━━VI: queen and chief of spies
━━CAPÍTULO SEIS━━
【 LA REINA Y EL JEFE DE ESPÍAS 】
El silencio se instaló de manera tan repentina, tan sombría, tan incomoda. Sigrid abrió la boca y la cerró sin saber realmente qué decir ante dicha revelación, su mente aún no comenzaba a procesar las palabras dichas y de su boca solo pudo gesticular un efímero murmuro.
—¿Eh?
Erwan Landvik... O, en este caso, Niels Whiterkler la miró perplejo como si le estuviese tomando el pelo. Un suspiró escapó de sus labios, más no repitió lo que había dicho segundos antes. Ya lo había hecho, no volvería a repetir la verdad que había permanecido guardada desde que tenía 13 años de edad. La edad en la que él mismo supo del lugar en el que provenía. Al ver que no reaccionaba o decía palabra alguna, alzó el rostro para verla tan estupefacta como él de haberse armado de valor, sus labios temblaban en un intento por encontrar las palabras adecuadas y sus ojos refulgían en un brillo melancólico. Cuando vio sus ojos empañarse de lágrimas, entonces supo que ya había deducido lo que eran.
Sin embargo, Erwan no quería su lástima, ni que le tratara de consolar o llenar de dulces mentiras. Así que en cuanto la vio reaccionar no dudó un segundo en avanzar hacia los establos, donde su dragón seguramente le estaría esperando.
¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué había sido tan tonto en ceder en la primera ocasión y revelarle la verdad? Nadie más lo sabía, con excepción de sus padres adoptivos, la familia Landvik y el difunto y bienamado Morag. Ni siquiera sus hijos lo sabían, nadie, porque había seguido las instrucciones del hombre al que debió haber llamado padre. Branden Whiterkler. Y esa era otra de las razones por las cuales se odiaba a sí mismo, aun sabiendo lo que hizo, había obedecido en adquirir una nueva identidad y no revelar que pertenecía a esa familia de reyes.
No debió haberlo hecho.
Cada que recordaba sobre aquello sentía una rabia indescriptible. No había durado ni un año desde su nacimiento en Kain cuando su padre decidió que era buena idea dejarlo en una isla vikinga con la que habían roto comunicación. Morag fue quien lo recibió en casa, pero al ser ya el cuidador de dos niños mayores a él solo por dos años prefirió dejarlo en el cuidado de la familia Landvik, quiénes tenían un hijo de la misma edad que él, Bård. Su hermano. Su familia.
Durante trece años creció pensando que los Landvik eran su verdadera familia, no obstante, las características físicas opuestas desde niño le decían que no podían serlo. Él era el único en la familia en tener un cabello azabache, tan oscuro como las alas de un cuervo, la piel ligeramente bronceada y esos ojos que ninguno en Fair poseía. Ojos grises. Desde niño, siempre supo que no pertenecía ahí.
Cegado por la furia de sus recuerdos, llegó al establo y montó a Holthrack al divisarlo entre los demás seres alados. No prestó atención en averiguar si había alguien adentro o en anunciar su llegada cuando sabía que debía hacerlo, no le importó y tan pronto como acarició las escamas negras de su dragón dejó que el viento lo desplazara hasta un lugar tranquilo. El enojo no era bueno y, aun así, lo sentía. Lo sentía cada que la veía a ella, porque eran jodidamente parecidos ambos, porque ella había crecido dentro de una cuna de oro sin sufrir por ello, porque ella había sido aceptada en su hogar desde el primer día en el que abrió los ojos y él... Había sido desechado como si fuese basura. Por todos los Dioses nórdicos, había pedido, había rogado, había suplicado el no tener que verlos, el no tener que recordar, el no tener que soportar la cruda realidad que le había tocado.
Y los Dioses no estaban a su favor.
Erwan no era una persona que pudiese perderse en sus pensamientos con facilidad, raramente lo hacía, era una persona activa, que necesitaba actuar, que necesitaba hacer algo para mantenerse distraído. Por algo le habían asignado el puesto de Jefe de Espías, desde pequeño su personalidad lo había formado como un hombre tranquilo, en descubrir secretos sin ser descubierto, en encontrar pistas... Todas las que le habían solicitado lo había logrado, por ello Fair raramente se encontraba bajo ataque, podía prever los movimientos de los adversarios, de seguirlos entre las sombras sin levantar sospechas, de ser un espectro sigiloso, de lograr cada cosa que se propusiese.
—Jeg er ikke redd for mørket.
Sus dedos se cerraron en puño, haciendo que las marcas de las venas de sus brazos se marcaran por el esfuerzo y las palmas de su mano izquierda escocieran su piel por la presión de sus uñas. Al ver que se estaba lastimando aflojo el agarre y suspiró profundo.
El cielo frente a sus ojos había sido cubierto por nubes ligeramente grises que contrastaban con el color de sus ojos, ladeó ligeramente la mandíbula para tratar de ver a través de la espesura de las nubes hasta que divisó su objetivo y bufó. Los Dioses sin duda alguna lo detestaba más que a cualquier otro, esa era su mala suerte, ese era su augurio. Porque de no haberlo detestado, no le habrían asignado una isla tan relativamente cercana a Kain como su lugar favorito.
Quizás no era culpa de los Dioses, después de todo. Había crecido adorándolos como cualquier otro vikingo, ofreciéndoles sacrificios, haciendo rituales y festejando los días en su honor. Y, aun así, lo cierto era que él no había nacido como un vikingo, se formó como uno, en su lugar.
—Ya sabes a donde ir, Holthrack —murmuró Erwan en un suspiro, observando su piel brillosa de un negro tan profundo.
No era el negro particular que tenían dragones como el Furia Nocturna pareciendo el color de la noche sin estrellas ni lunas. Este negro era más profundo, más intenso, como si fuese el fondo de una cueva escondida en lo alto de una montaña. El color particular de su dragón era lo que lo hacía único entre todos los demás y el que lo hacía sentirse familiarizado por ello. Con un bostezo, dejó que la caricia del viento sobre su cuello le informara sobre lo que sucedía a su alrededor. Sus orejas se agudizaron ante la búsqueda mínima de cualquier sonido y sus ojos grises recorrieron el exterior más allá de ellos, hasta que lentamente, el Devilish Dervish descendió sobre las islas Airgead, donde el arco de las montañas resplandecía por los rayos del sol que se situaban sobre estas.
⚘❀༄
Con frecuencia solía pensar en su hijo más que en cualquier otro, el amor de una madre era fuerte por encima de todas las cosas. El amor de ella como madre lo era aún más, a la simple edad de veintidós años la Reina Kenia no había tenido de opción más que la de escoger a cuál de sus dos hijos quería salvar. Eran esas decisiones más difíciles que había tomado en toda su vida, alejar a su hijo por salvar la vida del otro... Olvidar que alguna vez lo tuvo y continuar con su vida, siendo así una constante presa de los recuerdos sobre lo que había hecho. Cada día el simple recuerdo de sus crímenes cometidos le impedía seguir sus deberes con naturalidad, no había sido tan difícil cuando tenía a Branden a su lado, porque de alguna manera ambos compartían la carga de lo que habían hecho tan solo diecinueve años atrás, habían compartido la responsabilidad, habían cargado con la culpa y habían vivido con ello para que la vida de Sigrid no peligrara.
Y había tenido que hacer una elección.
Había. Ella y Branden.
Muchas veces desde que se casó con Branden se preguntaba si habría valido la pena todo el sufrimiento, el miedo constante, el peligro de habitar en un reino como lo era Kain. Pero, aunque intentara de negarlo, sabía que había valido la pena... Había valido la pena el escoger el amor por sobre la integridad, sobre la seguridad de una vida digna. Y cuando sostuvo por primera vez a Sigrid tras darla a luz, supo que merecía la pena el pasar por más adversidades si eso significara ver sus ojos como el sol cada día de su vida. Pero cuando tuvo a Niels por primera vez en sus brazos y sus ojos grises reflejaron la misma mirada de Branden, las lágrimas habían caído de sus ojos como cataratas, de saber que a él no lo podría criar junto a ella, de saber que a él no le volvería a ver, de saber que él estaría a salvo estando lejos de ella y que jamás estaría a su lado para verlo crecer.
—Podría acabarlos, aquí y ahora. —Fueron las palabras de Branden cuando ella le reveló que había quedado embarazada—. No me importaría entrar en una guerra con el Reino si eso significa salvar la vida de mis hijos... Kenia, hemos perdido mucho.
Ya había pasado poco más de un año desde la muerte de Naara y del padre de Branden, ya había pasado un año desde que ambos se habían vuelto Rey y Reina de Kain. Sin embargo, la herida aún permanecía abierta pues meses atrás había dado a luz a Sigrid, aquel día también fue muy doloroso para ambos, al tener a toda la corte encima esperando que su primogénito fuese un varón, a las damas y los caballeros del reino murmurando, a la población decepcionada que el primer hijo de los reyes fuese una niña... Y ahora, medio año después, con ella teniendo un próximo heredero... No habría dificultad si fuese una niña, pero, ¿y si no lo era? ¿Y si mostraban su embarazo al pueblo y tenían un niño? Que, al fin y al cabo, solo sería un año menor a Sigrid.
En sus mentes la ejecución de Naara y de Harald aún atormentaba sus sueños, sabían de lo que eran capaces y el pensar que su propia Sigrid podría sufrir algo parecido por asegurar que fuese un hombre el que reinara... Kenia podría estar preparada para morir ella por sus hijos incluso, pero no para ver a sus hijos morir por un destino sin causa. Y también sabía que entrar en una guerra con el Reino no sería lo más adecuado, pues correrían el mismo peligro... Podrían morir ambos por oponerse al Reino y entonces, ¿quién aseguraba que Sigrid seguiría con vida?
Entonces hizo lo que menos quería hacer. Tuvo que elegir. Tuvo que elegir a qué hijo quería salvar. Y decidió salvar a Niels.
Él no tendría que vivir con el peso de la corona, ni tendría que sufrir las manipulaciones de los lores, ni tendría que ser limitado a hacer lo que quisiera. Decidió salvarlo a él porque nadie conocía sobre su embarazo y lo mantuvo oculto el tiempo necesario hasta que lo tuvo en sus brazos y lo vio por primera vez. Vio por única ocasión sus ojos como la luna, su piel como la de ella, su cabello alborotado como el de Branden y las lágrimas cayeron, los sollozos se hicieron pesados hasta que su voz se convirtió en un lamento, sosteniendo por primera y última vez al niño que había decidido salvar de la vida monárquica de Kain, hasta que Branden lo tomó en sus brazos y lo llevó con uno de sus grandes amigos.
—Perdóname, Sigrid. —Las palabras aún resonaban en su mente como la primera vez, mientras lloraba y abrazaba a su hija de un año de edad que poca atención prestaba a lo que sucedía y enroscaba entre sus manitas uno de los mechones oscuros de la reina—. Perdóname por no salvarte de la vida por la que tendrás que pasar.
Y si Kenia hubiese sabido lo mucho que iba a sufrir su hija por ello, entonces se habría arrepentido de no haberla elegido a ella también. Pero las elecciones las había hecho y no había vuelta atrás. Había elegido vivir una vida de amor, en lugar de una de prosperidad, había elegido a Branden porque se había enamorado de él y aún después de su muerte, lo seguía amando. Eso hacía que lo siguiera buscando en las estrellas y llorara, pero jamás sin arrepentirse de sus elecciones.
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Sigrid no supo porque lo siguió en cuanto vio a Erwan partir. Ni siquiera había procesado del todo sus palabras, ni siquiera había procesado lo que conllevaba el saber esa nueva verdad. Lo que sí sabía era que no podía dejarlo solo, que necesitaba entender, que necesitaba verlo para confirmar lo que con palabras ya le había dicho. Ya nada más le importaba eso ahora, no le importaba que tan mal la veía o que tan feo respondía, sus palabras se repetían constantemente en su cabeza y eso era lo único que le importaba.
Tenía un hermano.
Sentía que se le iba el aire al estar sobre Nymeria volando sobre las nubes, pero no le importó y se aferró a sus antenas largas y rosadas, su cuerpo tembló como respuesta a lo que su mente pensaba. Tomó una larga bocanada de aire entonces, obligándose a tranquilizarse y dejar de sobre pensar sobre aquello, más simplemente era imposible. Desde adentro de su cuerpo, sintió como si alguien tomara sus intestinos y los apretaba, dejándola sin aliento y sin fuerza. El aire, pese a que chocaba con su rostro, no parecía ser suficiente. Sentía la opresión en su pecho, sus pulmones sin aire y su cuerpo temblando.
—Llévame con él, Nymeria —pidió en voz débil, bajando el respaldo de su montura para poder recostarse boca arriba sobre él. Cerró los ojos y respiró profundamente—. Tengo un hermano —murmuró y a los pocos segundos abrió los ojos, mirando el cielo, como si su padre pudiese verla a través de las nubes—. Papá, tengo un hermano que se llama Niels... Y lo apartaste de mí.
Si era honesta consigo misma, no sabía cómo sentirse al respecto. No se sentía enojada, ni decepcionada, ni feliz. La sensación se presentaba en su cuerpo, temblorosa, sin aliento y a poco de aceptarlo. Pero no sabía cómo hacerlo. No sabía cómo se sentía. No sabía por qué lo estaba siguiendo y menos sabía que haría después de que lo viese. No tenía idea de nada y, aun así, quería encontrar respuesta de todo.
Al poco tiempo se percató de que habían estado viajando en dirección a Kain, la mancha borrosa del dragón del vikingo se perdió entre las montañas y árboles de la isla Airgead. Pero su mente no tenía espacios para dudas en esos momentos, así que se dedicó a seguirlo, con el corazón latiendo tan rápido y su respiración lenta.
Era la primera vez que aterrizaba sobre la isla vecina, solamente la había llegado a ver desde la lejanía de las montañas kainianas o cuando viajaba sobre el lomo de Nymeria. El pisar la tierra de esa isla la hizo sentir como una extraña en un lugar al que no pertenecía. Sabía que gente habitaba ahí, su padre se lo había dicho tiempo atrás y tenían un acuerdo mutuo de convivencia y paz. Pero solo eso sabía, pues después de que su padre muriese, Sigrid sabía que debía haberse presentado como la nueva reina y lo había postergado.
Sus pisadas se amoldaron al césped sobre la tierra húmeda, la vegetación dentro de ese lado de la isla era simplemente exquisita. Todo era verde, había muchos árboles altos, arbustos y plantas con hojas verdosas y rojas. El clima incluso se sentía distinto a Kain y eso que las islas estaban unidas con el río como única separación. Ahí todo se sentía fresco, húmedo y ligeramente cálido. Un suspiro escapó de sus labios cuando se percató de que no había ninguno de los habitantes siguiéndola y distinguió un poco en la lejanía a Erwan.
Pese a saber que su verdadero nombre era Niels, lo correcto sería dirigirse hacia él por el nombre que todos conocían.
—Hola —murmuró en cuanto se posicionó a un lado, sentado sobre una roca gigante con la vista al río a unos dos metros de ellos que separaban Airgead con Kain.
—No debiste seguirme —respondió él en cambio, suspirando, no dijo nada cuando ella se sentó a su lado.
—No —reconoció—. Sé que respondiste a mi pregunta, pero no puedo evitar pensar que necesito saber más. Pareces conocerme más de lo que yo te conozco a ti —dijo en voz suave, no quería pelear con él ni discutir, solo quería comprenderlo.
—¿Entonces no lo sabías? —La mirada de él era de tal sorpresa al ver la confusión reflejada en el rostro de Sigrid y al ver que no respondía, añadió—. Te juzgué toda mi vida pensando que lo sabías y te odié por ello —manifestó sin rencor en su voz, con una calma indescriptible, las manos de Sigrid temblaron.
No te muestras muy arrepentido de ello. Habría querido decir Sigrid con ironía, pero se abstuvo de comentarlo e inhaló profundo. Quería saber lo que él sabía, quería comprender porque la odiaba.
—Siempre se me hacía extraño la manera en la que me mirabas desde que visité Fair por primera vez —dijo al cabo de unos segundos tortuosos, obligándose a mantenerse serena—. Pensé que eras uno de esos típicos vikingos que simplemente me detestaban por ser cristiana, así que no le tomé importancia —admitió.
—Pensaba... Pensaba que si te veía de esa forma me reconocerías y te marcharías de inmediato —admitió finalmente, inclinándose para tomar una piedra delante de sus pies y lanzarla al río que corría frente a ellos. Hubo una larga pausa en la que ninguno dijo nada y sus únicas respiraciones acompañaban el sonido del agua deslizarse—. ¿Qué haces aquí, Sigrid?
La pregunta la tomó desprevenida y las palabras tropezaron de su boca cuando las trató de formular, pero se obligó a devolverle la mirada a esos ojos grises frívolos.
—Necesito entender.
—Cuando nací, tus padres decidieron que no me querían y me llevaron a vivir a la isla con la que habían roto acuerdos, no hay nada que sea un misterio —contestó secamente, incorporándose para caminar—. Tus padres me despreciaron, mientras a ti te adoraron.
—Pero...
—No es tan difícil entenderlo —musitó, deteniéndose para posar sus ojos sobre ella—. ¿Por qué otra razón habría abandonado a su hijo de no ser por esa?
Sigrid no se dio en cuenta las lágrimas se deslizaron sobre sus mejillas, más ningún sonido salió de su garganta, ningún sollozo. Únicamente lo miró y sorbió su nariz.
—Debe... Debe haber alguna razón, e-ellos no pudieron... No, no puede ser... —alegó incorporándose para ir hasta él, quien retrocedió y apretó los puños.
—¡Lo hicieron! ¿Es tan complicado ver la verdad? Tus padres no me quisieron, ¿sabes cuánto tiempo duré con ellos? Ni un día, ¡no esperaron nada para deshacerse de mí! —bramó con el rostro rojo de cólera, las lágrimas seguían saliendo de los ojos de Sigrid—. Puede... Puede que tu vida haya sido increíble y que ellos te hayan dado el amor que merecías, puede que para ti sean los padres más preciados que tengas —dijo en un murmuro más suave, la voz incluso se le había roto—, pero y-yo fui expulsado de sus vidas y siempre me pregunté qué fue lo que había hecho mal... Era solo un bebé, ¿se suponía que eso debía hacerlo más fácil, Sigrid?
» Un bebé, en una isla con la que habían roto alianzas, ¿en serio no te dijo nada él?
Sabía que se refería a Branden, aquello solo hizo que su corazón se encogiera más y negara con una profunda tristeza. Erwan la miró, con su rostro indescriptible y las venas marcadas en sus brazos por la fuerza y el enojo.
—Niels... Yo...
—Mi nombre es Erwan ahora —replicó duramente—. El Niels que tuvieron tus padres no existe, nunca lo hizo.
—Lo siento, Erwan. —Se corrigió y alzó su mano para retirar las lágrimas que aún caían bajo sus ojos—. De haberlo sabido, y-yo... —Las palabras se ahogaron en su boca, incapaz de traspasarlas—. T-tiene que haber una explicación, yo sé que no lo habrían hecho sin más.
—La explicación pudo haber llegado en cualquier momento de mi vida —replicó—. No lo hizo, no la hay.
—Oh, Erwan.
—Está bien, Pequeña Reina —dijo el en un tono más reconfortante—. Yo estoy bien así, aprendí a estarlo.
No importaba cuantas veces dijera eso, Sigrid sabía y podía comprender lo pesado que pudo haber sido vivir todo ese tiempo con ello. Asintió y se sorbió la nariz.
—¿Cuál es tu edad?
—Diecinueve —respondió y Sigrid asintió, viendo que ella era la mayor—. Cumpliré veinte dentro de cinco meses.
En julio. Más no se atrevió a preguntarle el día, así que asintió. No obstante, aún sentía que quería conocer más de él, ahora que sabía que tenía un hermano, no podía quedarse así, pero cuando abrió la boca para decir algo, él la cortó.
—Es tarde, regresemos.
Hasta ese momento, no se había dado cuenta de lo cansada que estaba ante tantos viajes y aunque hubiese querido irse directo a Kain sabía que aún no podía. Suspiró y asintió, tampoco quería hacerle preguntas sobre las islas Airgead aunque la curiosidad la comenzaba a volver loca, ¿habría venido siempre a esas islas de pequeño? ¿Tenían algún significado para él? ¿O simplemente decidió parar ahí al ver que lo seguía? Claro que él se había dado cuenta de ello, no había duda alguna.
Para cuando llegaron, la luna ya había salido en su totalidad. Sigrid suspiró, recargándose contra la madera del establo, mientras miraba la parte deshabitada de la isla. Era tarde, estaba cansada, pero no quería dormir.
—Solo quiero decirte... —Erwan se aproximó hasta ella, nuevamente con esa aura fría habitual en él—. Lo que te he dicho no cambia nada, así que no intentes más.
Y con una corta reverencia se marchó, perdiéndose entre las sombras de la isla. Sigrid no supo en qué momento se puso en camino hasta su cabaña, las piernas le temblaban y la mirada se le volvía borrosa de a momentos. Las luces del fuego aún seguían encendidas para cuando se adentró, señal de que los dos kainianos aún no dormían, debían estar preocupados. Con toda la fuerza que pudo, se adentró al lugar tratando de parecer normal, pero fue imposible cuando vio sus rostros preocupados, caminando apresurados hasta ella.
—Synn, ¿qué sucedió?
—¿Estás bien? ¿Por qué llegas apenas?
—Y-yo... Yo...
Más las palabras no salieron de su garganta, un nuevo nudo se formó impidiéndole decir más y las lágrimas bañaron su rostro, con los ojos rojos y ligeramente hinchados. No supo en qué momento fue, pero ambos la rodearon con sus brazos tratando de comprender lo que pasaba.
—T-tenía un hermano —murmuró entre sollozos—. Y-y-y lo perdí. N-no sabía que tenía un hermano, h-hubiera querido... Pero él dijo que el hecho de que lo supiera no cambiaría las cosas.
Lo peor era que tenía razón, no podía llegar a intentar involucrarse en la vida de Erwan como si nada, había vivido sin ella y no había marcha atrás. Tenía que respetar su decisión y continuar.
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Decidió que no iba a respetar su decisión. Si Erwan no quería que las cosas cambiaran, estaba bien, pero no significaba que se daría por vencida. Aún había cosas que no conocía de él y quería hacerlo, después de todo, era su hermano y aquel sentimiento que sentía en esos momentos era nuevo, pero se sentía bien.
Tenía un hermano. Y no podía dejarlo ir tan pronto.
—Te dije ayer que no intentaras... —Fueron las palabras de bienvenida de Erwan a Sigrid cuando la vio acercarse con aire animado.
—Que me lo dijeras no quiere decir que te vaya a hacer caso —replicó bastante convincente, aunque sabía que si le volvía a hablar en ese tono seguramente terminaría llorando y partiendo de inmediato a Kain. Más no dejó que viese eso, el ojigris entrecerró los ojos sin creerle y avanzó saliendo de su campo de visión—. ¿No vas a decir nada?
—No.
—¿Entonces?
—Haz lo que quieras.
—Por favor, Erwan —pidió en un suspiro, no quería discutir, pero él se veía necio a no hacer las paces.
—Dime, ¿por qué te interesa tanto? ¿Quieres enmendar el error de tus padres? —bisbiseó con enfado.
Sigrid retrocedió sin saber que decir, se encontraban fuera de la herrería, por lo que algunos vikingos presenciaban lo que ocurría entre ambos.
—N-no.
—No importa lo que hagas, no importa lo que digas, nada va a cambiar —prosiguió, lanzando una mirada dura a los espectadores para que se fueran y regresaran después—. No debí haberte dicho nada.
—Eres un ignorante —dijo ella dolida—. ¡Estoy intentando comprenderte! ¡Déjame hacerlo! ¡Yo no fui quien decidió que lo mejor sería que vivieras alejado de mí!
Y cuando pronunció eso, se dio cuenta de lo dolida que se sentía con sus padres. El sabor amargo traspasó su garganta y se obligó a mantener la postura alta sin ceder a sus palabras, ni a su mirada cargada de enojo. Tenía que intentarlo.
—¡NO NECESITAS COMPRENDER NADA!
—No eres el único al que le mintieron toda su vida —replicó ella, tratando de mantener la calma y recuperar la postura ante su grito.
Erwan retrocedió, pasando su mano por su cabello para despeinarlo, invadido por una sensación de desesperación y enojo. La respiración de ambos se volvió pesada, el rostro de Erwan aún seguía ligeramente rojo y las manos de Sigrid temblaban débilmente. Unos brazos la rodearon con cariño y la kainiana se giró para ver a una mujer rubia de ojos azules.
—Venga, Majestad, debe estar cansada —comentó, haciendo un ademán para que entrara a la cabaña perteneciente al puesto de la herrería. La mujer la acompañó y se giró para mirar a Erwan e hiciera lo mismo—. Lamento que nos conozcamos de esta manera, soy la señora Landvik.
—Mamá... —dijo Erwan, deteniendo el paso, su rostro había vuelto a su tono natural y su boca trataba de recuperar el aliento.
—Entra, Erwan.
La cabaña era acogedora desde que entró, había varios instrumentos pegados sobre las paredes de madera, símbolos nórdicos y runas. Sigrid se sintió como una intrusa y no pudo evitar sentir una opresión en el pecho al ver que Erwan tenía una familia. Claro que ya lo sabía, conocía a su padre de un año atrás cuando compró su primera daga, pero ahora... El conocer la verdad la hacía ver las cosas de manera distinta.
—Traeré algo de beber —avisó la mujer, mirando con pena a Sigrid y dándole una mirada severa a su hijo adoptivo—. Erwan, no seas muy duro con ella y ve en busca de Haakon, es momento de hablarlo.
—¿Por qué hasta ahora? —inquirió Erwan una vez se hubieron reunido todos, incluyendo el hijo de los Landvik. Sigrid se seguía sintiendo como una intrusa—. ¿Hay más secretos?
Su madre no respondió, en lugar de eso, mordió su labio inferior y respiró profundo. Erwan bufó, caminando entre la sala del lugar. Ciertamente estaba arrepentido de haber revelado la verdad a Sigrid.
—Tenías que ser tú quien dijese la verdad —contestó ella en voz suave, comprensiva—. Ahora que se lo has dicho, les debemos una explicación a ambos.
De manera que comenzaron a relatar desde el momento en el que nació Erwan, en el nombre que sus padres le habían dado, en el motivo por el cual no podían tenerlo con ellos en Kain. Porque el criarlo podría ser una amenaza para Sigrid por ser la mayor y ser mujer, el tener a un heredero hombre podría costar la vida de ella bajo un falso accidente o acusación.
—El Rey Branden estaba dispuesto a entrar en guerra con su propia gente de ser necesario con tal de mantenerte a su lado —continuó la mujer, la mención de su padre en los labios de ella hizo que su corazón se oprimiera—. Él te quería tanto como nosotros lo hacemos —añadió con la voz partida, Erwan quien se había sentado para procesar la información se retiró una lágrima rebelde que descendía por su mejilla—. Te trajo aquí porque confiaba en Morag y porque sería seguro, al haber roto la alianza, nadie en Kain pensaría que volverían a pisar tierra o seguirían en comunicación.
—Él vino a Fair por varias veces, yo lo vi —manifestó Erwan, la voz ronca intentando ocultar sus sentimientos—. No intentó buscarme.
—Pensó que estarías mejor y correrías menos peligro si no te veían con él —respondió Haakon Landvik, quien hasta entonces había estado callado—. Pero cada cierto tiempo nos manteníamos en comunicación, él nunca dejó de pensar en ti, de preguntar en ti, de querer saber cómo te estaba yendo.
—Somos los únicos pertenecientes en Fair que conocemos la verdad —prosiguió la mujer—. Y tus padres reales, por supuesto. Era muy arriesgado que Su Majestad inclusive se enterara, pero cargar con una verdad como esta no ha sido fácil, mucho menos sencillo, ha sido doloroso porque te hemos visto crecer.
La mente de Sigrid rebuscó entre sus recuerdos algún indicio que le revelase que esta verdad era cierta, había comenzado a llorar sin darse cuenta y a sentirse feliz porque Erwan había estado en buenas manos. Prontamente, los recuerdos y las memorias vinieron a ella, había encontrado meses atrás a su madre llorando en distintos lugares, en distintos días. Sobre todo, en cada año a mitades o a finales de año era cuando recaía. Sigrid siempre había pensado que se trataba por las complicaciones con el reino, pero ¿y sí no era por eso? ¿Estaría arrepentida de haber mandado a su hijo lejos?
Con la manga de su vestido se limpió las lágrimas y sonrió sin poder evitarlo. No había querido dudar de sus padres, los conocía y sabía que no lo habrían hecho por un buen motivo. La habían protegido y este había sido el costo. Aún había ciertas dudas que no podrían ser contestadas por la familia Landvik, sabía que tenía que regresar a casa para hablar con su madre y que ella misma le respondiese, pero el pecho se le embriagó de un alivio inmenso y vio esto como una oportunidad para acercarse a su hermano y conocerlo.
Antes de que se fuera de la casa Landvik y dejase a la familia acompañar a Erwan para resolver sus dudas y mostrar su apoyo, el señor Landvik le pasó un par de las cartas que Bran le había mandado. Sigrid las aceptó con las manos temblorosas y se encaminó hasta su cabaña para preparar sus cosas en su regreso a Kain; sin poder evitarlo, abrió una y las lágrimas empañaron sus ojos tras reconocer la fina caligrafía de su padre.
A 25 de octubre, año 730 d.c.
Sigrid leyó las palabras de su padre hacia el señor Landvik, la mayoría de sus frases eran para comentar lo mucho que se alegraba de saber que su hijo estaba en buenas manos y comenzando a hacer uso del arco para practicar. Siguió leyendo hasta que encontró algo que la hizo detenerse para releer nuevamente.
... Han sido días difíciles, sé que podría tener un nuevo heredero o, como usted sugirió, presentarles a Niels... Más no creo que sea lo correcto, en mi corazón sé que Sigrid sigue con vida. Han pasado tres años desde su partida y no hay día en el que busque en las estrellas algún indicio de su paradero, le prometo que la voy a encontrar, porque he sido bendecido con dos hijos grandiosos y sé que usted cuida a mi hijo como si fuera suyo.
Eternamente agradecido, Rey Branden I.
Con mucha añoranza, abrazó el pergamino dejando que las lágrimas cayeran. Sabía que atesoraría esas cartas por siempre, porque era lo único que le quedaba de su padre. Y cuando se encontraba partiendo hacia Kain en compañía de Kristoff y Said, sobre sus respectivos dragones, decidió que sería buena idea continuar leyendo. La mayoría hablaban sobre Niels, lo que la hizo un poco más feliz al ver que comenzaba a conocerlo a través de las palabras de su padre.
A 08 de enero, año 734 d.c.
... ¡Ha sucedido! Mi hija ha regresado a casa, en ningún momento lo dudé.
Las cosas han estado un poco complicadas y sin duda será un comienzo difícil, haré todo lo posible por mejorarlo. Sé que si Niels supiera sobre esto estaría tan feliz como yo lo estoy, ojalá algún día pueda conocer a su hermana y que ella lo conozca a él. Nada me haría más feliz.
Rey Branden I.
Tan pronto y tuvo la sensación de felicidad y emoción en sus venas, esta fue reemplazada por la duda y la pena, ¿algún día sería libre? Su papá había esperado por ello y muerto sin poder ser testigo de su reencuentro. Sin haber podido reencontrarse con su hijo y decirle lo mucho que significaba para él. Y Sigrid se preguntó si ella también tendría que pasar por el mismo destino para ser libre. ¿Tendría que morir para poder descansar?
Esperaba que no, porque realmente quería ser una persona libre y, sobre todo, quería estar con Hipo. No quería tener que elegir para poder estar a su lado, quería sentirse segura, quería conocer más a su hermano y que él la conociera a ella, quería que su madre se pudiese reencontrar con su hijo antes de que fuese demasiado tarde. Quería acabar con la maldad en Kain, quería ser feliz.
No sabía si lo lograría.
¡Hola! Cuanto tiempo, espero que estén muy bien. Tenía miedo de escribir este capítulo, espero que les haya gustado, ¡háganme saber sus opiniones! Cualquier cosa o cualquier duda, me gustaría leerla. 💗
Últimamente he estado dudosa con lo que escribo, siento que me estoy saltando partes u omitiendo escenas que ni sé jaja, así que si hay algo que les gustaría leer en el transcurso de los capítulos pueden decirme, si quieren conocer a profundidad algún personaje o me enfoque en alguna pareja. Así que por favor dejenme sus comentarios <333
Una cosita antes de irme, ¿se imaginan a Erwan/Niels en algún personaje animado? He estado buscando alguno para él, pero no he encontrado: c Sobre este mismo tema, ¿qué sintieron al descubrir que él es hermano de Sigrid? ¿Se lo esperaban?
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