━━XIX: blood will prevail



━━CAPÍTULO DIECINUEVE━━

【 LA SANGRE VA A PREVALECER 】


[NA: Dentro del capítulo habrán distintas canciones, las cuales estarán fijadas en un comentario donde aparezca el siguiente símbolo: ♚. Las pueden encontrar por orden al inicio de la playlist, el link está en mi perfil, así como estará fijado en comentarios]



Los relámpagos asecharon la tormenta de aquella noche. Brynden fue capaz de ver las luces blanquecinas iluminar el cielo por fracción de segundos en aquella noche tan terrorífica. El agua caía estrepitosamente sobre el techo de sus aposentos y el frío engullía el viento cálido de la fortaleza para convertirlo en un gélido ventarrón, capaz de congelar los huesos de su cuerpo, aunque estuviera desde la comodidad de su cama. A pesar de que tenía la chimenea encendida, tan pronto comenzó la voraz tormenta, esta se apagó dejando consigo un hilo de humo grisáceo que desapareció tras el balcón.

El menor de los hijos varones de los Warren se incorporó y un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando el cielo rugió con fuerza, haciendo que, de nuevo, el cielo se iluminase por las centellas. Desde su habitación, pudo ver los rayos caer sobre algunos árboles y partirlos a la mitad, generando un poco de chispas y fuego. El incesante sonido no le permitía conservar la calma a tan altas horas de la noche así que, dándose por vencido, se incorporó y se cambió las ropas, calzándose unas botas en el proceso.

Sin embargo, las tormentas no eran sus únicas preocupaciones. Había algo que lo mantenía intranquilo y ese pensamiento martilló en su cabeza, mientras calzaba su última bota y echaba un vistazo afuera del balcón, hacia El Refugio. Los rugidos de los dragones fueron su peor delirio. Sin querer, había escuchado la plática privada entre sus padres de aquella misma tarde; su padre comentó que habían hecho una modificación en las leyes del reino y, por su propia seguridad, debían de obedecerlas. Ahora que Lyanna había sido puesta bajo el cuidado de Daven, para evitar que fuesen descubiertos, debían acatar a esas órdenes, sin importar lo absurdas que fueran. Su madre Giselle, le calmó diciéndole que todo estaría bien, pero muy en el fondo, sus presentimientos le decían que quizás los dragones no sobrevivirían a una noche más.

Brynden lo pensó durante varios minutos. Lo pensó tanto que hasta le dolieron las sienes, de solo analizar las posibles consecuencias o los beneficios de intervenir. La tormenta, con el paso de esos minutos, solo fue acrecentando y el frío se volvió pesado e insoportable. Pero antes de que se hiciese la medianoche, él ya había tomado su decisión. Cubriéndose con una capa roja abrigadora, el ahora único hijo de los Warren, salió de sus aposentos con su espada en vaina. Si lo atrapaban, estaría infringiendo dos normas del reino y aquello hizo que pasara saliva por su garganta de pensar en el castigo. Pero ya estaba ahí.

Sin mucha dilación, el pelinegro se puso en marcha a través de los corredores menos concurridos del castillo. Los relámpagos en el cielo le proporcionaban la iluminación suficiente como para no llevar una antorcha consigo. Aquello le permitió ser sigiloso, procuró que sus pasos no resonaran tanto sobre el suelo y mantuvo las distancias prudentes a cada tanto, para evitar encontrarse con algún guardia. El corazón le latía con una rapidez increíble, mientras doblaba entre pasillo y pasillo. Desafortunadamente, los pasadizos habían sido destruidos en su totalidad con el temblor ocurrido días atrás y, por lo tanto, su única opción era esa.

«Un dragón sin su jinete»

Él no podía hacer eso. No podía permitir que su hermano Said se quedase sin su dragón. Las viejas historias que le contaba su abuela de pequeño, se volvían más reales con el paso de los días, desde que el Rey Branden en sus tiempos de vida comenzó a aceptar a los dragones en el reino y con ello, las viejas historias revivieron. Por lo que sabía gracias a Patapez, el vínculo que un dragón tenía con su jinete era especial, el mismo rubio incluso admitió que sí llegase a ocurrir algo que lo mantuviera alejado de Albóndiga por siempre, él no sería capaz de montar otro dragón. Amigos de por vida. Había dicho y, desde lo profundo de su corazón, le creyó.

Cuando salió al exterior, la lluvia se estampó en su cuerpo, arrebatándole un par de jadeos entrecortados. El agua estaba completamente helada, cada paso en el exterior congeló sus extremidades y ralentizó sus movimientos, tardó unos instantes en acostumbrarse al frío pesado que envolvía sus extremidades, antes de ponerse en camino. Cada paso que daba hacia el refugio significaba un dolor punzante en su cuerpo ante las bajas temperaturas, echó un vistazo al cielo y el terror palpitó en su corazón cuando se percató del cielo negro. Esta debía ser una de las peores tormentas en asechar Kain, todo estaba negro, con excepción de las nebulosas grises, opacando las estrellas.

Sus sentidos se agudizaron para mantenerse alerta, mientras se ponía en movimiento. Voces lejanas en el idioma nórdico se escucharon brevemente, con el terror reflejado en sus iris azules, miró a todos lados para corroborar que no lo estuvieran siguiendo y prosiguió con su caminata. A medida que acortaba los pasos hacia el Refugio el estómago le estrujó con fuerza y su corazón palpitó desencadenante, ¿qué estaba haciendo? A ese punto de la noche, sus sentidos se habían despertado y las consecuencias de que fuese descubierto le pesaron en la mente. El pelinegro sacudió su cabeza para librar sus pensamientos y se dijo a sí mismo que todo saldría bien, solo los liberaría y volvería a sus aposentos. Nada podía salir mal de eso. No obstante, a medida que el trayecto hacia el refugio se iba acortando, las voces se hicieron más claras. La sorpresa fue grata al percatarse que los antiguos cuidadores de los dragones habían sido reemplazados por un par de berserker y sus pasos frenaron de golpe al ver la cantidad de vikingos rodeando la fortaleza. Cuidar el refugio no requería de muchos hombres, dos o tres a lo mucho. Pero estos eran más del triple.

Había ido con la intención de liberar a los dragones y salvar su vida. Pero ahora que se encontraba ahí, sin opciones, se preguntó a sí mismo sí era lo suficientemente fuerte para enfrentarlos. Al contrario de sus hermanos mayores, Said y Daven, él no había comenzado como aprendiz de defensa para iniciarse como caballero. Sus hermanos eran muy buenos espadachines, de los mejores del reino y su fuerza no se igualaba a la suya, quien había decidido seguir un rumbo diferente y llenarse de conocimiento. Pero las horas estudiando papeleos y libros, no se comparaban con el entrenamiento para manejar una espada. Permaneció estático en medio del campo sin darse cuenta, hasta que una mano lo tomó del brazo y lo empujó en dirección al bosque.

—¡¿Qué piensas que haces?! —regañó en un susurro altanero su hermana Lyanna, a quien tenía días sin verla. Su rostro se tornó blanquecino del susto provocado por ella—. Unos minutos más y te hubieran atrapado.

—Yo... Eh... —Las palabras tropezaron en sus labios, su hermana lo jaló detrás de unos arbustos y lo obligó a agacharse, tras notar que sus piernas se habían quedado paralizadas de la sorpresa—. ¿Qué haces tú aquí? Papá te prohibió acercarte al castillo, no deberías estar aquí.

—Y tú no deberías estar fuera —replicó orgullosa, lanzándole una mirada indignante. Alzó la cabeza para ver hacia los lados por sí había algo inusual y nuevamente enfocó sus iris castaños en él—. Escuché a Idunn decirle a Daven que posiblemente ataquen a los dragones esta noche.

—Ah, con qué razón están todos esos hombres —intervino, frunciendo una ceja—. Será muy peligroso, Lyanna —agregó con cierta preocupación, desviando su mirada de su hermana.

—Por esa misma razón debemos actuar, les pedí que intervinieran, pero dijeron que Leith lo va a hablar con papá... No me lo dijeron directamente, porque saben que para mí ese plan es de lo más tonto, padre no se puede poner en peligro siempre. Además, conocemos a los dragones y hemos volado con ellos, papá no. Tenemos una ventaja para rescatarlos —argumentó con convicción. Brynden pasó saliva por su garganta, cuando vio la determinación de su hermana en esos momentos—. Pensaba hacerlo sola, pero ahora que te veo, creo que puedes ser de utilidad.

—¡No me trates como si fuera el menor! Yo debería decir eso —replicó el pelinegro con una ceja fruncida. Echó un rápido vistazo a los alrededores para revisar que nadie los hubiese escuchado y desenvainó su espada con cuidado de que el metal no causara ruido que llamara la atención de esos vikingos—. Tenemos que entrar al Refugio, la entrada por el lado contrario... ¿Crees que podamos pasarla?

—Está sellada, hace unos días los vi trabajar en eso —informó y sin dilación, se incorporó, llevando una mano hacia su espalda; específicamente, a su carcaj, donde tenía su arco y un par de flechas—. No podemos entrar ambos, distraeré a los berserker y tú entrarás a liberarlos. Salir te será fácil después de eso.

—¿Salir? ¿Estás loca? Yo me quedaré aquí a distraer a esos vikingos, tú entra por los dragones. Soy mayor que tú, tengo que defenderte, no al revés. —Brynden la tomó de la muñeca para evitar que se escabullera en los árboles y se incorporó—. Es muy arriesgado, vete con Daven. Yo encontraré la manera de salvar a Vhagar y los demás.

—Estás menso sí crees que te dejaré aquí solo, lo mejor será que yo vigile y tú entres. Tengo un arco, me esconderé bien; además los dragones te harán más caso a ti. Escóndete en ese árbol de allá. —Señaló el extremo de su posición actual—. A mí señal, correrás hasta la entrada sin mirar atrás.

La idea de que su hermana menor le estuviese dando órdenes no le gustó, pero debía admitir que ella tenía razón. Además, no era como si hubiese mucha diferencia de edad entre ellos, Lyanna tenía catorce y él dieciséis. Con una espada y poca experiencia no podría combatir a todos esos guerreros vikingos... Aunque nada le aseguraba que pudiera acercarse a los dragones para liberarlos, después de todo, habían pasado semanas desde que los privaron de su libertad y, ahora posiblemente, habían sido orillados a su antigua vida salvaje.

Tomando ventaja de la tormenta que transcurría en esos momentos, Lyanna ensartó su primera flecha y comenzó a disparar desde distintas posiciones para no ser descubierta. Tuvo ventaja con la oscuridad nocturna, Brynden no tardó en ponerse en marcha en cuclillas para no ser descubierto, su cuerpo temblaba por el frío y sentía sus manos entumecidas, pero ya se había acostumbrado un poco a la lluvia. En instantes, la lluvia de flechas de su hermana se volvió el centro de atención de esos hombres. Pasó saliva por su garganta y, sin mirar atrás, se preparó para partir a la entrada de la construcción, el miedo se presentaba en él como una umbría estocada que le impedía ponerse en marcha, congelaba sus piernas y entumía la mano con la que sujetaba su espada.

—Algún idiota habrá creído conveniente atacar ahora que hay toque de queda. —Se mofó uno de los vikingos del Refugio—. Necesito más hidromiel para aguantar el frío y darle su merecido.

Pocos vikingos fueron los que se dirigieron a su hermana, corroboró este hecho a los segundos cuando el cielo se iluminó por un nuevo relámpago y distinguió al hombre que habló. Aún había muchos cuidando el refugio. Así no conseguiría entrar y su hermana sería atrapada por nada. Debía de hacer algo, pero sus manos temblaron pensando en las opciones que por el momento tenía. Sus movimientos eran limitados y sus opciones escasas, con la oscuridad cernida en la noche le era imposible distinguir cuántos hombres había en la entrada del Refugio.

«Los dragones son criaturas asombrosas, capaces de detectar cuando su jinete se encuentra en peligro. —Recordó las palabras que Patapez un día le había dicho, durante su estadía en Berk—. Así hemos sido rescatados durante muchas ocasiones». ¿Podría ser? El problema era que ninguno de esos dragones le pertenecía a él, conocía a Nerion y a Vhagar, pero no se había aproximado a ellos tanto como Lyanna. «Existió la lengua draakiana con la cual los jinetes se comunicaban con sus dragones durante generaciones. —Estas palabras habían sido pertenecientes a Kiran, Brynden lo había ido a visitar por un par de ocasiones al calabozo después de que sucediera la masacre en Airgead. Hasta el momento, era el único en saber en que el hombre seguía con vida—. No sabemos sí los dragones de ahora reconozcan esta lengua, pero no podemos dejar este conocimiento en el olvido; así que, Brynden, te encomiendo a ti el saber.»

¿Cómo se había olvidado de algo tan importante? El corazón le palpitó con gran fuerza cuando los ruidos al exterior se hicieron presentes, los gritos desesperados en atrapar al causante de las flechas y los gritos burlescos de aquellos que pertenecían en el Refugio.

—¿Qué tan difícil debe ser atrapar a una rata de Kain, Tyr? —Se mofó otro en su lengua, Brynden agradeció las lecciones que tomó de niño para comprender el idioma. El acento de los hombres del norte era más marcado que el de los berkianos—. Dame esa hacha y acabaré el trabajo yo mismo.

La conversación de los vikingos se perdió con la lluvia, aquello le permitió concentrarse en lo que haría. Debía ser perspicaz, recordaba algunas de las palabras que Kiran le había comentado. Podía usarlas para atraer la atención de Vhagar, el más fuerte de los dragones y a quien conocía mejor. Inspiró profundamente hasta que sintió sus pulmones inflarse y se preparó mentalmente para lo que haría.

—K-k.kom... —Retrocedió, ¿qué estaba haciendo? Su voz sonaba distinta, áspera y temblorosa. Las voces se acallaron y aquello le permitió escuchar los latidos de su corazón—. Kon naar me toe, vinur. —Su voz hizo eco a través de la tormenta y el movimiento de los hombres se detuvo, pudo vislumbrar la silueta de los vikingos restantes en el Refugio incorporarse—. Rustig kalm, in de hemel is je vrijeid. ¡Kon naar me toe! —llamó, su voz se volvió clara a través de la tormenta y los últimos hombres se incorporaron en sigilo para ir hacia el sonido—. ¡Kon naar me toe! —repitió, un rugido dentro de la construcción se hizo escuchar, sacudiendo su corazón en adrenalina. Lo estaba haciendo, lo estaba logrando—. KON NAAR ME TOE, VHAGAR.

El rugido del Cortatormentas sacudió la tierra, los berserker se giraron en dirección al Refugio y corrieron hacia el lugar para evitar que este se escapase, pero ahí Brynden aprovechó su oportunidad. Con la espada en mano, salió del árbol tras el que estaba y nuevamente la lluvia le arrebató un par de jadeos, se escucharon las cadenas moverse sin parar y él siguió llamándolo. La puerta de la construcción fue derribada con una gran explosión, la cual sacó volando a un par de vikingos que se acercaban. Las motas de chispas brotaron sobre la tierra, iluminando a los alrededores. Vhagar consiguió empujar a dos vikingos que se acercaron para ahuyentarlo y rugió, alertando a la sociedad.

—¡Vhagar! —llamó en desesperación, algunos hombres lo perseguían con el hacha en mano y disparaban flechas en su dirección. Sostuvo su espada en alto y con ella, luchó para evitar que estas lo atravesaran—. Kalm, kalm. —Brynden alzó y bajó las palmas de sus manos cuando el Cortatormentas lo analizó, el dragón claramente no lo recordaba, pero entendía lo que le decía—. Vinur, rustig kalm.

—¡ATRAPÉNLO!

—Mocoso estúpido, te mataré.

Un vikingo consiguió aproximarse hasta su posición antes de llegar con Vhagar. Con la tormenta y la oscuridad, era imposible divisar cómo le atacaría, por lo que se aferró a su espada con la intención de defenderse. Sin embargo, antes de que la muerte fuera por él, el sonido atronador emergiendo de la garganta de Vhagar fue el aviso suficiente para lanzarse a un lado y caer sobre el lodo. Súbitamente, las llamas del dragón impactaron en el cuerpo del vikingo al tiempo en el que nuevas luces de fuego comenzaron a vislumbrarse desde el pueblo.

¿Qué estaba ocurriendo? Con asombro y rapidez, se incorporó del lodo y envainó su espada solo para ver la sombra de cientos de personas avanzar para encontrarse con los soldados. Jadeó de la impresión al percatarse de lo que había generado y su pecho se infló de una sensación desconocida. El vikingo a metros de él, quemándose, ya no supuso mayor amenaza en su vida, pero aún habían más berserker dispuestos en exterminarlo.

—¡No dejen que se escapen! ¡Vigilen los otros dragones! —vociferó uno con larga barba rubia.

—¡No podemos acercarnos, destruyeron los bozales, ¡captúrenlo! Este es el hijo de Randall Warren. —El corazón de Brynden saltó de su pecho con fuerza, ante el increíble miedo. Vhagar aún no se aproximaba hasta él, aunque mantenía la vista fija a su alrededor para defenderlo—. ¡Alerten al rey!

—¡Muerte a Warren!

¡Aquellos hombres sabían quién era! ¿Qué había hecho? Esto... Esto era su culpa.

Se hizo un ovillo cuando varias flechas pasaron volando. Por la oscuridad, las probabilidades de que acertaran contra él eran escasas, pero tampoco tenía ganas de desafiar el destino. No tardaron en llegar a ellos los gritos de batalla, el metal contra metal chocar creando un eco sobre la tierra. El olor de la tierra mojada y el chasquido de la flecha al dispararse del arco lo azotaron a la realidad.

—¡Vhagar! —llamó, incorporándose para aproximarse hasta el dragón de su hermano—. Rustig kalm, kalm —consoló. Hasta ese punto de la noche, el frío ya se había vuelto soportable junto a la lluvia. Detrás de él, el batir de espadas se hizo más presente. Quiso ver lo que ocurría, pero no podía distraerse un segundo más. Inhaló aire por varias veces hasta que su corazón se ralentizó lo suficiente y tomó valor para estirar una mano y acariciar al Cortatormentas. Vhagar reaccionó a su caricia con un fuerte gruñido que lo desequilibró un poco, pero no se apartó—. Vi er venner (somos amigos) —murmuró, inspiró profundo y movió su mano hasta acariciar su envergadura. El dragón una vez más volvió a rugir, pero no se apartó—. Vi er venner —repitió con seguridad y Vhagar no volvió a rugir. Entonces, sin hesitar, deslizó su mano sobre la columna del dragón y con la contraria tomó impulso para subirse. Era un dragón robusto y grande, sus alas eran resbaladizas y las escamas no tan notorias, le habló sobre Said mientras se impulsaba sobre su cuerpo. Sin la montura, era más complicado escalar hasta su columna—. Kalm, kalm... Gèilleadh dhomh(Obedéceme) —ordenó y se alzó un poco para poder sujetarse de sus crestas—. Vlieg, Vhagar.

El grito que estuvo por escapar de su garganta fue opacado por el viento furioso cuando Vhagar se alzó sobre los aires y con su fuerza, algunos vikingos salieron disparados en distintas direcciones. Observó bajo él, las llamas de la mayoría de las antorchas ya se habían apagado por la tormenta, pero el choque de armas le hizo saber lo que ocurría. Las personas en el pueblo, habían tomado su impertinencia como el plan perfecto para atacar y tomar desprevenidos a los soldados del Rey. Dio un par de indicaciones a Vhagar y ambos bajaron un poco hasta el castillo donde anteriormente había estado con su hermana, a quien no volvió a ver o escuchar luego de lo ocurrido.

—¡Lyanna! —llamó con desesperación sobre el cielo oscuro, la silueta de su hermana era imposible distinguir desde las distancias. Los árboles dificultaban su vista y las flechas volando en su dirección complicaban todo—. ¡Lyanna!

Buscó entre los lugares concurridos y los menos concurridos por los soldados. La oscuridad dificultaba su visión y la lejanía al suelo complicaba las cosas, pero no podía bajarse cuando tenían en la mira a Vhagar. Entonces ahí fue cuando lo vio, a su padre, Randall Warren. Su padre lideraba a un grupo de soldados leales a él, Brynden los vio interferir sin matar a nadie, separaron a cuantos hombres pudieron hasta que las cosas comenzaron a salirse de control. Los berserker comenzaron a asesinar tanto a soldados como habitantes del reino por igual, los gritos desgarradores lo orillaron a cubrir sus oídos, sin despegar la vista de su padre. Era fácil reconocerlo, portaba una capa peluda blanquecina y usaba su ropa distinta, oscura, con el sello de su casa bordado.

Al escuchar su voz, los orbes celestes de su progenitor se alzaron al cielo hasta distinguirlo y sus facciones se amoldaron ante la sorpresa.

—¡¿Lyanna?! ¡¡Brynden!! ¡¿Qué hacen aquí?! —exigió saber, desenvainó el arma y arremetió contra un berserker que quiso aprovecharse de su vulnerabilidad—. Por el amor de Dios, no vayas a bajar de ese dragón y encuentra a tu hermana.

—¡Estoy intentando! —Sentía la presión de encontrarla ahora que el campo se había transformado en un charco sangriento. El tiempo corría ahora que la medianoche había pasado, pero la oscuridad seguía dominando el reino y la lluvia dificultaba su búsqueda—. ¡Lyanna!

—¡Brynden! —Su padre lo miró asustado cuando una lanza de tamaño semental pasó a una velocidad inigualable en su dirección. El ojiazul, quien se había soltado de Vhagar, lo tomó de las crestas y lo instó en alzarse al tiempo suficiente en el que la lanza pasó por debajo—. ¡Ten más cuidado! ¡Vete de aquí, yo buscaré a tu hermana!

Pero en lugar de hacer lo que le dijo, surcó el terreno y evadió las próximas lanzas. Su misión principal había sido liberar a los dragones y hasta ahora, solo Vhagar había conseguido zafarse de sus cadenas. De haber comprendido la lengua draakiana, quizás los otros hubieran podido, pero estaba claro que necesitaban de su ayuda.

—Vlieg —ordenó, aterrado por la oscuridad y las lanzas que volaban en distintas direcciones. Echó un vistazo a su alrededor y se aferró al agarre en las crestas, preparado para volver a dar otra indicación—. Drekaeldur (Fuego). —Las fauces de Vhagar se abrieron de inmediato y su fuego de dragón fue a parar sobre la inmensa construcción. Las lanzas les siguieron rozando y con serenidad, el pelinegro consiguió esquivarlas a tiempo. Los gritos de la batalla recién formada se entremezclaron con los rugidos de los dragones liberados y todo se volvió más real para Brynden—. ¡OH, NO!

El impacto fue inevitable, el viento los empujó entre la altitud cuando una lanza consiguió impactar cerca de una de las alas de Vhagar. Pudo escuchar el grito de su padre resonar entre los rugidos de los relámpagos, la gravedad los impulsó y los separó. Por más que intentó sujetarse de Vhagar, su fuerza y volumen lo terminó apartando. La caída fue brutal, el viento los dirigió al bosque y las ramas de los árboles se partieron tras su impacto. Todo sucedió en segundos, el dolor que recibió fue voraz. Las ramas consiguieron romper parte de su capa cuando cayó entre los árboles y cuando llegó al suelo, sus huesos se adormecieron.

—Vhagar... —murmuró con dificultad. El dolor se expandió por sus piernas y su columna, jadeó y se giró para buscar al Cortatormentas, quien yacía a solo unos metros de él—. Vhagar, resiste. —Estiró la mano para intentar alcanzarlo, aunque fuese arrastrándose y el aullido del dragón congeló sus huesos, inmovilizándole en su posición—. T-t.e voy a curar, Vhagar. S-sacaré esa flecha y... Nos... Nos iremos.

¿A quién podía engañar? La caída lo había dejado sin fuerzas para levantarse de aquel estanque, el frío de la tormenta únicamente hacía que el dolor se profundizara en todas las zonas donde había recibido el impacto. La comodidad de su cama parecía una buena opción, pero ahora... Había impulsado un levantamiento y debía permanecer ahí, afrontaría las consecuencias por quebrantar las reglas y así, con suerte no ocurriría nada con las demás personas. Pensó en sus hermanos entonces, Said en otras circunstancias se habría reído de él y le hubiera dado unas palmadas, quizás diciendo lo orgulloso que estaba y Daven... Daven seguramente le habría regañado por no saber usar la espada antes de iniciar un enfrentamiento.

Un líquido comenzó a deslizarse bajo sus ojos y no eran por la lluvia. Eran lágrimas, saladas y cálidas. Se había metido en un aprieto y por ello, debía salir de él. Ignoró el dolor en sus piernas cuando se sostuvo con la tierra húmeda y obligó a sus manos a permanecer firmes, estuvo a punto de caer cuando unas manos lo tomaron por el cuello y lo alzaron. El dolor en sus articulaciones fue infernal, uno de los vikingos había llegado hacía el impacto.

—Tú, vas a pagar por hacerme trabajar en esta noche —prometió Tyr, aquel vikingo del que se habían burlado sus compañeros horas atrás en la tormenta. Sostuvo una daga cerca de su cuello y lo obligó a caminar de espaldas, siguiendo sus pasos—. El rey estará furioso por haber liberado a los dragones, pagarás con tu sangre.

Tyr lo obligó a avanzar entre los árboles hasta que el sonido de la batalla se perdió. Brynden hizo un esfuerzo para gritar por ayuda, pero sus pulmones dolían cada que inhalaba aire. Sus dedos temblorosos se movieron para alcanzar su espada, pero antes de hacerlo, la mano de Tyr la encontró primero y la sacó de la vaina.

—No sabes usarla, ¿cierto? —inquirió con una risa burlesca que le erizó el cuerpo—. Si tanto placer tenías por morir, ¿por qué no pedirlo? Mírate, eres ridículo, no puedes blandir una espada y ahora ese dragón no podrá salvarte.

—Y-yo... P...Puedo p-pele...ar. —Hablar le costó más de lo que pensó, sus cuerdas vocales se encontraban rígidas aún por la presión en el aire al caer y los golpes que tuvo con los árboles, pero esto no podía quedar ahí—. H-hice u-una pro...mesa.

Comprimió su mandíbula y con todas las fuerzas concentradas en su brazo, asestó un golpe en la quijada del vikingo, logrando que se apartara ante el empujón. Fueron segundos de ventaja los que le permitieron avanzar hasta Vhagar y alejarse del berserker, debía agradecer a Tyr por ayudarlo a incorporar, pues ahora era fácil caminar. Sus iris turquesas se encontraron con los de Vhagar cuando consiguió llegar a él y tomó la lanza que atravesaba su cuerpo por debajo del ala izquierda.

—¡Brynden! —Cuando estaba por sacar la lanza, la reconocida voz de su padre le hizo girarse. Randall no se aproximó a él hasta que se encargó de Tyr de un simple movimiento, lo ayudó a sacar la lanza de Vhagar y después lo envolvió en sus brazos—. ¿Por qué nunca haces lo que te digo? —La calidez que Randall emanaba le ayudó a olvidarse del dolor y lo ocurrido por breves instantes, río con ligereza y su padre le despeinó los cabellos—. Gracias al cielo no me hiciste caso y no te cortaste esa melena, pude encontrarte por ello... Ahora, debes irte, he visto a más hombres entrar al bosque para encontrarlos. Monta en Vhagar y váyanse.

—P-papá... Lo sien...

—Está bien. —Su padre apretó su hombro y lo miró a los ojos con sinceridad—. Somos Warren, nuestro deber es proteger el Reino y siempre lo hemos hecho. No te disculpes por nada —expresó, apretando el agarre de su mano contraria donde sostenía la espada. Brynden lo miró a los ojos y asintió, soltando el aire retenido en sus pulmones—. Ahora, a mí señal volverás a montar a Vhagar y te vas a marchar, ¿me escuchas? No quiero verte aquí, Brynden.

—¡Pero yo puedo ayudarte!

—Randall y yo estaremos bien. —Aquella voz... El cuerpo de ambos se giró de la sorpresa al reconocer la voz de Giselle, los orbes de su padre se abrieron con sorpresa y asombro, cuando su mujer se retiró la armadura de soldado y dos cuerpos cayeron bajo sus pies. 

—Giselle, ¿qué estás haciendo aquí? —interrumpió Randall conmocionado. No esperaba aquello, ni siquiera Brynden que seguía estático, sin poder moverse—. Es muy peligroso que estés aquí, regresa al castillo. No debes de poner tu vida en peligro, sí algo llegara a ocurrir, eres la madre de mis hijos. Regresa al castillo, no quiero que estés en peligro. 

—No te he hecho caso en los veintitrés años que llevamos de casados, no pienses que lo voy a hacer —replicó su esposa orgullosa, su cabello castaño y su mirada clara hicieron que Randall la viera más hermosa que nunca—. La vida de mis hijos está en peligro y sí ellos salen todos los días a luchar, entonces yo también debo estar para ellos, pues soy su madre y sus vidas son más importantes que la mía. 

—Entonces estaré honrado de pelear a tu lado —expresó Randall, mirando fijamente sus orbes. Ambos se giraron hacia Brynden y antes de que se fuera, su madre besó su mejilla y su sien con cariño—. Es tiempo de que te vayas, Brynden, encuentra un lugar seguro para refugiarte.

—Haz caso a tu padre, corazón. Estamos muy orgullosos de ti, Brynden.

El muchacho sintió las lágrimas acumularse en sus ojos al escuchar esas palabras. Pero su cerebro seguía diciéndole que todo ello era un error. Su corazón palpitó con fuerza y se armó de valor para asentir. La espera no tardó cuando el bosque se convirtió en un nuevo campo de sangre en cuanto llegaron los berserker, el azabache echó a correr hacia Vhagar y lo ayudó a incorporarse. Con el miedo en su corazón, vio a sus padres luchar espalda con espalda contra los traidores de Kain. Sus espadas danzaban en una misma melodía sincrónica cuando los vikingos salieron al ataque y, antes de que arremetieran contra él una vez más, consiguieron alzarse sobre el aire.

—¡Mamá! ¡Papá! Vengan conmi...

Sucedió tan deprisa que no consiguió agarrarse lo suficiente. El impacto del fuego sobre ambos lo aturdió y su visión se tornó borrosa. ¿Qué estaba... qué estaba sucediendo? Escuchó los gritos de sus padres llamarles, pero el ruido fue ensordecedor. Como pudo, consiguió sujetarse de algunas escamas de Vhagar antes de que este recuperase el equilibrio; pero el ataque del dragón desconocido sin duda se había sentido como el azote de un trueno. Brynden intentó escuchar lo que sus padres decían, su visión estaba borrosa debido al impacto y su cuerpo temblaba en pesadas punzaciones por el daño provocado. No obstante, antes de girarse hacia ellos e intentar comprender lo que decían, lo vio.

Tuvo que parpadear para aclarar lo que sus ojos veían. Era un dragón místico, de color oscuro como la noche y ojos de un azul eléctrico. Encima de él, un berserker lo montaba, sujeto a un par de correas y cadenas puntiagudas, para que obedeciera sus órdenes. No hizo falta ver demasiado, el dragón exhalaba ligeros copos de nieve y la neblina comenzaba a extenderse en esa zona del bosque pese a la lluvia. Pasó saliva por su garganta y estiró sus manos para tomar las crestas de Vhagar; los ojos del Furia Espectral se mantenían fijos en él, con un odio indescriptible y la vista fija en ambos.

—¡Vlieg, Vhagar! —No lo pensó dos veces y ordenó. Sus manos sudaban bajo su agarre cuando las alas del Cortatormentas se alzaron sobre los vientos y dejaron el bosque atrás. El Furia Espectral no tardó en ponerse en marcha detrás de ellos, el viento se sentía como una ola pesada de atravesar, la niebla flotaba a su alrededor y la lluvia caía incesante. No había nada que pudieran hacer en ese momento, más que volar y ocultarse—. ¡No te detengas!

Sabía que no había mucho por hacer estando en un día como ese. Vhagar estaba debilitado por la lanza que le habían asestado bajo el ala y su vuelo era un poco desequilibrado. El frío solo ayudaba a que los huesos de Brynden se sintieran cada vez más pesados y conforme pasaron los minutos huyendo por el cielo, el agarre se volvió flojo. No podía escapar del Furia Espectral, tenía muchos elementos de la naturaleza a su favor y era más joven que Vhagar.

—Podemos hacerlo —alentó y bajó su mano para acariciar la mandíbula del Cortatormentas, quien respondió con un suave aullido—. Kalm, Vhagar.

A donde fuera que iban, la niebla los perseguía. Los truenos en el cielo se sentían cada vez más cercanos mientras volaban sin rumbo fijo, erizando la piel del joven de los Warren. El Furia Espectral no tardó en alcanzarlos sobre las nubes, el plasma volaba en distintas direcciones en un azul eléctrico que resplandecía con las centellas emitidas por la tormenta. Con miedo en sus ojos, Brynden observó por detrás a los persecutores y se aferró como pudo a Vhagar. Montar un dragón era complicado, hacerlo sin el equipo adecuado era más que arriesgado.

Con miedo, echó un último vistazo hacia el berserker que reía por encima de él y golpeaba a Draco para que les continuara atacando. Una vez más, devolvió la vista al frente y se aferró a su agarre, podía sentir la adrenalina corriendo a través de sus venas cuando Vhagar aumentó la velocidad y desafió al viento y la tormenta.

Fue rápido y aterrador, la tormenta rugía por encima de ellos y el corazón le latía como nunca antes. Se sentía tan cerca de la muerte... Pero, al mismo tiempo, sentía que podría lograrlo. La corriente de aire los empujó y les permitió esquivar cada uno de los ataques del Furia Espectral y la carrera sobre el cielo se tornó más intensa. Atravesaron la nieve y esquivaron los potentes ataques del dragón detrás de ellos.

—¡Vamos, Vhagar! —apremió, tras ver con esperanza el cielo aclararse—. Vlieg, Vhagar —pidió y el dragón se impulsó hacia arriba con la fuerza del viento. Tomó coraje observar detrás de él y el pecho se le infló de aire hasta que comprobó que el Furia andaba atrás de ellos. Debían de encargarse del berserker y muy probable el dragón les dejaría de atacar—. Gèilleadh dhomh —ordenó y el rugido en el cielo sacudió hasta sus entrañas—. ¡Baja! Vamos, Vhagar, más rápido. —El batido de las alas de Vhagar se había vuelto increíblemente fuerte y pesado, sus alas crearon torrentes que impulsaron y alejaron al Furia lo suficiente y lo ayudaron a recobrar velocidad, mientras descendían—. ¡Það er kominn tími, Vhagar!

Antes de caer en picada sobre el océano, las alas del Cortatormentas se detuvieron en seco y una vez más, se impulsó para sobrevolar encima de las rocas del mar. Los instantes después fueron una eternidad pesada, los dedos de sus manos temblaron, mientras veía en la espera. La claridad del cielo ayudó a que la niebla se dispersara y fue ahí cuando lo vio. La persecución se tornó más violenta, cientos de volutas de plasma estallaron en su dirección y se impactaron de llano en su espalda. Volaron y rodearon las últimas montañas del Reino hasta que el vasto océano los recibió, con el cielo esclarecido por el día. Echó un último vistazo hacia sus persecutores, inspiró profundo y se preparó.

—¡Ahora, Vhagar, drekaeldur!

Con la emoción rebotando en su pecho, se aferró a las crestas solo para ver como el fuego de Vhagar empujaba hasta el océano al berserker que los había estado persiguiendo. La potencia del fuego impactó también al Furia Espectral quién cayó a la deriva y antes de que fuera a parar al mar también, las garras de un dragón brillante lo alcanzaron a tomar.

No pudo ver que especie se trataba, el dolor en sus articulaciones hicieron que por unos instantes cerrara a sus ojos. Pero cuando los volvió a abrir, fue demasiado tarde.


⚘❀༄


Un golpe duro y gélido lo devolvió a la realidad. El sabor metálico de la sangre rozando sus labios solo volvió más real el dolor. Leith se llevó una mano a los labios y sus cejas se fruncieron al ver al vikingo con las intenciones de darle un nuevo golpe. No obstante, esta vez fue rápido y alcanzó a esquivar su ataque.

—Pensé que la ejecución de las familias Sallow y Ajax sirvieron como buen ejemplo para la sociedad. —Se mofó Tiberio desde su trono, hizo un asentimiento a los vikingos de sus lados y se aproximaron para tomar a Leith de los brazos e impedir que se moviese. Con un simple movimiento de mano, uno de los berserker lo golpeó en las costillas arrebatándole el aire—. Por lo visto, no está haciendo bien su trabajo, Comandante. ¿No había dicho que mótspyrnan era una mentira? Hace unas horas llegó a mí diciendo que esclareció los puntos a los ciudadanos de las nuevas leyes e indagó en el misterioso grupo de rebeldes dispuestos a retirarme de mi trono.

» Un reinado seguro es el que me debería de otorgar, usted es Comandante por mí, no lo olvide. Ha prestado un juramento y deshonrarlo costará su vida —recordó, el dolor atravesó su mandíbula cuando uno de esos hombres lo obligó a mirar hacia el frente y su nariz inspiró, para intentar calmar sus pulmones—. Espero que tenga una buena explicación para lo que sucede.

—No la tengo, señor —admitió con pesadez, tosió con la voz ronca y escupió un poco de sangre—. He seguido sus órdenes tal como me las encomendó, no estaba al tanto de la rebelión en el pueblo. He venido ante usted tan pronto me he enterado, es todo lo que tengo por decir.

Dos soldados de Kain lo tomaron firme de los brazos para obligarlo a caminar, hasta quedar a solo unos pasos del trono y Tiberio. El sudor corría por su pecho desnudo e hizo el rostro hacia un lado cuando uno de sus antiguos compañeros intentó limpiar la sangre de su boca. Escupió a sus pies y miró con indiferencia a Tiberio. 

Tiberio sopesó sus palabras. Como si hubiese algo extraño en la situación, el hombre se incorporó de su trono y sobó sus sienes, mientras bajaba los peldaños. Se veía tan estresado como él mismo lo estaba. Fue en la medianoche cuando Randall acudió a sus aposentos preocupado por la desaparición de su hijo Brynden y ambos fueron en su búsqueda; para cuando llegaron, los hombres del pueblo salían de sus casas con armas y fuego, pese a la tormenta. En un principio, intentaron ahuyentarlos hasta sus casas para controlar la situación ahora que el hijo de Warren estaba desaparecido. Sin embargo, su oposición solo avivó la llama de justicia de aquellas personas y fue inútil detenerles.

Leith no participó en dicho levantamiento como hubiese querido; era consciente de su posición y sabía que si Tiberio conseguía controlar la situación, él ya no tendría más su confianza. Así que trató de mantenerse tan ajeno como pudo a lo ocurrido en medio de la tormenta; pero no pudo decir lo mismo de Randall, quien se unió a la batalla cuando sus hijos salieron a la vista.

—Si uno de mis Comandantes es incapaz de detener un torpe levantamiento como este, entonces ya no me sirves. —Fue ahora la mano de Tiberio la que se estampó con brusquedad sobre su mejilla izquierda y volteó su rostro. El ardor fue abrasador y requirió de mucho autocontrol para no devolver el golpe—. Debes comprender que has dejado al reino en una situación vulnerable y a mí me has hecho ver como un rey débil. —No permitió, ni dio derecho a que Leith dijera algo en su defensa. Con un vasto movimiento en manos, los hombres que lo sostenían para golpearlo tomaron sus brazos y lo llevaron hacia su espalda para impedir su escape—. Lidiaré contigo cuando me haya encargado de ese traidor Warren, enciérrenlo en el calabozo.

¡Warren! ¿Lo habían capturado? Tardó unos momentos en recobrar la cordura de su cuerpo e intentó zafarse del agarre de esos hombres.

—¡Alto! Por favor —pidió, su voz sonó desesperada, más no pudo evitarlo. Los hombres lo empujaron, forzándolo a caer sobre sus rodillas y le sujetaron las muñecas con una larga cadena, el frío metal apretó sus brazos y este mismo frío recorrió su espalda hasta el cuello, donde formaron un collar con ese metal—. No he desobedecido a mi juramento, permítame redimirme.

—Lo voy a considerar.

La respuesta de Tiberio fue clara y cuando menos lo pensó, su mente fue arrastrada hasta los confines de una oscuridad abismal.


⚘❀༄


Un sol oscuro dio paso al amanecer.

En el reino de Kain, las cenizas flotaban en medio del campo como los diminutos copos de nieve cuando estaban en los meses de invierno. Se desplazaban con ayuda del suave viento que las guiaba hacia el océano, a través de Airgead y al final, las pequeñas motas se perdían entre la espesura de los árboles.

Durante mucho tiempo, Randall había sido partícipe de tantas batallas de las que le gustaría admitir. Creció en una época donde Kain aún no era propiamente aceptado por los vecinos vikingos del archipiélago y, a consecuencia de ello, recibía asaltos y ataques casi diarios. Desde pequeño, se vio forzado a abandonar cualquier sueño que tuviera y aferrarse a la espada que su padre puso en su mano, para proteger el Reino. Los años luchando y las batallas venideras, le hicieron valorar los momentos que pasaba con sus personas más queridas.

Habían batallas que tan pronto comenzaban, estas culminaban. Pero también había aquellas que podían durar días o meses. Para su desgracia, él había enfrentado ambas, desde una edad tan joven; por las malas, había valorado todo lo que se perdía cuando uno se hacía partícipe de estas. Valorar los momentos, las comidas, las risas y el acompañamiento. Porque cuando uno estaba en el campo de batalla, lo único que tenían presente siempre era la soledad que venía con ello. Estando en el campo de batalla, uno era consciente de que podría ser su última vez con vida y, por ello, luchaban para ver un día más.

En el caso de esta batalla, Randall Warren luchó para asegurar la supervivencia de sus hijos y de todo lo que creía correcto. Desgraciadamente, perdió.

—Cuando me convertí en el Rey de Kain, juré defender y proteger el sueño de mis antecesores para que el reinado prosperara de todos aquellos que querían destruir lo que por años se formó en nombre de los Whiterkler. En el nombre de los Señores del Cielo y las Estrellas; en el nombre de Dios. Mi deber es ejercer justicia ante aquellos que buscan romper la paz. —La voz de Tiberio ejerció poder delante de la multitud que rodeaba el Refugio; el lugar inicial de la batalla perdida en las horas de la madrugada. Aquel hombre avanzó en pasos lentos, arrastrando la capa rojiza con el nuevo símbolo del Reino y la corona dorada sobre sus cabellos canosos—. Han intentado desafiarme y han perdido, la vida de muchos de ustedes se ha perdido y se perderá debido a estas imprudencias. Lo que sucedió hoy, no debe quedar impune, pues he sido atacado, humillado y desafiado por mis propios súbditos.

¿Qué es lo que siempre llevas en mente cuando vas a la batalla?

Aquella fue la primera pregunta que Said le hizo durante su primer combate, algunos años atrás. En aquel momento, Randall dudó y se debatió entre las palabras que podría otorgarle a su hijo para que sintiera esperanza y no diese la batalla perdida. Pero la respuesta, incluso cuando tardó en decirla, la tuvo siempre presente.

Sí muero, será la última vez que vea a las personas que más valoro. —Había respondido, se inclinó y tomó el hombro de su primogénito para alentarlo—. Mi mente siempre está dispuesta en luchar para vivir otro día.

Aquello se lo había enseñado Branden la primera vez que se conocieron. Se hicieron amigos en el campo de batalla cuando Branden tenía trece y él quince. Pelearon lado a lado, espalda con espalda, aprendieron las maneras de luchar del otro, compartieron armas y secretos. Atravesaron cada batalla nueva que se les presentó y sobresalieron como ningún otro, teniendo en cuenta su objetivo.

El objetivo en la vida de Randall no había cambiado desde aquel entonces, solo que en este momento, estaba enfrentando la batalla real de una guerra que había comenzado años atrás cuando injustamente vio a dos de sus amigos morir. Los sacrificios eran necesarios, las guerras no se ganaban de la noche a la mañana. Podían enfrentar mil derrotas antes de conseguirlo, aun así, era consciente del papel que cada uno de ellos jugaba para lograrlo.

—Que en su conciencia permanezcan las consecuencias de su imprudencia como esta —prosiguió Tiberio, una fila de cinco hombres pasaron por encima de una tarima y los hicieron subirse a un taburete, las cuerdas rodearon sus cuellos y, en segundos, los guerreros vikingos tumbaron los taburetes llevando a esos hombres a su muerte—. Y que sepan el castigo, de aquellos que intenten hacer algo insensato como esta noche.

Las mujeres alrededor sollozaron con temor cuando los soldados comenzaron a retirar los cuerpos y lanzarlos sobre el espacio despejado como sí fuesen desechos. Costó coraje observar cómo la vida de sus seres queridos era tomada sin titubear. Hombres apretaron los puños, impotentes por no poder realizar nada. La batalla había sido perdida, todas esas vidas que murieron en el campo y todas esas vidas que serían arrebatadas por comando del Rey.

Con pesar, Randall estuvo presente en cada una de las muertes de aquellos hombres honorables que se unieron a su lado en batalla y pelearon con lo que encontraron. Los miró a los ojos y agradeció su valentía y coraje para luchar por lo que era correcto. Tomó coraje no apartar la vista de ellos, tomó esfuerzo permanecer estático en su lugar sobre el suelo, de rodillas, con los brazos encadenados y las cortadas que atravesaban su cuerpo. Costó el no apartar la mirada al saber el destino que les depararía, los soldados siguieron cargando cuerpos y lanzándolos como basura. Los vikingos continuaron atando la soga al cuello de los partícipes en la batalla. Mujeres, hombres, niños.

La vida les fue arrebatada.

—¡BASTA! ¡¿NO VE LO QUE ESTÁ HACIENDO?! —Una mujer gritó, la voz cargada de rencor y remordimiento por lo que estaba ocurriendo—. ¡Usted no está demostrando nada con esto! ¡Vea a su alrededor, estas personas son el futuro de Kain! ¡Estos niños! ¡Muéstrenos piedad, se lo suplico! —La mujer cayó sobre sus rodillas y el sollozo se convirtió en un llanto que erizó la piel de los presentes—. ¡Por favor! ¡Por favor! Ahí está mi hijo, solo tiene nueve años, no sabe lo que estaba haciendo. Permítame educarlo, Majestad, por favor...

—¿A cuántos más deberemos educar para que comprendan la importancia de respetar a su Rey? —inquirió con sorna Lord Cornelius, la vista indiferente hacia aquella madre desesperada y el niño con la soga en el cuello—. Esto que ha pasado, podría volver a ocurrir. Permitió que su hijo fuera partícipe de esta batalla, él supo lo que hizo, deberá pagar por sus crímenes.

—¡NOOO!

La mujer se incorporó y corrió llorando hacia el encuentro de su hijo, fue demasiado tarde cuando Lord Cornelius dio la orden y los vikingos retiraron los taburetes. Unos brazos la consiguieron sostener cuando esta pataleó y luchó por llegar a su encuentro, la arrastraron del lado contrario y la tumbaron sobre el fango creado por la tormenta al anochecer. Gritos, llantos, murmullos. Las personas en Kain vieron a sus familias perecer, pasaron incontables minutos hasta que el sol se aclaró un poco y dio luz sobre el Refugio. La fortaleza de los dragones destruida.

—Los presentes, mencionados a continuación, son los partícipes de la asociación mótspyrnan —informó Lord Cornelius—. Liderados por el hijo de Randall Warren, Brynden Warren comandó un ejército en busca de la liberación de dragones peligrosos los cuales habían sido sentenciados a muerte un día atrás. Lamentablemente, estos dragones consiguieron escapar debido a su levantamiento, infringiendo el Decreto 38° de las Leyes Sagradas y exponiendo al reino en un peligro inminente.

» Por tanto, como Protector del Reino y Mano Derecha del Rey Tiberio, Primero en su Nombre, Emperador de las Islas Airgead y Protector del Norte, condeno a Brynden Warren a muerte por decapitación. Además, su padre otorgará la mitad de sus tierras y posesiones como compensación por lo acontecido.

Un largo gemido se expandió por todos los presentes, cuando los soldados hicieron pasar al sabio niño de los Warren que les había ayudado en múltiples ocasiones. No estaba consciente en su totalidad, la sangre resbalaba fresca de su frente y su cabello azabache húmedo por el sudor cubría un poco sus ojos. Tenía la armadura desgarrada, los brazos con cortadas y caminaba con una renguera. Sus ojos azulados recorrieron la multitud en busca de algo y sus ojos se abrieron con sorpresa al reconocer la figura de su padre, hincada a unos metros por delante del taburete de madera.

—¡Papá! Papá... No pude escapar, perdóname... Que...quería que m-me reconocieras c-como...

—¡Avanza! —El vikingo que lo escoltaba, le terminó empujando haciendo que sus rodillas flanqueasen. El temor sucumbió en el cuerpo de Randall y escupió sangre, cuando intentó incorporarse para ayudar a su hijo, cuyos ojos celestes brillaban del temor—. Quédate ahí, Warren. Camina.

El hombre tomó a Brynden del cuello de la camisa y lo forzó a caminar hasta que llegó frente al taburete. Lo tiró de rodillas sobre este y con la ayuda de otro berserker, lo tomaron de los hombros y lo inclinaron, con la cabeza al flote y el cuello sobre el espacio de la madera.

Randall prosiguió escupiendo más sangre, sus pulmones dolían. Quería decirle algo a su hijo, las palabras no llegaron. Los susurros se expandieron, alterados y asustados. El verdugo afiló su hacha y Tiberio esbozó una sonrisa.

—Pensar que todo esto lo hiciste por tus hijos y ahora, no tendrás a ninguno de ellos —escupió el hombre y la rabia hirvió en su sangre como un volcán. Intentó incorporarse de nuevo, se aferró a sus músculos y luchó por mantenerse en pie, pero tan pronto se alzó cayó sobre sus rodillas y su rostro impactó en el suelo—. Pudieron haberlo tenido todo, conmigo como su Rey. La familia Whiterkler y Warren no tenía por qué separarse de esta manera, juntos, seríamos invencibles.

—L-la única W-Whiter...kler a q-quien c-confiaría m...mí vi..da es S-Sigrid Whiterkler... —No supo cómo, las fuerzas emergieron desde su cuerpo y cuando se incorporó, sus piernas no fallaron. La voz regresó a sus pulmones, sintió la calidez cubrir su cuerpo y al cerrar los ojos, pudo ver la sonrisa de su amigo Branden. Las lágrimas acumularon sus ojos e inspiró profundo—. Yo no he traicionado a mi palabra, ni a mis ideales. Los Warren serán siempre el escudo de los Whiterkler, ahora queda una, la última de ellos. La única Reina en Kain, heredera al trono y con sangre real que alguna vez responderé es Sigrid Whiterkler. La esperanza de este Reino.

El rostro de Tiberio se fue contornando debido a la impresión y la furia por las palabras de Randall. Apretó su mandíbula y sus manos hicieron un esfuerzo por no desenvainar la espada y perder la cordura ahí mismo. Randall permaneció de pie, con las manos encadenadas recargadas en su estómago. El rostro determinado y la vista al frente, para no demostrar su miedo. Miró a Brynden sobre el taburete, escuchó su temor y el corazón se le encogió; pero no dejó que Tiberio viese esa faceta de él.

—Qué bueno que estás en pie, tendrás una mejor vista de la cabeza de tu hijo cuando se la arranquen —bisbiseó con sorna el Usurpador, los músculos de sus huesos se tensaron y se obligó en mantener la calma.

Era como sí el mundo a su alrededor hubiera dejado de existir, los murmullos y sollozos de la población desaparecieron cuando Randall fijó sus iris en los contrarios. Esta era su verdadera batalla, él lo sabía, sabía que por esa razón, había seguido con vida hasta ese momento. Aquel día en el ataque del castillo, cuando la muerte de su amigo aconteció, él debía haber muerto... Pero se consiguió recuperar. Después de meses, preguntándose la razón o la suerte, comprendía finalmente que esta sería su última batalla. Por su Reina. Por sus hijos. Por su familia. La sangre debía prevalecer y para que ocurriese, sus hijos debían vivir.

—Usted no hará eso. —Una voz femenina emergió desde la multitud, Randall se giró y su corazón se ralentizó al reconocer la cabellera castaña de su esposa Giselle—. O seré yo quien tendré su cabeza.

—¡Guardias!

—Yo no los llamaría si fuera usted. —Otra voz conocida, le hizo girarse hasta distinguir los ojos avellanas característicos de su primogénito. El alivio hizo que derramara algunas lágrimas al ver a su hijo con vida e inhaló una gran bocanada de aire—. ¿Sabe? Lo grandioso de los Alacambiantes es que pueden camuflarse con cualquier elemento de su entorno para no ser reconocidos, la ventaja de una Pesadilla Cambiante es que se vuelven invisibles en su totalidad. Una orden en vano, un intento por lastimar a mi hermano y Nymeria arrancará la cabeza de su cuello.

En cuestión de segundos, el metal de las espadas silbó al ser desenvainado de sus fundas. Tiberio se giró en todas direcciones intentando identificar sí sus palabras eran reales, caminó, atento a sus movimientos y lo que había alrededor. Las voces se extinguieron, con el Usurpador intentando encontrar los rastros del dragón, pero entonces, la primera fila de vikingos cayeron al suelo inconscientes, en un sonoro estrépito.

—Uy, no me agradaría estar en su lugar —prosiguió Said, salió finalmente de la multitud con la espada en mano y una sonrisa a medias—. Nym puede ser increíble, ¿a qué sí?

Un rugido sacudió la tierra como respuesta y la multitud comenzó a dispersarse del miedo. Said alzó los brazos y sonrió sin mostrar los dientes.

—No deben creerse todas las cosas que este viejo rabioso les haya dicho, Nymeria ni cualquier otro dragón atacan, a menos que sea necesario —explicó, posaba su espada desenvainada por detrás de su espalda y encimita de la nuca, en una posición lo bastante cómoda como para sujetar una espada. Caminó, inexpresivo, sus ojos avellanas estaban más sombríos de lo habitual—. Usted va a liberar a mí familia y le aseguro que ningún daño vendrá a usted.

—Si ese dragón viene, quiere decir que Sigrid está aquí. Entrégala a cambio de tu familia y mis guerreros les dejarán irse, ignoraré la falta que han cometido en Kain y estaremos en buenos términos —propuso Tiberio, no hizo ningún movimiento. Pero con una mirada, bastó para que sus hombres alzaran las armas—. Podrán inclusive llevarse a esa bestia.

Una masa de aire golpeó a las personas cercanas al rey cuando murmuró aquello último. Las escamas y la piel de la Pesadilla Cambiante se materializaron frente a la multitud y sus fauces se abrieron, mostrando sus largos colmillos blanquecinos. Su cola golpeó el suelo con fuerza y algunos soldados cayeron sobre la tierra ante la fuerza de su movimiento, los soldados del Rey desenvainaron sus espadas y el pánico cundió el lugar en menos de un santiamén. Se escuchó un crujido y las garras de Nymeria partieron el taburete en pequeños montones de madera, alejando a Brynden con una de sus alas. Sus garras rasgaron la tierra y sus gruñidos se materializaron en un eco que erizó la piel de los presentes.

La población se dispersó tras el movimiento de la híbrida, Said y su madre alcanzaron a salir de los empujes y golpes que se crearon cuando Nymeria les gruñó a todos.

—Eso no ha sido muy amable de tu parte, Nym. —La híbrida rugió en respuesta y Sigrid se desplazó por sus alas hasta alcanzar el suelo, con cuidado, se inclinó ante Brynden y lo ayudó a incorporarse; ignorando las prontas lanzas y espadas que apuntaron hacia su persona—. Baja esas armas, Tiberio, no queremos que tu vida acabe tan pronto —añadió incorporándose, con las manos sobre su cintura y una sonrisa ladina. 

—¿Unos días con tus amigos los salvajes y sientes que lo puedes tener todo? —Hasta ese momento, Tiberio no había visto a Sigrid; cuando lo hizo, retrocedió de la impresión y la señaló con su espada. Los iris grises de Sigrid brillaban como el sol oscuro en el cielo—. Me has ahorrado la búsqueda que planeaba hacer para encontrarte. Te entregarás y aceptarán la oferta.

—¿Cuál es la amenaza de esta ocasión? —Se atrevió a preguntar, no pasó en desapercibido las miradas que Tiberio le dedicó. Se inclinó sin perder de vista las armas que la señalaban y ayudó a que Brynden montase sobre Nymeria.

—El Comandante Leith McLain. —Tiberio forzó una sonrisa de satisfacción al ver los ojos de ella abrirse ligeramente por la sorpresa—. En estos momentos, está siendo interrogado y custodiado por tres de mis mejores guerreros. Un intento en vano y la vida de ese hombre correrá bajo tus manos.

—Y soy consciente de ello —murmuró, un hilo en su voz. Pero no había venido a eso, le había prometido a Said que tendría en cuenta a que había venido; esta vez, las cosas serían diferentes. Estaba ahí para acabar con la tiranía de Kain de una vez por todas, la guerra requería de sacrificios... Las manos le temblaron cuando desenvainó a Snøstorm. Pero debía concentrarse, o todo sería por nada—. Nymeria.

Atendiendo a su llamado, las escamas de la híbrida comenzaron a adaptarse a los colores a su alrededor hasta que se volvió completamente invisible.

—¡Sálvese y proteja a mi hijo, por favor! —pidió Randall, se las había apañado para recuperar una espada y la sostenía con ambas manos encadenadas. Fue una señal y entonces, las espadas danzaron y la población comenzó a dispersarse.

—¿En dónde están? ¡Sácalo de aquí! —pidió Said, cuando no pudo distinguir hacia dónde había partido Nymeria. Tomó a Sigrid por los hombros e impidió que se fuera—. Ve con ellos.

—Nymeria protegerá bien a Brynden —repuso, alzando la espada de fuego azulado que Hipo le había regalado tiempo atrás—. Sí voy a sacrificar la vida de Leith, espero que sea por una buena razón, no me iré. Me quedaré aquí hasta que Kain sea un Reino seguro y elimine la amenaza.

Los primeros golpes fueron voraces, Said la alcanzó a empujar a tiempo para alejarla de un hacha ajena. No midió sus movimientos, deslizó su espada hasta arremeter contra un arma y el metal chocó en un resoplido que erizó los vellos de su piel. La armadura que le había elaborado su esposo, le permitió desplazarse con facilidad entre el campo, le había elaborado una coraza de metal para reemplazar los corsé de cuero que solía utilizar en batalla y había ajustado un vestido negro de mangas largas, al que le había hecho una abertura en la pierna izquierda lastimada. Pues para evitar posibles heridas en la antigua, creó una armadura similar a los brazales que le hizo, pero situada en la pierna por encima de la rodilla hasta los tobillos.

Un jadeo brotó de su garganta cuando el arma del oponente alcanzó a golpear la armadura del corsé creando un sonido ensordecedor y agradeció a Hipo y su atención, para que ese tipo de accidentes no ocurriesen.

—¡La quiero viva! —bramó Tiberio desde el otro extremo, rodeado por guardias que lo protegían. A la deriva, Randall luchaba contra un vikingo haciendo uso de sus manos encadenadas—. No me importan las muertes.

A la batalla se unieron pueblerinos que anteriormente habían salido huyendo por los rugidos de Nymeria. Tomaron aquello como ventaja para recolectar lo que fuese suficiente para defenderse, acudieron hombres con lanzas, mujeres con palos o cualquier otro artefacto que les permitiera luchar. Fue una carnicería... La sangre no tardó en cubrir una vez más el campo alrededor del Refugio, hubo gritos y jadeos de cansancio, alientos y promesas.

Muerte. Muerte. Muerte.

A donde fuera que iba, se dirigía hasta ella. Propinó dos espadazos en el pectoral de un berserker con el torso descubierto y lo apartó de un empujón, jadeó cuando la espada acarició su muñeca dejándole una mancha rojiza y el corazón le palpitó con fuerza. No iban a durar mucho, lo sabía al ver los cuerpos caer y cubrir la tierra, la sangre deslizarse como las aguas de un río, las carcajadas burlescas de aquellos berserker cada que quitaban una vida. Los soldados se aproximaban cada vez más a ella, algunos temían su encuentro y la evadían para pelear con otros, otros la atacaban y, otros, se retiraban y dejaban la espada en el suelo.

Pero evidentemente, no todos harían eso.

El sudor no tardó en correr por su rostro, un hombre de cabello largo y negro no tardó en verla vulnerable para atacar. Con un jadeo, consiguió interponer su espada y encender el fuego azulado para alejar al hombre; este no lo pensó mucho, esbozó una sonrisa y las espadas una vez más chocaron. El manejo del arma de aquel hombre era mucho más avanzado que el de ella, con su fuerza consiguió arrinconarla contra el muro del Refugio, las espadas danzaron y se golpearon; pero por más choques que dieran, no conseguía generarle algún rasguño siquiera.

Sus piernas flaquearon cuando no tuvo por donde más retroceder, a su captura se unieron un par de berserker con las capas de osos cubriendo partes de su cuerpo. El fuego de Ventisca no consiguió alejar a los hombres, aunque intentó y el miedo se volvió real cuando las figuras se aproximaron, dejándola sin retorno.

—¡Retirada, Said! —ordenó, pateó el estómago de un hombre, sin dejar de hacer uso de su espada—. ¡Váyanse de aquí!

—¡¿Estás loca?! ¡Espera, ya voy!

—Maldita sea. —Randall fue el primero en aproximarse, las cadenas de sus manos aún seguían sobre sus brazos, pero sería cuestión de tiempo para que estas se rompiesen finalmente. El mayor de los Warren propinó un cabezazo a uno de los hombres que la acechaban y clavó su espada en el pecho de otro.

Sigrid sola, no podía enfrentarlos... Pero con Warren, tenían oportunidad. O eso pensó. Fue un choque de metal que resonó en el cielo, sus botas levantaron un poco de polvo cuando se puso en marcha, se aferró a la fuerza combinada que ejercía su cuerpo al utilizar todos sus músculos y articulaciones. Fue así como consiguió derribar a uno de esos hombres, su espada danzó con el movimiento del viento y las palabras de sus antepasados acariciaron sus oídos en una suave melodía. Ella podía hacerlo.

Estaba preparada, había entrenado, sabía usar una espada, sabía usar su peso a su favor. Con eso en mente, dio un paso al frente; uno a la vez, sin retroceder. Alzó a Ventisca para combatir las armas ajenas y su espada se impactó de llano en el abdomen de un berserker, la sangre brotó desde su herida y su boca mientras el agarre de ella permanecía firme sobre el cuerpo sin vida.

Un quejido brotó de su garganta cuando una nueva arma golpeó su rodilla desprotegida y el dolor en sus articulaciones la desequilibró un poco, el sudor cayó por su frente y con coraje, consiguió liberar su espada del cuerpo robusto para combatir al otro hombre.

—¿Cuánto tiempo más seguirás así? —Se mofó uno de los hombres, propinándole un golpe en la espinilla que la hizo contraerse del dolor—. Ve a tu alrededor, niña, estás perdiendo.

—N-no soy una niña... Soy la Reina de estas tierras y defenderé Kain hasta el final.

Con determinación, alzó la espada con sus dos manos para atacar a aquel hombre. No obstante, el carraspeo de otro hombre y el filo de una nueva espada acariciando su nuca la hicieron detener sus movimientos. Fue cuestión de segundos cuando los demás berserker llegaron a ella y les rodearon.

—El rey te espera —bisbiseó uno de ellos.

—¡NO! —Las cadenas en las manos de Randall terminaron de romperse en un estrépito que distrajo a los hombres, con la fuerza de su espada, apartó aquella que amenazaba a Sigrid y propinó una patada al hombre más cercano—. ¡Corre, Sigrid, los detendré!

El temor acarició su espina dorsal, vio a los ojos del amigo de su padre, del hombre que la había cuidado en Berk durante su primera visita y los ojos le brillaron por las lágrimas que no tardaron en acumularse. Pasó saliva por su garganta y atacó a diestra y siniestra a los hombres que intentaron retenerla, Randall defendió su espalda y con su ayuda consiguió zafarse del alcance de aquellos hombres. Sus piernas temblaron en cada paso nuevo que dio, los brazos de Said alcanzaron a sostenerla, antes de perder el equilibrio y la sacó de la vista del Rey.

Corrieron tan rápido como pudieron, la mano de Said sostuvo su hombro contrario para ayudar a movilizarse; el corazón de ambos latía con fuerza y miedo.

—¡¿Qué están haciendo?! ¡No, suéltenlo! —La voz de Giselle hizo eco y ambos se detuvieron en el campo, con el bosque relativamente cercano a ellos. El miedo opacó los iris del kainiano y bastó una mirada de ambos para que este la soltase y se pusiera una vez más en marcha hacia los soldados—. Por favor... Por favor...

Las piernas de Said corrieron tan rápido como pudieron, su corazón latió desbocado, el sudor corrió por su frente y la desesperación engulló sus sentidos. Ya casi llegaba, ya casi llegaba... Se aferró a ese pensamiento, se escucharon peleas y risas burlescas, las lágrimas por la desesperación corrieron por su rostro... No, no, no, no, no... Sacó las fuerzas necesarias para apartar a un par de vikingos que se acercaron a su encuentro, hasta que un grito heló su corazón y paralizó sus piernas.

—¡GISELLE! —La voz de su padre fue profunda y desgarradora, caló en lo profundo de su cuerpo—. ¡NOOO! No...

—¡Mamá! —gritó desde lo profundo de su corazón, su pecho latió con fuerza y sus pulmones exigieron aire.

Se hubiera desplomado ahí mismo, pero sus sentidos reaccionaron al entorno a su alrededor. Su padre... Debía de salvar a su padre. Algunas lágrimas rebeldes descendieron de sus ojos avellanas cuando se echó a correr tras ver a los berserker, aún podía llegar a él...

Aún podía o eso pensó.

La fuerza de otro hombre lo sacó del campo, rodaron sobre el césped hasta que los brazos ajenos lo abrazaron por detrás y le impidieron avanzar. Forcejó como pudo, uso su espada, sus brazos, sus piernas y gritó con desesperación. El tiempo caía encima y él debía llegar.

—¡Suéltame, suéltame! ¡Son mis padres!

—¡Y los míos!

La voz de Daven sonó amortiguada. Su hermano se aferró al agarre para evitar que se moviera, lo abrazó con fuerza como si desprenderse de él pendiera de su alma. La desesperación sumió los sentidos de Said en un estado de confusión y desesperación. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué no le permitía defender a sus padres? Desde la lejanía, vio la silueta de Tiberio acercarse al campo y a Lord Cornelius detrás de él. El hombre dictó unas palabras, las rodillas de su padre cayeron al suelo y Said gritó intentando alejarse de su hermano, lo golpeó con el codo, pero él resistió.

—¡¿Por qué no me sueltas?! ¡Debo... Debo hacer algo!

Su padre los miró una última vez, sus iris brillaron con nostalgia y esbozó una sonrisa sin mostrar los dientes. Como sí a través de ella, les dijera que todo estaría bien. No luchó de vuelta, se resistió y dos pares de manos lo tomaron de la espalda, forzándolo a inclinarse hasta que su vista miró el suelo bajo él y perdió el contacto con ellos. El mundo de Said Warren se volvió oscuro cuando la cabeza de su padre fue despojada de su cuerpo en aquella mañana tan sombría.

La sangre tenía precio y la sangre debía prevalecer.


⚘❀༄


Muertos. Sus padres estaban muertos.

Todo se volvió borroso alrededor de Said, fue un shock punzante el que lo ahogó, haciéndolo perder las fuerzas que anteriormente había tenido para pelear. El sonido del campo a su alrededor, de la tierra y de las personas se volvió un zumbido lejano que lastimó a sus oídos. Su pecho subía y bajaba con rapidez al intentar recuperar el aliento, inhaló y exhaló grandes cantidades de oxígeno que hicieron su boca temblar y su corazón palpitar con fuerza. Todo su cuerpo temblaba, entonces, el cuerpo de Daven debajo de él aflojó el agarre y un sollozo prolongado que trató de reprimir salió de su garganta. 

Aquel fue el sonido más desgarrador que Said escuchó, no pudo evitarlo y las lágrimas descendieron de sus ojos como cataratas salvajes. Fue un sollozo irreprimible el que acompañó esas lágrimas. Sus manos dejaron de ejercer presión y la realidad lo azotó a un golpe; su cuerpo débil se apartó de su hermano solo para girarse y estrecharlo en brazos, lágrimas y lágrimas brotaron de los ojos de los hermanos, no había palabras de consuelo que ofrecerse más que el mutuo acompañamiento. A ese abrazo se unieron Sigrid, Idunn y Astrid. 

—Tenemos que irnos de aquí —murmuró Sigrid con preocupación cuando se separaron, a tan solo unos metros la silueta de Tiberio sobre un corcel daba órdenes a una gran fila de soldados y guerreros berserker. El cuerpo de Said no reaccionó a sus palabras—. Vamos, tenemos que irnos. 

La kainiana se incorporó de inmediato, limpiándose el rastro de lágrimas que había corrido por sus ojos. Ella y Astrid compartieron una mirada al ver que el primogénito de los Warren seguía sin reaccionar a sus palabras. Idunn tendió una mano y ayudó a incorporar a Daven. 

Las flechas no tardaron en surcar los cielos hacia su dirección. La piel de Sigrid se erizó al ver las grandes filas de soldados que Tiberio comandaba bajo su mandato, los berserker eran los primeros, con lanzas de gran tamaño acompañadas de escudos resistentes. Una sonrisa de complacencia curvó los labios del Usurpador tras cabalgar en su dirección y observar lo indefensos que estaban. La victoria estaba asegurada. 

—¡Tenemos que irnos, Said! —Las manos de Astrid lo tomaron de los brazos con fuerza y lo forzaron a incorporarse, las filas de soldados marcharon imperturbables hacia ellos. Pero él siguió sin reaccionar—. Mírame, Said... ¡Said!

La rubia lo zarandeó lo suficiente para que este prestara atención a ella, el castaño se dejó llevar por el sonido de su voz y sus ojos. Aquello fue suficiente para que Said regresase a la realidad, sus ojos avellanas adquirieron un tono oscuro cuando se incorporó y tomó con fuerza su espada haciendo que sus nudillos se tornaran blanquecinos. Aunque trató de hablar, no formuló ni una oración. Su garganta enronquecida y el nudo en ella lo mantenía sereno... La sensación que tenía en esos momentos no se comparaba a ninguna otra. Se sentía como sí le hubieran arrancado el corazón del pecho.

—¡No podremos evadirlos! —exclamó Sigrid sumida en la desesperanza, la muerte de Giselle y Randall Warren había impactado en cada uno de los presentes. Desenvainó a Snøstorm con las manos temblorosas y el ardor de las heridas recorrió su brazo cuando lo hizo—. Son demasiados... 

—Entonces está claro lo que haremos. —Said alzó su espada y a él le siguieron Daven, Idunn y Astrid. Posicionándose a un lado de ella, su corazón latió con fuerza, con orgullo y con asombro al ver a sus amigos a su lado. Algunas lágrimas corrieron por sus ojos plateados al ver que iba a resistir y combatir al enemigo, pero no lo haría estando sola—. Nos tendrás a tú lado —prometió su amigo.

El enemigo comenzó a avanzar, con las lanzas apoyadas de manera horizontal para atacar. La voz de Tiberio resonó por todo el campo, el hombre habló en la lengua aotromneach, inflando el pecho de orgullo. Los hombres lo escucharon y se inclinaron ante él, venerando sus ideales y todo aquello que representaba. La capa roja con el símbolo de su monarquía, ondearon por el movimiento del aire frío. El Usurpador desenvainó su espada, cuyo metal resplandeció y cuando la alzó, sus guerreros se pusieron en marcha. 

Algunos copos de nieve comenzaron a caer desde el cielo, la escarcha abundó en el Reino como un nuevo signo de esperanza cuando una nueva voz se hizo presente. 

—Kain va a encontrar su libertad el día de hoy —prometió aquella persona y Sigrid supo, que pelearía por defender lo suyo, hasta el final. 

Sorprendida, bajó la espada solo para ver los rostros de personas conocidas y desconocidas arribar hasta su posición. Viejos amigos de la infancia, como el rey Einar de Fafnir a quién conoció cuando se hizo amiga de Nymeria y le ayudó a entrenarla. Unos gritos de euforia, guiados por las voces de los gemelos Torton, le indicaron que los berkianos se aproximaban con hachas en alto y cuando sus ojos encontraron los de Valka, su corazón latió con alegría y sorpresa. Los guerreros de Fair no tardaron en aparecer, liderados por Alistair Kerr usando una capa rojiza como la de su hermana. 

Las fuerzas del enemigo se detuvieron cuando Tiberio dio la orden. Un nuevo gritó se escuchó y las fuerzas armadas del Principado emergieron desde los campos del sur, comandados por el Rey Kenneth Ruadh y... Su madre, Kenia. 

Tomó mucho valor mantenerse tranquila cuando la sonrisa que su madre le dio, le otorgó la esperanza que había creído perder. La mano de Astrid la tomó del brazo para evitar que cayese de la conmoción y un nuevo rugido sacudió la tierra. 

La luz de sus ojos se iluminó cuando su esposo apareció en el sendero, con Leith y los soldados de la Guardia Real detrás. Un nuevo rugido sacudió la tierra y la sombra de Nymeria se materializó ante los presentes y con ella, Brynden y Lyanna sostuvieron sus espadas. Y cuando pensó que aquellos serían todo, a su filas se unieron con espadas en alto los pueblerinos, los heridos y los humillados, los desertores y los leales. El corazón de Kain. 

Un muro de escudos se alzó en las filas enemigas, los cuernos resonaron sobre el cielo y la nieve convirtió el campo blanquecino. Cuando Sigrid encendió el fuego azulado de Snøstorm, lo que los berserker vieron esa mañana templada, fue el inicio de su destrucción representada por una mujer, con un lobo huargo detrás de ella. 

No todos los guerreros vikingos tenían un fylgjur... Pero la fylgja de ella, era aquel lobo cuyo aullido resonó en el oír de cada guerrero.

En el campo que los separaba, ella caminó, con tristeza y alegría; con seguridad y pena; con confianza y determinación. Retuvo el aliento, hasta que estuvo unos pasos por delante de todos sus aliados e inspiró del aire frío. Con cuidado, dejó la espada en la tierra y alzó la manga de su vestido y observó los tatuajes en su antebrazo que representaban el principio del fin. Observó los pilares del Reino, las runas antiguas y la runa que compartía con Hipo. Después se enfocó en la última runa, observó el lobo formado en constelaciones y por primera vez, se vio reflejada en él. Y pudo ver a su padre antes de ella, su abuelo y todo Rey que portó la corona para hacer el bien. 

En su momento, soportó la carga en su pecho, tan pesada y tan difícil de alcanzar. Ahora, esta misma la liberaba, pues ya sabía cuál era su destino. Una vez más, bajó la manga y miró al frente, a la multitud de soldados avanzando hacia ella. Inspiró profundo y tomó su espada, cuyo fuego azulado derritió las pequeñas escarchas que se rozaron el arma. Las tropas enemigas se pusieron en marcha, con un muro de escudos inquebrantable y ella los esperó, preparada para dar la señal. 

La sangre iba a prevalecer ese día y esa sangre, sería la suya.  

Primero que nada... *corre* 🏃🏽‍♀️🏃🏽‍♀️🏃🏽‍♀️

No me maten xfa, mejor lloremos juntos 🥺. La verdad es que hoy no tengo mucho que decir, me dolió escribir este capítulo, mis niños Warren se quedaron huérfanos 😭. Este es el peso de la guerra y las acciones de Tiberio, tenía que pasar. Me disculpo por las lágrimas, un abrazo🫂 

Randall y Giselle fueron literal la canción born to die de Lana del Rey. No odien a Daven por detener a Said, no se hubiera salvado sí hubiera intervenido 😞.

Les presento la armadura y vestimenta que Hipo le hizo a Sigrid <3 y la armadura que Hipo se hizo para la guerra *créditos a sus respectivos autores*

Traté de narrar y describir el cómo se daban cuenta de lo ocurrido y llegaban a Kain, pero decidí dejarlo a su imaginación y criterio, pq quería que este cap estuviera más enfocado en los Warren. Narrar desde la perspectiva de Brynden fue completamente nuevo para mí, pero amé, mi niño es un solecito que merece que lo protejan y miren, inició la revolución él solito jasjsj 🥺🥺🥺. I'm so proud of him. 

En cuanto a la sección de preguntas, aún tienen tiempo de formular todos sus cuestionamientos, pues pretendo responder a todas sus dudas en el apartado del segundo acto. Pueden ser preguntas inclusive sobre el próximo acto, que se imaginan que pasarán o qué es lo que tienen ganas de saber. Aún hay tiempo, pregunten, gracias.

Sin más, espero que les haya gustado el capítulo, díganme que les pareció, me esforcé al narrarlo y escribirlo. No olviden sus votitos para poder actualizar el próximo capítulo <3. 

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