━━II: a map and your eyes
━━CAPÍTULO DOS━━
【UN MAPA Y TUS OJOS 】
Sigrid observó los tatuajes en su antebrazo con un suspiro pesado. Las estrellas brillaban sobre su piel bronceada y la silueta unida, a través de puntos que formaban un lobo, el cual resaltaba más que las otras runas tatuadas. El lobo tatuado era el símbolo que la representaba a ella, ¿pero de verdad era eso? ¿De verdad era un lobo capaz de proteger a otros cuando no pudo proteger a su padre? Cerró su mano, clavando las uñas de sus dedos en la palma de su mano, molesta.
—Deja de ser tan dura contigo misma —reprendió Astrid al ver su acción, soltando un libro sobre la mesa con un bufido—. Apenas y entiendo una palabra de lo que dice esto, ¿no podían ser más simples y hablar una sola lengua? —preguntó con un bufido y Sigrid alzó el rostro para verla.
—No soy dura conmigo misma —replicó lentamente Sigrid, Astrid la miró con los ojos entrecerrados—. Bien, solo es... Olvídalo, no he dormido bien —admitió y estiró las manos para tomar el libro que la rubia había arrojado frente a ella—. ¿Qué es lo que querías leer?
—Solo quería encontrar algo, Said mencionó «drůskahl» y se fue —comentó la rubia con un jadeo dramático, viendo alrededor de la biblioteca—. Ha estado actuando muy extraño, ¿trata de evitarme?
Sigrid la miró por unos segundos sin responder y jugó con sus manos nerviosa.
—Necesita tiempo —respondió Sigrid—, eso fue lo que dijo. A mí también me ha estado evitando, a todos en realidad, solo aparece cuando necesito de su consejo, pero no lo quiero presionar.
—¿Aún sigue culpándose? —preguntó la rubia en un tono más serio, frunciendo las cejas. Cuando Sigrid asintió, ella se incorporó—. Ya es suficiente, han pasado meses desde ello y no había absoluta manera de que supiera que ocurriría eso. —Astrid posó sus orbes azules en los contrarios para cerciorarse de que estuviese bien—. Debe dejar de exigirse tanto a sí mismo.
—¿A dónde vas? —preguntó Sigrid al verla, tomando de vuelta el libro entre sus manos.
—A darle un golpe para que recapacite —contestó—. Y a buscar a los gemelos, necesitamos irnos antes de que Hipo llegue, no sabía que estaríamos aquí.
—Desafiar las órdenes del Jefe es tu pasatiempo favorito por lo visto —comentó Sigrid con una media sonrisa—. Vi a los gemelos molestando a Brynden, porque irá con ustedes, dile a Tilda que no sea muy dura.
—Los sacaré de las orejas a ambos. —Astrid caminó alrededor de la mesa, echando un vistazo en las repisas de los libros y luego regresó, para jugar con el cabello de Sigrid—. Está muy largo, ¿quieres que te trence? A mí me salen mejor que a Hipo —agregó.
—Sí, pero no se lo digas. —La kainiana abrió el libro, mirando las ilustraciones pintadas mientras Astrid se encargaba de hacer las separaciones en su cabello, algunas ondas castañas cayeron frente a su hombro—. Hace una semana se quejó, dijo que domar el cabello es más difícil que domar un dragón, le dije que entonces ya comprendí porque no se peina —río al recordar su indignación y Astrid le secundó.
—No entiendo de qué se queja si él se ofrece siempre a trenzarte —comentó Astrid entonces con un resoplido—. No me deja a mí, hoy por suerte no está o ya le hubiera arrojado un libro.
Sigrid no respondió, dejó que Astrid se encargara de su cabello largo y hojeó las páginas, pensando que esto era más divertido que estar sentada en el trono recibiendo quejas. Suspiró y miró las runas dentro del libro, alzando una ceja.
—¿Quieres aprender la lengua ancestral? —preguntó de pronto, alzando las manos donde cargaba el libro para que viese los diferentes símbolos rúnicos—. No me la sé por completo, pero podría enseñarte lo que conozco —prosiguió, bajando el libro para jugar con los listones delanteros de su vestido naranja de aquel día—. Así podrías insultar a Said en aotromneach.
Sigrid vio la sombra de Astrid alzar los hombros, concentrada en su tarea y volvió a bajar la mirada, para centrarse en los tatuajes de su mano, mordió su labio inferior.
—Sí, sí quiero —respondió Astrid al cabo de unos segundos, terminando de anudar la corona de trenzas que había hecho en la parte frontal de su cabeza, dejando algunos mechones traseros sueltos—. Así comprendo las cosas que dice también, lo golpearé sí me vuelve a evitar... Listo, no te toques el cabello —añadió al ver sus manos inquietas alzarse—. Bien, ahora sí me iré a buscar a Tacio y comprobar que no trate de llevarse a Maléfico nuevamente, suerte con todas esas vacas perdidas.
—Que graciosa. —Sigrid la miró mal, pero río ligeramente al verla—. ¿Segura que irás a buscar a Brutacio y no a Said?
Astrid la empujó levemente y ambas rieron, antes de que la rubia se desapareciera entre las estanterías continuas de la biblioteca. Sigrid la miró marcharse antes de despejar su vista hacia la puerta de la biblioteca que conducía al jardín, suspiró sin ir ahí. Trataba de evitar los lugares a los que él iba, estaba por incorporarse e irse hasta que vio a su madre sentada afuera. En su regazo el Señor Bigotes jugaba y mordía los listones que sujetaban la falda de su vestido.
Quizás...
Quizás podía ir sin llorar por los recuerdos. No se creía lo suficientemente fuerte, nunca lo había sido. Solo era ella. Solo era Sigrid. No había nada de especial en eso. Con duda, sus ojos como el sol miraron de vez en cuando hasta donde su madre estaba y apretó los puños de sus manos. Al final se levantó y se marchó al salón del trono.
No estaba preparada para volver a salir a esos jardines, aun sí lo había hecho los primeros meses, ya no podía. No podía seguir encerrada en su dolor. Debía dejarlo ir, pero todo era tan difícil, ¿cómo se puede dejar ir a alguien si los recuerdos aparecen en la mínima cosa? La presencia de su padre, de Branden, se sentía en cada pared del castillo, en cada pasadizo, en las espadas, en el emblema sobre el brazalete de los reyes y en la corona.
«Convierte los recuerdos de tu padre en una armadura». Estaba haciendo justo lo contrario a lo que le dijo a Hipo meses atrás cuando él perdió a Estoico. No quería recordar a su propio padre por temor a no hacer lo que le correspondía, por temor a seguirle llorando todas las noches, por temor a extrañarlo, añorar sus palabras, añorar su presencia, sus abrazos.
⚘❀༄
Sigrid cruzó las piernas sobre el trono con un pequeño suspiro, dejando sus antebrazos recargados en el respaldo del asiento y corona de oro resplandeció en su cabeza. Sus ojos miraban la multitud formada frente a ella y los guardias en las esquinas del Gran Salón, comprobando que nadie rompiese filas o hiciera algo indebido.
—Esto es tan aburrido —bufó Idunn, a un lado de Sigrid, mirando como el siguiente kainiano daba un paso hasta ambas.
—Majestad. —El hombre hizo una reverencia, después de sacarse el sombrero de campesino de la cabeza y luego se incorporó para mirar a Idunn, tan intimidante como siempre—. Guardiana —saludó cortés, pasando saliva por su garganta y suspiró aliviado cuando apartó la mirada de la pelirroja.
Idunn había llegado al reino hacía menos de un mes para formar parte de la Corte Real como Guardiana de Kain. La pelirroja había adquirido el título que alguna vez su abuelo tuvo, cuando la primera alianza se formó y en estas semanas se estuvo adaptando a vivir dentro de la Corte. Adaptarse no fue nada fácil, pero Sigrid se había encargado de hacerla sentir como en casa, no siempre requería de su presencia por temor a fastidiarla mucho.
Sigrid hizo un ademán para que el hombre hablara.
—Adelante, ¿señor...?
—Kenneth, Majestad —completó el kainiano, llevaba las manos un poco sucias y las ropas que portaba se veían bastante gastadas.
Sigrid lo miró, estaba un poco exhausta sí era honesta, llevaba sentada en ese trono por varias horas desde que había abandonado la biblioteca, atendiendo cada uno de los problemas del pueblo. La mayoría de ellos eran leves, algún animal perdido, peleas entre vecinos, vacas y borregos sueltos o caballos extraviados. Apenas y tenía descanso para salir a caminar fuera y la motivación que antes había tenido por ayudar a las personas, comenzaba a apagarse luego de lo sucedido con su padre, solamente quería terminar con todo.
—¿En qué puedo ayudarlo, señor Kenneth? —preguntó la Reina, enfocando su atención en él.
—Verá, Majestad... Espero no quitarle de su tiempo —comentó amablemente el hombre de avanzada edad, sosteniendo su sombrero—. Estaba junto a mí nieto en la mañana pescando en el río Irkan cuando algo extraño sucedió.
» La corriente era fluida, como en las ocasiones anteriores —relató y Sigrid inclinó un poco su rostro para escuchar mejor, era tranquilizante no tener que hablar de vacas—, el agua estaba muy caliente y de ella ningún pez aparecía. Pensé que se habían desviado hacia las islas Airgead, pero en esa dirección el río estaba de la misma manera, solo podíamos ver el vapor fluir a través de las rocas salientes —continuó, haciendo un par de descripciones con el movimiento de sus manos.
Sigrid asintió y, al instante, breves reflejos y memorias surcaron su mente ante la mención de ese río. Ella de pequeña, corriendo en dirección al río, su padre detrás de ella... ¿Por qué recordaba eso ahora? Su padre alcanzándola a tomar en brazos antes de terminar dentro de la corriente. No, no, no, no había tenido recuerdos de su vida antes de los dragones, no podía tener ahora y menos ese. Apretó su agarre en los respaldos de la silla e inhaló profundo, sintiendo algo nuevo, algo cálido como el agua de los ríos. La sensación cálida que el agua emanaba sobre sus manos al tocarla era la misma que sentía cuando su padre la abrazaba. Ahora esa sensación existía solamente en su memoria.
—Usted sabe que es prácticamente imposible tener agua caliente fluyendo de los ríos —dijo el señor Kenneth, quien trató de dar un paso hacia adelante que no terminó, cuando Idunn rozó la empuñadura de su hacha sin sacarla y el hombre retrocedió hasta su posición actual, inclusive un poco más detrás—. Junto a mi nieto llegamos a la conclusión de que algo malo estaba sucediendo, decidimos ir a investigar y recorrer el borde del río...
El señor Kenneth volvió a tratar de acercarse, pero solo bastó la mirada sagaz de Idunn para que retrocediese y se limitó a inclinar el rostro, cubriendo uno de los lados de su cara, como si les estuviese por contar un secreto. Sigrid se enderezó en su asiento, en parte por la curiosidad y también por el entumecimiento que sentía en todo su cuerpo de estar sentada durante horas, ya solo quería escapar hasta sus aposentos y dormir mucho.
—Había piedras astrales, Majestad —dijo, en un susurro para que solo ellas pudiesen escuchar—. Muchas de ellas, estaban en el agua, suponemos que eso fue lo que hizo el agua hervir.
El campesino la miró como si esperara que entendiese algo, pero Sigrid solo frunció el ceño al tiempo que la pelirroja.
—Esto podría significar la llegada de algo misterioso a la isla, Majestad —prosiguió—. La llegada de Rekvhan.
⚘❀༄
Sigrid desconocía la información sobre la dragona Rekvhan, nadie en Kain la mencionaba durante años, tenía entendido. La morena había leído sobre ella en un viejo libro, comentando las tradiciones que se solían celebrar en su honor y en su llegada, celebraciones que habían dejado de suceder más de veinte años atrás. La demás información sobre quien era esa dragona se había extraído cientos de años atrás cuando sus ancestros abandonaron Nordvind y los últimos registros se perdieron luego de la muerte de su tía Naara; en la que su padre, rehusándose a continuar viviendo en el castillo donde aconteció la muerte de su hermana, destruyó la mayor parte y construyó la actual fortaleza, debajo de la montaña. Inclusive los mismos kainianos habían olvidado la mayor parte de la historia, pocos de ellos recordaban y contaban fábulas sobre la dragona. Por ello le había sorprendido su mención.
La ahora Reina de Kain profirió un bostezo involuntario, tenía días sin dormir en lo absoluto, pero sus deberes y obligaciones eran más importantes. Había dejado de atender a personas un par de minutos después de que el Señor Kenneth se fuera, Kristoff y Said se ofrecieron a ayudarle con la población faltante y Sigrid aprovechó para salir en compañía de Idunn y sus damas.
Sigrid tenía cuatro damas en total. Lyanna, la primera de todas, quien a su vez se trataba de la pequeña hermana de Said; Casiopea, a quien se había hecho amiga luego de tantas veces en salir al pueblo para visitar a su abuela que le ayudaba con sus vestidos. Margaery, hija de una de las damas de su madre y Krystal, la hija de una de las cocineras del castillo que Sigrid había conocido poco después de convertirse en reina. De esta última, se había ganado muchos comentarios ofensivos por parte de los lores que Sigrid había ignorado por completo, alegando que eran sus damas y no las de ellos.
En esos momentos, solamente dos de ellas las acompañaban a Idunn y a ella. Casiopea y Lyanna, quien tenían más información de Rekvhan y les habían compartido sus conocimientos a las primas. En las antiguas leyendas kainianas, la dragona se conocía como la Dragona Madre, de la luz o de la creación. Tenía distintos seudónimos, pero todos significaban lo mismo. Se decía que ella era la primera dragona en existir y de ella, emergieron desde el mundo los demás dragones, también decían que con su magia había sido posible la existencia de los híbridos y a su llamado responderían cuando ella volviese. Lo extraño era que tenía miles de años sin ser vista, solo el fragmento de las palabras y las canciones compuestas hacia ella era lo que quedaba.
—Y sí vino, nadie sabe por qué está aquí —añadió Lyanna, la pequeña hermana de Said se había recuperado antes que todos del ataque al castillo—. A lo mejor ha decidido que ya es tiempo de llevarse a los dragones o de quemar algunas personas, eso sería interesante.
—Los dragones no van a gastar su tiempo quemando personas —replicó Casiopea, con un suspiro dramático.
—¿Cómo que llevarse a los dragones? —interrumpió entonces Sigrid, con un deje de preocupación en su voz—. ¿A todos?
La idea de tener que separarse de Nymeria otra vez y dejarla a su merced... No podía ni pensar en ello, ambas estarían juntas, siempre. Lo había prometido.
—Si las leyendas son ciertas, Rekvhan es la madre de todos los dragones, ella puede buscarles un nuevo lugar para vivir incluso —dijo seriamente Lyanna, alzando los hombros—. Además no olvides la Danza.
—¿Qué tiene que ver la Danza con todo eso? –preguntó Idunn qué hasta el momento solo había escuchado.
Durante su estadía en Kain, Lyanna la había puesto al tanto de la mayoría de las cosas que sucedían. Incluida la Danza de Dragones que habían presenciado Kristoff y Said.
—Hay muchas probabilidades de que la dragona que estuvo presente fuese ella, es evidente —dijo Lyanna, deteniendo su caminata cuando llegaron frente a las puertas de la biblioteca—. No cualquier otro dragón te habla por la mente y Said puede ser exagerado, más no mentiroso.
Sigrid se desvió de su caminata al ver a Brynden avanzar con una pila de libros y pergaminos amontonados, perdiéndose de la conversación. Con el entrecejo fruncido, dobló por el pasillo hasta seguirlo, un poco confundida sobre el porqué seguía ahí.
—Majestad. —Sigrid se sobresaltó, no esperó que se diese cuenta de su presencia. La morena desvió su mirada para ver cómo casi los pergaminos caían de sus manos, pero antes de poder ayudarle, Brynden ya los había colocado encima de una mesa—. Mi hermano Daven solicita su presencia y la de la Guardiana en la armería, hemos encontrado algunas anomalías mientras sus hombres entrenaban.
—Brynden, ¿cuántas veces te he dicho que no me digas "Majestad"? —dijo Sigrid con un bufido, haciendo que el tercero de los hermanos Warren riese ligeramente—. ¿Astrid no se ha marchado? ¿Y los gemelos?
—Oh, ellos ya estaban por irse, Maje... Sigrid. —Se corrigió a tiempo, un ligero rubor cubrió sus mejillas y la morena entrecerró los ojos.
—¿Y por qué no estás con ellos?
—Quería dejar mi trabajo terminado —contestó Brynden, echando un vistazo a los libros y los pergaminos—. Me están esperando.
—No les hagas esperar más, recuerda que el viaje a Berk es largo, ya me encargaré yo de acomodar esto.
Sin dejar que el Warren menor replicase, Sigrid tomó un par de libros y los llevó hasta las estanterías, despidiéndose de él con un movimiento en mano.
Brynden se había hecho amigo de Patapez la vez que lo conoció en la Orilla del Dragón y cuando los jinetes visitaban Kain, Brynden le enseñaba hasta los libros más misteriosos, por lo que ahora, Brynden había aceptado la invitación de ir a explorar y conocer más sobre los dragones. Said se había rehusado en que fuera solo, pero Giselle y Randall tuvieron que intervenir, dándole permiso al kainiano para que saliese. Pensaban que Berk le ayudaría a despejarse de lo acontecido y Sigrid sabía que le sentaría bien estar con Patapez. Al final, Said había accedido con la condición de que se llevaría a Vhagar para que pudiese protegerlo.
⚘❀༄
La armería estaba destruida.
Fue lo primero que Sigrid e Idunn notaron en cuanto subieron la alta colina en dirección al antiguo castillo. Los altos rayos del sol encandilaban su vista conforme se hacían paso a través de los escombros y las rocas sobresalientes.
—¿Qué no limpian donde entrenan? —preguntó Lyanna, cuyo semblante fruncido mostraba su desagrado e hizo una mueca—. ¿De qué sirves, Daven, si no van a limpiar? —añadió con enfado la dama de Sigrid, sus botas resonaron contra el cemento bajo ellos.
Sigrid frunció el ceño, había algo extraño en todo. Inclusive el clima. Nunca había hecho tanto calor como ese día, los rayos del sol jamás impactaban de esa forma contra sus rostros impidiéndoles ver más allá. No hacía frío en lo absoluto. Su vista recorrió cada cimiento alrededor de ellos, los soldados del escuadrón de Daven se encontraban recogiendo las armas tiradas por doquier y, más allá de estas, algo llamó su atención.
—Aquí entrenamos, no hacemos limpieza —replicó el mayor con los ojos oscuros entrecerrados, mirando mal a su hermana pequeña.
—Está claro que no —comentó Idunn con una sonrisa ladina, ella y Lyanna compartieron miradas cómplices—. ¿Para qué nos mandaste llamar, Warren?
—Vengan a ver esto y no, no es la basura, Lyanna —añadió, miró a ambas por unos segundos antes de desviar sus ojos hasta Sigrid—. Parece que ocurrió durante la madrugada, hoy que subimos a entrenar ya estaba todo destrozado.
Curiosa, Sigrid avanzó hasta una de las paredes que había recibido el impacto de lo que fuese que hubo ocurrido, detrás de los escombros había cientos de piedras astrales. Piedras que estaban extintas, Sigrid había dado la última a Hipo... Avanzó cerca de Idunn quien se inclinó para verlas mejor, la capa roja de Fair le ondeaba detrás de la espalda y hacía resaltar mucho más su cabello como el fuego.
—No las toques —advirtió Daven al ver a la pelirroja—. Están muy calientes.
Pero Idunn no le hizo caso y la tomó entre sus dedos, con la mano que llevaba el guante de cuero. Lyanna se acercó también, su uniforme de piel negro resaltaba con el sol, pero era incómodo a la vez, por el calor que hacía; la menor de los Warren se inclinó y tomó una de las piedras sin importarle si se quemaba.
—Estas no son piedras astrales. —Fue lo primero que dijo tras analizarla, Daven la miró espantado por tenerla entre sus dedos sin importarle el quemarse y la regañó—. No, no lo son —comprobó sin hacer caso a su hermano y la soltó junto al montón.
Idunn a su lado, inspeccionó la piedra en su mano y la golpeó con uno de los escombros bajo ella. Nada, no fue como las otras piedras, de esta no emergió nada, ni siquiera el brillante cristal. Esa piedra era distinta a las astrales. Sigrid se acercó para verlas a todas, de lejos eran tan parecidas... Pero aun así, había algo extraño en ellas. Cada una tenía un punto en una parte distinta de la piedra, algunos parecían que se unían.
—Espera —dijo a Idunn, al ver que estaría por romper otra y luego se giró para ver a Daven, quien mantenía las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones oscuros y la camisa entreabierta—. Necesito que tú y tus hombres desocupen el salón de las armaduras, déjenlas en los extremos para que puedan meter las piedras dentro.
» Nadie más debe saber de esto, ¿entendido? Hasta que quede claro.
Con una inclinación, los soldados asintieron y se marcharon a buscar algo con que transportarlas sin tener que llevarlas unas por unas y quemarse en consecuencia. Sigrid posó una mirada en el cielo extrañada por lo que ocurría. Quizás las piedras solo eran una pista más, ¿pero para qué?
⚘❀༄
Hipo llegó al atardecer, cuando el cielo se transformó en naranja. No había encontrado a Sigrid en el castillo, pero por suerte sí a Nymeria y la híbrida los guio en medio de sus alas hasta encima de la colina. Hipo confundido, dejó que la Pesadilla Cambiante les volviese invisibles a él y a Chimuelo y su corazón latió con fuerza, ¿por qué había hecho?
—Gracias, Nym. —Escuchó la voz de Sigrid a los segundos, Hipo salió de entre las alas de la híbrida para ver a la morena vestida con un vestido de cuero negro debajo de las rodillas y el cabello trenzado—. Hey.
—Buenas tardes, Mi Reina —comentó el vikingo con una pequeña sonrisa, acercándose para dejarle un beso sobre la frente—. ¿Qué haces aquí? ¿Por qué Nymeria nos cubrió al llegar?
Sigrid de inmediato alzó el dedo índice sobre sus labios y miró a sus alrededores.
—Encontramos algo, pero mejor que no lo sepan muchos —explicó, echó un vistazo alrededor y alzó la mano para despedirse de Nymeria y Chimuelo, quienes corrían para jugar en el bosque.
Siguiendo a Sigrid, Hipo se adentró en el salón con la mirada curiosa en lo que había dentro. Los soldados custodiaban la entrada y al verlos se hicieron de lado para dejarles pasar, adentro del montículo el suelo estaba lleno de piedras acomodadas unas con otras. Hipo frunció el ceño viendo como cada piedra tenía un punto distinto que las unía, como si fuera un mapa. Un mapa.
—No sabemos de qué es —comentó Lyanna, acercándose hasta ellos y dejando a Idunn sola con Daven—. ¿Nos guiará hasta Rekvhan?
—¿Rekvhan? —preguntó Hipo con una ceja alzada, sin comprender de qué hablaba.
—Ven, amo de dragones, te falta ponerte al día —dijo con simpleza Lyanna, soltando un suspiro exasperado. Hipo se adentró al lugar detrás de Sigrid y se inclinó para analizar los puntos sobre el mapa—. Hay una leyenda que dice que Rekvhan es una dragona, madre de todos los demás y algún día, vendrá por ellos.
—No sabemos si es cierto —dijo Sigrid, analizando todas las piedras unidas que Daven había terminado de poner junto a Idunn—. Pero este mapa nos puede guiar.
—¿Para buscar a Rekvhan? —preguntó Hipo, alzando la vista para verla.
—No, creo... Siento que está relacionado con mi padre —admitió en voz baja, posando la vista sobre sus manos que jugaban nerviosas—. Él mandó a destruir este castillo antes, cuando mi tía Naara fue ejecutada y se encargó de la reconstrucción de este lugar. Las piedras emergieron de aquí, mi padre las ocultó.
Hipo se incorporó y examinó una última vez el mapa, los demás también se acercaron.
—¿Realmente crees que fue tu padre? —preguntó Idunn, llegando hasta ellos con las manos en la cintura—. Podría ser una trampa, ¿piensas seguir el mapa, verdad?
—Necesito respuestas —contestó Sigrid sin mirarla, en su lugar, se encaminó hasta una mesa que habían posicionado delante del cuarto y abrió un pergamino donde se mostraba el mapa del archipiélago a su alrededor—. Es la única pista que hemos tenido en años, no puedo dejarla pasar, iré.
—No.
Una respuesta rápida y silenciosa, Sigrid se giró para mirar a Idunn con una ceja alzada.
—¿No? —repitió, poniendo las manos sobre la mesa—. Voy a ir, necesito todas las respuestas posibles y estar en Kain no me va a resolver nada.
—No irás —dijo Idunn inexpresable, cruzando los brazos sobre su pecho—. Es muy arriesgado, no puedo dejarte ir sola...
—Iré con Sigrid —interrumpió Hipo, miró a ambas primas que se encontraban serias.
—Seguirá siendo arriesgado y estará desprotegida. —Se negó Idunn—. Tenemos que analizar esto, ¿y si no es un mapa? Puede ser una trampa, mi deber es mantenerte protegida, eres la Reina.
Sigrid suspiró sin decir nada durante unos segundos, se recargó sobre el respaldo de la mesa y miró a la pelirroja.
—Kristoff y Said pueden encargarse de los asuntos del pueblo mientras me ausento —dijo finalmente—. Las reuniones del Consejo están prohibidas, no hay tanto peligro.
—Lo habrá afuera.
—Idunn... —Sigrid exhaló, aferrando sus manos en el respaldo de la mesa detrás de ella—. Vamos a estar bien.
El silencio se hizo tenso e incómodo para los otros tres. La vista de Hipo se desvió en todos, había visto lo mucho que Idunn se preocupaba por Sigrid desde su llegada a Kain, no la dejaba sola más que lo necesario y no dudaba en amenazar o alzar el hacha a aquellos que se acercasen demasiado a la kainiana.
—Sigrid tiene razón —interrumpió Daven, despreocupado de la mirada amenazante que le lanzó Idunn—. Es la única pista que hemos tenido, no creo que haya peligro, mis hombres no hablarán por órdenes mías y de la Reina —dijo, alzando los hombros—. Además, contigo como Guardiana nadie se va a atrever a atacar Kain cuando saben que les puedes desaparecer de la tierra.
El semblante de Idunn se relajó, pero solo un poco, al escucharlo. Bajó sus brazos y se acercó a Sigrid, que la miraba a punto de hacerle un drama.
—Yo debo protegerte —insistió Idunn—. Entonces iré contigo.
—No, te necesito aquí —dijo Sigrid un poco más calmada—. Eres la Guardiana de Kain, no de la reina solamente, protege el reino en mí ausencia —pidió, dejando una mano sobre el hombro de la pelirroja—. Estaré bien, confía en mí, puedo hacerlo.
Al final Idunn accedió, aunque aún seguía un poco desconfiada.
Hipo se encargó entonces de trazar los puntos del mapa en las piedras sobre el pergamino y con Sigrid encontraron la localización al Norte. Viajar a las tierras del norte les tardaría días en llegar, así que no perdieron más tiempo y, tras guardar provisiones y sus respectivas armas, Sigrid e Hipo partieron de Kain encima de sus respectivos dragones.
En todo el camino, mientras los últimos rayos del sol acariciaban sus rostros, Hipo no dejó de mirar a Sigrid. Haciendo que la morena se girase para mirarlo de vuelta, con las mejillas sonrosadas.
—Hipo, me quitaré la bota y te la lanzaré —advirtió Sigrid poco después, una risa escapó de los labios del vikingo junto a Chimuelo.
—¡No estoy haciendo nada! —Hipo alzó sus brazos, inocente y volvió a reír cuando Sigrid le miró mal encima de Nymeria.
El berkiano no había querido tocar el tema del mapa para evitar que Sigrid se pusiese mal. Poco a poco lo iban superando, juntos. Y tampoco quería presionarla a que le hablase de sus sentimientos, le bastaba con verla hacer su intento. Porque ahora sus sonrisas eran sinceras y no ocultaban una gran tristeza detrás. Poco a poco, Sigrid iba sanando.
—¿Por qué me miras tanto? —preguntó Sigrid en voz suave, no con reclamo, sino con curiosidad.
Hipo inhaló profundo antes de decir algo, suspiró poco después y la miró a los ojos. Esos ojos con reflejos dorados por los rayos del sol.
—Fue como te dije hace unos meses, Synn —contestó Hipo lentamente—. No puedo dejar de mirarte, tengo toda una vista delante de mis ojos, en el mar y en el cielo; pero solo puedo ver el reflejo del brillo de los tuyos, como el sol y eso es lo que me mantiene cuerdo.
—Hay ojos más hermosos que los míos —murmuró Sigrid, nunca había recibido cumplidos. Por ello, cada que Hipo decía algo, se quedaba sin palabras—. Y todo un paisaje por delante.
—No para mí —respondió Hipo, Chimuelo se alzó un poco para que ambos quedasen a la altura y lado a lado, sin importar el hecho de que Nymeria fuese por mucho más alta que el Furia—. Después de la tormenta, muchos buscan el arcoíris, pero yo busqué el sol. Fuiste el sol en todo este tiempo y cuando murió mi padre lo comprobé.
Hipo alzó la mano para dejarle una caricia sobre su mejilla y Sigrid se inclinó para darle un beso corto, pero profundo, en los labios, con las nubes y el cielo como testigos de ambos. Después de aquello, Sigrid ya no dijo nada y encima de sus dragones, de vez en cuando Hipo la observaba.
No era algo a lo que Sigrid estaba acostumbrada, pese a que lo hacía siempre desde que habían comenzado a salir. Hipo siempre le revelaba sus razones, pero sin importar cuántas fueran y aún sí fueran las mismas, no evitaban que las mejillas de Sigrid siguieran rojas con la misma intensidad como la primera vez en que su boca las pronunció.
¡Buenas! Cuanto tiempo ha pasado, llevo bloqueada con este capítulo desde que el semestre me tomó del cabello y no me soltó hasta hace poco, jasjjs.
Hoy tengo muchos avisos que dar, así que no se vayan aún o lloro. 🥺
El primero de todos es que, desde que salí de vacaciones, comencé con la edición de Crown. He cambiado algunas cosillas y dado profundidad a otras, pero no hay necesidad de que los viejos lectores vuelvan a releer sino quieren. Entre una de las cosas que quité, fue la relación que Sigrid y Brutacio tuvieron porque a mi yo actual esa idea ya no le agradaba para nada. Aunque eso sí, siguen siendo amigos como siempre han sido. 💞
Otra de las cosas que hice fue complementar los anexos de Draco y de Nymeria (he incluido más información, one shots y datos de suma importancia sobre Draco. 👀) Así mismo, he añadido dos apartados extras, un anexo general sobre el reino de Kain junto otro os y un apartado de Agradecimientos. De esos 4 si les pediré que en cuanto puedan se den una pasadita bc hay info importante ahí. 🥺
Otro punto es, ¿recuerdan la historia original que les comenté inspirada en esta? Bien, pues ya la he publicado bajo el título de "Una Corona de Sombras y Estrellas", le dejé el nombre a Sigrid porque quería mantener eso y que mi Sig fuera real🥺🥺, la trama será un poco distinta a esta pero si encontrarán un par de referencias con mi trama de aquí con la de allá. Por si quieren ir jsjs.
Y lo último es que estoy planeando una historia 1.5 después de Crown basada en los cuatro meses que Sig estuvo en Berk con Hipo y enfocada en los cómics de httyd. Esa la publicaré al final para tener algo soft, así como puedan ver los inicios de la relación de Sigrid e Hipo🥺. ¿Les gustaría?
Y ya, espero no tardar en publicar el siguiente cap, estoy a nada de entrar a 5° entonces seguro me ausento de nuevo, no prometo nada, espero que este semestre no sea tan difícil para poder escribir algo.
¡Háganme saber lo que les pareció el capítulo! No olviden votar pls o lloro. 🥺💚💚💚
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