Capitulo IV "Abordaje"


Luego de recibir el impacto, los soldados en el puente se recomponen dando aviso a toda la nave del agresor. James quine ya los había identificado, no titubea al dar sus órdenes, calmado a sus subordinados con su rápida respuesta a la situación.

- ¡Alisten las torretas de la 1 a la 2 para abrir fuego directo a la ciudadela, y la 3 y 4 a los motores! ¡Los dejaremos sin movimiento, para que no puedas escapar de nuestras garras!

- ¡A la orden, señor! - Asiente el oficial de comunicaciones, esparciendo rápidamente las ordenes a los artilleros en las torretas designadas.

En una vista general, el Revenge toma altitud poniendo a tiro de la nave inquisidora, mientras las 4 torretas se alinean buscando los objetivos designados por su capitán. Al estar las 4 listas para disparar, dan aviso al puente y esperan la confirmación para abrir fuego. En eso James, quita su penétrate mirada de la nave inquisidora, y busca a Mia, pero, no la encuentra.

- ¿Alguien ha visto a Mia? - Pregunta preocupado por su nueva recluta.

Y quien le responde, no es nada más ni nada menos que el segundo al mando. Quien ingresaba al puente luego de su larga inspección por el Revenge.

- ¿Te refieres a la chica de pelo rojo y una actitud un tanto molesta?

- ¿Supongo que sabes a donde fue Thomas?

- En efecto, se dirigía al hangar de despegue de los biplanos. Supongo que intentara abordar a la inquisidora.

James aprieta su puño y golpe con furia él apoya brazos del trono. Para luego levantarse y cancelar las órdenes dadas.

- Cambio de planes, establezcan el rumbo del Revenge hacia el enemigo. Cambien las municiones de perforantes a explosivas, y disparen únicamente a los motores y a las baterías antiaéreas.

- Pero señor, eso es estúpido. No sabe lo que realmente ara ella allí. - Reclama Thomas ante las nuevas órdenes de James.

James camina hacia Thomas, mientras el fénix alzaba el vuelo y se posaba nuevamente en su hombro. Para así contestarle.

- Sabes bien cuáles son mis prioridades, ahora ella es parte de la tripulación, por lo que recibiría el mismo trato que los demás. A quedado claro.

Thomas se hace un lado para darle paso a James, a la vez que le contesta.

- Lo que el capitán ordene.


Antes de abandonar por completo el puente de mando, James da sus últimas órdenes.

- Mande una orden al hangar, díganles que voy en camino, que se preparen para despegar y una última cosa, Abran fuego.

Al dar esta última orden James se retira, mientras de fondo, se escuchaba el característico ruido ensordecedor de los cañones, disparando sin cuartel. Aquel ruido no solo marcaba los inicios de un feroz combate, sino, que aquellos involucrados ya no volvería a tierra firme.

James, se desplazó por los atajos que solo alguien que había vivido por mucho tiempo dentro de aquella gigantesca nave conocía, llegando un poco después de Mia al hangar. Viéndola como intentaba llevarse uno de los biplanos, James envía a su fénix para que la detuviera, al posarse sobre una de las alas y asustarla con un fuerte graznido. Lo que inevitablemente hizo que cayera sobre sí misma.

- ¡Ahh! ¡Maldito pájaro, tu otra vez! - Exclama Mia, deseosa por hacerlo callar para siempre.

- No culpes al ave por algo que le ordene hacer, ¡¿y se puede saber qué demonios planeabas hacer?!- Le grita James enojado, por la tonta acción de Mia.

Mia se reincorpora y sin miedo a las represalias le contesta.

- Quería abordar la nave inquisidora.

- Eso me temo, y ¿no pensaste que sería mejor, dar tu idea antes de actuar?

- Que caso tendría, en tu nave no soy más que una más de tus lacayos, si quiero destacar es mejor hacer algo estúpido pero grande.

James se lleva los dedos a la entre ceja mientras le responde decepcionado.

- Creo haberte dicho antes, que dentro de la nave todos somos iguales, todos pueden dar su opinión si así lo desean. Justamente para que nadie actué estúpidamente, como planeas hacerlo ¿Sabes siquiera lo que te espera dentro de la nave de la inquisición?

- No, pero nadie se me compara.- Exclamo Mía, orgullosa de sus habilidades físicas.

- Eso es muy engreído de tu parte a sabiendas que te atrapo un grupo de policías.

Mia desvía su mirada, así respondiendo. Parece que James le había pegado directo en su orgullo.

- Solo fue mala suerte, pero ahora será distinto.

- No, no lo será, dentro de la inquisidora, te espera un pequeño ejército armado y como si eso no fuera poco, en el puente de mando siempre hay un inquisidor, listo para decapitar a cualquier ser vivo que no sea un humano. Sabiendo esto ¿Aun crees que puedes lograrlo?

- Es un juego de niños.

James notando que no iba a hacerla cambiar de parecer, se da la vuelta y poniéndose en marcha a los bombarderos le contesta.

- Eres demasiado terca... Ven, sígueme, si no puedo hacerte cambiar de opinión al menos te acompañare.

Mia confundida, por el accionar de James, quedo paralizada unos segundos. Ya que esperaba que la obligaran a entrar en algún lugar seguro, o algo por el estilo. James viéndola parada aun en el biplano, le ordena.

- Mia, apresúrate, que no tenemos todo el día.

Al despabilar, Mia se echa a correr para alcanzarlo. Terminando juntos, subiendo en uno de los 4 bombarderos designados a la misión de abordaje. Dentro, 10 soldados equipados con esas extrañas servo armaduras, extremadamente pesadas pero fuerte mente armadas los esperaban, listos y preparados para iniciar el ataque. James se coloca frente a la puerta, dando la orden para despegar, mientras le avisa a Mia.

- El despegue es brusco, sujeta de las agarraderas o podrías caerte.

Mia por supuesto, no hace caso a la sugerencia de James, por lo que pensaba que no era necesario. Mientras hablaban, los 2 motores son empujados por el personal de asistencia, mientras el piloto empujaba el acelerador lentamente hacia arriba, llevándolo a su máxima potencia, para así comenzar a mover el avión dirigiéndose a la pista de despegue. Encontrándose los 4 alineados, los banderitas en medio de la pista, van dando las señales de uno en uno para que fueran despegando. Ayudándose con una polea de impulso, los bombarderos toman velocidad saliendo despedidos del hangar. El despegue fue muy brusco, lo que termino por hacer que Mia sea empujada hacia el lado contrario del avión, chocando inevitablemente contra la espada de James. De no ser porque él que se había parado en la puerta, hubiera salido despedida del avión sin ningún problema. James, un tanto enojado, le dice a Mia.

- Te dije que te sujetaras. - Mientras ella aun posaba sobre su espalda.

- Si, ¡ya entendí! - Exclama, un tanto sonrojada, por la situación tan humillante que se había generado por no hacerle caso a James, frente a sus nuevos compañeros.

El enfrentamiento había comenzado, los cañones el Ravenge no paraban de rugir sin dar ningún tipo de cuartel, al disparar una y otra vez contra las baterías AA enemigas, destrozándolas al instante. Si bien era difícil eliminarlas a todas antes de que se encontraran a fuego los bombarderos, el poder eliminar la mayor cantidad posible, reducía la probabilidad de que los derribaran.

Los pilotos, armados de valor y con agallas de acero, volaron entre explosiones y disparos con esos enormes tiro al blanco voladores, para finalmente sobrevolar por encima de la nave inquisidora y lanzar una primera descarga de bombas, que fácilmente perforaron el casco de la nave, dándoles acceso a los soldados. James se hace a un lado de la puerta, a la vez que aparta a Mia, dando luz verde para que puedan descender sus hombres blindados.

- ¡Oye!, ¡Porque me apartas, yo también saltare! - Le grita Mia, al pensar que la haría aun lado de la misión.

- Nadie dijo lo contrario, pero siempre es mejor que ellos bajen primero, antes que nosotros. El capitán siempre baja al final, asegurándose de que todos puedan hacerlo.

Mia, le da un codazo liberándose del agarre de James y así saltando del avión, mientras le grita en caída.

- ¡Adivina que! ¡Yo no soy el capitán idiota!

James ante el imprudente acto de Mia, mantiene la calma y espera a que el resto de los soldados bajaran. Tal como él lo había dicho, eh ir a buscar a su rebelde subordinada.

Mia aprovechando que la mamá gallina no se encontraba cerca, acompaña a los soldados en su asalto por la nave enemiga, topándose con un sinfín de templarios. Los soldados que la acompañaban, le brindaban cobertura mientras abrían fuego, limpiando los pasillos con la sangre de quienes se interponen en su trayecto al puente. Mia no se quedaba atrás, haciendo uso de todo lo que había aprendido durante esos años en las calles, se adelantaba a sus compañeros a gran velocidad, para envestir a los templarios. Dándole un buen uso a sus revólveres, y a su fuerza, al estrellarolos contra las paredes con simples puñetazos y patadas. Las técnicas callejeras, si bien no eran elegantes, como las que podrían esperare de un grupo armado, si eran efectivas. En cuanto a fuerza y habilidad ninguno de los templarios se le comparaba, destacando entre su grupo de compañeros, como una mujer fuerte y descabellada.


Al terminar la pelea o mejor dicho la masacre, luego de varios minutos Mia se encontraba ciertamente enérgica y con ganas de seguir luchando, pero los soldados la detuvieron de inmediato, al tomarla del hombro.

- Detente novata. - Le dice uno de los soldados a su lado.

Esto no fue del todo una buena idea. Mia aún se encontraba agitada, alerta y con un fuerte deseo por más. En el momento que el hombre puso su mano sobre ella y dijo esas palabras, activo un acto reflejo en ella, llevándola a tomarlo del brazo y revolearlo contra el suelo. Eso sin duda alguna fue impactante de ver, teniendo en cuenta que una servo armadura sin su piloto pesa alrededor de 170 kilogramos. Emitiendo profundas respiraciones, cubierta de sudor y ahora sumergida por completo en un estado de frenesí, paso a ser peligrosa no solo para el inquisidor a bordo o los templarios a los cuales dirigía, sino también para sus propios compañeros.

Ninguno de los allí presentes se atrevía a tocarla, hasta que James hace su entrada, pasando entre medio de los soldados y solicitando un resumen de los hechos.

- ¿Díganme que esta pasado? ¿Por qué uno de los nuestros está tendido en el suelo?

El sargento presente, toma la palabra y le cuenta lo sucedido con presura.

- Conque eso paso. Muy bien, háganse a un lado, esto solo hay una forma de pararlo.

- ¿Pero que ocurrió señor? ¿Por qué de pronto se encuentra en ese estado de salvajismo? - pregunta asustado, uno de los soldados que lo acompañaban.

James dándole una rápida respuesta le contesta al joven soldado.

- Esto ocurre cuando cedes ante tus instintos.

James, se acerca a Mia lentamente y con total confianza de lo que iba a hacer, para al igual que aquel en el suelo, sujetarla del hombro. En el momento que ella intento hacerle lo mismo, James, la tomo del brazo y le dio la vuelta para que lo mirara directo a los ojos. Así ni bien tuviera su mirada plasmada en su ojo, con la mano libre, retirarse el parche. Ninguno de sus hombres pudo ver bien lo que ocurría, pero la expresión de Mia lo decía todo, de ser una bestia imparable, ahora se encontraba tranquila. Lo que sea que James había echo, funciono y eso a ellos les era más que suficiente.

Mia, estando ahora lucida de sus acciones. Da un pestañeo como si se levantara de un largo sueño y lo ve a James que aun la sujetaba de los brazos.

- ¿Se puede saber qué haces? - Le pregunta un tanto preocupa.

James la suelta sin contestarle a su pregunta, y continúa su camino junto al resto del escuadrón. Mia se detiene unos momentos, tratando de recordar lo que había pasado, pero le era imposible. Lo último que recordaba era estar frente a un numeroso grupo de templarios... luego blanco. Pero en fin, al terminar podría preguntárselo a James sin problema alguno, después de todo parecía apegarse mucho a sus reglas. Al dar los primeros pasos para alcanzar a James, choca con algo duro, bajando la mirada ve al soldado en el suelo intentando levantarse.

- ¿Quieres que te ayude? - Pregunta Mia en un acto de gentileza, al no recordar que fue ella quien lo lanzo contra el suelo.

El soldado, acepta su ayuda y le responde.

- Gracias, pero para la próxima ten más cuidado. Eres una chica fuerte sin duda.

Dicho eso, se echa a trotar con sus compañeros llegando con James, dejándola a Mia preocupada y con una pregunta ¿Había sido ella quien le hizo eso al soldado? Otra estúpida pregunta. Eso era algo que empezaba a desagradarle, pero que al terminar tendría una respuesta clara, al menos, eso le garantizaba el estar cerca de James.

El combate se extendió por toda la nave, con los soldados a bordo y su capitán también, la moral no solo era alta, sino que también era aplastante. Suprimiendo la de los templarios, y cambiando sus ganas de pelear por miedo y terror. Mia, se había sumado al grupo de asalto y junto a James se les hizo muy fácil el llegar al puente. Verlos pelear juntos armoniosamente, era un tanto romántico de una forma extraña, eran dos cisnes danzando en una lluvia de sangre. De seguro de todos lo que se encontraban allí, ellos 2 sin duda alguna era los que más lo disfrutaban. James con su espada, rebana sin secar a sus pobres vÍctimas, que poco podían hacer en su contra, y Mia haciendo uso de su fuerza bruta, les pulverizaba los huesos contra las paredes, cubriendo sus puños con sangre.

Finalmente, luego de media hora de pelear llegaron al puente, donde una puerta de 25 centímetros de grosor los aguardaba. Pareciera, que aquellos dentro habían activado algún protocolo de seguridad, para que los invasores no pudieran entrar. Esto era un impedimento, pues no habían traído explosivos consigo y el fénix del capitán no sería de ayuda, después de todo, los cruceros de batalla de la inquisición eran aprueba de magia y fuego, típico de ellos. Uno de los soldados le da un fuerte golpe a la puerta indignado con lo que se habían topado, pero no se iba a quedar allí. Ya habían puesto un enorme esfuerzo para llegar sin bajas, y el irse sin nada no era una opción. Mia limpia su mano con la armadura del soldado, apoyando su cálida mano sobre el frio metal de la puerta. Aquel soldado a modo de broma, le dice.

- Que crees que hace, acaso piensas que una mujer puede derribar tan semejante obstáculo.

Para que tuvo que decir eso. Es verdad que varias cosas hacen saltar el temperamento de Mia, y con cierta facilidad, pero el que la traten de menos solo por ser mujer, era algo que no toleraba en ninguna medida. Ella se valía por lo que podía hacer y no por lo que era, entonces ese comentario del soldado realmente la hizo enfurecer. Su cara se ensombreció al no apartar la mirada de la puerta, cerrando su puño, Mia se apartó uno metros. James, al escuchar eso pensó en llamarle la atención al soldado, pero realmente no sería necesario. Así como ella se apartó de la puerta, tomo carrera y corrió hacia esta, dándole una fuerte patada descargando toda su frustración y enojo. El golpe retumbo por todos lados, pero a Mia no le movió ni un pelo. En circunstancias normales, uno pensaría que por la potencia del golpe su pierna se abría roto, pero este no era el caso. Al ver aquel soldado que la patada no había causado ningún efecto en la enorme puerta, intenta burlarse nuevamente de Mia, pero antes de que pudiera decir algo, la puerta cede ante los ojos de todos.

Mia da el primer paso dentro del puente, desenfundado su revolver blanco y apuntándolo a la cabeza de quien parecía ser el capitán de la nave.


Para luego con una orden de James los soldados se des paralizarán y rodearán la sala, pero no sin antes caminar junto a Mia y bajarle el revolver al sujetarlo del cañón.

- ¿Porque? - Pregunta Mia ante la molesta acción de James.

- Un arma de fuego no bastara para matar a un inquisidor.

Dicho esas palabras James se adentra en la sala, anunciando su nombre.

- ¡Soy James Wahit, exijo un duelo con el inquisidor abordo!

Al pronunciar su nombre, el único que no se había volteado a ver la conmoción, se mantiene firme y contesta al llamado.

- Oh, Capitán James Wahit, ex general y sucio mestizo... Sin lugar a dudas, serás una pieza interesante para mi colección.

El inquisidor, se da la vuelta con su llamativo atuendo. Un traje completamente negro, con un gran sombrero que cubría sus ojos, pero dejaba ver su boca, su espeluznante y aterradora sonrisa. Portando una capa de tela fina, un uniforme ya extinto entre las líneas de asesinos y una espada tan grande como él de altura. Camina al centro de la sala para pactar con James.

Mia mientras contemplaba la situación, le da un pequeño golpecito a la armadura de uno de los soldados y le pregunta.

- Oye, ¿que esta pasado?

El soldado, sin quitarle los ojos de encima a su capitán, le contesta a Mia.

- Un duelo, entre el capitán y el inquisidor.

- Si eso ya lo se, puedo verlo, pero ¿Por qué? Los tenemos rodeados, podríamos acabarlos ahora.

- Puede que así lo veas, pero este es distinto a los templarios. Los inquisidores, son máquinas de matar, podrían acabar con todos nosotros solo por respirar. Así que el capitán ha pactado en un duelo contra él, asegurándose de que si pierde podamos irnos. Creeme novata, es la forma más segura para eliminar a un inquisidor.

- Eso no me gusta, porque mejor no le disparo ahora que se encuentra distraído.

- No, nunca interfieras en un duelo. Esto es una de las pocas cosas que los inquisidores respetaran. Si interfieres ahora, no solo no lograrás matarlo, sino que también habrá bajas y esto es algo que James trata siempre de evitar.

- Eso puedo entenderlo, pero... - él soldado la interrumpe, no dejándola terminar.

- Mira sé que eres nueva, así que solo siéntate y observa con atención, podrás ver unas de las peleas más fervientes de todas. Algo de lo que no muchos pueden presumir, el capitán contra un inquisidor.

Expectantes, todos en el puente esperan por el ansioso duelo. Mientras James sacude su espada para limpiarla, el Inquisidor desenvaina su enorme mandoble, adoptando su postura de combate. Pero antes, James hace una pequeña acotación y le pregunta al misterioso inquisidor.

- Tu nombre es Rish ¿cierto? El decapitador

- Parece que mi nombre a llegado lejos después de todo.

- Solo hay una persona dentro de los inquisidores, tan sádica y enferma, te gusta torturar a los demás hasta el punto en el que ya no pueden más y luego los matas... Disfrutare de arrancarte la cabeza del cuello, con mis propias manos.

Dichas estas últimas palabras, James lleva su espada a un lado y se avienta contra Rish, dejando en el impulso aquel humo negro que tanto lo caracterizaba. Para este bloquearlo con su enorme y contúndete mandoble, dando por confirmado que el mito de que los inquisidores eran bestias vestidas de hombres, era cierto.

El duelo había comenzado, con ambos contrincantes a la par, James de parte del "Revenge" y Rish por el lado de la iglesia. Con estos dos gigantes enfrentados, volvían el futuro por el resultado, completamente incierto.

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