo y, para hacer verificación en sus palabras, les mostró los dientes en advertencia a aquellos tres hombres sobre el suelo. Los cazadores intentaron recuperar sus armas tras ver a la híbrida, más no consiguieron mover un dedo cuando sus cabezas cayeron, inconscientes, sobre el piso. Aprovechando aquello, el berkiano se inclinó para tomar la daga que sostenía uno de los cazadores y se la ofreció a Sigrid—. Me parece que te pertenece esto, Mi Reina.

—Gracias —murmuró, la guardó sobre su funda y echó un vistazo alrededor para evaluar lo que ocurría. Patán y Colmillo patrullaban el perímetro desde el aire y Astrid terminaba de subirse sobre Tormenta—. Vámonos.

Apagando el fuego de su espada y guardándola en su vaina, Sigrid tomó las antenas de Nymeria antes de subirse a ella, apoyando los brazos sobre su cuerpo para ganar impulso. Hipo corrió hasta Chimuelo y se alzaron en el aire casi al mismo tiempo.


⚘❀༄


—No debe de estar muy lejos —apuntó Kristoff con certeza.

Ya habían pasado varias horas desde su primer asalto, a Sigrid le dolían las piernas de solo estar sentada sobre Nymeria. Era un vuelo extenso, sus articulaciones punzaban en un entumecimiento que solo lograban que se sintiera cada minuto más incómoda. Hipo, desde luego, se había regresado a Berk junto con Said y los gemelos Torton para guiar a los dragones rescatados a su nuevo hogar. Mientras tanto, los demás habían continuado el viaje cuando encontraron rastros de Draco.

Nueve meses transcurrieron en un abrir y cerrar los ojos; desde que Sigrid recuperó su corona y se convirtió en la legítima Reina de Kain. También, desde que descubrieron que el Furia Espectral había cambiado, víctima de los abusos y maltratos que los cazadores de dragones tuvieron sobre él. Habían intentado, desde luego y sin éxito alguno, capturarlo para ayudarlo y prevenir que no siguiese atacando aldeas, pero todas esas ocasiones habían fallado estrepitosamente. Draco, con el pasar de los meses, se había convertido cada vez más experto en el arte del sigilo; de alguna manera, el Furia Espectral se las ingeniaba para ocultarse, el poder que albergaba era demasiado que inclusive algunos de los jinetes llegaron a salir lastimados. Un simple ataque de su plasma bastaba para que acabasen muertos, lo cual afortunadamente, aún no acontecía... Con ellos.

—¡¿Por qué tenía que acompañarlos?! —Se quejó Patán en un chillido que sobresaltó a Sigrid de su adormilamiento—. Los gemelos podrían ser más útiles, no le temen a nada.

—Y por eso no los queremos aquí —replicó Astrid, poniendo los ojos en blanco—. Mejor evitar lo que sucedió la última vez.

—Sí, no fue nada placentero cuidar de ellos durante dos semanas seguidas —concordó Patapez, quien para ese entonces se había dejado crecer el bigote—. Los daños por fortuna no fueron permanentes.

La última vez los gemelos consideraron pertinente capturar a Draco con una de sus famosas trampas, el plan salió desastroso y en consecuencia, ambos terminaron con varias heridas que por poco los deja inválidos. Desde entonces, decidieron no elaborar planes tan riesgosos y tampoco actuar cuando el dragón se diese cuenta de su presencia. Lo vital era tomarlo por sorpresa... Pero hasta ese momento, la suerte no había estado de su lado.

—No digas una palabra más, Patán —añadió por lo bajo Niels, quién en todo el camino había permanecido silencioso, encabezando la fila sobre el aire. El mencionado se cruzó de brazos y abrió la boca para replicar, indignado—. Está cerca.

En efecto, el cielo comenzó a oscurecerse tan pronto pronunció esa última oración. Sigrid dio un respingo cuando sintió las escamas de Nymeria tornarse frías y una pronta neblina comenzó a extenderse sobre ellos. Se reincorporó un poco, solo para enderezarse en su posición y se recargó contra el respaldo de su montura, tomando las riendas con firmeza. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando el frío se volvió pesado y algunos copos de nieve cayeron sobre ellos. A su lado, vio a Patán tragarse sus palabras y observar con inquietud el cielo blanquecino a su alrededor.

—Debe de estar cerca —murmuró Astrid con los dientes temblando, su cabello rubio se entremezcló con la niebla y se vio inclusive más claro—. Oh, esperen. —Tormenta se detuvo súbitamente con un pequeño rugido que llamó la atención—. ¡Por Hela!

Sigrid se detuvo y giró hasta la posición de la rubia justo a tiempo para advertirle. La voluta del plasma azul eléctrico les pasó rozando y Nymeria gruñó con frustración.

—¡Lo que nos faltaba! —Patán soltó un gruñido y tomó con fuerza los cuernos de Colmillo, inclinándose para ver por delante de ellos—. ¡Cambio de planes! ¡Lo distraeré!

—¡Patán! ¡Ahhh! —El llamante cuerpo de Colmillo se encendió como habitualmente solía y Patán Mocoso chilló cuando las llamas rozaron sus piernas; Sigrid los vio perderse contra la neblina causada por Draco y se llevó una mano a la frente—. ¡Bien, tendremos que capturarlo aquí! Espero que por los Señores del Cielo y Estrellas, lo consigamos esta vez.

—Hay que tratar de seguir el plan —comentó Astrid, aproximándose hasta ella, recargó el peso de sus piernas sobre los estribos antes de incorporarse y Sigrid le imitó. Sus piernas temblaron cuando consiguió alzarse sobre el cuerpo de Nymeria y, sin pensarlo, saltó hacia el lomo de Tormenta, que consiguió moverse para que cayera sobre ella. Astrid le imitó y de pronto ambas estaban sobre el dragón de la otra. Montar a Tormenta se sentía un poco diferente, el cuerpo de la Nadder era más rígido que el de su dragona—. Nos aproximaremos cuánto podamos a Draco en lo que ustedes lo distraen, traten de no salir lastimados.

Bajo ellas, Patán gritaba mientras volaban a gran velocidad para esquivar los ataques de plasma del Furia Espectral. Sigrid tomó las riendas de Tormenta y procuró acomodarse para no resbalar de su montura, antes de ponerse en marcha hacia Draco. La única opción que tenían para capturar a Draco sin que sufriera demasiados daños era que Nymeria se aproximara lo suficiente hasta él y consiguiera hipnotizarlo. Lo habían intentado antes y no lo habían conseguido porque el Furia Espectral aún podía reconocer a Sigrid donde fuera que estuviera. Pero ahora y con ese nuevo plan, no podían fallar. No debían de fallar.

—¡Patán! —llamó Niels unos metros por encima del mencionado, este soltó un alarido en respuesta—. A mí señal te quitas.

—¡Ah! —bufó Patán, dejando entrever su indignación por la forma en que le hablaba—. ¿Sabes? Puedo soportar que Mi Reina me hable así, ¡pero no tú! ¡En definitiva no tú!

—¡Ahora, Patán, muévete! —ordenó Niels, haciendo caso omiso a sus palabras.

Patán Mocoso alcanzó a hacerse a un lado al tiempo en el que el fuego oscuro de Holthrack impactara sobre la columna del Furia Espectral. Draco detuvo su pelea y alzó la cabeza para identificar a su atacante, más no tuvo tiempo en reaccionar cuando la cola de Albóndiga lo empujó a unos metros bajo ellos. Profiriendo una mueca, Sigrid se lanzó en picada en su dirección y Tormenta giró sobre el aire. Pese a la velocidad y el repentino mareo, Sigrid pudo sentir lo ágil que era la Nadder Mortífero para las vueltas.

—¡Vamos, Tormenta! —apremió, Draco aún no se recuperaba del golpe y el aturdimiento, parecía buscar el equilibrio para no caerse. Con los ojos entrecerrados, Sigrid evaluó a su alrededor—. ¡Ahora! —Tormenta se detuvo abruptamente en el aire y ella jadeó, su cuerpo se resbaló un poco de la montura, pero consiguió aferrar sus pies en los estribos y el cuerpo de la Nadder Mortífero. En un movimiento ágil, la cola de la dragona azul desprendió las espinas que fueron a impactar en el cuerpo del Furia Espectral para inmovilizarlo—. ¡Kristoff!

Estaban a varios metros sobre el suelo y Draco había perdido la movilidad de sus alas y cola por las espinas de Tormenta. El Furia Espectral soltó un aullido que erizó su piel, pero se obligó a continuar. Esa era la única manera. Mientras caían sobre el aire, los demás se aproximaron para rodearlo y Kristoff llegó a tiempo para retener al dragón. Las garras de Nerion consiguieron sujetar con firmeza a Draco, pese a su resistencia y sus fuertes ataques de plasma. El metal de la armadura que Kristoff le había creado a su Ala Acorazada, hasta ahora era lo único que podía soportar los golpes del Furia.

—¡No se acerquen! —gritó Kristoff, jadeando del esfuerzo. Sus manos luchaban por mantener en equilibrio a Nerion—. Lo retendré tanto como pueda.

No sería por demasiado tiempo, pensó Sigrid con preocupación tras observarlos. Draco era un dragón adulto que superaba en tamaño y fuerza a Nerion, se retorcía inquieto bajo sus garras y atacaba con su plasma las zonas de metal que protegían el cuerpo del Ala Acorazado. Kristoff al percatarse de ello también, se aferró a la montura de Nerion y giraron sobre el aire para desconcertarlo. Tormenta bajo ella se mantuvo alerta, preparada para volver a atacar con sus espinas de ser necesario y Sigrid procuró no ver al dragón a los ojos.

Sabían que aquello lo estaba lastimando, lo habían atacado con las espinas de Tormenta y el fuego para inmovilizarlo, pero no tenían otra opción y tendrían que volver a recurrir a ello sí Draco conseguía zafarse del agarre de Nerion. Afortunadamente, no sucedió. El viento cálido que desprendían las alas de Nymeria al volar le hicieron saber que ya habían llegado, su cuerpo se reveló en cuestión de segundos y las tonalidades rosadas de sus escamas resplandecieron tras el cielo claro. Draco rugió tras verla y se retorció con mayor fuerza, intentando evadir su mirada. Con un último rugido, la cabeza del dragón cayó inconsciente y su peso se volvió más pesado.

—Lo conseguimos —murmuró Kristoff con un jadeo del esfuerzo, Patán se aproximó y Colmillo tomó el cuerpo del Furia Espectral para ayudarle en cargarlo—. No lo puedo creer.

Ni Sigrid podía creerlo, un suspiro de alivio salió de sus labios y luego rieron. Completamente aliviados. Al fin habían capturado a Draco y podrían ser capaces de ayudarlo o encontrar lo que los cazadores le hicieron durante todo ese tiempo... Pero más allá de eso, tenía el presentimiento de que Draco solo sería la solución para llegar a Rekvhan y lo necesitaban más que nada. Al final de cuentas, estaban conectados, lo estuvieron años atrás cuando Kristoff y Said los vieron y debía de haber algo más. Los hilos del destino, tan solo se volvían más claros.

—Oh, gracias a Thor —halagó Patán, Niels por detrás bufó. Sigrid pudo interpretar eso como «¿acaso nunca se calla?» y ella negó—. Me merezco un buen descanso.

—Sí, un descanso —ironizó Astrid, tras cambiar de lugar con Sigrid—. Debe ser agotador tomar tantos descansos.

Patán, que no encontró divertido su comentario, sopesó en sus palabras con una mano en la barbilla, pensativo.

—Tienes razón, Astrid, quizás pueda visitar a Casiopea...

—Creo que a Casiopea le agrada mejor la compañía de Brutacio —murmuró por lo bajo Sigrid, aunque de cualquier forma fue escuchada por el vikingo.

—Pretenderé que no escuché eso —replicó Patán, hinchando el pecho orgulloso—. La última vez que estuvo de visita en Berk, no se separó de mí en ningún momento, creo que pude haberle agradado. Después de todo, no cualquiera encuentra un gran vikingo que monte un Pesadilla Monstruosa tan fácilmente. Y soy atractivo, ¿me has visto bien, mi querida Reina? Puede que no tenga la altura de una torre como Said, pero soy bastante apuesto como él, estoy seguro que eso bastará.

Y cómo sí sus palabras no hubiesen sido suficientes, Sigrid lo vio erguirse para dar una mejor impresión y transmitir la confianza en sus palabras.

—¿Cómo Said? —Astrid frunció una ceja, aún sin aminorar la marcha, Tormenta bajo ella también gruñó interesada—. ¿Qué tiene que ver Said con Casiopea?

—¡Oh! —Patán se llevó las manos a la boca, mirando preocupado a los demás. Kristoff suspiró—. Pensé...

—Bueno, Cass fue una amiga de Said por algunos años —respondió el rubio, alzando los hombros.

Astrid entrecerró los ojos, pero no respondió. El silencio fue su acompañante por algunos momentos, tranquilo, con el soplido sereno del viento; Sigrid agradeció aquello, se recargó sobre el respaldo de la montura y cerró los ojos durante unos segundos. Hasta que Patán se hizo escuchar de nuevo.

—Bueno, creo que mejor no iré a verla —añadió, indeciso. El bufido de Niels fue seguido de una risa y Patapez suspiró—. Realmente no tengo muchas ganas. Además, ¿qué impresión tendrá Valka de mí sí le digo que descuidé a su hija de ley? No, no, no, debo quedarme —insistió.

—¿Descuidarme? —Sigrid se giró para mirarlo y Patán le dedicó una mirada, como sí fuese de lo más obvio. Del otro lado Astrid bostezó—. No te necesito de guardaespaldas o algo por el estilo, tómate tu día libre.

—Bueno, sí tanto insistes. —Satisfecho consigo mismo, Patán cruzó los brazos detrás de su nuca y subió sus piernas sobre los cuernos de Colmillo, en una posición lo bastante relajada. Sigrid pensó que ya no iba a decir nada, hasta que su voz otra vez acabó con la tranquilidad del día, Astrid resopló—. ¿Te había contado la vez en que Colmillo y yo conocimos a unas doncellas bellísimas?

—Creo que él no conoce el verdadero significado de la tranquilidad. —Se atrevió a comentar Kristoff, con una risa corta que fue secundada por los demás, excepto la de Patán—. Perdón, amigo. 

—Bueno, un poco de descanso no nos vendría nada mal —añadió Patapez con un bostezo—. Apenas pude dormir anoche de la emoción.

—Tú, ¿emocionado por rescatar dragones? —preguntó Sigrid con una risilla—. ¿Quién lo diría? 

—Pensé que los odiabas —secundó Astrid, mirando al rubio—. ¿No le pediste a Hipo que retrasara el rescate?

—Oh, ustedes dos —refunfuñó Patapez, negando lentamente con la cabeza—. No me queda duda que mientras más tiempo pasan juntas, se vuelven un peligro para las almas aventureras como yo. 

Sigrid y Astrid rompieron en risas tan pronto pronunció aquello. Kristoff le dio la razón con un suspiro, comentando una de sus recientes hazañas a la que la kainiana no prestó atención y Niels resopló, divertido. 

Algunos minutos después, el silencio regresó a ellos. El aire templado y el gran camino que les faltaba por recorrer, hizo que Sigrid soltara un suspiro. Recostada boca arriba sobre el lomo de Nymeria, alcanzó a distinguir las constelaciones difusas por el pronto amanecer y le dio la extraña sensación de que quizás, todas esas respuestas que buscaba, la esperaban ahí. En el anochecer, pues las estrellas eran el camino que conducía al destino de las personas. Ese debía ser el hilo del destino que había perseguido por tanto tiempo; estiró la mano, como sí intentara alcanzarlo y pudo sentir una fuerza invisible arrebatarle el aliento. Cuando las nubes se entremezclaron en el cielo, bajó la mano con desgana y se preguntó, muy en el fondo, sí algún día podría volar tan alto como para acariciar las estrellas y encontrar respuesta a las preguntas que rondaban en su mente. 

Adueñada bajo la tranquilidad de sus propios pensamientos, permitió que Nymeria la guiara de regreso a su hogar. De regreso a Berk. 


Helheim / Hel: Se le conoce así al Reino de los Muertos. Su nombre proviene de Hel / Hela, la hija de Loki, quien gobierna ahí. Es un lugar frío y oscuro donde van las personas que mueren por enfermedad o vejez, o aquellos que no están destinados a ir a Valhalla. 

¡Hola!

Cuanto tiempo, vengo con una pequeña disculpa. Hace varios días publiqué el primer capítulo (completamente diferente a este), pero tras varios días de indecisión o de no sentirme satisfecha con lo que había escrito lo mandé a borrador. Esta nueva versión me gustó poquito más, siento que hay muchas cosas que debo explicar sobre los meses acontecidos desde el cap (que son nueve), pero quiero hacerlo con calma. So, los que alcanzaron a leer el otro cap seguro saben todo eso, jaja. 

Solo quisiera decirles que posiblemente en ocasiones siga escribiendo capítulos largos. Hay muchas cosas que me gustaría abarcar en este acto y no quisiera saltarme algún detalle. 

En otros temas, hace unas semanas les comenté que estaba planificando una precuela de Naara Whiterkler, Bran y todos los demás en su juventud, pues, ¡ya está publicada! Me emociona muchísimo porque hay varios datos, acontecimientos que como tal no he descrito aquí y que tengo muchas ganas de escribir. Así que si les interesa, son más que bienvenidos a pasarse (perdón el spam), abordaré absolutamente todo lo que se ha ido contando y aaaaa. Está publicado bajo el título de "El camino de los caídos" y no está en categoría fanfic, realmente no voy a abarcar nada relacionado con httyd ahí así, que lo estaré escribiendo como libro independiente, pero los dragones y la magia sigue presente <333

En fin, mil perdón por la tardanza, no se les olvide cumplir con la meta de desbloqueo para poder actualizar. Háganme saber que les pareció. Feliz navidad, Snoggletog, Yule o lo que celebren, los tqm. <3

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