Estaba junto a mi amigo sentados en la banqueta de la calle. El hecho de que fumábamos sin entablar conversación, hacía nuestra amistad demasiado cómoda.

No hablábamos si no queríamos y estábamos bien con ello.

— ¿A quién buscas?

— ¿Qué? —Lo miré con una mueca, soltando el humo retenido.

— Pregunté que a quién buscabas.

— ¡Ah! —Asentí—, a nadie.

— Gerard, no soy estúpido.

Me quedé callado. No porque pensara que Ray era estúpido, pues lo cierto era que si a alguien podías llamar erudito, ese era Ray Toro; sino porque simplemente no podía decirle que buscaba a un hombre con el que me excitaba todas las noches porque se posaba desnudo ante mí.

¡Vamos! Era absurdo.
Para mi suerte, Ray se quedó callado. Continuamos fumando, hasta que sentí una intensa mirada en mí. Sabía que era él, sentía su mirada penetrarme. Con él me sentía desnudo, se mezclaban los nervios y el deseo.

No lo soporté más y levanté la mirada, encontrándolo del otro lado de la calle, observándonos, u observándome...

Tragué saliva cuando me di cuenta de que venía hacia donde yo estaba. Mi corazón empezó a acelerarse y mis manos empezaban a sudar. Justo cuando mi amigo iba a hablar, la voz del extraño resonó y se me quedó grabada.

— ¿Saben hacia dónde queda el centro comercial? —Su voz era grave, algo ronca... tan masculina.

Juro que tuve un orgasmo después de oírlo.
Luego de que Ray le indicara el trayecto, debido a que yo seguía en estado de shock, el hombre me miró una última vez y se fue.

[…]

Al anochecer, esperaba con ansias verlo de nuevo. Incluso fui más temprano a mi habitación y cerré la puerta con seguro.

Enseguida, él apareció. Al verme, sonrió de manera burlona, o al menos así lo sentí.

En esta ocasión, se despojó de su ropa con rapidez, dejándome ver sus bragas rojas. Debido a la distancia, no sabía si ya estaba erecto, pero mi mente me decía que sí...

Se fue por cortos segundos y después volvió con una bolsa negra...

Sacando un dildo y mostrándolo mientras se formaba una sonrisa pícara...