━━XVII: beginning of a brave new world
━━CAPÍTULO DIECISIETE━━
【 EL COMIENZO DE UN MUNDO NUEVO Y VALIENTE 】
Todos conocemos la historia sobre cómo se formó el mundo y la vida misma.
O al menos, se conocen las versiones presentadas en las distintas creencias que gobiernan el mundo.
Excepto que, pocos conocen la historia de los Nattstjerner.
Hubo un tiempo, cuando los primeros hombres llegaron a la tierra, el poder y la magia surgían como cataratas de aguas torrenciales, su amplitud era tan inmensa como para destruir el mundo. Se trataba de un poder descomunal para los ojos del hombre, la magia abundaba, libre y salvaje. Peligrosa y llamativa; un poder que dio paso a nuevas criaturas. Fue así como arribaron los dragones, bestias salvajes de gran tamaño, cuyas alas extensas eran capaces de cubrir con sombra montañas y praderas enteras, su fuerza al volar era inimaginable, causando ventiscas que levantaban el suelo de la tierra y exhalando fuego con el que eran capaces de arrasar todo a su paso.
Los dragones, nacidos de una magia más antigua, arribaron a Midgard desde el mundo oculto. Nadie supo de dónde venían, emergían del mar para integrarse a la vida misma, tan próximos a estos que fácilmente podrían ser confundidos con los dragones marítimos que asechaban en los océanos. En los mitos de marineros o piratas, se decían que emergían del borde del mundo, donde la tierra terminaba bajo una exorbitante cascada que llevaba hacia lo desconocido a aquel que se atreviera a lanzarse; decían que la fuente de su poder provenía de los cielos y de los mares.
En otros lados, como en las tierras del sur, las personas decían que los dragones emergían del fuego de los volcanes y del sol; y por ello escupían fuego de sus fauces. Otros decían que emergieron del cielo y las estrellas, por eso podían volar. Y otras personas, no creían en su existencia.
Pero, lo que sí estaba claro, era una cosa.
El poder de los dragones era tan grande, que una fuerza como la que ellos tenían no podía ser contenida en un mundo tan pequeño y plano como lo era de Midgard. Así que los señores del cielo y las estrellas escogieron a una Tempestad Alada para otorgarle el poder del mundo y los dragones, convirtiéndose así en la Protectora de todos ellos. Se convirtió en su Drekagyðja, en su madre, en su líder, en su guardiana y el poder se manifestó en ella a través de siete pilares que la conformaron a sí y a toda su grandeza.
Protección. Defensa. Ataque. Misterio. Confianza. Control. Y magia.
Separadas, suponían descontrol y peligro; pero juntas, eran fuerza, magia, unidad.
Haciendo uso de ese poder, ella centralizó el poder de los demás dragones, para que su fuente de magia no los destruyera a sí mismos o al mundo. Fue así como la clase de dragones surgieron: Fogonero, Roca, Espanto, Afilada, Marejada, Misterio y Legendaria.
Por años, los siete pilares del mundo prevalecieron en armonía con Rekvhan como la protectora de todos los de su especie, la guardiana de dragones. Los siete pilares del mundo fortalecieron a los dragones, les brindaron la protección que ellos necesitaban y les permitió tener un acercamiento con los humanos que iba más allá de lo inimaginable. En el que la barrera de la magia y lo ordinario se traspasaban hasta lo insuperable.
Para la tribu del norte, la existencia de Rekvhan significaba prosperidad, no eran amigos de los dragones; pero aguardaban un respeto mutuo y viceversa, al creer en la Drekagyðja eran bendecidos con protección, prosperidad y días buenos. Hacían homenajes y rendían cultos en su honor cuando llegaban los meses del sol. Todo era paz y bienestar, el mundo prosperaba con los dragones, se hacían sus amigos, compartían vínculos y por generaciones la vida surgió de esa manera.
Hasta que un día todo cambió. Llegaron hombres sedientos de poder, de rencor hacia los dragones y los primeros cazadores de dragones surgieron de las entrañas del mundo. Aniquilaron, mataron, cazaron cualquier dragón que se cruzase en su camino hasta extinguir varias de las especies, entre ellos los Monstruos Alados y la Tempestad Alada, que era a la que pertenecía la gran dragona de la vida, hasta que la encontraron a ella. Rekvhan fue usada, maltratada, apresada, cazada. Y su sangre cubrió el océano por años, sus lágrimas crearon los ríos y su magia, fue aplastada.
Pasaron muchos años cuando la Drekagyðja pudo liberarse, pero la fuerza de su poder era tanta para un dragón débil como ella, con su último aliento la Tempestad Alada sobrevoló hasta asentarse sobre un islote y caer dormida. La tierra cubrió sus escamas y la isla comenzó a expandirse en magnitud gracias a su poder, las montañas emergieron y de estas brotaron árboles gigantescos que dieron vida a la isla. Y los siete pilares que conformaron Rekvhan, fueron liberados y otorgados a siete dragones más; pertenecientes a cada una de las clases.
Y esos siete, dieron paso a una nueva generación de dragones.
⚘❀༄
Aturdida.
La sensación se expandía lentamente por su pecho. Fue una oleada de emociones la que azotó fuertemente contra su pecho, la falta de aire prontamente se vio presente, cuando asimiló lo ocurrido horas después. Sintió su cuerpo temblar, en cuanto tomó una de las armaduras que Hipo había llevado consigo y observó su reflejo, sus ojos plateados como la luna menguante y las estrellas resplandecientes. Ella pasó saliva por su garganta, aún sin asimilar lo ocurrido; aún sin asimilar que el lobo había confiado lo suficientemente en ella como para otorgarle el resto de su poder, renunciar a su don y otorgárselo por completo.
Niels había sido la primera persona en descubrirlo. La encontró cerca de la montaña intentado regresar, aunque sus piernas temblorosas por lo ocurrido poco le habían ayudado, el padre adoptivo de su hermano le llamó de inmediato cuando la vio. «¿Estás bien, muchacha? —Fue lo primero en pronunciar el hombre cuando se acercó hasta ella, tras reconocerla, agregó—. ¡Erwan! Ven aquí, ¡es tú hermana!». Cuando su hermano llegó a ella, Sigrid encontró la manera de explicarle lo que había ocurrido y este, en resumidas cuentas, les dijo a los demás.
No era una sensación mala, podía admitirlo, pero era diferente. La hacía sentir distinta. Sí se concentraba lo suficiente, podía sentir el lazo dorado rodearla por completo; si antes había tenido miedo, ahora en su pecho rebosaba seguridad profunda. El miedo era inexistente en su ser, los nervios seguían, pero eran más controlables. Podía pensar en Branden sin tener ganas de llorar, podía pensar en lo ocurrido, las palabras de Tiberio, las amenazas y todo parecía ser sumamente lejano. Aquello debía ser el efecto de su cuerpo adaptándose a todo lo recibido. Inclusive podía sentir las memorias del pasado y el presente susurrarle al oído para que las viera.
Lo único que no podía aceptar era el cambio en sus ojos. Aquello no se sentía tan bien, parecía como si de alguna manera u otra, el cambio representaba perder una parte importante de su ser. Y el simple pensamiento, caló en lo profundo de sus huesos y se le heló la piel. Lo que sea que representaba ese cambio, no estaba segura sí lo quería.
Miró sus ojos una última vez y sus manos soltaron el metal helado cuando sintió la presencia de alguien más.
—Sigrid.
A ella le costó un poco reconocer a su hermano cuando lo vio con un par de cosas en la mano. Se había cambiado su clásica ropa por una armadura en su totalidad negra, llevaba colgado su carcaj con flechas y en la mano sostenía un hacha con tallados rúnicos. El viento helado le acarició el cuerpo cuando salió de la cabaña para recibirlo, afuera estaban sus amigos alrededor de una fogata para pasar su última noche antes de la batalla. Ella se había adentrado a la calidez de la casa solo para asimilar lo ocurrido.
—¿Se van a ir ya? —preguntó, echando un vistazo detrás de él. Vio a Patán recargado en el cuerpo de Colmillo, con sus herramientas preparadas y pasó saliva por su garganta—. Pensé que esperarían al amanecer.
—Es mucho mejor si viajamos de noche —dijo, se inclinó para dejar el hacha sobre una roca y se acomodó la armadura de su pecho, donde dos broches descansaban bajo sus hombreras. Estos tenían la figura tallada de su dragón, un Devilish Dervish, con un zafiro resplandeciente al centro de estos—. Pensé que te enojarías sí no venía a despedirme.
—Pensaste bien —respondió y suspiró, lo vio alzar una de sus manos hasta su brazo contrario y se quitó un brazalete de oro. Sigrid no dijo nada cuando se lo proporcionó, era una joya dorada cuyos extremos tenían la cabeza de un dragón; debía ser un artefacto viejo, pues el oro no resplandecía como las joyas recientes. Ella lo aceptó, sostuvo en sus manos el brazalete helado y alzó el rostro para mirarlo—. ¿Esto...?
—Recibí este brazalete cuando gané mi primer batalla, hace años —explicó, sus orbes grises se centraron en el ornamento sobre las manos de su hermana, cuando Sigrid alzó el rostro para mirarlo pudo ver el brillo opaco en sus ojos—. En mi primera batalla murió alguien muy importante para mí... —Él se dio una pausa antes de hablar, las palabras no eran su fuerte—. Su nombre era...
—Erik —dijo ella, él finalmente alzó el rostro para encontrar su mirada, ciertamente confundido por saberlo—. Ese día en la cueva, cuando estabas muriendo, los lobos me mostraron el recuerdo de esa batalla —admitió, su mano se cerró en el brazalete y lo miró—. Tú... Pudiste quitarle el dolor a ese niño, antes de morir.
Él no respondió, al menos, no lo hizo pronto. El fuego a metros de ellos danzó en formas exorbitantes, Sigrid pudo escuchar las risas lejanas, los gritos de los gemelos, las historias de Said. También pudo sentir la mirada de Idunn, viendo hacia ellos, viendo hacia Erwan.
—Lo hice, he podido quitarle el dolor a muchas personas desde que era un niño —admitió y los orbes de la kainiana se abrieron un poco más, sorprendida. Él suspiró, recordando el nombre otorgado a él después de aquello. Úlfheðinn, acompañado en batalla por Odín y los lobos—. Nadie lo sabía, yo no sabía cómo funcionaba, solo ocurría... Ese niño, Erik, estaba siempre detrás de mi hermano y de mí. Decía que quería ser como nosotros de grandes, quería aprender a luchar para defender la isla. Erik murió en mis brazos en mi primera batalla y recibí ese brazalete de parte de Idunn. —Señaló, Sigrid pudo sentir el esfuerzo que hacía al pronunciar cada una de esas palabras, no la miró, pasó saliva por su garganta y suspiró—. Es tradición que los jefes obsequien brazaletes a sus hombres, especialmente se regalan a sus guerreros más fieles o fuertes en batalla, lo acepté, pese a saber que no lo merecía. Permití que ese niño muriera en mis brazos...
—No era algo que hubieras podido evitar —respondió suavemente y tomó las manos de su hermano entre las suyas—. Vi cómo ocurrió, no fue tu culpa.
—De alguna manera lo fue —dijo, miró sus manos y no hizo el intento de apartarlas, pero tampoco las estrechó—. Este brazalete, representa lo ocurrido ese día, me ha mantenido a salvo todos estos años, pero ahora quiero que lo lleves tú.
—No me pertenece —replicó, intentando devolver el artefacto sin éxito cuando su hermano retiró sus manos de las suyas para evitarlo—. Este es un regalo de tu jefa, eres un vikingo, como todos los demás. Este es el símbolo, de que perteneces aquí.
Él la miró sin expresión en sus ojos grises, sostuvo la mirada y aceptó el brazalete solo para colocarle él mismo en su brazo izquierdo, por encima del codo. Cuando ella se lo quitó, ciertamente rehusada en aceptar algo que no le pertenecía, él la detuvo.
—No estás entendiendo lo que trato de decir —replicó él con un bufido.
—Sí me lo explicaras mejor, quizás entendería, tonto.
—Cuando todo esto termine —empezó, la incertidumbre en su voz se hizo presente. Él luchó por encontrar las palabras adecuadas—. Sigrid mi vida está aquí... En Fair, pero quiero... Si tú lo aceptas, cuando esto termine, quisiera...
—¡Oh, tonto, claro que sí! —Ella reprimió el impulso de lanzarse a sus brazos y abrazarlo, pero una sonrisa amplia se formó en sus labios cuando comprendió, vio aún la duda reflejada en los orbes de su hermano y suspiró—. No necesitas preguntarme por ello, Kain es mi hogar, tanto como tuyo.
Él sonrió, fue una sonrisa pequeña sin mostrar los dientes. Sigrid pudo sentir su corazón rebozar de alegría y sorpresa al no haber esperado algo como lo ocurrido. Eran hermanos, pero incluso ella sabía que la vida de él estaba en Fair, en su gente, tenía a su hermano y padres adoptivos. Tenía a Idunn y Alistair. Y lo único que los unía a ambos eran su sangre, pero él... Sí todo salía bien, estaba dispuesto a continuar su vida en Kain, con ella y con su madre.
—Esto... ¿Idunn lo sabe? —No pudo evitar preguntar, mordiendo su labio inferior. Aún recordaba el cómo ambas se habían enojado cuando Sigrid desconfió de Erwan la primera vez que lo encaró—. ¿Tus padres?
—Aye. —Él se inclinó para tomar sus pertenencias de la roca, echó un vistazo hacia atrás para ver a los pelirrojos y asintió—. Hablamos sobre esto cuando regresé hace unos días, aún no estoy completamente perdonado por haberles ocultado la verdad durante todo este tiempo, pero lo superarán.
Sin decir una palabra más, con su mano libre despeinó los cabellos de Sigrid y se alejó un poco cuando Hipo se aproximó hasta ambos.
—Patán ha dejado un espacio en la montura de Colmillo por si quieres guardar tus cosas y el hacha —señaló Hipo en cuanto llegó, colocó sus manos sobre la cintura y miró al Whiterkler menor. Un suspiro escapó de sus labios al ver el ligero parecido en ambos, ahora que Sigrid tenía los ojos grises, era más fácil de percibirse—. Patán suele tener ideas alocadas, pero los mantendrán a salvo.
—Gracias, Hipo. —Erwan estiró su mano derecha desocupada y el mencionado la estrechó, un poco confundido por ello—. No hemos tenido la oportunidad de conocernos como es debido, pero por lo que he observado, te preocupas por mi hermana. Cuídala, por más terca que sea. —Eso último lo dijo en forma de broma e Hipo sonrió, Sigrid resopló—. Cuando todo esto termine, nos volveremos a ver.
Sin decir una palabra más, el ojigris se marchó. Sigrid lo vio despedirse de los demás, se detuvo un poco en su hermano Bård, en los gemelos Kerr y después pasó para hablar con Kristoff. El rubio había sanado la pierna, era un milagro el que el poder de los lobos le hubiera permitido recuperar la movilidad completa después de todo el dolor que ella ingirió. Sin embargo, ella sabía que el poder no lo sanaría por completo. Podía caminar, pero ahora con cierta dificultad en la pierna herida. Si participaba en batalla, no sería capaz de correr.
—Leith y los soldados partieron al atardecer, ahora son Niels y Patán —dijo, la vista fija en sus amigos bebiendo tarros de hidromiel—. Mañana serán Idunn y Daven... Después tendremos que esperar —suspiró, bajó la mirada para ver el brazalete que se había quitado y se lo colocó—. Estamos usando todas nuestras cartas y aun así siento que es poco.
—Aún guardamos una bajo la manga —respondió el ojiverde, acariciando sus brazos—. Chimuelo es el alfa.
Habían acordado no llevar más dragones de lo planeado al saber que la mayoría de los aliados de Tiberio eran cazadores y podrían apresarlos fácilmente, pero en caso de ser necesario, contaban con Chimuelo para llamarles. Ella asintió y miró más allá del fuego a Said hacer señas hacia ellos.
—Parece que Said quiere hablar contigo —comentó, curvando una pequeña sonrisa sin mostrar los dientes. Hipo entrecerró los ojos para ver en su dirección y rodó los ojos, como si ya supiera para que lo buscaba—. ¿No vas a ir?
—Él probablemente te está buscando a ti. —Se rehusó, sentándose en la roca ahora desocupada. Sigrid se giró y colocó sus manos en la cintura, su mirada ciertamente insistente—. Synn...
Ella no pudo evitar formar una sonrisa al escuchar el tono en el que pronunció su nombre, como una caricia del viento, suave, delicado.
—Dado que dijiste públicamente que estamos casados, Said tendrá un interrogatorio completo sobre los detalles de la boda y como conseguiste ser mi esposo —dijo, hizo un gran esfuerzo para que las mejillas no se le pusieran rojas—. Usted nos puso en esta situación.
—¿"Usted"? —Hipo alzó una ceja y se incorporó, una sonrisa ladina en su rostro, Sigrid apretó sus labios para no sonreír—. ¿Vamos a tratarnos con formalidades?
—O como dicte tu corazón —repitió las mismas palabras que dijo cuándo Hipo se convirtió en Jefe.
Su esposo elevó las comisuras de sus labios y la tomó por la cintura, acercándola sorpresivamente hacia él, pero antes de besarla siquiera, la mano de Sigrid fue a parar a su pecho para evitarlo.
—Ah, no —negó, su mirada decidida. Se quedaron así, quietos, sus respiraciones chocando y Sigrid sintió sus latidos aminorarse cuando las pupilas de él se dilataron, todo su cuerpo tembló cuando Hipo la miró—. Ve a hablar con Said y yo iré con Astrid.
—Me parece un estupendo plan —ironizó el berkiano, pero se puso en marcha, Sigrid río y caminó detrás de él hacia donde la rubia se encontraba sentada.
Brutacio y Brutilda se encontraban recargados sobre sus dragones cuando ella se sentó en el tronco a un lado de la rubia, sus manos se movían imitando formas extrañas que acapararon su atención mientras contaban una historia. Al parecer era de terror, le comentó Patapez con las uñas en sus dientes. Astrid les prestaba atención, pero muy poco. Sigrid podía sentir las miradas que daba hacia los demás, que ahora festejaban a Hipo y le obligaban a beber del hidromiel.
—Entonces, estábamos ese día buscando un nuevo soporte para Macey... —continuó Brutacio, señalando a su alrededor con una mano. Su vista se posó en Sigrid y detuvo su historia—. Ah, les contaba el día en el que las encontramos a ti y a Nym. —Le explicó y prosiguió—. Era una noche oscura, Brutilda y yo solo llevábamos nuestros cascos para defendernos cuando las vimos.
—Tenían a Sigrid dentro de una reja —prosiguió Brutilda y la mencionada abrió los ojos con sorpresa, había olvidado aquella ocasión años atrás—. Nymeria dentro de una red colgando, cualquier movimiento sí intentábamos cortar la cuerda la arrojaría al mar donde habían feroces bestias marítimas, ¡AAHHH!
Patapez se cubrió con su casco dejando salir una exclamación del miedo y Sigrid mordió su labio, claro que no había pasado así de terrorífico, pero les permitió contar la historia. Idunn bufó con una risa corta, sentándose a un lado de la kainiana.
—El lugar estaba repleto de cazadores de dragones, nos trataron de vender capas de piel de dragón, ¡ugh! —Brutacio hizo un gesto de espanto y bebió del tarro que tenía en su mano—. Así que nos infiltramos, nadie nos reconoció. Ahí completamos nuestro primer récord de la mayor explosión creada por un Torton —añadió orgulloso—. Y salvamos a Sigrid, pero antes de irnos... —El rubio bajó el tono de su voz para darle más misterio al relato—. Había unos misteriosos hombres encapuchados y, ¡BAM! —Él extendió sus brazos emitiendo un grito que hizo sobresaltar a Sigrid y a Patapez—. Nymeria los hipnotizó a todos, cada hombre enmascarado cayó al suelo cuando posaron sus ojos en la dragona invisible de la señorita.
—Así es como ha encontrado su fin esta misteriosa historia —finalizó Brutilda, empujando a su hermano en el proceso.
El resto de la noche hubo historias, festejos, bebida y risas. Las últimas risas antes de la batalla, aunque la mayoría esperaría, todos estaban preparados para lo que vendría después. Sigrid miró todos los rostros que la acompañaban y esperó que no fuese la última vez en verlos. Ellos eran su familia y no estaba lista para perder a ninguno de ellos.
⚘❀༄
Era todavía oscuro cuando Idunn y Daven partieron a Kain a lomos de Trueno. Las olas del océano danzaban salvajes cuando el dragón los acercó a la entrada de la montaña por donde pasarían. El espacio era muy limitado, las aguas del mar golpeaban en un sonoro estruendo la piedra de la pequeña cueva y esta se infiltraba en la abertura. Las alas de Trueno lucharon por mantenerse en balance cuando el agua volvió a alzarse y por poco les rozó el cuerpo. Daven consiguió incorporarse lo suficiente hasta terminar de cuclillas detrás de Idunn, el dragón volvió a hacer un intento por bajar cuando las olas se calmaron y él se aproximó, procurando tener el equilibrio a lomos del híbrido sin caer.
Algunas gotas salpicaron su rostro cuando encontró el equilibrio entre el ala del dragón y se lanzó hacia el poco espacio de arena que albergaba esa parte de la isla, antes de ser embestido por una nueva ola que lo salpicó de pies a cabeza. El pelinegro maldijo para sus adentros y emprendió su camino hacia la abertura que lo conducía a la cueva que les permitiría pasar hacia el río. Sus piernas se estancaron en la arena mojada un par de veces, mientras caminaba, su ropa y su espada dificultaban que se desplazara con facilidad.
Cuando se aproximó al interior de la cueva, desenvainó su espada y golpeó la roca. El sonido hizo eco dentro del montículo y el agua bailó salvaje bajo sus pies, pudo escuchar el agua destilar desde lo más profundo de la cueva; pero por suerte, lo único que pudo escuchar fue su propia respiración. El montículo estaba demasiado angosto como para que alguien más pudiese pasar desapercibido, su suspiro hizo eco profundo en la roca y se adentró un poco para sentir la profundidad del agua.
—Debemos apurarnos —dijo, mirando al cielo, Idunn aún permanecía sobre Trueno, pero preparada para saltar—. Antes de que la marea comience a subir.
Él comprobó el suelo de la arena antes de indicarle a la pelirroja que lo siguiera dentro de la cueva. Cruzarlo por encima, era arriesgado por las torres de vigilancia que albergaban Kain y permitían ver más allá de las montañas. Especialmente en esa zona, donde había pocos árboles. Idunn golpeó el suelo suave con sus pies cuando aterrizó a unos centímetros del pelinegro, no emitió ninguna palabra, simplemente lo siguió a través de la penumbra y oscuridad.
El aire se sintió como un golpe al corazón, duro, frígido. Dos semanas atrás habían comenzado los meses de verano con Harpa, pero el clima no había cambiado para nada en ese lapso como solía hacerlo. El frío era tan impasible, las álgidas corrientes del aire enfermaban a cualquiera que saliera a las calles sin el suficiente abrigo. El hecho de que estuviesen mojados en esos momentos y que las aguas del mar fueran tan frías como un mismo glaciar, no les ayudó en lo absoluto. La mano de Daven dio pequeños toquecillos a su pierna mientras se hacía paso, la derecha sostenía su espada de acerco resplandeciente, el cual tenía un par de runas antiguas grabadas sobre la hoja.
Tras unos minutos tanteando entre la oscuridad de la cueva hacía el exterior del otro extremo, una oleada les salpicó de pies a cabeza, ante la magnitud en la que fluía el río. El azote del agua contra el viento se volvió ensordecedor cuando Idunn se inclinó para acariciar las aguas del río en su totalidad heladas. Daven se alejó un poco de la orilla solo para comenzar a sacarse el cinturón de su espada.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Idunn, contrariada al ver cómo empezaba a desabrochar su saco azul.
—No pasaremos ese río con todo esto —dijo tajante, tardó en retirarse el saco completamente empapado. La camisa blanca se pegó a su pecho—. Quítate el saco —añadió—. Dame el hacha, cargaré con las armas.
—Creo que puedo atravesar un río cargando mi propia hacha —respondió ella segura. Entrecerró los ojos para mirarlo y después de meditarlo, obedeció y comenzó a sacarse la capa abrigada que llevaba. Su piel prontamente palideció y se tornó roja. Idunn claramente estaba más acostumbrada al calor y al fuego—. Deberíamos caminar por sí encontramos una zona del río que esté más estático.
—No la hay —dijo el azabache, se había dejado únicamente el pantalón negro y la camisa blanca. Todo lo que se había retirado, lo envolvió en torno al arma y con el peso de la espada consiguió arrojarlo al otro extremo—. Dame tus cosas —dijo, su vista en el río azulado.
Idunn no hubiera esperado acatar las indicaciones del pelinegro, pero lo hizo. Este repitió el movimiento y envolvió su capa en el hacha, que fue a parar a una distancia considerable de las pertenencias de Daven cuando las arrojó. La fuerza de sus brazos sin duda era sorprendente, se arremangó la camisa hasta los codos y se inclinó en el río solo para introducir su mano pálida a las templadas aguas. Una maldición brotó de sus labios cuando sintió lo helado y la sacó de inmediato.
—Prepárate —dijo y sin más, se incorporó para lanzarse al agua.
La corriente lo arrastró consigo cuando consiguió sacar la cabeza a la superficie e inhalar profundo. Idunn lo siguió, se sintió paralizante, el frío era mil veces peor que cuando arribaron a la caverna. Las aguas del río estaban completamente gélidas en comparación de las del océano, un jadeo escapó de sus labios cuando la corriente los atacó y los envolvió.
—Sígueme —gesticuló Daven con dificultad, él soltó un par de maldiciones en su lengua ancestral que Idunn no conocía, pero por el tono de voz supuso que eran insultos—. Si tienes dificultad, toma mi camisa, nomás no seas lenta para nadar o nos ahogaremos.
—Sí salimos vivos de esto, yo misma te mataré —replicó la pelirroja, sus labios temblando y sus dientes castañeando. No lo vio, pero pudo sentir su sonrisa ante su comentario—. ¡Daven!
Una oleada los atacó y el agua corrió con mayor velocidad. El mencionado fue sumergido, sus mejillas se llenaron de agua y la escupió cuando volvió a asomarse a la superficie. La pelirroja sintió el agua atacarla, la envolvió y la sacudió lejos hacía su desembocadura. Ella movió los brazos en dirección contraria para evitar ser arrastrada, sus ojos con cierto miedo buscaron algo por donde atajarse. Tosió y escupió del agua helada que se había tragado sin querer y el frío paralizó sus extremidades. Estaban sin duda locos por intentar algo así.
—¡IDUNN! —Pudo escuchar el llamado del azabache, más no consiguió divisarlo entre la espuma formada por el agua. La corriente la volvió a sumergir haciendo que tragara más agua y tosió cuando sus pulmones exigieron aire.
Ella nadó, buscó alguna roca para sostenerse intentando llegar al otro lado. Ciertamente el río se oponía a que cruzara cuando la volvió a sumergir, sus fuerzas estaban debilitadas por el frío de la corriente. Escupió toda el agua que se había tragado y su cuerpo se tensó cuando sintió una mano helada tomarla del hombro.
—Shhh, te dije que te sostuvieras de mí —regañó Daven, cuya camisa se transparentaba por el agua. Tenía la nariz un poco roja y el cabello negro completamente empapado.
Idunn no supo de dónde sacó las fuerzas para arrastrarla con él hacia el otro extremo del río. Las aguas volvieron a atacar una vez más, pero el agarre del azabache ahora en su brazo fue fuerte y ni el ataque más feroz consiguió que la soltara. Encontraron una roca a mediados del río que utilizaron de soporte para recuperar la respiración y cuando llegaron a la orilla del otro lado se dejaron caer sobre la arena. Idunn escupió toda el agua que se había tragado, su pecho subía y bajaba con dificultad intentando recuperar el aliento y el viento gélido los envolvió, haciendo que estornudara.
—Ven, hay una cueva cercas. —Volvió a hablar el pelinegro, se había sacado las botas y ahora las llevaba en una de sus manos. Con la otra sostenía su capa y espada—. No podemos seguir afuera o continuar nuestro camino sin antes descansar.
La pelirroja no supo cómo el kainiano aún tenía fuerzas para caminar sin temblar después de haber cruzado ese río helado. Consiguió incorporarse y aproximarse hasta sus pertenencias, después de ello, lo siguió sin emitir queja alguna. Atravesaron un par de árboles cubiertos por ligeros copos de nieve, no observó su camino realmente. Conocía Kain, pero no había recorrido todo el reino en su estadía como Guardiana. Esta zona sin duda era inexplorada.
Daven la esperó a la entrada de una cueva, no se pasó, permaneció recargado y la miró.
—Quítate la ropa y ponte el abrigo, para que no enfermes —habló—. Buscaré leña para hacer el fuego.
—¿Por qué tú no estás temblando? —preguntó ella en cambio, mirando sus manos un poco rojas.
—También tengo frío, pero puedo controlarlo mejor —respondió, esbozó una sonrisa al verla temblar—. Hazme caso, rojita, no queremos que te enfermes.
El apodo utilizado en ella hizo que sus mejillas adquirieran un tono rojizo que Daven no pasó desapercibido, el azabache sonrió sin mostrar los dientes y se alejó para buscar la madera. Idunn bufó contrariada por hacer caso a las órdenes del azabache, pero de cualquier forma, hizo lo que le indicó. Se sacó las botas, se quitó la ropa y se abrochó el abrigo; su calor corporal hizo que un suspiro emanara de su garganta y se mantuvo así hasta que el pelinegro llegase, atenta ante cualquier sonido o invitado inesperado.
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—Mi Señor, hemos encontrado estos hombres en el muelle del Reino. —Leith puso los labios en fina línea al escuchar la voz del vikingo con su acento marcado. Le costó un poco comprender su lengua—. Dicen ser pertenecientes a la Guardia Real —añadió y carcajeó, los otros vikingos detrás de ellos le imitaron.
El rostro del Comandante se tornó rojizo al escucharlos y una mano fría se posó en el cuello de su camisa, antes de ser arrastrado hasta la sala del Trono. Las ruinas del castillo eran ciertamente notorias en las torres altas, pero se las habían ingeniado para restaurar el salón del trono tan implacable e ímprobo como siempre. Tiberio portaba la corona, sentado en el trono de cristal a unos metros de él. Estaba rodeado de puros guerreros vikingos, la herida en su cuello ya había cicatrizado. El hombre lo miró a los ojos intentando analizarlo, su mirada recorrió la de todos los presentes.
—¿En dónde se encuentra Daven? —preguntó, la voz con increíble curiosidad.
—Lo perdimos en el océano, Señor —habló Leith, pasó saliva por su garganta cuando el hacha del vikingo que había hablado con anterioridad acarició su cuello—. Hubo una tormenta, un Skrill nos acechó —relató. En parte, aquello había sido cierto durante su búsqueda por Sigrid—. La mayor parte del navío fue reducida a cenizas, conseguimos escapar en uno de los botes —prosiguió, la mirada fija en el rey y nadie más—. Daven se quedó para intentar ahuyentarlo, nos obligó a marcharnos, dijo que tomaría uno de los otros botes para escapar.
—Es una lástima. —Tiberio se incorporó para aproximarse, sus ojos aún derrochaban cierta intriga—. ¿Cree que haya posibilidades de que haya sobrevivido al dragón?
—No podría decirlo, señor —contestó—. Esos dragones son letales. Peligrosos estando en la tormenta, la gente prefiere evitarlos.
—Ya veo. —Tiberio se paseó por la sala, hizo una seña y el hombre retiró el arma de su cuello—. Las cosas han cambiado un poco desde su partida en busca de la Reina, como puedo observar, no encontraron rastros de ella.
—No, lord.
—Pero yo sí —prosiguió, lo instó a caminar detrás de él donde volvió a ocupar su asiento en el trono, el rubio lo siguió con las manos detrás de su espalda—. Ella nunca fue secuestrada, escapó del Reino junto a un vikingo. No hemos conseguido información de ese bárbaro —escupió—. Dejaron al dragón para que pereciera de manera que pareciese un accidente. ¿Inteligente, no es así?
—Señor...
—Sigrid nos ha traicionado, traicionó al reino, a la gente, a nosotros. A ti y a mí —manifestó, sentado sobre el trono y una mano en el reposabrazos—. Debido a esa alta traición, he tenido que tomar la corona de Kain para defender al pueblo. Nos atacará.
Parecía que ya había contado esa mentira a un par de personas más. La voz del rey usurpador era directa, sus ojos no parpadearon cuando habló. Leith se preguntó a cuántas personas habría engañado bajo la misma mentira.
Él no respondió, se limitó a observar a sus alrededores, sobre todo a los guerreros vikingos con capas de pieles exorbitantes y Tiberio siguió su mirada, pero no hizo caso. Analizó la estructura recién mejorada de la sala, había distinguido los escombros al arribar a la isla, frunció el ceño y se giró nuevamente hasta el usurpador.
—¿Qué sucedió? —preguntó, aunque Said le había comentado lo ocurrido, ahora que tenían días desde aquello los daños parecían ser severos. Casas en el pueblo todas destruidas, árboles partidos a la mitad y el frío era mil veces peor que nunca antes en verano—. Mis hombres y yo hemos visto las ruinas al caminar hasta aquí.
—El mal asecha Kain sin dudas —respondió Lord Cornelius adentrándose a la sala, las manos cruzadas al frente y los pasos calmados. Leith entrecerró los ojos al ver que ese hombre seguía ahí, el más astuto y manipulador—. Hemos desafiado las leyes de nuestro señor durante mucho tiempo, Dios está enojado con nosotros. Estamos pagando las consecuencias de aceptar relacionarnos con paganos, nos han llevado al camino del mal —prosiguió, hablando en anglosajón para que los vikingos detrás de él no comprendieran—. Abrir la puerta a Dioses paganos cuya voluntad es el mal y el poder.
» Estamos pagando el precio de romper las reglas. La ley es la ley, las desgracias persiguen Kain desde que ascendimos a Sigrid al trono. —El Comandante de la Guardia Real apretó los puños al escuchar eso, pero se obligó a serenarse. Su juramento prevalecía en Sigrid y el que hablaran mal de ella, no podía permitirlo—. Corrección: Desde que el rey la anuncio al pueblo como su legítima heredera y portadora a la corona. Una tribu del norte nos atacó después de ello, matando a nuestro rey y ahora ha pasado esto.
—Hice un juramento a la Reina —intervino Leith, intentando calmarse—. Me gustaría saber cómo es qué ella es responsable de esto.
—Dios nos está castigando, espera que hagamos las cosas bien.
—No comprendo a qué trata de llegar con todo esto —insistió Leith viendo el hombre pasar para posicionarse del lado derecho de Tiberio.
—Hace unos días, el Rey acudió al Principado del Valle para establecer alianzas y que Kain pudiese prosperar con su nuevo gobernante. —Lord Cornelius hizo caso omiso a su comentario y prosiguió—. Inesperada fue la sorpresa de encontrar ahí a Sigrid, preparada para atacarnos. Soldados honorables murieron en batalla buscando proteger a Su Majestad, como podrás observar, por poco este intento de paz costó la vida de nuestro monarca. —Señaló a Tiberio, cuya rajada en parte del cuello ya había cicatrizado, pero la línea rojiza aún se marcaba. El rubio lo miró indiferente—. Gracias a la alianza forjada con estos valientes guerreros pudimos prevalecer sin tantos muertos, ella nos atacó a matar, convocó dragones salvajes que incendiaron todo y su dragona, la cual creíamos desaparecida, apareció. Quemó a veinte soldados con su fuego, solo quedaron sus cenizas.
» Con pena dimos la terrible noticia a sus familiares y proporcionamos las cenizas para que tengan un poco de paz. La amenaza de guerra sin duda es inminente, para que Kain pueda prosperar usted necesita jurar lealtad ante nuestro nuevo Rey, hinque la rodilla usted y sus hombres. Aún hay traidores en esta corte, que confían en las palabras de Sigrid y esperan que venga y nos salve a todos.
Lord Cornelius extendió una mano e hizo una seña para que abriesen las puertas del gran salón, Leith se giró para ver a quiénes traían y pasó saliva por su garganta. Dos vikingos arrastraban a un hombre que no tardó en reconocer como Felipe, detrás de ellos avanzaba la señora Margot con una postura orgullosa, aquella mujer había sido la primera en confrontar a Sigrid meses atrás. Leith la reconoció, las noticias se esparcieron con rapidez durante aquella ocasión.
—La señora Margot ha sido muy amable, una increíble aliada para mantener al Reino fuera de los traidores. Ella nos acompañó al Principado y pudo observar a este traidor ayudar a Sigrid a escapar —dijo Tiberio—. La traición no está permitido en mi Reino, he perdonado su vida, porque derramar sangre de mi pueblo no es lo correcto, pero sus acciones tienen consecuencias.
La vista del ojiazul descendió hasta visualizar su brazo derecho. La sangre formaba una costra enorme, de un tono tinto oscuro y con algo de pus, donde debería estar su mano, no había nada. Los ojos de Felipe expresaban terror en su totalidad, Leith lo miró con pena y devolvió su vista al rey.
—Como castigo por su traición, he cortado su mano con la cual abrió la cerradura donde Sigrid estaba confinada —continuó, ningún atisbo de remordimiento en su voz—. Por suerte, aún conserva la izquierda y podrá continuar con sus labores como siempre, pero sí vuelve a fallarme, esta vez reclamaré su cabeza.
—Demuestre que no es un traidor, Comandante —dijo Lord Cornelius—. Jure su lealtad a Lord Tiberio como su nuevo rey, bajo los ojos de Dios y el reino como testigo.
Submitirse ante el usurpador. Podría mentir, podría hincar la rodilla para asegurar su confianza, pero los ojos de Lord Cornelius eran inquisitivos, un brillo malicioso recorría su iris azulada.
—Sí lo hago, ¿qué pasará después? —preguntó, su vista recorriendo ambos lores—. Ya he jurado ante una Reina, ¿cómo sé que lo que me dicen es verdad? Estos hombres de aquí, son paganos, ¿por qué están en el reino? —añadió lo último en la lengua anglosajona y suspiró.
—Observa a tus alrededores, McLain, el reino perece; necesitamos estos aliados para defendernos —respondió Cornelius—. Dobla la rodilla y conservarás tus soldados y tu título como Comandante de la Guardia Real y Comandante de la Brigada Nocturna, cumpla su deber de acuerdo con las Leyes Sagradas.
Las Leyes Sagradas eran el pilar vigoroso que sostenían Kain, forjadas desde el inicio del tiempo cuando los Señores del Cielo y Estrellas nombraron al primer Whiterkler como el Primer Soberano en las tierras del Norte. Romper una de estas leyes significaba la perdición, cosas malas ocurrían, lo peor para recibir él sí rompía el juramento al Usurpador sería la muerte. Su cabeza sería despojada de su cuerpo y empinada en una lanza rodeada con púas para demostrar lo que ocurría con los que rompían su palabra.
Todos tenía un papel en esa batalla y, ciertamente, Leith conocía el suyo.
—Lo haré. —Él se dio la media vuelta solo para mirar a sus soldados negando con la cabeza, les sonrió sin mostrar los dientes y desenvainó su espada. Su mano derecha la colocó en su corazón cuando se giró para mirar a Lord Tiberio y dobló la rodilla—. Escuchad mis palabras, sed testigos de mi juramento. El peligro se avecina, ahora viene mi protección. Mi Rey, Mi Señor, entregaré mi vida por usted de ser necesario. Mi vida ha terminado, ahora comienza mi deber. No poseeré títulos, ni riquezas, ni tendré una esposa. No juraré ante nadie más que usted. No aspiraré a obtener más de lo que merezco, desde este día hasta mi último, seré el escudo contra el fuego de la adversidad. Porque este es mi deber, mi aspiración y mi propósito. Yo, Leith McLain, por las Leyes Sagradas que han perpetuado desde el inicio de los tiempos cumpliré mi promesa y no osaré a traicionarlo ni romper mi juramento. Mi lucha ha terminado, pero ahora sirvo a un propósito más fiel.
El sabor amargo se instaló en su garganta cuando pronuncio las palabras. Había dictaminado su sentencia cuando manifestó su voto. Pero cuando se puso de pie, lo hizo firme y decidido, sí el papel de esta guerra era convertirse en un Rompejuramentos para evitar que lo descubrieran y pudiese llevar a cabo su plan, aceptaría las consecuencias y de ser necesario, él mismo atravesaría su corazón con su propia espada. Vio la sonrisa satisfactoria de Tiberio y aquello lo repulsó más que nunca, su cuerpo tembló cuando se inclinó ante él y miró el suelo. Esta era su decisión.
Una decisión sin arrepentimientos.
Permanecería fiel a sus ideales sin importar el precio y cuando salió al exterior, donde rostros cansados y demacrados lo miraron, algo inexplicable rebozó en su pecho cuando vio el brillo refulgir de esos rostros desesperanzados. Su sacrificio brindó esperanza a los demás y ahora, Kain estaba preparado para levantarse en armas y luchar por su libertad. Porque ese, ese era el comienzo, no era fortuito, era algo que estaba destinado a pasar.
El comienzo de un mundo nuevo y valiente.
Los brazaletes / ornamentos: Dentro de la cultura nórdica, los jarls acostumbraban dar un brazalete o un anillo de oro a sus hombres más fieles y destacados. Sobre todo al ganar una batalla, eran generalmente elaborados de oro o plata. Los ornamentos de orfebrería eran una manera de ostentar el estatus en la sociedad vikinga. Los hombres lucían un torque o brazalete vikingo como símbolo de sus éxitos en la batalla y en las expediciones de ultramar. Las mujeres, por su parte, llevaban broches y alfileres en sus vestidos además de collares, pendientes y otras piezas de joyería. Algunos vikingos solían utilizarlos como método de pago antes de que existieran las monedas.
El que Niels se lo hubiera otorgado a Sigrid no era una renuncia hacia su pueblo. Él es y será un vikingo criado en Fair, pero al dárselo a Sigrid le dio a entender que estaba listo para aceptar su linaje y formar parte de su vida, como hermanos. El hecho de que el tuviese los poderes de Sigrid desde antes que ella siempre fue mi idea principal, para demostrar que aún criado con dragones la sangre del lobo corría por sus venas.
Úlfhéðnar: El término úlfhéðnar (en singular úlfheðinn), también asociado con los berserker, aparece no solo en iconografía desde tiempos antiguos, sino también en Sagas. Han sido descritos como los guerreros de Odín, debido a que esta estrechamente vinculado a los lobos. Los úlfhéðnar al igual que los berserker o los svinfylking son los tres tipos de guerreros más reconocidos dentro de la cultura (osos, lobos, jabalíes), aunque los berserkers son más famosos y hay más información de estos.
Fylgur: Dentro de estas creencias también existían los fylgur, que hace referencia a un ser o espíritu natural que acompaña a una persona en relación con su destino o fortuna. Fylgjur eran animales que reflejaban el carácter de una persona, similar a su animal totémico. Si un hombre se veía como el líder, solía tener una fylgja asociada y estos animales podían ser los lobos (entre muchos otros). Este término a partir de aquí lo comenzarán a ver un poco más o quizás ya lo hayan relacionado.
Harpa: Mes dado a mediados de abril hasta mediado de mayo, se trata del primer mes en el que comienza el verano.
Los vikingos únicamente tenían dos estaciones que se dividían entre verano e invierno. El verano comenzaba a mediados de abril y finalizaba a mediados de octubre, mientras que el invierno a mediados de octubre, hasta mediados de abril. Las estaciones son conocidas como misseri y como pueden ver, los meses no coinciden con los actuales.
Anteriormente describía los meses o la primavera porque no estaba completamente informada de esto, pero iré corrigiendo en cuanto pueda. Siguiendo estos meses, el cumpleaños de Sigrid y Said se daría más o menos a principios del último mes de verano, Haustmánaðr, o como mejor se conoce, el mes de otoño.
(La información obtenida para este glosario ha sido consultada y obtenida de distintas fuentes de internet donde se aborda sobre la mitología, sí quieren conocer un poco más de ella, les puedo pasar las páginas en las que busco sin problema).
Buenas, buenas.
Hoy les traigo un capítulo un poco más cortito a los dos pasados, pero necesario. Hay un par de cosillas que agregué en este cap, así que me gustaría explicarlo por sí hay dudas.
Lo primero de ello es el comienzo del cap donde abordo un poco el tema de Rekvhan, llevaba planificando meses atrás el como impactaría su presencia en el fic que apenas he podido concretar un poquito de cosas. Como se menciona, los dragones en el inicio de los tiempos eran criaturas más poderosas y grandes a comparación de los actuales. Esto no es canon, ya es parte de mi invención, pero me gusto ponerlo porque me parece muy increíble relacionarlo un poco con la evolución de los animales con el paso de los años. Como los mamuts, los tigres dientes de sable y otro tipo de animales que medían más de lo que sus variantes miden y me gusta pensar que de la misma forma los dragones evolucionaron.
El Monstruo Alado y la Tempestad Alada son dragones creados para el fic, el primero es creación de Mag y son los únicos dragones de tamaño gigantesco y poderoso (sin contar el Salvajibestia o Muerte Roja). El Monstruo Alado pueden imaginarlo como Drogon / Balerion de Juego de Tronos y a la Tempestad Alada como Zubeia de Príncipe de los Dragones. Como se mencionó estos dragones están extintos (o maybe not), y Rekvhan es básicamente una Tempestad Alada aunque más grande y con mayor poder a los de su especie.
Algo que se me ha olvidado comentar acerca de Hipo y Chimuelo, perdónenme si a lo largo de los caps no han sentido la conexión entre esos dos y me haya estado enfocando un poquito más en Hipo y Sig; es solo que el acto próximo ya estará un poquito más enfocado en Hipo y creo que ya todos sabemos el buen par de amigos que hacen esos dos que no siento tan necesario mencionarlo.
DAVEN E IDUNN, ¿qué mas puedo decir? Amo a estos dos muchísimo, amo a Daven con todo mi corazón, me gustó escribir de ellos, aunque sea un poquito. Pronto habrá más de estos dos, don't worry. Y el final, Leith mi vida y mi corazón, lo amo, no tengo nada más que decir, me quiero casar con todos.
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