━━XVIII: whispered souls



━━CAPÍTULO DIECIOCHO━━

【 ALMAS SUSURRANDO 】


          Durante la noche, hacía frío. No el típico frío al que estaba acostumbrada en épocas de invierno en Fair. No, este frío era descomunal, nada a lo que había experimentado en sus años de vida. Su cuerpo estaba, en su totalidad, pálido y no podía encontrar el calor corporal que necesitaba para no morir congelada. Sus dientes castañeando y su cuerpo temblando, eran la señal de que no soportaría por más tiempo; pero, de alguna manera, aquello le había ayudado a olvidarse del hambre por la que estaba pasando, mientras esperaba a que Daven llegase a la cueva.

A pesar de que habían encendido una fogata en la zona más cálida de la cueva, el calor llegaba muy poco a ella. Se aferró a su capa con fuerza y se hizo un ovillo para combatir con el temblor de su cuerpo, Idunn intentó concentrarse en algo más que le ayudase a olvidar el mal rato que estaba pasando en esa isla gélida. Pero lo único en lo que podía pensar era en su amigo... Erwan o, como él le había pedido que le llamara, Niels. Por años, fueron inseparables el uno con el otro, crecieron juntos y ella le enseñó muchas cosas a lo largo de esos años, se divertían juntos, entrenaban al usar la misma arma, el arco y confiaban en el otro para todo. Pero ella nunca esperó que durante todos esos años, él le hubiese ocultado el mayor secreto de su vida. No había tenido tiempo de procesar la información, cuando Erwan acudió a ella fue muy difícil comprender lo que toda esa verdad conllevaba. Y ella no habría imaginado, que llegaría el momento en el que su amigo, su hombre de mayor confianza, se alejara de su hogar para tratar de rehacer uno nuevo, en el que ella no formaría parte.

Pensar en ello, permitió controlar la frialdad de su cuerpo, por unos instantes. El vaho salió de sus labios en una nubecita cuando inspiró profundo y, lentamente, sintió el calor hacer su efecto. Antes de adentrarse a sus pensamientos una vez más, el sonido de unas pisadas alertaron sus sentidos. Su reacción fue por impulso, tomó la fuerza de los Æsir y combatió el frío cuando sacó su mano de la capa hasta alcanzar el mango de su hacha. En momentos como esos, haber traído el hacha en lugar de su arco no había parecido una buena idea.

—Ah, eres tú —soltó, cuando reconoció la cabellera negra como un cuervo de Daven.

El mencionado entrecerró sus ojos castaños y, al ver el arma en su mano, no pudo evitar sorprenderse.

—Eres rápida —observó, se alejó una vez más para asomarse al exterior y cuando regresó, se quitó las botas y se sacudió la nieve—. Esto es una locura, apenas comenzaron los meses del sol y ya tenemos tormentas de nieve una vez más. No pude ver mucho, la nieve cubre todo el perímetro, pero encontré comida.

—Al menos de hambre no moriremos —ironizó la pelirroja y se sentó cerca del fuego, aún hecha un ovillo y abrazada a sus rodillas—. ¿Qué viste entonces? Te tardaste horas.

El pelinegro no respondió pronto, se acercó frotando sus manos y se inclinó frente a la fogata para recibir calor. Estas se las llevó a sus labios y luego, repitió la acción. El temblor de Idunn no había cesado en lo absoluto.

—Que cómodo se está aquí adentro —comentó el kainiano, soltó un suspiro aliviado y sacó la bolsa con las provisiones que había traído consigo—. Dios, no aguantas nada. Acércate más al fuego o morirás antes de la batalla.

—Estoy muy cercana al fuego, por sí no lo has visto —replicó la pelirroja en un bufido, maldijo cuando sus dientes temblaron y el kainiano esbozó una sonrisa—. No es divertido para nada, mejor responde a mí pregunta.

—Ah, aburrida. —El pelinegro se incorporó para echar más leña a la fogata y sacó las provisiones para calentarlas—. Encontré un camino al pueblo sin ser descubiertos, llegar al castillo no será tan fácil, pero en el pueblo tendremos la oportunidad de comunicarnos con Leith. Deberemos esperar a que la tormenta de nieve pase para ponernos en marcha, sí seguimos en un mismo lugar por mucho tiempo es posible que no puedas caminar del frío.

—Deberás dormir con un ojo abierto, Warren.

La risa ligera de Daven provocó que una oleada de calor se transportara a su cuerpo.

—Aunque estaría complacido de morir por ti, tenemos trabajo que hacer —alegó el pelinegro y ensartó la carne sobre unos palillos para colocarla sobre el fuego—. ¿Qué? —preguntó al sentir su mirada, la cual no era nada amigable.

—No vuelvas a salir solo. —Sus palabras fueron precisas, sonaron como una orden. El ceño de la pelirroja estaba fruncido—. Estamos aquí para hacer el mismo trabajo, no tenemos una manera para comunicarnos y nos arriesgas a ser descubiertos. Debemos aprender a trabajar en equipo.

—Está bien...

—En esta ocasión, fue porque conocías el perímetro y estás más familiarizado con el reino —prosiguió, se descubrió un poco el rostro para que la viese—. Pero sí la próxima vez te vuelves a ir, te golpearé cuando regreses.

Algunas horas después, cuando hubiesen saciado su hambre con lo poco que tuvieron, el clima no había mejorado. La tormenta con el pasar las horas se había vuelto más intensa, por lo que era imposible definir sí ya había atardecido o no. Pequeños copos de nieve se infiltraron dentro de la cueva gracias a los fuertes vientos que azotaban el bosque fuera de esta, Idunn los admiró desde lejos y los odió en el fondo por ser la causa de sus temblores. Tenía la nariz roja por el frío y Daven no había tardado en molestarla por ello.

—Acércate a dormir conmigo —habló Idunn cuando no pudo más, la fogata se había apagado por tercera ocasión y Daven la volvía a encender, el pelinegro alzó y bajó las cejas un par de veces por su propuesta—. No me refiero a lo que tú mente sucia esté pensando, idiota. No quiero amanecer congelada.

Una risa ronca escapó de los labios del pelinegro cuando la escuchó. Se tomó su tiempo en encender la fogata y se aseguró de colocar los suficientes troncos de madera para que no se volviera a apagar.

—Esas no son las maneras de pedírmelo —replicó el azabache con su sonrisilla de suficiencia—. Un poco de amabilidad no te vendría mal.

Idunn bufó e hizo un ademán para lanzarle lo primero que se encontrara. A los pocos minutos, el pelinegro se aproximó hasta ella y se tumbó a su lado.

—Dios, estás tiesa —señaló, cuando sintió el frío en el cuerpo de la pelirroja. Una pequeña sonrisa curvó sus labios—. Puedo abrazarte sí gustas.

—No gusto de ello, cállate.

—Como me órdenes.

Idunn apretó sus labios para que el pelinegro no se percatase de su pronta sonrisa, a punto de formarse en sus labios. Negó con la cabeza y le dio la espalda, cerró los ojos para intentar dormir y resopló cuando una nueva ráfaga de viento helado se coló por la abertura del montículo.

—Acércate más, no muerdo, desde aquí te puedo escuchar —murmuró Daven, su vista fija en el techo de roca—. Toma mi mano, mi temperatura corporal es más cálida.

La ojiazul lo meditó solo por unos segundos, la presencia del kainiano sin duda mejoraba su temblor, pero al aproximarse más al pelinegro, comprobó que estaba en lo correcto. Daven estaba más acostumbrado a ese tipo de clima, por ello no temblaba tanto como ella. Su calidez le permitió acurrucarse sin temblar y al cabo de unos minutos, pudo acostumbrarse a las ráfagas del viento frío, hasta que se quedó dormida.


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Había una mujer bajo las ramas de un fresno viejo, tenía el cabello canoso trenzado y usaba una vestimenta andrajosa. Un par de cuervos graznaron sobre el cielo y el viento fresco bailó alrededor de ese viejo fresno y de ella misma. No supo porque estaba ahí, pero la vio con increíble curiosidad. Las manos de Sigrid acariciaban el pelaje suave y esponjoso de Vendaval, su nuevo amigo lobo, pero su vista estaba fija en aquella extraña mujer que tenía al frente.

El cielo rugió dando la bienvenida a una próxima tormenta, la mirada de Sigrid se desvió un poco hacia las nubes sobre el cielo, de una tonalidad opaca y a los pocos rayos de sol que emanaban desde el este de Fair. Pudo ver los rayos formarse sobre las nubes, entrecruzados unos con otros, de un color plateado intenso y luego, los graznidos de los cuervos pasando hicieron que su piel se erizara.

—Woden, Woden, Woden, Woden...

Su corazón latió de un sobresalto tras escuchar la voz de la mujer, desvió la mirada del cielo y el viento helado acarició su cuerpo. No hizo ningún movimiento, ¿qué es lo que pasaba? La mujer siguió repitiendo la misma palabra durante un tiempo indefinido, hasta que la palabra quedó grabada en su memoria. El viento comenzó a azotar con fuerza cuando la voz de la mujer dejó de ser un simple susurro y completó la oración en su lengua natal. Por más que intentó, no pudo comprender lo que decía, las palabras eran extrañas y confusas, pero su mente aún divagaba en la palabra «Woden» y una serie de imágenes comenzaban a salir desde los rincones profundos de su don.

—Dime qué es lo que ves —pidió la mujer, parando en sus oraciones—. Woden tiene un mensaje para ti.

Giró su cuerpo hasta quedar frente a Sigrid y la piel se le erizó cuando vio sus ojos vacíos, oscuros.

—¿Woden? —Ella levantó una ceja sin saber qué decir, la voz de la mujer aún se repetía en lo profundo de su memoria y las imágenes que se presentaban en su cerebro eran difusas—. Lo siento, no puedo entender a qué se refiere.

—Woden te está mostrando algo —prosiguió la mujer y se acercó lo suficiente para tomarla con increíble fuerza de la muñeca. Vendaval le enseñó los colmillos, pero a ella pareció no importarle—. Concéntrate, dime lo que ves.

Podía sentir la mirada de aquella mujer buscar la suya, el corazón le palpitó con fuerza ante el miedo repentino y el aura de aquella vikinga. Detrás de ellas, el viento comenzó a chocar en fuertes estrépitos contra los árboles y las plantas, causando que algunas hojas saliesen volando. El aire se volvió frío y el cielo volvió a rugir.

—N-no sé a qué se refiere... —La voz le tembló ante la intensidad que emitían las vibras de aquella vikinga. Trató de concentrarse, pero lo único que podía escuchar era la misma palabra—. No sé quién es Woden. No puedo comprender...

—Los estás haciendo enojar —espetó la mujer y aflojó el agarre solo para enseñarle los relámpagos sobre el cielo. El ceño de Sigrid se frunció, aún sin comprender aquello y siguió la mirada hasta ver los rayos formados—. Eres una völva, escucha lo que te dicen, los Æsir y los Vanir te están esperando.

—¿Se refiere a Thor? ¿El de los truenos? —preguntó, señalando el cielo y la mujer negó—. Odín, el padre de Thor.

—El padre de todos.

Se tomó su tiempo en responder, aquella mujer le hablaba cómo sí ella misma tuviese las mismas creencias que los vikingos en Fair, cuando la realidad era otra. Aprovechó que la mujer aflojó su agarre para zafar su brazo y alejarse a una distancia considerable.

—Señora... Yo no soy de Fair, debe estar confundiéndome, yo no sirvo a sus Dioses y no sé qué es eso de volvá.

—Concéntrate, joven. —La mujer la ignoró por completo, aunque frunció un poco el ceño ante la extraña pronunciación—. Tienes los poderes de Odín a tu alcance, una tormenta se acerca a Fair, has sido escogida para que guardes los recuerdos de Hugin y Munin y los lleves a él. —¿Hugin, Munin? Alzó una ceja cada vez más confundida, pero la voz de aquella mujer rebosaba de seguridad. Debía de irse, no tenía que seguir cuando la tormenta se avecinaba, pero los susurros en su mente se volvían más profundos y menos claros cuando se alejaba—. Tu camino ya no te pertenece.

—¿A q-qué s-se refiere? Debe de estar confundida, esto que poseo. —Se señaló a sí misma—. No ha sido otorgado por Woden, Odín o como se llame. Este es el poder de los lobos.

—Claro que lo ha sido, los lobos son los amigos de Odín, Padre de Todo. —La mirada de la mujer se volvió ciertamente amenazante. Sus ojos oscuros y vacíos brillaron en un tono eléctrico, por el reflejo de los rayos en el cielo—. Ese ha sido Thor golpeando su martillo, al negarlo lo estás haciendo enojar y una tormenta ha de estallar y nuestros barcos hundir. Cierra los ojos y dime lo que escuchas —demandó, Vendaval volvió a rugir cuando se aproximó hasta ellos y la caricia de Sigrid lo hizo retroceder. La kainiana cerró los ojos y se concentró en lo que había a su alrededor—. Sí, así es, dale la bienvenida a los Dioses y agradece el regalo que te han otorgado.

Pero ella no hizo lo que aquella mujer le pidió. Los susurros se volvieron más claros con su mente despejada, voces extrañas y sonidos conocidos se volvieron presentes en su mente. Desde gritos de batalla hasta susurros asustadizos, voces anhelantes, tormentas infernales, gritos, cantos y algo alertó su corazón. Cuando un nuevo rugido golpeó el cielo, en su mente fue capaz de escuchar el sonido del Mjölnir retumbar sobre las nubes y los rayos azul eléctrico desprenderse con el arma de aquel Dios. Entonces los ruidos fueron cambiando y pudo escuchar a las olas furiosas golpear las rocas, el rugido de varios dragones tratando de desprenderse de unas cadenas, el susurro del viento, el llanto del cielo, el graznar de los cuervos y una tormenta. Una tormenta mucho peor a las que había presenciado durante toda su vida.

—Algo está pasando —pronunció pasmada. Abrió los ojos e inhaló del viento fresco que sacudían las ramas. La mujer no la miró, solo sonrió sin mostrar los dientes—. ¿Usted... Lo sabía?

—Ahora formas parte del camino de los Dioses.

¿Qué quería decir con aquello? La piel se le erizó tras escucharla y se abrazó a sí misma, cuando el frío se hizo notorio. Algunas gotas de agua comenzaron a caer desde el cielo, estuvo a punto de preguntarle a qué se refería con aquello cuando la vio desvanecerse, como si se tratara de una misma partícula del polvo que flotaba por la fuerza del viento. Las voces en su interior dejaron de ser confusas después de ello y el roce de Vendaval hacia su palma vacía la sacó de su ensimismamiento.

Ignoró la lluvia empapando su ropa y siguió a su lobo cuando este emprendió camino cuesta arriba, hacia donde los árboles se sacudían con una fiereza inigualable y el cielo rugía emitiendo destellos azulados. Cautivada por lo que veía y lo que las voces en su interior le decían, siguió el camino del lobo e ignoró el zumbido del aire y el frío en su cuerpo. Pero cuando llegaron, los susurros de esas almas en pena se volvieron más reales. Por encima de ellos, el cielo gris y el graznido de los cuervos les dieron la bienvenida.

El sol se había ocultado. El sol se había ocultado bajo esa oscura montaña.

Un nuevo amanecer les podría esperar. Los Dioses hicieron su llamado y la naturaleza respondió a ellos, cada paso que dio, cada mirada que dirigió, cada sonido que escuchó se formó en una sola oración que erizó su piel sensible.

«El sol se oscurece»

El sol se oscurece.

El sol se oscurece.

Y la tormenta arribaría a ellos, cuando el sol se hiciera negro.


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El salón del trono reconstruido era el lugar menos preferido de Leith para estar presente. Habían quitado los estandartes del Reino de Kain reemplazados por el nuevo símbolo del Reino, el trono había sido modificado, le habían agregado varias gradas para que el nuevo Rey tuviese una mejor vista a todos sus súbditos y habían apostado en cada esquina a varios guerreros vikingos.

El deber de Leith siendo un nuevo Comandante, era estar al servicio del Rey y hacer el trabajo sucio que nadie se atrevía. Sentía el dolor abrasador en sus costillas por los golpes que recibió el primer día tras negarse en darle una paliza a una mujer que habló sobre la inseguridad que sentía en Kain ahora que estaban los vikingos. En consecuencia de ello, él fue castigado y ella ejecutada por un vikingo. Una muerte innecesaria, como le dijo Tiberio sin algún atisbo de culpa, por no haber cumplido su misión.

—Tienes que hacer todo lo que te ordene, incluso sí te pide algo fuera de tu moralidad. —Le dijo Daven la primera tarde en la que los encontró dentro del bosque—. Tiberio perderá tu confianza sí se da cuenta que cuestionas todo lo que hace, no quiere soldados que lo cuestionen, quiere soldados que hagan el trabajo por él sin rechistar. 

—Ah y no hagas esa cara mientras estás con él, o se dará cuenta que lo quieres matar —añadió Idunn, alzando una ceja con una sonrisa sin mostrar los dientes, preparada para marcharse—. Dame una lista de los guerreros que consideres más peligrosos y consígueme un arco. No actuaremos hasta encontrar a Lyanna y ponerla a salvo.

La desaparición de Lyanna Warren no fue algo que Tiberio pasó desapercibido. Cuando lo mandó a localizarla, lo único que encontraron en sus aposentos fueron ruinas y vestidos comunes, pero Leith se dio cuenta de la desaparición de su espada y su ropa confeccionada para combatir. Alguien le había advertido a la menor de los Warren lo que le ocurriría una vez Tiberio la buscase y Leith agradeció eternamente a aquella persona desconocida.

—Entonces, estoy seguro de que veré la señal.

Los días fueron pasando con normalidad después de ello, no había sido requerido para lastimar a más kainianos y por tanto, se sentía un poco aliviado de aquello. Pero, estar con el rey todo el tiempo no era nada placentero, requería de mucha fuerza fingir protegerlo cuando la realidad era toda la contraria. Por ocasiones se dijo a sí mismo que podía acabar con su vida, era rápido y podía desenvainar su espada antes de que los berserker se dieran cuenta, ¿pero después de ello que ocurriría? ¿Se solucionarían los problemas? Podía inclusive generar nuevos o peores.

Sabía que la mayor amenaza residía en aquellos vikingos, mientras Tiberio los tuviera a su lado no habría nada que él o los demás pudiesen hacer y por ello, su objetivo principal con ayuda de Idunn y Daven era encontrar una manera de deshacerse de esos guerreros antes de mandar llamar a los demás.

—Se llaman a sí mismos mótspyrnan, Majestad —manifestó la Señora Margot, a quien le habían otorgado un par de joyas y riquezas por su fidelidad al reino—. Los escuché hablar ayer en el pueblo, convocan reuniones en los atardeceres y planean localizar a la traidora Sigrid.

Leith dio un paso hacia adelante, cruzando los brazos detrás de su espalda, mientras escuchaba las palabras de aquella problemática mujer en ese nuevo día.

—¿Y quiénes conforman esta organización de traidores? —preguntó Lord Cornelius, altamente intrigado.

—No pude reconocerlos a todos, milord —admitió la mujer cabizbaja, al notar la ceja fruncida del lord—. Pero entre las personas que reconocí fueron Susanne Sallow, la familia Ajax, Colin Amery...

La mujer fue dando una serie de nombres que mantuvo intrigado al rey, un escriba no perdió el tiempo y comenzó a tomar nota de todos esos nombres. La mayoría de los mencionados eran personas nobles que Leith había conocido en sus años de vida como aprendiz, personas buenas, honestas y trabajadoras con las que nunca tuvieron problemas en el reino.

—Colin Amery estuvo trabajando conmigo ayer por la tarde —interrumpió Randall Warren, llegando a tiempo dentro de la sala—. No es posible que lo haya visto, señora Margot, hay que ser más cuidadosos con la información que proporcionamos —añadió, con una voz increíblemente calmada; Leith se percató de las mejillas sonrojadas de esa mujer—. ¿Me ha convocado, señor?

—Acérquese, Warren, para que Su Majestad pueda hablar con usted —indicó Lord Cornelius, extendiendo una mano como muestra de bienvenida, Leith se dio media vuelta y con un asentimiento saludó al señor Warren—. Y usted, señora Margot, agradecemos su fidelidad, nos encargaremos de llegar al fondo de la verdad con la información que nos proporcionó.

La mujer agradeció a su Rey y se marchó con una reverencia. Leith evitó mirarla, no pudo evitar sentir una ola de odio hacia aquella mujer acusando a los buenos civiles. Debió haber previsto tiempo atrás que las acciones de esa mujer serían un obstáculo para la liberación del reino y todo lo que estaba haciendo, los estaba condenando. En la sala del trono solo se escucharon el sonido provocado de la espada de Randall, al chocar repentinamente con sus cintos de metal, mientras se hacía paso hasta una distancia considerable de Tiberio.

—¿Qué sabe usted acerca de su hijo Said Warren? —Tiberio no perdió el tiempo con preguntas cautelosas, el hombre se inclinó en su asiento y observó fijamente al hombre cuando este se detuvo a tan solo unos metros.

—No he sabido nada, desde que ocurrió el temblor, señor —respondió, relajó sus hombros para eliminar la tensión y le devolvió la mirada al usurpador—. Lo hemos estado buscando, sin embargo, los escombros de la zona suroeste del castillo nos complican la búsqueda. No dispongo de muchos hombres, Majestad.

—Kristoff Haraldsen también se encuentra desaparecido —intervino Lord Cornelius, una sonrisilla socarrona curvó sus labios—. Esto me parece bastante curioso.

—Kristoff Haraldsen perdió la movilidad de sus piernas, a mí no me parece curioso en lo absoluto —replicó Randall, sin perder la cordura—. Morir de una forma como esa, sin medio de escape, no me parece curioso.

—Asume que está muerto, entonces.

—Sin método de escape, es lo más probable que haya ocurrido. Desde luego, no puedo corroborar ese hecho, hasta que liberemos todos los escombros del Palacio.

Tiberio analizó sus palabras durante un tiempo indefinido. Sin decir nada, se incorporó de su trono y avanzó hasta caminar por la sala. Leith permaneció en su lugar y miró como Randall ni siquiera dirigía su mirada al rey.

—Por la manera en la que habla, me atrevería a decir que usted busca algo de mí.

—Necesito más hombres que me ayuden a escavar los escombros del castillo y así encontrar a las personas desaparecidas —pidió sin mayores rodeos. Randall era un hombre directo y ni siquiera la posición de Tiberio, ahora que era rey, lo intimidaba—. Nos tomará menos tiempo sí hay más personas que puedan ayudar, solo cuento con cinco hombres a mi disposición y no son suficientes.

—¿Y qué espera encontrar? ¿Cadáveres? Comprende que, incluso si le otorgo hombres para que trabajen en las ruinas, las personas que encuentren estarán muertas, ¿no? ¿Por qué desperdiciar el trabajo de hombres valiosos en desenterrar a los muertos?

—Para darles una sepultura digna —sustentó y su mandíbula se le marcó un tanto rojiza, debido a la euforia provocada—. Las personas que murieron debido a los temblores es su propia gente, de su reino, usted como rey tiene el deber de protegerlos. Este hecho inevitable, acabó con la vida de muchos inocentes y lo mínimo que merecen es un entierro digno. Sí mi hijo está ahí, me gustaría darle un entierro digno para honrar su memoria y su servicio al reino.

Tiberio lo miró una vez, antes de regresar hasta su posición, sentado en el trono, Leith pudo percibir en su mirada la indiferencia que tenía hacia ese asunto. Ciertamente no cedería ante la palabra de Randall y él mismo lo comprobó, su ambición era protegerse a sí mismo y reinar bajo la tiranía, unas personas muertas no eran su mayor preocupación. El rubio se obligó a inflar sus mofletes y soltar el aire de a poco, para no alterarse.

—Deniego su petición —expresó finalmente—. Kain tiene necesidades más importantes que atender, proveerle hombres impediría proteger el reino como es debido. Necesitamos de la labor de cada hombre para proteger este reino.

—¿Y de qué lo estaríamos protegiendo, Majestad? —inquirió Randall, sin poder contenerse, los músculos de su piel se tensaron y dio un paso al frente—. El reino no corre peligro alguno en estos momentos, cuenta con la seguridad suficiente ahora que tiene más aliados, unos cuantos hombres que ayuden a reparar el palacio no vendrían mal.

La manera en la que se dirigía hacia el usurpador era completamente irónica. Randall se había cansado de fingir y aceptar las palabras de su nuevo rey, el enojo se hizo presente en su cuerpo, en sus gestos y en el sonido de su voz. Aquello no le agradó mucho a Tiberio, quien frunció una ceja y lo miró de soslayo.

—Olvida, señor Warren, que su deber es obedecer al Rey y no cuestionar sus métodos —bisbiseó lentamente Cornelius, dando un paso al frente, con aquella mirada de superioridad tan característica de él—. El rey ha solicitado su presencia, lo mejor será que escuche lo que tiene por decirle.

—Adelante, yo solo he respondido a las palabras del Rey —respondió Randall sin inmutarse, inspiró profundo y cruzó sus brazos detrás de su espalda. Su capa de piel se meció ligeramente con el viento gélido que atravesó la sala.

—No me iré con rodeos, señor Warren —expresó Tiberio en un siseo, se apoyó en los reposabrazos del trono y cruzó una pierna, adquiriendo una posición cómoda—. Usted y su familia han jurado obediencia ante mí, su nuevo y único Rey. Sé que usted conoce el paradero de su primogénito Said Warren, entréguelo a la justicia del Reino.

—Como respondí unos momentos atrás, mi hijo está desaparecido desde el día en el que el castillo colapsó —recordó, las venas en su rostro se marcaron cuando habló—. Sí usted se preocupara un poco por lo que pasa en el Reino y no en sus alrededores, sabría que tres de mis hijos no están conmigo. Mi hijo Daven partió en las expediciones en la búsqueda de la Princesa y, como afirmó el Comandante Leith, se perdió en el océano y la tormenta. Mi hija Lyanna, por su parte, desapareció la mañana siguiente de los derrumbes en el castillo, estuvo ayudando a buscar heridos y algunos dicen que quedó atrapada.

Los músculos en la piel de Tiberio se tensaron ante la manera en la que Randall se dirigió hacia él, sin importarle si le hablaba a su rey o no. Alzó la mano para intervenir, pero Randall no había terminado y continuó.

» Fue una grata sorpresa encontrar que ustedes también estaban buscando a mí hija incansablemente, pero por desgracia tampoco tuvieron suerte en encontrarla. Son días difíciles en Kain, sí, lo son; pero no es porque estemos en peligro de alguien en el exterior, estamos en peligro por todos esos derrumbes que ocurren y pueden volver a pasar. —Randall se detuvo para inspirar profundo y mirar directo a los ojos al usurpador, cuyas palabras no habían surgido efecto en él, más que el enojo—. He pasado días y noches trabajando y desatendiéndome de mis obligaciones para encontrar a mis hijos, así que sí me ha llamado únicamente para hablarme de rumores falsos sobre mi primogénito, le imploro me permita retirarme.

—Su deber como General de Kain no es desatenderse de sus obligaciones, es una lástima que sus hijos no estén con usted, pero debe apegarse a su trabajo, pues su labor está para con el reino —reprendió Tiberio, con la mínima pizca de simpatía—. Por ello, será reasignado de sus labores y se hará un cambio de guardias para que lo acompañen. Deberá prestar atención a los nuevos cambios surgidos en las leyes del reino, pues de no ser cumplidas, usted será el responsable y acreedor a un castigo.

Tiberio fijó sus orbes grises en Lord Cornelius y este desenrolló un pergamino con los nuevos decretos. Randall relajó sus brazos un poco y los cruzó al frente en esta ocasión.

—Con el fin de crear un reinado más próspero, se han hecho un par de modificaciones a las leyes del reino. Algunos de los decretos que han sufrido modificaciones o han sido derogados en las Leyes Sagradas de Kain son los siguientes: Se restaura el Decreto 38°, "La presencia de dragones en el reino suponen un peligro para la sociedad de Kain; se prohíbe el albergue hacia dragones de cualquier clase, aquellas personas incumpliendo este decreto deberán pagar una multa de 300 lunas".

Trescientas lunas era una cantidad de dinero difícilmente de conseguir, inclusive para los nobles. La moneda luna era la más cara en el reino, con cien lunas eran capaces de construir dos barcos navegantes, la suma por defender dragones era impensable. Randall pasó saliva por su garganta y asintió, sí mostraba curiosidad por los dragones, era posible que algo les ocurriese a los que se encontraban dentro del Refugio.

» Cuando algún dragón aparezca en Kain, es deber de los soldados y ciudadanos del Reino atacar a matar. De no hacerlo, se podrá considerar una violación hacia el decreto y obtener un castigo severo por ello. Las personas que no puedan pagar lo solicitado en las multas deberán ceder la mitad de sus tierras para nuestros nuevos guerreros —informó Cornelius, volviendo la vista al pergamino para proseguir—. Decreto 51° "A partir de este momento, en el reinado del Sumo Monarca, Tiberio Whiterkler, se establece toque de queda. Toda persona habitante en Kain deberá estar en su respectivo hogar una hora antes del anochecer, aquellas personas que desobedezcan las órdenes de su Majestad recibirán como castigo cien latigazos". —La piel de Leith se erizó de solo pensarlo y saber que sería él el encargado de castigar a aquellos que estuviesen fuera de sus hogares en horas tan tardías. Randall asintió sin decir una palabra y permitió que la Mano del Rey siguiese hablando—. Se modifica el decreto 19° "El deber de las mujeres en el reino es uno: Atender a su marido (quien podrá castigarlas cuando incumplan su deber) y atender los hogares de su hogar. Se prohíbe el acceso a los instrumentos más vitales de nuestros hombres y soldados; esto quiere decir, no podrán unirse al entrenamiento o ingresar a la biblioteca. Esta ley es aplicable a todas las mujeres, sean nobles o no."

—Esto es una estupidez —bufó Randall, Cornelius lo miró con los ojos entrecerrados e hizo una seña con la mano, después de recibir la aprobación del rey.

Uno de los guardias en el reino no dudó en aproximarse, las pisadas del berserker resonaron en el suelo, así como el de sus armas al chocar con su cuerpo. Se aproximó hasta Randall y sin previo aviso, lo golpeó en la mandíbula. Los músculos en la piel de Warren temblaron tras recibir el impacto y la sangre metálica se deslizó por sus labios, no pudo hacer nada cuando un nuevo golpe lo sofocó. Apretó sus puños para corresponder el golpe, pero la voz de Tiberio lo hizo detener.

—Ya es suficiente, Horik, gracias.

El vikingo se alejó bastante satisfecho y Leith se aproximó hasta Randall para ayudarlo a incorporar, hecho al que se negó y se levantó por su cuenta.

—Espero que con esto, haya aprendido la lección.

—No voy a aceptar seguir leyes tan absurdas como estas, ¿desde cuándo somos unos asesinos? ¿Quiénes somos para dictar castigos por hacer el bien? —escupió, la rabia presente en su voz—. El Reino de Kain siempre ha sido prospero y fuerte, gracias a los ciudadanos y a las nuevas leyes.

La mirada que Tiberio le dirigió, fue de total indiferencia, pero Randall prosiguió. 

—Esto no es lo que prometió cuando ascendió al trono. Está convirtiendo el reino a su antojo, haga lo que le plaza, no pienso formar parte de tan absurdos planes.

—Sería una lástima que no tenga ningún hijo —bisbiseó Lord Cornelius lentamente y Randall se giró hacia el hombre.

—Vuelva a amenazar la vida de mi hijo en mi presencia —desafió, listo para desenvainar su espada. Cerró su mano en la empuñadura, dispuesto a pelear con aquellos hombres, pero tan pronto como lo hizo, la retiró.

No, aquella no era su jugada. Si quería que su familia sobreviviera, no podía exaltarse por cosas como aquellas. Los músculos de su piel se relajaron y dio un paso al frente, pero no dijo nada. Vio con asco la mirada asustadiza de Lord Cornelius y fácil habría sido arrancarle la cabeza, pero no podía arriesgarlo todo en esos momentos.

—Estoy seguro que Lord Cornelius no tenía intención alguna de ofenderlo —comentó Tiberio, inexpresivo—. Nadie tiene porqué salir herido, cumpla con su deber y no tendrá nada que temer.

—¿Eso es todo?

—El último decreto en modificación es el 22°: "El uso de armas estará custodiado por un nuevo Maestre de Armas, aquel hombre que haga uso de armas sin alguna autorización deberá pagar una sanción con su Majestad" —leyó Lord Cornelius—. Su deber es asegurarse que estos nuevos decretos se cumplan y de suceder lo contrario, acudir al Rey para que la justicia suceda.

Sin emitir alguna queja o esperar a que agregasen algo, Randall asintió ante los nuevos decretos y abandonó la sala del trono. Leith lo vio marcharse al tiempo en el que nuevos individuos ingresaban a la sala, se movió un poco en su posición para desentumir sus huesos y esperó las nuevas indicaciones que tendrían para él, sí lo tenían esperando y presenciando cada una de las visitas, debía ser por algo importante.

—Tiene trabajo que hacer, Comandante. Ahora que se han notificado las modificaciones de las Leyes Sagradas de nuestro reino, es su deber impartir justicia para aquellos que incumplan alguna de ellas o se rehúsen en seguirlas —explicó el usurpador—. Deberás ir a buscar a los sospechosos pertenecientes a la organización de la que habló la Señora Margot para que rindan justicia ante mí.


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Las tormentas no cesaron en los días siguientes. Sigrid observó con pesar el cielo grisáceo y las nubes oscuras que no habían dado paso al sol durante su estadía en Fair. Sus iris plateadas se enfocaron en el remolino formado por los fuertes vientos.

—¿Cómo es posible que siga así? —No pudo evitar preguntar, ingresando una vez más a la cabaña donde Hipo se encargaba de terminar los ajustes de una armadura—. No me gusta nada. Nada de nada.

—Es solo Thor —respondió Brutacio como sí nada, sentado con las piernas entrecruzadas encima de un banco. Estaba más relajado de lo que Sigrid había estado nunca—. Agradece que Loki está calmado, los días de tormenta con las travesuras de Loki solo las disfrutamos Tilda y yo.

—Vaya, gracias —ironizó, cruzando los brazos sobre su pecho. El lugar era acogedor y en los días que llevaban ahí, sus amigos se habían adaptado bastante bien—. Eso no me ha hecho sentir mejor.

—Lo sé.

Sigrid reprimió el bufido, lo empujó para que le hiciera espacio y se sentara a su lado, sobre los mullidos bancos. Intentó ignorar el ruido de la tormenta viendo lo que su esposo construía y escuchando los relatos de Tacio, pero resultó imposible cuando el estrépito del agua cayendo sobre el techo alteró sus nervios. A unos metros lejanos de ellos, se reflejó la luz del cielo iluminado y su corazón palpitó con fuerza.

—Esta tormenta me recuerda a una noche en la que Tilda y yo vagábamos solos por el océano —relató Brutacio, bajando sus piernas para cruzar una de estas—. Salimos a buscar a Patán en medio de una tormenta como estas, Thor estaba demasiado enojado a causa de él.

—¿De Patán? —preguntó, alzando una ceja, miró a Hipo quién le devolvió la mirada y alzó los hombros.

—Sí, los Dioses siempre están enojados con Patán —contestó, restándole importancia y se aclaró la garganta para proseguir con su relato—. Tomamos un camino distinto a los demás y fue como nos perdimos en el océano. Era medianoche y estábamos muy cansados, pero intentamos seguir las luces a lo lejos para dar con los demás.

» Eructo y Guácara volaban tan rápido como podían, pero entre más nos alejábamos de nuestra posición inicial, las luces se hacían pequeñas y menos perceptibles. Le dije a Brutilda que no tuviera miedo, en mis manos empuñaba a mi magnífica Macey. —En sus manos sostuvo el arma puntiaguda y Sigrid suspiró, esperando el momento para presumirla—. La tormenta no parecía acabar, justo como esta, el agua y el viento nos impedía mandar las señales hacia nuestro querido amigo Hipo, por tanto, decidimos que sería mejor continuar nuestro camino por debajo, a unos metros del agua. Y fue cuándo pasó. —El tono en su voz cambió, adoptando una seriedad que la hizo erguir su espalda para tener una mejor posición—. Vimos a Jörmungandr.

—¿Jormun...? ¿Qué?

—Jörmungandr, la gran serpiente que habita en Midgard —explicó el vikingo, frunciendo una ceja al ver que no comprendía a que se refería—. Es uno de los hijos de Loki, cuando los Dioses descubrieron la inmensidad de su poder si lo mantenían en Asgard, Thor no dudó en mandarlo al mar de Midgard. Ahí Jörmungandr se arrastrará fuera del océano y envenenará los cielos, para enfrentarse a Thor, su gran némesis.

» Brutilda y yo pudimos verlo, su cola se reflejaba bajo el océano, eran como las escamas de un dragón —prosiguió—. Eructo y Guácara se asustaron, incluso Brutilda. Los rayos causados por Thor hicieron que Jörmungandr estuviera enojado, a Thor le gusta provocar a sus enemigos. El viento azotó con fuerza y la lluvia por poco nos arrasaba al mar donde la serpiente reposaba, no pudimos ver su rostro, pero suponíamos que estaba cercas, pues a través de la tormenta fuimos capaces de escuchar sus rugidos. Como el de mil dragones gruñendo, sacudiendo el océano y creando olas gigantescas.

Prestó atención a cada una de sus palabras, y a los movimientos en sus manos para representar lo dicho. Estuvo tan centrada en conocer un poco más sobre las extrañas criaturas de su cultura, que poco a poco se olvidó del mal rato, causado por la tormenta fuera de la cabaña. Más no pudo evitar sentir su piel erizarse conforme Brutacio le hablaba sobre aquella enorme serpiente.

—¡Terminé! —La voz de Hipo hizo que se sobresaltara de su lugar con un pequeño grito.

El jefe de Berk había permanecido lo bastante callado, lo cual era inusual en él, pero al estar trabajando en una armadura secreta, hacía lo posible para evitar las preguntas de los demás. Inclusive las de Sigrid.

—¡Por Jörmungandr! —Brutacio se exaltó, llevándose una mano al corazón de manera dramática—. Hipo, asustas.

—Lo siento, lo siento, no era mi intención —expresó, las mejillas se le tornaron un poco rojas, debido a ello—. ¿Puedes venir, Synn? Solo será un momento, acércate —indicó, inclinándose para recoger las piezas de metal y unos pedazos de tela—. Sé lo que vas a decir, pero en mi defensa, las tormentas no han cesado y no hay manera de que no trabaje.

—Maravilloso, tendré a mi esposo muerto en nuestro primer año de casados —ironizó la morena, haciéndole caso de cualquier forma—. Supongo que como recompensa, al fin me dirás qué es en lo que has estado trabajando todos estos días.

La risa suave de Hipo, le hizo saber que no sería así.

—Buen intento —repuso el ojiverde—. Debes esforzarte.

—¿Mi puño en tu rostro? —Propuso, ladeando una sonrisa—. ¿Quieres una demostración?

—No, gracias. —Las manos del pelirrojo se cerraron en su cintura, haciendo que se mantuviera estática en su lugar. La soltó solo para tomar las piezas, para asegurarse de las medidas de cada una de estas. Sigrid alzó una ceja, formando una idea de lo que podría ser—. Mantente quieta —pidió, alejándose un poco para tachar algo en su libreta—. Ahora, necesito un par de medidas más —manifestó, tomó una de sus extrañas herramientas y se inclinó—. ¿Puedes estirar un poco tu pierna izquierda?

—Tengo mucha curiosidad, no podré dormir bien —admitió, el metal en su rodilla le provocó un cosquilleo y apartó la pierna casi de inmediato.

—¿Ya van a coquetear? —preguntó un Brutacio, intrigado del otro lado—. Será mejor que me retire, no quiero vomitar arcoíris.

—No estamos... Ni siquiera...

La voz de Hipo fue interrumpida por el sonido de vómito fingido de Brutacio.

—¿Qué pensó que haríamos? —preguntó este, cuando las pisadas del rubio abandonaron la cabaña.

Sigrid no respondió. Se alejó para dirigirse a la mesilla en la que todos sus planos se encontraban, tomó algunos para intentar descifrar lo que había en estos, pero la letra de Hipo al escribir rápido cuando tenía muchas ideas era difusa de entender.

—¿Una armadura? —adivinó, tomando los bocetos sobre la mesa, su cuerpo se relajó al sentir el sonido de la tormenta menos pesado—. Sí que has estado trabajando mucho.

—Aún no sabemos cuánto tiempo nos queda, hasta que envíen noticias de Kain —expresó, acercándose para acomodar todo el papeleo—. Quiero tenerlo todo listo.

—Pensé que tu armadura ya estaba terminada. —Días atrás, en Berk, lo había descubierto a altas horas de la noche trabajar en una nueva armadura—. ¿Es otra?

—Por lo visto, podrás dormir bien —apuntó y picó su nariz con su dedo índice, sonrió al verla parpadear y arrugar su nariz ligeramente—. Vuelve a estirar tu pierna izquierda, por favor, no pude tomar la medida.

Sin decir una palabra más, hizo lo que le indicó. El vikingo enfocó sus iris esmeraldas en la muestra de metal que había amoldado y se inclinó para poder colocarla justo en la rodilla de su pierna izquierda. Un nuevo cosquilleo atravesó su pierna e hizo el intento por apartarla.

—Espera, Synn. —La mano del vikingo se cerró en su rodilla para evitar que se moviera y con la libre amoldó el prototipo de metal—. Ya casi, si dejaras de moverte tanto, ya habría acabado.

—No tengo muchos ánimos de que me caiga un rayo —ironizó, aunque hizo el esfuerzo por mantenerse quieta—. Y esto, ¿para qué es, señor?

—¿Desde cuándo soy un señor? —Las cejas del berkiano se fruncieron y ella reprimió la risa a punto de salir de sus labios—. Me siento más joven que nunca, tú.

Terminó de ajustar el molde y un relámpago iluminó el cielo al tiempo en el que lo alcanzó a sacar, ambos compartieron una mirada nerviosa y luego rieron, el berkiano la alcanzó a sostener antes de que cayese de la impresión.

—Estuvo cerca.

—En definitiva, te mataré.

—Una muestra de cariño le vendría bien a tu esposo.

Con su ayuda, ambos terminaron de pie y recargados sobre la mesilla de madera. Lentamente, recuperaron el ritmo de sus respiraciones, la tormenta parecía cesar en ese día, las gotas de lluvia eran cada vez más pequeñas y el cielo parecía irse aclarando levemente. Los aullidos de Vendaval los distrajeron a ambos, el lobo ingresó a la cabaña con el pelo empapado, se sacudió en la entrada y olfateó al vikingo.

—Cuando fuiste a verlos, ¿lucía así? —Quiso saber Hipo, riendo nervioso ante la cercanía del lobo, pues estaba casi tan alto como él.

—Sí, yo estaba aterrada —expresó y acercó su mano para rascar bajo la barbilla del huargo—. ¿Crees que sea cierto? El poder de los lobos otorgado por el Dios Woden.

—No podemos estar seguros sí lo que viste fue real, no encontramos a esa mujer después de ello —respondió, girándose para mirarla a sus iris plateados—. Pero lo que te dijo es cierto, Odín estaba relacionado con los lobos. Los lobos son símbolo de fuerza, al igual que los osos o los jabalíes.

Se tomó su tiempo, meditando sus palabras. No tuvo la oportunidad de responder con sus propios criterios cuando Said se adentró a la cabaña, apresurado. Su amigo tenía el cabello y cuerpo empapado por la lluvia, se detuvo un poco para recuperar aire y se recargó en el marco de la puerta.

—Arribó un cuervo.

No hubo necesidad de palabras, ambos compartieron una mirada ante lo que aquello significaba y salieron apurados detrás del kainiano. En el Gran Salón ya les esperaban varios, Alistair sostenía la carta enviada y por su expresión, el corazón de Sigrid palpitó con fuerza.

—¿Son noticias de Idunn? —preguntó Dhalia, llegando al tiempo en que ellos.

La negación del pelirrojo puso sus sentidos en alerta.

—De Leith —expresó, inspiró profundo y esperó a que todos se reunieran, antes de volver a retomar la palabra—. Dos de las familias leales a Kain han sido ejecutadas, mañana al amanecer, ejecutarán dos más.

El peso de sus palabras desgarró sus esperanzas y las hizo polvo, las manos de Hipo la alcanzaron a sujetar antes de que sus piernas perdieran las fuerzas para sostenerse a sí misma y se aferró al borde de la mesa de madera para no caer. No derramó ninguna lágrima, pero su respiración se volvió lenta y pesada.

—¿Q-q-qué familias?

—La familia Sallow y la familia Ajax —contestó Said con gran pesar, miembros de esas familias habían sido sus compañeros de entrenamiento años atrás—. La señora Margot los delató con Tiberio por mantenerse leales a ti. Debido a esto, ha surgido un pequeño cambio de planes.

—No podemos dejar que las demás familias sufran el mismo destino —determinó Kristoff.

—No —concordó Sigrid y apretó la mano de Hipo en señal de agradecimiento, antes de alejarse un poco de él para llegar a los demás—. Sí debemos cambiar los planes, que así sea. Pero espero y todos acepten que yo vaya.

Kristoff se rascó una ceja sin decir nada. Alistair y Said compartieron miradas que la hicieron alzar una ceja y sospechar.

—¿Qué? ¿Qué es lo que planean entonces?

—Nuestro único plan en mente es esperar a nuevas noticias de Leith —expresó el pelirrojo y las cejas de Sigrid se curvaron ante la mención.

—¿Y no hacer nada? La vida de las personas en Kain son mi responsabilidad, no puedo atenerme sin más a las noticias del Comandante, ¿qué hará él? ¿Les salvará? ¿A qué costo?

—Esa no parece una solución real —concordó Astrid—. Estamos dependiendo mucho de lo que los demás pueden hacer en Kain, no podemos seguir por más tiempo atenidos a ellos. Lo correcto es ir, podríamos cambiar un poco el plan inicial y al final lo mantendremos igual.

—No. —La voz de Said se volvió fría, hizo un ademán al pelirrojo y la mayoría de los presentes abandonó la sala—. Eso no es un plan, ¿qué planean hacer? ¿Qué Sigrid vaya sola y los rescate?

—Llevaré a Nymeria conmigo, encontraré la manera de ponerlos a salvo, sí es necesario lucharé —propuso con una mueca, sorprendida ante el repentino cambio de actitud de su amigo.

—Eso no ha salido bien las últimas veces —replicó el kainiano y ella frunció las cejas. Astrid lo llamó por su nombre, pero él le ignoró—. Has estado entrenando últimamente, dijiste que no sabías usar el arco cómo solías y que te habías vuelto más torpe con la espada.

—¿Piensas que voy a fallar? —inquirió en un tono enfadado, las otras veces habían sido distinta. La habían tomado por sorpresa, pero con Nymeria y con ese nuevo don que tenía, sentía que podía lograrlo—. ¿Qué pretendes que haga? ¿Quedarme de brazos cruzados mientras esas familias mueren injustamente? La vida de esas personas fueron dejadas a mí cuidado, si no puedo protegerlas, ¿en quién me convierto?

El ritmo de su corazón se aceleró ante el enfado, dirigió una mirada al fuego iluminando el Gran Salón y evadió la mirada de los presentes, vio únicamente a Said. Y la fiereza en sus ojos fue la misma que la de ella.

—Durante todo este tiempo, has dicho que quieres proteger al reino porque es tú deber. Tu padre te encomendó a esto, incluso aunque no estabas preparada —habló Said, la voz un poco más tranquila, pero con la seriedad inusual de él—. Han pasado muchas cosas en las últimas semanas y debido a algunas de esas acciones, has estado entrenando sin parar.

Sigrid en el fondo, sabía a qué quería llegar con eso. Sus hombros se relajaron solo un poco y su vista se centró en la mesa de madera frente a ella, en los tallados rúnicos y en sus manos.

—Sigrid, tú no has necesitado entrenamiento desde hace meses. Te enseñamos a blandir una espada y mi padre te ayudó con el arco, pero repentinamente dejaste de luchar cómo te enseñamos. Has estado practicando sin parar, pensando que es falta de práctica, cuando ambos sabemos que no es así —expresó, bajando la mirada para verla—. Yo sé que eres lo suficientemente fuerte para derrotar a Tiberio tú sola o inclusive salvar a esas personas, pero en este momento, no lo eres.

—Said.

—¿Crees que no lo puedo lograr? —articuló con dificultad, sus palabras habían calado en lo profundo de su ser—. ¿Es eso? ¿A qué tratas de llegar con todo esto, Said?

—No puedes ir a Kain y entregar tu vida —masculló con el rostro rojizo—. ¿Piensas que con llevar a Nymeria es suficiente?

—Podría ir con ella —aventuró Astrid para alivianar la tensión en el comedor—. Somos capaces, crearemos un plan y salvaremos a esas familias.

—Y estando allá, rodeados de guerreros berserker, incapaces de defenderse. A mí me parece una completa locura, ¿cómo piensan escapar? ¿Evitar que las capturen? ¿Salvar a todas esas familias? —rebatió, el tono de su voz se fue alterando conforme hablaba y Sigrid quedó pasmada durante unos segundos, sin saber cómo responder, la rubia soltó un resoplido—. Exacto, no pueden hacerlo ni juntas, aquella ocasión en el Principado las capturaron.

—Las circunstancias en el Principado fueron completamente distintas —replicó la rubia, con enfado en su voz—. No estuviste ahí, no sabes lo que hicimos. Al final conseguimos escapar.

—Pero de no haber sido así, ¿qué habría ocurrido? —Said las miró a ambas con una ceja alzada y el rostro ligeramente rojo—. Aquella vez tenían la oportunidad perfecta para asesinar a Tiberio, según recuerdo me contaron. ¿Por qué no lo hicieron? ¿Por qué no lo hiciste, Sigrid?

El ambiente en el gran salón se volvió más pesado conforme los tres hablaban, Alistair no se entrometió en la conversación, aunque no se veía cómodo al estar presente. Hipo, al igual, permaneció callado. Las manos de Sigrid se aferraron a la mesa para no lastimarse a sí misma y se obligó a inspirar profundo. Había cometido el error en contarle a Said sobre aquella ocasión y había sacado a tema, lo que por tanto ella pretendía evitar.

—Ese no era el momento —respondió sombría y una risa irónica brotó de los labios de Said.

—¡Pudieron haberlo hecho! Lo tenían amenazado, tendrías tu trono en estos momentos y no tendríamos que preocuparnos por la guerra. Pero no lo hicieron, las atraparon una vez, si no les hubiese ayudado a escapar Felipe, ¿qué habrías hecho?

—No lo sé, ¡habría pensado en algo más! —exclamó en su desesperación y retrocedió cuando él la miró con dureza—. ¿Por qué te importa tanto la pregunta?

—Porque me interesa saber cómo planeas enfrentarte ahora.

—Esto es algo que tengo que hacer, ¡sabes que sí! Es el reino que mi padre me dejó, no puedo permitir que más personas mueran debido a mí. Eres consciente y sabes que esto ocurre por mí, no seas estúpido y trates de justificarlo. Las cosas no cambiarán sí vas tú o va alguien más, debo ser yo, encontraré la manera... Veré como puedo salvarlos, no dudaré en enfrentarme a los berserker, puedo hacerlo.

—¡No! —masculló en su arrebato de ira, Hipo dio un paso al frente para frenarlo, pero la mano de Sigrid se cerró en su muñeca en un intento por evitarlo—. Mientras tú sigas dudando de ti y tus capacidades no podrás utilizar este arco o blandir una espada. Irás directo a morir si te diriges a Kain tú sola. —Conforme hablaba, ella pudo sentir el temblor en su voz y como está sonaba menos exaltada—. Eres fuerte, Sigrid, sabes que lo eres, pero esta misión, no es para ti. No podrás poner un pie en Kain hasta que no confíes en tus habilidades y tengas claro lo que quieres hacer. Porque una vez estando allá, la guerra comenzará, personas morirán sin que puedas hacer algo; has sido capturada con anterioridad y has tenido la suerte de regresar con vida, pero nada asegura tu supervivencia en esta ocasión. No hasta que no sepas lo que harás una vez estando allá.

» Deja de dudar de ti, por una vez en tu vida. ¿Es tu destino el que persigues? No te detendré, ve por él, pero no aceptaré que sea de esta manera, arriesgando tu vida —manifestó y, finalmente dejó entrever el miedo en rostro—. Es tiempo en que comiences a pensar un poco más en ti y no en lo que ocurre a tu alrededor. La persona que quieres ser, el destino que quieres cumplir... Nada de eso se va a realizar hasta que te encuentres a ti misma y sepas lo que vas a hacer, es tiempo para que mires en tu interior y puedas encontrarte a ti misma.

Quiso contradecir o decir algo en su defensa; pero muy en el fondo, sabía que sus palabras eran ciertas. Desconfiaba de sus habilidades, porque hasta ese momento, su intención era evitar muertes aunque fuesen de sus enemigos. Ella misma no sabía que ocurriría con Tiberio y aquello era el punto de sus destrezas, de sus dudas y de sus fallos. Por más que le costara admitirlo, sabía que Said tenía razón y que sí iba, probablemente generaría muertes demás. Inhaló una profunda bocanada de aire, antes de mirar a los ojos a su amigo y asentir.

—No quiero que más familias mueran.

—Ninguno de nosotros, Sigrid —murmuró Alistair, en un sonoro suspiro—. Ninguno de nosotros.

—¿Qué ocurrirá entonces?

—Dejaremos el destino de esas personas a manos de Leith, el plan se modificará o seguirá en marcha, dependiendo lo que ocurra mañana.

Quiso rebatir, porque muy en el fondo sabía la estupidez que estarían cometiendo, pero ir a Kain con Nymeria y con Astrid tampoco era la mejor opción. Caerían en las garras del lobo una vez ingresaran al reino.

Un mal presentimiento revoloteó en su estómago cuando salió al exterior, donde la tormenta había terminado. El cielo despejado le dio un poco de visión cuando el aire acarició su rostro; con un poco de esperanza, buscó el sol para que le brindara de su calidez. Pero cuando sus ojos platinados ascendieron hacia el sol, el mal presentimiento se extendió en todo su cuerpo. Pues lo que tenía frente a ella era producto de sus visiones, un sol consumido por la oscuridad, cuya luz no reflejaba la esperanza de un nuevo amanecer, sino la desesperación de un abismo sin fin.

Al anochecer, la luz de las antorchas iluminaban cálidamente la cabaña cuando una vez más el diluvio comenzó. Mordió sus uñas tras echar un vistazo a la carta sin terminar que le enviaría a su hermano y suspiró cuando los brazos de su esposo se posaron detrás de ella, en sus hombros. 

—No puedo dejar de pensar en que todo esto es una mala idea —admitió, con la vista sobre el papel sin terminar—. No hemos tenido noticias de mi hermano y Patán desde que se marcharon. 

—Podría ser peligroso si los descubren, pero estoy seguro de que ambos están bien. —Hipo rodeó la silla en la que ella estaba sentada para posarse al frente y tomar sus manos, al hacerlo, la ayudó a incorporarse—. Confío en tus instintos y sí tu sientes que algo mal está ocurriendo en Kain, partiremos de inmediato. 

Los ojos esmeraldas de Hipo brillaban ligeramente de esperanza y aquello hizo que su corazón rebosara de calma y tranquilidad. Con la vista en los iris contrarios, los brazos de Hipo se abrieron hacia ella ofreciéndole el calor de su cuerpo. Fue un abrazo cálido y tranquilizador, en el que Sigrid ocultó su rostro en el cuello de él y se dejó llevar por la paz y seguridad que le ofrecía. Solo deseó que ese momento fuera eterno. 


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Durante la noche, una tormenta arribó a Kain.

Brynden no podía conciliar el sueño entre el lecho de mantas suaves y cobijas abrigadoras, el agua caía en estrépitos voraces y gotas furiosas. Desde la llegada de su hermano Daven, el cielo siempre lloraba durante las noches, en un diluvio constante. Pero esta noche, después de que se ocultara el sol negro, la tormenta comenzó más pesada que en otras ocasiones. Los rugidos del cielo, causaron un temblor en la tierra y en el Refugio, todas las noches era capaz de escuchar a los dragones un llamado de auxilio.

En esta ocasión, el llamado se intensificó, como un lamento de miedo y desesperación. Los relámpagos producidos por el Dios del que le había hablado Patapez, iluminaron el cielo y su piel se erizó de tan solo presenciarlo. Su corazón palpitó con fuerza cuando se asomó al exterior y presenció la tormenta, diferente a las otras, más aterradora y profunda.

Lágrimas rodaron por las mejillas de Thor y, una vez más, el reino tembló.


Leyes Sagradas: Conjunto de leyes creadas gracias a la sabiduría de los señores del cielo y estrellas. Han sido aquellas que los Whiterkler han honrado y preservado durante su reinado.

(Es posible que publique un apartado anexo con las leyes que hasta ahora se han ido mencionando).

Jörmungandr: Conocida como la serpiente de Midgard, hijo del Dios Loki y la gigante Angrboda. Cuando los Æsir se enteraron de este ser maligno engendrado por tan terribles padres, y vieron con su don de la adivinación las cosas terribles que haría, decidieron encargarse del monstruo. Odín lo lanzó al mar que rodea Midgard, donde quedará atrapado hasta el Ragnarök, el día de la destrucción total.

Woden (también conocido Odín): Es el Dios principal de la mitología nórdica. Es el Dios de la sabiduría, la guerra y la muerte. En tiempos más lejanos solía ser nombrado más como Woden (especialmente con los anglosajones).

Völva: Mujer vikinga con las capacidades para ver el pasado y el futuro, es decir, videntes. Eran consideradas hechiceras. Podían controlar fenómenos climáticos, sanar enfermos y llamar a los animales. Pero también tenían la capacidad de hacer daño provocando tormentas, asfixiando a personas a través del sueño, lanzando hechizos de amor, dejando una tierra estéril, induciendo enfermedad, hiriendo o matar a las personas. Con sus hechizos podían intervenir en el campo de batalla.

Evidentemente Sigrid no es esto, pero como vieron en el capítulo, por las similitudes, algunos fairianos han pensado que lo es jasjs. Sin embargo, mi teoría es que Gothi de httyd sí es una völva, ¿ustedes que opinan?

¡Al fin regresé!

Tengo escrito este cap desde hace algunos meses, pero no había publicado porque quería tener los tres últimos caps para cerrar el acto seguidos. Traté de aferrarme a esa promesa, pero ya he sometido a muchísimos cambios este capítulo tras tenerlo a borradores y me dije a mí misma que no podía seguir así o al final lo terminaría reescribiendo again (que eso pasó unas tres veces) JASJS. Por ello, se los he traído aunque no worries que el cap 19 está casi terminado <3

El motivo de mi ausencia también fue debido a mi tesis, estaba muy concentrada en el papeleo de titulación, defender mi tesis y graduarme y ahora que lo he hecho me siento más aliviada (aunque siento que tendré depresión post universidad pq ya no tengo con qué estresarme jajaja). 

No tengo mucho qué decir, excepto que Tiberio te odio con toda mi alma. La regañada de Said a Sigrid era COMPLETAMENTE necesaria, sabemos que Sig es un solecito a la cual le cuesta matar una mosca y siempre busca soluciones que no lleven a la muerte, pero aquí todos queremos a Tiberio muerto soooo... servirá para su desarrollo de personaje 😌

Como ya estamos a casi nada de cerrar el acto, me gustaría abrir una sección de preguntas. Así que sin miedo, al menos dejenme una pregunta, sobre lo que quieran, lo que más tengan curiosidad, algún fact, o sobre los personajes y/o parejas. (Si no me dejan una pregunta, lloraré). 

Debido a lo ocurrido en wattpad hace unos días, me vi ante la necesidad de meter Wof a borradores por unos días para hacerle copia de seguridad pq yo era demasiado confiada y solo los tenía aquí ajaja, pero debido a ello es muy probable que la historia ya no esté en sus bibliotecas o listas de lectura, así que apreciaría mucho sí las vuelven a añadir a sus listas de lectura y biblioteca para que no se pierdan las actualizaciones🥺🥺🥺

Y ya para cerrar las noticias de la semana, es que estoy muy feliz planificando una precuela sobre los padres de Sig,y sus amigos. Va a ser una historia totalmente ajena al universo de httyd así que no creo que entre en la categoría Fanfic, pero me emocionaría que leyeran pq se van a abarcar muchas cosas que a lo largo he contado aquí, pero no descrito tanto 🥺. Sueño cumplido para Mag <3

No se vayan sin decirme que les pareció el cap, no se olviden de votar y comentar para poder actualizar el siguiente. Ah y lleven pañuelos y busquen su versión fav de running up that hill pq vamos a llorar en el próximo. <3

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