━━VII: this is my queendom
━━CAPÍTULO SIETE━━
【 ESTE ES MI REINO 】
Nuevamente estaba soñando, la luna brillaba tan potente sobre los bosques, iluminando hasta las más ocultas cuevas sobre la montaña. Hacía un viento gélido para nada molesto y pequeños copos de nieve se deslizaban hasta formar parte de la tierra misma. El azul predominaba en el bosque, el cielo reflejaba sus colores sobre las ramas de los árboles y los lobos de pelaje blanco se unían a la naturaleza y a la noche, adquiriendo esos mismos colores.
Ahí se encontraba ella, caminando sobre la montaña, sus piernas cansadas hacían lo imposible por dar un paso más hacia arriba, hacia donde la luna se situaba para poder admirarla. El miedo en sus sueños era algo inexistente, porque en su ser, se sentía con una libertad incondicional que no había sentido jamás. Su pecho rebosaba de alegría, su corazón se mantenía tranquilo y su mente permanecía aliviada; ninguna preocupación la albergaba en lo absoluto. Ahí, en sus sueños, era alguien completamente diferente a como era en la realidad. Ahí no tenía miedo, ahí sentía que inclusive podía correr con los lobos que la esperaban sin falta durante las noches para guiarla a través del bosque.
Porque eso era lo que veía en sus sueños sin falta. Una manada de lobos esperándola al inicio de la colina, con ojos grises tan brillantes que hacían contraste con el color que adquiría la luna durante cada mes.
—Sigrid.
Y sus sueños tendían a terminar siempre que mencionaban su nombre.
⚘❀༄
Nattstjerner.
Muchos años atrás, antes de que la familia Whiterkler pasase a formar parte del legado monárquico, se contaba que pertenecían al norte de todo. Donde las estrellas se alineaban con el mar al anochecer, donde la tierra y el cielo se hacían uno, donde la naturaleza y el hombre compartían lo mismo. Las estrellas caídas en aquel entonces, significaban esperanza y la llegada a un nuevo legado. Y siguiendo el poder de las estrellas, fue como los Whiterkler se habían abierto a través de la sociedad, dejando el legado de sus ancestros y persiguiendo un nuevo destino. ¿Habrían tomado la decisión correcta?
En muchas ocasiones Sigrid intentaba encontrar una respuesta a esa pregunta, el conocer más de las antiguas tradiciones conforme leía los libros de la biblioteca hacían que se preguntase si la decisión tomada por sus antepasados había sido la correcta. Muchas cosas habían sido dejadas atrás, pocos kainianos en la actualidad recordaban lo que Rekvhan había significado para ellos cuando las estrellas eran sus aliadas, se habían vuelto más dependientes a sí mismos y desconfiados en lo que la naturaleza les llevaba, se habían distanciado de lo que significaba ser una estrella de la noche y había perdido valor el identificarse como sangre de su sangre.
Todas esas cosas que a la larga descubría, le hacían preguntarse si de verdad valía la pena todo lo que estaba sucediendo. ¿Valía la pena el haber perdido parte de lo que eran si tenían estos nuevos títulos? Y si solo fuese una simple persona, sin título, sin poder, sin responsabilidad y sin temores, ¿sería mejor o sería igual? Quizás no habrían acontecido tantas muertes, pero eso significaría el probablemente no haber nacido, no haber conocido a sus padres, haber conocido a Hipo, haber encontrado un pequeño rastro de luz en su vida y descubrir que tenía un hermano.
Aquello último era su más constante pensamiento, hacerse la idea de que tenía un hermano aún costaba asimilar, se sentía como el filo de mil navajas a punto de atravesarla, viendo con lentitud el cómo se dirigían hacia ella y sin importar lo que hiciera estas llegarían a su destino. A veces pensaba que todo era un sueño, que despertaría y que Erwan no sería nada en su vida, solo sería un extraño. Pero la verdad era distinta, ¡tenía un hermano! Y aunque intentase hacer algo con esta nueva posibilidad, encontrar un poco de luz rodeada de tantos secretos, lo único que sobresalía en su corazón era su preocupación constante de lo que aquello significaba porque ambos estaban condenados. Estaban condenados a saberlo ellos y a mantener el resto del mundo ignorantes; estaba condenada a ser consciente de que tenía un hermano al que no conocía en su totalidad más que su nombre. Esa era su realidad.
Sin embargo, antes de que pudiese seguir lamentándose de lo miserable que parecía ser su vida, un golpe gélido le robó el aliento devolviéndola a su realidad de ese instante. La cubeta que acababa de echar a su bañera, a comparación de las otras, tenía el agua completamente helada, inclusive pudo sentir trozos de hielo hacer contacto con su piel desnuda llena de jabón. Un jadeo escapó de sus labios, viendo a la criada regresar con otra nueva cubeta que seguro estaría igual de helada.
—¡No! ¡No pongas más! —ordenó al ver la intención de la señora, la piel en seguida comenzó a temblarle debido al cambio de temperatura. Si bien Kain era frío en exceso, los únicos momentos en los que podía disfrutar de una calidez era en el baño—. Esto está muy helado, no había necesidad de más.
—Lo siento, Majestad, al ver que no reaccionaba pensé que el agua la estaba quemando. —Se justificó la mujer y Sigrid tuvo que alzar la vista para verla a los ojos, el rostro de la criada estaba completamente serio, sin rastros de preocupación o intenciones de ayudarla más—. Es por ello que le he traído este agua, seguro ahora estará más que cómoda.
—En lo absoluto —negó irónica, el frío le calaba atroz sobre su piel, había detenido el temblor pero aún así, sentía como cada parte de su cuerpo se entumía gracias a la temperatura del agua. Recargando las manos en el borde de la tina, hizo el esfuerzo por levantarse pese a su cuerpo inmóvil—. Creo que ya he estado lo suficiente dentro de esto, me levantaré ya.
—Quizás no debería hacerlo.
—¿Disculpa? —preguntó un poco contrariada por la situación, si bien le gustaba hablar con sus criadas, con esta nunca había tenido la oportunidad de hacerlo. Pero la manera en la que se estaba dirigiendo hacia ella no le gustaba en lo absoluto—. ¿Puedo saber por qué?
—Majestad. —La mujer hizo una leve inclinación, dando señas a su marcha; pero Sigrid no se inmutó y se incorporó, aceptando la toalla que otra de sus criadas le ofrecía.
—Quédate —mandó, un suspiro de alivio escapó de sus labios cuando sintió la calidez envolver su cuerpo—, ¿por qué no tratas de explicarme qué es lo que pasa?
—Porque no ha pasado nada, Majestad. —Sigrid entrecerró los ojos sin creerle nada, alzó una ceja y se cruzó de brazos—. Si me disculpa, tengo otros labores que hacer.
—No los vas a hacer hoy, vamos a hablar.
Desde que había regresado a Kain había notado la distancia que algunas de sus criadas o señoras del Reino habían puesto con ella, antes de haberse ido con Hipo había mantenido una buena relación con sus criadas, buenos tratos, inclusive hablaban por horas en las bibliotecas o en las cocinas cuando Sigrid aparecía para ver que tal iba todo. Pero ahora, pese a que habían pasado días desde su regreso, ninguna mujer le hablaba como antes.
—¿Entonces quién lo hará? Mis compañeras tienen mucho trabajo que hacer, no puedo permitir que hagan mi parte.
—No lo harán ellas, lo puede hacer un hombre.
—¡Eso sería imprudente! ¡Un hombre no puede ser tratado así!
—¿No? ¿Me puede explicar?
—No creo que haya nada que explicar, Majestad, usted debería estar avergonzada —soltó sin más preámbulos, con el enojo contenido saliendo. Sigrid tuvo que retroceder un poco atónita después de aquello, pero mantuvo su expresión seria, esperando una explicación—, por tan inapropiado comportamiento que lleva teniendo desde que portó la corona.
—¿Y cómo ha sido mi inapropiado comportamiento? —No pudo evitar preguntar alzando un poco el tono de voz, aquella situación parecía ponerse cada vez más seria y Sigrid esperaba no exaltarse por lo que insinuaban de ella. Al ver que la mujer no hablaba, prosiguió—. Explíquese, no le haré nada, no tiene nada de que preocuparse.
—Oh, no se preocupe, Majestad; se lo haré saber. —La mujer decidida dio un paso hacia ella, sus ojos cafés estaban inyectados de lo que parecía ser una rabia indescriptible que no podía callar y Sigrid no pretendía hacerlo, lo mejor era escuchar lo que tenía que decir para evitar este tipo de problemas—. Habíamos callado durante tanto tiempo debido al fallecimiento del Rey, para que tuviese su respectivo luto y pudiese hacer algo al respecto; pero dadas las circunstancias, me parece que no puedo seguir permitiendo el ver como nos pone en vergüenza al reino haciendo lo que se le da la gana y actuando de una manera incorrecta. —Sigrid tuvo que inhalar profundo para no responderle ahí mismo, pero la mujer se aseguró de continuar tras respirar lo debido—. Claramente usted no está apta para mantener de pie una nación como lo es Kain, pensé que los errores que su padre alguna vez cometió le ayudarían a ver la realidad de las cosas, jugar con vikingos, establecer alianzas, domesticar dragones y traerlos a la isla para que roben nuestro alimento... No es nada más vergonzoso que eso y debería ver lo que sus imprudencias causan. Los señores del Reino son los únicos que se han mostrado en apoyo a nuestras necesidades, nos escuchan, nos apoyan y son la mejor seguridad para los ciudadanos como lo soy yo.
» Traté de comprenderla en muchas ocasiones, Majestad, pero usted no es nada más que una niña a la que no se le instruyó lo correcto y se le permitió jugar con armas que son propiedad de los hombres, de nuestros guerreros. Se le permitió tomar la corona, pero usted sabe que no puede seguir reinando así y no espere que el pueblo... Que yo la siga, su lugar no está en jugar con vikingos y llenarse de conocimiento, no quiera convertirse en una bruja.
Mientras la mujer hablaba, Sigrid tuvo que obligarse a permanecer serena en su lugar sin alterarse o decir algo inapropiado. Aunque ciertamente no iba a durar mucho intentando controlarse, el rostro se le había vuelto rojo ante la simple mención de su padre, la humillación hacia ella y la veneración hacia los lores que hacían su trabajo más pesado en primer lugar. Sin embargo, antes de que la mujer pudiese continuar con su sarta de insultos alzó la palma para tomar ahora la palabra y decidió dar una vuelta por su habitación. El cabello ya se le había secado y discutir en una toalla no era lo más apropiado en esos momentos, pero no podía callar más o esperar a cambiarse.
—No voy a tolerar que el nombre de mi padre quede mancillado bajo sus palabras, así que le haré saber esto de la manera más educada posible, pero sepa que en ningún momento mi intención va a ser ofenderla como usted me ha ofendido a mí. —La mujer selló sus labios al instante y no pudo evitar retroceder al ver como Sigrid se acercaba hacia ella, aún con esa toalla y despeinada, su mirada parecía ciertamente amenazante—. ¿Usted cree que fue mi elección que mi padre muriera y me dejara a cargo de un Reino? ¿Cree que ha sido fácil adaptarme a todo lo que pasa, a buscar nuevas soluciones y nuevas oportunidades para ustedes? Aquellas alianzas de las que habló son las mismas alianzas que mi padre formó en su reinado y su padre antes que él; y desde que lo hicieron, el reino ha prosperado más que en cualquier otra ocasión, nuestros soldados son más fuertes, nuestros enemigos son menos, los dragones dejaron de ser un rival para Kain desde que establecimos un vínculo con ellos y déjeme decirle algo, señora, los señores del reino de los que tanto habla no se interesan en ustedes que son los criados. El aumento de salario y de regalías hacia ustedes fue porque yo intervine, pero de haber sido su idea, ustedes no tendrían ni la oportunidad de regresar a sus casas por el simple hecho de mantener el Reino.
La mujer intentó hablar, pero Sigrid nuevamente la cortó.
—Y puede que usted siga pensando que soy una niña...
—¡Pues claro que lo es si estuvo viviendo con dragones!
—El desafortunado evento que causó mi desaparición por tantos años no impidió que mi crecimiento cesase. No soy una niña y he demostrado en muchas ocasiones que estoy apta para hacer lo que soy ahora, la Reina —aseveró, las manos le comenzaron a temblar debido a lo alterada que se encontraba, pero eso no la detuvo—. Ahora, esto último se lo diré como un pequeño consejo, es bien sabido que cualquier tipo de acusación puede llegar a extremos... La horca. El que me haya llamado bruja no me importa en lo absoluto, pero sí está palabra vuelve a ser usada contra mí podría llevarme a la ejecución y, quizás no vea problema en eso, pero póngase a pensar en qué pasaría con usted después de eso.
» No es ninguna amenaza, pero me llené de conocimiento lo suficiente como para saber que si yo caigo, ustedes también.
—Solo digo lo que sé, Majestad, el conocimiento es peligroso. Y por esa misma razón, usted debería preocuparse en tener un heredero antes de que sea tarde. El mismo Rey Branden lo sabía y la Reina Kenia fue lo bastante astuta como para saber con qué cartas jugar y con cuáles no, yo soy consciente de mi lugar y sé que no debo aspirar a más.
—Los límites se los pone uno mismo —respondió Sigrid un poco más calmada, caminando para buscar la ropa que se pondría—. Pero donde usted ve una amenaza, yo vi una posibilidad y de no tener el conocimiento o las herramientas que tengo ahorita, mi reinado habría acabado incluso antes de que comenzara.
Sin más que decir, la mujer se marchó tras dar una reverencia dejando a Sigrid con sus palabras en su mente. Aunque se había alterado, sabía que las palabras de aquella mujer eran ciertas y no debía tomarlas a la ligera.
—¿Algo más que se le ofrezca, Majestad? —Sigrid se sobresaltó al olvidar por completo que se había quedado la segunda criada dentro de sus aposentos y le había colocado las prendas que usaría ese día sobre su cama.
—No... ¡Sí! ¿Podrías mandar llamar a una de mis damas, por favor? A Casiopea.
—En seguida, Majestad.
—Oh... Y por favor, no digas nada de lo que ha pasado, podría generarme más problemas de los que ya tengo.
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—Tómate esto. —Casiopea le acercó una taza de té en la mesita de su habitación mientras Sigrid terminaba de anudarse los listones de su última bota—. Te ayudará con los nervios.
—Siento que tengo la cabeza llena de información y necesito liberarla o ponerla en un frasco —manifestó, dejándose caer sobre la cama con los pies sobre el piso. Casiopea suspiró y se dejó caer a su lado, cruzando las manos sobre su pecho—. No me había puesto a pensar en el peso de la corona.
—La señora Margot solo exageró un poco —replicó Casiopea, Sigrid se sentía mal por no haber sabido el nombre de aquella mujer—. Son tiempos distintos, no estás casada, no podrías traer a un heredero en medio del caos. Y es peligroso, lo sé, pero nos estás dando oportunidades que no habríamos soñado antes, no sabes lo riesgoso que era antes el que Said me dejara tomar una de sus espadas. —La pelinegra se giró de lado, recargándose sobre su codo para mirar a Sigrid—. Ahora hasta puedo subir a entrenar con Lyanna las veces que se me den la gana, el que tú te aventuraras a entrenar tiempo atrás y que tus padres no dijesen nada, ayudó a que muchas de nosotras viéramos que podíamos hacerlo por igual. No todas queremos formar una familia, tener hijos o mantener una casa; algunas solo queremos saber defendernos.
—¿Entonces solo salías con Said por su espada?
—¡Sigrid! —Casiopea le dio un empujón ligero y ambas terminaron riendo hasta que sus costillas dolieron—. No solo salía con él por eso —añadió en un leve murmuro cuando la habitación se volvió silenciosa.
—¿Entonces?
—A veces es un tonto, pero me hacía reír, me divertía estando con él... —Un suspiro escapó de sus labios y se incorporó hasta terminar sentada, Sigrid le imitó al instante—. Es un buen hombre, pero no regresaría con él, aunque ahora tenga el título de dama y pueda tener oportunidad. No es lo que necesitamos para la vida del otro.
—¿Y qué es lo que necesitas para tu vida? —Se atrevió a preguntar Sigrid, inclinándose para tomar la taza de té sobre la mesita a su derecha y darle un sorbo, por suerte se había entibiado lo suficiente como para que la bebida no raspase su garganta al ingerirla—. Aparte de entrenar o ser mi dama, seguro tienes más aspiraciones.
—Muchas —sonrió—. Pero lo que necesito ahora es un buen entrenamiento y confeccionar más prendas; que por cierto, esta que traigo te va a encantar y tendrás que usar hoy con esos viejos sí o sí.
—Casiopea, me aseguraré de encontrarte el mejor entrenador, te lo mereces.
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Tal y como había dicho Cass, la prenda que le había confeccionado se convirtió más que en su favorita y la usó en su camino a la Cámara del Consejo. Se había colocado un vestido simple de color verde esmeralda, con una falda de tul lisa; a la cintura, el vestido tenía decoraciones doradas que hacía que no se viese tan sencillo, pero lo que sin duda resaltaba era la capa que Casiopea le había llevado ese día. La capa era sensacional a simple vista, elaborada de un material grueso y abrigador; era de un color negro, tenía mangas largas y el largo de la capa le llegaba hasta los talones. A diferencia de todas sus prendas, esta no tenía listones para sujetarse, le había hecho un cinto que se amarraba a la cintura, de manera que la parte superior de su vestido quedaba a la vista al igual que la falda debajo de la cintura. Además, la capa lucía por los tejidos en dorados que tenía, lo cuales eran constelaciones distintas, así como símbolos rúnicos y en la parte de la espalda había bordado la silueta de un lobo como si fuese constelación.
No hizo falta el verse en el espejo para sentirse linda cuando el reflejo de los ojos azules de su madre se lo demostraron en cuanto llegó hacía ella para mostrarle. Aún no habían tenido la oportunidad de tener una conversación seria como era debido y aunque se sentía todavía resentida con ella por el secreto que le había aguardado durante tanto tiempo, no podía odiarla o hacerse la indiferente; porque a pesar de todo, eran ellas juntas contra la adversidad.
—Buenas tardes, Majestad, pensé que tendríamos que iniciar la reunión sin usted nuevamente debido a su ausencia —bisbiseó Lord Tiberio al verla llegar seguida de Felipe, quien le ayudaba a cargar un par de pergaminos y plumas para la reunión. Habían colocado una mesa al centro y movido los asientos a cómo estaban anteriormente por órdenes de Sigrid sesiones atrás, pues consideraba correcto hacer los cambios a las cosas en papel y estando presentes para evitar cualquier manipulación a su palabra—. Esperemos, desde luego, nos exculpe los motivos sobre los cuales se ausentó del Reino durante semanas.
—Ah, no quisiera deleitarlos con historias tan aburridas —respondió Sigrid en su lugar, situándose en su respectivo lugar y aceptando los papeles que Felipe proporcionó frente a ella antes de marcharse con una adecuada reverencia.
—Insisto, Majestad, estamos en nuestro derecho de mostrar nuestra fiel preocupación.
—Ciertamente así es —intervino Said, quién había ocupado su lugar al lado derecho de la Reina—. Pero ocupémonos de cosas más importantes y después hablamos de ello.
Sin esperar a que los lores estuvieran de acuerdo o no, Sigrid dio comienzo a la reunión haciendo mención a cuestiones importantes como lo eran los nuevos cultivos, que tantas cosas adquirirían de los mercaderes ahora que estaban a casi nada de que llegase la primavera a Kain. Se hizo mención a los acuerdos nuevos con los arrendatarios, donde Sigrid sugirió algo que hizo enloquecer a los lores, como tenía previsto.
—¿Usted está loca o qué? —Se atrevió a blasfemar Lord Charles sin poder dar crédito a lo que sus orejas oían—. ¿Piensa que con la tercera parte de lo que cada familia aporta podremos abastecer a todo el Reino?
—Me atrevería a decir que nos va a sobrar, sí contamos como "todo el reino" a los únicos que viven dentro del castillo. Que es eso lo que quiere decir, ¿no? —preguntó Sigrid, recargando su mano bajo su mentón—. Porque siempre ha sido así, nuestra misma población se alimenta con sus propias cosechas y obras, nosotros no les damos nada.
—No es nuestro deber —intervino Lord Cornelius y Sigrid sonrió al ver que ellos mismos se contradecían.
—Exacto, no es su deber, pero el mío sí —contestó y, emocionada, se giró a Said para que tomara la palabra, quien hasta ese momento se había mantenido callado evaluando las cifras de uno de los pergaminos.
—Bien, señores, actualmente contábamos con la mitad de las atribuciones de cada arrendatario y nos dejaba con ganancias de sobra que se iban destinados a los lujos de su familia, incluyendo la mía —habló Said, haciendo callarlas prontas voces pronunciando su desacuerdo—. Actualmente en Kain la mayoría de la población aporta con algo distinto y el que nos paguen con la tercera parte es más que suficiente para abastecernos de comida con los mercaderes, destinar una suma al armamento y protección de Kain y guardar para invierno. No olvidemos que la primavera está cada vez más cerca y por lo tanto, las cosechas y ganancias aumentarán. Para invierno, obviamente, tendremos un plan distinto.
—Entonces, déjenme ver si entendí. —Lord Maurus, quien se había mantenido silencioso durante toda la reunión, alzó el dedo índice para dirigirse a la Reina y a la mano de la reina—. Está claro que sus intenciones las encuentro un poco... placenteras, es un acto amable; sin duda alguna, pero ni el mismo Rey hizo algo como esto, ¿saben por qué? Porque nuestra autoridad se acaba cuando le proporcionas más poder al ciudadano, ¿cuánto faltará para que el primer arrendatario quiera minimizar la cuota hasta no darnos nada?
—No hay necesidad de llegar a extremos, Lord Maurus —respondió Said con suma paciencia—. Los nuevos acuerdos serán firmados, sellados y consultados por la Reina, en ellos se tomará la protesta de los arrendatarios de cumplir con el nuevo acuerdo y, de no ser así, aquel que se niegue volverá al antiguo acuerdo o bien, se le despojará de sus tierras. Aunque no se negarán a las familias que quieran hacer una contribución mayor a la acordada, ¿estamos de acuerdo?
Lentamente, las manos dentro de la cámara del consejo se fueron alzando para mostrar la aprobación, aunque no todos estuviesen de acuerdo. Pasado ese punto retomaron temas de construcción, alimentos y soldados. Tuvieron que detenerse en ese último punto cuando Lord Gray hizo una insinuación hacia Said.
—Me parece que usted, como mano de la Reina, aún permanece con su grupo élite de soldados y no ha renunciado al título de Caballero Dorado —comentó, inclinando su cuerpo hacia delante para mostrar su interés—. Título con el que lleva seis años, el tiempo suficiente y estimado para que renuncie a él o se una a la Guardia Real, donde deberá hacer el juramento al Reino según el decreto 36 de las Leyes Sagradas.
—Me atrevo a decir que, por el cargo asignado en el que está no será necesario despojar a mi Mano de algún título o soldado a su disposición, pues sí bien tengo entendido, el título que ahora porta es más grande que cualquiera de esos dos —comentó Sigrid, queriendo dar zanjado el asunto—. Conservará a sus sodados y podrá hacer uso de más cuando la situación lo amerite, para la Guardia Real, he pensado en alguien más que pronto conocerán. Ahora sí podremos dar por concluida la reunión.
—Me parece que hay un asunto sin resolver, Majestad —interrumpió Lord Tiberio con la voz tan tranquila y siseante como siempre; Sigrid infló sus mofletes al ver que no se habían olvidado de ello—. Varios, en realidad, pero me gustaría comentar lo principal.
—Prosiga, Lord Tiberio.
—Desde el inesperado fallecimiento de mi sobrino y su ascenso a la corona, permitimos que se le asignase Reina sin cumplir todos los protocolos establecidos que se deben seguir debido a los infortunados hechos. Sabíamos lo complicado que sería el organizar una boda cuando el Reino se encontraba sin alguien que pusiese en orden las cosas y por ello, accedimos a coronarla como nuestra Reina al ser la heredera legítima la corona y la primogénita real de mi sobrino —expresó sin preámbulos, cruzando las manos sobre la mesa, los hombres a sus lados asintieron a sus palabras sin comentar nada y el corazón de Sigrid latió con tanta fuerza sabiendo lo que posiblemente vendría—. Admito que este fue un error que no previmos y que, de haberlo pensado con mayor calma, habríamos encontrado una mejor solución que esta.
—¿Me está comentando sus arrepentimientos al convertirme Reina? ¿Y eso a qué se debe? —preguntó la ojimiel, haciendo lo posible porque su voz no delatase los nervios que comenzaba a sentir.
—No voy a negar que no tiene habilidad para lo que hace, sé que es inteligente y que es astuta; después de todo, la sangre Whiterkler corre por sus venas —prosiguió el hombre, haciendo caso omiso a sus preguntas—. Pero el conocimiento no lo es todo, Majestad. Es algo que debe tener en cuenta en todo momento, necesita experiencia y sobre todo, necesita crecer. Nos abstuvimos a exigir su presencia durante las reuniones o los momentos más importantes en los que la Reina debía dar la cara en los primeros meses, pensando que necesitaba procesar lo que estaba por cargar y tener el luto adecuado por la muerte de su padre y anterior Rey. —Las palabras en su boca ahora no eran tranquilas, ni mucho menos suaves, estaba expresando su coraje hacia ella y su desacuerdo—. Pero ahora las cosas son completamente diferentes, usted ya ha sanado lo suficiente, porque de no haberlo hecho no estaría ausentándose del reino cada que su amigo vikingo viene a verla, deberá comprender el motivo de mis sospechas y espero una explicación ante repentino abandono de sus obligaciones.
—He escuchado su desacuerdo, pero en mi deber no está el darle explicaciones sobre las cosas que hago o no hago durante mi ausencia o los motivos sobre estos, pues son ajenos a mi deber en el reino y a ustedes —respondió, cruzando las piernas sobre su asiento y colocando sus manos sobre estas, para evitar que temblasen mientras jugaban con el cinturón de la capa—. Me pareció escuchar algo sobre «acceder a darme la corona», así que voy a decirlo de la manera más directa posible, esperando que mis palabras cobren sentido en sus mentes, la corona ya iba a ser mía inclusive si mi padre moría o no. Él hizo su renuncia pública, especificando la sucesión del linaje lo continuaría yo. Inclusive si ustedes no estaban de acuerdo, accedían o no, la corona se hizo mía.
—¡Las imprudencias de su padre no tenían porqué seguir gobernando Kain! —vociferó Lord Charles—. Eso fue lo que lo llevó a su muerte.
Quizás fue un descuido, quizás fue intencional, pero todo rostro dentro de la cámara se situó sobre el hombre de cabello blanquecino y mirada pulcra. Sigrid tuvo que parpadear varias veces e inclusive pellizcarse para comprobar que no estaba soñando. Acaso el hombre... ¿Estaba confesando?
—Majestad, ¿entonces dare...
—¡Silencio! —Sigrid entornó los ojos hacia Lord Benedict que había tratado de justificar las palabras de Lord Charles. Su tío, por su parte, cruzó los brazos sobre su pecho, conteniendo su mirada tan neutral como siempre—. Dígame, Lord Charles, ¿por qué diría algo como eso? ¿Sabe algo que nosotros no?
—N-no, Majestad, fue una simple suposición. —Se apresuró en responder el hombre, el rostro se le había vuelto pálido por unos segundos, pero ahora había recuperado su tono habitual—. ¿Usted piensa qué un cambio tan radical en el Reino sería aceptado sin más? Que usted subiese al trono es un símbolo de debilidad, ¡seguramente por eso nos atacaron! Nadie quería ver a una mujer como Reina, mucho menos a alguien inculta, sin conocimientos y con una mente fuera de donde debería estar. ¿Usted piensa que seguir fraternizando con vikingos sería igual a como antes? Fueron ilusos, por pensar que bestias salvajes como ellos podrían jugar a ser amigos, esa es la verdad. La tribu que vino seguramente no soportó el jueguito tonto al que jugaban usted y su padre con los vikingos, fue estúpido, arriesgado y nos puso a todos en peligro.
—¡Suficiente! No voy a tolerar escuchar una palabra más por parte de usted, en su lugar. —Sigrid se giró para ver a su amigo, el cual había permanecido serio para retener su rabia contenida y le tomó la mano para hacerle saber a través de ese gesto que estaba bien—. Said, serías tan amable de escoltar a Lord Charles fuera, por favor.
—¿Exactamente a dónde lo va a escoltar, Majestad? —preguntó Lord Enrique.
—Al calabozo, tendremos una conversación en privado después de finalizar la reunión.
Hubo una larga pausa silenciosa en lo que Said regresaba nuevamente a la Cámara del Consejo, se había encargado principalmente de llevarlo con la Guardia Real para que personalmente lo escoltaran y no hubiese un escape. Cuando regresó, Lord Tiberio retomó la palabra, tan sereno y analizante como siempre.
—¿Infligir temor es su manera de demostrar que es buena reina, Majestad?
—Su Majestad hizo lo debido, ¿pensó que debía permanecer sin hacer nada después del acto de confesión que dijo al principio? Error o no, está en el deber de la Reina investigar, después de todo, estaba hablando de su padre y su rey antes que ella —intervino Said, dando por zanjado ese tema—. Y si no hay algún otro tema por el cual discutir, entonces podríamos finalizar esta reunión.
—Me parece que siguen habiendo cuestiones sin resolver —habló tajante Lord Tiberio—. Recientemente expresé mi desacuerdo, Majestad, pero ahora solo quisiera decirle esto como una sutil advertencia.
—Said —advirtió Sigrid, al ver que se había puesto de pie para defenderla, su mano se cerró en su antebrazo y un suspiro aliviado escapó de sus labios al ver que se sentaba—. Adelante, mi señor.
—En el Consejo llegamos a dos acuerdos, el primero de ello es el siguiente: Bajo ninguna circunstancia, motivo o vikingo que se atraviese en su camino, vamos a permitir que usted se ausente cada que se le plazca la gana, nuestro trabajo es servir al Reino en conjunto de usted, pero sí usted no está apta para tomar las riendas y sentarse en el trono, el trabajo lo haremos nosotros, que estamos mucho mejor capacitados que usted en temas de políticas y situaciones reales.
—¿Cuál es el otro punto?
—Hemos esperado tiempo para esto, pero como comentaba minutos atrás, hemos esperado lo suficiente. —Lord Tiberio se dio una pausa para continuar, pero cuando lo hizo sus palabras congelaron el corazón de Sigrid—. La Ley demanda que sí una heredera nace mujer antes de un varón, antes de tomar el trono deberá haber contraído matrimonio. Las circunstancias que la llevaron a ascender al trono fueron inesperadas, pero ahora es tiempo.
—¿Señor?
—Con mis palabras, quiero decir, que usted tiene un mes para contraer matrimonio; el tiempo suficiente para encontrar un buen noble.
—Ella ya está comprometida con Hipo Abadejo —interrumpió Said.
—Y no hay muestras de interés por parte de ese vikingo —bisbiseó Lord Tiberio—. Porque de haber sido así, se habrían casado de inmediato en cuanto su padre falleció. Así que, o se encuentra con quien casar o tendrá que afrontar las consecuencias y perder la corona.
—Puede advertirme las veces que sean necesarias, pero en este mismo momento, yo soy la Reina y mi voz puede ser mi voluntad.
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Kristoff tuvo que hacer uso de todas sus fuerzas para detener a Said, cuyos puños ya se habían estampado sobre la pared más cercana y los nudillos se le habían impregnado de su propia sangre. La rabia contenida en su rostro era más que suficiente, estaba rojo por la sangre colérica que se le había subido a la cabeza y sus ojos cafés estaban inyectados del fuego de un dragón enjaulado, impotente y sintiéndose como un inútil incapaz de defender o hacer algo bien.
—¡Cálmate ya! —Lo tenía inmovilizado con su brazo ajustado entre la axila y el cuello del kainiano para impedir que siguiese haciendo uso de sus manos heridas, pero no podía negar que su fuerza en ese estado era mucha más de la que él mismo podría soportar—. No vas a arreglar nada rompiendo los muros.
—No estuviste presente para ver toda la porquería que ellos decían sobre ella, frente a su cara —riñó, la voz cargada de enojo, coraje y arrepentimiento de no haber actuado ahí mismo—. Lo peor fue que ella aceptó todo, hubieras visto sus ojos escuchando la mierda salir de las palabras de esos viejos inútiles y ella lo aceptó. Hubiera podido matarles ahí mismo.
—Y ahora estarías en custodia bajo el calabozo —respondió Kristoff, suspirando—. Vamos a encontrar una salida a este martirio, pero no así.
—Solo que tardaremos más.
Aprovechado la distracción de Kristoff y que aflojase el agarre, se volvió a zafar y volvió a descargar su furia contra la pared, pateó y golpeó hasta que la sangre dejó su cuerpo entumido. Esta vez Kristoff no lo detuvo sintiendo la misma rabia, debían haberlo sabido, no sería tan fácil.
—Debí haberlo previsto —murmuró el castaño finalmente, recargando el rostro sobre el muro después de haber ejercido su fuerza contra él—. Tuve que haberme asegurado de haberlo llevado hasta el calabozo yo mismo y haberme quedado con él para que no pasara esto.
El enojo que sentía por lo sucedido en el Consejo solo era la punta del iceberg, pero lo que acabó con su cordura fue el haber encontrado la cabeza de Lord Charles frente a los aposentos de Sigrid. Fue una suerte que Kristoff lo descubriese antes que ella y la sacara de ahí, pero ahora, habían estado tan cercas de descubrir un poco más. Habían saboreado la verdad en sus manos durante segundos hasta que esta se desvaneció. Toda prueba que pudieron haber tenido con la información de Lord Charles murió con él.
El enemigo al que se enfrentaban era sin duda, más astuto e inteligente que ellos. Y estaba un paso por delante de ellos.
¡Hola! Cuanto tiempo, espero que estén muy bieeen. 💚
El capítulo estuvo algo largo, intenso y les hicieron pasar unos mil corajes seguramente, pero antes de irme quisiera decir un par de cosas, así que por favor, lector, quédate un poquito más. 🥺
Lo primero de ello es y como siempre, una disculpa por mi demora. Este año ha sido en muchos sentidos, muy duro para mi, aún cuando pensé que las cosas no se pondrían peor para mí hace unos meses falleció mi perro y adaptarme a su ausencia ha sido un proceso difícil, así mismo, mi computadora se descompuso por lo que perdí adelantos de los capítulos, gráficos y tuve que rehacer el separador al inicio de la obra. Esto más que nada ha sido lo que me ha demorado en este tiempo, el tener que ponerme a releer Crown y los capítulos para conectar fechas, volver a planificar todo sin perderme detalles ha sido el motivo de mi ausencia y después de este capítulo no estoy muy segura de cuándo vuelva a publicar pues estoy a mi último año de universidad y se viene la tesis 😞.
Espero que les haya gustado el capítulo, díganme que les pareció. 💞. El próximo no estará tan intenso para dejarles respirar un poco jsjs, pero en este igual han pasado muchas cosas, sí tienen teorías soy toda oídos.
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